la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


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QUÉ HERMOSURA DE LIBRO, PROVOCA VERLO, PASAR LAS PÁGINAS Y VOLVERLO A VER, crítica de Armando Africano B. del libro ¡BRAVO CARLOS GIMÉNEZ!, Caracas, 5 de febrero de 2025

 


Cuadro José Augusto Paradisi Rangel. Diseño gráfico Jairo Carthy



Qué hermosura de libro ¡Bravo Carlos Giménez!, provoca verlo, pasar las páginas y volverlo a ver, para luego decidir por dónde empezar a leer.  Uno se siente comprometido a sentir, a vivir de nuevo la época, los momentos, las historias, las nostalgias, a compartir consigo mismo las tristezas, las alegrías, a reír o a entristecerte. A agradecer que te recuerden momentos maravillosos en los que tal vez uno no estaba, pero sientes en tus ojos aguados y llenos de lágrimas de alegría-tristeza y tus pelos parados, que lo viviste y sientes que esos personajes te lo están contando a ti y te involucras y te lleva a volver a disfrutar de esos momentos que ya había pasados a mi página y gaveta de recuerdos, y me entero que los tenía guardados y me hace abrirlos, recordarlos, sentirlos revivir mis nostalgias bonitas, gracias a esos duetos maravillosos Viviana-Jairo Carthy y José Pulido-José Augusto Paradisi Rangel.
 
Leí la entrevista a Gabriela Llanos, la hija de Anita y sobrina de Carlos, y no pude evitar releerla porque me sentí involucrado, ya que viví muchos momentos magníficos de mi vida con esa hermosa familia que siempre se portó conmigo como si yo fuera parte de ella y especialmente, a Anita, a la que siempre admiré y quise mucho por su forma de tratarme y de ayudarme,  en todas las conversaciones y los consejos que le pedía, ya que unas de sus características más resaltantes era su cercanía, su dulzura y gran simpatía y por supuesto su imagen tan hermosa: siempre fue un ser humano fuera de serie.
 
Me encanta que puedas poner a circular este excelente libro que tanto amor, tiempo y talento te ha costado, las personas que lo lean lo disfrutarán porque le pones a su disposición una época y un personaje inolvidable y que te hace acercarte a momentos alegres y hermosos de tu vida.
 
Tienes toda la razón, Carlos es un referente que al nombrarlo mentalmente te ayuda a recordar solo esos importantes momentos de tu vida; que, al rememorarlos, tus pensamientos y recuerdos se transforman en una sonrisa, una nostalgia, unos ojos muy aguados cargados de lágrimas y tal vez un “yo lo viví”, para acercarte y disfrutar de un ser humano y una época fantástica que tuve la suerte de conocer.
 
Gracias por ayudarnos a recordar y revivir etapas de nuestra vida, tan emocionantes y alegremente vividas.

 

 


©Armando Africano

Escritor venezolano, dramaturgo, guionista. Productor de teatro, música, televisión, danza, festivales de música y teatro, congresos.  Ha trabajado con las principales compañías teatrales, de danza y música de Venezuela.

Fue productor general del "Festival Latinoamericano de Música";  del "Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC)";  del "Congreso Intercontinental de la Música Africana en la Música Latinoamericana y del Caribe" y del "Foro Compositores del Caribe", entre muchos otros festivales y obras de teatro.

Recientemente ha publicado su libro CUENTOS DE LA GAVETA, con ilustraciones de Lisardo Rico Rattia y diseño gráfico de Jairo Carthy, ed. Escritoras Unidas &  Cía. Editoras, diciembre 2024, de venta en Amazon.

 

 

De venta en AMAZON








 

CUENTOS DE LA GAVETA: LOS OTROS JODEDORES, por Armando Africano, Caracas, 1 de diciembre de 2021/ Ilustración: Lisardo Rico Rattia

 




Aunque ya son como de la familia, pero de la parte de los miembros que joden…

Desde que me enteré que existían, me han estado haciendo acoso psicológico, sobre todo cuando se instalan cómodamente en mi habitación y se toman su tiempo haciendo una especie de danza contemporánea para desubicarte y, después que seleccionan el lugar más apetecible, que siempre son las peores partes léase, los pies, manos, el cuello, la parte de la espalda que se salió de la sabana, adonde por supuesto no llego para rascarme, los zancudos me pican exactamente cuando ya estoy colocado en pose para dormir, y al sentir la picazón viene la arrech… que va seguida inmediatamente de un intento —por lo general fallido— de acabar con ellos a manotazos y entonces comienza mi danza mata zancudos, hasta que me convierto en bailarín de plamenco (palmero con flamenco).

Me da la sensación que se burlan de mí y comienzo a planificar la gran venganza -como buen escorpión. Vienen a mi mente los muchísimos insecticidas que cada día son menos efectivos y por consejos de los amigos ya picados, me unto menjurjes que me regalan o me dan la receta. He llegado a incendiar cartones de huevos como si estuviera esparciendo incienso por todos lados y he terminado totalmente ahogado y tosiendo como carro sin tubo de escape; he probado con las pastillas anti zancudos llamadas plagatox, raid, etc… son muchísimas. Me he inyectado y tomado pastillas de vitamina B… según dicen los ahuyentan porque -ique- detestan el olor de la vitamina: me imagino a los zancudos escupiendo la vitamina B,  sacándome la lengua mientras continúan alimentándose de mí, de mi sangre… pero igual creo que instalaré una ducha con vitamina B diluida en agua para ver si logro ahuyentarlos y que me dejen en paz.

Menos mal que hay algo a favor de mis zancudos visitantes, ninguno está infectado, gracias a Dios son zancudos sanos. 

Detalle asqueroso: los muy cochinos nos inyectan saliva con agentes anticoagulantes  mientras se alimentan,  te inyectan saliva en la piel porque les facilita la succión de la sangre y pueden bebérsela como refresco y no como atol, y para joder aún más, la saliva es la que ocasiona la comezón. Además,  a medida que van succionando la sangre, eliminan el exceso de sangre por detrás y cuando te escogen, ¡los hijos de la gran zancuda!, te rondan y te cantan algo conocido como zumbido, lanzándose una serenata desesperante completa y exactamente en el oído. Como si fuera poco, no zumban para avisar a sus víctimas sino para llamar la atención de otros compañeros dispuestos a aparearse, ósea, toda una gran rumba alrededor de tu cabeza y la música montada en tu oído, porque están eufóricos reunidos en el hotel seleccionado y en su restaurant favorito con la comida servida. Pienso que están siempre celebrando que existen cerca de 3500 especies de estos pequeños vampiros, picando a todo el mundo, y que  cuando hay luna llena pueden incrementar su actividad en un 500 por ciento. 

Son unos insectos clasistas, porque no todos los pertenecientes a esta plaga voladora nos ven como a una comida deliciosa. Ellos son selectivos, nos escogen, son atraídos más por la química corporal de unas personas que por las de otras. Ciertas sustancias químicas como el dióxido de carbono, que se emite al exhalar, y el ácido láctico, un elemento presente en el sudor, nos hace muy apetitosos, y nuestro problema comienza cuando el animalito te elige como objetivo prioritario de su alimentación.  

Tu vida se complica después de que te pican porque las recomendaciones son: ponerte hielo en la picada, muy difícil porque lo simpáticos animalitos no cenan en el mismo lugar, debe ser que tenemos distribuidos nuestros sabores y les gusta hacer un tour por todo tu cuerpo (quedó muy sexy este comentario) o sea, pegarnos el hielo en donde te llame la picazón; también puedes untarte con aloe vera, miel o alguna crema, pomada o medicamento, distribuirte el menjurje, aquí sí, aquí no, aquí también o tal vez optar por la recomendación -tipo regaño- ¡la próxima vez evitar vestirnos de negro, porque a los mosquitos les encanta ese color, vístase con ropa clara porque los chupasangre enanos detestan la ropa oscura! (sabio consejo).  

Los muy asquerosos hacen la diferencia en la cantidad de picadas porque les apetecen más las personas sudadas, hedionditas, que contienen una mayor diversidad de microbios y de olores en la piel, que las que tiene la costumbre de oler bien. 

Esta especie de engendros tiene sus trapos sucios, sólo las hembras pican y se alimentan de sangre porque necesitan inmunoglobulina para terminar la fecundación de sus huevos; los machos, por su lado, degustan flores y sacan néctar para tener energía y así reproducirse con la mayor cantidad posible de hembras.  

Son unos indeseables, pero aman nuestro olor, nuestra transpiración, nuestra respiración y llevan nuestra sangre… “son mi familia”.  

 ©Armando Africano

Ilustración Lisardo Rico Rattia

 

Otros cuentos de Armando Africano: click  aquí

 

 

 

 

CUENTOS DE LA GAVETA: BONCHE INFANTIL por Armando Africano, Caracas, junio de 2020/ Ilustración: Lisardo Rico Rattia

 



 

Yo tendría como 5 o 6 años y recuerdo con mucha ternura a Tatiana, que era mi única y gran amiga en esa etapa de mi pequeña vida, éramos muy unidos. Ella vivía a media cuadra de mi casa, estudiaba para ser bailarina de ballet, creo que tendría unos 7, 8 años, no preciso la edad porque es una dama…

Nos visitábamos y jugábamos todos los días. Su casa quedaba en frente de un colegio muy grande de padres salesianos. La casa donde yo vivía estaba a una cuadra de la plaza Bolívar de Valera, era bastante grande, sobre todo muy larga. Al entrar, a la izquierda después del zaguán, había una escalera para el segundo piso, que era de madera muy gastada, donde nos recibía una especie de “salita” con dos poltronas, una máquina de coser, una vitrola, una mesita, una hamaca; al frente de esta “sala”, una gran puerta que daba a una inmensa terraza de cemento, que siempre estuvo programada para hacerse una ampliación que, creo, nunca se realizó. Y lo que recuerdo con mucha nostalgia era la hermosísima vitrola de las que se les daba cuerda y nunca olvidaré que la aguja que se le colocaba parecía un trozo de clavo pero sonaba de maravilla y nos alegraba nuestras fiestas, porque Tatiana y yo decidimos organizarnos fiestas con piñata para divertirnos en las tardes.

Los invitados éramos ella y yo, más nadie, así que, cada tantos días  que nos provocaba, la organizábamos; casi siempre poníamos los mismos discos, a pesar de que teníamos muchos de 78 revoluciones, los repetíamos, sobre todo los de música más alegre, una de las canciones que cantábamos y además la bailábamos era Sin corazón en el pecho, nos la sabíamos completica 

Yo la esperaba en la puerta de la casa, subíamos, brindábamos con refresco y poníamos la música. No sabíamos bailar -bueno- yo menos que Tatiana, pero realmente nos movíamos, cada uno por su lado, y solucionábamos; al terminar el disco nos sentábamos a hablar, podíamos tomar un poco más de refresco, paseábamos por la terraza, luego bailábamos de nuevo y venía la tumbada de la piñata.

Alternábamos nuestras funciones con la piñata, uno la subía y bajaba y el otro le daba palo hasta tumbarla, solo que había otra regla que teníamos que cumplir después de lanzarnos a recoger los caramelos: solo podíamos comernos uno, porque los demás eran para llenar otra bolsita, guindarla y comenzar de nuevo la fiesta.

La organización era muy simple, teníamos reglas que no podíamos dejar de realizar, por ejemplo, el refresco servido en vaso pequeño: solo podíamos tomar para el brindis de bienvenida, mientras hablábamos al comenzar nuestra reunión bailable, al terminar el primer baile y otro sorbo después de tumbar la piñata. Era muy importante,  siempre, tener guardadas varias bolsitas de papel marrón, de las que traía el pan que compraban en nuestras casas, que atesorábamos cada vez que estaban mal puestas, además del mecate, un palo para golpear la piñata y principalmente la música para bailar.

Nuestro evento lo repetíamos varias veces el mismo día con el mismo protocolo: al terminar la última bailada, después de la piñata, nos despedíamos. Tatiana salía para su casa, luego a los 2 o 3 minutos volvía a tocar el timbre, yo la buscaba y comenzaba de nuevo el rumbón. 

Una de nuestras rumbas, que fue inolvidable sobre todo para mi tía, fue cuando Tatiana inventó que teníamos que hacer una fiesta de carnaval y por supuesto, ir disfrazados, por lo que ella se ofreció a realizarme un disfraz.  

Me dijo: yo te hago el tuyo, uno de Cantinflas que es muy fácil, tú me traes un pantalón negro y yo le pongo remiendos, te guindas unas tiritas arriba de una franela blanca y ya está… ya yo tengo mi disfraz, tú solo  tienes que buscar trozos de tela para los remiendos del pantalón… Y comenzó mi búsqueda de los trozos de tela para que Tatiana realizara mi disfraz, busqué por todos lados, en gavetas, escaparates, debajo de las camas y nada, hasta que recordé que en el cuarto de mi tía había como una especie de closet en un rincón detrás de la puerta; raudo y veloz fui y me metí debajo a buscar en las cajas que ella guardaba y al subir la mirada  vi que estaba guindado un gran vestido largo, con enorme cantidad de tela que llamaban tul. Al ver cómo era ese amuñuñamiento de tul, ¿un vestido con tanta tela junta?,  descubrí que tenía otro tipo de tela en la falda de la parte central y de inmediato pensé, ¿cómo se va a enterar mi tía que le falta un pedacito a esta parte del vestido si está todo lleno de muchos metros de tela?  E inmediatamente busqué la tijera y procedí a cortarle un cuadro de tela y salí muy contento para casa de Tatiana a entregarle el pantalón, la franela y el trocito de tela.  

Y logramos hacer la consabida fiesta de disfraces, nuestra fiesta de carnaval, la rumba fue igualita a todas las otras fiestas, solo que al llegar fingíamos que no nos conocíamos, logramos bailar, tomar refresco, reconocernos ¿a que no me conoces? con sorpresa incluida, tumbar la piñata y hasta premiación para los “dos” disfraces, el primero y segundo lugar lo alternábamos, fueron muy divertidos nuestros desfiles frente al jurado (ella y yo),  pero el gran acontecimiento fue al día siguiente…

…Como a la 9 de la noche, yo, como buen angelito, a punto de dormir. Comenzaron unos aullidos desgarradores y todos hablando a la vez,  yo, inocente, me asomo a ver qué pasa: era mi tía, roja como tomate, pegando alaridos y con el vestido en la mano. Yo me dije, ¿será porque se nota la falta del pedacito de tela? y salí disparado a esconderme. A lo lejos oía mi nombre pronunciado a gritos con toda la rabia que podía haber causado por ese pequeñito pedacito de tela,  todos se unieron cual escuadrón en la búsqueda del pequeño niño destructor de la ida al baile de mi tía. Poco a poco ella se fue calmando,  buscó otro vestido y se fue a su baile, su carácter no le permitía estar mucho tiempo molesta.  Al día siguiente gran regaño, me castigaron muy severamente y por varios días no pudimos hacer fiesta.  

Otra de las “travesuras” que hacía era que me divertía pisando con los dedos los encajes que tenían unos muñecos antiguos de porcelana, que a ella le encantaban. 

Mi tía siempre fue maravillosa, ¿cómo se calaba todos los desastres que hacía yo?, Que no eran dirigidos a ella, por supuesto, pero como era la que siempre estaba conmigo, pagaba las consecuencias 

Un año después se casó y se fue de Valera para Brasil y dos años después a mí me llevaron a vivir a Barquisimeto. 

 En Barquisimeto tengo otro cuento. 

 

©Armando Africano

Caracas, junio de 2020

Ilustración: ©Lisardo Rico Rattia




LA MAÑANA DE MAÑANA, cuento de Armando Africano, Caracas, 1982

 



A la niñita le dijeron que al día siguiente nacía la mañana,  


ella se quedó pensando y pensando… 


 y al recapacitar se dijo: Yo conozco la mañana, pero nunca la he visto nacer…

  

¿Cómo nacerá la mañana?  


Y de inmediato sin que nadie lo supiera, comenzó a pensar en las formas que podría nacer, la mañana de mañana  


y se dijo: Vendrá un pajarito con un leño encendido, y ¿Dónde lo encenderá para que dure tanto tiempo?  


o será, que un ángel barre todas las nubes que salen de noche, para que no oculten la claridad del sol…  


o será, que como todo cuando es nuevo, brilla y cómo la mañana, al comenzar es nueva… por eso brilla,  


y así, siguió pensando en cómo nacerá la mañana de mañana, hasta que se despertó, cuando ya era de mañana,  


y decidió: Tengo que seguir pensando cómo nace la mañana de mañana


porque esta mañana en que me desperté, es la mañana de hoy… 


 

©Armando Africano

Caracas, 1982







ARMANDO AFRICANO. Escritor venezolano. Dramaturgo. Guionista. Productor de teatro, música, televisión, danza, festivales de música y teatro, congresos. 

Ha trabajado con las principales compañías teatrales, de danza y música de Venezuela. Fue productor general del "Festival Latinoamericano de Música" y productor del "Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC)". Productor del "Congreso Intercontinental de la Música Africana en la Música Latinoamericana y del Caribe" y del "Foro Compositores del Caribe".

Vive en Caracas. Contacto: armando.africano@gmail.com