Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


ETIQUETAS

Mostrando entradas con la etiqueta LIBROS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta LIBROS. Mostrar todas las entradas

EL OJO BUENO, una apasionante novela policial en el Chile de Pinochet, de Julio Emilio Moliné: fragmento

 




 

"Al Blanco y Negro se entraba por una doble puerta de madera con vidrios que no se habían lavado desde que las culebras cantaban. Empolvadas botellas de vino chileno barato cubrían una repisa bajo un espejo amarillento. Al medio de un largo mesón de madera oscura había un incrustado de azulejos blancos y negros como un tablero de ajedrez que le daba nombre al establecimiento. Y el nombre le quedaba bien al lugar por reflejar la filosofía de vida de muchos de los concurrentes de Investigaciones: un mundo nítidamente dividido entre el bien y el mal, izquierda y derecha, justos y pecadores

Frente al mesón se encontraban mesas y sillas de madera, unas pocas sin cojera. En una de las pocas mesas con clientes Urbina divisó al subprefecto Roncaglia, al guatón Rosales, y a otros dos detectives, el negro Ramírez y el pelado InfanteSobre la mesa había restos de lo que parecía haber sido un plato con pedazos de queso, aceitunas y papitas fritas. Tres botellas vacías de Cabernet Concha y Toro y una de pisco Control completaban la comparsa.

¡Urbina Catrileo y las entretelas del mono!—exclamó Roncaglia cuando lo vio.

El guatón Rosales se paró, y con formal seriedad, extendió su mano. Tenía los ojos rojos y se bamboleaba como bote en alta mar. Rosales era un hombre fornido, de hombros anchos y enormes manos. Era más alto que el promedio de los chilenos y al lado de Urbina parecía un gigante. Tenía la piel blanca, los ojos café claro, y algún día fue considerado buen mozo. Eso fue antes de desarrollar la enorme panza que le generó su apodo, panza que no le presentaba obstáculo cuando haa que pelear. Urbina se le acercó y en vez de darle la mano lo abrazó.

Que me cuenta compadre, vengo a desearle un muy feliz cumpleaños,dijo Urbina.

Shih, a la hor...hor...horita que llegai hueón—dijo Rosales.

Perdone compadre, es que me mandaron donde el diablo perdió el poncho y acabo de llegar de vuelta.

rvase un traguito, colega Urbina—le dijo Infante, pasándole un grasiento vaso con pisco.

No si este hun sigue sin tomar—dijo Roncaglia. Es más fome que bailar con la hermana.

Gracias pelao—dijo Urbinaigual se le aprecia el gesto. Carlos, ¿podemos conversar un ratito?

Putah este hun que no termina nuncase quejó Roncaglia, dirigiéndose al resto de los presentes. El famoso capitán no sé cnto me subió y me bajó por teléfono. Le tuve que prometer que aquí yo te iba a arreglar apenas llegarai, así que me debís una del porte de un buque.

Lo único, único, que puedo alegar en mi defensa...—Mirando la botella de pisco, Urbina pausó para aumentar el drama—es que el verdadero pisco... es peruano.


peruano.

Los insultos y gritos lo llevaron a cubrirse las orejas

Paz, hermanos. Paz. Es hueveodijo Urbina.

Señores. Les pido un minuto de silencio—dijo Roncagliapor la tremenda barbaridá que ha dicho Catrileo. Por favor, detective, ¿cómo se te ocurre decir semejante perversi?

Murmullos alrededor de la mesa. Codazos. Intentos de bronca fingida. Al final, un acuerdo silencioso. Bien. Se acepta la disculpa. Es hueveo.

Carlos,—indicó hacia otra mesa con la mano y dijo—vamos y nos sentamos ahí un par de minutos y lo pongo al tanto de lo que ocurre.

Se sentaron en una mesa en el rincón. Roncaglia trataba de ponerse sobrio para poder seguir la conversación.

Ya, Urbina Catrileo, cntame que fue lo que encontraste que este capitán está tan mosqueado.

Acuérdese Carlos, que nos llamaron de una comisaría en La Florida diciendo que se había encontrado el caver de una mujer jovenUrbina miró a Roncaglia, quien dio señales de que comprendía. Urbina contin.

Pasé por la comisaría y ahí me dieron los datos de donde tenía que ir a encontrarme con el arriero que hizo la denuncia. Cuando llegué allá, en la concha del mundo, el arriero que la encontró, un viejo de unos setenta, me llevó caminando cordillera arriba a mostrarme donde estaba. Urbina pausó para asegurarse que Roncaglia seguía escuchando. Era una joven rubia, que cuando viva debe haber sido muy linda, pero el cadáver estaba muy maltratado. Por la ropa me pareció que venía de familia con billete,—Roncaglia levantó una ceja. Urbina afirmó con la cabeza y continuó,—ahí estaba yo examinándola cuando de repente llega una patrulla de milicos y me llevan detenido a un recinto que tienen cerca.

¿Y que hicieron con el cadáver?

Ahí quedó. Yo les dije que llamaran al dico legal pero ahí justo fue cuando el teniente cabeza de ladrillo se enojó y me llevaron detenido al recinto militar.

¡Bué! Hay que avisar entonces pa' que vayan a recoger el caver. Ése es el meollo del asunto. Cuando me soltaron los milicos...

Después de que les dije que yo me iba a encargar de ti...

, gracias de nuevo. Después que me soltaron me fui escondido de vuelta a examinar el caver y sus alrededores.

¿Y?

No estaba. ¿Qun?

El cadáver. Alguien se lo había llevado durante las horas que me tuvieron detenido los milicos.

Se quedaron en silencio. Roncaglia asombrado, con un dolor de cabeza anunciando su pronta llegada, cortesía del pisco y el vino.                                                                                                                      Urbina esperó con paciencia mientras Roncaglia consideraba la situación.

¿Hasta cndo pololean los descarados?—desde la otra mesa les llegó el grito de Rosales.

Ya vamos hueón, no te pongai celoso—le contestó Roncaglia, que durante el relato había recuperado parte de su sobriedad. Dirigiéndose a Urbina, le dijo en una voz casi inaudible: En estos tiempos se escucha mucho que desaparece alguien y luego aparece el caver. O desaparece alguien y nunca se encuentra el cadáver. Y siempre la hueá termina siendo por motivos políticos con los milicos metidos a fondo. Pero esto esto está patas arriba. Que yo sepa, es la primera vez que aparece un cadáver y después de descubierto... desaparece. Está al res. Incrble. Pero en estos tiempos, ya nada me sorprende.

Esa es una de las razones que me da la tincá que esto no es político. Roncaglia lo miró sin comprender. Hizo un gesto de hastío.

¿Qué me podís decir de la ctima?

Por ahí van las razones,—contestó Urbinacomo le decía, una belleza rubia de ojos azules de unos dieciocho, diecinueve, alta de estatura, estupenda, y con ropas caras y de última moda. Que yo sepa los extremistas con esa pinta son rarísimos, si es que existen.

Por algo les dicen rotos upelientos—dijo Roncaglia. Pero esto tiene que ser custión de milicos, no hay vuelta que darle.

Yo creo que no.          No creo que sea cuestión de milicos. Más aún, nos conviene investigar lo que le pasó a esta joven.

Nos querís meter en un tremendo cacho, Urbina Catrileo. No sabís ni qun es la víctima, no tes cadáver, la encontraron cerca de un recinto de milicos.... Roncaglia miró al techo como tratando de recordar motivos adicionales por lo cual una investigación sería muy mala idea, además de una pérdida de tiempo. ¡Ah!se acordó,s encima el capitán me dijo por teléfono que no te quería ver más por allá. Un cacho redondito es el que me querí ensartarme.

Por lo menos deberíamos averiguar qun era.                 Una lola de familia con billete no desaparece así no más. Le voy a apostar que en menos de una semana va a haber esndalo en los diarios y la tele cuando no aparezca. Ya lo veo, en primera plana: “La Misteriosa Desaparición de la Bella Rubia dijo con voz de narrador dramático.

Y aunque así fuera, ¿porque sería problema de nosotros? Toma en cuenta que nosotros no andamos a la siga de minas que se pegan la volá. Somos la Brigada de HO-MI-CIDIOS.

¿Y esto qué es entonces?

Roncaglia lo contempló con silencio agrio.

Por lo menos deme autorización para investigar quién es la víctima. Yo creo que en un par de as debiéramos descubrir algo. Porque el escándalo va a ser s grande todavía si alguien se entera que nosotros sabíamos del cadáver y no dijimos nada.

Un cacho, Urbina Catrileo, un cacho ma-yús-culo. Tendría que estar aún más curao todavía pa' dejarte continuar con esta hueá...

En eso quedamos entonces—dijo Urbina, aprovechándose de la pizca de ambigüedad contenida en las palabras de Roncaglia. —Mañana a primera hora me dedico a llamar a las comisaas y a los retenes del barrio alto para que nos avisen de inmediato si alguien anda preguntando por una rubia que no aparece. Y si eso no resulta...

Roncaglia iba a contestar pero un escándalo de gritos y sillas volteadas los interrumpió".



EL OJO BUENO, un crímen de novela, de Julio Emilio Moliné

Dónde comprar: AMAZON




Durante el invierno de 1975 en Santiago de Chile, la junta militar consolida su poder eliminando a los que apoyaron al gobierno de Salvador Allende, mientras que un policía se obsesiona con aclarar el violento homicidio de una bella joven de familia acomodada. Este detective sospecha que la bella joven no es una víctima más del conflicto político sino que fue asesinada por un depravado sexual. Su gran problema es que nadie le cree. A la imagen de la confusión que reina en Chile, el detective toma partido sin tener claro por qué lo hace, arriesgando su trabajo y su propia vida.

La novela tiene un magnetismo eléctrico y el lector es sorprendido al entender que la línea entre el bien y el mal se ha puesto muy borrosa, resultado de una época donde existen crímenes aceptables y otros que no lo son.

"El mundo al revés. La teoría del ojo bueno pertenecía al tarro de la basura, pensó. Cuando la corrupción infecta a una parte del organismo, tarde o temprano todo el organismo será infectado. No es posible tener un ojo bueno. Nada ni nadie se salva, y nunca más pecaré de inocente."

Una novela policial ágil e implacable, que dentro de una trama bien concebida, refleja honestamente la formación y el pensar poco usuales de este detective rebelde. Es una historia, cruda, fuerte, pero muy auténtica e interesante.

“Los hechos que se cuentan en esta novela son pura ficción, dice el autor, aunque bien pudieron ocurrir en la realidad. Crímenes brutales siempre han existido, pero lo particular de las dictaduras es que estos crímenes los cometen aquellos que se supone que deberían impedirlos. Ante tan sórdido espectáculo, la mayoría observamos con fascinación y callamos por miedo. A veces sin embargo un miembro anónimo de la policía no mira para otro lado sino que decide investigar y se acerca a la verdad. Es el caso del crimen de Marisol Wilson, una joven de la clase alta chilena, en los primeros años de la dictadura, y del policía rebelde Lautaro Urbina, que lo resuelve a su manera.

Entre el hallazgo del cuerpo de la víctima y la resolución del caso desfila un relato bien enhebrado, unas cuantas situaciones impresionantes y una escena inolvidable que ocurre en el matadero de la ciudad. Parece inconcebible que el punto alto de una novela tenga lugar en un matadero pero así es la realidad y así es el género policial. Porque esta es una auténtica novela policial en la que uno lee el primer diálogo —«¿Falta mucho?»— y ya no puede dejar de leer hasta el final: «Que no descanses en paz, hijo de puta».”

-Antonio de la Fuente. Escritor, Camino de Santiago y exdirector de La Bicicleta.

“Novela policial ambientada en los primeros años de la dictadura de Pinochet en Chile. Me gustó mucho la descripción de las calles, el invierno, eso está buenísimo.  o y policial.”

-Leonardo Infante. Poeta y Fotógrafo, Patio de Luz,Playa Grande.


Sobre el Autor

Julio Emilio Moliné es chileno, productor y director de documentales en California. Entre sus producciones están el documental “There But for Fortune: Joan Baez in Latin America,” (co-director y editor), las series “Astronomers” (Co-director de un episodio y Coordinador de Producción de los seis episodios), “Intimate Strangers,” (Productor Supervisor, cuatro episodios), acerca de recientes avances en microbiología, y “North Mission Road,” (Productor Supervisor, sesenta y cinco episodios) acerca de casos de medicina forense en Los Angeles. En su tiempo libre, se dedica a la pintura y a la fotografía. Esta es su primera novela.