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Retrato de la mujer que lucha, entrevista de Leandro Arteaga, Página 12, Buenos Aires, 27 de diciembre de 2021

 


Ilse Fuskova en El Cairo Cine Público


El documental que dirigen Liliana Furió y Lucas Santa Ana ofrece un recorrido atento sobre vida y obra de la activista del feminismo y lesbianismo en Argentina.


Ilse Fuskova, activista del feminismo y lesbianismo.






Se trata de un retrato admirado, pleno de cariño. El documental Ilse Fuskova, que dirigen Liliana Furió y Lucas Santa Ana, hace dialogar algunas de las muchas aristas en la historia de vida de la extraordinaria activista del feminismo y lesbianismo en Argentina. Azafata, periodista –sus primeros pasos en la revista Chicas, de Divito–, fotógrafa, declarada públicamente feminista ¡en 1978! y lesbiana ¡en los almuerzos de Mirtha Legrand!, creadora –junto con Adriana Carrasco– de los Cuadernos de existencia lesbiana (primera publicación lésbica argentina editada desde el feminismo), autora –con Claudina Marek– del libro Amor de mujeres (1994). Ilse Fuskova es magnífica, el cine debía abordar su historia. Y El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120) ofrece una próxima función el jueves a las 22.30.

A la par de entrevistas a Adriana Carrasco, Diana Maffía, Mabel Bellucci, María Laura Rosa, Elsi San Martín, Mariela Silverstein, Susana Blaustein Muñoz, Amanda Alma, Marcelo Ferreyra y Keno Feldhaus; la película de Furió y Santa Ana exhuma material de archivo al que articula con la radiante actualidad de su protagonista: Fuskova tiene hoy 92 años y continúa en su luminosa lucha por la conquista de derechos.



“Reivindico el reconocimiento, el cariño, el marcar el camino por parte de muchas y muchos que nos preceden. En lo personal, no hubiese podido pararme tan pronto, con tanta convicción, de no haber encontrado el libro de Ilse y sus charlas con Claudina; y en un momento donde estaba saliendo del clóset y después de haber estado muchos años casada, motivo por el cual también tengo una identificación con su historia. Le tengo un enorme cariño y agradecimiento a Ilse”, explica Liliana Furió a Rosario/12. El cine de Furió y el de Lucas Santa Ana se encuentra vinculado a las luchas por los derechos de la comunidad LGTB; en el caso de la primera con su anterior Tango Queerido (2016), película dedicada al movimiento internacional de tango queer; mientras que Santa Ana dirigió El puto inolvidable, la historia de Carlos Jáuregui (2016), documental que junto al dedicado a Fuskova conforma un díptico tan indudable como necesario.

-¿De qué manera aparece la decisión de documentar la historia de Fuskova?

-Fue muy simple, así como es ella: simple y directa. Yo tengo un poco de eso también, aunque estoy muy lejos de su enorme lucha y talento. Sucedió al encontrármela en una muestra de sus obras de arte, de sus fotos, en un homenaje que le hacían en (el Centro Cultural) Tierra Violeta. Cuando fui a abrazarla y agradecerle, le pregunté: ¿cuándo podremos ver un material documental tuyo? Y me dice que no, que no hay nada. ¡Lo tenemos que hacer ya!, le dije, y aceptó de inmediato. Ahí mismo nos embarcamos. La anécdota la cuento siempre porque fue así. Yo me encontré con este honor, el de haber podido llevar a término un relato sobre la vida de una mujer imprescindible, una de las tantas mujeres imprescindibles cuyas vidas nos faltan contar.

-Allí la importancia del cine, había que acercarse a su historia de vida para acercarla a las y los demás.

-Con Lucas Santa Ana entendemos que lo colectivo siempre enriquece, que la diversidad es necesaria, y es eso lo que queda plasmado en nuestros trabajos, ese afán de por lo menos predicar un poco con el ejemplo. Siempre estamos hablando de la importancia de la diversidad y lo comunitario, y en ese sentido el cine es una muestra gigante, y me refiero a los logros de nuestro cine independiente. Tal vez me vaya un poco de tema, pero la estamos peleando, no estamos en la más bella de las situaciones a nivel nacional en cuanto al cine independiente. La luchamos a brazo partido, y lo que estamos padeciendo nos deja realmente atónitos. Pero nos llena el pecho de orgullo y alegría saber que tenemos que acompañar a las películas, más aún los documentalistas. Mi otro documental, Tango Queerido, todavía está dando vueltas por ahí y tengo el placer de presentarlo donde me lo piden. Además, las películas han sido fundamentales en las luchas que hemos llevado adelante por los derechos humanos, por los derechos de las minorías y la diversidad. El cine es una herramienta, y diría también un arma cargada de sentido, que tenemos que seguir bancando y es fundamental.

-¿Cómo accediste al material de archivo?

-El proceso fue complejo y trabajoso, nos agarró la pandemia y los archivos estaban cerrados. Ilse también donó muchas cosas. Por otro lado, ya sabemos que archivísticamente hay una deuda enorme y que atañe al cine. Pero fue maravilloso el aporte de Marcelo Ferreyra, que tiene un archivo envidiable y fue fundamental. Por su parte, Lucas tenía mucho material reunido a partir de su anterior documental, dedicado a Carlos Jáuregui. También María Laura Rosa, la diseñadora de arte, hizo su aporte. Y a Ilse le fui encontrando muchísimas cajas, arcones, verdaderas cajas de Pandora de donde salían un montón de cosas. La más valiosa fue una gigante, con unos 50 VHS sin digitalizar; de allí hicimos una selección que es lo que se ve en el documental.

-Es imposible no reparar en la irrupción mediática que hace Fuskova, con tanta claridad como para saber cómo desempeñarse en la pantalla televisiva ¡de Mirtha Legrand!

-¡Y con qué parsimonia, con qué lenguaje amoroso! Supo cómo llegar tanto a una señora paqueta de Barrio Norte como a la señora de barrio. Esa magia que tiene Ilse, ese carisma, es algo que ayudó mucho, y eso está bien claro en la película. ¡Las perlitas con Moria no se pueden creer!

-Por otra parte, pienso en los vínculos familiares y políticos, como la relación de Ilse con su nieto, vinculado con la protección del medio ambiente.


-Hay una amistad enorme con su nieto, es una posta generacional. Un montón de pibas y pibes hoy van a poder conocer a Ilse, porque hay muchísima gente de las nuevas generaciones que no saben quién es; ese nieto la tiene como referente y sigue adelante con otras luchas, tan necesarias como el cambio climático y ecológico, consecuencias de la devastación que genera el capitalismo salvaje.


Leandro Arteaga
Página 12, Buenos Aires
 27 de diciembre de 2021

Fuente Página 12




Feminista, lesbiana y activista: Ilse Fusková, de reportera gráfica en "Para Tí" a artista y símbolo de los derechos de las mujeres / Juan Batalla, Infobae, Buenos Aires, 17 de agosto de 2019

El ojo fotográfico de Ilse Fusková

Comenzó como fotógrafa para varios medios y con el tiempo su obra se convirtió en activismo y arte. Fue la primera artista que habló de lesbianismo en la televisión argentina y estuvo detrás de la primera Marcha del Orgullo Gay, así como de importantes publicaciones de género. Hoy, una muestra de Walden recupera su obra detrás de la cámara.


Fusková en 1948


"¿Hay muchas lesbianas en la Argentina?, ¿y sospechadas muchas?" La pregunta -que hoy sería alimento de Twitter- la realiza la conductora de TV Mirtha Legrand, en un almuerzo de los '90. La que responde es la fotógrafa Ilse Fusková, quien presenta estos días una muestra en Walden: "Muchas. Pienso que es un gran dolor no poder decirlo abiertamente, porque es como tener una vida dividida, una para afuera y otra en la intimidad".
Aquel programa histórico, en el que se dialogó abiertamente sobre homosexualidad, hoy regresa con mayor fuerza, situado en un momento de recuperación de ciertas personalidades que realizaron, lejos de las cámaras, grandes aportes por los derechos civiles, en especial el de las minorías, y que en muchos casos, sean intelectuales, artísticos o militantes, fueron silenciados. Ya no más.
Su participación en Almorzando es una más de las tantas historias que colocan a Fusková como una referente de los movimientos feministas y lésbicos. Un par de años después, la artista marchaba con otras 249 personas en la primera marcha del orgullo gay. Su presencia no fue casual, ella había sido organizadora del encuentro junto a Carlos Jáuregui. Y hoy, la muestra de Walden vuelve a poner el acento en los trabajos de una fotógrafa que mostraba una sensibilidad para revelar, durante los '50, la desigualdad como respuesta al desarrollo y ya en los '80, una postura estética organicista (y militante) a favor de los derechos de las mujeres.
Cuenta la historia que aquel programa de Mirtha anduvo muy bien en el ráting y que esperaban organizar otra mesa del mismo tenor. "Mis compañeras me decían que no vaya, ¡que me iban a decir de todo! No les hice caso. Fue tan impresionante la repercusión que tuve que Mirtha quería repetirlo, pero no la dejaron. El texto de un sacerdote escrito en un diario decía que yo había dicho algo terrible. ¡No me importó! Habíamos instalado el tema", dijo Ilse a Hamartia, en una entrevista.

Fusková fue azafata de Scandinavian Airlines (Gentileza DamiselasEnApuros.blogspot.com)



De azafata a fotógrafa documental
Fusková (Buenos Aires, 1929) ingresó al mundo de las instantáneas y los cuartos oscuros a través del periodismo. Felka —pseudónimo que utilizó para firmar sus primeras capturas— se desempeñaba como azafata y periodista en medios como El Hogar, Chicas, Histonium, Mundo Argentino, Para Tí y Lyra.
Su vida es la de una artista que supo reinventarse, no siguiendo las vanguardias o las tendencias del momento, sino buscando su propio sentir, su propia voz. Esa mutación constante puede verse en un detalle, nada menor y es cómo el que a lo largo de su trayectoria fue modificando su firma: sus primeras imágenes llevaban el nombre Felka a secas; luego -estuvo casada por 30 años y tuvo tres hijos- sería Felka Kornreich; a fines de los 70, antes de divorciarse, fue Ilse Kornreich y luego de la separación eligió el apellido paterno, Ilse Wunche, hasta que finalmente adoptó el actual.
En la planta baja de la galería Walden, se pueden apreciar dos series fundacionales de aquellos años '50 en los que su labor fotográfica comenzaba a destacarse. Son, por un lado, seis piezas de la Serie Isla Maciel y otras 7 de la Serie San Telmo.

En la primera, Felka se centra en captar a las niñas y niños, donde se destacan expresiones sencillas, tamizadas por la inocencia. La mirada tiene un corte social, de exposición, casi de denuncia si se piensa que más allá de que no son "robadas" desde la distancia, el contexto está allí, la pobreza de los pies descalzos, el orgullo por poseer un barrilete, la ropa gastada de talles más pequeños, que transitan el camino a convertirse en jirones, aunque a ellos no parezca importarle. Las expresiones de desasosiego, la alegría instantánea, la mirada melancólica como si fueran pinturas de Ramón Gómez Cornet, todo está allí.
La Serie "Isla Maciel"

“Hombre y niño frente a la casa”, de la serie San Telmo, 1956


En la segunda serie, la artista captura pequeños momentos del emblemático barrio porteño, postales que se centran más en los detalles, que revelan más su curiosidad inquieta y el juego con la forma y la luz, por sobre el concepto. Ventanas rotas, largos pasillos que llevan hacia algún lugar no revelado o una escultura, allí, con esa soledad de soledades, de una pieza de arte que es en sí una excusa para otra.
La libertad de pasear sola, tal el nombre de la muestra, revela esa transición, la de una mujer que a partir de su profesión comienza a desandar una ciudad que se abre, que se revela. La curadora de la muestra, María Laura Rosa, conoce como pocos (quizá como nadie) la obra y la vida de Fusková. En ella basó su tesis doctoral y fue parte de su libro Legados de libertad: el arte feminista en la efervescencia democrática (Biblos, 2014), además de haber curado otras muestras con obra de Felka.
A fines de los '40, Fusková abandonó su trabajo como azafata y comenzó a trabajar en la Revista Chicas, dirigida por el playboy argentino Divito, padre de la masiva Rico Tipo. Eran años en que la bohemia se concentraba en la zona de Retiro, que vibraba por sus galerías de arte, el café del Florida Garden, el Instituto de Arte Moderno, el teatro Los Independientes o la redacción de la Revista Sur, lo que significaba un devenir constante de artistas, intelectuales y estudiantes, entre otros.
De su relación con el mundo del arte
La muestra presenta 26 retratos de figuras de la cultura

"Ilse era una mujer de los 50, que pasea libremente por la ciudad de Buenos Aires, algo que todavía no era muy frecuente, pero tampoco muy extraño. Ella escribe entonces en la Revista Chicas y a partir del '51 ya tomaba fotografías. Ese caminar libre, favorecido en parte por su labor de reportera, la lleva a capturar de manera poética a personas simples, generando un contraste entre la riqueza cultural y aquellos que quedaron en los márgenes", explicó Rosa a Infobae Cultura.
En uno de aquellos paseos por el corazón de la ciudad conoció a quien se convertiría en una persona fundamental en su vida, el artista Alberto Greco. Cuenta Ilse en una entrevista que él se le acercó para preguntarle si ella era Felka y que a partir de aquel encuentro no se separaron, hasta que él partió hacia París. En la exposición, esta cercanía con Greco se reproduce en tres imágenes: en una él está con su familia, en otra con Isabel Molinero y en la tercera en su atelier.
Alberto Greco, por Ilse Fusková

Retrato de Beatriz Guido, Carlos Alonso en su estudio  y Marta Gavensky y Sergio De Cecco
en una función de títeres en San Telmo 






"Ella fue reportera y ya había tomado fotografías antes de Alberto Greco. Aunque conocerlo le posibilita llegar a personajes del ámbito de la cultura, pero ya había retratos por San Telmo y la Isla Maciel". Y es que en la muestra de Walden además se puede apreciar más de 20 fotos de personas relacionadas con la cultura, desde Landrú y Carlos Alonso a Fernando Birri y Beatriz Guido.


"Luego, tuvo una amistad con Horacio Coppola, a quien conoce a través de Greco. También conoce a Grete Stern, pero no estudia con ellos. Su conocimiento del arte fotográfico es autodidacta y surge un poco desde su experiencia gráfica. Con Coppola toma clases pero recién a partir de los '80, cuando forma parte del grupo Imagema, donde tiene un contacto más directo con él, pero no fue por mucho tiempo", agrega la curadora.

El Zapallo o el paso al arte conceptual y al activismo


"Este andar libre de los '50 alimenta su espíritu activista de los 80 y 90, se conecta con esa militancia posterior durante última dictadura militar y la democracia".

Como en 1947, The Buenos Aires Herald causó un impacto profundo en su vida. La primera vez, cuando aún era una adolescente, leyó un anuncio de búsqueda de azafatas por parte Scandinavian Airlines. En 1978, otra vez un aviso en contratapa, tuvo conocimiento de la revista Persona, una de las primeras publicaciones feministas de Buenos Aires, y a partir de aquella inquietud conoció a María Elena Oddone, fundadora del Movimiento de Liberación Femenina y su arte comenzó a dejar la representación documental y se volcó hacia lo conceptual, con el eje puesto en la mujer.


Así surge su emblemática serie el Zapallo (1982), presente en la muestra de Walden, que se expuso en los últimos tiempos de la dictadura en los Talleres Brígida Rubio y en Lugar de Mujer y en la que realiza una analogía biologista entre la fecundidad -representada en las semillas-, lo interior como motor por sobre lo exterior, la forma.


"La del Zapallo es la primera serie de arte específicamente feminista que tuvo Buenos Aires, ya sobre el final de la dictadura. Ella explora la mirada desde una mujer al cuerpo de otra mujer, con un contacto directo con el cuerpo, con la fertilidad femenina y ese jugar con un zapallo cortado a la mitad que remite a formas orgánicas".


Otro momento crucial en su aporte de activismo artístico fue la publicación del primer Cuaderno de existencia lesbiana, en 1987, que llevó adelante junto a Adriana Carrasco, y que fue la piedra basal de difusión sobre un tema del que hasta ese momento no se hablaba y mucho menos publicaba. Hace una poco más de una década, la obra fue reeditada en un solo volumen por la Librería de Mujeres, aunque hallarlo no es sencillo.





De la serie “Zapallo”, 1982, fotografía blanco y negro




Cuaderno de existencia lesbiana (Librería de Mujeres), Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy (Planeta) y Legados de libertad: el arte feminista en la efervescencia democrática (Editorial Biblos)




La serie prohibida


En 1988, como parte de la muestra Mitominas II. Los mitos de la sangre, presentó una serie fotográfica inspirada en el informe de Shere Hite, socióloga y sexóloga estadounidense de origen alemán. Allí, capturaba a una pareja de lesbianas pintando su cuerpo con sangre menstrual.


El escenario fue el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires; en la actualidad Centro Cultural Recoleta, y aún antes de la apertura hubo polémica y la serie de cinco imágenes nunca fue exhibida.

Infobae Cultura consultó a la curadora por la ausencia de estas imágenes en la exhibición: "Esta serie fotográfica no se llegó a exponer en el ámbito del arte, pero sí en el feminista. Estaba pensada para la exposición Mitominas II, pero finalmente el grupo decidió que no se expusiera por temor a que las censuraran. Lo anecdótico es que una obra de Liliana Maresca, que era un cristo con una transfusión de sangre, no le hizo ninguna gracia al párroco de la Iglesia del Pilar, que estaba al lado en Recoleta, y terminaron desplazando la obra hacia un espacio no visible". Sin quererlo, Fusková exponía las contradicciones dentro del colectivo lésbico.

En 2016, en la muestra Mitominas, 30 años después, también en el Recoleta, parecía una buena oportunidad para finalmente conocer estas piezas que por mucho tiempo parecieron pertenecer al ámbito de la leyenda. Pero otra vez no fue posible, en esta oportunidad porque una de las modelos que posó para la obras no dio su autorización para que fueran mostradas en público.

"Esas fotografías son un trabajo colectivo, una de las mujeres que posa no quiere que circule por el ambiente del arte. Esas obras están en la casa de Ilse, las he trabajado, y se encuentran en mi libro Legados de libertad en el capítulo dedicado a Ilse. Allí están, pero no se puede mostrarlas, una pena, pero hay que respetar la decisión de la persona que posa", dice Rosa.

De su relación de 22 años con la fallecida activista Claudina Marek surgió Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy (Planeta, 1994), en diálogo con Silvia Schmid. Marek fue una de las tantas mujeres que le escribieron luego de haberla visto en el show de Legrand.

En 2008 fue homenajeada en el Primer Encuentro Nacional de Mujeres Lesbianas y Bisexuales de Rosario y en 2015, declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña, convirtiéndose así en la primera activista lesbiana oficialmente reconocida en el marco de los derechos humanos.

"Su lucha tenaz por modificar un sistema patriarcal heterosexista que somete a las mujeres y a las lesbianas la eleva a la máxima referencialidad lésbica de nuestro país, ejemplo y estímulo para muchas de las generaciones posteriores", dijeron durante la ceremonia de premiación porteña.




Fusková el día que fue nombrada Ciudadana Ilustre de la Ciudad (Infojus)





La muestra está compuesta por seis series diferentes y también fotografías y notas de su labor periodística






Con Claudina Marek coescribió “Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy”


Como en sus fotos de los '50, como en su serie del Zapallo, Fusková siempre reveló un ojo por el compromiso, más allá de la estética, y hoy, pasados los 90 años, pone su energía en campañas contra la contaminación y el respeto por la ecología, dentro del grupo Conciencia Solidaria. Su espíritu, su deseo de avanzar, de luchar por las causas que parecen imposibles sigue vigente. Como su arte.
Por Juan Batalla
jbatalla@infobae.com





*Ilse Fusková, la libertad de pasear sola
Walden, Viamonte 452, San Nicolás
De lunes a viernes de 13 a 17 hs
Hasta el 6 de septiembre
Entrada gratuita


Fuente: Infobae


ILSE FUSKOVÁ
LA LIBERTAD DE PASEAR SOLA

Fotógrafa, artista, reportera y flâneuse urbana, Ilse Fusková es un importante personaje de la cultura urbana de Buenos Aires.

En los años 50, Fusková captura poéticamente tanto a personajes simples, a quienes enaltece, como a destacados intelectuales y artistas, a quienes humaniza. Asimismo se detiene en su riqueza cultural y en quienes quedan a los márgenes del proceso modernizador.

Por entonces, la esfera pública y la privada se configuran, estableciendo al ámbito doméstico como el territorio femenino obligado. Son atípicas las mujeres que se desplazan, no por necesidades económicas, sino por el placer de experimentar la libertad de caminar y de estimular la imaginación y el sentido creativo. Dicho acto significa un gran paso para la mujer en su afirmación como sujeto autónomo. La fotografía, arte nacido durante la modernidad, coincide y promueve estas conquistas.

A finales de los años 70 Ilse Fusková se une al Movimiento de Liberación Femenina. En este contexto lleva a cabo una profunda reflexión sobre la mirada de la mujer y la construcción de su identidad a través del desnudo femenino. En su serie El zapallo (1982) busca ampliar los cánones tradicionales de su representación fotográfica, conformando una de los más importantes trabajos artísticos feministas aún bajo gobierno de facto.

Durante los 80 realiza varios talleres en Lugar de Mujer, espacio creado en Buenos Aires en agosto de 1983. Allí comienza su práctica activista —primero feminista y luego lésbica— en paralelo con la urgencia por emprender el proceso de despatologización de la homosexualidad en Argentina. En 1992 organiza junto a Carlos Jáuregui la primera marcha del orgullo LGBTTQ+ de Buenos Aires.

Fusková es una flâneuse moderna y a una activista contemporánea. Durante la modernidad ve a la ciudad como fotógrafa sensible y fascinada. Décadas después, la toma como un laboratorio en donde subvertir al sistema heteronormativo.

Su caminar es político, su contemplación, poética.



Fuente: Galería Walden


Amazona del paraná 

Por Ilse Fuskova, Página 12, Buenos Aires, 5 de febrero de 2016


La semana pasada murió Claudina Marek (1947-2016), coautora del libro publicado en 1994 Amor de mujeres –emblemático testimonio sobre el lesbianismo en tiempos en los que era sinónimo de silencio– y chonga entrerriana pionera de las primeras marchas del orgullo. Aquí la recuerda Ilse Fuskova, su gran amor por más de veinte años y amiga para siempre.


Claudina pasó los últimos años de su vida en su pueblo natal, Diamante, en Entre Ríos. Todas las semanas hablábamos por teléfono, muchas veces más de una hora. Era increíble que después de tantas décadas tuviéramos tanto que decirnos, pero así era. En parte era por la energía que tuvo toda la vida, que le permitía trabajar de sol a sol como maestra en Entre Ríos para juntar lo suficiente para mantener a sus hijos adoptivos, luego, sus jornadas maratónicas en Buenos Aires, estudiar joyería, la carrera de grabado en la Escuela Prilidiano Pueyrredón. Claudina era, y viviendo juntas lo pude corroborar, un torbellino vital. Estuvimos veintidós años juntas, con las altas y bajas propias de las parejas de larga data. Hoy puedo decir que ha sido mi gran amor. Ella se crió en un pueblito y era maravilloso porque hasta que nos conocimos no tenía idea del término “lesbiana”, pero al mismo tiempo había sido una lesbiana segurísima desde muy pequeña, enamorada de maestras y compañeritas de colegio. Nuestra vida juntas estuvo llena de sorprendentes casualidades. Para empezar, el día en el que yo salí en lo de la Legrand –es historia conocida la del mensaje lésbico que transmití desde su mesa televisada– Claudina estaba en su casa porque se había enfermado y por eso estaba mirando la tele. Hubiera sido imposible que me viera cualquier otro día, porque trabajaba sin parar. Ella me contaba que ahí fue: verme en la pantalla, flechazo y revelación. Empezó a escribirme y llamarme por teléfono. Yo estaba algo miedosa, sorprendida, separada después de haber estado treinta años casada con un hombre, y esta jovencita –porque en ese momento Claulina andaba por los treinta y yo por los cincuenta– me descolocaba un poco. Me contaba cosas tremendas desde Diamante, como que al “enterarse” la habían sacado de su rol de maestra y la habían puesto como bibliotecaria. Pero pronto eso fue un problema porque a la biblioteca también van los niños y en esa época se creía que nosotras éramos realmente peligrosísimas para ellos.
A los cuatro meses se vino a vivir conmigo y comenzó un amor muy entrelazado con la militancia. Nos acercamos juntas a ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer), nos reuníamos horas y horas para leer material teórico sobre lesbianismo. La recuerdo incansable, durmiendo conmigo apenas algunas horas para levantarse casi de madrugada para irse a trabajar como docente al Conurbano. Yo por esa época había descubierto que si administraba lo que tenía y me ajustaba un poco el cinturón, podía vivir sin trabajar, que a mí me parecía maravilloso en ese momento. Comenzaron también nuestras vacaciones en el Chuy (Uruguay), a donde íbamos con otras amigas lesbianas y con nuestras gatas. Fundamos Convocatoria Lesbiana, desde donde contribuimos a impulsar la Primera Marcha del Orgullo. Carlitos Jáuregui se volvió muy amigo nuestro y nos invitó a que formáramos parte de su grupo gay, donde leían entre otras cosas muchísimo feminismo. En la primera marcha Claudina tuvo que ponerse una máscara, yo no, porque, claro, yo no trabajaba. Era todo muy osado para la época, o así lo veíamos: marchar y cantar frente a la Catedral, frente a los ministerios, disfrazarnos de milicas y besarnos en plena calle. En 1994 publicamos juntas Amor de mujeres. El lesbianismo en la Argentina, hoy. Surgió después de vivir algunos años juntas. Había contraste entre nosotras. Yo venía de una familia de clase media intelectual. Me interesaba por las mujeres, pero en un sentido más etéreo. Me interesaba lo que escribían, lo que pensaban. Pero el sexo y la piel de las mujeres no habían formado parte de mi mundo hasta que fui bastante grande. Y Claudina que venía de un pueblito rural, que nunca había escuchado la palabra lesbiana, lo tenía todo muy claro desde los cinco años. Entonces pensamos: tenemos que hacer un libro con estas dos historias tan contrastantes. Pensamos en fotocopiarlo y repartirlo de mano en mano. Pero al poco tiempo lo aceptó la editorial Planeta.
Ahora, después de despedirla, releo en Amor de mujeres la historia de Claudina. Revivo su amorosidad. Los recuerdos incalculables después de tanta vida juntas. Y sé que Claudina no va a salir de mí hasta el último minuto de mi vida. Ambas compartimos creencias sobre el alma. Y en esas extensas charlas telefónicas de los últimos años hemos fantaseado con la posibilidad de que en algún momento nuestras almas puedan tal vez encontrarse en algún otro lugar del cosmos. Estoy segura de que todo esto no se termina en el cuerpo. Así que, hasta pronto, amor.

©Ilse Fuskova



La cámara de Felka
entrevista de Silvana Jáuregui / Fotografía: Véronique Pestoni
Fuente: Hamartia

Estuvimos en la Sala Abraham Vigo del Centro Cultural de la Cooperación en la Muestra ¨La curiosidad de Felka: Ilse Fusková fotógrafa (1950-1980)". Es el subtítulo de la muestra que recorre treinta años de su mirada lúcida, libre y sensible.



Ilse Fusková, como finalmente decidió llamarse, nació en Buenos Aires, en 1929. Es una de las más destacadas referentes del lesbofeminismo en la Argentina. Cuenta que la ayudaron el azar y el momento oportuno. Como una partida de ajedrez, sus pasos fueron armando un maravilloso tablero de mujer libertaria, junto con el arte que supo teñir gran parte de su vida. De padre alemán y madre checoslovaca, Felka -seudónimo que utilizó para firmar sus fotografías de los años cincuenta- creció viajando y persiguiendo sueños: estudió periodismo, fue reportera gráfica y trabajó de azafata durante los años cuarenta. Colaboró con reportajes y comentarios de cine en revistas como El Hogar, Mundo Argentino, Para Ti y Lyra.

Ilse recuerda especialmente su paso por la Revista Chicas: “Una tarde vi colgada en un kiosco la revista Chicas, dirigida por Guillermo Divito, dibujante de la famosa revista Rico Tipo, con una tirada masiva. Chicas apareció en 1948, con una salida mensual. Abordaba todo tipo de temas: entrevistas a actrices famosas, análisis de películas argentinas, cuentos, diseños de muebles, críticas de libros y columnas sobre moda, cocina, reuniones sociales y horóscopos. Abandoné mi trabajo de azafata y dediqué mi tiempo a escribir sobre la mujer joven moderna. Firmaba mis columnas como Felka. Fui feliz.”

Eran los años cuarenta y la bohemia artística e intelectual se movía por la calle Viamonte, desde Florida hasta Plaza San Martín. Todo se concentraba en esas cuadras: las galerías de arte, la Facultad de Filosofía y Letras, la redacción de la Revista Sur, el Instituto de Arte Moderno y el teatro Los Independientes.

“Me encantaba caminar por esas calles cuando salía de la redacción. Tomar café en el Florida Garden, donde toda la bohemia se reunía. Una tarde de invierno fui a una exposición en una galería en Viamonte y Florida. De pronto, alguien se acercó para preguntarme si yo era Felka: ‘Sí, soy yo’, respondí. Entonces se presentó: ‘Soy Alberto Greco’, me dijo. Desde ese día estuvimos siempre juntos, hasta que se fue a vivir a París. Nunca me dijo que era homosexual. Contemplábamos en silencio aquella cuidad que se mostraba moderna y exultante”.

Greco y Felka fueron grandes amigos y confidentes. En una de las fotos de la exposición se los ve caminando por el Pasaje Seaver, en 1957, dejándose llevar por las circunstancias.

Greco le presentó al fotógrafo Horacio Cóppola. Enseguida empezó a estudiar con él y con su compañera, Grete Stern. Recuerda: “Mi primera obra como fotógrafa fue retratar la vida diaria de la gente en la Isla Maciel”. Ellos quedaron retratados en la Muestra y en su memoria.

También formaron parte de la muestra los retratos fotográficos de Beatriz Guido, Carlos Alonso, la titiritera Mané Bernardo, Carmen Gándara, Mabel Rubli, Landrú, todos amigos/as del mundo del arte y la literatura.

En 1979, gracias a un anuncio aparecido en el periódico Buenos Aires Herald sobre la revista Persona, de María Elena Oddone, conoció a la fundadora del Movimiento de Liberación Femenina, influida por la amistad que tenía con los fotógrafos Grete Stern y Horacio Cóppola. Fueron ellos quienes la incentivaron para girar hacia una fotografía más vinculada a lo artístico que a lo documental. Fue ahí cuando tomó contacto con las feministas argentinas.

Su cara se ilumina cuando dice: “¡El feminismo me salvó la vida! Me hizo ver que las cosas que estaba viviendo -la descalificación, la falta de apoyo en la vida doméstica, familiar- eran parte de un sistema. Cuando descubrí esto salí de una profunda depresión”.

Ahí llegó el fin de su matrimonio. Fueron años de búsqueda pero de gran aprendizaje para Ilse. En esto de hurgar y descubrir acerca de lo femenino, sobre cómo nos miramos y nos miran, es que observó en el mercado las sutilezas, pliegues, semillas y encantos que tenía un zapallo abierto. Así fue que comenzó una investigación sobre el desnudo femenino. En 1982 realizó una serie de fotografías exponiendo en los Talleres Brígida Rubio y en Lugar de Mujer, al año siguiente. El Zapallo consistió en una serie fotográfica integrada por diez trabajos que referían directamente a la fecundidad femenina.

“Ver zapallos grandes cortados por la mitad era ver un mundo de magia, porque estaban llenos de telones dorados, de semillas. Yo no sé si alguna vez vieron un zapallo así. Para mí era una cosa divina, llena de fertilidad y me dije: ‘yo quiero hacer una serie de fotografías con esto’. Me compré, entonces, el zapallo”.

María Laura Rosa, amiga de Ilse, curadora e historiadora feminista del arte argentino, además de ayudarla en la selección de los trabajos para la muestra, explicó y transcribió conceptos vertidos por Ilse sobre aquella serie. Una de sus obras fue expuesta y fue ícono de su gacetilla. “La serie se detenía poéticamente en dos desnudeces: la del zapallo – en toda su carnosidad interna – y la de la modelo”. Ilse Fusková expresó que el cuerpo desnudo de la mujer era un tema tabú por entonces en nuestra sociedad: “La mayoría de las mujeres en la cultura occidental nos vemos a través de la mirada distorsionada de una sociedad dominada por varones. Esto es verdad para todo nuestro ser y muy especialmente para la percepción que tenemos de nuestro propio cuerpo (…) Yo pienso que el cuerpo de la mujer es objeto de deseo del macho, que ese cuerpo le fascina y también le da miedo. Sin embargo el cuerpo desnudo de la mujer, sin las contorsiones de la seducción, es una imagen prohibida (…) La desnudez del cuerpo de la mujer es un derecho que nos es absolutamente negado”.

Continúa leyendo (y apreciando las fotos) en: Hamartia

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