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El gran preguntador: conversación con José Pulido/ por Julio Bolívar, foto Javier Cedeño Cáceres, Noticias JR, 28 de enero de 2019






Desde que el periodista, escritor y poeta José Pulido se puso a escribir desde otra distancia, ya no es posible verlo en la avenida Urdaneta esperando una camioneta que lo lleve a Bello Monte, donde vive con su esposa la también periodista Petruska Simme y su nieta de ojos grandes e iluminados. Sabemos de él por las noticias culturales, las redes sociales, un poeta que es traducido al italiano y un poco común embajador de los poetas venezolanos en Italia.

El cambio de horario nos obliga a escribirnos por messenger, por allí tocamos los temas de siempre que tiene que ver con los amigos comunes, las visitas a viejo historiador Guillermo Morón y una especie de cofradía de caroreños y larense visitando al viejo maestro de Cuicas devenido en caroreño. Recientemente El Papel Literario de El Nacional decidió publicar una selección de sus entrevistas, tan actuales que parece que las acabara de hacer, en esta conversación quisimos tocar esa faceta del periodismo con uno de sus mejores cultores.

Siempre has sido identificado como un narrador, o un poeta, por supuesto con razón y obra, pero antes que narrador eres periodista. Háblame de ese oficio en tu vida.

Escogí el periodismo porque deseaba ser escritor. Tuve leves inicios de obrero y de agricultor, pero sin destrezas manuales. Era poeta. Desde niño me gustaba conocer el origen de las palabras. Escribía sonetos que aprendía leyendo a los clásicos y a Cruz Salmerón Acosta. Primero fue la poesía. Era una obsesión. Y eso me hizo leer y escribir mucho. Decidí que me dedicaría a escribir. Busqué el oficio ideal para sobrevivir y escribir a la vez. En Villa de Cura comenzó a destacarse en el periodismo un amigo, un paisano de mi generación, Oldman Botello. Y dije “Me gusta lo que hace Oldman” y ese fue el arranque del periodismo.

¿Cómo fueron tus primeras notas en los periódicos de Villa de Cura, tu lugar de nacimiento?

Mis primeras notas ocurrieron en periódicos que yo mismo creaba y hacía con esténcil. Luego escribí en pequeños semanarios y una vez me publicaron un reportaje en El Regional de Maracay. Publiqué muy poco en ese diario, pero hacía mis propias fotos. Después tuve mi primer trabajo serio en El Regional de Valencia.
En Villa de Cura escribí notas con mucho humor. Y algunas fueron para reclamar lo mal que estaban las calles. Siendo muy joven me conocieron un poco a nivel nacional porque en El Gallo Pelón me publicaron un soneto humorístico muy en la onda de lo que escribía Aquiles Nazoa.

Nadie te imaginaría como jefe de un periódico católico, pero lo fuiste en San Cristóbal, puedes contarnos tu relación con la iglesia y el periodismo católico.

El Diario Católico de San Cristóbal, estado Táchira. Una experiencia preciosa. El director era monseñor Nelson Arellano Roa con quien aprendí mucho. Tenía un gran sentido del humor y le gustaba mi manera de trabajar y de escribir. Me apoyó en todo. Él y Marina Rivas, quien era la administradora del diario nos dieron el más cariñoso y fuerte apoyo a Petra y a mí. Me gustó esa experiencia porque no solo se trataba de difundir conocimientos: también de ayudar en concreto a cada comunidad difundiendo sus inquietudes, necesidades, su cultura. Siendo yo tan pecador, el padre Nelson me soportaba y me animaba. Hasta lo ayudé una vez en misa. Pero me reprochaba a veces porque me bebía el vino de consagrar.

Cómo fue tu experiencia en Valencia en el diario El sol.

Fue un sueño, un diario que duró poco. Igual que el sol desde la mañana a la tarde. Ya ahí desarrollaba mi modo de acercarme a la comunicación: narrativa y poesía revueltas con el periodismo. Fue un proyecto que no cuajó. Ni siquiera recuerdo la sala de redacción.

Has publicado un libro con grandes entrevistas, Muro de confesiones y La sal de la tierra, no sé si coincides, pero pereciera que en cada entrevista esperamos a un observador que estructura la conversación como si fuera un relato que describe al personaje entrevistado. Recuerdo la imagen de la mosca revoloteando sobre la chaqueta de Julio Cortázar y su café. ¿La ficción siempre acecha tus textos periodísticos? ¿O te sientes deudor de aquello que se llamó “El nuevo periodismo” que nos ha dado a estos cronistas contemporáneos?

Descubrí el nuevo periodismo después que hacía algo parecido, aunque yo aprendía en cada entrevista, no era un periodista con la conciencia y el talento de Gay Talese o Tom Wolfe. En mis entrevistas la ficción es aquello que me imagino en torno a los entrevistados. Trato de reflejar sus verdades y sus mentiras y de ubicarlos en el lugar que quizá les corresponde. El lugar que podría corresponderles de acuerdo a su sensibilidad.

Tu vida transmite una pasión eterna con el periodismo, un día estás en la redacción de un periódico, otro en una revista; pero en particular siempre con entrevista a artistas de diversa índole, ¿qué importancia le das a ese ejercicio de preguntar? Más allá del personaje entrevistado, de su fama, o del libro o la obra de teatro reciente ¿qué buscas en el entrevistado?

El periodismo es mi oficio y trato de hacerlo siempre, aunque no me paguen, porque se trata de un servicio que debo prestar a la gente, a la sociedad y a mi mismo: es lo que sé hacer y debo hacerlo…como hablar, como respirar. En el entrevistado busco el porcentaje de autenticidad y de sinceridad que contengan tenga su existencia y su persona.

Algunos dicen que para hacer una buena entrevista solo necesitas conseguir a una celebridad, más o menos revisar lo que ha hecho y ya está, listo, preguntar lo consabido. ¿Qué piensas al respecto?

Voy a decir algo ya dicho: hay quienes harían un caliche, una mala entrevista, si tuvieran la oportunidad de entrevistar a Jesucristo. Y hay quienes pueden lograr una maravillosa entrevista haciendo preguntas al señor o a la señora que barren la calle.

¿Por qué te gusta entrevistar en medio de tanta visibilidad y grandilocuencia mediática, donde cada quien se promueve como quiera, o se autoentrevistan? ¿Cuándo entrevistas cuál es tu objetivo?

Mi objetivo primordial es que en la entrevista haya algún párrafo o alguna frase que le sirva al espíritu o a la mente del lector. Definir al personaje de la manera más justa. Y más contundente. Y más estética. Y que al mismo tiempo la gente pueda saber cuán justo o errático es el entrevistador.

Hay entrevistadores que han logrado desaparecer al preguntar, dejar solo al personaje que despliegue sus ideas, casi que las preguntas se las hiciese el mismo. Como una reflexión. ¿Qué piensas de este tipo de periodismo?

Cada entrevistado es distinto. También cada entrevistador. Si decides que el entrevistado haga todo, sería más honesto que el entrevistado escribiera su entrevista. La entrevista es un diálogo entre alguien que quiere vender una imagen y alguien que trata de que esa imagen contenga la menor cantidad de mentiras posible.

¿Planificas las entrevistas, estudias la obra de los entrevistados o surgen las preguntas en la conversación?

A veces se analiza al entrevistado, se estudia su obra. Cuando estás trabajando en una redacción te sale la pauta el mismo día: “entrevista a fulano” y si no sabes nada de fulano debes sincerarte con el entrevistado y hacer el mejor trabajo posible. Hay entrevistados que solo desean publicar su punto de vista, su interés y lo demás les resulta indiferente.

He leído, la manera como escribes ciertos acercamientos a la biografía, con pintores, músicos, pero no con narradores o poetas o políticos. ¿Por qué la preferencia con la música y la pintura?

No he tenido preferencias. He entrevistado a tantos poetas y escritores como a pintores y músicos. La biografía ha surgido con Dudamel porque me la solicitaron y me encantó la idea. Con dos o tres pintores a quienes he hecho biografías, ha sido por cuestión de amistad. Y mis biografías son en realidad muy fallidas, muy emotivas. Ningún amigo escritor o poeta me ha pedido que le escriba la biografía porque narradores y poetas en el fondo acarician la idea de escribir algún día sus memorias.

Tu trabajo por medios impresos, como El Nacional, te dio la oportunidad de conocer a muchas personas, recientemente el Papel Literario del mismo periódico que ahora es digital, decidió publicar algunas de tus entrevistas, que motivó al medio a recordarnos aquellas entrevistas, ¿cómo se decide cual se publica y cual no?

No lo sé, me parece una de las ideas del escritor y editor Nelson Rivera, quien siempre ha sido justo y certero y es además un buen lector. Él ha sido muy amplio y considerado conmigo desde que publiqué mis primeras novelas. Y creo que muchos lectores le agradecen haber publicado esas entrevistas porque no las conocían. Una entrevista o cualquier escritura de interés no deberían quedar en el olvido: la gente nace y crece todos los días. Nelson escoge las entrevistas que se publicarán, aunque ha publicado todas las que pude encontrar. Hay muchas más en los archivos. Lo que ha salido no es ni la cuarta parte de lo que hice. Me parece que eso mismo debe hacerse con otros entrevistadores. Por otra parte, El Nacional es mi periódico, mi casa periodística.

Fuiste un corresponsal de Guerra a la caída de Somoza en Nicaragua. ¿Cómo es la vida de un corresponsal en medio de una guerra? ¿Cómo recoge la visión de las partes en conflicto?

Esa experiencia es un desastre, estás desamparado, tienes mucho miedo, duermes en cualquier parte, escasean el agua limpia y la comida. Y lo peor de todo: cualquiera puede matarte y sin que nadie se lo reclame. En mi caso, no pude recoger la visión de las partes en conflicto: solo lo que habían hecho ambos antagonistas en la carne y el alma de la población. Uno se dedica a echar los cuentos de lo que ve, de la muerte y la esperanza. A veces la esperanza es mínima y la muerte una montaña.

Una vez, no recuerdo cuando, creo que, en la redacción del Diario de Caracas, o caminando por la avenida principal de Boleíta, comentabas que querías hacer un periódico especializado solo en investigación, aún no comenzaba esta tendencia de la crónica y la investigación donde han aparecido nuevos medios, múltiples formas digitales. ¿Puede volver a soñar ese periódico? ¿Cómo sería?

Lo soñé y participé en la conformación del equipo de investigación que creó El Diario de Caracas. Apoyé los inicios de muchos cronistas y promoví la crónica. Nada de eso fue meritorio: era el desarrollo normal de la comunicación que siempre anda buscando su voz, una voz acorde con los tiempos.
El periódico que sueño sería intelectual, apegado a los Derechos Humanos, oficiante de la sabiduría, creyente del arte y la cultura, que jamás renunciara a la dignidad y a la honestidad. Por eso es solo un sueño.

¿A quién te gustaría entrevistar todavía?

A cualquiera que tuviera algo interesante qué decir. ¿Alguien en concreto? Los escritores más imponentes se han ausentado: Virginia Wolf, Rilke, Walt Whitman y Jorge Luis Borges. Entre los que no han muerto me gustaría entrevistar al señor que vive En el monasterio Mater Eclessiae, el Papa Benedicto.

¿A tu juicio, como lector de grandes conversaciones, cómo sería tu lista de las mejores entrevistas?

Carlos Eduardo Frías entrevista al joven Arturo Uslar Pietri en 1934
De una vez, Arturo Uslar Pietri lanza con lucidez unos conceptos que marcarían su producción literaria.

En esa entrevista Uslar dijo:

“En mí la afición literaria fue precoz, voluntaria y casi morbosa. A una edad en que aún leía con dificultad, amaba ya la letra impresa, ese olor tierno de la tinta y del papel que flota en los depósitos de las librerías. Con esfuerzo, con dolor, con incomodidad del cuerpo y del espíritu quería escribir y me constreñía a hacerlo como una disciplina”.

Carmen Clemente Travieso entrevista a Armando Reverón en 1946

Interesante la atmósfera que se logra, aunque se nota la escasez de preguntas profundas para un pintor como ese, pero la descripción de su mundo y de su espiritualidad hace trascendente esa entrevista. Se pone de manifiesto la soledad de un gran artista que sin embargo, en su ternura de hombre infantil, conserva la amistad y la fidelidad del mono Pancho y de su dulce Juanita.

Rómulo Betancourt entrevistado por MOS en 1963

Ellos se conocían desde la adolescencia, estudiaron juntos. No temían hablar de sus puntos de vista. Una de las mejores entrevistas. Betancourt siempre sabía lo que estaba diciendo. Hablaba con la certeza de que sus palabras no perderían vigencia. Miguel Otero escribía con arte pero preguntaba con la contundencia de quien no permite engaños. ¿Cómo no va a ser trascendente una entrevista con dos protagonistas de una misma época?

Guillermo Meneses entrevistado en 1976 por Tomás Eloy Martínez

Creo que haciendo un juego de misterio y de incertidumbres, Tomás Eloy consigue un magnífico retrato de Meneses. Me atrevería a decir que esta entrevista, en sí misma, es un cuento de Tomás Eloy. Una obra maestra, de verdad.

Ramón Hernández en 1980 entrevistando a Germán Carrera Damas

Fue una entrevista puntual en torno a la Venezuela de esos días. Es importante el castellano precioso y lúcido de Ramón Hernández. Creo que Hernández es uno de los mejores entrevistadores en la historia del periodismo venezolano. Él investiga mucho antes de entrevistar. Sabe lo que debe preguntar para conseguir buenos resultados.

Miyó Vestrini entrevistando a Carlos Cruz Diez en 1971

Miyó profundizaba en los entrevistados. Logra que Carlos Cruz Diez exprese con total claridad sus planteamientos. Lo deja fluir. Ella explica con claridad:

Todo lo que propone Cruz Diez son situaciones. Y es importante partir de este criterio para colocarse frente a su obra sin patrones culturales determinados. Dejarse envolver y arrastrar por la situación propuesta, en este caso el color, no deteniéndose jamás en definiciones o limitaciones preestablecidas. –Los patrones culturales contribuyen a la ceguera –señaló–. Se pierde la facultad de ver. Mientras menos patrones culturales se tengan, más receptivo se es a la vanguardia cultural. Hay que intentar despertar esa cosa dormida que hay en nosotros, reaprender a mirar. La cultura es muy vieja, hay que renovarla y para ello, debemos ir hacia las sensaciones, destruyendo los patrones culturales.

Nelson Hippolyte Ortega con Yolanda Moreno 1985

Es uno de los grandes entrevistadores. Esta entrevista es extraordinaria. No hay ocultamientos, Nelson refleja la verdad de dos seres. Casi simultáneamente a las preguntas-respuestas, Nelson logra mostrar la relación entre la artista y su esposo, lo mucho que él interfiere en ella. Y cómo ella, siendo aparentemente manejable, es una artista que defiende lo que hace.

Elizabeth Fuentes 1984 entrevista a Edmundo Chirinos

Sin mostrar preguntas y respuestas, Elizabeth consigue un retrato de Chirinos de lo más premonitorio. Ahí estaba todo su terrible potencial. Elizabeth ha actuado como el psiquiatra que coloca en el diván a su paciente. El diván del ego, las confesiones de un demonio desatado que apenas podía ocultar su verdadera esencia. Después, Ibéyise Pacheco lo desnudaría por completo.

La entrevista con José Ignacio Cabrujas hecha por Luis García Mora, Víctor Suárez, Ramón Hernández y Trino Márquez en 1987

José Ignacio Cabrujas hacía que cualquier entrevista con él fuera trascendente, inolvidable. Mucho más si respondía ante tantas figuras del periodismo. Ahí está el país, completo. Creo que Cabrujas es la imagen auténtica de la cultura venezolana, de una generación que aprendió a esgrimir la cultura como instrumento de transformaciones.

Gabriel García Márquez entrevistado por Boris Muñoz en 1997

Una maravilla de entrevista, he ahí el nuevo periodismo. Boris relata todo, lo describe todo, con un lenguaje certero y precioso. Y muestra al Gabo. Así era él. Boris se mueve en las palabras con paciencia, humildad y gracia. Es un intérprete del entrevistado con apenas expresar un gesto, una situación.

Isaac Chocrón entrevistado por Milagros Socorro en 2011

Esta es una de las entrevistas que he leído varias veces. Milagros hace un retrato de Chocrón como nadie lo hizo. He ahí la gracia, la sabiduría y el desenfado de un entrevistador y de una entrevistadora, tejidos, como una obra maestra. A Chocrón lo entrevistamos muchas veces, siempre hubo alguien entrevistándolo, pero la entrevista de Milagros es la mejor. Ella lo trasladó al futuro.


©Julio Bolívar 




José Pulido



Comunicador social, escritor, poeta. (Nació en Villa de Cura, estado Aragua. Venezuela (1-11-1945). 
Asistente a la dirección de la revista BCV Cultural (1999). Asesor Comunicacional de diversas instituciones culturales. Talleres y diplomados en diversas universidades. Uney, ULA Trujillo. Asesor del Museo de Arte Contemporáneo. 1996. Dirigió las páginas de arte de El Nacional (1981-1988), El Diario de Caracas (1991-1995) y El Universal (1996-98). 
Miembro fundador de los suplementos Bajo Palabra (1995) y El otro cuerpo (1997-1998) Jefe de redacción, bajo la dirección de Salvador Garmendia, de la revista cultural Imagen (1994-1996). Jefe de redacción del diario Ultima Hora en Acarigua, 1978. Jefe de redacción y subdirector del Diario Católico de San Cristóbal entre 1975 y 1977. 
Le fue otorgado el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, año 2000, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado los poemarios: Esto, García Hijos, editores. (1971). Paralelo Lelo, García Hijos, editores. (1971). Peregrino de vidrieras (2001) Duermevela (2004). 
Es coautor de los poemarios: Linajes (1994).Vecindario (1994). Cortejos (1995). Invocaciones, 1996, Ediciones Pavilo. Fue editado en la Antología del Círculo Metropolitano de Poesía de Caracas, publicada por el Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca “Federico de Onís-Miguel Torga” en 2005. Los Poseídos, (poemario, ediciones Pavilo) (1999). La Academia de la Historia publicó el libro de entrevistas: Muro de confesiones (1985). 
Ha publicado en narrativa: Pelo Blanco (novela, Editorial Planeta ,1987),  Una mazurkita en La Mayor (novela premio Otero Silva, de Planeta, 1989) Vuelve al lugar que se te ha señalado (cuentos). Ediciones Contraloría General de la República. (Un cuento de este libro fue publicado en Narrativa venezolana attuale, Bulzoni Editore, Roma) (1995) Los Mágicos (novela, Monte Avila) (1999). La canción del ciempiés (novela, Alfadil) (2004). La sal de la tierra (entrevistas, Banco Central de Venezuela, 2004). El bululú de las Ninfas (Novela, Editorial Alfa, Colección Orinoco, 2007). Dudamel, la sinfonía del barrio, Libros de El Nacional 2011. El requetemuerto (novela, Ediciones B) 2012. Los héroes son villanos tímidos (cuentos 2013 Otero Ediciones). Forma parte de la Antología en homenaje a Miguel de Unamuno, XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Salamanca 2012. Ponzoña de paisaje, novela (2015, Editorial Negro sobre Blanco). Invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova en 2018



Julio Bolívar

Escritor venezolano (Valencia, Carabobo, 1954). Graduado en literatura y con estudios de maestría en literatura hispanoamericana contemporánea en la Universidad Simón Bolívar (USB). Además tiene estudios de posgrado en estudios literarios en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Es miembro fundador de la Fundación Aurín y del fondo editorial Maltiempo Editores (Barquisimeto, Lara). Director editorial de la Fundación Biblioteca Ayacucho y de Ediciones Iesa. Fundador de Sellos de Fuego Editores. Asesor y editor independiente de Libros de El Nacional. Ha publicado los poemarios Catálogo (Editorial Río Cenizo; Alcaldía de Iribarren; Barquisimeto, Lara, 1998) y Corazones de paso (Fondo Editorial del Caribe; Barcelona, Anzoátegui, 2012), y los libros de ensayo Guía del promotor de la lectura (coautor; Ediciones de la Secretaría de Cultura de Aragua; Maracay, 1994), Lectura y censura en la literatura para niños y jóvenes (coautor; Fondo Editorial del Caribe; Barcelona, 1995), Desarrollo cultural y gestión en centros históricos (coautor; Unesco/Flacso; Ecuador, 2000) y Lo bello y lo útil de Lara (coautor; Ediciones del Banco Casa Propia; Barquisimeto, 2005). Textos suyos aparecen en diversas antologías.



Fuente: Noticias JR




UNA FRONTERA CON PONZOÑA / Julio Bolívar, El Nacional, 27 de agosto de 2015




                       José Pulido en el XV Encuentro Iberoamericano de Poetas, Salamanca, 2012.




Acabo de leer una novela breve de José Pulido, Paisaje de ponzoña (NSB, Grupo editorial, 2015). Asombra por su estructura fragmentaria, dislocada, que cuenta una realidad que a nadie le gusta: la vida de frontera. No cualquier vida, esa vida a la que tememos y pasamos rápido por ella. Pienso en cuál frontera pudiera ser, y viene a mi memoria aquella que vi de lejos, en el Territorio Amazonas, una donde podíamos pagar en bolívares, estando en el otro país, su vida monetaria estaba lejos del control de los bancos centrales de cada uno de los países que cruzaba. Unas lanchas nos podían trasladar hasta allí, a través de un caño, como los del Delta Amacuro. ¿Casuarito? Este era (lo digo en pasado como una esperanza) un pueblo gobernado por la FARC. Pero puede ser cualquier parte de Venezuela.

Todo en este libro tiene veneno. Personajes involucrados en crímenes, todo es delito, hasta un cura encubre las relaciones entre una guerrilla y el pueblo que ha tomado en sus manos ensangrentadas. Pero también todo es candidez, los que se han marchado de este pueblo sin nombre ejercen oficios en urbes de las que no pueden salir tampoco y como siempre escuchamos a sus padres ignorantes de su verdadero oficio o lo ocultan por vergüenza. Narrada con fuerza poética Paisaje de ponzoña salpica de realidad lo que intuimos o sabemos, pero sobre lo que nadie hace nada.

Este nuevo libro del narrador que es Pulido, que desde sus primeras novelas (Los mágicos, El bululú de las ninfas, o sus últimos libros publicados: Los villanos son héroes tímidos, El requetemuerto, etc…) se ha tomado para sí contar la violencia, describir cómo se forma un delincuente violento, desde su vida miserable en medio de la pobreza como fatalidad, esa naturaleza que los sociólogos han explicado hasta el cansancio. Es la violencia sobre los seres humanos, esta vez desde el borde incontrolable de la orilla del país.

Pulido, como si fuera un pintor de frescos, como llaman esos cuadros fantasmales hiperrealistas, donde está todo, los retoma de manera directa y nos los sirve en la mesa como para que recordemos que tenemos una deuda en la sobremesa de nuestras vidas: la realidad de nuestras fronteras. Esa, que solo esta demarcada en los mapas pero que en verdad no hay tal líneas de rayas que nos separen. Está ahí, al lado, con el vecino o en la persona que trabaja en las casas, de doméstica o servicio como las llaman, obreros o especialistas, taxistas, esas personas que vinieron a buscar otra vida, honestas. De todo en ese paquete de migrantes que lentamente han visto que las fronteras de un estado han desaparecido, que aquí también pueden estar haciendo negocios sucios sin ningún control. Todas y todos vienen de esas violentas fronteras. Pulido demuestra con este libro, que no hay límites, que todo es todo y está revuelto y confluirá en un punto: nosotros. Lo que desde hace tiempo perdemos país. Ahora Guyana, antes San Antonio o Maicao, cualquier día una isla, pero mucho antes, fue por el mar y su viejo contrabando. Lo que llaman ahora “bachaqueros”, nómadas que cazan y pescan con su cédula de identidad, o su huella digital no es nada nuevo. Un país poroso por todos lados.

Muchas conversaciones del día a día venezolano giran en torno a la realidad política, como si fuera algo alterno a nosotros, que nos acompaña como un ángel angustiado y confuso. Unos dicen que cada lado está en problemas, que viven grupos diferentes, intereses, ausencia de valores, ausencia de ética, con diversos grupos, etc… De esas conversaciones recojo una parte referida a quienes gobiernan y sus diferentes clanes. Uno de los factores que gobiernan están en las cárceles, son los llamados pranes, incluso, escuchamos sus historias desmesuradas y nadie se inmuta; después de leer este libro extraño en nuestra narrativa, la imagen de que unos pranes controlan nuestras vidas no deja de estremecerme. La idea de un superestado, al que el Estado formal (el de la Constitución) no puede y no quiere controlar, paraliza y asusta. Después de leer esta novela, uno siente que el narrador metió la realidad en una licuadora y mezcló todo, un todo de donde no puedes salir si no apagas las aspas que nos están licuando.

Sus capítulos cortos y seguidos como un rollo de papel, recuerdan las imágenes que se superponen unas a otras, a veces, los personajes continúan en el próximo capítulo otras no, al rato regresan con conversaciones trascendentes en un paisaje sin ninguna importancia. Un helicóptero puede estallar y es parte del paisaje y aparecen carros oficiales que van como a ver un espectáculo consabido, como en las películas donde la policía siempre aparece tarde. Saben que el control está más allá de ellos, que apenas son personajes de relleno en una realidad que está controlada en otro lugar. O un poeta cándido que se ve involucrado en una atraco de guerrilla urbana, que no se sabe adónde va el dinero que ellos sospechan que trafica un editor y en medio del asunto, el poeta ofrece leer unos poemas y acuerdan editarle el libro para evitar que hable del atraco chambón de unos guerrilleros de pacotilla, que pertenecen a esos colectivos sonsos que repiten consignas. No es parodia pero parece. A ratos no podemos creer que esto sea verdad, pero si la cotejamos con la narrativa de los pueblos fronterizos veremos su espejo en esta novela.

Pulido construye personajes entregados a una manera de vivir, sin salida, anacrónica, donde gobierna la violencia, otro orden sin Estado y sin leyes, solo el más fuerte es el que manda. Negociantes que construyen viviendas para entregárselas a los amigos, ladrones que roban ladrones en nombre de una utopía imposible, como todas, vidas sin vida, “vidas secas” que pululan en esa realidad con otro lenguaje. La lengua que allí se habla es de pólvora. Un gran negocio a placer para los ejércitos de ambos lados, un lugar liberado para el delito, como se dice ahora de las llamadas zonas de paz.

Narración del vértigo, donde no tienes tiempo para respirar sosegadamente. Novela sin ningún artificio, novela que observa. Cruda. Los personajes van y vienen, no hay tiempo, todo transcurre sin día y sin noche, son personajes de vidas fragmentadas, inevitables desechos sociales. Espacio donde solo se siente el rumor del Estado o los otros como una sombra inútil, no hay diferencia alguna, son como “moscardones molestos” lejanos helicópteros que sobrevuelan la zona donde viven estos seres olvidados de todo orden o insinuación de un poder que ordene o ayude a vivir sus pobres vidas de lagartijas, como dice el narrador “el abandono es una palabra amarga en cualquier recuerdo”.

Solo Ezequielito, un niño, pequeña esperanza torcida, como su edad, o como dice su madre “inocente pero dañado”, se salva cuando cruza la frontera de agua que los separa del mal esquizoide que lo persigue desde niño, allí deja de escuchar las voces y cantos que lo atormentan. Pero se tiene que ir de aquel infierno que arma la guerrilla y sus testaferros. Personajes agrios, dulces, duros, jóvenes perdidos en la cocaína, si esperanzas, putas, cándidos, malos, buenos metidos en un espacio que ya no es de ellos, solo el otro lado del río saca a Ezequielito de aquella realidad si solución.

Pudiéramos decir que Ponzoña de paisaje es una novela pesimista, o de un humor paródico también. Una novela que cuenta la inmadurez de ciertas utopías o de ciertas sociedades. Llena de personajes que no saben que va a pasar. Personajes sin país. Pulido es un novelista que entra en sus personajes y desde su corazón cuenta lo que cada uno de ellos siente desde la compasión. Como dijo en una entrevista reciente Rafael Chirbes, el asombroso novelista español autor de Crematorio –el narrador del “presente” como dice la crítica y que acaba de fallecer– narrar siempre es desde “una tercera persona compasiva”. Así es este narrador, narra la vida de los otros, la de los que le abrieron las puertas al mal, la suya va en la poesía.

Editor, profesor especialista en Literatura Latinoamericana
Colinas de Bello Monte, Caracas, Venezuela

Fuente texto y fotos: José Pulido. Publicado con su autorización.