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Alejandra Pizarnik


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Los Años Intensos de Fernando Alegría, entrevista Sonia M.Martin y Carolina Moroder






Fernando Alegría ha estado en Chile siempre. Algunas veces deja sus libros mientras vuelve como ahora. El Tercer Congreso de Culturas Hispánicas organizado por la Facultad de Filosofía y Humanidades del Departamento de Literatura de la Universidad de Chile lo tiene como expositor de la segunda parte de su libro La novela chilena del exilio interior. O sea, lo que sigue a lo que esta entrevista, realizada en Estados Unidos, entrega.


Fernando Alegría, es uno de los mejores escritores y críticos de literatura latinoamericana, su obra ha tomado tal trascendencia que la Academia de la Lengua Hispánica de Norteamérica, lo ha propuesto este año para el Premio Miguel de Cervantes, máximo galardón que un autor puede recibir en lengua castellana, por el conjunto de su obra. Abierto, franco y chispeante acepta nuestra proposición de pasar largas horas en una entrevista que le quitará mucho tiempo, no obstante cortés nos recibe a Carolina y a mí en su preciosa casa la que está situada entre las colinas de la Universidad de Stanford.

No hay que perder de vista que el autor vive fuera de Chile hace más o menos 30 años y que nosotras no vivimos en el país desde hace mucho tiempo. Tenemos pues un apego al chilenismo, al tiempo que una valorización por los recuerdos de nuestra tierra un tanto fuera de lo que podría ser una entrevista con dos periodistas que no han dejado Chile en todo este tiempo.


-El premio al que te postulan pone tu obra literaria y crítica nuevamente en el tapete cultural de nuestros países. Los muy jóvenes no saben mucho de tí –en algunos casos- en otros, muchos de tus libros están agotados y aunque nosotras sabemos que en tu novela Una especie de memoria, hay mucho de biografía, queremos escuchar de tus propios labios algunas cosas que son útiles para los lectores.

-Nací en Santiago, crecí, viví en barrios como los de la calle Dieciocho, la Avenida La Paz, Santos Dumont, el cerro San Cristóbal, el Parque Forestal, el cerro Santa Lucía. Esos eran mis pagos. Estudié en la Recoleta Domínica, allí hice la primaria y 4 años de la secundaria, después pasé al Instituto Nacional donde terminé la secundaria. En aquella época, en Santiago los barrios tenían características propias, y algunos eran muy hermosos, por ejemplo, Ñuñoa. Creo que Ñuñoa no ha perdido su identidad. La plaza Brasil, esas calles de la Alameda para arriba, República, Ejército, tenían su personalidad muy propia, muy característica. Recoleta y la Viñita y luego ese barrio que fue cambiando paulatinamente de carácter y que en un momento dado reunió a la colonia árabe en Chile, a los pies del cerro San Cristóbal. Luego, llega Pablo Neruda quien construyó allí una casa: fue la casa de donde salió su propio funeral. Es un barrio con carácter y con historia. Dos colegios de hombres: la Academia de Humanidades y el Liceo Valentín Letelier, y uno de niñas, el Liceo 4.

La persona que primero influyó en mí –literariamente hablando- fue don Mariano Latorre, quien enseñaba en el Pedagógico y en el Valentín Letelier. Ese barrio tuvo para mí una influencia muy grande, puso ritmo y sentido lírico, si ustedes quieren, en los años de la adolescencia. El Parque Forestal, de donde salíamos en bandadas en bicicleta, cerca de la famosa Fuente Alemana, que según el pintor Roberto Matta, nunca ha olvidado, por el marcado olor a orines que había en ella. Típico recuerdo surrealista de Matta. El barrio Independencia luego, identifica mi vida con la hípica, porque la Avenida Independencia era el camino de los hípicos hacia el Hipódromo Chile. Hubo personajes extraordinarios que yo conocí en ese barrio. La familia de Rohka, Pablo y Winett de Rokha. Sus hijos, José y Lukó, pintores; Carlos, poeta; Laura, escritora. En un tiempo nosotros vivimos en la calle Maruri, “la calle de los crepúsculos” que llama Neruda en un poema.
Cuando era estudiante en el Pedagógico, me topé con un grupo de gente que quise mucho, entre los cuales, hubo amigos muy leales a través de los años, por ejemplo Pedro de la Barra y Edmundo de la Parra. Pedro organizó el primer Teatro Experimental, cambiando la historia del teatro en Chile.

Entre las cosas que hizo fue crear un grupo musical cómico, que se llamaba La Orquesta Afónica, en el cual yo cantaba junto con personajes que hoy son famosos por diversos motivos. Además de Pedro actuaba con nosotros Carlos Nascimento, hijo de don Carlos George Nascimento dueño de la famosa editorial y librería Nascimento y Moisés Miranda, entre otros.
Tuvimos mucho éxito. Llegamos a cantar en los teatros más populares de Santiago y en las compañías de revistas. Cantamos en el Teatro Caupolicán, como se llamaba en aquella época. Recuerdo a los actores que aparecían en los programas en que figurábamos nosotros. Por ejemplo, la vedette Emperatriz Carvajal, la actriz cómica Olga Donoso; Monicaco, hijo de Rojas Gallardo. Es un recuerdo muy curioso e interesante para mí.
El año pasado cuando estuve en Chile fui a ver La negra Ester que me fascinó por muchas razones; desde luego es una obra que a mi juicio cambia la tradición teatral en Chile. No sólo por la poesía, las décimas de Roberto Parra, sino por el memorable trabajo del director, quien convirtió la obra en un espectáculo musical. Cuando fui a ver la pieza conversé con los actores, con el director y tuve un recuerdo intenso de los años que yo pasé en las funciones nocturnas de los teatros de barrios, ganando una experiencia riquísima que me ha servido para toda la vida. Fueron años interesantísimos, mi amistad con Pedro de la Barra es una experiencia que me marcó profundamente en la vida. Me encontré con Pedro a los años, muchos años después, en Chile, y en otros lugares; recuerdo cuando estuve en Caracas, él estaba viviendo en esa ciudad. Allí me contó la muerte de su hijo, quien fue baleado, como ustedes saben, en Santiago. Un año después tuve noticias de que Pedro estaba muy enfermo en Venezuela y que padecía de cáncer. Un día cualquiera se me ocurrió tomar el teléfono, llamé a su casa y me contestó una persona que creyó que yo era el médico. Me dijo:”Doctor, don Pedro pasó una noche agitada”, entonces le contesté:”Señorita, yo no soy el doctor de don Pedro; soy un amigo que lo está llamando desde los Estados Unidos para saber cómo se encuentra”. Me comunicó con Pedro, lo saludé y me preguntó:” ¿Por qué me llamas?” Le dije que había sabido por unos amigos que se encontraba enfermo. “No” –me dijo- “estoy más o menos, echándole para adelante. Hasta luego”. “Hasta luego”.
Murió al día siguiente. Pedro marcó mi vida y estas cosas aparecen narradas en mi libro Una especie de memoria. Y otras que van a entrar en otro libro que estoy escribiendo.

- ¿Qué opinas tú sobre la literatura erótica en Latinoamérica a través del tiempo y de este género en tu obra?

-La literatura erótica latinoamericana ha sido, en general, un pseudo producto literario. De pronto uno se encuentra hoy con obras de profundo sentido estético que no se olvidan fácilmente. No olvido por ejemplo un cuento que me produjo una impresión profunda y en el mejor sentido de la palabra, una impresión erótica. Escrito y publicado hace muchos años, es de un autor que en Chile no se asocia con este tema. Me refiero a Augusto D’Halmar y su cuento titulado En provincia. Quisiera que lo leyeran ahora en Chile de nuevo; que lo pusieran como modelo en los talleres de escritores y en las clases de literatura.
La literatura auténticamente erótica no es de difusión barata, con lo cual quiero decir, que los libros realmente eróticos se editan en ediciones muy pequeñas. Muy selectas. Muy cuidadas, y algunas son objetos de arte. Hay dos libros míos que pudieron clasificarse dentro del género. Los dos han sido publicados en Estados Unidos. Decálogo de los pastores, que es un poema de tradición pastoril, concebido en términos eróticos y expresado en forma surrealista. Yo llevé a Chile en la década de los 60 algunos ejemplares. Algunos años después se publicó un poema mío que se titula Instrucciones para desnudar a la raza humana, con ilustraciones de Roberto Matta.
Le conté a Matta de qué se trataba el libro y le dije, “esta es mi contribución contra la guerra de Vietnam. Y quisiera que llevara ilustraciones tuyas”. Matta me contestó enviándomelas. Instrucciones para desnudar a la raza humana, no se conoce en Chile, pero ha sido traducido a varios idiomas en múltiples ediciones.

-Hemos leído en el libro Literatura chicana Texto y Contexto Chicano un cuento tuyo titulado: ¿A qué lado de la cortina? ¿Nos podrías dar tu opinión acerca de este curioso movimiento literario, que es único en su curioso bilingüismo, y en su forma de captar la vida?

-Escribí ese cuento en 1943 y se publicó en 1953. Lo extraño es que yo aparezca en una antología de literatura chicana. Históricamente hablando, mi cuento se originó en una crónica que escribí para la revista Ercilla. Se publicó en español y luego en inglés. El cuento que ustedes mencionan, lo que lleva en el fondo es una defensa a la juventud mexicana, chicana en Los Ángeles, a raíz de la persecución.

- ¿De dónde viene la palabra chicano/a?

-En la introducción del libro se habla de la difícil realidad de los Pachucos. Pachucos: la palabra Pachucos viene de Pasucos, los jóvenes que formaban las pandillas en El Paso, Texas. Chicano tiene que ver con mexicano. La letra s-h corresponde fonéticamente a una pronunciación indecisa en el siglo XVI. De tal manera que los españoles durante la Conquista de América, decían Meshico o México; algunas de estas pronunciaciones quedaron, como Xochimilco. De manera que así se forma la palabra Chicano.

- Tenemos entendido que el término no es peyorativo y son los propios artistas de este poderoso movimiento, quienes escogen el vocablo para autodenominarse. ¿Podrías nombrarnos algún escritor/a de este estilo que sea de tu preferencia?

-Uno de mis autores predilectos es Arturo Islas, quien murió hace dos años. Islas es autor de dos novelas, que forman parte de una trilogía, se trata de una novela autobiográfica, la historia de una familia en Texas, con un profundo sentido social, en que le da categoría a la problemática de los Estados Unidos; además contado por un hombre que nació con el don de narrar. Gran humorista, pero también un escritor que recrea un mundo dramático, trágico, no sólo de una familia, sino de la colectividad chicana en los Estados Unidos. El segundo volumen no tuvo la acogida que tuvo el primero, Arturo Islas murió antes de concluir el tercer volumen.

- ¿Qué importancia ha tenido en tu vida como crítico el dar clases de literatura en la Universidad de Stanford?

-En la vida de un escritor, particularmente en la madurez, diría yo, el ambiente universitario es como un refugio, y pienso que el contacto con los estudiantes le da a uno cierto dinamismo, cierta visión de lo que está ocurriendo, mientras uno ha desarrollado gran parte de su obra. Y todo esto, junto, se transforma en una experiencia creativa, tanto para el profesor, como para el escritor, el crítico, el alumno. Ahora, hay que recordar que el escritor no es en un momento profesor, en otro momento crítico, en otro momento creador. Uno es todas estas cosas a la vez.

- ¿Qué impresiones te da la juventud como generación de relevo? ¿Existe tal cosa en la literatura latinoamericana?

-Hay algunos que piensan así. En la literatura latinoamericana se da con frecuencia la actitud parricida. Es decir, los jóvenes que al comenzar empiezan por negar a las generaciones anteriores. Yo creo que en el caso nuestro en Chile se han dado dos o quizás tres promociones en el siglo veinte. Desde el grupo con el cual yo me identifico en los años 1938-40 hasta la generación del 50, que con la antología que publicó Enrique Lafourcade, surgió de manera prominente. Pero hay autores que identificados con la generación del 50, muestran lazos muy hondos con la generación del 38 y otros con la generación que sigue. Tanto es así que uno ya siente –es mi caso- cierta reticencia al hablar de generaciones. Porque la generaciones no se producen todos los años ni cada cinco años. El término que se considera más justo es el que propuso Ortega y Gasset, el de 15 años para una nueva generación. Lo que sí me importa decir es que en las últimas promociones, tengo la impresión de que las innovaciones más importantes las han producido escritoras. Novelistas, cuentistas, poetas mujeres. En el caso de Chile es obvio. En los últimos 10, 15 años, y tal vez un poco más, la obra de nuestras escritoras ha producido cambios importantísimos y reconozco fácilmente dos o tres promociones que cuentan incluso con algunas figuras de dimensión internacional como es el caso de Isabel Allende. En todo caso, me refiero a novelistas y no quisiera dar nombres para no pecar de olvidadizo. Pero es evidente la importancia, la significación que ha tenido dentro del país y fuera de Chile la obra de estas escritoras. Además de esta promoción tan interesante y que ha producido innovaciones de tanto valor, reconozco la crítica. Y no me refiero sólo a la crítica periodística, sino a la crítica académica internacional. He publicado la primera parte de un ensayo que se llama La novela chilena del exilio interior. La primera parte apareció en una revista de USA y voy a leer fragmentos de la segunda parte en el Congreso al que voy a Santiago ahora en agosto. No les doy nombres de novelistas para no dar una impresión errada.

- ¿Cómo te sentiste cuando te dijeron que estabas postulando para el Premio Cervantes?

-Bueno, uno toma la actitud de que es muy bueno, pero que lo más probable es que no se lo den a uno. Pero el hecho de que lo postulen, eso –como dice un amigo mío- dura algo así como un mes.



¡Viva Chile M!...

Cuando al alba sale el huaso a destapar las estrellas
y, mojado de rocío, enciende el fuego en sus espuelas
Cuando el caballo colorado salta la barra del mar
y se estremece el lago con una lenta bruma de patos
Cuando cae el recio alerce y en sus ramas cae el cielo:
Digo con nostalgia ¡VIVA CHILE MIERDA!

Cuando el buzo ilumina su escafandra
y las ballenas se acercan a mamar en el vientre de las
lanchas
Cuando cae al fondo del océano la osamenta de la patria
y como vaca muerta la arrastra la ola milenaria
Cuando explota el carbón y se enciende la Antártida:
Digo pensativo ¡VIVA CHILE MIERDA!

Cuando se viene el invierno flotando en el Mapocho
Como un muerto atado con alambres, con flores y con tarros
y lo lamen los perros y se aleja embalsamado de gatos
Cuando se lleva un niño y otro niño dormidos en su escarcha
Y se va revolviendo sus grises ataúdes de saco:
Digo enfurecido ¡VIVA CHILE MIERDA!

Cuando en noche de luna crece una población callampa
Cuando se cae una escuela y se apaga una fábrica
Cuando fallece un puerto en el Norte y con arena
lo tapan
Cuando Santiago se apesta y se oxidan sus blancas
plazas
Cuando se jubila el vino y las viudas empeñan sus
casas:
Digo cabizbajo ¡VIVA CHILE MIERDA!

Me pregunto de repente y asombrado, por qué
diré Viva Chile Mierda y no Mier…mosa patria.
Quizás en mi ignorancia repito el eco de otro eco:
Viva dice el roto con la pepa de oro entre los dedos
Chile dice el viento al verde cielo de los ebrios
valles
Mierda responde el sapo a la vieja bruja de Talagante.

¿Qué problema tan profundo se esconde en las líneas
de mi mano?
¿Es mi país una ilusión que me sigue como la sombra
al perro?

¿No hay Viva entre nosotros sin su Mierda, compañeros?
La una para el esclavo, la otra para el encomendero,
La una para el que explota salitre, cobre, carbón,
ganado
La otra para el que vive su muerte subterránea
de minero.

Y como penamos y vivimos en pequeña faja de
abismo
Frente al vacío alguien gritó la maldición
primero.
¿Fue un soldado herido en la batalla de Rancagua?
¿Fue un marino en Angamos? ¿Un cabo en Cancha
Rayada?
¿Fue un huelguista en la Coruña? ¿Un puño cerrado
en San Gregorio?
¿O un pascuense desangrándose en la noche de sus playas?

¿No cantó el payador su soledad a lo divino
Y a lo humano se ahorcó con cuerdas de guitarra?
¿No siguió al Santísimo a caballo y a chuchillás
mantuvo al Diablo a raya?
¡Ah, qué empresa tan gigante para destino tan
menguado!
Entre nieve y mar, con toda el alma nos damos
contra un rumbo ya tapiado.

Por consecuencia en la mañana cuando Dios nos
desconoce
Cuando alzado a medianoche nos sacude un terremoto
Cuando el mar saquea nuestras casas y se esconde
entre los bosques,
Cuando Chile ya no puede estar seguro de sus mapas
Y cantamos como un gallo que ha de picar el sol en pedazos:
Digo con firmeza ¡VIVA CHILE MIERDA!

Y lo que digo es un grito de combate
Oración sin fin, voz de partida, fiero acicate
Espuelazo sangriento con las riendas al aire
Galopón del potro chileno a través de las edades
Es crujido de capas terrestres, anillo de fuego,
Vieja ola azul de claros témpanos pujantes.

¡País-Pájaro, raíz vegetal, rincón de donde el mundo
se cierra!
Quien lo grite no tendrá paz, caerá para seguir
adelante.
Y porque de isla en isla, del mar a la cordillera
De una soledad a otra, como de una estrella a
otra estrella
Nos irá aullando en los oídos la sentencia de la tierra:
Digo finalmente ¡VIVA CHILE MIERDA!

Del libro ¡Viva Chile M! 
Fernando Alegría
Editorial Universitaria S.A
Tercera edición agosto de 1967


© Sonia M.Martin y Carolina Moroder