De niño sufrí de asma y eso me hizo ser muy introvertido y víctima de bullying. Me refugié incansablemente en los libros de Cervantes, Dumas, Salgari, Zweig, Shakespeare, Wilde, Lope de Vega, Hess y Melville. Definitivamente, “el arte me salvó la vida”.
Recuerdo la Escuela Experimental Venezuela, al Liceo Andrés Bello, la Universidad Central de Venezuela y al Teatro Universitario dirigido por Nicolás Curiel, donde conocí y compartí con Cabrujas, Álvaro de Rosson, Elizabeth Albahaca y Antonio Llerandi. “El Techo de la Ballena” se fundó en el garaje de mi casa en el Conde; allí conocí a brillantes personajes como Carlos Contramaestre, Rodolfo Izaguirre, Adriano G. León, Fernando Irazábal, S. Garmendia y Caupolicán Ovalles. En Sabana Grande conocí entre otros, a Rafael Cadenas y Renato Rodríguez.
Mi madre se mudaba constantemente por distintos barrios de Caracas, de ahí mi espíritu aventurero que me llevó a visitar muchas ciudades del mundo. Mi primer viaje fue a Cuba en 1961 al Festival Mundial de la Danza, con el Ballet Nacional de Venezuela.
En 1963 fui invitado a un curso de danza contemporánea con Martha Graham en NYC, y asistí gracias a la colaboración de María Teresa Castillo, Mariano Picón Salas y Hans Neumann. Allí conocí a Marisol Escobar y an Andy Warhol con quien colaboré en varias de sus películas. Esto marcó mi vida y al regresar a Caracas, monté junto a Cabrujas los primeros espectáculos multimedios realizados en el país, Testimonio y Homenaje de Henry Miller.
Después me instalé en NYC donde compartí experiencias con Allen Ginsberg, Timothy Leary, entre otros, y fundé el primer grupo de artistas jóvenes latinoamericanos de vanguardia, “Foundation For The Totality”.
Ya he superado el amor/odio por el país (la madurez). Espero que cuando llegue el día del último suspiro, mis cenizas sean esparcidas por esas ciudades donde viví... Amén.
Fuente: Papel Literario, El Nacional