la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Respuesta a Horacio Fontova, por viviana marcela iriart, 24 de marzo de 2009




Sr. Fontova: lamento mucho su artículo "Al final, ¿Quienes son los israelíes?", no porque lo usted dice, porque por suerte somos libres para opinar como nos da la gana, sino por el odio con está escrito. Un odio que no esperaba de usted. Tampoco las mentiras que hay en su artículo, pero bueno... en eso no es original: casi toda la prensa occidental las dice y ya se sabe que una mentira repetida 100 veces termina siendo una verdad.

A la dictadura de Videla y compañía se la llamó "Proceso" y de tanto repetirlo todavía se la llama así, desvirtuando peligrosamente lo que en realidad fue la dictadura más sangrienta que tuvo Argentina. Y por eso hoy, frente a la inseguridad que se vive en Argentina, mucha gente está pidiendo que vuelva "El Proceso".

Esa misma dictadura dijo que los y las exiliadas "difamaban al país" (y no a la dictadura, que es lo que hacíamos) y el pueblo todavía hoy lo sigue creyendo. Como ve, hay muchas mentiras que no por repetidas y publicadas son ciertas. Pero eso usted ya lo sabe, porque lo conozco como una persona inteligente y sensible. Por eso la desazón que siento al leer su artículo.

No soy judía, no soy palestina. Sólo soy un ser humano que pretende, ingenuamente, lo sé, que los judíos no sean siempre los chivos expiatorios de los errores y complejos de inferioridad de las mayorías.
Que nadie sea chivo expiatorio de nadie y vivir en paz con nuestras diferencias, sin odio, en igualdad de condiciones, sin hambre, guerra, enfermedad, villas miserias, racismo, sexismo.... El mundo con el que soñaba Chaplin en "El Gran Dictador". El que soñaba Martin Luther King. El que soñaba Mahatma Ghandi. El que soñaba la Madre Teresa de Calcuta.

¿Chaplin no le gustaba? ¿Tato Bores tampoco? ¿También odiaba a Blakie? ¿Y Woody Allen?

Yo no lo odio, Sr. Fontova. Y cómo me gustaría que este mensaje sirviera para crear un puente entre sus diferencias y las mías y que en el medio pudieramos encontrarnos. No por usted ni por mí, que nos queda poco tiempo sobre la Tierra: por las niñas, niños y jóvenes del mundo que merecen que, alguna vez, los adultos nos pongamos de acuerdo y les dejemos un mundo mejor.

Shalom. Salam.Amén.

Viviana Marcela Iriart

24 de marzo de 2009

100% con Israel, por viviana marcela iriart, , 6 de enero de 2009







Quiero expresar mi profunda indignación por la decisión de Chávez de expulsar al Embajador de Israel en Venezuela y mi completa y absoluta solidaridad con el Estado de Israel. 

No soy judía, soy sobreviviente de la última dictadura argentina y sé lo que es el terrorismo de estado. Es totalmente injusto y mentiroso que la prensa, mayoritariamente, titule "Israel ataca" cuando debería titular "Israel se defiende".

 Ahorita en todo el mundo hay manifestaciones en contra de Israel y me pregunto: mientras Hamas lanzaba misiles a Israel día tras día, ¿por qué el mundo no salió a manifestar? 

Lamento mucho el sufrimiento del pueblo palestino, pero éste es causado por sus propios dirigentes, que han hecho del odio y la guerra un negocio que le reporta muchos dividendos.  en Si lo que Hamas gasta en cada misil lo invirtiera en crear fuentes de trabajo, escuelas, hospitales, carreteras, casas, el pueblo palestino no estaría padeciendo lo que padece en estos momentos. Pero Hamas prefiere la guerra al desarrollo y la paz.

No hace mucho el mundo se movilizó en contra de las FARC para que liberaran a Ingrid Betancourt y demás rehenes. Me pregunto porqué los terroristas de las FARC son, ahora, malos y los terroristas de Hamas buenos.

Vaya mi apoyo, mi solidaridad, mi voz, mi mano, mi sangre, para la comunidad judía en Venezuela y para el pueblo judío en general.


©viviana marcela iriart

6 de enero de 2009

Publicado en Gentiuno





Rosalinda Serfaty y Fedra López en "Puerta Abierta al Mar", obra de teatro de viviana marcela iriart/ videos / fotos de Roland Streuli






                                                  Puerta Abierta al Mar: libro
                                                  Porta Aberta ao Mar: livro



Entrevista a Fedra López y Rosalinda Serfaty





























































Benjamín Cohen, productor;
Fedra López y RosalindaSerfaty, protagonistas; 
Aníbal Grunn, director; viviana marcela iriart, autora.


Fotografías: ©Roland Streuli
Sala de Conciertos, Ateneo de Caracas, Venezuela.
Sábado 14 de abril de 2007, día del estreno de la obra


"Que las Madres de Plaza de Mayo hagan su duelo", por viviana marcela iriart, Caracas 2005



Rosana nació en Argentina en 1976.
El año en que los militares encabezados por Videla instauraron la dictadura más genocida que tuvo ese país en el siglo XX.
El año en que el Río de La Plata se llenó de cadáveres: los militares lanzaban vivas a sus víctimas al río. Los “vuelos de la muerte” se llamaron y eran bendecidos antes de partir por miembros de la Iglesia Católica.
Cuando Rosana tenía 1 año, 1977, miles de personas, incluso niñas de su edad, estaban detenidas-desaparecidas en campos de concentración.
Ese mismo año nacieron las Madres.
Todos los jueves hacían una ronda en Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, pidiendo que les dijeran dónde estaban sus hijas e hijos detenidos-desaparecidos.
Caminaban.
Porque los militares les habían prohibido estar paradas.
Las Madres estaban solas.
Solas con su miedo y con su amor.
Y su única arma era un pañuelo blanco en la cabeza.
La dictadura las llamó “locas”.
Y el pueblo, con honrosas excepciones, como un estúpido eco repitió el insulto.
En Europa, en cambio, a las Madres se las llamó “heroínas”. Eran admirables, dignas de respeto y credibilidad, valientes. Fueron recibidas por presidentes, ministros, intelectuales, y a todos le pedían lo mismo: ayuda para encontrar vivos a sus hijas e hijos.
Las Madres conmovían al mundo porque no eran políticas: eran solamente madres que por amor se enfrentaban, desarmadas y solas, a una de las dictaduras más sangrientas del mundo.
A los 2 años, 1978, Rosana jugaba feliz con sus felices abuelas.
No sabía que a esa misma hora otras abuelas recorrían comisarías, cuarteles y hospitales buscando a sus nietas de 2 años que estaban detenidas-desaparecidas.
Las Abuelas de Plaza de Mayo también estaban solas.
Cuando tenía 3 años, 1979, Rosana crecía protegida por el cariño de su madre y de su padre.
No sabía que otras niñas de 3 años crecían huérfanas porque su mamá y papá estaban detenidos-desaparecidos.
No sabía que otras niñas de 3 años crecían en campos de concentración sin ver la luz del sol.
Tampoco sabía que otras niñas llamaban “papá” al militar que había secuestrado, torturado y asesinado a su verdadero padre.
Rosana era una niña, ¿cómo podía saber eso?
Rosana siguió creciendo y no supo que las Madres fueron nominadas para el Premio Nóbel de la Paz.
Ni que varias Madres fueron detenidas-desaparecidas en Buenos Aires y otras asesinadas en el extranjero.
Tampoco que durante la guerra de Las Malvinas, las Madres marcharon junto al pueblo con pancartas que decían: “Las Malvinas son nuestras. Los detenidos-desaparecidos también”.
Rosana no sabía que muchos políticos se habían cobijado bajo las faldas de las Madres, tratando de sacar provecho de su prestigio internacional.
Y que les habían prometido que, al llegar la democracia, lo primero que harían sería encontrar a los detenidos-desaparecidos y encarcelar a los militares que los habían secuestrado.
Cuando Rosana tenía 7 años, 1983, la democracia retornó a Argentina y Alfonsín fue elegido presidente.
Lo primero que hizo fue negarle audiencia a las Madres.
Después encarceló a los cabecillas de la Junta Militar y dictó dos leyes que impedían juzgar a los cientos de militares acusados de violación a los derechos humanos: “Obediencia Debida” y “Punto Final”.
Los crímenes de la dictadura quedaron archivados para la historia en el informe “Nunca Más”.
Tan terrible lo que allí se contaba que el pueblo exclamó a coro: “¡Qué horror! Nosotros no sabíamos nada”.
Pero claro que sabían. Pero Rosana no tenía por qué saber que mentían, era una niña.
Las Madres, igual que en la dictadura, siguieron pidiendo por sus hijas e hijos.
Pero en la Casa de Gobierno no había militares hostigándolas.
Ahora había políticos.
Los mismos, sí, aquellos que se habían cobijados bajo sus faldas.
Cuando Rosana tenía 13 años, 1989, el presidente Menem indultó a los militares que el ex presidente Alfonsín habían encarcelado y el club de los genocidas volvió a tener su quórum completo.
Pero ese no era un problema de Rosana, todavía era una niña y no tenía ningún familiar detenido-desaparecido.
Tampoco de la mayoría del pueblo argentino, que un año después eligió a Menem presidente por segunda vez.
En 1993 Rosana tenía 17 años y la democracia cumplió 10 años.
Los detenidos-desaparecidos seguían desaparecidos.
Sus genocidas, libres y ascendidos en sus puestos de “trabajo”.
Las Madres en su ronda de los jueves, incansables.
Tanta coherencia y perseverancia empezó a fastidiar a un país poco coherente y perseverante. Al país del “no te metás”, “por algo será”, “nosotros no sabíamos”.
Entonces comenzaron las difamaciones.
Rosana tenía 18 años, escuchaba todo.
Pero la campana siempre sonaba del mismo lado.
En 1995 Rosana tenía 19 años y se enteró que había chicos y chicas de su edad que marchaban con las Madres buscando a sus mamás y a sus papás.
Pero Rosana tenía vivos, y a su lado, a los suyos: no sabía lo que era una pérdida.
Un año año más tarde, en 1996, Rosana participó en una marcha por los derechos estudiantiles.
Sabía por una película, “La noche de los lápices”, que 20 años atrás, en 1976, un grupo de jóvenes de 17 años había sido detenido-desaparecido en La Plata por hacer lo mismo que ella.
Esas chicas y chicos, salvo dos, continúan detenidos-desaparecidos.
Rosana está viva.
Ahora tiene 29 años y es socióloga.
Las Madres tienen 28 años y siguen buscando a sus hijas e hijos.
Las Abuelas, buscando a sus nietas y nietos.
Los Hijos, buscando a sus madres y padres.
Los detenidos-desaparecidos, las niñas y los niños nacidos en cautiverio, siguen desaparecidos, cautivos.
Los militares que los secuestraron y robaron, libres.
Algunos, incluso, fueron elegidos por el pueblo como gobernadores, intendentes.
Hasta reelectos fueron.
Algunas Madres y Abuelas han muerto.
De vejez. Pero seguramente también de tristeza.
Rosana es una chica sensible, inteligente, políticamente de izquierda aunque no confía en los políticos.
Ella cree que la democracia argentina es igual de mala que la última dictadura militar.
Y está harta de las Madres.
-¡Que se dejen de joder! ¡Hace 28 años que piden lo mismo!
- Si te hubieran desaparecido a un hijo, ¿lo olvidarías después de 28 años?
-¡Ma sí! ¡Que hagan su duelo! Hay que aprender a hacer el duelo, ¿sabés?
Yo no le digo que una cosa es el duelo y otra la justicia.
Ya no es una niña, debería saberlo.
Tampoco que creo que las Madres molestan tanto, a una parte del pueblo argentino, porque ellas le recuerdan su complicidad.
Porque la dictadura no pudo detener-desaparecer a 30.000 personas, el equivalente a un pueblo pequeño, si esos argentinos y argentinas no hubieran volteado la cara cuando los militares secuestraban a sus vecinas y sus vecinos.
Tuvieron miedo, ¿quién los puede culpar por eso? Muy poca gente tiene el coraje de las Madres y las Abuelas.
Pero en la democracia, ¿por qué no salieron a buscarlos? ¿Por qué no exigieron castigo para los militares que los detuvieron-desaparecieron?
Por eso las Madres son un puñal atravesado en la conciencia colectiva de esa parte del pueblo argentino, que cree que el puñal desaparecerá si las Madres desaparecen.
Pero aunque las Madres no estén ese puñal siempre estará allí, porque se lo clavaron ellos mismos.
Y sólo se liberarán de él el día que exijan justicia para los 30.000 detenidos-desaparecidos y castigo para los militares que los secuestraron.
Rosana ya es una adulta.
Si no sabe es porque no quiere saber.
O porque la campana sigue sonando siempre del mismo lado.
O porque las y los sobrevivientes de la dictadura, que teníamos que contar una y otra vez lo que nos hicieron para que la historia no se repita, no lo hicimos.
Porque es difícil hablar con la boca llena de sangre por las heridas.
Por eso hoy, porque quiero a Rosana, con esa misma sangre le escribo esta carta incompleta, porque 29 años de historia no se resumen en unas líneas.
Yo fui condenada al exilio a los 21 años. Mi crimen fue escribir, en 1978, una pequeña frase en contra de la guerra con Chile en la minúscula revista de cultura que dirigía en La Plata: 4 páginas tamaño carta y 100 ejemplares de edición.
Durante casi 5 años los militares me secuestraron mi país: no me dejaron volver ni siquiera cuando mi hermana mayor estuvo en coma.
Regresé con la democracia.
Eso es una dictadura, querida Rosana.
Ahora tú me dices que quieres tener varios hijos.
En Argentina.
En ese país que quiere levantarse pisando la cabeza de 30.000 detenidos-desaparecidos.
En ese país que quiere crecer con un cuerpo que tiene los pies gangrenados por la impunidad militar.
Un país que no quiere ver que esa impunidad es el criadero de los futuros genocidas.
Y aunque estés harta de las Madres, Rosana, querida niña mía, si los pies gangrenados no son curados con la justicia, en unos años, cuando tus hijos crezcan, serás tú la que tendrá que aprender a hacer el duelo.

Carta abierta a Oriana Fallaci: La razón de la rabia y el orgullo, por viviana marcela iriart, Caracas 7 de febrero de 2005





Querida Oriana:

Cuando se publicó “La rabia y el orgullo” y Ud. fue acusada de ser racista, xenófoba, homofóbica, antifeminista, no necesité leer su libro para saber que esas acusaciones eran falsas.

Hace 30 años que la leo. Yo era adolescente cuando leí su magnífico libro “Entrevista con la Historia, libro que debería estar en el pensum de estudios de los colegios secundarios y escuelas de periodismo de todo el mundo.
Desde entonces la admiro y la amo.
Aunque no siempre esté de acuerdo con sus opiniones, y esto es para mí lo hermoso del amor: nos permite disentir.

Por admirarla estudié periodismo y fui perseguida por la dictadura argentina y... pero esa es otra historia.

Lo que yo quiero decirle es que ahora, cuando vuelven a atacarla por su nuevo libro “La fuerza de la razón”, leí sus dos libros de un solo tirón.

Qué libros, Oriana. Qué sabiduría la suya. Qué humor. Qué tragedia.

Y sentí una ira profunda por los ataques en su contra, tan profunda como el agradecimiento que sentí y siento por usted.

Por eso le escribo.

Para darle las gracias por hacerme ver una realidad que estaba ante mis ojos y que, por mi rechazo hacia el gobierno de Estados Unidos, veía a través de un velo.

Gracias por su valentía para decir la verdad y oponerse al poder: islámico, católico, político, económico... aún a costa de su propia vida.

Y ojalá esto último fuera sólo una frase.

Pero no.

Leo en su libro que Ud. está amenazada de muerte por el terrorismo islámico desde que publicó “La rabia y el orgullo”.

Y yo quiero decirle que Ud. tiene razón en tener rabia.

Y que ojalá existieran millones de personas con su orgullo.

Y que su razón es su fuerza.

Querida Oriana, qué terrible injusticia, qué terrible e imperdonable error, que Occidente no se haya puesto de pie para defenderla del terrorismo islámico.

Es consuelo de tontos decirle que a Jesús le pasó lo mismo.

Por eso me gustaría estar a su lado, tomarle dulcemente una mano y decirle:

- Querida Oriana, Ud. no está sola, cuenta conmigo. Yo seré su guardaespaldas. 
Sólo tiene que escribirme y correré a su lado para protegerla.

Y no porque tenga ganas de morir. Me encanta mi vida.

Es porque Ud. no merece estar amenazada de muerte por decir la verdad.

Ud. no merece estar amenazada de muerte por defendernos a todos nosotros, a nuestra libertad, nuestra cultura, nuestra vida, con sus libros.

No merece estar amenazada por hacer uso del derecho a la libertad de expresión que, todavía, tenemos en casi todo Occidente.

No merece morir porque al terrorismo islámico no le gustó su libro.

Tan inseguros los terroristas islámicos, que no aceptan la más mínima crítica al Islam.

Tan cobardes los terroristas islámicos, que siempre matan por la espalda a quien está desarmado.

Y Ud. no merece, por supuesto que no lo merece, que las “autoridades” de Occidente no la defiendan y mucho menos... ¡que la ataquen por defender a Occidente del Islam!

Ud. es una heroína, Oriana, en un mundo al que sólo le gustan las heroínas en el cine.

Cuando el cineasta holandés Theo Van Gogh fue asesinado por un terrorista islámico, un hijo de inmigrantes por cierto,    al que no le gustó su película sobre el Islam, pensé, miré qué ingenuidad la mía: ahora Occidente despertará y le dará las gracias a Oriana.

No fue así.

Pero yo le doy las gracias y junto conmigo millones de personas que entendieron su grito de alerta.

Y esto que voy a escribir ahora no está dirigido a Ud. sino a las personas que la atacan y a las personas que se dejan influenciar por los medios de comunicación social.

Por supuesto que Oriana no es racista.

Porque el Islam no es una raza. Es una religión.

El terrorismo islámico no es una raza. Es un crimen.

Por supuesto que Oriana no es xenófoba.

Porque ella no rechaza a los inmigrantes que respetan las leyes y las culturas del país donde viven.

Rechaza a los inmigrantes islámicos que no respetan las leyes ni la cultura del país donde viven. A los que quieren islamizar Europa por la vía del chantaje sentimental y el miedo. 

Y Oriana tiene razón.

Porque si un huésped al que no invité se instala en mi casa y pretende cambiar mi forma de vida y mis reglas, ¿acaso no es mi derecho pedirle que se vaya y haga en su casa lo que le de la gana? Porque si yo voy a un país islámico tengo que respetar todas sus leyes y costumbres, aunque estén en contra de mis principios, y... ¡ay de mí si no lo hago!

Por supuesto que Oriana no ataca en su libro a la homosexualidad masculina.

Ataca a aquellos homosexuales que odian a las mujeres. Y lamentablemente, existen.

Por supuesto que Oriana no ataca al feminismo.

Ataca a aquellas feministas que no defienden a las mujeres islámicas con el argumento de que su esclavitud es un “asunto cultural”
¡¿Pero desde cuándo la esclavitud es cultura?!
 La esclavitud es una violación a los derechos humanos.

Y por supuesto que Oriana Fallaci tiene razón en decir todo lo que dice.

Y soy extranjera.
Y soy feminista.
Y el gobierno de Estados Unidos sigue sin gustarme.
Y el terrorismo islámico y el Islam me gustan menos que menos.
Pero Oriana Fallaci me gusta cada día más.

Querida Oriana, aquí estoy.
Soy su guardaespaldas.
Su escudo humano.
Y Ud. es mi bandera.
Sólo escríbame y allí estaré.
La abraza,




P.D. mi dirección se la envío por un medio más discreto que éste. 
Porque no me gusta hacerle las cosas fáciles al enemigo.
Caracas, 7 de febrero de 2005.


Nota: Esta carta fue enviada a su editorial en Buenos Aires, que respondió sin ninguna cortesía, después de dos reenvíos, que se la harían llegar a su destinataria. Imagino que no fue así.







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