"El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía.
Un coleccionista privado le ha ofrecido cien dólares al mes (a Henry Miller) para que escriba narraciones eróticas. Es como un castigo dantesco condenar a Henry a escribir erotismo a dólar la página. Henry se rebela porque en este momento su estado de humor no es rabelesiano, sino todo lo contrario. Porque escribir por encargo es una ocupación castradora, porque escribir con un voyeur mirando por el agujero de la cerradura quita toda espontaneidad y gusto a las aventuras de la fantasía.
(...)
Cuando Henry necesitó dinero para sus gastos de viaje me sugirió que yo escribiera algo mientras. Yo no tenía ganas de dar nada auténtico, y decidí crear una mezcla de historias oídas, invenciones y otros elementos, y fingir que pertenecían al diario de una mujer.
Yo no llegué a conocer al coleccionista. Tenía que darle indirectamente lo que escribía y, del mismo modo, él me haría sabe lo que pensaba de mis textos.
Hoy he recibido una llamada telefónica:
- Es bueno. Pero no ponga toda esa poesía ni ninguna descripción que no trate de temas sexuales. Concéntrese en el tema sexual.
(…)
Me pasé varios días en la biblioteca estudiando el Kama Sutra. Presté atención a las aventuras más atrevidas que me contaban los amigos, y escribí esto:
(…)
- Menos poesía –dijo la voz por teléfono – Sea más específica.
Pero ¿hay quién pueda haber gozado alguna vez leyendo una descripción clínica? ¿No sabe el viejo que las palabras pueden llevar los colores y los sonidos hasta la carne? “
Diario III