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Oriana Fallaci: Entrevista con la Historia











“Entrevista con la Historia” fue publicado por primera vez en italiano por la editorial Rizzoli en 1974 y reeditado en 1977, 1994 y 2011 en ediciones de bolsillo. Fue traducido en 11 países y tiene 26 entrevistas a los grandes líderes de la política mundial de los años 70, y a una de sus víctimas, el mártir griego y compañero sentimental de la Fallaci, Alexo Panagulis. Es, quizá junto con “Un Hombre”, el libro emblema de Oriana Fallaci. Un libro donde la gran periodista desnuda y se enfrenta al poder político. Desde Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado de Estados Unidos, quien le confiesa que él es como “el Llanero Solitario” guiando los destinos de su país – frase que desmintió luego debido al malestar del presidente Nixon-, hasta Yasser Arafat, Jomeini, Golda Meier, el general Giap, Pietro Nenni, Ali Bhutto , el Rey Hussein de Jordania, Nguyen Van Thieu, Indira Gandhi…






Duelos verbales

por Astrid Pikielny, La Nación, 28-8-2013


Las magistrales entrevistas de Oriana Fallaci a líderes mundiales, entre ellos Henry Kissinger, Yasser Arafat y Golda Meier, van a caballo entre la historia y el periodismo



Por   | Para LA NACION 28 de agosto de 2013

   
Oriana Fallaci sabía de guerras y combates. No porque como periodista hubiera cubierto los conflictos bélicos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, entre ellos Vietnam y Medio Oriente. Tampoco porque hubiera librado una guerra contra un cáncer de mama que nunca la intimidó y que, finalmente -y después de varios años-, terminó con su vida. Oriana Fallaci sabía de batallas porque, como nadie, practicó la entrevista periodística como una de las formas del duelo y la confrontación: torear y azuzar para incomodar, acorralar y develar.
Así lo hizo con los líderes mundiales que dominaron la historia de los años sesenta y setenta, y decidieron los destinos del mundo. Henry Kissinger, Golda Meir, Yasser Arafat, Hussein de Jordania, Indira Gandhi, Mohamed Reza Pahlevi y Nguyen Van Thieu, entre otros, integran la lista de veintiséis políticos a los que esta periodista florentina sentó frente a su grabadora después de una investigación pormenorizada del personaje y la historia.
Cada una de estas entrevistas es, todavía hoy, no sólo una pieza literaria, a caballo entre la historia y el periodismo, sino además un retrato del poder, que ella decía abominar. Sus preguntas, sin embargo, punzantes y teatrales, fueron también un modo de ejercerlo. Temible e indómita, Fallaci ejerció magistralmente la tiranía de la repregunta y dejó una marca indeleble en la historia del periodismo.
El retrato que precede cada una de las entrevistas acompaña y enriquece el reportaje periodístico con una semblanza del personaje. Ésta incluye no sólo los detalles y las circunstancias en las que se realizó el encuentro sino también el impacto que ese reportaje generó en su contexto histórico y político. De este modo, el lector se enterará de las condiciones insólitas que el todopoderoso Henry Kissinger le impuso a Fallaci, el subsiguiente duelo entre la periodista y el entrevistado, y el enojo del presidente Richard Nixon con algunas de las declaraciones de su secretario de Estado; del despliegue de los dispositivos de seguridad -e intimidación- en torno al encuentro con el líder palestino Yasser Arafat, que además brindó la entrevista con el fusil en la espalda; y del misterioso robo de las cintas que registraron las más de tres horas de conversación entre Fallaci y la estadista y primer ministro de Israel, Golda Meir. El hurto de esa entrevista generó un nuevo encuentro entre esas dos mujeres, y el resultado final de ese retrato íntimo y político de una mujer pública en un mundo de hombres es de una eficacia y una belleza conmovedoras.
"Se hace difícil reunir en una sola vida y en una mujer pequeña y poco robusta una colección tan monstruosa de experiencia, de cosas vistas, de encuentros con personalidades de las más diversas actividades, de tragedias, de muertes, de campos de batallas, de gente que ha hecho y deshecho la historia de la última mitad del siglo XX", dijo sobre la italiana el escritor Furio Colombo.
El libro concluye con una entrevista al político y poeta griego Alejandro Panagulis, fundador y jefe de la resistencia griega, el movimiento que los coroneles nunca pudieron destruir. Luego, fue compañero de vida de la periodista hasta el 1 de mayo de 1976, "al morir él en un simulado accidente automovilístico que el poder se apresuró a calificar hipócritamente de desgracia fortuita", escribirá Fallaci.
No es azaroso que esta entrevista esté ubicada al final: Panagulis es, en muchos sentidos, la contrafigura de los otros veinticinco entrevistados y encarna la lucha contra un poder siempre omnímodo y aberrante. En este caso, la temible Fallaci depone las armas del hostigamiento y se entrega, conmovida, a la historia de Panagulis: un himno a la libertad que ni los años de cárcel, espionaje y torturas pudieron acallar.
Todos estos reportajes realizados en los años setenta para L'Europeo , compilados para un libro por primera vez en 1974 y hoy reeditados nuevamente, han resistido estoicamente el paso del tiempo y se resignifican como un palimpsesto, en tiempos en los que algunos eligen las comodidades de un periodismo cortesano, vasallo y adulador.
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    Entrevista con la historia
    Oriana Fallaci
    El Ateneo
    Trad.: Maria Cruz Pou y Antonio Samons
    704 páginas
Fuente: La Nación
Buenos Aires
28 de agosto de 2013



ORIANA FALLACI habla de su libro


“Questo libro non vuol essere qualcosa in più di ciò che è: vale a dire una testimonianza diretta su ventisei personaggi politici della storia contemporanea. Non vuole promettere nulla in più di ciò che promette: vale a dire un documento a cavallo tra il giornalismo e la storia. Però non vuole presentarsi nemmeno come una semplice raccolta di interviste per gli studiosi del potere e dell’antipotere. Io non mi sento, né riuscirò mai a sentirmi, un freddo registratore di quel che ascolto e che vedo. Su ogni esperienza professionale lascio brandelli d’anima, a quel che ascolto e che vedo partecipo come se la cosa mi riguardasse personalmente o dovessi prender posizione, (infatti la prendo, sempre, in base a una precisa scelta morale), e dai ventisei personaggi non mi recai col distacco dell’anatomista o del cronista imperturbabile. Mi recai oppressa da mille rabbie, mille interrogativi che prima di investire loro investivano me stessa, e con la speranza di comprendere in che modo, stando al potere o avversandolo, essi determinano il nostro destino. Per esempio: la storia è fatta da tutti o da pochi? Dipende da leggi universali o da alcuni individui e basta?
È un vecchio dilemma, lo so, che nessuno ha risolto e nessuno risolverà mai. È anche una vecchia trappola in cui cadere è pericolosissimo perché ogni risposta porta in sé la sua contraddizione. Non a caso molti rispondono col compromesso e sostengono che la storia è fatta da tutti e da pochi, che i pochi emergono fino al comando perché nascono al momento giusto e sanno interpretarlo. Forse. Ma chi non si illude sulla tragedia assurda della vita è portato piuttosto a seguire Pascal quando dice che, se il naso di Cleopatra fosse stato più corto, l’intera faccia della terra sarebbe cambiata; è portato piuttosto a temere ciò che temeva Bertrand Russell quando scriveva: «Lascia perdere, quel che accade nel mondo non dipende da te.
Dipende dal signor Krusciov, dal signor Mao Tse-tung, dal signor Foster Dulles. Se loro dicono “morite” noi morremo, se loro dicono “vivete” noi vivremo». Non riesco a dargli torto. Non riesco a escludere insomma che la nostra esistenza sia decisa da pochi, dai bei sogni o dai capricci di pochi, dall’iniziativa o dall’arbitrio di pochi. Quei pochi che attraverso le idee, le scoperte, le rivoluzioni, le guerre, addirittura un semplice gesto, l’uccisione di un tiranno, cambiano il corso delle cose e il destino della maggioranza.

Certo è un’ipotesi atroce. È un pensiero che offende perché, in tal caso, noi che diventiamo? Greggi impotenti nelle mani di un pastore ora nobile ora infame? Materiale di contorno, foglie trascinate dal vento? E per negarlo abbracci magari la tesi dei marxisti secondo cui tutto si risolve con la lotta di classe: la-storia-la-fanno-i-popoli-attraverso-la-lotta-di-classe. Però presto ti accorgi che la realtà quotidiana smentisce anche loro, presto obbietti che senza Marx non esisterebbe il marxismo (nessuno può dimostrare che, se Marx non fosse nato o non avesse scritto Il capitale, John Smith o Mario Rossi l’avrebbero scritto). E sconsolato concludi che a dare una svolta anziché un’altra son pochi, a farci prendere una strada anziché un’altra son pochi, a partorire le idee, le scoperte, le rivoluzioni, le guerre, a uccidere i tiranni son pochi. Ancor più sconsolato ti chiedi come siano quei pochi: più intelligenti di noi, più forti di noi, più illuminati di noi, più intraprendenti di noi? Oppure individui come noi, né meglio né peggio di noi, creature qualsiasi che non meritano la nostra collera, la nostra ammirazione, la nostra invidia? “










Pubblicato da Rizzoli nel 1974 e riproposto in più edizioni tascabili dalla Bur (1977,1994 e 2001), dopo 5 anni di assenza torna finalmente in libreriaIntervista con la storia, raccolta di ventisei delle migliori interviste strappate ai Grandi della Storia dalla Fallaci, allora reporter dell’«Europeo».Tradotto in undici Paesi, è un libro straordinario che dimostra la tecnica giornalistica insuperabile di Oriana, e che per lei nessuno al mondo era davvero irraggiungibile.

Con la prefazione di Federico Rampini.


Gli anni Sessanta e Settanta vedono Oriana in prima linea sui fronti più caldi del mondo: il Vietnam, piazza delle Tre Culture a Città del Messico, Detroit sconvolta dalla rivolta dei neri, la terribile guerra indo-pachistana, la resistenza greca al regime dei Colonnelli, il Medioriente e il Sudamerica.
La Fallaci giornalista è ovunque, e come un tarlo fa di tutto per vivere «dentro la Storia. Vivere la Storia nell’attimo stesso in cui essa si svolge. Testimoniare le nefandezze della guerra e le porcherie della pace».
Per capirne i meccanismi più segreti incontra e intervista senza sconti tutti i politici più in vista – e di conseguenza più intoccabili – del mondo, i personaggi «che avendo vinto la lotteria del potere decidono il nostro destino».
Dal capo della CIA William Colby a Yassir Arafat, dall’intervista contestatissima in cui il consigliere della sicurezza statunitense Henry Kissinger avrebbe affermato – e poi negato – di sentirsi come «un cowboy solitario» alla guida dell’America e del mondo, a quella all’Iman Khomeini, in cui Oriana si tolse polemicamente il chador definendolo «stupido cencio da medioevo»: passando per l’incontro con il generale Giap, Pietro Nenni, Golda Meir, il suo compagno Alekos Panagulis, Ali Bhutto, Hussein di Giordania, Nguyen Van Thieu, Indira Gandhi e tanti altri, la tenacia e la passione della Fallaci danno vita a documenti eccezionali che condannano spietatamente il potere, spronando alla disubbidienza e a un’incondizionata lotta per la libertà.