Pocas
figurillas precolombinas son tan encantadoras como la Venus de Tacarigua.
Encontrada en los alrededores del Lago de Valencia en Venezuela, llama la
atención por sus fuertes y decididas proporciones invocadoras de la sexualidad
y la fertilidad. Esta hermosa pieza de cerámica es digna de estudio para
comprender mejor a los primitivos pobladores de la región.
Es
evidente su relación con la sexualidad por el trabajo del artista quien
enfatiza caderas y sexo. Su relación con la fertilidad es más sutil y
misteriosa, pero igualmente fascinante. En Venezuela --como en casi todas las
civilizaciones del mundo-- el sapo y la rana conllevan un simbolismo de
fertilidad. La Venus
expresa esta idea a través de la máscara que sostiene frente a su cara con unas
manos que parecen una mezcla entre humanas y aquellas de un batracio. Pero lo
más evidente son los ojos, que saltan a la vista ante la observación más
superficial. Estos ojos --que en arqueología se denominan "ojos de grano
de café" (aunque el café fue traído desde los países árabes a través de
los Conquistadores) -- son en realidad la característica más típica de estos
animalitos.
Pero
¿por qué hacer esta rara combinación de elementos? En su mayor parte, la
actividad artística en los pueblos primitivos se dedica a la elaboración de
objetos ceremoniales, idolillos y oferentes que son utilizados en los rituales
mágicos. En este contexto, las figurillas y oferentes adquieren contenidos
simbólicos y son realizadas con una intención específica. Así, por ejemplo, la
representación y posterior invocación de ciertos animales, como las ranas,
anticipan y aseguran los fenómenos que representan. El animal representado
tiene la función de "doble" con el hecho que simboliza. Por otra
parte, el esquema de pensamiento indígena explica los acontecimientos relativos
al ciclo vital del hombre (embarazo, nacimiento, pubertad, matrimonio,
enfermedad, muerte) de modo espontáneo, sin intelectualismo ni
abstracciones. A diferencia del pensamiento racional --que busca una explicación
causal de los hechos obedeciendo a ciertas leyes científicas--, el pensamiento
mítico utiliza símbolos, más que conceptos, como fórmulas de interpretación del
mundo. Este simbolismo se recoge bajo la forma del Mito, que constituye el
relato de lo acontecido en los tiempos más remotos. Viene a conformar la pauta
de la historia humana. Es un mensaje sagrado, revelado por los dioses, y
significa la realidad por excelencia. De esta forma, los objetos de cerámica
elaborados por estos hombres y mujeres tratan de imprimir una energía y fuerzas
sobrenaturales, mágicas.
Venezuela
tiene una fuerte tradición oral que explica muchos de estos fenómenos a través
de sus mitos, que han sido recogidos en libros como "Mito de los Indios Yabarana" de J. Wilbert, "El sapo, ¿divinidad o engendro del
diablo?" de Haydee Solano, y "Tauron
Panton. Leyenda de los Indios Pemones" de C. Armellada. En ellos se
cuentan diversas leyendas en las que sapos y ranas llenan el espacio mitológico
y explican la creación del mundo con creatividad y candidez.
Dice
Arturo Uslar Pietri --pensador y escritor venezolano-- de estas cerámicas
cuando fueron expuestas a través de una exposición de fotografías en Caracas:
"Lo más de estos objetos del indio, (...) tenían además de los usos
utilitarios evidentes (...) o representaciones de la divinidad, todo un
lenguaje simbólico incorporado en sus formas y en sus adornos, que permitía
vislumbrar los valores espirituales y las creencias de aquellos primeros
pobladores del territorio que ha llegado a ser el nuestro." Y añade que
[esta exhibición] "es la revelación del refinamiento artístico de aquellos
seres a quienes, con grave deformación de la perspectiva histórica, seguimos
llamando primitivos o salvajes".
Estamos
en total acuerdo con este gran pensador, quien observó a esta Venus con
detenimiento y pudo ver más allá de su belleza: su encanto sin límites de
tiempo o fronteras.
California, Estados Unidos