13 de Noviembre
Me entero que soy un señor mayor cuando algún espejo indiscreto está
atravesado en el camino, o cuando la espalda o alguna de las rodillas me lo
recuerdan.
¿Cuántos serán? me preguntan y se preguntan “los demás” y yo les reconozco,
claaaritoooo, sin rollos, que pasé de los sin-cuenta, porque a mí, la edad en
números… no me gusta, aparte de que no la creo, las veces que me delaté
diciendo mi edad en números me sorprendí… ¿son como muchos? Mis
contertulios me comienzan a hablar de usted, marcan disimuladamente distancia y
su expresión cambia.
Además, como todo este problema matemático comenzó cuando yo
acababa de aterriza en este mundo, y sin ni siquiera preguntarme se comenzó a
pasar el tiempo, a sumar y a acumularse los años, y nunca me enteré ni sentí
cuando llegaban ni cómo estaban llegando, siempre había alguien que me decía
-tipo chisme- ¡Feliz cumpleaños! ¡hoy tienes un año más! gritando o cantando,
con palmada en la espalda incluida, cabezazo, abrazo y algunas veces, beso… Mi
prioridad a esas edades eran muchas otras, como: jugar, soñar, buscar y dar
afecto, crecer, aprender, conocer, sorprenderme de lo no conocido. Y los días,
al comenzar claridad y al terminar oscuridad, llegaban y se iban, uno a uno y
para mí eran casi el mismo día, pero repetido, nunca pensé que cuando llegaba
uno perdía otro.
La edad en números no se dice espontáneamente, a menos que tengas la
necesidad o te encuentres con algún contemporáneo y entres en confesiones,
porque pienso que mi edad biológica no se corresponde con mi necesidad de
vivir, solo me ocupa, o preocupa, cuando saco la cuenta.
¿La cantidad de años reemplaza las sonrisas espontáneas de las personas que
te saludan? Eso es lo que se debe celebrar, el número de personas que se
alegran cuando te reconocen y te sonríen, pensar o recordar que en este año que
pasó he logrado que algunas personas se sonrían con solo verme o leerme, es
maravilloso, qué bonito, como diría la poetisa Rosario
Flores.
Cuando somos adolescentes derrochamos apresuramiento por vivir, por
alcanzar un número de años pensando que, a esa edad, vamos a realizar sueños
que planificamos cuando nos ponemos a observar a personas aparentemente
realizadas y felices, sin pensar que ese salto en años que queremos dar nos
hará mucha falta vivirlo, además, es imposible, solo realizable en alguna
comedia de Hollywood.
Somos responsables de nuestro destino, de nuestra felicidad y nuestra
única obligación a futuro, que deberíamos cumplir, es... ser
felices.
Hay ideas, pensamientos, resoluciones que te llegan con el tiempo, con la
vida, y piensas que deberías estar aplicándolas desde hace mucho, ¿que me pasó?
¿ahora busco actitudes y acciones para mejorar mi futuro, que va de salida? ¿cómo?
¿después de tantas lunas? Pues sí, por el tiempo que dispongo para ello, tengo
que reflexionar basándome en lo vivido, buscar soluciones pensándolas,
aplicándolas y disfrutándolas para reencontrarme con el encanto por la vida, el
encanto por las personas, por los animales y hasta por los objetos que nos
rodean, disfrutarlos o cambiarlos, pero mientras estén presentes encontrarles
lo positivo, que siempre lo tienen, o se lo buscamos o inventamos, para
sentirnos mejor.
Algo fundamental para nuestra paz interior es tratar siempre de rodearnos,
tener cerca, a personas positiva, alegres, cariñosas que sepan decir: te necesito,
te quiero, eres valioso; que puedan reconocer tus logros y te lo
digan, personas que pidan disculpas, que te hagan sentir cobijado, que al
verles a la cara te des cuenta que lo que te proyecta su mirada es afecto, como
tú siempre tratas de hacerlo con las personas cercanas -que te agradan-
lográndolo a veces y otras no; ejercer la reciprocidad de la forma
más humilde posible, pensar “yo te doy, tú me das”, siempre hay que
recibir algo a cambio, como cariño, afecto y solo aspirar a compartir buenos
momentos, sobre todo sentir que lo satisfactorio es intentarlo; el
mejor camino para comenzar debería bastar con respetarnos, hay seres que de
solo recordarlos te inspiran alegrías, sonrisas, tu vida mejora, tu corazón se
llena.
Reflexionemos, siempre tendremos tiempo de mejorar nuestra estancia en la
vida, y pasarla mejor, busquemos y encontremos esas personas, una vez que te
enteres que existen para ti y las tienes ubicadas y cerquita, selecciónalas,
atesóralas y consérvalas, son necesidad vital… para cumplir años.
Hay momentos en que lo único que importa es el camino de ida, hasta que se
acabe todo, y después… quien sabe.
La vida pasa y ya no hay tiempo de recapacitar, solo queda olvidar y
perdonar.
“Ayúdame a resolver lo que puedo resolver y a aceptar lo que no puedo
resolver”, frase de la Madre Teresa de
Calcuta.
©Armando Africano
Caracas, 23 de octubre de 2021
Ilustración: Lisardo Rico Rattia