“Baelen considera que "resultó poco elegante, por parte de Marx y Engels, el ocultar el papel de pionera que había jugado Flora Tristán al silenciarla en el Manifiesto Comunista que copiaba a Unión Obrera…”
“Algunas reflexiones sobre las ideas de Flora Tristán” por Clara Kuschnir
Quienes trataron con respeto a esa admirable luchadora que fue Flora
Tristán, coincidieron en ubicarla en esa zona ambigua del pensamiento
político-filosófico definida como socialismo utópico. A otros,
menos respetuosos, les bastó con describirla como la abuela excéntrica y
socialista de Paul Gauguin, Esta apreciación, entre paternalista y desdeñosa,
tiene mucho que ver con el hecho de que expuso sus ideas de manera poco sistemática
y nada académica. Corno obrera, criada, institutriz, dama de compañía, y por
añadidura madre y esposa apaleada, no tuvo ninguna ocasión de concurrir a
escuelas o universidades. Fue autodidacta, muy lectora, y las complejas
circunstancias de su vida privada más su aguda capacidad de observación y
análisis alimentaron las dos convicciones fundamentales de su obra: que debía
elaborar una propuesta racional que sirviera de fundamento a la unidad de los
trabajadores y que tal propuesta no bastaba. "He comprendido.... que tenía otra misión que cumplir"
-escribe- "Ir yo misma con mi
proyecto de unión en la mano… a hablar a los obreros que no
saben leer y a los que no tienen tiempo de leer". El fragmento culmina
con una invocación romántica: "¿Por
qué yo, mujer que me siento llena de fe y fuerza, no puedo ir igual que los
apóstoles de ciudad en ciudad, anunciando a los obreros la BUENA NUEVA y
predicándole la fraternidad en la humanidad, la unión
en la humanidad?"[1]
Los escritos políticos de Flora Tristán derrochan el énfasis de quien
aspira a redimir a sus lectores. Considera que su lucha es un verdadero
apostolado. El estilo exaltado y definitivamente exhortativo está más cerca de
la militancia callejera que del debate ideológico. Por eso aproximarse a su
obra impone una metodología no convencional que consiste en subordina el
análisis a una interpretación comprensiva y personalizada del texto. En rigor
se trata de un viaje a la intimidad del pensamiento de Flora Tristán. En un
excelente artículo en el que propone esta clase de acercamiento, María Lugones
llama “World”-Travelling and Loving Perception[2] a una experiencia que permite
comprender a los otros y además, aceptar sus modos diferentes y peculiares
incursionando en sus respectivos mundos, en la intimidad de
su pensamiento. Es lo opuesto a la actitud desdeñosa que
tradicionalmente discrimina y rechaza esta clase de reflexión. Viajar al mundo
de Flora es la única manera de comprender y aceptar sus ideas, desglosándolas
de un conjunto de afirmaciones que, miradas superficialmente, pueden parecer
arbitrarias cuando no contradictorias. Al hacerlo, se descubre que se anticipó
a muchos de los temas desarrollados por el feminismo filosófico casi un siglo y
medio después.
Para poder seguir la línea de su pensamiento conviene recordar que Flora
perteneció a la generación que vivió el apogeo y la caída del imperio
napoleónico. En su vida diaria alternaba con personas que habían actuado
políticamente, y hasta con algunos ancianos para quienes la Revolución Francesa
y su ideario formaban parte de la experiencia vivida. Así, en las ideas de
Flora, convergen racionalismo, iluminismo y romanticismo en desprejuiciada
alternancia. También hay que admitir que algunas de sus convicciones no fueron
resultado de una elaboración rigurosa, sino emergentes del clima de renovación
que se respiraba en la atmósfera intelectual de su tiempo. Flora no cita a
Rousseau, Kant o Hegel, pero un análisis cuidadoso de su obra permite descubrir
formulaciones inspiradas en ellos y quizás recibidos a través de otras lecturas
y otros autores. Sus verdaderos maestros fueron los socialistas
utópicos, especialmente Saint-Simon, Owen y Fourier y sobre todo sus
seguidores.
Desde la perspectiva del feminismo filosófico, Flora Tristán aparece como
una auténtica precursora, aún admitiendo que no se propuso hacer un desarrollo
teórico del problema de la mujer. En cambio, intenta despertar la conciencia de
los trabajadores con respecto al estado de humillación (Flora lo llama
esclavitud) en que vive la mitad de la humanidad [3].
El Unión
Obrera, manifiesto político que terminó en 1843, un año antes de su
muerte, apareen dispersas sus reflexiones sobre la situación social de la
mujer. Entre sus anticipaciones más lúcidas figura la crítica que hace a un
postulado fundamental de la Revolución Francesa, el supuesto de que todos los
ciudadanos son iguales ante la ley y de que sus derechos son inherentes a la naturaleza
humana. Flora sabe por experiencia propia que los Derechos del Ciudadano no
coinciden con los Derechos de la Ciudadana.
El capítulo III de Unión
Obrera se ocupa especialmente de este contrasentido. Flora lo
presenta como “Por qué menciono a las mujeres”. Ya en 1a introducción del
manifiesto se dirige a sus presuntos lectores discriminándolos según el sexo,
cuando aclara: "A los hombres y a las mujeres". El prólogo vuelve a
insistir explícitamente: "A los obreros y obreras" y, como para que
no quepan dudas sobre la exhortación
inicial, los convoca por separado: "Obreros y obreras: escuchadme".
Ni por un momento deja de subrayar que las mujeres, trabajadoras o no,
constituyen la mitad del género humano. Su discurso va dirigido especialmente a
las primeras.
“Por
qué menciono a las mujeres" es precedida por dos capítulos en los
que expone su propuesta política. El primero, "De la insuficiencia de las
sociedades de socorro, compañerismo, etc.", trata de cómo las soluciones
individuales y de corte filantrópico así como las asociaciones en pequeños
grupos sólo pueden aliviar pero nunca remediar la miseria de los desposeídos.
El segundo, "De los medios para
constituir la clase obrera", le sirve para exponer su plan de acción
que consiste en la unidad de los trabajadores en torno a dos consignas:
"el Derecho al Trabajo" y "el Derecho a la Organización del
Trabajo".
Flora considera que el instrumento para la lucha que propone es además de
la organización, la instrucción. Ella ha padecido en
carne propia las consecuencias de la ignorancia y la miseria. Estas dos
palabras "ignorancia y miseria" abarcan la suma de males que
esclavizan a la clase obrera y se relacionan mutuamente prolongando su
desdicha. Los saintsimonianos –recuerda Flora- han descripto a los trabajadores
como “la clase más numerosa y más pobre”. Ella corrige a sus
maestros y la define como “la clase más numerosa y más útil” [4]: “pobre” (por desposeídos) es una
categoría económica. En cambio “al ser la utilidad una cualidad preciosa se
convierte en un título indiscutible para la clase trabajadora"[5].
Una y otra vez vuelve sobre los principios que inspiraron a la Revolución
Francesa. Reconoce los avances que trajo para la consideración del género
humano pero es muy lúcida con respecto a sus limitaciones. Los burgueses, según
Flora, una vez organizados como clase y “aunque reconocieron la igualdad de
derechos para todos, acapararon para ellos solos todos los beneficios y las
ventajas de esta conquista” [6]. El derecho de propiedad es el fundamento
de su actual poder. El trabajador -afirma Flora- debe luchar para que se le
reconozca también a él el derecho de propiedad. Su propiedad son sus brazos,
instrumento que le permite trabajar y ganar su sustento. La organización del
trabajo es garantía de su derecho al trabajo y el reconocimiento del usufructo
de la propiedad.
Ente los temas que desarrolla Flora Tristán, ocupa un lugar fundamental su
sacralización del trabajo. Como algunos de los socialistas utópicos, creía en
su efecto moralizador. El trabajo, sobre todo el trabajo manual y artesanal es
el medio sobre el cual se ha de consolidar el bienestar y también la liberación
de todo el género humano. Flora insiste en "…la rehabilitación del trabajo manual mancillado por millares de años de
esclavitud", "desde el mismo momento en que ya no suponga deshonor
trabajar con las manos… en que sea incluso un hecho honorable, todos, ricos y
pobres trabajarán… y gracias a este solo hecho reinará la abundancia para
todos". Y agrega con un acento casi religioso "honrar la única cosa realmente honorable,
el trabajo" [7]. Con
idéntico fervor rechaza la lucha violenta “… protesto contra todo aquello que emana de la fuerza bruta y no quiero
que la sociedad esté expuesta a sufrir la fuerza bruta dejada en manos del
pueblo, lo mismo que no quiero que tenga que sufrir la fuerza bruta dejada en
manos del poder”[8]…vuestra forma de acción no es la
revuelta… La destrucción, en lugar de remediar vuestros males no haría más que
empeorarlos” [9].
En su introducción a Feminismo
y Utopía Yolanda Marco señala la probabilidad de que Carlos
Marx conociera los escritos de Flora Tristán, ya que los dos eran amigos de
Arnald Rüge que la admiraba. Se sugiere que Rüge le habría acercado a Marx un
ejemplar de Unión Obrera.
Tanto el espíritu como la letra y algunas ideas fundamentales de Unión Obrera parecen
anticipar el Manifiesto
Comunista de 1848. Marx no la menciona, salvo al pasar y en otro
texto, en La Sagrada Familia.
Puede que las coincidencias entre el Manifiesto…
y Unión Obrera sean
casuales y no causales pero, como bien señala Jean Baelen, en la época en que
Marx y Flora coincidieron temporalmente en Paris, él era "un simple y honorable demócrata de
izquierda" mientras que ella recomendaba ya "la constitución de los proletarios en una clase y un partido distintos."
Baelen considera que "resultó poco elegante, por parte de Marx y Engels,
el ocultar el papel de pionera que había jugado Flora
Tristán al silenciarla en el Manifiesto Comunista que
copiaba a Unión Obrera…”[10].
El problema del género: raza-mujer y paria
“La riqueza de la sociedad se cuadruplicará el día en que se llame a la mujer, la mitad del género humano, a aportar en la actividad social la suma de su inteligencia, fuerza y capacidad”
Basta un ligero análisis de "Por qué menciono a las mujeres" para advertir que Flora apela
a la consideración de "la mitad de la humanidad", a la que considera
oprimida y discriminada, el mismo método que antes le permitió describir los
objetivos de la clase obrera como diferentes y hasta enfrentados con los de la
burguesía.
Una y otra vez alude a las mujeres y a sí misma como una raza, la raza-mujer.
El uso que da a la expresión raza, corresponde a lo que hoy englobamos en la
categoría de género. Las mujeres, según la descripción de la familia obrera
(que hace minuciosamente) no son intrínsecamente distintas a los hombres, salvo
en el sexo. Su inferioridad y limitaciones son el resultado de siglos de
esclavitud y por lo tanto se pueden modificar mediante leyes que le
otorguen autonomía y educación.
Flora admite que lo que está en discusión no es la pertenencia de las
mujeres a la especie humana y encuentra contradictorio discriminarla y
limitarla tanto en el usufructo de sus derechos como en el uso de sus
facultades. La mujer es "una paria". A lo largo de seis mil años se
la ha sometido a un trato diferenciado y ha estado siempre sujeta a los
intereses y necesidades del hombre. "Hasta
ahora no ha contado para nada en las sociedades humanas" [11]. Se opone al: "Si quieres vivir
deberás servir de anexo a tu señor y dueño, el hombre"
[12]. Su servidumbre y dependencia, reitera
Flora, cuentan con la complicidad de la ley, la ciencia, la religión y la
sociedad toda, que han contribuido a hacer de ella una raza inferior,
ignorante y oprimida.
Así como raza es la palabra que usa Flora para referirse al género mujer, paria casi
siempre aparece con un significado, si no idéntico, por lo menos análogo al de
"ser para otro", tal como lo define Simone de Beauvoir: "La
mujer se determina y diferencia con relación al hombre y no éste con relación a
ella, ésta es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el Sujeto, él es lo
Absoluto: ella es el Otro"[13] .
Flora establece una distinción neta entre las situaciones de hecho,
el estado de servidumbre en que vive la mujer, y los principios e
hipótesis pretendidamente objetivos y verdaderos, en los que esa desvalorización
se funda. "De la creencia de que la
mujer....carece de fuerza, de inteligencia, de capacidad y que es poco apta
para los trabajos serios y útiles,
se ha concluido muy lógicamente que sería perder el
tiempo darle una educación racional, sólida, severa...."[14]. Estos falsos principios tienen “consecuencias desastrosos para el
bienestar de todos y todas en la humanidad” [15].
¿En quiénes piensa Flora cuando denuncia esta inversión del razonamiento
lógico? En "los sabios entre los sabios" que
pretenden justificar la presunta verdad y objetividad de su conocimiento acerca
de la raza mujer. "Durante miles de
años -denuncia- los sabios
entre los sabios mantuvieron un juicio terrible sobre otra raza de la
humanidad: los proletarios" -y se pregunta: "¿Qué eran antes del 89? Villanos, patanes, bestias de carga. De
golpe....los sabios entre los sabios....proclaman que la plebe se llama pueblo
y los villanos y patanes, ciudadanos". Flora agrega un toque de humor:
"El trabajador...quedó muy
sorprendido al comprender que iba a gozar de derechos civiles, políticos y
sociales", y agrega: "…pero
su sorpresa aumentó cuando se enteró de que poseía un cerebro absolutamente con
la misma capacidad que el del príncipe real..." [16]. Flora aspira a que se produzca un
"89" para las mujeres: “La
riqueza de la sociedad se cuadruplicará el día en que se llame a la mujer, la
mitad del género humano, a aportar en la actividad social la suma de su
inteligencia, fuerza y capacidad” [17].
Tanto al dirigirse a las mujeres como
cuando increpa a los hombres, Flora da por supuesto que los roles femeninos de
madres, esposas, hijas, amas de casa, etc. son naturales pero no limitativos.
"Natural" aparece usado en el mismo sentido en que más tarde se hablará
de "la división natural del trabajo". Sólo aspira a
que en la ley y en el trato se las considere personas y que la educación de
"la mitad oprimida de la humanidad"
resuelva el resto. Aunque no usa la palabra "biología", parece
rechazar toda idea de un destino biológico. Para ella “....la ley de la
humanidad es el progreso continuo: su condición, la perfectibilidad”[18]. No es una mera expresión de optimismo.
Flora cree que no hay nada intrínsecamente negativo en las mujeres. Sus
limitaciones son el resultado de un largo proceso de desvalorización. Hasta se
permite una amarga ironía: "Mujer....ha
quedado constatado por la ciencia que no tienes inteligencia, ni comprensión
para las cosas elevadas, ni lógica en las ideas, ninguna capacidad para las
ciencias llevadas exactas, ni aptitud para los trabajos serios...." [19]. Flora piensa que el día en que las
mujeres conquisten su "89" los sabios entre los sabios
descubrirán que también ellas poseen capacidades hasta ahora sólo
reconocidas en el hombre. Uno y otro cambian, se modifican, crecen y se
perfeccionan. También la raza mujer es un producto de la cultura.
"Por qué menciono a las mujeres" quiere despertar la
conciencia del hombre trabajador pero la misma índole del tema impulsa a Flora
hacia un discurso anti-sexista. Cuando incluye una exhortación a los
trabajadores para que los Derechos de la mujer se integren como parte de sus
propias reivindicaciones, no lo hace en nombre de una supuesta superioridad de
la mujer: lo que propone es el reconocimiento de “su propia persona social”. En otro párrafo insiste en que todas las
desgracias del mundo provienen de este olvido y desprecio que hasta hoy se ha
hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer”.
Persona social
“...se debe amar y tratar a la
mujer, bajo esa misma perspectiva de bienestar universal de todos y todas en
la humanidad”
Cuando Flora pide el reconocimiento de la mujer como persona social está
subrayando la distinción entre los hombres, que son tratados como seres libres
que merecen respeto y poseen dignidad y la raza mujer, el género mujer,
oprimido y discriminado, las parias que constituyen la mitad inesencial de la
especie. La categoría de persona social que Flora reclama implica la más
elevada jerarquía moral. Su pensamiento no aparece claramente sistematizado
pero casi no hay un fragmento que no implique como crítica, como exhortación o
como propuesta concreta, un fuerte compromiso social. Este compromiso tiene una
raíz afectiva, el amor, pero no amor que no sacrifica la consideración objetiva
de la realidad: “Cuando se quiere curar
una herida hay que ponerla al desnudo para observarla bien…”.
Es en el capítulo III donde puede advertirse el esfuerzo que hace Flora por
elaborar un principio racional que pueda ser elevado a máxima como guía de la
conducta de la clase trabajadora frente al problema de la discriminación de la
mujer. Flora habla de dos cuestiones fundamentales: una de ellas prescribe “...se debe amar y tratar a la mujer, bajo esa
misma perspectiva de bienestar universal de todos y todas en la humanidad” [20]. Advierte a sus lectores que es un tema
de filosofía que por su misma elevación será considerado en otro lugar. Flora
tenía una sintaxis algo enredada pero esto no oscurece el
valor de su máxima. Ésta resulta más transparente si la analizamos a la luz del
imperativo práctico de Kant cuya fórmula era uno de los modelos preferidos por
los moralistas de la época.
La ley kantiana prescribe: “… obrar de
tal modo que uses a la humanidad tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio”. Flora es siempre
concreta: su ley no ordena obrar, en general, sino “amar y tratar (bien) a la mujer”. Da
por sentado que la mujer es la única que no ha alcanzado la jerarquía de
persona. Este amor y este buen trato deben hacerse “desde la perspectiva del bienestar universal de todos y todas”.
Tratar al otro desde “la perspectiva del bienestar universal de todos y todas”
es tratarlo como un fin, es decir, como libre y racional.
Se ha hablado del espiritualismo de Flora Tristán en parte porque era
creyente y porque con frecuencia invoca a Dios o cita las palabras de Jesús. Su
fe era compatible con sus críticas a todas las religiones
institucionalizadas. Creía, es cierto, en una potencia de capacidad
superior, capaz de iluminar la inteligencia de los humanos con "los rayos del amor divino, el amor por la
humanidad". Para Flora el amor divino y el humano se manifiestan en el
corazón de los hombres y mujeres capaces de unirse para encarar juntos la ardua
tarea del "bienestar universal".
¿Por qué Flora Tristán?
Deliberadamente dejo esta respuesta para el final. Porque estos apuntes
sobre el pensamiento de Flora Tristán tienen un propósito:
recuperar su voz pasando por alto las exigencias del estilo patriarcal que es
el vigente y en el que el conocimiento, para ser considerado tal, se
ordena y expresa según reglas escalonadas jerárquicamente. El estilo de Flora,
poco disciplinado y no muy riguroso no cumple con los
requisitos del saber considerado sistemático. Hoy día y gracias al desarrollo
del feminismo filosófico estamos aprendiendo a transitar caminos no
convencionales. Gail Stenstad sostiene que, para la mujer, modificar esa
estrategia de pensamiento es imperioso "…es necesario que pensemos de
modo de romper las reglas, modos que nieguen al patriarcado el derecho de
dictar los standards para el pensamiento feminista" [21]. Desde esta perspectiva el pensamiento
de Flora Tristán es coherente gracias a que es transgresor. Flora no aplica
reglas y por eso puede parecer caótica. La mayor parte de lo que las mujeres
han pensado, por su misma marginalidad, trasgrede estas reglas y entonces
parece como anárquico y poco conceptual. Como señala Stenstad en ese mismo artículo,
el pensamiento desordenado debe ser distinguido del pensamiento caótico.
"Aunque menos sujeto a reglas el pensamiento anárquico es, sin embargo,
preciso y cuidadoso". Opina además que es, en muchos sentidos, revelador
porque al avanzar libre de convenciones academicistas está preparado para
explorar zonas del discurso muchas veces desdeñadas "ambigüedades,
potencialidades, multiplicidad de significados, interpretaciones y
estilos",
Si bien Flora Tristán no desarrolló un pensamiento sistemático tuvo esa
clase de coraje que acostumbramos a identificar con la actitud del verdadero
filósofo: cuestionar la realidad, preguntarse el qué y el por qué asumiendo las
consecuencias del desconcierto y la precariedad de las respuestas. Su preocupación
era la sociedad.
Flora buscaba un remedio para la miseria y la ignorancia que agobiaban a
los trabajadores, y dedicó un espacio aparte a las esclavas de los esclavos,
sus mujeres. Pero con mucha perspicacia advirtió que el tema iba más allá de la
biología y la política hasta la raíz misma del debate sobre la naturaleza
humana. En ese debate estamos todavía.
©Clara Kuschnir
Fuente: Hiparquía
[1] Tristán, Flora, Unión
obrera, ed. Fontamara, Barcelona, 1977. Introducción, traducción y notas de
Yolanda Marco. Debe advertirse que la edición castellana lleva el título de Feminismo
y utopía – Unión obrera.
[10] Baelen, Jean,
Flora Tristán: feminismo y socialismo en el siglo XIX, Madrid, Taurus, 1973,
pp. 214, 215, 216.
Sobre Hiparquía: Biografía de la filósofa
griega
Una paria feminista, Flora Tristán (1803-1844)
por Sandra Ferrer Valero
En 1846 se publicaba La emancipación de la mujer, una de las obras más destacadas de Flora Tristán. Su autora había muerto dos años antes, pero había sentado las bases del feminismo moderno del siglo siguiente. Después de sufrir en su propia piel los prejuicios legales y sociales de ser mujer, hija ilegítima y esposa separada, Flora Tristán dedicó buena parte de su vida a la lucha en favor de los derechos de las mujeres; unos derechos de los que ella nunca disfrutó.
El fin de una infancia feliz
El fin de una infancia feliz
Flore Célestine Thérèse Henriette Tristán Moscoso Laisnay nació en París el 7 de abril de 1803. Su madre, Anne-Pierre Laisnay, era francesa y su padre, Mariano Tristán y Moscoso era de origen peruano. Coronel de la armada española, el padre de Flora había conocido a su esposa en Bilbao y se habían trasladado a vivir a la Francia napoleónica.
Flora tuvo una primera infancia feliz en la que no le faltó de nada. Pero cuando era una niña de 4 años, su vida cambió radicalmente. La muerte de su padre dejó a su esposa e hija en una situación económica complicada a la que se sumó una importante dificultad legal: Flora no pudo heredar de su padre, pues Mariano Tristán nunca reconoció a su hija, que tuvo que soportar toda su vida haber sido hija ilegítima.
Flora tuvo una primera infancia feliz en la que no le faltó de nada. Pero cuando era una niña de 4 años, su vida cambió radicalmente. La muerte de su padre dejó a su esposa e hija en una situación económica complicada a la que se sumó una importante dificultad legal: Flora no pudo heredar de su padre, pues Mariano Tristán nunca reconoció a su hija, que tuvo que soportar toda su vida haber sido hija ilegítima.
De niña proletaria a paria
Anne-Pierre y su hija Flora vivieron unos años durísimos primero en el campo y después en el París más pobre. Flora empezó pronto a trabajar en un taller de litografía. Con tan sólo 17 años se casó por necesidad con el propietario del taller, André Chazal.
El matrimonio de conveniencia no duró demasiado. Después de traer al mundo a tres hijos, uno de los cuales no sobreviviría, Flora consiguió separarse. A pesar de conseguir alejarse de una situación insostenible de malos tratos y celos, Flora se convirtió en una auténtica paria. No sólo era hija ilegítima, sino que era una mujer separada en una Francia en la que divorcio era totalmente ilegal.
Pero Flora no logró librarse de su marido el que, en su obsesión, llegaría incluso a un intento de asesinato. Al final André se quedó con Ernest, su hijo mayor, mientras Flora quedaría al cargo de su hija pequeña Aline. Aline se convertiría pasados los años en la madre del gran pintor Paul Gaugin.
El matrimonio de conveniencia no duró demasiado. Después de traer al mundo a tres hijos, uno de los cuales no sobreviviría, Flora consiguió separarse. A pesar de conseguir alejarse de una situación insostenible de malos tratos y celos, Flora se convirtió en una auténtica paria. No sólo era hija ilegítima, sino que era una mujer separada en una Francia en la que divorcio era totalmente ilegal.
Pero Flora no logró librarse de su marido el que, en su obsesión, llegaría incluso a un intento de asesinato. Al final André se quedó con Ernest, su hijo mayor, mientras Flora quedaría al cargo de su hija pequeña Aline. Aline se convertiría pasados los años en la madre del gran pintor Paul Gaugin.
El largo camino de una desarrapada
Flora marchó de Francia y buscó una vida mejor en Perú, donde tenía parte de sus raíces y algún familiar que la podía ayudar. Pero de nuevo el desengaño se apoderó de Flora quien sólo consiguió de su tío una pensión mensual. Su condición ilegítima amparaba al hermano de su padre quien no estaba obligado a facilitarle parte de su herencia. Sus experiencias vividas en tierras americanas quedarían inmortalizadas en su obra Peregrinaciones de una paria.
De Lima Flora marchó junto a su hija Aline hasta Londres donde fue testigo de la horrible existencia que tenía la clase obrera, unas vivencias que plasmaría en Paseos en Londres. Después de su penosa estancia en tierras inglesas, volvió a su Francia natal donde se volvería a encontrar con André y sería víctima de un disparo en plena calle que, por suerte, sólo la dejó malherida. André fue condenado a 20 años de trabajos forzosos.
De Lima Flora marchó junto a su hija Aline hasta Londres donde fue testigo de la horrible existencia que tenía la clase obrera, unas vivencias que plasmaría en Paseos en Londres. Después de su penosa estancia en tierras inglesas, volvió a su Francia natal donde se volvería a encontrar con André y sería víctima de un disparo en plena calle que, por suerte, sólo la dejó malherida. André fue condenado a 20 años de trabajos forzosos.
El inicio de la lucha
Todos aquellos años de sufrimiento y peregrinaje por medio mundo maduraron en Flora e hicieron de ella una de las luchadoras más activas del partido socialista. Su obra La Unión Obrera, publicada en 1840, ponía el acento en la necesidad de trabajar por los derechos de los trabajadores. Seis años después publicaba su Emancipación de la mujer, en la que reclamaba para las mujeres el mismo acceso a la educación que los hombres y una situación más igualitaria dentro del matrimonio.
Flora Tristán murió el 14 de noviembre de 1844 en Burdeos a la edad de 41 años. En ese momento se encontraba en plena lucha por los derechos de los obreros y de las mujeres. Pero el tifus terminó con su vida, aunque su legado permaneció gracias a sus obras. Flora Tristán sería un punto de partida importante para la lucha por los derechos femeninos en el siglo XX.
Flora Tristán murió el 14 de noviembre de 1844 en Burdeos a la edad de 41 años. En ese momento se encontraba en plena lucha por los derechos de los obreros y de las mujeres. Pero el tifus terminó con su vida, aunque su legado permaneció gracias a sus obras. Flora Tristán sería un punto de partida importante para la lucha por los derechos femeninos en el siglo XX.
Algunas de sus obras
17 noviembre 2011
Fuente: Mujeres en la Historia