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Alejandra Pizarnik


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Entrevista a Marguerite Duras, por Pierre Dumayet


Marguerite Duras

Desde su balcón de rocas negras Marguerite Duras puede ver el continuo juego del mar, de los cielos y los ademanes de los transeúntes que, con o sin perro, prefieren la arena al asfalto para dar sus paseos en otoño.

No había visto a Marguerite Duras desde hacía mucho tiempo, y sin embargo tenía la impresión de retomar una conversación, como si nos hubiesen interrumpido una larga llamada telefónica durante veinte años.


Pierre Dumayet: Como normalmente siempre se empieza hablando, si le parece bien, podríamos empezar callándonos unos segundos, lo justo para habituarnos. Estamos en Trouville y no lo parece. Es preciso ir al balcón. Si vamos al balcón nos damos cuenta de que estamos en Trouville. No hay nadie, el mar, casi nadie, el mar, una silueta, el perro.

Marguerite Duras: ¡Está el bosque!

P.D.: ¿Detrás?

M.D.: Sí. El bosque todavía está allí. No estará, pero ahora está allí. Todavía está allí. Uno se acostumbra frecuentemente a ver ese bosque ante el mar.

P.D.: Pero el mar, dice usted. Trouville, y punto. "Ahora es mi casa". Ha suplantado a Neauphie y a París.

M.D.: Pero eso no lo he escrito ahora.

P.D.: ¡No! Hace algún tiempo. En La vida material.

M.D.: Sí, es más importante para mí. Incluso más que Neauphie. No se, al decirlo tengo la sensación de traicionar, pero me gusta esto, sí.

P.D.: Usted dice que Trouville es su casa ahora, sin embargo se trata de un piso no una casa y en Neauphie tiene una casa.

M.D.: Aquí es como si todo me perteneciese.

P.D.: ¿Incluso la casa de al lado?

M.D.: Incluso la casa de al lado.

P.D.: ¿Hasta el mar, la playa?

M.D.: El mar también, sí. Es una forma de apropiación, pero es normal. Creo que todo el mundo es así. Es una especie de posesión ilimitada. Como el mar.

P.D.: Me gustaría que hablásemos sobre si el pasado tiene algo del presente. Leo una frase: "El arrebato de Lol V. Stein constituye un libro aparte. Un libro único".

M.D.: ¿Yo he escrito eso?

P.D.: Sí, usted lo escribió.

M.D.: Muy bien dicho.

P.D.: ¿Cómo hay que entender un sólo libro?

M.D.: Yo no lo entiendo. Si lo leo ya no lo entiendo.

P.D.: ¿Hace mucho tiempo que no lo lee?

M.D.: Bueno, como sabía que usted iba a venir lo he leído un poco por encima, el primer capítulo.

P.D.: ¿Le parece extraño?

M.D.: Único. Un libro siempre sobrepasa al anterior.



En 1.964, tras la aparición de Lola V. Stein, Paúl Seban filmó una entrevista a la escritora. Marguerite Duras deseaba volver a ver esa entrevista. [Pierre Dumayet y Marguerite Duras miran una televisión pequeña, en blanco y negro, en la que se reproduce la citada entrevista llevada a cabo en 1.964 por Paúl Seban].

Pierre Dumayet: ¿En qué estado se encontraba cuando empezó a escribir este libro?

Marguerite Duras: Había estado muy enferma y hacía mucho que no escribía.

P.D.: ¿Enferma de qué?

M.D.: Sobre todo, por no beber nada de alcohol. Mi enfermedad estaba relacionada con eso, y era la primera vez que escribía sin nada de alcohol.

P.D.: ¿Fue muy diferente?

M.D.: Sí, fue muy duro.

P.D.: ¿Muy duro?

M.D.: Muy duro.

P.D.: ¿Se sentía usted diferente?

M.D.: Bueno, siempre es duro escribir, pero entonces tenía más miedo. Mucho más miedo que de costumbre.

P.D.: ¿Tenía miedo de escribir mal?

M.D.: Tenía miedo de escribir cualquier cosa.

P.D.: ¿No tenía ningún otro temor?

M.D.: No.

P.D.: ¿Cuando se imaginó o se encontró por primera vez al personaje de Lol V. Stein?

M.D.: La vi en un baile. En un baile de Navidad. En un manicomio de los alrededores de París.

P.D.: ¿Un baile organizado por el mismo manicomio?

M.D.: Sí, en el manicomio. Después pedí permiso para verla y así lo hice una vez, durante mucho tiempo.

P.D.: ¿Como estuvo ella durante el baile?

M.D.: Como un autómata. Me llamó la atención porque era hermosa e intacta, físicamente. Normalmente los enfermos están muy marcados, pero ella no.

P.D.: ¿Qué edad tenía?

M.D.: Treinta años. Pero parecía muy joven.

P.D.: ¿Y ese baile le inspiró la historia?

M.D.: El baile y el encuentro con ella. Intenté hacerle hablar durante mucho tiempo, casi todo un día. Nunca habló. Mejor dicho, habló como todo el mundo. Con una extraordinaria y notable banalidad. Ella pensó que yo era médico y habló para que creyese que era como todos los demás. Y si me lo permite, cuanto más lo hacía, más singular me parecía. Fue impresionante.

P.D.: ¿Y ese tema que empezaba por la locura, en aquel momento, en el que usted se veía privada del alcohol, no le originó otros miedos además del que ha comentado? Es decir, el de escribir mal o de otra manera.

M.D.: Un poco. Un poco.

P.D.: ¿Qué quiere decir?

M.D.: De hecho, sin el alcohol, la locura me era cada vez más familiar. Esa locura me era más familiar de lo que había sido antes.

P.D.: ¿No tuvo miedo de identificarse demasiado con ella?

M.D.: No.

P.D.: ¿No? La historia comienza así: "Lol conoció a Michael Richardson a los 19 años, durante unas vacaciones, una mañana, en el tenis. Él tenía 25 años. Era el único hijo de unos terratenientes de T. Beach". ¿Eso está en Francia?

M.D.: No, está en Inglaterra.

P.D.: "Él no hacía nada. Los padres aceptaron la boda. El noviazgo tendría que durar seis meses. La boda tendría que celebrarse en otoño. Lol acababa de dejar el colegio, estaba de vacaciones en T. Beach cuando se celebró el gran baile de la temporada en el Casino". ¿Qué es lo que pasó en ese baile? Me refiero al baile del libro, no al suyo.

M.D.: En ese baile, el prometido de Lol se enamoró de una mujer, la última en llegar.

P.D.: ¿Cómo ocurrió? ¿El baile estaba en pleno apogeo?

M.D.: Sí, era la una de la madrugada, el baile estaba a tope y llegaron las últimas. El flechazo entre Michael Richardson y esa mujer fue inmediato.

P.D.: ¿Anne-Marie Stretter?

M.D.: Anne-Marie Stretter.

P.D.: Anne-Marie Stretter era una mujer madura, ¿no?

M.D.: Sí. Lol fue testigo de ese amor naciente. Vio todo el asunto. Presenció el suceso hasta tal punto que se perdió de vista a ella misma. Se olvidó de que era a ella a la que ya no querían. Ella estaba a favor de ese nuevo amor. Eso pasó en el baile. Y fue tan maravillosa esa desposesión, esa destrucción de Lol. Es admirable poder ver como tu propio amor se enamora de otra. Se quedó tan maravillada que la marcó para toda la vida.

P.D.: Diez años más tarde ella dice que en ese momento dejó de amar a Michael Richardson.

M.D.: Sí. Y así lo entendió, en el fulgor, porque no hay otra palabra, que esa mujer iba a ser el amor de su prometido.

P.D.: Entonces, no sufrió por amor porque ya no le amaba, ¿por qué sufrió?

M.D.: Ella no sufrió por amor. Sufrió al separarse de ellos. Le habría gustado llevar una especie de vida de parásito.

P.D.: ¿Le habría gustado verlos?

M.D.: Le habría gustado.

P.D.: ¿Vivir, amarse?

M.D.: Sí, olvidándose absolutamente de si misma. Le habría gustado verlo todo. Hasta sus relaciones más íntimas.

P.D.: Y diez años después, ¿ocurre algo? Cuénteselo a los espectadores que no hayan leído su libro. Cuénteselo a Paúl.

M.D.: Un día...

P.D.: Mire a Paúl.

M.D.: Un día una pareja pasa por delante de su casa. Un hombre y una mujer. Reconoce a la mujer, mal, pero al final, su rostro le dice algo, es Tatiana Karl, la amiga del colegio que estaba con ella en el baile. Y un buen día, cuando iba paseando por una avenida de la ciudad, reconoce al hombre que había pasado por delante de su casa. Sale de un cine y ella le sigue. Sabe que se va a reunir con esa mujer, con Tatiana Karl. Le sigue por toda la ciudad, le sigue hasta un hotel, donde él se reúne con esa mujer que ahora ve con toda claridad. La reconoce claramente, es Tatiana Karl. Se tumba en un campo de centeno, detrás del hotel, y espera ante la ventana iluminada de la habitación a que se marchen los amantes.

P.D.: ¿Qué es lo profundo, lo real, que hay en Lol? ¿La necesidad de ver? ¿La necesidad de ser una mirona?

M.D.: Es la búsqueda de la felicidad. Su felicidad está ahí, viendo a los demás.

P.D.: ¿No puede encontrar la felicidad sola?

M.D.: Realmente no puede vivir por su cuenta. Además, eso es lo que le provocará su última crisis. Al final del libro va a un hotel con Jacques Hold y se llama de muchas maneras. Ya no sabe quién es. Y la crisis es muy grave. Creo que, seguramente, está enferma.

P.D.: ¿Una mujer que no está loca puede llegar a ser así?

M.D.: Un poco. Creo.

P.D.: ¿Cree que alguien que no está loco puede llegar a ser así?

M.D.: Puede lamentar ser así. Es decir, puede actuar por su cuenta y al mismo tiempo lamentarse.

P.D.: La forma de ser de Lol, ¿le parece envidiable?

M.D.: Sí.

P.D.: ¿Sí?

M.D.: Sí. Totalmente.

P.D.: ¿Incluso deseable?

M.D.: Casi.

P.D.: ¿De qué trata la novela? No es la novela de la locura. ¿Es la novela de la incertidumbre?

M.D.: De la "despersona", si me apura. De la personalidad. Quizás sea eso.

P.D.: ¿Le parece que es una enfermedad muy extendida o se trata de un caso particular?

M.D.: Eso no es una enfermedad. Es un estado que acarician muchas personas. Que aparece en raras ocasiones de una manera total. En el caso de Lol, se ha manifestado totalmente.

P.D.: Pero, por ejemplo, el que Lol dejara de amar a su prometido a partir del momento en el que vio a aquella mujer, ¿le parece normal, natural, o más bien es algo insólito, algo imaginario?

M.D.: Creo que en las penas del amor siempre estamos cegados por algo, por una especie de vanidad un poco estúpida. Lol comprendió que se estaban desprendiendo de ella. Lo entendió perfectamente.

P.D.: Y a usted como escritora, como novelista, ¿qué es lo que más le interesa saber de este personaje? ¿No es el momento en el que los sentimientos dejan de existir?

M.D.: La abolición del sentimiento, sí, es lo que más me interesa.

P.D.: ¿Cree que se pueden frenar los sentimientos así?

M.D.: En un determinado estado de vacío, de vacuidad, sí. Creo que en las penas del amor entran en juego muchos recuerdos.

P.D.: ¿Que molestan?

M.D.: Que molestan. Creo que es muy fácil de entender.

P.D.: ¿Ha tenido alguna vez la impresión de escribir un libro más lúcido que éste?

M.D.: Rotundamente no, nunca he tenido esa impresión con otros libros. Y al mismo tiempo, este es un libro oscuro para mí, pero es una oscuridad limitada. Mientras que con los otros libros hacía algunas trampillas.

P.D.: ¿Tiene algo que añadir?

M.D.: No.

P.D.: Gracias.



© Pierre Dumayet