Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Irena Sendler: La heroína que salvó a 2.500 niñ@s / entrevista de Ignacio Temiño, 2007 / El valiente corazón de Irene Sendler, película 2009







En plena II Guerra Mundial, durante la ocupación de Polonia, una mujer le plantó cara a los nazis y logró salvar a 2.500 niños judíos. Ni la Gestapo ni sus torturas consiguieron que Irena Sendler desvelara dónde estaban los pequeños. Hoy, vive en un asilo de Varsovia, donde recibe al periodista de Magazine.





La historia de Irena Sendler está repleta de heroísmo con proporciones casi míticas. Sin embargo, ha estado extraviada entre los pliegues del tiempo durante más de medio siglo. Desconocida y oculta de manera inexplicable para la mayoría de la gente, como un tesoro antiguo esperando a ser descubierto. Pero las luces de Hollywood se proponen ahora que todo el mundo conozca la vida de esta trabajadora social polaca, que durante la ocupación alemana de su país salvó la vida de 2.500 niños judíos, sacándolos a escondidas del gueto de Varsovia frente a las mismísimas narices de las tropas nazis.

Si tomamos como referencia La lista de Schindler, donde Steven Spielberg contó la vida de Oscar Schindler, el industrial alemán que evitó la muerte de 1.000 judíos en los campos de concentración, el éxito de la producción cinematográfica parece asegurado. El filme de Spielberg, aclamado por la crítica, consiguió siete Oscar en 1993.

Mientras la figura de Oscar Schindler era aclamada por medio mundo, Irena Sendler seguía siendo una heroína desconocida fuera de Polonia y apenas reconocida en su país por algunos historiadores, ya que los años de oscurantismo comunista habían borrado su hazaña de los libros de historia oficiales. «Además, ella nunca contó a nadie nada de su vida durante la II Guerra Mundial, era muy discreta y se limitaba a hacer su trabajo y a ayudar a la gente», explica Anna Mieszkwoska, autora de la biografía de Irena, La madre de los niños del Holocausto.

Sin embargo, en 1999, su historia empezó a conocerse. Y fue, curiosamente, gracias a un grupo de alumnos de un instituto americano de Pittsburg (Kansas) y a su trabajo de final de curso sobre los héroes del Holocausto. En su investigación dieron con algunas referencias sobre Irena Sendler en revistas especializadas y con un dato asombroso: había salvado la vida de 2.500 niños. «¿Cómo es posible que apenas haya información sobre una persona así?», se preguntaron entonces los estudiantes, cuya curiosidad crecía según encontraban más datos y testimonios.

Pero la gran sorpresa llegó cuando, tras buscar el emplazamiento de la tumba de Irena, descubrieron que no existía porque ella aún vivía y, de hecho, todavía vive. Hoy es una anciana de 97 años que reside en un asilo del centro de Varsovia, en una habitación luminosa donde nunca faltan los ramos de flores y las tarjetas de agradecimiento, que llegan diariamente desde todo el mundo.





Secuelas de las torturas. «Tenga cuidado, el que visita a mi madre acaba llorando», me advierte con una sonrisa Janina, la hija de Irena, antes de que entre a saludar a su madre. Dejo mi ramo de flores junto a su mesita de noche y paso los primeros cinco minutos de mi vida junto a una heroína de carne y hueso. «Yo no hice nada especial, sólo hice lo que debía, nada más», dice irritada con un hilillo de voz que se escapa a través de la ventana. Irena apenas existe físicamente, lleva años encadenada a su silla de ruedas, en parte debido a las lesiones que arrastra tras las torturas a las que fue sometida por la Gestapo durante la guerra, cuando descubrieron que sacaba escondidos a niños judíos del gueto. «Le rompieron los pies y las piernas, pero no lograron que les revelase el paradero de los niños que había escondido ni la identidad de sus colaboradores», explica la biógrafa.

Irena Sendler fue siempre una mujer de gran coraje, muy influida por su padre, un médico rural que murió cuando ella tenía sólo 7 años. De él siempre recordaría dos reglas que siguió a rajatabla a lo largo de toda su vida. La primera: que a la gente se la divide entre buenos y malos sólo por sus actos, no por sus posesiones materiales; y la segunda: a ayudar siempre a quien lo necesitase.

Así la pequeña Irena se hizo mayor y comenzó a trabajar en los servicios sociales del ayuntamiento de Varsovia, al tiempo que se unía al Partido Socialista Polaco. Corrían los años 30 y destacaba en los proyectos de ayuda a pobres, huérfanos y ancianos. «Ella era de izquierdas, sí, pero de una izquierda que ya no existe, preocupada por las personas y por su bienestar», apunta su biógrafa, quien asegura que a pesar de ello siempre se situó bastante lejos de la política activa.

En 1939 Alemania invadió Polonia y el trabajo de Irena se hizo más necesario en los comedores sociales, donde también se entregaban ropas y dinero a las familias judías, inscribiéndolas con nombres católicos falsos para evitar las suspicacias de los soldados alemanes.

Pero todo cambió en 1942, cuando las deportaciones se hicieron más frecuentes y los nazis encerraron a todos los judíos de Varsovia, unos 400.000, en un área acotada de la ciudad y rodeada por un muro. El gueto fue la tumba para miles y miles de personas, que morían diariamente por inanición o enfermedades. Irena estaba horrorizada y, como muchos polacos, decidió que había que actuar para evitar la barbarie que asolaba las calles de la capital. Consiguió un pase del departamento de Control Epidemiológico de Varsovia para poder acceder al gueto de forma legal», explica Anna. Allí entraba diariamente a llevar comida y medicinas, «siempre portando un brazalete con una estrella de David como símbolo de solidaridad y para no llamar la atención de los nazis».

Una vez dentro, la joven trabajadora social entendió que el objetivo del gueto era la muerte de todos los judíos y que era urgente sacar al menos a los niños más pequeños para que tuviesen la oportunidad de sobrevivir. Fue así como comenzó a evacuarlos de todas las formas imaginables. Dentro de ataúdes, en cajas de herramientas, entre restos de basura, como enfermos de males muy contagiosos…, cualquier sistema era válido si conseguía sacar a los pequeños del infierno. Otra manera era a través de una iglesia con dos accesos, uno al gueto y otro secreto al exterior. Los niños entraban como judíos y salían al otro lado bendecidos como nuevos católicos.

La actividad de Irena era frenética, igual que el riesgo diario a ser descubierta por los soldados alemanes. «No hice todo lo que pude, podría haber hecho más, mucho más y haber salvado así a más niños», sigue lamentándose hoy día.





Separar a los hijos. Irena aún recuerda con amargura los momentos en que tenía que separar a los padres de los hijos. Sabían que nunca más se volverían a ver y la arrinconaban entonces con preguntas y deseos de condenado. «Por favor, asegúrame que vivirá, que tendrá un buen hogar», insistían las madres, presas de la desesperación entre los llantos de sus hijos. «Ella también era madre y sentía ese dolor tan profundo como si fuese suyo, de hecho todavía lo siente y sufre con esos recuerdos», afirma Anna Mieszkwoska.
Pero, ¿qué impulsaba a una joven madre como Irena a arriesgarse de esa manera? ¿Por qué lo hacía? «Se lo he preguntado cientos de veces. Ella simplemente lo hacía porque tiene un corazón inmenso, no hay nada más», explica su biógrafa, quien asegura que ni siquiera existían motivaciones políticas o religiosas.

Una vez fuera del horror, era necesario elaborar documentos falsos para los niños, darles nombres católicos y trasladarlos a un lugar seguro, normalmente monasterios y conventos, donde los religiosos siempre tenían las puertas abiertas para los niños del Gueto.

Irena apuntaba entonces en pedazos de papel las verdaderas identidades de los pequeños y sus nuevas ubicaciones, y luego enterraba las notas dentro de botes y frascos de conserva bajo un gran manzano en el jardín de su vecino, frente a los barracones de los soldados alemanes. Allí aguardó, sin que nadie lo sospechase, el pasado de los 2.500 niños de Gueto hasta que los nazis se marcharon.

Ni siquiera las torturas de la Gestapo lograron que revelase jamás el lugar en el que estaban ocultos ni las personas que colaboraban con ella. Tampoco los meses que pasó en la terrorífica prisión de Pawlak, bajo el atento cuidado de los carceleros alemanes, quebraron su silencio. No dijo ni una palabra cuando la condenaron a muerte, una sentencia que nunca se cumplió porque, camino del lugar de ejecución, el soldado la dejó escapar. La resistencia le había sobornado. No podían permitir que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Así fue como pasó a la clandestinidad y, aunque oficialmente figuraba como ejecutada, en realidad permaneció escondida hasta el final de la guerra participando activamente en la resistencia.

Con el final del conflicto se desenterraron los 2.500 botes escondidos bajo el manzano, y los 2.500 niños rescatados del gueto recuperaron sus identidades olvidadas. La gran mayoría había perdido a sus padres, así que muchos fueron enviados con otros familiares o se quedaron con familias polacas, pero todos conservaron a lo largo de su vida un agradecimiento infinito a Irena Sendler. Tras los nazis llegó el comunismo y la aventura de Irena quedó olvidada entre las nuevas doctrinas. Ella, que ya tenía dos hijos, volvió a ser trabajadora social y a su vida tranquila, sólo truncada por las pintadas, en la puerta de su apartamento, en las que le acusaban con necedad de ser «amiga de los judíos» o la llamaban la «madre de judíos». Ella callaba y nunca contaba nada de su pasado «por una mezcla de modestia y de temor a que le pudiera acarrear algún problema, comenta su hija, Janina, quien asegura que aún hoy mantiene secretos y vive como si estuviese en medio de una oscura conspiración.

Cuando en 1999 los estudiantes de Kansas se toparon con su historia, se quedaron estupefactos. Estaban frente a una auténtica heroína prácticamente desconocida, así que decidieron escribir una obra de teatro sobre ella. Se escenificó en iglesias y salones sociales de la comarca, asombrando y emocionando a todos los que tuvieron la oportunidad de verla. Uno de estos asistentes fue un profesor judío quien, impresionado, ayudó a los escolares a cumplir su deseo: ir a verla a Varsovia y agradecerle lo que había hecho por la Humanidad. Les dio un cheque de 7.000 dólares y les hizo una petición: «Contadme todo con pelos y señales a vuestra vuelta».

A partir de ese momento los reconocimientos y las visitas fueron aumentando considerablemente. La llegada de periodistas extranjeros, los cumplidos oficiales, agradecimientos de todo el mundo, las visitas desde Hollywood y, finalmente, la nominación para el premio Nobel, propuesta hace unos meses por el presidente polaco Lech Kaczynski con el apoyo de la Organización de Supervivientes del Holocausto.

Mientras, todos se preguntan cómo es posible que esta historia haya permanecido tantos años en el olvido y oculta, pese a las veces que se ha tratado el tema del Holocausto y de las personas que lo protagonizaron. Incluso sus amigas le recriminaban que nunca les contara nada sobre su heroísmo y sus azañas de juventud. Sin embargo, ella sigue sonriendo en su silla de ruedas y enfadándose cuando alguien se atreve a decir que es una heroína. Porque Irena Sendler no es una heroína, sólo se limitó a cumplir con su deber.


«La madre de los niños del Holocausto»
de Anna Mieszkwoska


© Ignacio Temiño
15 de julio de 2007





Eliahu Toker: la poesía de Beatriz Iriart sobre el Holocausto, Buenos Aires 2008











Poemas y cuento dedicados a las víctimas del Holocausto.








 
 
 
 
 
"Estimada Beatriz,
sus textos son muy conmovedores
y de veras poéticos sobre un tema acerca del que no
es facil hacer poesía. Y no se trata de un dolor judío
sino de una tragedia simplemente humana.
Gracias por compartir esos textos conmigo."
Afectuosamente
Eliahu Toker


ANSIAS
                  A las y los sobrevivientes del Holocausto
Te he soñado tanto
en estos días
de potaje y pan.
Te he soñado tanto
con la escarcha y la hambruna
con las cadenas lacerando los tobillos
con el terror
instalado en la barraca.
Te he soñado tanto
LIBERTAD.

© Beatriz Iriart



YO ESTUVE EN AUSCHWITZ
 
                                 A la memoria de Primo Levi
                                27 de enero del 2006

Yo estuve en Auschwitz. 
Yo parí hijos 
de amargura, dolor y espanto. 
Yo anduve descalza 
en el fango de un campo con flores segadas 
al igual que las semillas frescas 
de nuestros rebaños. 
Y hoy a los 61 años 
de la liberación del campo: 
Soy una sombra
una mujer sin rostro. 
La desolación y el hambre. 
Yo... 
yo estuve en Auschwitz. 

© Beatriz Iriart
EL ESCULTOR
                               A la memoria de Anna Frank 
 
Poseer una cuchara-cuchillo 
es convertirse en ávido escultor. 
Hay que ubicar 
un pedazo de latón y que aflore 
para no desperdiciar 
ni una gota del potaje. 
Y con el cuchillo 
cortamos el pan 
para canjearlo 
por otras cosas 
más útiles. 
Sí, poseer una cuchara-cuchillo 
en estos días. 
Es todo un arte. 

© Beatriz Iriart




NÚMEROS
 
                      A la memoria de Itsjok Katzenelson

No preguntes, no esperes respuesta 
ante las "bestias" somos una cosa 
una carga 
que odian y justifican. 
La barraca está gélida 
como el invierno allí afuera. 
Sólo el recuerdo del terruño 
es cálido y es bueno para dormitar 
con ese sabor añejo. 
No hay salida 
en estos campos. 
Pero podés esperar 
una "selección" 
metamorfosearte en pájaro 
o sencillamente aguardar 
un disparo 
de "ocasión".

© Beatriz Iriart
Itsjok Katzenelson nació en 1886 en Karelitz (Bielorrusia).  El 8 de septiembre de 1939, una semana después de invadir Polonia, las tropas alemanas ocuparon Lodz. En ese momento comenzó el horror que describe Katzenelson en su obra cumbre, El canto del pueblo judío asesinado. Su rastro se pierde en Auschwitz en mayo de 1944. 

LA EXPOSICIÓN
                                       “Sólo el trabajo os hará libres”
                                       (Leyenda del campo de concentración de Auschwitz)
Sacaron boleto para la próxima estación. El chofer los trató cortésmente. Intercambiaron opiniones, recuerdos y algún futuro cercano. Arribaron. Las melancólicas notas envolvían la niebla mañanera.
Pronto comenzarían las tareas en el atelier. La música se deslizaba dulcemente. Se desnudaron - la higiene era la disciplina fundamental para esa faz del arte-. Las duchas ayudarían a ello.
Los acompañaron hasta la descomunal exposición, ante el inmenso collage donde había sueños, huesos, ilusiones, miedos, pero ningún rostro.
© Beatriz Iriart




POLONIA
El "Wolf" promulga
“diseñar” meticulosamente
el campo de Treblinka
y el nazi Stangl responde.
Infinidad de almas
yacen al finalizar las “entregas”.
Cayó el telón.
La obra no es la misma
pero el atavismo sigue vigente
en otros tiempos
otros ámbitos
otros estigmas
otras esencias...
que a través de las centurias reciben
la perdurable panacea de SIMÓN:
“YO NO TE OLVIDÉ”.
©Beatriz Iriart
   
 


LA NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS    
                                             
Soñaron que la vida fluía.
Despertaron circundados de pogromos
escarcha, vidrios, alambrados
y tormentos.
Sus nombres ya engrosaban
la lista de los seres yertos.
©Beatriz Iriart



VARSOVIA 1943
                
A la memoria de las víctimas del Ghetto de Varsovia
Lucharon 
por la culminación  infernal
de tierra y piedras
y para que  se esfumara
el humo en la nieve
al restaurar el aliento
y la vida
en los juncos inertes
intentando ahuyentar
de las cadavéricas alcantarillas
los simulacros inclementes
de la muerte.

©Beatriz Iriart







 BEATRIZ IRIART
Nace en otoño (12 de mayo) en La Plata, Argentina.
Miembro de la "Sociedad de Escritores Latinoamericanos de California y Capítulo Internacional en Internet (SELC y CII), California, Estados Unidos.  Ha recibido premios y menciones de la S.A.D.E (Sociedad Argentina de Escritores), S.E.P (Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires), entre otros reconocimientos.
Publicó los libros:
"Perspectivas" (1977)
"Collage de Cinco" (1981)
“Extraño Linaje” (1984)
"La Muerte Quiere” (2003)
.
Su obra es publicada en ingles y portugués en varios países y en diferentes antologías en su país y en el extranjero.
Estudió cerámica y pintura.
Formó parte del movimiento underground en la década del '70, colaborando con la revista literaria"Machu Picchu".
Actualmente publica en  Estados Unidos, Canadá, España, Brasil, Venezuela, Uruguay, Argentina, Alemania, entre otros países, en diferentes idiomas.


La afamada compositora venezolana Diana Arismendi, compuso en el año 2015 la obra “In memoriam”,  para conmemorar el HOLOCAUSTO, inspirándose el segundo movimiento de la obra en el poema “Yo estuve en Auschwitz” de la poeta Beatriz Iriart. 
El concierto fue organizado por  el Espacio Anna Frank de Caracas y participó la orquesta Sinfónica de Venezuela dirigida por el maestro Alfredo Rugeles.



          Otros poemas de Beatriz Iriart











    



Oriana Fallaci: "Nuestro primer enemigo .. es el Corán...." / entrevista de Andrzej Majewsk



‘Nuestro primer enemigo no es Bin Laden ni Al Zarqaui, 
es el Corán, el libro que los ha intoxicado’


Polémica y beligerante, desgarradora y sincera, la periodista italiana Oriana Fallaci aprovecha sus ensayos y artículos para manifestar su honda preocupación por la amplia presencia en Europa de fieles musulmanes. En esta entrevista, realizada por un sacerdote católico que trabaja además en la televisión pública polaca, Fallaci insiste en la idea de que el Despertar del Islam es el fin de Occidente.



Pregunta.- Los responsables de los atentados terroristas de Londres eran musulmanes nacidos en Gran Bretaña o ciudadanos ingleses. Por lo tanto, se podrían considerar ciudadanos europeos. ¿Cree que para defender nuestro continente y la civilización europea tenemos que expulsar a todos los musulmanes de Europa?

Respuesta.- Para comenzar, no son del todo europeos. No pueden considerarse europeos. O no más de lo que nosotros podríamos ser considerados islámicos, si viviésemos en Marruecos, en Arabia Saudí o en Pakistán, con el oportuno permiso de residencia o con la ciudadanía. Porque esta última no tiene nada que ver con la nacionalidad.

A mi juicio, incluso los que tienen la ciudadanía son huéspedes y nada más. O mejor dicho: invasores privilegiados. Además, una cosa es expulsar a los aprendices de terroristas o a los aspirantes a terroristas, a los ilegales, a los vagabundos que viven robando y trapicheando con droga o, incluso, a los imanes que predican la guerra santa e incitan a sus fieles a masacrarnos, y otra cosa es expulsar indiscriminadamente a toda una comunidad religiosa.
Naturalmente, si quisiesen irse por su propio pie, no lloraría. Más aún, le pondría una vela a la Madonna. De hecho, ya lo sugería en el ensayo publicado recientemente en el Corriere della Sera, titulado El enemigo que tratamos como amigo.:"¿Si somos tan estúpidos, tan tontos, tan despreciables y pecaminosos -escribía-, si nos odiáis y nos despreciáis tanto, ¿por qué no os volvéis a vuestra casa?"

Pero deben estar bien aquí, porque no quieren irse. Ni siquiera lo piensan. Y aunque lo pensasen, ¿cómo llevarían a la práctica algo así? ¿Por medio de un éxodo parecido al de Moisés guiando a los judíos fuera de Egipto a través del Mar Rojo? Ya son demasiados.

Calculando sólo los que están en la Unión Europea, cerca de 25 millones, según los datos más recientes, calculando también los que están en los países que no forman parte de la Unión y en la ex Unión Soviética, cerca de 60 millones. Esta es su Tierra Prometida, ¿o no? Respeto, tolerancia. Asistencia pública, libertad en abundancia. Sindicatos y jamón, el despreciado jamón, vino y cerveza, el despreciado vino y la despreciada cerveza. Vaqueros y licencia para ejercer su prepotencia por doquier sin ser castigados ni recriminados ni llamados al orden (incluida la licencia de tirar los crucifijos por las ventanas). Protectores o colaboracionistas siempre dispuestos a defenderlos en los periódicos y a impedir su expulsión, aunque venga dictada por los tribunales. Querido padre Andrzej, es demasiado tarde ya para pedirles que vuelvan a su casa. Habríamos tenido, habrían tenido que pedírselo hace 20 años. Pero en cambio, los hemos dejado entrar, en nombre de la piedad y del pluriculturalismo, de la civilización y del modernismo, aunque en realidad gracias a cínicos acuerdos euro-árabes de los que hablo en mi libro La fuerza de la razón, peor aún; tras haber descubierto que no les gustaba ya hacer de proletarios, recoger los tomates, trabajar en las fábricas, limpiar nuestras casas y nuestros zapatos, les llamamos. ‘Venid, queridos, venid, porque tenemos tanta necesidad de vosotros…’, y ellos vinieron. A cientos, a miles.

Y qué le vamos hacer si, muchas veces, en vez de personas deseosas de labrarse una vida digna trabajando, nos encontramos a menudo con vagabundos. Vendedores ambulantes de inutilidades, dispensadores de droga y futuros terroristas. O terroristas ya entrenados y entrenándose. ¡Y qué le vamos a hacer si desde el momento en que desembarcan nos cuestan un riñón! Comida y alojamiento. Escuelas y hospitales. Subsidios mensuales. Y qué le vamos hacer si nos llenan de mezquitas. Y qué le vamos a hacer si se adueñan de barrios enteros e, incluso, de ciudades enteras. Y qué le vamos a hacer si, en vez de mostrar un poco de gratitud y un poco de lealtad, pretenden incluso el derecho al voto que, pasándose la Constitución por el forro, le regalan los partidos de izquierdas. Y qué le vamos a hacer, si para proteger la libertad, por culpa suya tenemos que renunciar a algunas libertades. Y qué le vamos a hacer, si Europa se está convirtiendo o se ha convertido ya en Eurabia.

Querido padre Andrzej, no sé qué es lo que está pasando en Polonia. Pero en el resto de Europa, comenzando por mi país, no está sucediendo lo que pasó en Viena hace tres siglos. Cuando los 600.000 otomanos de Kara Mustafa pusieron sitio a la capital, considerada el último baluarte del cristianismo, y junto a los demás europeos (excepto Francia) el polaco Juan Sobieski los expulsó al grito de «Soldados, combatid por la Virgen de Czestochowa». No, no. Aquí está pasando lo que pasó, hace más de 3.000 años, en Troya, cuando los troyanos abrieron las puertas de la ciudad y condujeron dentro el caballo de Ulises. Despreciada como una Casandra a la que nadie escucha, hace años que repito sin cesar la misma canción: ‘Arde Troya, arde Troya’. Y hoy, todas nuestras ciudades y pueblos arden de verdad. ¿Exiliar? ¿A quién quiere exiliar? Hoy, los exiliados somos nosotros. Exiliados en nuestra propia casa.





P.- ¿Cómo cree que debería reaccionar el papa Benedicto XVI ante esta situación, siendo, como es, el jefe de la Iglesia Católica Apostólica Romana y líder de una religión que predica paz, no violencia y bondad?

R.- Mire, en mi ensayo El enemigo que tratamos como amigo, en un momento determinado me dirijo directamente a Ratzinger reprochándole lo que le reprochaba a Wojtyla. El diálogo con el Islam. ‘Santidad -le digo-, ¿cree realmente que los musulmanes aceptan dialogar con los cristianos, incluso con las demás religiones o con los ateos como yo? ¿Cree realmente que pueden cambiar, revisarse y dejar de sembrar bombas?’. Y ahora añado: El terrorismo islámico no es un fenómeno aislado, un hecho en sí mismo. No es una iniquidad que se limita a una minoría exigua del Islam. (En cualquier caso, una minoría nada exigua. Se calcula que, en Europa, dispone de 40.000 terroristas dispuestos a sacrificarse. Y no olvidemos que detrás de cada terrorista hay una organización concreta, una excelente red de contactos, un océano de dinero. Ergo, ese número de 40.000 hay que multiplicarlo al menos por cinco o por 10).




La ofensiva global ideada por Jomeini


Entrevistando a Jomeini




El terrorismo islámico -prosigue Fallaci- es sólo un rostro, un aspecto de la estrategia adoptada en tiempos de Jomeini (en los días de los cínicos acuerdos euro árabes) para poner en marcha la ofensiva global llamada el Despertar del Islam. Un despertar que, una vez más, pretende acabar con Occidente, su cultura, sus principios y sus valores. Su libertad y su democracia. Su cristianismo y su laicismo. (Sí, señores, también con el laicismo. Quizás sobre todo con el laicismo. ¿Todavía no se han dado cuenta de que el laicismo no puede cohabitar con la teocracia?).

Un despertar, en definitiva, que no se manifiesta sólo por medio de las matanzas, sino también por medio del secular expansionismo del Islam. Un expansionismo que, hasta el asedio de Viena, se producía con los ejércitos y las flotas de los sultanes, los caballos, los camellos y las naves de los piratas, pero que ahora se realiza por medio de los inmigrantes, decididos a imponernos su religión. Su prepotencia, su enorme capacidad prolífica.
Pues bien, el Papa lo sabe mejor que yo. Mejor que todos nosotros. El problema es que se encuentra en una situación dificilísima desde un punto de vista político y humano. Ante todo, por el hecho de estar al frente de una Iglesia que basa su credo en el amor y en el perdón. Una Iglesia que, en términos ecuménicos, predica el ‘ama a tu prójimo, por lo tanto también a tu enemigo como a ti mismo’.

Después, por el hecho de gobernar una inmensa comunidad que, respecto al Islam, incluso en las filas de su jerarquía, está dividida, es decir, enrocada sobre posiciones opuestas. Piense en Caritas que rescata a los ilegales e, incluso, los esconde. Piense en los Combonianos que con la bandera arcoiris sobre la sotana blanca les distribuyen simbólicos permisos de residencia. Piense en los sacerdotes que, en los altares de sus iglesias, permiten a los imanes celebrar el matrimonio mixto y gritar Alá akbar, Alá akbar, (como pasó, por ejemplo, en Turín).

Y por último, al Papa le pesa el hecho de ser el inmediato sucesor de otro Papa, el papa Wojtyla, que fue el primero en hablar de diálogo. Que con el comunismo y con la Unión Soviética utilizaba el puño de hierro, pero con el Islam utilizaba el guante de terciopelo. Que invitaba a los imanes a Asís. Que recibía en el Vaticano al ex terrorista y magnate de terroristas, Yasir Arafat. Y que nunca condenó directamente a Bin Laden.

Pues bien, Ratzinger quería mucho a Wojtyla. ¿Cómo se puede pretender, ahora, que, una vez vestido de blanco, emprenda otro camino y rechace el sueño del diálogo? Y sin embargo, confío en Ratzinger, en Benedicto XVI. Es demasiado inteligente para no darse cuenta de que el Despertar del Islam está en marcha como en la época del Imperio Otomano, y que con su fundamentalismo ha asumido los contornos de un nuevo nazismo. Que dialogar o ilusionarse con poder dialogar con un nuevo nazismo equivale a cometer el mismo error que la Inglaterra de Chamberlain y la Francia de Daladier cometieron en 1938. Cuando, creyendo poder dialogar con Hitler, Francia e Inglaterra firmaron el Pacto de Munich y, un año después, se encontraron con Polonia invadida por los nazis.

Es un hombre realmente razonable, Benedicto XVI. Mire cómo afronta, por ejemplo, el irresoluble problema de conciliar la fe con la razón. Se da perfectamente cuenta de que el laicismo ha perdido el tren en su relación con el Islam. Han creado un vacío que alguien tiene que llenar. Por eso creo que, antes o después, él lo llenará. Eso significa recordar a la intransigencia de la fe que la autodefensa es legítima defensa. No un pecado. Significa sostener que, cuando es necesario, incluso un santo puede dar un puñetazo en la mesa. Comportarse como Jesucristo que pierde la paciencia en el Templo y tira los puestos de los mercaderes y quizás les lanza también un puñetazo a la nariz. Y a mi juicio, significa elegir bien a los aliados. Para mí, atea-cristiana (devota no, pero cristiana sí), el cristianismo no es sólo una filosofía de primera calidad, un pensamiento en el que inspirarme, una raíz de la que no puedo, no debo y no quiero prescindir. Es también un aliado. Un compañero de ruta. Por lo tanto, también lo es el que lo interpreta a su máximo nivel. El que lo representa.



P.- ¿Qué opina de la guerra contra el terrorismo, capitaneada en estos momentos por EEUU?

R.- Mire, padre Andrzej. Un mes antes de que estallase la guerra en Irak escribí para el Wall Street Journal y para el Corriere della Sera un artículo titulado La Rabia, el Orgullo y la Duda donde decía: ‘¿Y si Irak se convirtiese en un segundo Vietnam? ¿Y si de la derrota de Sadam Husein naciese una República Islámica de Irak, es decir, una copia de la República Islámica del Irán jomeinista? La libertad y la democracia no se pueden regalar como dos trozos de chocolate. Especialmente, en un país y en una sociedad, que ignora el significado de esos conceptos. La libertad hay que conquistarla. Quizás me equivoque, pero yo dejaría a los iraquíes cocerse en su propia salsa’.





No sabe qué es la democracia



Entrevistando a Kadafi

 

¿Me equivocaba? -se pregunta la veterana periodista-. Me temo que no. Es verdad que me encanta ver a Sadam Husein caído de su trono junto a su banda. Me satisface pensar, aunque sólo sea con una migaja de esperanza, que aunque ignoren lo que es la democracia muchos iraquíes fueron a votar. Pero, visto el precio que están pagando y que estamos pagando, vistos los muertos que a ambos nos cuesta, sigo pensando que habría sido mejor dejarlos cocer en su propia salsa. En Irak, Estados Unidos se ha empantanado, como se empantanó en Vietnam.

Y por si eso no fuese suficiente, el Irán de Jomeini se ha quitado la máscara, imponiendo sus centrales nucleares y eligiendo como presidente al torvo individuo que en Teherán dirigió el secuestro de los americanos de la embajada de EEUU. El petróleo aporta mucho dinero, y, con la ayuda de Irán, la República de Irak se torna un fardo cada vez más pesado.

Dicho esto, es decir admitiendo que ya se ha metido la pata, afirmo que atribuir el terrorismo a la guerra de Irak es un error e, incluso, un fraude para engañar a los tontos. El 11 de Septiembre no había estallado la guerra de Irak. La guerra que declaró oficialmente el 11 de Septiembre Osama bin Laden ya estaba en marcha. Desde hace décadas, los hijos de Alá venían atormentando a Europa, a Norteamérica y a Israel con sus matanzas. ¿Recuerda las que, también en Italia, sufrimos a manos de Habash y de Arafat?

Entiendo hacia dónde apunta su pregunta. Apunta al asunto de la retirada de tropas de Irak. Y le contesto: El terrorismo no cesará ni disminuirá imitando al irresponsable e insoportable Zapatero. Al contrario. Cada vez que un contingente se retira, Europa ofrece otra prueba de debilidad y de miedo.


En Vietnam


P.- A su juicio, definir al Islam como «una religión de paz» y decir que el Corán enseña la misericordia es una tontería. ¿Por qué?

R.- Porque, amén de 14 siglos de Historia (siglos durante los cuales el Islam no hizo otra cosa que desencadenar guerras, es decir conquistar, someter y masacrar), lo dice el Corán. Es el Corán, y no mi tía, el que llama a los no musulmanes «perros infieles». Es el Corán, no mi tía, el que los acusa de oler como los simios y los camellos. Es el Corán, no mi tía, el que invita a sus secuaces a eliminarlos. A mutilarlos, a lapidarlos, a decapitarlos o, al menos, a degollarlos. De tal forma que, si en Arabia Saudí, te pillan con una cruz en el cuello, una estampita en la cartera o una Biblia en tu casa, terminas en la cárcel y quizás en el cementerio.







Hay que meterse en la cabeza esta sencilla, inequívoca e indiscutible verdad: todo lo que los musulmanes hacen contra nosotros y contra sí mismos está escrito en el Corán. Viene pedido y exigido por el Corán. La yihad o guerra santa. La violencia, el rechazo de la democracia y de la libertad. La alucinante servidumbre de la mujer. El culto a la muerte, el desprecio a la vida… Y no me responda como los zorros del Islam moderado, no me diga que en el Corán hay versiones distintas y diversas. Por mucho que cambien las versiones, en todas ellas la esencia es la misma. No entiendo la deferencia con la que ustedes, los católicos, se refieren al Corán. Alá no tiene nada que ver con el Dios del cristianismo. Nada. No es un Dios bueno, no es un Dios padre. Es un Dios malo. Un Dios dueño. No trata a los seres humanos como hijos. Los trata como súbditos, como esclavos. Y no enseña a amar: enseña a odiar. No enseña a respetar: enseña a despreciar. No enseña a ser libres: enseña a obedecer.


El enemigo al que tratamos como amigo

Con el presidente de Irán, 1979


Basta leer las suras sobre los «perros infieles» -apunta la periodista- para darse cuenta de ello. No, no. Nuestro primer enemigo no es Bin Laden. No es Al Zarqaui. No son los terroristas que cortan cabezas. Nuestro primer enemigo es ese libro. El libro que los ha intoxicado. Por eso digo que el diálogo con el Islam es imposible y rechazo el cuento del Islam moderado, es decir el Islam que, de vez en cuando, se digna a condenar las matanzas, pero a la condena añade un pero. Por eso, la convivencia con el enemigo que tratamos como amigo es una quimera y la palabra «integración» es una mentira. Jurídicamente, de hecho, muchos son realmente nuestros conciudadanos. Gente nacida en Inglaterra, en Francia, en Italia, en España, en Alemania, en Holanda, en Polonia, etcétera. Individuos crecidos como ingleses, franceses, italianos, españoles, alemanes, holandeses, polacos… Que parecen realmente integrados en nuestra sociedad. Pero, al mismo tiempo, siguen tratando a sus mujeres (y también a las nuestras) como las tratan. Les pegan, las humillan y, a veces, las matan. Y cuando meten sus pies en la mezquita, se dejan de nuevo crecer la barba. Escuchan al iman que predica la yihad, estudian lo que es, aprenden de memoria el Corán y, ¡zas!, se convierten en aspirantes a terroristas y, después, en alumnos terroristas y después en militantes terroristas. Mientras los que no lo hacen, los llamados moderados, farfullan sus ambiguos "pero".



 Entrevistando al dictador argentino Galtieri

Tras el 7-J de Londres

Padre Andrzej, las estadísticas siempre me han resultado antipáticas -afirma Fallaci-. Sin embargo, no se pueden ignorar y, según la encuesta realizada tras las matanzas de Londres por el Daily Telegraph, resulta que el 24% de los musulmanes ingleses admite ’sentir simpatía por los sentimientos y los motivos que condujeron a la masacre del 7 de julio’. El 46% de los moderados comprende ‘por qué los terroristas se comportan de esa forma’. Y el 32% considera que ‘los musulmanes tienen que poner fin a la decadente civilización occidental’. El 14% confiesa ‘no sentir el deber de advertir a la policía si saben que se está preparando un atentado y, mucho menos, si un iman incita a la guerra santa». Por si no fuese suficiente, en un informe gubernamental, titulado The Next London Bombing, se deduce que en Gran Bretaña hay 16.000 musulmanes enrolados en actividades terroristas, y que la mitad de los jóvenes musulmanes entrevistados se dicen ‘ansiosos por pasar a la violencia para eliminar nuestra inmoral sociedad’.

Padre Andrzej, le fastidia oír ciertas cosas, ¿verdad? Le repugna ver en tantos huéspedes nuestros una nueva juventud hitleriana que aplica su Mein Kampf, ¿verdad? Y le parece excesivo que yo vea en ellos un peligro para Occidente y para el resto de la Humanidad, ¿verdad? Por eso le recuerdo que quienes instalaron el nazismo en Alemania y en Europa no fueron todos los alemanes. Fue la minoría de desalmados que miraba al profeta Hitler como los terroristas de hoy miran al profeta Mahoma.

Y si cree que es injusto echarle la culpa a una religión e, incluso, a un libro, piense en el chico americano que los marines capturaron con los talibán durante la Guerra de Afganistán. Americano, repito. Californiano. De Los Ángeles, con la piel blanca como la clara del huevo y de educación laico cristiana. No era marroquí ni tunecino o saudí o senegalés o somalí. Pero un día ese chaval americano puso el pie en una mezquita y dijo a sus padres: ‘Mummy, daddy, quiero estudiar el Corán’. Después, se fue a Pakistán, aprendió el Corán de memoria, se hizo lavar el cerebro por los imanes y terminó con los talibán en Kabul.

Padre Andrzej, ésta es mi respuesta a su última pregunta. Sé muy bien que, al dársela, refuerzo el riesgo de ir a la cárcel por delito de opinión enmascarado bajo la acusación de ‘vilipendio al Islam’. Sé bien que, junto a la cárcel, arriesgo la vida, es decir, desafío una vez más a la nueva Hitler-Jugend que quiere matarme. También sé que tampoco nosotros podemos presumir de santos. Que, en nuestra Historia, también nosotros hemos combinado las luces y las sombras. Pero hoy, el peligro no somos nosotros. Son ellos. Es su libro. Y dado que nadie lo dice, dado que alguien debe decirlo, lo digo yo.





©Andrzej Majewski

 viernes, 15 de septiembre de 2006


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