la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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"La Vaca Mariposa" y Simón Díaz no quieren a Chávez. Yo, viviana marcela iriart, tampoco. / 23 de junio de 2011




“Y estamos marchando todavía en las calles
con pequeñas victorias y grandes fracasos
pero hay alegría y hay esperanza
 y hay un lugar para ti” 



 
 



 
 












 

  
Caricatura de Rayma




“La Vaca Mariposa”
Letra y música: Simón Díaz
 
La vaca Mariposa tuvo un terné
Un becerrito lindo como un bebé
"Damelo papaito" dicen los niños cuando lo ven nacer
y ella lo esconde por los mogotes que no sé
La vaca Mariposa tuvo un terné
La sabana le ofrece reverdecer
Los arroyitos todos le llevan flores por el amanecer
y ella lo esconde por los mogotes que no sé
La vaca Mariposa tuvo un terné
 
Y los pericos van y el gavilan también
Con frutas criollas hasta el caney, para él
Y mariposa esta que no sabe que hacer
Por que ella sabe la suerte de él 
 


 
Nota: las fotos fueron actualizadas el 14 de abril de 2017
 
 
 
 

Julio Cortázar: “Preambulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj” e “Instrucciones para dar cuerda al reloj "









“Preámbulo a las Instrucciones para dar cuerda al reloj" 

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

 
©Julio Cortázar
"Historias de Cronopios y de Famas"







 
 "Instrucciones para dar cuerda al reloj"


Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.



©Julio Cortázar
"Historias de Cronopios y de Famas"
1962





Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984






América Precolombina: Venus de Tacarigua, por Sonia M. Martin


                  




Pocas figurillas precolombinas son tan encantadoras como la Venus de Tacarigua. Encontrada en los alrededores del Lago de Valencia en Venezuela, llama la atención por sus fuertes y decididas proporciones invocadoras de la sexualidad y la fertilidad. Esta hermosa pieza de cerámica es digna de estudio para comprender mejor a los primitivos pobladores de la región.

Es evidente su relación con la sexualidad por el trabajo del artista quien enfatiza caderas y sexo. Su relación con la fertilidad es más sutil y misteriosa, pero igualmente fascinante. En Venezuela --como en casi todas las civilizaciones del mundo-- el sapo y la rana conllevan un simbolismo de fertilidad. La Venus expresa esta idea a través de la máscara que sostiene frente a su cara con unas manos que parecen una mezcla entre humanas y aquellas de un batracio. Pero lo más evidente son los ojos, que saltan a la vista ante la observación más superficial. Estos ojos --que en arqueología se denominan "ojos de grano de café" (aunque el café fue traído desde los países árabes a través de los Conquistadores) -- son en realidad la característica más típica de estos animalitos.






Pero ¿por qué hacer esta rara combinación de elementos? En su mayor parte, la actividad artística en los pueblos primitivos se dedica a la elaboración de objetos ceremoniales, idolillos y oferentes que son utilizados en los rituales mágicos. En este contexto, las figurillas y oferentes adquieren contenidos simbólicos y son realizadas con una intención específica. Así, por ejemplo, la representación y posterior invocación de ciertos animales, como las ranas, anticipan y aseguran los fenómenos que representan. El animal representado tiene la función de "doble" con el hecho que simboliza. Por otra parte, el esquema de pensamiento indígena explica los acontecimientos relativos al ciclo vital del hombre (embarazo, nacimiento, pubertad, matrimonio, enfermedad, muerte) de modo  espontáneo, sin intelectualismo ni abstracciones. A diferencia del pensamiento racional --que busca una explicación causal de los hechos obedeciendo a ciertas leyes científicas--, el pensamiento mítico utiliza símbolos, más que conceptos, como fórmulas de interpretación del mundo. Este simbolismo se recoge bajo la forma del Mito, que constituye el relato de lo acontecido en los tiempos más remotos. Viene a conformar la pauta de la historia humana. Es un mensaje sagrado, revelado por los dioses, y significa la realidad por excelencia. De esta forma, los objetos de cerámica elaborados por estos hombres y mujeres tratan de imprimir una energía y fuerzas sobrenaturales, mágicas.

Venezuela tiene una fuerte tradición oral que explica muchos de estos fenómenos a través de sus mitos, que han sido recogidos en libros como "Mito de los Indios Yabarana" de J. Wilbert, "El sapo, ¿divinidad o engendro del diablo?" de Haydee Solano, y "Tauron Panton. Leyenda de los Indios Pemones" de C. Armellada. En ellos se cuentan diversas leyendas en las que sapos y ranas llenan el espacio mitológico y explican la creación del mundo con creatividad y candidez.

Dice Arturo Uslar Pietri --pensador y escritor venezolano-- de estas cerámicas cuando fueron expuestas a través de una exposición de fotografías en Caracas: "Lo más de estos objetos del indio, (...) tenían además de los usos utilitarios evidentes (...) o representaciones de la divinidad, todo un lenguaje simbólico incorporado en sus formas y en sus adornos, que permitía vislumbrar los valores espirituales y las creencias de aquellos primeros pobladores del territorio que ha llegado a ser el nuestro." Y añade que [esta exhibición] "es la revelación del refinamiento artístico de aquellos seres a quienes, con grave deformación de la perspectiva histórica, seguimos llamando primitivos o salvajes".

Estamos en total acuerdo con este gran pensador, quien observó a esta Venus con detenimiento y pudo ver más allá de su belleza: su encanto sin límites de tiempo o fronteras.


California, Estados Unidos


















Anita Giménez de Llanos ... la del abrazo amigo, la del abrazo hermano, por Félix Esteves, Caracas, 29 de mayo de 2011





Fuiste blancas violetas que perfumó todas las mañanas
Así eras tú, Anita, tan clarita como una luna de avellanas
Con tu sonrisa alborozada y sonora de una chacarera guitarra
O como el canto de amor de una enamorada cigarra.

Eras bastión de los amigos, casa, hogar y cálida morada
¿Cuántas veces no te fastidiábamos hasta en la madrugada?
Pero siempre estabas allí, presta, lista, a plasmar tu ayuda
Como madre, como amiga, y hasta a veces como un hada.

Ya no estas entre nosotros, ahora eres luz estrellada
Que alumbra el firmamento de todos los que te aman
Eres el lucero brillante que pinta de colores la alborada.

Se que estas en lo alto con tu vigilante y firme mirada
Cuidando a Percy, a tus nietos, a Gabriela y a Mariana
Y todos los que amaste desde el Sur hasta Caracas. 

©Félix Esteves


Anita Giménez de Llanos fue una empresaria teatral  que por más de treinta años trabajo a favor de la cultura y de espectáculos de gran calidad no sólo en Venezuela, sino también en todo el ámbito latinoamericano. Junto con su esposo Percy Llanos fundo la empresa Contemporánea Producción Artística y con ella trajeron a Venezuela y a otros países de Latinoamérica las mejores compañías teatrales del mundo,  además de espectáculos de gran calidad artística como Marcel Marceau, Teatro Negro de Praga, el Ballet Bolshoi, la Orquesta Sinfónica de Moscú, Orquesta Franz Liszt de Budapest, Susana Rinaldi, Mercedes Sosa, Julio Bocca y su Ballet Argentino, Jean Paul Rampall, Grupo Caviar, Michel Petrucciani, Georgia State Dance Company, Teatro del temple de Zaragoza entre otros muchos. Pero la labor no se quedaba solamente en traer artistas internacionales a Venezuela, fueron también muchos los artistas venezolanos que fueron promovidos por Ana y Percy Llanos a otros mercados.

Anita Llanos (Córdoba, Argentina 194? – Madrid, España 2011) nos dejo el 12 de marzo de este año y quienes tuvimos la suerte de conocerla profundamente sentimos con su partida que se nos fue la mejor amiga, una mamá, una hermana, una maestra. Yo que tuve la dicha además de conocerla, también trabaje junta a ella y su querida familia, Percy su esposo,  Mariana y Ana Gabriela sus hijas. Estuve con ellos desde 1992 cuando empecé como anfitrión. Con Anita y Percy aprendí la pasión por el teatro, el amor al trabajo, y a la disciplina como  herramienta indispensable a la excelencia. No obstante, mi estadía con ellos me hizo sentir no como un empleado más, los 10 años o más trabajando con ellos crearon un lazo de amistad que pocas veces sentí en otro lado, los Llanos me hicieron sentir en familia. 

Todavía recuerdo las largas conversaciones en la oficina, porque si algo bueno tenía Anita era que era la mejor conversadora, no había tema que no conociera, y si por una razón desconocía el tópico a tratar estaba atenta a escuchar. Anita era el dínamo de la oficina, laboriosa pero alegre, disciplinante pero grata, cuando se ponía brava era terrible y gritona, pero aún así era encantadora; después de un mate, un te o un rico café la tormenta pasaba y la sonrisa volvía a ella y ya todo en orden y prolijo como las cosas debían estar y como a ella le gustaba, todo regresaba a la normalidad.
Anita Llanos fue todo un personaje, era abogada de profesión pero su amor fue el teatro, al igual que su hermano el director Carlos Giménez fundador del Grupo Teatral Rajatabla y figura central del renacimiento teatral venezolano, dedico gran parte de su vida a las tablas, a su amada familia y a todos a aquellos, que como a mi, toco con su barita mágica. 

Anita Llanos, la que cantaba “Nostalgia” de camino de la oficina a su casa, la que tarareaba “Como dos extraños” de camino de su casa a la oficina, la de cabellos plateados, la de sonrisa a flor de piel y manos que nunca se negaron al abrazo amigo, al abrazo hermano, siempre te recordaremos como lo que fuiste, con el amor que sembraste en cada uno de nosotros, con el cariño que nos diste y que nunca te negaste a dar... 

TE QUEREMOS ANITA








Tonada de Luna Llena/ Simón Díaz, Caetano Veloso

Simón Díaz y Caetano Veloso



Tonada de Luna Llena
Letra y música Simón Díaz

Yo vide una garza mora
Dándole combate a un río
Así es como se enamora
Tu corazón con el mío

Luna, luna, luna llena menguante
Luna, luna, luna llena menguante

Anda muchacho a la casa
Y me traes la carabina
Pa' mata' este gavilán
Que no me deja gallina

La luna me está mirando
Yo no sé lo que me ve
Yo tengo la ropa limpia
Ayer tarde la lavé

Luna, luna, luna llena menguante
Luna, luna, luna llena menguante


I Live Here, world's refugee testimony, by Mia Kirshner /Amnesty International






Article by Rick Klaw
Celebrity philanthropic efforts often center around a few photo opportunities showcased to further a career. These usually well-meaning events generally turn a fleeting spotlight on the truly needy, such as the numerous Africa plights, conquered Tibet, or the disaster relief du jour. With I Live Here, Mia Kirshner (The L Word) shines an unwavering, informative light on important and troubling non-U.S.-centric issues in a truthful and often disturbing manner. She elevates celebrity philanthropic efforts to an extraordinary new level of sophistication in content and style. 
Kirshner visited four ravaged areas, conducting interviews with the women and children most affected.I Live Here compiles her encounters in Ingushetia, Burma, Ciudad Juárez, and Malawi in a graphically intense series of four oversized, thin paperbacks wrapped inside a hardcover case. Each book also contains a graphic novella, and two of the volumes offer related short stories.
The Russian republic of Ingushetia lies on the border of Chechnya. Not 50 miles from the embattled country’s capital, Grozny, more than 15,000 Chechen refugees currently live in Nazran, Ingushetia, primarily in tents and abandoned buildings. Kirshner first encounters the orphaned 12-year-old boy Ruslan at the edge of a dirt lot. Through an interpreter, Ruslan relates stories about his father’s missile-ravaged body and the killing of his mother by a drunk driver. Kirshner then meets Ruslan’s foster mother, Yakha, who fled her home for a different reason:
“Yakha remembers the day. It was February 26, 2001, and her husband was drunk, as always. Eighty thousand Russian troops were in Chechnya, and they had been in control of Grozny for a year. Over the weekend, news spread that a mass grave containing fifty-one Chechens had been found in an abandoned village less than a mile from the main Russian military base. It was on the Monday, though, that her husband beat her with weights in his hands, and she fled. She had to leave her kids behind and go. Can you imagine? She had to leave her children behind. When last she saw her husband, he said this business wasn’t finished.  He had threatened to take her body into the forest and cut it into pieces.”




Yakha eventually returned to Grozny and brought her children to Nazran. The set’s best graphic novella, Joe Sacco’s excellent graphic story “Chechen War, Chechen Women,” perfectly supports the rest of the book’s text by skillfully recounting the tragedy’s history through the life of an old Chechen women.
In perhaps the most disturbing volume, Kirshner meets with several Thai sex workers and young Burmese soldiers, ages 13 and under. Graphic stories of rape, abortion, and hunger emerge from the desperate women that work in Mae Sot along the Thai-Burma border. The prostitutes, often conscripted in their pre-teens, powerfully relate the inherent cruelty and desperation of their situation. As in all of the volumes, photographs and pictures by and of the oppressed appear with the words — none as effective as the intense images of the barbaric abortion methods. No pro-life fetuses here, just the starkness of a gloved hand entering an anonymous vagina and a drawing of a “homemade abortion stick.”
This book also contains Karen Connelly’s “The Princess of the Sagawa Tea Shop.” The best fiction in I Live Here, it emotionally shares the trials of an experienced Thai prostitute who wants to retire and raise a family.
The impoverished, international drug-trafficking center Ciudad Juárez, across the Rio Grande from El Paso, attracts thousands of Latin-American migrants to work in the city’s 300-plus factories. Since 1993, some 400 women, many of them factory workers, have been killed, usually raped and tortured, and dozens more have gone missing. Kirshner traveled to this troubled city and met the parents of Ericka, one of the victims. 
While complete with images from Ericka’s life, the interview pales next to Margret Atwood protegé (and Mia sibling) Lauren Kirshner’s “Twenty Poems for Claudia,” a creative non-fiction essay recounting the life of another victim. The story begins with a FedEx box:
“In the box there are photos of gray highways and underpasses. Pictures of you wearing white powder and blue contact lenses, with your mouth closed like you you’ve got a secret you want to tell. There’s an interview with your mother, who says God will take care of everything. There is a photo of the Lear factory where you worked making electrical harnesses for American cars. There’s a photo of a pariah street dog with an empty potato-chip bag on its mouth, one yellow eye visible and disappointed. There are pages from your high-school notebook: a few notes about John Locke, the Enlightenment, knowledge for all. The notes stop halfway down the page, where fat graffiti takes over.”
Lauren Kirshner accomplishes far more than rehashing Claudia’s short life — she experiences it, complete with confusion and disgust over this unsolved murder and the countless others.
The massive weight of the AIDS crisis crushes Malawi, where one in five residents is HIV-positive, and the humanitarian needs far outstrip the available aide. Mia Kirshner talks with AIDS victim Miriam, who like many in this poor African nation cannot afford the treatments. Kirshner relates the sad moment when Miriam learns that her daughter, too, has the plague: “She doesn’t normally cry, she says, and asks me if I know why tears are hot.”
In the same volume, Kirshner visits the Kacher Prison for boys. The inmates, all between 11-19, are are often locked up for petty offenses for years at a time. No one claims them, not because of harsh penalties but rather the epidemic. Kirshner intertwines the story with the young men’s own words.
The magnificent design by Adbusters alumni Paul Shoebridge and Michael Simons weaves the disparate elements into one of the finest looking publications ever produced. In toto, the package forms an amazing work of art. An exceptional book of rare quality, I Live Here exceeds all expectations.

©Rick Klaw

I Live Here
by Mia Kirshner, J.B. Mackinnon, Paul Shoebridge, Michael Simons
Pantheon
$29.95, 320 pages