El maestro Alfredo Rugeles dirigió a la Orquesta Sinfónica de Venezuela, estrenando obras compuestas especialmente para esta conmemoración por la compositora Diana Arismendi, los compositores Icli Zitella y Ricardo Teruel, más una obra de su autoría y otra de Maurice Ravel. El concierto homenaje a las víctimas del Holocausto fue organizado por el Espacio Anna Frank.
A continuación la crónica del Dr. Carlos Armando Figueredo.
Ayer domingo, 1º de febrero de 2015, tuvo lugar en el teatro del Colegio María Auxiliadora el concierto In memoriam que todos los años ofrece Espacio Anna Frank con motivo del Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto. El 27 de enero fue la fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas para esa jornada de recuerdo y reflexión, a propósito de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.
Si hay algo que puede decirse de este Concierto In memoriam (que en 2015 coincide con el 70º aniversario de la liberación de Auschwitz) es que permanecerá grabado en la memoria de las más de 1.100 personas que tuvimos la suerte de presenciarlo. En efecto, se trata del éxito más rotundo logrado a la fecha por Espacio Anna Frank en materia de organización de eventos. No podía ser de otra manera: contó con la entusiasta participación de renombrados compositores y artistas venezolanos, con el apoyo de la Orquesta Sinfónica de Venezuela bajo la dirección del maestro Alfredo Rugeles. Los compositores cuyas obras se estrenaron no titubearon cuando, el año pasado, se les pidió que compusieran obras sinfónicas para honrar a las víctimas del Holocausto.
La orquesta interpretó las siguientes obras:
1) De Icli Zitella (nacido en Caracas en 1966), “Shuvá Adonai et Shevitenu” (Haz retornar, Adonai a tus cautivos), obra inspirada en el Salmo 126. Se trata de una pieza digna de la mejor música clásica moderna venezolana. Dice el propio Zitella en el folleto del programa del concierto: “Como la melodía es un poderoso elemento de continuidad y de ‘sentido’ en la música, esta obra trata de evitarla. Con todo, hay un pasaje en que los cornos dibujan una melodía larga e irregular, como el recuerdo de una vida dichosa anterior a la desgracia del exterminio…”
2) Alfredo Rugeles dirigió la interpretación de su obra “Oración para clamar por los oprimidos”, para orquesta y mezzosoprano, inspirada en el poema homónimo escrito por su padre, Manuel Felipe Rugeles (1903-1959); a mi juicio, una de las grandes obras de la poesía venezolana de todos los tiempos. En palabras de Rugeles, la obra “fue escrita en 1989 para un ensamble mixto de cámara que incluye flauta, oboe, mezzosoprano, arpa, sintetizador, contrabajo y una batería electrónica”, y añade que “a raíz del encargo de Espacio Anna Frank con motivo de Concierto In memoriam para conmemorar los 70 años de la liberación de Auschwitz y el fin del Holocausto, decidí realizar una versión para voz y orquesta, enriqueciendo así su contenido a través de la brillante paleta orquestal”. Sin duda lo logró, como pudo comprobarse en la brillante ejecución de la orquesta y la bella voz de la mezzosoprano Jessica Colmenares Cedeño.
Como dato curioso tenemos que el poema de Manuel Felipe Rugeles fue escrito en 1939, cuando se iniciaba la Segunda Guerra Mundial, con la invasión de Polonia por los nazis; en cierto modo, este fue un presagio de los horrores que iban a ocurrir hasta 1945. Ello se hace patente en estrofas del poema, incluidas en la obra sinfónica y cantadas por la mezzosoprano, como “¡Oh! Ciudad de la sangre, con mariposas negras y pájaros de incendio en el crepúsculo” y “¡Oh! Ciudad de la sangre, con voces rotas de clarines y banderas desgarradas”.
3) En tercer lugar se interpretó el “Kaddish”, de las “Dos melodías Hebraicas”, de Maurice Ravel, escritas en 1914. La escuchamos en versión para violín solo y cuerdas, con excelente arreglo de D. Jonstone e interpretación de Dmitri Pylenkov, violinista ruso radicado en Venezuela. Tal como el presagio de la Segunda Guerra Mundial en el poema de Manuel Felipe Rugeles, este Kaddish o “Canto a los muertos”, de Ravel, fue premonitorio de los millones de muertes que iban a ocurrir durante la Primera Guerra Mundial.
En la segunda parte del concierto tuvimos la suerte de oír el estreno de dos grandes obras de compositores venezolanos contemporáneos.
En primer lugar, Agujeros en el alma, de Ricardo Teruel, obra escrita en 2014, por encargo de Espacio Anna Frank, para orquesta y sonidos grabados. Esta pieza logra incorporar a su música de profundos sentimientos –inspirados en los horrores del Holocausto– sonidos que nos hacen recordar la tragedia: ruidos de cristales rotos, de golpes y maltratos, de miedo. Es, como dice el autor, “un homenaje a la dignidad de la víctimas y sobrevivientes y a la cultura y el pensamiento judíos, profundamente humanistas”. Llama la atención el sonido de un shofar, interpretado por un rabino desde una de las filas de la audiencia.
La mañana del domingo, pocas horas antes del inicio del concierto, tuve la oportunidad de ser entrevistado en el programa Entre Noticias, de Globovisión, junto a Ricardo Teruel. Mientras conversábamos, Teruel me comentó –aludiendo a su obra– que horrores como los del Holocausto abrían en el alma de los seres humanos agujeros que nunca se podían cerrar. Tal vez no conviene que se cierren y es preferible que permanezcan entreabiertos, para que las generaciones venideras no olviden esa historia del horror, de modo que nunca se repita.
Concluyó el concierto con la obra “In memoriam”, de la afamada compositora y profesora de música Diana Arismendi, para narrador, soprano y orquesta escrita en el 2014, con tres movimientos: “Cámara oscura”, “Sacrificio por fuego” y “Nosotros los salvados”.
El canto y las palabras de la soprano Sara Catarine, así como la narración de Luigi Sciamanna contribuyen a resaltar el efecto –según la compositora– de pesadilla, tal como en las palabras de Anna Frank: “Me estremezco al recordar el rumor sordo y lejano que marcó para nosotros el comienzo de esta destrucción”. Continúa Arismendi, en referencia al segundo movimiento como alusión al Holocausto, para lo cual cita las palabras de la poeta argentina Beatriz Iriart: “Yo estuve en Auschwitz. Yo parí hijos de amargura, dolor y espanto”. “Sacrificio por fuego” es, según su autora, “un canto a la maternidad, un grito de esperanza a la vida y una súplica confiada a Dios ‘Ten piedad de mí, Señor’”, palabras estas que el narrador repite en varios idiomas. El último movimiento, “Nosotros los salvados”, toma su título de un poemario de Jacqueline Goldberg, para evocar los nombres de algunos sobrevivientes del Holocausto, cuyas fotos se van mostrando en las pantallas colocadas a los lados del escenario.
Pocas veces, en los numerosos conciertos a los que he asistido, pude observar como el domingo los interminables aplausos, sentidos, verdaderos y no de seguimiento al impulso de “claques”. El concierto del domingo tuvo al público embelesado con las obras, la orquesta, el director, los solistas y el narrador. Fueron también muy largos los aplausos a la intervención del representante de la Embajada de Alemania, el Primer Secretario Moritz Jacobshagen, quien habló en lugar del Embajador J. Lindner (ausente, en esta ocasión, por estar dedicado a coordinar desde Alemania el programa de ayuda contra el ébola). El joven diplomático conmovió a la audiencia al expresar con toda objetividad, honestidad y franqueza lo que piensan los alemanes de hoy acerca de los horrores del nazismo, en particular, las segundas y terceras generaciones posteriores a 1945.
Este concierto debería repetirse en otras salas grandes del país y, ¿por qué no?, incluso en Berlín. Fue un In memoriam que quedará para siempre en nuestro recuerdo.
Caracas, 8 de febrero de 2015
Espacio Anna Frank
de Manuel Felipe Rugeles
1
El agua,
el aire,
el sol
y el pájaro del alba,
desde la sombra
anuncian tu presencia en la tierra.
Es tu poema.
Gracias damos a Ti porque en él dejas
la armonía y la luz de tus palabras:
el agua,
el aire,
el sol
y el pájaro en el alba.
2
Lejos, perdido, olvidado,
y sin embargo tan cerca.
Luciérnaga y pedernal
son anuncios de su estrella.
Sombra de astro
en la sombra de la tierra.
Claridad que nos inunda
el espíritu y lo quema.
Al amparo de su lumbre
arden el sueño y la pena
de los humildes; al amparo
de su estrella.
Lejos, perdido, olvidado
por todos. Solo en la esfera
de su misterio,
torre de la fortaleza.
Otros no le quieren ver,
ni hallar la flor de su huella,
ni advertir cómo su aurora
funde en oro las tinieblas.
Lejos, perdido, olvidado,
y sin embargo tan cerca.
3
En el espejo de la estrella y del agua,
en el verde de la hoja y del fruto,
en el color de la tierra y del hombre,
advertid la ecuménica divinidad de Dios.
Presentido en el ala de la brisa inalcanzable
sobre islas y llanuras desiertas,
en el canto del pájaro que desnuda el silencio de la montaña,
en la tormenta que amotina sus ráfagas de luz misteriosa
sobre la noche de las ciudades
y en el perfume de los lirios
que extienden su blancura a la orilla de los remansos,
como la cabellera de los ángeles
aún no rebelados.
4
¡Oh! ciudad de la sangre,
con mariposas negras
y pájaros de incendio en el crepúsculo.
¡Oh! ciudad de la sangre,
con hormigas rojas
que lavan su hartazgo de muertos
en los pozos de lluvia.
¡Oh! ciudad de la sangre,
con voces rotas de clarines
y banderas desgarradas.
Escuchad este grito
de alerta entre las llamas:
Él hablaba de paz
y amor en sus parábolas.
Buscad su voz
perdida entre las rutas
altas de la montaña.
5
Id a buscarla,
me dice el alma.
Id en pos del secreto que ella guarda.
Entre ayes de agónicos soldados
y gentes que blasfeman, ¿ podré hallarla ?
Sólo su voz se escucha en el silencio
de pavor en que callan las granadas.
Desde el árbol, enseña de su muerte,
Cristo por sus heridas sigue hablando.
6
El fuego
se ha encargado de secar mis lágrimas.
Venció en mí,
y ha destruido mis falsos dioses.
Purificó mi canto y mi esperanza
y la luz de mi espíritu y mi carne.
Entre cenizas
anda ahora en el recuerdo,
y sólo un lirio intacto se alza
En medio de mi mundo hacia la estrella.
7
Bien podría sentirme en todas las miradas
y saberme pequeño.
Diminuta la luz náutica
perdida en alta mar y noches ebrias de tormenta.
Imperceptible llanto de la hormiga
en el túnel de la rosa olvidada.
Gota de agua o calcinada lágrima
en la hoguera en que arden
los júbilos y canciones del mundo.
Imposible creer que en la hora más pura de las cavilaciones
no haya el soplo de un trino
o la burbuja de una llama en nuestra vida,
para clamar al Dios que nos tienda la mano
y disipe, con trompetas de ángeles no soñados,
las sombras y el dolor de la tierra.
8
¡Oh! Dios de las parábolas
tatuadas en la verde hoja desnuda,
en el dorado ovillo del gusano,
en la limpia mirada de los peces.
El más humilde canto
de la fe que renace en mis palabras
va hacia Ti como el fruto de mi angustia y mi gozo.
Hágase en mí tu voluntad
como la resina en los árboles,
el vellón en la piel de los corderos,
el rocío en la yerba de los valles.
Hágase en mí la voz
de tu grandeza eterna, iluminada,
para entonar los himnos que aún te quedan sobre la tierra.
Con la música de tus órganos celestiales
enséñame a clamar por los tristes del mundo.
9
LA INÚTIL SOLEDAD
¿ Hacia qué soledad te encaminas,
¡oh! paria, ¡oh! traficante de las desilusiones,
con tu sombra a la espalda
como en un río de violetas ?
¿ Hacia qué tierra huyes,
con tu carta de nubes
y tu único vestido de fiesta ?
¿ Para qué soñar otra soledad más lejana y más honda
que esa mustia, callada, de tu cuarto sin libros,
sin estatuas, sin pájaros ?
Soledad de naufragio
o soledad de muerte golpeándose la frente
con guijarros de olvido.
¿ Hacia qué soledad te encaminas ?
¿ Hacia qué isla verde
y en qué mar
de qué mundo
podrás vivir sin cantos, sin palabras, sin odios,
como si te enterrases en un sueño de opio?
¿En que foso de montaña o llanura,
en qué grieta de la tierra o del aire
quieres hundir tu lágrima, tu bostezo y tu miedo?
¡Oh! solitario que andas sin brújula en la mano
y al evadirte sientes un frío de metales
y un surtidor de sangre negra en la garganta.
Hazte a la metafísica de tus mejores años.
A la luz de la copa donde bebiste el zumo
de la primera estrella. A la uva y la rosa
de la edad en que el cielo te dio su abril y el trigo
puso sobre tus manos su espiga más alegre.
Vuelve. Torna al estadio del mendigo y la fiera,
del sordo y del que habla con lengua de serpiente.
Al mundo tuyo, mío y de todos. Al mundo
de la uva y la rosa, de la espiga y la estrella.
Busca el aroma estoico de lejanas edades
cuando la sangre mártir era entre las venas
un río desbocado hacia los cielos.
El agua,
el aire,
el sol
y el pájaro del alba,
desde la sombra
anuncian tu presencia en la tierra.
Es tu poema.
Gracias damos a Ti porque en él dejas
la armonía y la luz de tus palabras:
el agua,
el aire,
el sol
y el pájaro en el alba.
2
Lejos, perdido, olvidado,
y sin embargo tan cerca.
Luciérnaga y pedernal
son anuncios de su estrella.
Sombra de astro
en la sombra de la tierra.
Claridad que nos inunda
el espíritu y lo quema.
Al amparo de su lumbre
arden el sueño y la pena
de los humildes; al amparo
de su estrella.
Lejos, perdido, olvidado
por todos. Solo en la esfera
de su misterio,
torre de la fortaleza.
Otros no le quieren ver,
ni hallar la flor de su huella,
ni advertir cómo su aurora
funde en oro las tinieblas.
Lejos, perdido, olvidado,
y sin embargo tan cerca.
3
En el espejo de la estrella y del agua,
en el verde de la hoja y del fruto,
en el color de la tierra y del hombre,
advertid la ecuménica divinidad de Dios.
Presentido en el ala de la brisa inalcanzable
sobre islas y llanuras desiertas,
en el canto del pájaro que desnuda el silencio de la montaña,
en la tormenta que amotina sus ráfagas de luz misteriosa
sobre la noche de las ciudades
y en el perfume de los lirios
que extienden su blancura a la orilla de los remansos,
como la cabellera de los ángeles
aún no rebelados.
4
¡Oh! ciudad de la sangre,
con mariposas negras
y pájaros de incendio en el crepúsculo.
¡Oh! ciudad de la sangre,
con hormigas rojas
que lavan su hartazgo de muertos
en los pozos de lluvia.
¡Oh! ciudad de la sangre,
con voces rotas de clarines
y banderas desgarradas.
Escuchad este grito
de alerta entre las llamas:
Él hablaba de paz
y amor en sus parábolas.
Buscad su voz
perdida entre las rutas
altas de la montaña.
5
Id a buscarla,
me dice el alma.
Id en pos del secreto que ella guarda.
Entre ayes de agónicos soldados
y gentes que blasfeman, ¿ podré hallarla ?
Sólo su voz se escucha en el silencio
de pavor en que callan las granadas.
Desde el árbol, enseña de su muerte,
Cristo por sus heridas sigue hablando.
6
El fuego
se ha encargado de secar mis lágrimas.
Venció en mí,
y ha destruido mis falsos dioses.
Purificó mi canto y mi esperanza
y la luz de mi espíritu y mi carne.
Entre cenizas
anda ahora en el recuerdo,
y sólo un lirio intacto se alza
En medio de mi mundo hacia la estrella.
7
Bien podría sentirme en todas las miradas
y saberme pequeño.
Diminuta la luz náutica
perdida en alta mar y noches ebrias de tormenta.
Imperceptible llanto de la hormiga
en el túnel de la rosa olvidada.
Gota de agua o calcinada lágrima
en la hoguera en que arden
los júbilos y canciones del mundo.
Imposible creer que en la hora más pura de las cavilaciones
no haya el soplo de un trino
o la burbuja de una llama en nuestra vida,
para clamar al Dios que nos tienda la mano
y disipe, con trompetas de ángeles no soñados,
las sombras y el dolor de la tierra.
8
¡Oh! Dios de las parábolas
tatuadas en la verde hoja desnuda,
en el dorado ovillo del gusano,
en la limpia mirada de los peces.
El más humilde canto
de la fe que renace en mis palabras
va hacia Ti como el fruto de mi angustia y mi gozo.
Hágase en mí tu voluntad
como la resina en los árboles,
el vellón en la piel de los corderos,
el rocío en la yerba de los valles.
Hágase en mí la voz
de tu grandeza eterna, iluminada,
para entonar los himnos que aún te quedan sobre la tierra.
Con la música de tus órganos celestiales
enséñame a clamar por los tristes del mundo.
9
LA INÚTIL SOLEDAD
¿ Hacia qué soledad te encaminas,
¡oh! paria, ¡oh! traficante de las desilusiones,
con tu sombra a la espalda
como en un río de violetas ?
¿ Hacia qué tierra huyes,
con tu carta de nubes
y tu único vestido de fiesta ?
¿ Para qué soñar otra soledad más lejana y más honda
que esa mustia, callada, de tu cuarto sin libros,
sin estatuas, sin pájaros ?
Soledad de naufragio
o soledad de muerte golpeándose la frente
con guijarros de olvido.
¿ Hacia qué soledad te encaminas ?
¿ Hacia qué isla verde
y en qué mar
de qué mundo
podrás vivir sin cantos, sin palabras, sin odios,
como si te enterrases en un sueño de opio?
¿En que foso de montaña o llanura,
en qué grieta de la tierra o del aire
quieres hundir tu lágrima, tu bostezo y tu miedo?
¡Oh! solitario que andas sin brújula en la mano
y al evadirte sientes un frío de metales
y un surtidor de sangre negra en la garganta.
Hazte a la metafísica de tus mejores años.
A la luz de la copa donde bebiste el zumo
de la primera estrella. A la uva y la rosa
de la edad en que el cielo te dio su abril y el trigo
puso sobre tus manos su espiga más alegre.
Vuelve. Torna al estadio del mendigo y la fiera,
del sordo y del que habla con lengua de serpiente.
Al mundo tuyo, mío y de todos. Al mundo
de la uva y la rosa, de la espiga y la estrella.
Busca el aroma estoico de lejanas edades
cuando la sangre mártir era entre las venas
un río desbocado hacia los cielos.
© Manuel Felipe Rugeles
A la memoria de Primo Levi
27 de enero de 2006
Yo estuve en Auschwitz.
Yo parí hijos
de amargura, dolor y espanto.
Yo anduve descalza
en el fango de un campo con flores segadas
al igual que las semillas frescas
de nuestros rebaños.
Y hoy a los 61 años
de la liberación del campo:
Soy una sombra,
una mujer sin rostro.
La desolación y el hambre.
Yo...
yo estuve en Auschwitz.
© Beatriz Iriart
© Manuel Felipe Rugeles
A la memoria de Primo Levi
27 de enero de 2006
Yo estuve en Auschwitz.
Yo parí hijos
de amargura, dolor y espanto.
Yo anduve descalza
en el fango de un campo con flores segadas
al igual que las semillas frescas
de nuestros rebaños.
Y hoy a los 61 años
de la liberación del campo:
Soy una sombra,
una mujer sin rostro.
La desolación y el hambre.
Yo...
yo estuve en Auschwitz.
© Beatriz Iriart