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Annie Leibovitz: “Susan Sontag me leyó entero ‘Alicia en el país de las maravillas’ sentadas bajo un árbol” / entrevista de ANATXU ZABALBEASCOA, El País, 26 de noviembre de 2021

 

A la célebre fotógrafa no le gusta hablar de sí misma. Prefiere contar sus andanzas con los Rolling Stones o los Obama. Pero al final se abre y relata su amor por Susan Sontag, cómo es ser madre soltera de tres hijas y cómo el Photoshop nunca supera a la realidad

Annie Leibovitz, en su casa de Rhinebeck en Nueva York.
Annie Leibovitz, en su casa de Rhinebeck en Nueva York.GILLIAN LAUB (THE NEW YORK TIMES / CONTACTO)


La foto de John Lennon desnudo abrazado a Yoko Ono, la trastienda de los Rolling Stones o la guerra en Bosnia son la cara visible de una mujer que parece haberlo visto todo. Madre tardía, pareja de la ya fallecida escritora Susan Sontag y tan hábil cazando imágenes como construyéndolas, Anna Lou Leibovitz (Waterbury, Connecticut, 1949) empezó a llamarse Annie cuando, con 25 años, se convirtió en la fotógrafa de la revista Rolling Stone. “Tuve que buscarme un nombre porque la gente no podía pronunciar mi apellido”. Más cómoda detrás que delante de la cámara, pide que nuestra entrevista sea por teléfono.


Pregunta. Del rock a la moda e incluso a la guerra. Y de una vida frenética a convertirse en madre triple con más de 50 años. ¿Cuál es su retrato real?


Respuesta. La gente cree que empecé fotografiando a los Rolling Stones porque me interesaba el rock, pero lo que me atraía, desde que estudié Bellas Artes y dejé la pintura, era la fotografía. Es un campo donde todo cabe. Y si te dedicas a fotografiar durante 50 años, no cambiar tú misma como persona sería lo raro. No cambiar es no haber vivido, ¿no? Respecto a la maternidad: quería ser madre.


P. No acepta que la retraten. ¿Tiene miedo?


R. Me incomoda. Necesito saber quién está al otro lado. Me he ido relajando con los años. Al ir convirtiéndome en alguien conocido, he tenido que rebajar esa exigencia.


P. ¿Para conseguir un buen retrato se debe confiar en el fotógrafo?


R. Confiar es un verbo demasiado grande. Se debe respetar, relajar y esperar a que algo salga, porque incluso en lo más planificado existe el azar.


P. Las celebridades sí parecen confiar en usted. Retrató a John Lennon desnudo horas antes de morir. A Schwarzenegger enseñando el culo. A Keith Richards dormido (o drogado) en el suelo.


R. En 1975, tres años después de que mi profesor Robert Frank lo hiciera, me contrataron para fotografiar el tour de los Rolling Stones. Decidí dos cosas: vivir con ellos y molestar lo menos posible. Eso sí, que Keith Richards se quedara dormido en el suelo no era excepcional.


P. Compartió con ellos vida, esfuerzo y drogas.


R. Frank había retratado la gira de 1972. Los habíamos visto en todas las posturas. Yo sabía que al regresar tendría trabajo si lo hacía bien, pero no sabía qué. Solo sabía que debía hacer algo distinto. De modo que me adapté a su vida. Y fotografié esa vida. Eso solo lo pude hacer entrando en ella. Pero no me arrepiento de nada. Amo mi vida. Ha sido un viaje salvaje y lo he disfrutado cuanto he podido sin aislarme del mundo.


P. Ha retratado en la cama a Miles Davis o a la diseñadora Vivienne Westwood, medio desnuda y entrada en carnes.


R. Una fotografía nunca es privada, aunque una cama pueda sugerirlo. Westwood es una mujer muy abierta. Se lleva 25 años con su marido y eso se ve en su desnudez ajada. Pero lo importante es que nos fijamos en eso por encima del deseo que hay en la foto. Sería un error no retratar a alguien tal como es por prejuicios propios.


P. Su último libro, Wonderland (Phaidon), recoge su relación con la moda. Usted se inventa mundos.


R. La moda es para explorar, para expresarse. Hace años que no uniformiza más que a quien quiere.


P. Entre una inacabable lista de premios, el libro recoge las fechas clave de su vida: las del nacimiento de sus tres hijas, la de la muerte de su padre y la del inicio de su relación con Susan Sontag. ¿Qué fue ella para usted?


R. Estuve a su lado 15 años. Fue un privilegio y un honor compartir la vida con ella. Tuvo un impacto enorme en mí y en mi trabajo. No quería tener hijos, por eso habíamos comenzado a separarnos cuando ella se puso enferma y murió.


P. ¿Cómo cambió su vida?


R. No cambió lo que hacía, me alteró por dentro. Cuando la conocí me di cuenta de que le gustaba y no sabía qué hacer con eso. Pensé: Dios mío, es Susan Sontag y está interesada en mí, ¿qué hago? Supe que si me involucraba con ella esa relación afectaría a mi trabajo.


P. ¿Y fue así?


R. Sí, quise llegar más lejos, convertirme en una fotógrafa mejor.


P. ¿Por ella?


R. Sí. Era muy dura. Me dijo: “Eres buena pero podrías ser mejor”. La vida con Susan era así.


P. ¿Iba a ser mejor haciendo lo que ella le decía?


R. No, no. No decía nada. La vida con ella era diferente. Su autoexigencia era enorme, pero luego sacaba tiempo para hablar. Me leyó entero Alicia en el país de las maravillas sentadas bajo un árbol. Y yo sentí que hasta ese momento no había conocido bien esa historia. Era así: te hacía ver. Por dura que fuera, era una persona mágica. Uno no podía evitar amarla.


P. Y usted lo hizo.


R. Por encima de cualquier discrepancia. No he vuelto a estar con nadie.


P. ¿Con 40 años se convirtió en fotógrafa de guerra por ella?


R. No sé si fui fotógrafa de guerra, hice fotos en Sarajevo porque ella estaba allí. Los verdaderos fotógrafos de guerra me miraban preguntándose: “¿Qué hace esta aquí?”. Y tenían razón. Y no la tenían, porque cada uno ve desde lo que es. Un verdadero fotógrafo de guerra suele ser una persona muy dura y no me gustaría serlo.


P. Ha leído el mundo más en imágenes que en ideas.


R. No soy una gran lectora. Y eso me pesaba en la relación con Susan. Me gusta leer. Pero me absorbe y no me deja ver nada más. Y eso no lo soporto. Como fotógrafa, vivo de estar alerta. Me fascinaba cómo Susan adoraba leer y hablar. Y esa era una discrepancia entre nosotras. Yo amo la luz. Soy incapaz de encerrarme a ver una película de seis horas cuando fuera, en el mundo, luce el sol. Ella simplemente lo amaba todo. Todo. Susan era así.


P. Usted hizo que la modelo Natalia Vodianova, que pasó de la pobreza a casarse con el millonario Antoine Arnault, atravesara un espejo para retratarla como Alicia. ¿Cómo lo consiguió?


R. El mundo de la moda es atrevido por definición. Mis dos grandes trabajos partieron de dos historias infantiles: El mago de Oz y Alicia. Mis hijas eran pequeñas y yo volví a esas historias. Natalia debía de tener 18 años.


P. Luego se convertiría en la Cenicienta.


R. Es cierto. Eso sucedió. Pero cuando la convertí en Alicia no lo podíamos saber.


P. Por eso es tan valioso.


R. Puede ser. Algo maravilloso de la moda es que las modelos posan. En la vida real una cámara incomoda a todo el mundo. Nadie quiere que lo fotografíen. En la moda están ahí para ser retratados. Te esperan, te ayudan, aman ser fotografiados. Cate Blanchett, Kate Moss… Toda esa gente es colaboradora. Te ayudan.


PWonderland —el tercer libro que resume su trayectoria— incluye retratos que desnudan: Melania Trump emula a Demi Moore embarazada, pero en las escaleras de su jet privado y con Donald Trump dentro de un deportivo. ¿Cómo ha evolucionado su relación con los Trump?


R. Cuando hice esa foto era impensable que él pudiese llegar a ser presidente de Estados Unidos.


P. Fue como una premonición.


R. Tengo una relación de amor-odio con esa imagen. La historia era sobre una modelo embarazada. Y es de esas veces en las que la realidad supera a la ficción. Nos citó en el aeropuerto. Estábamos fotografiándola y de repente llegó él. Y pasó lo que pasó. A veces la vida atropella a la fotografía. Uno hace una foto y, cuando pasa el tiempo, la historia que encierra se lee desde otro ángulo. Durante un tiempo pensé en retirar esa imagen de mi porfolio. Ahora creo que debe estar: demuestra el espectáculo en el que esta gente ha convertido su vida.



Annie Leibovitz, en su casa de Rhinebeck.
Annie Leibovitz, en su casa de Rhinebeck.GILLIAN LAUB (THE NEW YORK TIMES / CONTACTO)



P. ¿El tiempo reinterpreta las fotografías?


R. Las fotografías cambian según cuándo se miren y según con qué

 conocimiento se lean. Retraté a John Lennon horas antes de que lo

 asesinaran. Era un abrazo amoroso, pero se convirtió en el último beso.



P. Ese retrato es sobrecogedor porque él está desnudo y se muestra vulnerable, en posición fetal, y Yoko Ono está vestida. ¿Se lo pidió usted?

R. Pedí que se desnudaran los dos y solo aceptó hacerlo él.

P. ¿Quiso mostrar su vulnerabilidad?

R. No, quise mostrar amor y encontré azar, que muchas veces ayuda. Por eso hay que buscarlo con paciencia.

P. Tiene una gran colección de mujeres poderosas: Hillary Clinton, Michelle Obama, Meryl Streep, Alexandria Ocasio-Cortez.

R. Las elijo porque son fuertes y salen fuertes. Desde que soy consciente de que envejezco intento que la gente que retrato salga como es. Querría haber retratado a la gente como es. Pero no es fácil: cada uno somos muchos.

P. ¿Hay que ser famoso para retratar a famosos?


R. No. A veces ser conocido funciona a tu favor y otras veces en contra. Soy responsable de lo que he hecho y, si me llaman, entiendo que buscan algo distinto. Yo construyo la historia delante de la cámara. En una época de invención digital, las imágenes, por imaginativas que sean, funcionan si encierran una verdad. Dramatizada o exagerada, debe ser verdad.


P. ¿Cuándo se dio cuenta de que los que posan para usted harían lo que les pidiese?


R. Nunca. Eso no es así.


P. Ben Stiller se metió dentro de una burbuja de plexiglás que colgaba de una grúa sobre el Sena.


R. Sí. Llegó y dijo: “Esto es demencial”. Pero Karen Mulligan, con quien he trabajado durante más de 20 años, le mostró los buceadores que teníamos preparados para rescatarlo en el caso muy improbable de que algo fallara. Estamos hablando de fotos de moda que buscan resumir una historia en una imagen. Para comunicar hay que jugar. Para ser divertido hay que atreverse a hacer un poco el loco.


P. ¿Pasó de cazar una imagen a construirla?


R. Pero es lo mismo: capturar un instante. Se trata de verlo y atraparlo o de construir algo imposible de repetir.


P. ¿Cuánto Photoshop utiliza?


R. En aquella época, nada. Hoy en el mundo digital el cuarto oscuro es un ordenador y la demanda de imágenes contrastadas es incesante. Yo no hago fotoperiodismo, y en fotografía artística el retocado es necesario. Pero tengo una cosa clara: nada comunica como una verdad. La realidad es mucho más potente que el Photoshop.


P. ¿Cómo decide qué atributo define a una persona?


R. Pienso siempre en varias alternativas, pero al final las circunstancias —el tiempo de que dispones, dónde estás, o lo que es o no posible— deciden. Me gustan los extremos: construir una locura o retratar con muy pocos medios. En cualquier caso, para hacer una buena foto se sacan muchísimas. Y las que recogen los libros o las exposiciones son la excepción. Lo bueno es escaso.


P. ¿Quién es realmente Arnold Schwarzenegger: Mister Olympia, Terminator, el exgobernador de California, un inmigrante que llegó a formar parte de la familia Kennedy…?


R. Lo he fotografiado tantas veces que mis retratos resumen su auge y su caída. Comencé cuando fue campeón mundial de culturismo en Sudáfrica y lo he visto casarse, divorciarse, triunfar como actor y convertirse en político. Lo he sacado fuerte y vulnerable. Y creo que él es todo eso. Como autora intento retratar a las personas como creo que son, no lo que siento por ellos. En 1975 pasé de fotografiar a Mick Jagger, que era el sex-symbol del momento, superdelgado y alocado, a retratarlo con un cuerpo inmenso. Igual que todas las fotos no resumen una personalidad, aunque la apunten, a veces un físico muy marcado oculta quien uno es.


P. Katy Perry, La reina de Inglaterra, la jueza Ruth Bader, Lady Gaga… ¿Llega a conocer a las personas que retrata?


R. Cuando era joven creía que sí. Pero me di cuenta de que era mejor marcar una distancia. Creo que una de las razones por las que me ha ido bien es porque lo que me importa es que las fotos sean buenas y no me he perdido buscando otra cosa.


P. Hace poco, su portada de Simone Biles para Vogue fue criticada.


R. Era un retrato de ella con toda su complejidad. Y me acusaron de descuidarlo porque era negra. Ahora con el movimiento Black Lives Matter, que era necesario, todo eso está en el ambiente. Pero habiendo fotografiado a mucha gente negra, entre otros a Nelson Mandela, creo que se equivocaron al dudar de mí.


P. La hemos visto entre sus hermanos, abrazando a sus hijas, trabajando, viajando, pero sabemos muy poco de usted…


R. Es la vida del fotógrafo, siempre se queda detrás. ¿Qué querría saber?


P. ¿Dónde se encuentra su existencia en su trabajo?


R. Hubo una época en la que fotografié mucho a Susan. Era parte del duelo: anticipaba la pérdida y era mi manera de dejarla aquí. Cuando mis hijas nacieron también las retraté todo el rato: era mi manera de celebrarlas. Pero dejé de publicar esas fotos. Decidí que no quería que mis fotos las definiesen. Quería que se definiesen ellas mismas. A veces es muy difícil cambiar la imagen que congela una fotografía. De modo que el deseo de intimidad de mis hijas me convirtió en una persona más privada. No es que tenga nada que esconder, simplemente no quiero que toda mi vida sea pública en una era en la que gran parte de nuestras vidas está más en Instagram que en nuestra intimidad.


P. Siendo una figura pública y lesbiana no ha utilizado su trabajo para defender los derechos de los homosexuales.


R. No creo que haga falta. He vivido abiertamente mi opción sexual. No tengo nada que esconder, pero tampoco ninguna necesidad de golpear a nadie con mis decisiones. La vida del fotógrafo es cruda y, en mi opinión, debe ser privada. Cuando hago cosas como esta entrevista, las encuentro difíciles y no consigo ser enteramente yo. Verá, no soy Susan Sontag. La echo de menos en ocasiones como esta: ella sabía siempre qué decir.


P. Pero esta es una entrevista a usted.


R. Sí. Y creo que mis preocupaciones —el derecho a ser, la necesidad de soñar, la urgencia de cuidar el planeta y hasta la maternidad— están en lo que hago.


P. Quiso ser madre pasados los 50 años.


R. Quería dar lo que había tenido. Provengo de una familia con muchos hermanos y tengo recuerdos felices. Para mí mis mejores fotos son las que he hecho a mi familia. Ahí hay intimidad, confianza, amor y desnudez. Lo que mis hijas me dieron fue lo contrario de lo que les sucede a muchas madres: me hicieron parar. Me había pasado la vida corriendo. Y cuando corres todo el rato te das de bruces contra muchos muros. Uno no puede pasarse la vida corriendo porque no termina de llegar a ningún sitio. Estoy agradecida de haber tenido esta oportunidad.


P. ¿Con qué valores ha intentado educar a sus tres hijas?


R. Con el ejemplo, no hay otra opción. Ser madre soltera es complicado para los hijos —que solo tienen a una madre a la que recurrir, protestar, querer o pedir— y para la madre, claro.


P. ¿Las crió sola?


R. Sí. Después de que muriera Susan, mi vida ha sido mi trabajo y mis hijas. No lo vi venir. Pensé que llegaría otra persona. Pero no he tenido tiempo para nada más. Criar hijos es un trabajo de dos. Si alguien me preguntara, le diría que se lo pensara mucho antes de tener un hijo para criarlo sola. Es difícil para la madre y para el hijo.


P. Pero lo ha hecho tres veces.


R. No sabía lo que hacía. Luego crecen, ¿sabe? Y se hace mejor y peor, a la vez. Las adoro. Son el amor de mi vida, pero, ya sabe, dan mucho mucho trabajo. Criar hijos es una vida muy, muy real. Y justo por eso, requiere imaginación.



 ANATXU ZABALBEASCOA

El País, 26 de noviembre de 2021

Fuente: El País


Feminista, lesbiana y activista: Ilse Fusková, de reportera gráfica en "Para Tí" a artista y símbolo de los derechos de las mujeres / Juan Batalla, Infobae, Buenos Aires, 17 de agosto de 2019

El ojo fotográfico de Ilse Fusková

Comenzó como fotógrafa para varios medios y con el tiempo su obra se convirtió en activismo y arte. Fue la primera artista que habló de lesbianismo en la televisión argentina y estuvo detrás de la primera Marcha del Orgullo Gay, así como de importantes publicaciones de género. Hoy, una muestra de Walden recupera su obra detrás de la cámara.


Fusková en 1948


"¿Hay muchas lesbianas en la Argentina?, ¿y sospechadas muchas?" La pregunta -que hoy sería alimento de Twitter- la realiza la conductora de TV Mirtha Legrand, en un almuerzo de los '90. La que responde es la fotógrafa Ilse Fusková, quien presenta estos días una muestra en Walden: "Muchas. Pienso que es un gran dolor no poder decirlo abiertamente, porque es como tener una vida dividida, una para afuera y otra en la intimidad".
Aquel programa histórico, en el que se dialogó abiertamente sobre homosexualidad, hoy regresa con mayor fuerza, situado en un momento de recuperación de ciertas personalidades que realizaron, lejos de las cámaras, grandes aportes por los derechos civiles, en especial el de las minorías, y que en muchos casos, sean intelectuales, artísticos o militantes, fueron silenciados. Ya no más.
Su participación en Almorzando es una más de las tantas historias que colocan a Fusková como una referente de los movimientos feministas y lésbicos. Un par de años después, la artista marchaba con otras 249 personas en la primera marcha del orgullo gay. Su presencia no fue casual, ella había sido organizadora del encuentro junto a Carlos Jáuregui. Y hoy, la muestra de Walden vuelve a poner el acento en los trabajos de una fotógrafa que mostraba una sensibilidad para revelar, durante los '50, la desigualdad como respuesta al desarrollo y ya en los '80, una postura estética organicista (y militante) a favor de los derechos de las mujeres.
Cuenta la historia que aquel programa de Mirtha anduvo muy bien en el ráting y que esperaban organizar otra mesa del mismo tenor. "Mis compañeras me decían que no vaya, ¡que me iban a decir de todo! No les hice caso. Fue tan impresionante la repercusión que tuve que Mirtha quería repetirlo, pero no la dejaron. El texto de un sacerdote escrito en un diario decía que yo había dicho algo terrible. ¡No me importó! Habíamos instalado el tema", dijo Ilse a Hamartia, en una entrevista.

Fusková fue azafata de Scandinavian Airlines (Gentileza DamiselasEnApuros.blogspot.com)



De azafata a fotógrafa documental
Fusková (Buenos Aires, 1929) ingresó al mundo de las instantáneas y los cuartos oscuros a través del periodismo. Felka —pseudónimo que utilizó para firmar sus primeras capturas— se desempeñaba como azafata y periodista en medios como El Hogar, Chicas, Histonium, Mundo Argentino, Para Tí y Lyra.
Su vida es la de una artista que supo reinventarse, no siguiendo las vanguardias o las tendencias del momento, sino buscando su propio sentir, su propia voz. Esa mutación constante puede verse en un detalle, nada menor y es cómo el que a lo largo de su trayectoria fue modificando su firma: sus primeras imágenes llevaban el nombre Felka a secas; luego -estuvo casada por 30 años y tuvo tres hijos- sería Felka Kornreich; a fines de los 70, antes de divorciarse, fue Ilse Kornreich y luego de la separación eligió el apellido paterno, Ilse Wunche, hasta que finalmente adoptó el actual.
En la planta baja de la galería Walden, se pueden apreciar dos series fundacionales de aquellos años '50 en los que su labor fotográfica comenzaba a destacarse. Son, por un lado, seis piezas de la Serie Isla Maciel y otras 7 de la Serie San Telmo.

En la primera, Felka se centra en captar a las niñas y niños, donde se destacan expresiones sencillas, tamizadas por la inocencia. La mirada tiene un corte social, de exposición, casi de denuncia si se piensa que más allá de que no son "robadas" desde la distancia, el contexto está allí, la pobreza de los pies descalzos, el orgullo por poseer un barrilete, la ropa gastada de talles más pequeños, que transitan el camino a convertirse en jirones, aunque a ellos no parezca importarle. Las expresiones de desasosiego, la alegría instantánea, la mirada melancólica como si fueran pinturas de Ramón Gómez Cornet, todo está allí.
La Serie "Isla Maciel"

“Hombre y niño frente a la casa”, de la serie San Telmo, 1956


En la segunda serie, la artista captura pequeños momentos del emblemático barrio porteño, postales que se centran más en los detalles, que revelan más su curiosidad inquieta y el juego con la forma y la luz, por sobre el concepto. Ventanas rotas, largos pasillos que llevan hacia algún lugar no revelado o una escultura, allí, con esa soledad de soledades, de una pieza de arte que es en sí una excusa para otra.
La libertad de pasear sola, tal el nombre de la muestra, revela esa transición, la de una mujer que a partir de su profesión comienza a desandar una ciudad que se abre, que se revela. La curadora de la muestra, María Laura Rosa, conoce como pocos (quizá como nadie) la obra y la vida de Fusková. En ella basó su tesis doctoral y fue parte de su libro Legados de libertad: el arte feminista en la efervescencia democrática (Biblos, 2014), además de haber curado otras muestras con obra de Felka.
A fines de los '40, Fusková abandonó su trabajo como azafata y comenzó a trabajar en la Revista Chicas, dirigida por el playboy argentino Divito, padre de la masiva Rico Tipo. Eran años en que la bohemia se concentraba en la zona de Retiro, que vibraba por sus galerías de arte, el café del Florida Garden, el Instituto de Arte Moderno, el teatro Los Independientes o la redacción de la Revista Sur, lo que significaba un devenir constante de artistas, intelectuales y estudiantes, entre otros.
De su relación con el mundo del arte
La muestra presenta 26 retratos de figuras de la cultura

"Ilse era una mujer de los 50, que pasea libremente por la ciudad de Buenos Aires, algo que todavía no era muy frecuente, pero tampoco muy extraño. Ella escribe entonces en la Revista Chicas y a partir del '51 ya tomaba fotografías. Ese caminar libre, favorecido en parte por su labor de reportera, la lleva a capturar de manera poética a personas simples, generando un contraste entre la riqueza cultural y aquellos que quedaron en los márgenes", explicó Rosa a Infobae Cultura.
En uno de aquellos paseos por el corazón de la ciudad conoció a quien se convertiría en una persona fundamental en su vida, el artista Alberto Greco. Cuenta Ilse en una entrevista que él se le acercó para preguntarle si ella era Felka y que a partir de aquel encuentro no se separaron, hasta que él partió hacia París. En la exposición, esta cercanía con Greco se reproduce en tres imágenes: en una él está con su familia, en otra con Isabel Molinero y en la tercera en su atelier.
Alberto Greco, por Ilse Fusková

Retrato de Beatriz Guido, Carlos Alonso en su estudio  y Marta Gavensky y Sergio De Cecco
en una función de títeres en San Telmo 






"Ella fue reportera y ya había tomado fotografías antes de Alberto Greco. Aunque conocerlo le posibilita llegar a personajes del ámbito de la cultura, pero ya había retratos por San Telmo y la Isla Maciel". Y es que en la muestra de Walden además se puede apreciar más de 20 fotos de personas relacionadas con la cultura, desde Landrú y Carlos Alonso a Fernando Birri y Beatriz Guido.


"Luego, tuvo una amistad con Horacio Coppola, a quien conoce a través de Greco. También conoce a Grete Stern, pero no estudia con ellos. Su conocimiento del arte fotográfico es autodidacta y surge un poco desde su experiencia gráfica. Con Coppola toma clases pero recién a partir de los '80, cuando forma parte del grupo Imagema, donde tiene un contacto más directo con él, pero no fue por mucho tiempo", agrega la curadora.

El Zapallo o el paso al arte conceptual y al activismo


"Este andar libre de los '50 alimenta su espíritu activista de los 80 y 90, se conecta con esa militancia posterior durante última dictadura militar y la democracia".

Como en 1947, The Buenos Aires Herald causó un impacto profundo en su vida. La primera vez, cuando aún era una adolescente, leyó un anuncio de búsqueda de azafatas por parte Scandinavian Airlines. En 1978, otra vez un aviso en contratapa, tuvo conocimiento de la revista Persona, una de las primeras publicaciones feministas de Buenos Aires, y a partir de aquella inquietud conoció a María Elena Oddone, fundadora del Movimiento de Liberación Femenina y su arte comenzó a dejar la representación documental y se volcó hacia lo conceptual, con el eje puesto en la mujer.


Así surge su emblemática serie el Zapallo (1982), presente en la muestra de Walden, que se expuso en los últimos tiempos de la dictadura en los Talleres Brígida Rubio y en Lugar de Mujer y en la que realiza una analogía biologista entre la fecundidad -representada en las semillas-, lo interior como motor por sobre lo exterior, la forma.


"La del Zapallo es la primera serie de arte específicamente feminista que tuvo Buenos Aires, ya sobre el final de la dictadura. Ella explora la mirada desde una mujer al cuerpo de otra mujer, con un contacto directo con el cuerpo, con la fertilidad femenina y ese jugar con un zapallo cortado a la mitad que remite a formas orgánicas".


Otro momento crucial en su aporte de activismo artístico fue la publicación del primer Cuaderno de existencia lesbiana, en 1987, que llevó adelante junto a Adriana Carrasco, y que fue la piedra basal de difusión sobre un tema del que hasta ese momento no se hablaba y mucho menos publicaba. Hace una poco más de una década, la obra fue reeditada en un solo volumen por la Librería de Mujeres, aunque hallarlo no es sencillo.





De la serie “Zapallo”, 1982, fotografía blanco y negro




Cuaderno de existencia lesbiana (Librería de Mujeres), Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy (Planeta) y Legados de libertad: el arte feminista en la efervescencia democrática (Editorial Biblos)




La serie prohibida


En 1988, como parte de la muestra Mitominas II. Los mitos de la sangre, presentó una serie fotográfica inspirada en el informe de Shere Hite, socióloga y sexóloga estadounidense de origen alemán. Allí, capturaba a una pareja de lesbianas pintando su cuerpo con sangre menstrual.


El escenario fue el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires; en la actualidad Centro Cultural Recoleta, y aún antes de la apertura hubo polémica y la serie de cinco imágenes nunca fue exhibida.

Infobae Cultura consultó a la curadora por la ausencia de estas imágenes en la exhibición: "Esta serie fotográfica no se llegó a exponer en el ámbito del arte, pero sí en el feminista. Estaba pensada para la exposición Mitominas II, pero finalmente el grupo decidió que no se expusiera por temor a que las censuraran. Lo anecdótico es que una obra de Liliana Maresca, que era un cristo con una transfusión de sangre, no le hizo ninguna gracia al párroco de la Iglesia del Pilar, que estaba al lado en Recoleta, y terminaron desplazando la obra hacia un espacio no visible". Sin quererlo, Fusková exponía las contradicciones dentro del colectivo lésbico.

En 2016, en la muestra Mitominas, 30 años después, también en el Recoleta, parecía una buena oportunidad para finalmente conocer estas piezas que por mucho tiempo parecieron pertenecer al ámbito de la leyenda. Pero otra vez no fue posible, en esta oportunidad porque una de las modelos que posó para la obras no dio su autorización para que fueran mostradas en público.

"Esas fotografías son un trabajo colectivo, una de las mujeres que posa no quiere que circule por el ambiente del arte. Esas obras están en la casa de Ilse, las he trabajado, y se encuentran en mi libro Legados de libertad en el capítulo dedicado a Ilse. Allí están, pero no se puede mostrarlas, una pena, pero hay que respetar la decisión de la persona que posa", dice Rosa.

De su relación de 22 años con la fallecida activista Claudina Marek surgió Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy (Planeta, 1994), en diálogo con Silvia Schmid. Marek fue una de las tantas mujeres que le escribieron luego de haberla visto en el show de Legrand.

En 2008 fue homenajeada en el Primer Encuentro Nacional de Mujeres Lesbianas y Bisexuales de Rosario y en 2015, declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña, convirtiéndose así en la primera activista lesbiana oficialmente reconocida en el marco de los derechos humanos.

"Su lucha tenaz por modificar un sistema patriarcal heterosexista que somete a las mujeres y a las lesbianas la eleva a la máxima referencialidad lésbica de nuestro país, ejemplo y estímulo para muchas de las generaciones posteriores", dijeron durante la ceremonia de premiación porteña.




Fusková el día que fue nombrada Ciudadana Ilustre de la Ciudad (Infojus)





La muestra está compuesta por seis series diferentes y también fotografías y notas de su labor periodística






Con Claudina Marek coescribió “Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy”


Como en sus fotos de los '50, como en su serie del Zapallo, Fusková siempre reveló un ojo por el compromiso, más allá de la estética, y hoy, pasados los 90 años, pone su energía en campañas contra la contaminación y el respeto por la ecología, dentro del grupo Conciencia Solidaria. Su espíritu, su deseo de avanzar, de luchar por las causas que parecen imposibles sigue vigente. Como su arte.
Por Juan Batalla
jbatalla@infobae.com





*Ilse Fusková, la libertad de pasear sola
Walden, Viamonte 452, San Nicolás
De lunes a viernes de 13 a 17 hs
Hasta el 6 de septiembre
Entrada gratuita


Fuente: Infobae


ILSE FUSKOVÁ
LA LIBERTAD DE PASEAR SOLA

Fotógrafa, artista, reportera y flâneuse urbana, Ilse Fusková es un importante personaje de la cultura urbana de Buenos Aires.

En los años 50, Fusková captura poéticamente tanto a personajes simples, a quienes enaltece, como a destacados intelectuales y artistas, a quienes humaniza. Asimismo se detiene en su riqueza cultural y en quienes quedan a los márgenes del proceso modernizador.

Por entonces, la esfera pública y la privada se configuran, estableciendo al ámbito doméstico como el territorio femenino obligado. Son atípicas las mujeres que se desplazan, no por necesidades económicas, sino por el placer de experimentar la libertad de caminar y de estimular la imaginación y el sentido creativo. Dicho acto significa un gran paso para la mujer en su afirmación como sujeto autónomo. La fotografía, arte nacido durante la modernidad, coincide y promueve estas conquistas.

A finales de los años 70 Ilse Fusková se une al Movimiento de Liberación Femenina. En este contexto lleva a cabo una profunda reflexión sobre la mirada de la mujer y la construcción de su identidad a través del desnudo femenino. En su serie El zapallo (1982) busca ampliar los cánones tradicionales de su representación fotográfica, conformando una de los más importantes trabajos artísticos feministas aún bajo gobierno de facto.

Durante los 80 realiza varios talleres en Lugar de Mujer, espacio creado en Buenos Aires en agosto de 1983. Allí comienza su práctica activista —primero feminista y luego lésbica— en paralelo con la urgencia por emprender el proceso de despatologización de la homosexualidad en Argentina. En 1992 organiza junto a Carlos Jáuregui la primera marcha del orgullo LGBTTQ+ de Buenos Aires.

Fusková es una flâneuse moderna y a una activista contemporánea. Durante la modernidad ve a la ciudad como fotógrafa sensible y fascinada. Décadas después, la toma como un laboratorio en donde subvertir al sistema heteronormativo.

Su caminar es político, su contemplación, poética.



Fuente: Galería Walden


Amazona del paraná 

Por Ilse Fuskova, Página 12, Buenos Aires, 5 de febrero de 2016


La semana pasada murió Claudina Marek (1947-2016), coautora del libro publicado en 1994 Amor de mujeres –emblemático testimonio sobre el lesbianismo en tiempos en los que era sinónimo de silencio– y chonga entrerriana pionera de las primeras marchas del orgullo. Aquí la recuerda Ilse Fuskova, su gran amor por más de veinte años y amiga para siempre.


Claudina pasó los últimos años de su vida en su pueblo natal, Diamante, en Entre Ríos. Todas las semanas hablábamos por teléfono, muchas veces más de una hora. Era increíble que después de tantas décadas tuviéramos tanto que decirnos, pero así era. En parte era por la energía que tuvo toda la vida, que le permitía trabajar de sol a sol como maestra en Entre Ríos para juntar lo suficiente para mantener a sus hijos adoptivos, luego, sus jornadas maratónicas en Buenos Aires, estudiar joyería, la carrera de grabado en la Escuela Prilidiano Pueyrredón. Claudina era, y viviendo juntas lo pude corroborar, un torbellino vital. Estuvimos veintidós años juntas, con las altas y bajas propias de las parejas de larga data. Hoy puedo decir que ha sido mi gran amor. Ella se crió en un pueblito y era maravilloso porque hasta que nos conocimos no tenía idea del término “lesbiana”, pero al mismo tiempo había sido una lesbiana segurísima desde muy pequeña, enamorada de maestras y compañeritas de colegio. Nuestra vida juntas estuvo llena de sorprendentes casualidades. Para empezar, el día en el que yo salí en lo de la Legrand –es historia conocida la del mensaje lésbico que transmití desde su mesa televisada– Claudina estaba en su casa porque se había enfermado y por eso estaba mirando la tele. Hubiera sido imposible que me viera cualquier otro día, porque trabajaba sin parar. Ella me contaba que ahí fue: verme en la pantalla, flechazo y revelación. Empezó a escribirme y llamarme por teléfono. Yo estaba algo miedosa, sorprendida, separada después de haber estado treinta años casada con un hombre, y esta jovencita –porque en ese momento Claulina andaba por los treinta y yo por los cincuenta– me descolocaba un poco. Me contaba cosas tremendas desde Diamante, como que al “enterarse” la habían sacado de su rol de maestra y la habían puesto como bibliotecaria. Pero pronto eso fue un problema porque a la biblioteca también van los niños y en esa época se creía que nosotras éramos realmente peligrosísimas para ellos.
A los cuatro meses se vino a vivir conmigo y comenzó un amor muy entrelazado con la militancia. Nos acercamos juntas a ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer), nos reuníamos horas y horas para leer material teórico sobre lesbianismo. La recuerdo incansable, durmiendo conmigo apenas algunas horas para levantarse casi de madrugada para irse a trabajar como docente al Conurbano. Yo por esa época había descubierto que si administraba lo que tenía y me ajustaba un poco el cinturón, podía vivir sin trabajar, que a mí me parecía maravilloso en ese momento. Comenzaron también nuestras vacaciones en el Chuy (Uruguay), a donde íbamos con otras amigas lesbianas y con nuestras gatas. Fundamos Convocatoria Lesbiana, desde donde contribuimos a impulsar la Primera Marcha del Orgullo. Carlitos Jáuregui se volvió muy amigo nuestro y nos invitó a que formáramos parte de su grupo gay, donde leían entre otras cosas muchísimo feminismo. En la primera marcha Claudina tuvo que ponerse una máscara, yo no, porque, claro, yo no trabajaba. Era todo muy osado para la época, o así lo veíamos: marchar y cantar frente a la Catedral, frente a los ministerios, disfrazarnos de milicas y besarnos en plena calle. En 1994 publicamos juntas Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy. Surgió después de vivir algunos años juntas. Había contraste entre nosotras. Yo venía de una familia de clase media intelectual. Me interesaba por las mujeres, pero en un sentido más etéreo. Me interesaba lo que escribían, lo que pensaban. Pero el sexo y la piel de las mujeres no habían formado parte de mi mundo hasta que fui bastante grande. Y Claudina que venía de un pueblito rural, que nunca había escuchado la palabra lesbiana, lo tenía todo muy claro desde los cinco años. Entonces pensamos: tenemos que hacer un libro con estas dos historias tan contrastantes. Pensamos en fotocopiarlo y repartirlo de mano en mano. Pero al poco tiempo lo aceptó la editorial Planeta.
Ahora, después de despedirla, releo en Amor de mujeres la historia de Claudina. Revivo su amorosidad. Los recuerdos incalculables después de tanta vida juntas. Y sé que Claudina no va a salir de mí hasta el último minuto de mi vida. Ambas compartimos creencias sobre el alma. Y en esas extensas charlas telefónicas de los últimos años hemos fantaseado con la posibilidad de que en algún momento nuestras almas puedan tal vez encontrarse en algún otro lugar del cosmos. Estoy segura de que todo esto no se termina en el cuerpo. Así que, hasta pronto, amor.

©Ilse Fuskova



La cámara de Felka
entrevista de Silvana Jáuregui / Fotografía: Véronique Pestoni
Fuente: Hamartia

Estuvimos en la Sala Abraham Vigo del Centro Cultural de la Cooperación en la Muestra ¨La curiosidad de Felka: Ilse Fusková fotógrafa (1950-1980)". Es el subtítulo de la muestra que recorre treinta años de su mirada lúcida, libre y sensible.



Ilse Fusková, como finalmente decidió llamarse, nació en Buenos Aires, en 1929. Es una de las más destacadas referentes del lesbofeminismo en la Argentina. Cuenta que la ayudaron el azar y el momento oportuno. Como una partida de ajedrez, sus pasos fueron armando un maravilloso tablero de mujer libertaria, junto con el arte que supo teñir gran parte de su vida. De padre alemán y madre checoslovaca, Felka -seudónimo que utilizó para firmar sus fotografías de los años cincuenta- creció viajando y persiguiendo sueños: estudió periodismo, fue reportera gráfica y trabajó de azafata durante los años cuarenta. Colaboró con reportajes y comentarios de cine en revistas como El Hogar, Mundo Argentino, Para Ti y Lyra.

Ilse recuerda especialmente su paso por la Revista Chicas: “Una tarde vi colgada en un kiosco la revista Chicas, dirigida por Guillermo Divito, dibujante de la famosa revista Rico Tipo, con una tirada masiva. Chicas apareció en 1948, con una salida mensual. Abordaba todo tipo de temas: entrevistas a actrices famosas, análisis de películas argentinas, cuentos, diseños de muebles, críticas de libros y columnas sobre moda, cocina, reuniones sociales y horóscopos. Abandoné mi trabajo de azafata y dediqué mi tiempo a escribir sobre la mujer joven moderna. Firmaba mis columnas como Felka. Fui feliz.”

Eran los años cuarenta y la bohemia artística e intelectual se movía por la calle Viamonte, desde Florida hasta Plaza San Martín. Todo se concentraba en esas cuadras: las galerías de arte, la Facultad de Filosofía y Letras, la redacción de la Revista Sur, el Instituto de Arte Moderno y el teatro Los Independientes.

“Me encantaba caminar por esas calles cuando salía de la redacción. Tomar café en el Florida Garden, donde toda la bohemia se reunía. Una tarde de invierno fui a una exposición en una galería en Viamonte y Florida. De pronto, alguien se acercó para preguntarme si yo era Felka: ‘Sí, soy yo’, respondí. Entonces se presentó: ‘Soy Alberto Greco’, me dijo. Desde ese día estuvimos siempre juntos, hasta que se fue a vivir a París. Nunca me dijo que era homosexual. Contemplábamos en silencio aquella cuidad que se mostraba moderna y exultante”.

Greco y Felka fueron grandes amigos y confidentes. En una de las fotos de la exposición se los ve caminando por el Pasaje Seaver, en 1957, dejándose llevar por las circunstancias.

Greco le presentó al fotógrafo Horacio Cóppola. Enseguida empezó a estudiar con él y con su compañera, Grete Stern. Recuerda: “Mi primera obra como fotógrafa fue retratar la vida diaria de la gente en la Isla Maciel”. Ellos quedaron retratados en la Muestra y en su memoria.

También formaron parte de la muestra los retratos fotográficos de Beatriz Guido, Carlos Alonso, la titiritera Mané Bernardo, Carmen Gándara, Mabel Rubli, Landrú, todos amigos/as del mundo del arte y la literatura.

En 1979, gracias a un anuncio aparecido en el periódico Buenos Aires Herald sobre la revista Persona, de María Elena Oddone, conoció a la fundadora del Movimiento de Liberación Femenina, influida por la amistad que tenía con los fotógrafos Grete Stern y Horacio Cóppola. Fueron ellos quienes la incentivaron para girar hacia una fotografía más vinculada a lo artístico que a lo documental. Fue ahí cuando tomó contacto con las feministas argentinas.

Su cara se ilumina cuando dice: “¡El feminismo me salvó la vida! Me hizo ver que las cosas que estaba viviendo -la descalificación, la falta de apoyo en la vida doméstica, familiar- eran parte de un sistema. Cuando descubrí esto salí de una profunda depresión”.

Ahí llegó el fin de su matrimonio. Fueron años de búsqueda pero de gran aprendizaje para Ilse. En esto de hurgar y descubrir acerca de lo femenino, sobre cómo nos miramos y nos miran, es que observó en el mercado las sutilezas, pliegues, semillas y encantos que tenía un zapallo abierto. Así fue que comenzó una investigación sobre el desnudo femenino. En 1982 realizó una serie de fotografías exponiendo en los Talleres Brígida Rubio y en Lugar de Mujer, al año siguiente. El Zapallo consistió en una serie fotográfica integrada por diez trabajos que referían directamente a la fecundidad femenina.

“Ver zapallos grandes cortados por la mitad era ver un mundo de magia, porque estaban llenos de telones dorados, de semillas. Yo no sé si alguna vez vieron un zapallo así. Para mí era una cosa divina, llena de fertilidad y me dije: ‘yo quiero hacer una serie de fotografías con esto’. Me compré, entonces, el zapallo”.

María Laura Rosa, amiga de Ilse, curadora e historiadora feminista del arte argentino, además de ayudarla en la selección de los trabajos para la muestra, explicó y transcribió conceptos vertidos por Ilse sobre aquella serie. Una de sus obras fue expuesta y fue ícono de su gacetilla. “La serie se detenía poéticamente en dos desnudeces: la del zapallo – en toda su carnosidad interna – y la de la modelo”. Ilse Fusková expresó que el cuerpo desnudo de la mujer era un tema tabú por entonces en nuestra sociedad: “La mayoría de las mujeres en la cultura occidental nos vemos a través de la mirada distorsionada de una sociedad dominada por varones. Esto es verdad para todo nuestro ser y muy especialmente para la percepción que tenemos de nuestro propio cuerpo (…) Yo pienso que el cuerpo de la mujer es objeto de deseo del macho, que ese cuerpo le fascina y también le da miedo. Sin embargo el cuerpo desnudo de la mujer, sin las contorsiones de la seducción, es una imagen prohibida (…) La desnudez del cuerpo de la mujer es un derecho que nos es absolutamente negado”.

Continúa leyendo (y apreciando las fotos) en: Hamartia

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