la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Joan Baez y su hijo Gabe se confiesan: conversaciones en el Reino Unido/ Danny Scott, The Sunday Times Magazine, 4 de marzo de 2012 / Video: Gabriel and Me, A young Gypsy, Sleeper



“Yo sentía que tenía que compartir a mamá con todo el mundo”

 

  • Símbolo de la canción protesta y del movimiento pacifista de los años 60, la cantante Joan Baez vivió durante años una dolorosa guerra con su hijo. Ambos nos cuentan como lograron hacer las paces. 
Participó en la marcha sobre Washington de 1963 por los derechos civiles junto a Martin Luther King; viajó a Vietnam en misión humanitaria y soportó el peor bombardeo de la guerra; clamó sus ideales pacifistas desde el mítico escenario de Woodstock... La cantante folk y militante de los derechos humanos Joan Baez está inseparablemente unida a la canción protesta de los 60; marcó el rumbo de una generación, fue llamada la reina de la canción folk, pero su entrega a la música y su compromiso político hicieron zozobrar su vida personal. Su hijo Gabriel (Gabe, como ella le llama) nació cuando su padre, el periodista y activista David Harris, estaba en la carcel y durante años mantuvieron una turbulenta relación marcada por las separaciones, un ambiente inestable: vivían en una comuna, ella fue encarcelada varias veces, sus cuentas bancarias embargadas por negarse a  pagar la parte de sus impuestos que ella consideraba se usaban en la guerra de Vietnam, el FBI la mantenía bajo vigilancia,  y una adolescencia de drogas y alcohol en la que se se hundieron muchos hijos de estrellas del rock. 

Hoy, Joan tiene 71 años y su hijo 42 y han dejado atrás sus diferencias: Gabe es músico y forma parte de la banda de Joan y vive en una casa contigua a la de ella. Este es el relato en primera persona de sus experiencias como madre y como hijo y de cómo volvieron a encontrarse.



 


JOAN

No estoy segura de que Gabe sepa esto, pero yo estaba en la cárcel cuando conocí a su padre. Cuando empezó la guerra de Vietnam, estaba metida en el Movimiento de Resistencia y me arrestaron un par de veces. En 1967 me mandaron a la prisión de Santa Rita, cerca de San Francisco, y un día me dijeron que otro recluso, David Harris, iba a venir a visitarme. Aunque no lo conocía, sabía que David también era un activista contra la guerra. Los lapices de labios eran considerados contrabando, pero una de las chicas tenía uno escondido y le pregunté si podría dejármelo para estar más presentable. ¡A David le sentaba tan bien su sombrero de cowboy! Y leía mucho. Tenía un montón de ideas y estaba lleno de vida. Compartíamos las mismas pasiones y los mismos ideales. Unos meses después de que nos pusieran en libertad decidimos casarnos. Supongo que yo tenía unas ideas muy anticuadas sobre lo que era el amor. Si querías a alguien, te casabas con él y tenias hijos. Desafortunadamente, cuando  quedé embarazada en 1969  volvieron a meter a David en la cárcel por negarse a alistarse en el Ejército. Estuvo 20 meses y ni siquiera lo dejaron salir cuando nació Gabe. Los celadores de la prisión eran crueles. Le decían: "¡Eh, tío! ¿Has visto una foto de tu hijo? ¡Nosotros sí!".

Así que te puedes imaginar que Gabe nació en una época bastante dura. Me hizo muchísima ilusión ser madre, pero me estaban pasando tantas cosas que pensé que sería una egoísta si me tomaba un tiempo sin trabajar. Durante su primer año de vida, su padre seguía en prisión y yo casi siempre estaba de gira. Las cosas se complicaron aún más cuando soltaron a David. Estábamos viviendo en una comuna en California. No una comuna hippie (éramos todos activistas políticos). Pero empezamos a distanciarnos y poco después nos divorciamos. ¿La maternidad? No tenía ni idea de qué esperar de ella. Es un poco como envejecer. No sabes cómo es hasta que te toca. Pero sabía que el niño necesitaba cierta estructura, así que David y yo lo hicimos lo mejor que pudimos.

Queríamos asegurarnos de que recibía una educación decente, pero creo que Gabe es como yo, no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. El director del colegio me llamaba y me decía: "Gabe no puede terminar el bachillerato si se empeña en ir descalzo y en teñirse la toga." Las cosas se complicaron aún más en su adolescencia y por un tiempo lo perdí. Literalmente. Un día hasta se escapó de casa. Estábamos siempre discutiendo sobre marihuana y alcohol. Probablemente estuviera haciendo lo que hacen muchos adolescentes, pero yo no era lo bastante espabilada para lidiar con lo que estaba pasando.

Intenté hacer de "poli malo". Una y otra vez. Traté de enderezarlo, pero me respondió: "Mira, mamá, no estabas ahí cuando era pequeño. Ahora no puedes empezar a decirme lo que tengo que hacer". También me atacaba porque pensaba que era una hipócrita en el tema de las drogas: "¡Tú fumabas hierba! ¿Por qué yo no puedo fumar?". Fue entonces cuando le dije que nunca en mi vida me había fumado un porro y eso le decepcionó. De repente había destruido la imagen que tenía de mí. Me dijo: "¡Pero si conociste a Hendrix, mamá! ¡Tienes que haberte drogado!". Y la verdad es que estuve con ellos pero no me drogué porque yo no creía en las drogas. Pero él tenía  razón en lo otro, en lo de no estar ahí cuando era pequeño. Culpable, Señoría. No solo estaba ausente físicamente, sino que lo estaba también mentalmente, siempre pensando en otras cosas.

A medida que me fui haciendo mayor, la culpa empezó a afectarme mucho. Pasé años enteros intentando mejorar. Y la verdad es que la única vez que me sentí mejor fue cuando por fin nos sentamos y hablamos de madre a hijo. Dije lo que tenía que decir, entre otras cosas, que lo que quería realmente era hacer las paces. En esa época él tenía veintitantos años y lo que me contestó fue: "Mamá, deja de preocuparte. Yo siempre me sentí muy orgulloso de ti. Tenías un trabajo que hacer. Estamos aquí y estamos bien". Me alivió tanto que no lo hubiera echado todo a perder...

Ahora Gabe es padre y es increíble. Él vivió una época muy dura cuando era niño. Podría haber heredado todo lo malo y haber hecho lo mismo que yo. Pero no lo hizo. Su hija Jasmine tiene ocho años y es muy bonito verles juntos. No estoy segura de dónde lo aprendió, pero es un padre maravilloso.




 Joan con su hijo Gabe, a la derecha




GABE

Supongo que soy un verdadero hijo de los 60. Mi madre era una cantante de protesta y mi padre un activista pacifista. Se conocieron en la cárcel y vivieron en una comuna. Su unión estaba envuelta en música y política, y yo soy un producto de esa era y sus valores.

A veces he luchado contra ello. Mi infancia fue... llamémosla poco convencional. Mi madre estaba todo el día de gira y mi padre tuvo problemas para volver a adaptarse a la vida normal cuando salió de prisión. Acabaron divorciándose. Siempre había alguien que podía cuidarme, pero me acostumbré desde muy pronto a valerme por mí mismo.

Por supuesto, mi infancia también tuvo sus ventajas, como tener la oportunidad de pasar el tiempo con los Grateful Dead y Bob Dylan. Bob era guay, pero nunca me apeteció llamarle "tío Bob", no era esa clase de persona. Aparte de las cosas buenas, también había muchos desafíos. Y, aunque no tener límites pueda ser una idea genial cuando tienes cinco años, a los 15 o 16 puede convertirse en un problema. Hasta entonces, no había habido ninguna estabilidad en mi vida y de pronto, todo el mundo quería que la hubiera. No estaba enfadado pero, como la mayoría de los adolescentes, estaba explorando lo que había ahí fuera, así que bebía y esas cosas, incluso mi vida llegó a correr peligro en alguna ocasión. Eso a mi madre le ponía de los nervios, pero a mí me daba igual. Solo pensaba en vivir mi vida como yo quisiera. Desde luego que había un montón de "hijos de estrellas de rock" que nunca lograron salir de aquel agujero, pero, con el tiempo, la falta de estabilidad nos pasó factura. Yo, dentro de mí, de algún modo sabía que era el momento de dejar de explorar y volver a casa. Pero solo puedes regresar a casa –en el sentido espiritual– si sientes que eres bien recibido y, a pesar de todo por lo que habíamos pasado, mis padres siempre se aseguraron de hacerme sentir querido. Quizá eso fue lo que impidió que me distanciara de ellos para siempre.

Cuando mi madre y yo nos sentamos y hablamos de todo esto, me di cuenta realmente de que su dolor era con creces mayor que el mío. Se sentía tan culpable que era demasiado duro para ella. Fue un personaje público desde los 16 años y durante mucho tiempo pensé que le resultaba difícil decirle que no a la gente. Lo hizo todo por su música y por sus creencias, de ahí que otras cosas como sus relaciones se resintieran. Hay una famosa cita suya que dice que estaba "hecha para vivir sola" y, durante un tiempo, fue verdad.

Gracias a Dios, ha encontrado un mayor equilibrio y le encanta pasar tiempo con mi hija Jasmine, que la llama "abuela" (en español). Ellas dos tienen una conexión muy especial en lo que se refiere a la música: tocan juntas el piano y la guitarra. Hace poco llevé a Jasmine a un concierto de mi madre pero no le dije quién tocaba. Y de repente, cuando estábamos abriéndonos paso entre la gente, la oí gritar: "¡Abuela!". Se le iluminaron los ojos. Fue corriendo hacia el escenario y se puso a cantar con ella. ¡Me sentí tan orgulloso de las dos!

©Danny Scott
4 de marzo de 2012

Fuente: Mundo Mujer 




















Gabriel and me


The grey quiet horse wears the reins of dawn,
and nobody knows what mountain he's from.
In his mouth he carries the golden key,
and nobody sees him but Gabriel and me.
Gabriel and me.

His nose is silver and his mane is white,
his eyes are black and starry like night.
So softly he splashes his hoofs in the sea,
that nobody hears him but Gabriel and me.
Gabriel and me.

He comes in the morning when the air is still,
he races the sun and he always will.
We raise up the window and call through the trees,
oh we'd love to fly with you, Gabriel and me.
Gabriel and me.

For your back is wingless and there's room for two,
we'll mount from a tree and ride straight on through.
But I guess you're wiser than I thought you'd be,
for you never will listen to Gabriel and me.
Gabriel and me.

For you know that one day we'll forget to wake,
call it destiny, call it fate.
You'll nuzzle us softly and so silently,
we'll ride in the morning, Gabriel and me,
with the golden key.
Gabriel and me,
forever to the sea.

© Joan Baez
1970, 1971 
Chandos Music (ASCAP)


 


 


Joan Baez " A Young Gypsy"




A Young Gypsy
Words and Music by Joan Baez
A young gypsy fell out in a slumber
Heading north with a driver he knew
Someone he'd lived with and trusted
A young woman who trusted him too
That very same day the young gypsy
Had come from a farm in the west
Where the children had played throughout the heat of the day
Affording the gypsy no rest
And the gypsy's bones were weary
And the front seat looked secure
And the gypsy slept on until the sun it was gone
And the stars pierced the eyes of the girl at his side
The next morning's day would be Easter
He'd dress in his only fine shirt
And shuffle through clusters of strangers
With his gaze and his shoes in the dirt
And the woman who loved him would watch him
Protect him from curious stares
For the womenfolk tend to be friendly
And the gypsy's as young as he's fair
And the evening brought on laughter
And jars of bright red wine
And the gypsy drank some and the gypsy had fun
And his dancing got wild and the grandmothers smiled
Sleeping came easily after
In the arms of the woman that fold
Up the secrets and dreams of the gypsy
That will never be sought or be sold
In fact, they will never be told
For the gypsy is two years old
© Joan Baez 1973 Chandos Music (ASCAP)

Un joven gitano (letra y música Joan Baez)

Un joven gitano se quedó dormido
Iba hacia  el norte con una conductora que conocía
 Alguien con quien  había vivido y en quien confiaba
 Una joven mujer que también confiaba en él

Ese mismo día  el joven gitano
Había llegado de una granja en el oeste
Donde los nińos habían jugado todo el caluroso día
Sin dar descanso al gitano.

Y los huesos del  gitano estaban cansados
Y el asiento delantero parecía seguro
Y el gitano durmió allí hasta que el sol se fue
Y las estrellas atravesaban los ojos de la chica que estaba a  su lado 

El día siguiente era  Pascua
Èl estaba vestido con su única camisa fina
Y se mezclaba con los grupos de extranjeros
Con su mirada y sus zapatos en la tierra

Y la mujer que lo amaba quería cuidarlo
Protegerlo de las miradas curiosas
Pero la mujeres de la familia tienden a ser muy amigables
 Y el gitano es tan joven como imparcial

Y la tarde se lleno de risas
 Y jarras de vino de color rojo brillante
Y el gitano  bebió un poco y el   gitano se divirtió
 Y su baile fue salvaje  y las abuelas sonrieron

Después fue fácil dormir
En los brazos de la mujer que se doblan
Sobre  los secretos y los sueńos del  gitano
Que nunca serían buscados ni vendidos
De hecho, ellos nunca fueron dichos
Porque el gitano tiene dos años de edad.
 ©Joan Baez






Sleeper de Greg Brown


It's another happy April

to every happy fool.

And you move through my dreams

like a trout moves through a pool.

Sure I will do anything,

but I blush at the reverie.

Sleeper come and go with me.

And she always was a painter
and she left me her suitcase,
and I still remember
the soft lines of her drunken face,
as she stood there in my doorway,
like a cat up in a tree.
Sleeper come and go with me.

A small farm in Wisconsin
for a driftless man,
supper on the table,
and a lover's tender hands,
though she leaves my salt and woodsmoke,
for a job in the city.
Sleeper come and go with me.

I will take you with my children,
through the clover, to the creek,
when Orion's gone a hunting
through the fields our wishes seek,
where we all can love each other
like sugar in our tea.
Sleeper come and go with me.

Well the last wild fling is over
and a cold wind brings the dawn,
to rows of parking meters
and the shadow of a blond,
who is standing by the wild rye
in a pointless dream.
Sleeper come and go with me.



©2003Joan Baez, 
Dark chords on a big guitar