la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos
Alejandra Pizarnik
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Carlos Giménez por Viviana Marcela Iriart, entrevista de Nelson Rivera: "Al llegar le sucede algo extraordinario: conoce a María Teresa Castillo", Papel Literario, El Nacional, Caracas, 3 de marzo de 2024
Infinitas gracias a Nelson Rivera, director de Papel Literario y a El Nacional por conmemorar a Carlos a 31 años de su muerte. Viviana
CARLITOS SIN OLVIDO por JOSÉ PULIDO, prólogo del libro “¡Bravo, Carlos Giménez!” (2023), portada de José Augusto Paradisi Rangel
Portada: José Augusto Paradisi Rangel |
Carlos Giménez salía de una llamada telefónica y entraba en otra. No descansaba. Lo llamaban desde todos los continentes. Para el Festival Internacional de Teatro había invitado a Vanessa Redgrave, pero por inconvenientes en la política inglesa que afectaban su agenda, ella no podría asistir a la reunión de Caracas en aquella ocasión. Le comenté a Carlitos que me hubiese gustado entrevistarla. Y Carlitos, sencillamente, levantó el teléfono y dijo: -Good afternoon, dear, ¿could you talk to a friend for a moment? ¿Yeah? thank you. I kiss you.
Y sin dejar de revisar carpetas me pasó el teléfono. Era Vanessa Redgrave.
Él siempre nos sorprendía con sus amistades. En una ocasión bebimos cerveza con integrantes del Citizen's Theatre de Glasgow (Escocia), entre quienes destacaba un actor y guionista inglés que todavía no había tenido el éxito que merecía y que mucho después se transformó en uno de los actores y directores fulgurantes del cine internacional: Gary Oldman.
Oldman actuaba en la obra Chinchilla, del Citizen's Theatre y once años después de estar en Caracas, protagonizó la película Drácula, dirigida por Francis Ford Coppola y acompañado por Anthony Hopkins, Keanu Reeves y Winona Ryder.
Gracias a Carlitos, hablé con Arthur Miller y con tantos otros seres del teatro, como Tamas Fodor quien llevó a Caracas la obra “Woyzeck”, con el grupo Studio “K” y la presentó en la sala Rajatabla. “Woyzeck” es una obra escrita por Georg Büchner en 1836, y ha sido considerada como la primera pieza, realmente moderna, del teatro.
Gracias a él entrevisté a Lindsay Kemp, un artista inspirado por el circo antiguo, Isadora Duncan y el amor a Inglaterra que Lindsay manifiesta a través de Shakespeare.
También me invitó a una reunión con Tadeusz Kantor, el genio creativo del Cricot 2. Recuerdo que Kantor estaba sentado en silla de utilería, cerca de una mesa de utilería y frente a un vaso de agua verdadero. Le acompañaban María Teresa Castillo, Carlos Giménez y Andrés Martínez.
Carlos Giménez era como una emanación del teatro y de la poesía que consolidó el universo de William Shakespeare. Su conversación era muy culta pero además poseía una especie de comprensión profunda de las cosas, de los comportamientos humanos y de la poesía. En especial: tenía la cualidad de captar lo que otros no veían, esa especial característica que a veces aparece en cualquier expresión artística y que han llamado duende. El duende. Carlos sabía reconocerlo antes de que sucediera.
Tal vez por eso descubría talentos. Y calaba hondamente en todos los seres que viven en el ámbito de la escena teatral y de la cinematografía. Hubo instantes en que su voz y el teatro eran lo mismo.
Por eso no era de extrañar que los mejores se acercaran a su persona tan carismática o permitieran que él se les acercara: Carlos Giménez era uno de los más grandes talentos que ha tenido el teatro en el siglo veinte.
ESTREMECÍA
Hace poco tiempo Carlos Giménez estremecía y emocionaba los escenarios montando obras de teatro que se convertían en acontecimientos de la cultura latinoamericana. Quienes fueron espectadores de aquella época teatral sienten que eso fue ayer nomás. Pero en realidad, los años pasaron como una angustiosa tromba, tan aprisa, que hoy, cuando se menciona el nombre de Carlos Giménez, muy pocos individuos de las nuevas generaciones saben de quién se está hablando y por qué. El olvido es una injusticia.
Sin embargo, la memoria que envuelve como una matriz a Carlos Giménez, está allí, consolidándose en hemerotecas y bibliotecas, en la historia del teatro mundial y latinoamericano. Y siempre habrá alguien transitando los ámbitos de los archivos y los recuerdos. Alguien que perennemente se encontrará con Carlitos y sus hazañas en el arte y lo mencionará y lo hará renacer.
Con su trabajo elaborado en un nivel que suscitaba admiración y asombro, Carlos Giménez logró que resultara imposible olvidar su obra y su carismática persona. El día que captó la atención de una creadora llamada Viviana Marcela Iriart, se puso en marcha la maravilla de incorporar la palabra del espectador al proceso mágico y emocional del teatro.
Transcurrieron los años sin ese teatrero portentoso y siguen transcurriendo con ese vacío, pero ahora Viviana se ha dedicado a buscar la opinión de muchos latinoamericanos sobre lo realizado por Carlos Giménez en el teatro, y muy particularmente en la escena venezolana.
Ella ha logrado que mucha gente saque a relucir sus recuerdos, sus vivencias con Giménez y eso enriquece esta memoria y ahuyenta el olvido. Porque cada persona escogida conoció a Carlitos, lo trató, lo vivió como una temporada dinámica, transformadora y muy especial del arte escénico.
Leonardo Azparren Jiménez dijo algo tan auténtico y sincero que vale la pena reproducirlo aquí:
"La muerte de Carlos Giménez significó para el teatro la pérdida de su dirigente más importante y más temido, incluso por las instancias gubernamentales. Porque más allá de su labor como director, que fue sumamente importante porque nadie pudo ser y nadie podrá ser indiferente a sus criterios sobre la puesta en escena y sobre la forma como él construía sus espectáculos, supo ser un gran dirigente con una marcada influencia social. De tal manera que el teatro venezolano no ha vuelto a tener una persona como él. Yo, que lo critiqué duro y que la gente en el mundo del teatro sabía que no había una sintonía buena entre nosotros dos, reconozco que su ausencia es una de las peores cosas que le ha ocurrido al teatro venezolano”.
En medio de sus reflexiones honestas y certeras, Marta Candia dijo “Hola Carlitos, no estoy recordándote porque siempre estás en el tiempo que pasa tan rápido...”. Y por su parte, Sonia Martin también le habló al hombre y su recuerdo: “Viniste a este mundo a hacer lo que tenías que hacer y lo has hecho perfecto. Te puedes ir con tranquilidad y los honores te los pondremos nosotros, los que te admiramos”.
Cada persona motivada por Viviana Marcela Iriart, fue haciendo un retrato de Giménez, un perfil revelador y eso se verá, más temprano que tarde, como un álbum valioso de la familia latinoamericana. No hay alabanzas inmerecidas ni descripciones exageradas: sólo reconocimientos de un espíritu y de una obra colocados en la justa balanza del arte.
Pilar Romero, una de las mejores amigas y compañeras de teatro de Carlos Giménez en Venezuela expresó: “Es el gran ausente de la escena venezolana. En la época de los festivales internacionales estaba en Caracas –sin muchos recursos- el mejor teatro del mundo y Carlos siempre con su voz de mando decía ¡Puerta libre! Era teatro del primer mundo sin tener que costearnos caros pasajes a tierras lejanas. Fueron banquetes artísticos…Tenía una generosidad que se perdía de vista”.
La actriz Norma Aleandro, cuyo talento es recordado siempre en Venezuela, comentó lo siguiente sobre Carlos Giménez:
“Es imposible no sentir la ausencia de un ser semejante, que ha dejado una huella imborrable en la cultura de un país y del mundo”.
Carlos era un ser humano tan individual que brillaba en cualquier oscuridad y bajo las luminarias del más intenso encandilar. Pero sabía unir a las personas en torno a una idea sin que se convirtiesen en masa amorfa, porque nada le gustaba más que la libertad de pensar por sí mismo.
Carlos Giménez hablaba con el sonido fascinante de la verdad, que en teatro se vuelve poesía y termina invocando al espíritu de Shakespeare. Su tono alcanzaba en los corazones la potencia y la belleza de una trompeta idónea para el juicio final.
Nadie podría explicar con certera justicia por qué Carlos Giménez era tan creativo, inteligente y carismático, aunque la lectura constante y profunda tuvo mucho que ver. Pero ese modo de ser que no se detenía en obstáculos y que lograba despertar lo mejor de cada quién será siempre una virtud misteriosa.
Cuando falleció tenía 46 años de edad y una trayectoria inimaginable: había estremecido los escenarios de varios continentes con el grupo Rajatabla del Ateneo de Caracas. Se dirá, con mucha razón, que un año de Carlos Giménez equivalía a una década. Pero esa sensación solo persiste en el ánimo de quienes tuvieron el privilegio de ver las obras que él dirigía.
En una entrevista con Viviana Marcela Iriart, Carlos Giménez dijo:
“…Invariablemente hay temas que me preocupan como el aspecto de la intemporalidad: el teatro no es un video, no es una película, sino algo absolutamente transitorio en su esencia. Sabemos que cuando baja el telón hemos visto una función que no volverá a repetirse nunca jamás”.
Caracas, febrero 2016 / agosto 2023
Poeta, escritor y periodista venezolano, nacido en Villa de Cura, el 1° de noviembre de 1945. En 2023 fue electo miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Actualmente vive en Génova, ciudad de Italia. Estuvo a cargo de la revista BCVCultural, del Banco Central de Venezuela hasta el año 2012. Y de la revista Circunvalación del Sur editada por el Círculo Metropolitano de poesía, 2008. Dirigió las páginas de arte de El Nacional (1981-1988), El Diario de Caracas (1991-1995) y El Universal (1996-98). Miembro fundador de los suplementos Bajo Palabra (Diario de Caracas-1995) y El otro cuerpo (Suplemento del Ateneo de Caracas, en El Nacional-1997-1998). Jefe de redacción, bajo la dirección de Salvador Garmendia, de la revista Imagen (1994-1996). Corresponsal de Agencia Venezolana de Noticias, Venpres en Perú, 1990. Corresponsal de la Organización de Estados Iberoamericanos, (Ciencia y Cultura)1992; y asesor del Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber. 1996.
En el 2000 le fue otorgado el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos.
Obtuvo el segundo premio Miguel Otero Silva de novela, que promueve la editorial Planeta, con su novela Una mazurkita en La mayor.
BIBLIOGRAFÍA
Poesía:
Esto, García Hijos, editores. 1971.
Paralelo Lelo, García Hijos, editores. 1971.
Los Poseídos, Ediciones Pavilo. 1999.
Peregrino de vidrieras. Ediciones Pavilo. 2001.
Duermevela. Ediciones Pavilo. 2004.
Es coautor de los poemarios: Linajes. 1994. Vecindario. 1994. Cortejos. 1995. Invocaciones, 1996, editados por Ediciones Pavilo.
Narrativa:
Muro de confesiones, entrevistas. Ediciones Academia de la Historia. 1985.
Pelo Blanco, novela, Editorial Planeta. 1987.
Una mazurkita en La Mayor, novela, Premio Otero Silva, de Planeta, 1989.
Vuelve al lugar que se te ha señalado, cuentos. Ediciones Contraloría General de la República.
Un cuento de este libro fue publicado en Narrativa venezolana attuale, Bulzoni Editore, Roma) (1995) (Consiglio Nazionale delle ricerche). A cura di Judit Gerendas e José Balza. Ulzoni Editore-Roma. 1995.
Los Mágicos, novela, Monte Ávila. 1999.
La canción del ciempiés, novela, Editorial Alfadil. 2004.
La sal de la tierra, entrevistas, Banco Central de Venezuela, 2004.
El bululú de las Ninfas, novela, Editorial Alfa, Colección Orinoco, 2007.
Dudamel, la sinfonía del barrio, biografía, Libros de El Nacional. 2011.
El requetemuerto, novela, Ediciones B. 2012.
Los héroes son villanos tímidos, cuentos, 2013 Otero Ediciones.
Forma parte de la Antología en homenaje a Miguel de Unamuno, XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Salamanca 2012
Luis Domínguez Salazar: El pintor de los misterios, biografía. 2013.
Ponzoña de paisaje, novela. 2015, Editorial Negro sobre Blanco.
Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Antología en homenaje a las universidades de Salamanca y San Marcos de Lima, y a los poetas Diego de Torres Villarroel y Alejandro Romualdo) Salamanca 2018.
Invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova en 2018.
Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas desde hace más de treinta años en Serie José Pulido pregunta.
Portada: José Augusto Paradisi Rangel
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ROLAND STREULI POR ROLAND STREULI: “Mi vida es color, yo no soy una persona opaca ni blanco y negro” / Conversaciones con Viviana Marcela Iriart, Caracas, mayo-julio 2024
Ravi Shankar, Roland y Yehudi Menuhin, Caracas. ©Roland Streuli |
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Roland Streuli, el suizo más venezolano que tú puedas conocer, es fotógrafo, actor, interprete (es políglota); también fue bailarín, productor, director técnico de teatros y espectáculos, trotamundos.
Pero es con la fotografía de danza y teatro que Roland se ha ganado un lugar imprescindible en el mundo del arte. Dos veces ha ganado el Premio Mejor Fotógrafo Latinoamericano y ha sido premiado y condecorado en varios países. Su archivo de 5 décadas guarda lo mejor de la cultura no sólo venezolana, también mundial, porque gracias al Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC) creado por María Teresa Castillo y Carlos Giménez en 1973, tuvimos el privilegio de ver lo mejor de la cultura nacional y mundial de 5 continentes.
Y allí estuvo Roland, cámara en mano, registrando para la eternidad la efimeridad del arte.
Y sus fotos, como él, han recorrido el mundo. Publicadas en diarios, revistas, libros. Algunas forman parte de importantes museos del mundo, entre ellos el prestigioso Museo Ibsen de Noruega, que ha incluido sus fotos en varios libros publicados sobre el teatro noruego.
Ha publicado varios libros sobre la danza y el teatro en Venezuela. El primero en 1980, realizado junto con la fotógrafa Marta Mikulan, es un tesoro invaluable: 100 años del Teatro Municipal de Caracas.
Entre sus muchos libros sobre danza destaca La Danza en Venezuela, cuyas fotografías impactaron tanto al prestigioso editor Ernesto Armitano que se volvió patrocinador y editor del mismo y lo publicó en su editorial Armitano Editor, una de las más prestigiosas del mundo.
Y en 2023 sus fotografías de teatro fueron elegidas para ser parte de un capítulo del libro María Teresa Castillo-Carlos Giménez-Festival Internacional de Teatro 1973-1992, que hicimos junto con Rolando Peña, José Pulido, Karla Gómez y Carmen Carmona. Y también forman parte de la biografía Carlos Giménez el Genio Irreverente, de mi autoría, publicado el mismo año.
Roland es tan generoso que, sabiendo que hacíamos todo sin dinero, nos regaló esas fotos.
La generosidad de Roland va acompañada de un ego muy bien puesto, en un medio donde los egos enfermos son mayoría, y de una simpatía y una ternura que lo hacen absolutamente querible e inolvidable.
Nuestra amistad tiene más de 40 años y es particular. Nunca nos tomamos un café. Nunca fui a su casa ni él a la mía. Nos encontrábamos en las calles, en los estrenos de teatro, en los festivales, en el Ateneo, en Rajatabla. Después, cuando el Sida nos arrebató de un zarpazo a la mayoría de nuestros amigos, en los velorios.
Él y yo somos al mismo tiempo testigos y sobrevivientes de un tiempo maravilloso y trágico. Y quizá por eso nos queremos, nos apoyamos y nos cuidamos tanto.
Y a mí me causa mucha alegría y orgullo que mi primera obra de teatro estrenada en Caracas, Puerta Abierta al Mar, haya sido fotografiada por él. Y sacó tantas fotos impresionantemente maravillosas que hice un foto-video, para que todo el mundo pueda deleitarse con las imágenes que sus ojos de ángel supieron captar.
Pero la mayoría de sus fotos permanecen inéditas. Y ese archivo de 5 décadas no puede perderse porque es la memoria del arte escénico mundial y, especialmente, venezolano. Lo único que nos queda. Por eso hago un llamado a las universidades, museos, fundaciones, a las y los mecenas, para que lo compren, lo preserven y lo exhiban.
Y así, cuando esta humanidad haya desaparecido, dentro de millones de años alguien de la nueva humanidad encontrará su archivo y descubrirá, con asombro, que además de guerras fuimos capaces de crear arte.
INFANCIA
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Yo nací el 2 de marzo de 1953 en Lausanne, Suiza, y era pura bola: grandote, sin pelos, ojos azules, era como una canica. Y enseguida a los 2 años y medio o tres años, mi padre me llevó a la parte alemana de Suiza, en los Alpes, y me dejó con una hermana de él. Mi papá y su hermana pasaron su infancia juntos en un orfanato. Mi tía no podía tener familia y entonces mi papá me dejó con ella.
Mi papá se divorció de mi madre y yo me quedé con él y con mi medio hermano, que era hijo de mi madre pero no de mi padre, pero el tribunal se lo quitó a mi madre por coño e ‘madre, imaginate cómo era que el tribunal le quitara a su primer hijo y se lo diera a mi padre aunque no era su padre biológico. Yo no juzgo, pero si el tribunal hizo eso, algo pasó. Ella siempre será mi madre pero nunca la sentí como tal, aunque con los años yo traté de tener relación con ella y darle todo mi amor, pero no funcionó.
Mi padre acudió a los tribunales cuando un día, al volver del trabajo, encontró a mi medio hermano con el brazo roto, se lo había quebrado al caerse, él llorando, yo llorando, y mi madre de fiesta. Eso fue el fin para mi padre. Mi madre ya había sido violenta otras veces y también había abortado a un hijo de mi padre, Roland I, y después nací yo, Roland II.
Así que me quedé con mi tía y hasta los 7 años estuve en el kindergarten.
Después mi padre se volvió a casar y yo estaba feliz en mi montaña, llevando una vida como la de Heidi, la niña del cuento que vive en los Alpes, con mis perritos, mis cabritas, dormía encima de una cobija, con un poco de trigo y heno encima de ella para que no me picara, y con los ratoncitos andando por las paredes del chalet, bueno, yo digo chalet pero no era propiamente un chalet, era una casa que a mí me parecía hermosa y puedo decirte que tuve una infancia maravillosa. Aunque al principio fue difícil. Primero voy a explicar, para quien no lo sabe, que en Suiza se hablan tres idiomas, cada uno en su región: suizo-francesa, suizo-alemana e suiza-italiana. Y yo había nacido y vivido en la región suizo- francesa, así que hablaba francés. Y mi tía vivía en la zona suiza-alemana. Fue difícil al principio, te decía, primero porque tuve que aprender rápidamente a hablar alemán, porque ni mi tía ni nadie me entendía ni yo entendía a nadie. Y segundo porque yo no conocía a mi tía hasta el momento que mi papá me dejó con ella, así que para mí era una desconocida. Y además de un solo golpe perdí a mi padre y a mi madre. Así que yo me preguntaba qué era lo malo que había hecho yo para que mi madre y mi padre me hubieran abandonado. Eso todavía me duele pero lo superé. Hay muchas historias de esa época. Cuando mi madre abortó a Roland I mi padre no tenía la plata para hacerse cargo de los trámites del entierro, entonces los médicos le dijeron que donara el feto al Departamento de Ciencias y eso fue lo que hizo mi papá. Y con el tiempo y haciendo mucha investigación descubrí que mi hermanito Roland I estaba en exhibición metido en un frasco de formol en el Museo de Ciencias Naturales de Lausanne en Suiza. Pero hace 4 o 5 años volví al Museo y mi hermano ya no estaba allí. Era muy duro para mí verlo en el frasco, siempre lloraba porque era mi hermanito, pues. Nunca lo conocí, obviamente, pero no sé, es como que la sangre llama a la sangre y su pérdida significó para mí un gran dolor.
A pesar de todas estas cosas, como no era un muchacho malo, seguí adelante con mi vida, aunque todavía estoy medio traumatizado.
INICIOS FOTOGRÁFICOS
Tú me preguntas cómo elegí la fotografía y en realidad fue ella la que me eligió a mí, porque yo nunca pensé en llegar a ser fotógrafo. De chiquito lo mío era más bien viajar, es más, yo quería ser chofer de camión para poder viajar. Me encantaba viajar, ir de un país a otro, conociendo otras culturas y empecé a viajar a los 12 o 13 años, yendo a conciertos a París y a otras ciudades, porque como no tenía familia que se preocupara por mí, porque mi padre se había casado con otra mala mujer, yo hacía lo que quería.
Esa mujer era tan mala que con el cucharón con el que servía la sopa me daba golpes en la cabeza, hasta que un día lo doblé y lo tiré por la ventana, pero la muy malvada fue a la cajita donde yo guardaba mis ahorros, me los quitó y se compró un cucharón nuevo.
Durante el invierno teníamos clases en la nieve y además de darnos lecciones, nos enseñaban a esquiar y otros deportes de invierno. Y durante esas clases yo tomaba alguna que otra fotografía con una Kodak Instamatic y con una Kodak Poket. Y mandé a revelar los rollos en la ciudad y cuando fui a buscarlas la señora del negocio me dijo: “¡Ah, pero qué bonitas esas fotos! ¿Quién las sacó?” Le respondí que había sido yo. Y ella: “Pero qué bien, tienes muy buen gusto, tendrías que dedicarte un poco más a profundizar el tema”. Y yo pensé que seguro la señora le decía lo mismo a todo el mundo para que siguieran comprando rollos y revelándolos ahí. Así que no seguí su consejo. Pero siempre recordé lo que me dijo y esa fue la manera en que yo empecé con la fotografía. Y seguí sacando fotos y revelándolas en el mismo lugar y la señora: “¡Muy bien! ¡Cada día sacas mejores fotos!”.
Así seguí hasta que llegué a la edad madura y empecé a estudiar cine y fotografía. Fotografía en la Escuela de Fotografía Vevey y cine con Fredy Buache en Lausanne. Y me fue bien. Y después trabajé en Arte y me metí a estudiar el examen de admisión para entrar en Bellas Artes: pintaba, hacía logos, afiches, hacía un poco de todo. Pasé el examen pero como yo era un año menor que los demás no me permitieron ingresar y me dijeron que regresara al año siguiente, cosa que me pareció totalmente estúpida e injusta porque si yo había aprobado el examen porqué diablos no me dejaban estudiar. Así que me enojé y me fui a estudiar Arte y Tipografía. Estuve allí hasta que se realizaron los Juegos de Lausanne e hice un afiche muy bueno para la Copa Marlboro que se iba a entregar en un concierto de música. Pero me dijeron que el diseño era muy vanguardista, muy moderno, y no lo aceptaron. Me molestó pero lo acepté y seguí ahí. Y ¿qué veo 4 meses después de eso? Que el afiche que yo había diseñado se había ganado un premio y estaba en todos los carteles de la ciudad pero… ¡sin mi nombre! ¿Qué tal? Así de mala era la vida. Fue otro golpe más, y de golpe en golpe fue mi vida, hasta que aprendí a defenderme.
Así que, a partir de esa experiencia, me dediqué más a la fotografía, como autodidacta, porque había que pagar mucho en la escuela entonces me retiré y me dediqué más al cine.
Después de recorrer bastante mundo llegué a Venezuela. Y la primera obra de teatro que fotografié aquí se llamaba “Lecho Nupcial” con Flor Núñez, que en aquella época era mi secretaria en el Teatro Cadafe, donde yo era el Director Técnico. Ella y yo estudiábamos juntos teatro con Fausto Verdial y con Cabrujas. Esta obra era con el profesor Magariños, que por cierto se murió en mis brazos y dejó todos sus libros, discos, etc., a la fundación Cadafe, fundación que desapareció como por arte de magia.
En el Teatro Cadafe, que era de la actriz América Alonso y su marido Daniel Farías, tuve la dicha de conocer a muchísimos talentosos artistas nacionales e internacionales, porque el teatro formaba parte del circuito del Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC), como el director teatral y fundador del Festival, Carlos Giménez, y la bailarina Zhandra Rodríguez, y cuando la conocí a ella me enamoré de la danza. Zhandra me contrató y empecé a viajar con ella y su compañía por todo el mundo: fuimos a Japón, Alaska, Nueva York, Alemania, Suiza, España, Italia, China, Canadá… me gustó mucho.
Me preguntas si fue fácil o difícil el camino de la fotografía. Bueno, te diré que hubo altibajos. Porque yo tomaba las fotografías para mí, no trabajaba para ningún medio, y no sabía si era bueno o malo. Uno siempre piensa que es bueno en lo que hace pero de ahí a que sea cierto… Hasta que un día llegó el Ballet de Roland Petit, que era el Ballet Nacional de Marsella, con la bailarina principal que era Dominique Khalfouni y también estaba el genio Patrick Dupond, un bailarín muy famoso que después llegó a ser el director de la Opera de París y su bailarín principal y cuando ellos vieron mis fotos se enamoraron de ellas y me dijeron:
- -Pero Roland, tú tienes que hacer un libro con todo ese material, ¡esas fotos son muy buenas!
- Eso me animó mucho y fui a mostrarle mis fotografías a Armitano Editores. Me atendió Armitano y le encantó mi trabajo. Entonces yo le dije que iba a buscar un patrocinador para publicar un libro y él me dijo:
- Roland, no busques a nadie, me encanta tu trabajo y lo patrocino yo. Después arreglamos el tema del dinero.
Yo por supuesto quedé asombrado y contentísimo y le dije que sí, imaginate, ¡era una de las mejores editoriales del mundo! Y así fue que en 1989 salió publicado mi libro La Danza en Venezuela, que todavía puede comprarse en Amazon.
Vivir de la fotografía al principio no fue fácil, pero igual lo hacía. Yo me podría haber hecho millonario haciendo fotos de matrimonios, bautizos, fiestas, etc., etc., pero a mí, por loco o por creativo, me gustaba fotografiar arte. Y aunque ganaba poco eso me hizo feliz toda mi vida, que es lo más importante creo yo. No me importa no ser millonario y ser un pela bolas porque hay fotografías mías en importantes museos de todo el mundo, como por ejemplo Estados Unidos, Bélgica, Brasil, en el Museo Ibsen de Noruega. La compañía petrolera de Noruega fue la encargada de comprar todas las fotos que yo tomé de todas las compañías noruegas que vinieron el FITC y allí están, formando parte de varios libros, cosa que me llena de orgullo. Y también hay fotos mías en el libro que recoge 20 años de festivales internacionales en Caracas y en la biografía de Carlos Giménez que tú escribiste.
Y eso es para mí lo importante, dejar una marca, una huella que es imborrable porque los libros siempre se quedan, igual que una buena película, una buena canción.
Canciones nunca escribí pero sí actué en 10 largometrajes, inclusive aquí en Venezuela, y en obras de teatro. No estudié actuación pero algo se me tenía que pegar con todas las obras que yo monté, como productor y director técnico, y al fotografiar tantos espectáculos hermosos.
Mis fotografías, salvo escasas excepciones, son siempre a color porque para mí el blanco y negro es para el reportaje, para la guerra para no ver tanta sangre, porque no es una fiesta ver tanta sangre, tanta gente sin brazos, decapitados, no. En cambio la danza sí es una fiesta, ¿por qué? Porque es un trabajo multicreativo donde hay un escenógrafo que pone color, hay una vestuarista que pone color, hay un iluminador que pone color; cada uno de los bailarines y bailarinas tienen sus rostros maquillados con color para que se resalten los rasgos que el director quiere que se destaquen. Me fascina el color. Mi vida es color, yo no soy una persona opaca ni blanco y negro.
FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DE CARACAS (FITC)
Carlos Giménez, Venezuela ©Roland Streuli |
Yo tengo un archivo que va desde el año 1988 hasta el 2006, que abarca los festivales dirigidos por Carlos Giménez y, después de su muerte, por Carmen Ramia. Fueron festivales impresionantes, los mejores grupos del mundo pasaron por allí.
Y también tengo fotos hasta el 2021 de los festivales que organizó al estado venezolano, decían que era un festival internacional pero nunca fue tan gigante ni tan hermoso como en la época de Carlos.
LIBROS Y PREMIOS
Ballet Arizona, USA. ©Roland Streuli
Publiqué varios libros con mis fotografías, unos 7 u 8.
Yo llegué a Caracas en 1978-79 y el primer libro que hice, en 1980, fue el de los 100 años del Teatro Municipal, que realicé con la ayuda de Marta Mikulan, muy muy buena fotógrafa que también hacía unas fotografías muy interesantes de ópera. Ese libro tuvo una gran repercusión.
La Danza en Venezuela (1989) es un libro muy importante para mí, porque contiene únicamente fotografías mías y fue patrocinado y publicado por Armitano Editores.
Y por supuesto me da mucho orgullo que fotografías mías formen parte de muchos libros publicados por el Museo Henrik Ibsen de Noruega.
Fotografías mías también forman parte de los libros Por amor a la danza de María Eugenia Barrios y Offer Zack; Una visión un legado Danzahoy de Luz y Adriana Urdaneta; Cien bailarines de Carmen Sequera; The Best of Latin American Photography; Carlos Giménez el Genio Irreverente (2023) y el libro María Teresa Castillo-Carlos Giménez-Festival Internacional de Teatro de Caracas 1973-1992 (2023), tiene un capítulo dedicado exclusivamente a mis fotos.
Me dieron dos veces el Premio de Mejor Fotógrafo Latinoamericano, desde México a Tierra del Fuego, y he sido condecorado y premiado varias veces en Venezuela y otros países.
NACIONALIDADES, VIAJES
Alla Rakha, Roland y Ravi Shankar, Teatro Teresa Carreño, Caracas, 1983. ©Roland Streuli
Bueno, yo me siento venezolano, me siento suizo, me siento argentino, me siento gringo, me siento del mundo. Muchas veces me pasa que me preguntan: mira, ¿tú eres gringo? No. Ah, ¿alemán, italiano? No saben cómo definirme. Cuando estoy en Suiza me dicen americano. Y aquí el suizo, el gringo… pero nunca quien soy yo en realidad. Así que yo creo que yo soy del mundo.
Yo me fui de Suiza muy joven porque quería recorrer el mundo, conocer otras culturas. Todo el mundo en esa época en la que yo tenía 18, 19 años, quería ir a la India, porque Los Beatles y sobre todo George Harrison decidieron ir a la India estilo hare krishna a encontrar un gurú. Yo nunca he sido guruísta a pesar de ser budista pero no andaba buscando un gurú, así que no fui a la India. Mi gurú creo que era yo mismo, buscándome a mí mismo y me encontré viajando. Y era lo que me gustaba desde chiquitico. Yo a los 13 años me iba solo a ver conciertos, me quedaba fuera una semana y cuando regresaba ni siquiera se habían dado cuenta de que me había ido. La primera vez me fui a París y les mandé una postal de la Organización de la Radio y Televisión Francesa, a donde me dejaron entrar y para mí estar allí fue impresionante porque veía a la gente que yo había visto en la tele y eso era grandioso. Mi primer concierto fue en el viejo aeropuerto de París y tocaba Jefferson Airplane, y me quedé allí unos días con la poca plata que tenía. Me crucé con estudiantes que me ofrecieron un lugar para dormir y comíamos un pedacito de esos deliciosos quesos francés con un pan típico francés, la baguette, un poco de salchichón, un poquito de vino y éramos felices. Y esa era mi vida.
Hasta que una vez conocí en unos de esos conciertos a un fotógrafo de la revista Rolling Stone, yo le conté lo que hacía y él: ¡Oh, súper interesante! Él sacaba sólo fotos de rock y a mí no me interesaba mucho pero me interesaba la vida de él porque viajaba mucho a conciertos de rock y yo quería viajar. Así que decidí sacar fotos y fue maravilloso porque así podía viajar gratis por todas partes y encima me pagaban y muy bien. Entonces pensé que yo podía dedicarme a la fotografía.
Y así fue como viajé por toda Europa, todo Estados Unidos, Canadá, Las Bahamas, Puerto Rico, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina, Chile…
En Bolivia me agarró el golpe de estado de Banzer entonces me fui para Chile y ahí me agarró el golpe del loco de Pinochet, entonces me voy para Argentina y me agarró el golpe de estado de Videla. Y me tuve que escapar por la frontera porque mi pasaporte estaba vencido y los militares en Argentina eran muy arrechos, bueno, esa es otra historia. Me fui entonces a Brasil, trabajé un tiempito en la Universidad de Brasilia, en la Mejoría de Segundo y Primer Grado, y yo ya hablaba portugués, bueno más bien brasilero porque es muito mais jóia, más estilo samba, bueno, tú sabes... De Brasil me fui a la Guayana Francesa, Suriname, Guayana y de ahí a algunas islas del Caribe como Trinidad y Tobago, Barbados, República Dominicana, Haití, regresé a Caracas y después me fui otra vez a Colombia y volví a Caracas y dije: me voy, ya quiero regresar a casa. Ahí tenía unos 28, 29 años.
Apenas llegué a Suiza, ¡ay dios! ¡que martirio! No eran Los Martirios de Colón, como la ópera de aquí, pero fue terrible. Llegué justo cuando se acababa el invierno así que pasé toda la primavera y el verano feliz pero cuando llegó el otoño, ¡ahhhh! Me quería morir ¡Quince días! ¡Quince días! ¿Tú sabe lo que significa estar 15 días sin ver un rayo de sol? En Caracas, bueno, un día o dos días puede estar lluvioso pero incluso esos días siempre siempre aparece un rayito de sol. En Suiza no. Yo me sentía como si tuviera una campana de vidrio en la cabeza, de esas que ponen para tapar los quesos para que las moscas no los toquen. ¡Ah, horrible! Entonces llamé a Daniel Farías, que era una de las personas que iba a encargarse del Teatro Cadafe que yo le ayudé a construir con vigas, con maderas, el escenario, después hice todo el techo e inclusive las luces… y Daniel me contrató para que fuera el Director Técnico del teatro y así regresé feliz a Venezuela.
¿Cuál de mis fotos me gusta más? Me honro tenerme a mí mismo junto a los gigantes de la música de Oriente y Occidente como lo son Ravi Shankar y Yehudi Menuhin, esa foto para mí es lo máximo.
Te voy a contar una anécdota de la foto que le tomé a Vittorio Gassman en el Teresa Carreño. Él estaba actuando y yo en primera fila tomándole fotos. Y él se molestó conmigo por el click de la cámara, paró la obra y me dijo: aprovecha ahora. E hizo varias poses y al final me dijo: ¿Ya terminaste? Trata de hacer silencio ahora. Y me sentí chiquitiiiiiiiico, apenado, rojo. Imagínate, un actor de la talla de Vittorio Gassman.
También me gustó mucho tomarle fotos a Alfredo Sadel y por supuesto al amor de mi vida que fue Tío Simón (Simón Díaz) y sus maravillosos temas poéticos, sus tonadas, un genio. Y muy buen amigo al igual que su hija Bettsimar.
Cuando le tomé las fotos a Alfredo Sadel, nuestro cantante favorito en Venezuela, fue en un concierto dos o tres días antes de que él se muriera. Y sinceramente yo no sabía quién era él pero me encantó su voz, cantaba bellííííísimo, cantaba en silla de ruedas y yo no sabía que él estaba muy enfermo pero el público sí. Y la gente se puso a llorar mientras él cantaba y fue tan emocionante que hasta yo, sin saber quién era, me puse a llorar también, las lágrimas también se contagian y estaba todo el Teatro Teresa Carreño llorando. Y bueno, fue una despedida de llorones pero él lo agradeció muchísimo, fue muy emotivo y ahí me di cuenta que Alfredo Sadel era un gran hombre y un cantante excepcional.
A nivel jazz me gustaba muchísimo Aldemaro Romero, que tenía una hija maravillosa que se llama Ruby, casada con otro genio de la danza llamado Vladimir Issaev. Aldemaro, como jazzman, fue el que implementó un poco el clásico del jazz aquí y fue el primero en invitar a Louis Armstrong a tocar en Venezuela.
Louis Armstrong y Aldemaro Romero. Cortesía Ruby Romero
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He fotografiado a tanta gente talentosa y que además son excelentes amigos y amigas que no puedo, al final de cuentas, decirte a quién me gustó más fotografiar.
A nivel teatro me fascinaba el británico Lindsay Kemp, que no sé si tú sabías pero era bisnieto del propio Williams Shakespeare, y el primer espectáculo que presentó en Caracas se llamaba Flowers y lo presentó en el Teatro Nacional. Yo quedé impactado porque con mi mentalidad de suizo casi recién llegado a Venezuela, el espectáculo me parecía porno y no entendía: gente masturbándose en los andamios al aire libre… era como chocante. Pero sin embargo pude apreciar el talento de los actores y al final se convirtieron en muy buenos amigos míos. Dos actores del grupo se quedaron aquí: Robin, que enderezaba cuellos y daba clases de teatro, era una joya de persona y un actor chiquitico y feo como él sólo pero un amor de persona y era ciego, totalmente ciego, pero hacía un tejidos maravillosos con unas agujas inmensas. Él me tejió un sweater marrón con huecos grandes que era una hermosura de sweater, me midió con sus ojos ciegos y el sweater me quedó perfecto y todavía lo tengo aquí en el escaparate y es una de las pocas cosas que he guardado y él era un amigo realmente fabuloso. Y los maquillajes que se hacía sin ni siquiera verse eran alucinantes.
El polaco Tadeusz Kantor y su obra La Clase Muerta me impactó muchísimo, también el eslovaco Tomaz Pandur, el francés Philippe Genty, los españoles La Fura dels Baus, otro artista que me impactó mucho fue Alwin Nikolais y por supuesto el genio sin palabras, y muy amigo mío, el mimo Marcel Marceau. Con él yo hice una gira completa por Venezuela y en el Hotel Pipo de Maracay ocurrió algo. Marcel siempre usaba un peluquín, con una gomita que se ponía por debajo, porque tenía muy poco pelo. Y una mañana muy temprano lo veo en la piscina, en interiores, y de repente se echa al agua y por supuesto los interiores le quedaron en los pies y el peluquín le quedó en la mandíbula como si fuera una barba. ¡Fue un show! Y en ese momento no tenía mi cámara conmigo porque yo iba como interprete y como su director de escena, para ayudarlo en todo lo que necesitaba. Fue muy cómico y es una cosa que no te pasa todos los días.
Otra anécdota con Marceau es que cada vez que nos íbamos de gira él me daba dinero, 100 o 150 dólares para que yo repartiera entre los técnicos de los teatros donde actuaba, para que estuvieran contentos. Marceau no era nada pichirre, al contrario, era súper generoso y apreciaba el arte en toda su plenitud y él dibujaba muy lindo.
Marcel Marceau y Roland Streuli. ©Roland Streuli |
Pero quiero decirte que para mí todos los espectáculos y todos los artistas tienen su valor, desde el momento en que una persona crea algo, sea lo que sea, yo le recomiendo a la gente que vaya a verlo, porque esa persona quiere decirnos algo, transmitirnos algo, comunicarse con nosotros y de repente ese es su único medio que tienen, porque son tímidos o les da miedo… Claro que hay un montón de porquerías también pero no importa, no se puede despreciar a nadie porque hay que calzar el zapato del ser humano en el momento en que él se mete en su papel de presentarnos su arte y no siempre es fácil. Por eso que yo siempre trato de quedarme hasta el final de una obra aunque me meta el dedo para vomitar.
LA ANÉCDOTA DE ROLAND
Roland en Jesucristo Super Star, Caracas 1983. ©Roland Streuli |
Ocurrió un día del año ´78 o ´79 cuando yo estaba en las afueras del Teatro Nacional. En aquella época yo usaba zuecos de madera y una túnica con una capucha encima. Cerca del teatro hay una iglesia, una señora salió de allí, se me acercó asombrada y me dijo:
-Yo sé que usted no me conoce pero yo sí sé quién es usted. Por favor mi diosito, deme la bendición.
- No señora, yo no soy aquel.
- Yo sé que usted no lo puede decir pero no importa, por favor, ¡deme la bendición!
Y entonces, para no defraudarla y para que se fuera, le di la bendición.
No pasaron ni 5 minutos que vino otra señora a pedirme lo mismo. ¡Pensaban que yo era Jesucristo! Entonces me quedé sorprendido preguntándome qué estaba pasando. Sabía que me parecía a la imagen que había de Jesús pero esto me parecía demasiado. Y otra persona salió de la iglesia y me pidió la bendición. Y entonces me dije: no, no, no puedo usurpar una figura tan importante como la de Cristo.
Entonces me fui caminando despacito mientras a mis espaldas podía oír cómo crecía un murmullo de señoras y señores que me seguían: bendición, diosito, bendición, por favor diosito, ¡bendición! ¡bendición! ¡bendición!
Entonces empecé a correr.
AUTORRETRATOS CON ARTISTAS
Con Julio Bocca y Leonardo Padrón
Con Rocío Dúrcal
Con Ana Torroja y Miguel Bosé
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Con Antonieta |
Entrevista: ©Viviana Marcela Iriart, mayo-julio 2024