Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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¡Bravo, Carlos Giménez! José Pulido, escritor, periodista: “(Carlos) Asombraba a los teatreros de varios continentes, constituía un verdadero fenómeno” / entrevista de viviana marcela iriart, Caracas, 9 de septiembre de 2013





“Esta participación tuvo una enorme importancia si pensamos que se trató de la ida al Festival Mundial de Nancy y a los Festivales de Varsovia y Cracovia, en Polonia, en el año 1965, de un grupo teatral de provincia que no salía de Córdoba para llegar a Buenos Aires, sino que salía de Córdoba para participar en estos eventos tan importantes.” Carlos Giménez (entrevista)




Foto: gentileza José Pulido




¡Bravo, Carlos Giménez! Porque Carlos (Argentina 1946-Venezuela 1993) en apenas 30 años de carrera dirigió más de 60 obras de teatro en Argentina, Venezuela y en Estados Unidos, donde fue invitado por el mítico Joseph Papp y creó ocho instituciones culturales de gran importancia.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porqué creó  el Festival Internacional de Teatro deCaracas, junto a la entrañable y talentosa María Teresa Castillo; el IUDET (Instituto Universitario de Teatro), el Grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro (TNT), el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), el Centro de Directores para el Nuevo Teatro (CDNT), ASITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Juventud), Rajatabla Danza y, en Córdoba,  el grupo El Juglar cuando todavía era adolescente.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque cuando Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura,  vio el “El Coronel no tiene quien le escriba” adaptada y dirigida por ti dijo de sus personajes: “No los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi.”

¡Bravo, Carlos Giménez! Por haber llevado a Venezuela lo mejor del teatro del mundo, permitiendo que tomáramos talleres con los grandes Maestros y Maestras y ver sus espectáculos a precios populares:Tadeusz Kantor, Berliner EnsemblePeter Brook, Giorgio StrehlerPeter SteinLindsay KempPina Bausch,Norma AleandroVanessa RedgraveKazuo OhnoTomaz PandurEva BergmanEugenio BarbaYves LebretonPeter Schumann,   Antunes FilhoGilles MaheuSantiago GarcíaDarío FoEls JoglarsFranca RameEllen StewartJosehp Papp Andrezj WajdaDacia Mariani

¡Bravo, Carlos Giménez! Por hitos como “Señor Presidente” de Miguel Ángel Asturias,  “Bolívar” y “La Muerte de García Lorca” de José Antonio Rial, “Martí, La Palabra” de Ethel Dahbar, “La Honesta Persona de Sechuan” de Brecht, “Tu país está feliz” de Antonio Miranda, “El Campo” deGriselda Gambaro, “La señorita Julia” de Strindberg, “Peer Gynt” de Ibsen, “El Coronel no tiene quien le escriba” de Gabriel García Márquez…  Porque sus obras fueron ovacionadas en Europa, Estados Unidos y América Latina.  Porque su talento como director y gerente cultural fue único, extraordinario, irrepetible en la escena latinoamericana.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 19 años gana sus primeros premios internacionales en los festivales de teatro de Cracovia y Varsovia (Polonia), uno de ellos otorgado por el 
Instituto Internacional de Teatro-Unesco (ITI)  y participa en el Primer Festival de Teatro de Nancy (Francia).

¡Bravo, Carlos Giménez! 
Porque a los 22 años recorre América Latina por tierra haciendo teatro para las hijas y los hijos de los mineros, los pescadores, las campesinas, los olvidados y olvidadas de la tierra y nunca dejó de hacerlo.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque fue generoso, amable, humilde y agradecido, aunque a veces la leyenda diga lo contrario. Un ser humano con todas las virtudes, defectos y contradicciones de los seres humanos.

¡Bravo, Carlos Giménez! 
Porque fue un genio.
Y nos hace mucha falta.





“Un día le dije “me gustaría entrevistar a Vanessa Redgrave” y Carlitos tomó el teléfono, marcó un número y dijo “¿Vanessa? Es Carlos Giménez, te voy a pasar a un amigo que quiere entrevistarte”.”



Foto: gentileza José Pulido



José, ¿en qué año y en qué ciudad conociste a Carlos Giménez?

La primera vez que lo vi fue en el año 1971 cuando montó Tu país está feliz, pero yo sólo tenía acceso a él como público en ese momento. Creo que los dos estábamos recién llegados a Caracas. Él desde Argentina y yo desde la provincia de Venezuela. Vi un escenario lleno de soñadores dirigidos por un soñador con los pies bien colocados en tierra: era Carlos Giménez, un joven de intensidad arrolladora, que se integró al liderazgo teatral del país en un parpadeo. En 1980, nos conocimos formalmente. Eso fue en el Ateneo de Caracas. Yo escribía en las páginas de El Nacional. Comenzamos una amistad que nunca termina.

¿Cómo era Carlos entonces?

Asombraba a los teatreros de varios continentes, constituía un verdadero fenómeno, porque siendo el teatro un universo complejo, él lo conocía a fondo, en toda su hondura y potencialidad. Se notaba que si alguien podía seguir transformando la escena ese era Carlos.

¿Crees que Carlos cambió cuando se hizo famoso y se convirtió casi en el hombre más poderoso de la cultura venezolana?

Sólo cambió su capacidad para lidiar con el poder y su manera de ejercerlo. Pero en sus principios, en su ética como artista, era una espada que se afilaba con el tiempo y la experiencia.

Carlos era un hombre muy generoso, de ayudar mucho a la gente tanto con dinero como con trabajo.  En general tenía un carácter muy apacible pero cuando se enojaba estallaba como un volcán. Yo, que trabajé con él, lo escuché gritar muchas veces pero nunca sin motivo. ¿Cómo fue tu relación con él?

Nunca le he gritado a nadie y si alguien me grita dejo de relacionarme con esa persona. Aunque la verdadera amistad perdona y comprende tales conductas. Carlos y yo sólo hablábamos de arte, de cultura, de teatro y poesía. Sé que era drástico en su ejercicio de director pero eso se anulaba ante su enorme talento y el mar de aplausos que compartía generosamente con todo su grupo.

Como periodista, ¿viajaste con Carlos y su grupo en algunas de sus giras mundiales?

Una sola vez. Fui a una actuación en Cuba. Carlos era muy responsable y se preocupaba por los invitados a sus giras. Siempre fue muy respetuoso con la gente que por una razón o por otra invitó a esas giras mundiales.

¿Cuál de sus obras te impactó más?

Cada una de sus puestas en escena me impresionaron, pero El Coronel no tiene quien le escriba y una pieza que montó sobre César Vallejo fueron mis preferidas.

¿Qué significó para ti la muerte de Carlos?

La pérdida de un pedazo muy real de mi juventud. Fue como un hermano de mi espíritu.

¿Y para la cultura venezolana?

La ausencia de una fuerza libre que emergía del conocimiento, la desaparición de una conciencia creadora.

¿Qué es lo que más valoras de su trabajo y de su persona?

La calidad con que trató de hacer todo lo que hacía y saber que todo ese empeño perfeccionista y contundente lo realizaba en función de los demás. Puso a la juventud venezolana al frente de la pasión y el pensamiento teatral.

¿Quieres contarme alguna anécdota que hayas vivido con él? Puede ser más de una.

Yo admiraba el trabajo de Vanessa Redgrave, la actriz inglesa. Alguien del grupo me había comentado que  Carlos la conocía. Yo no lo creía. Un día le dije “me gustaría entrevistar a Vanessa Redgrave” y Carlitos tomó el teléfono, marcó un número y dijo “¿Vanessa? Es Carlos Giménez, te voy a pasar a un amigo que quiere entrevistarte”. Siempre me sorprendía. Él trajo a Caracas a un actor desconocido para entonces llamado Gary Oldman.

Otra anécdota que no debería llamar así, fue más inolvidable aún. Estaba muy enfermo y al parecer perdía la memoria de vez en cuando. Eso es lo que me decían. Pero sin embargo, un día sonó mi teléfono y era él. Me dijo “te llamo porque me estoy despidiendo de los amigos”. Así, de golpe. No sabía qué decirle. Era tan valiente, tan noble. Lamenté no haber estado más cerca cuando murió. La verdad es que su amistad fue una de las que más me enseñó. Era muy culto. Me encantaba hablar de poesía con él.

Si Carlos pudiera escucharte, ¿qué le dirías?

Si pudiera escucharme sabría que lo admiro y lo respeto. Pero de decir algo sería más o menos “trata de nacer otra vez y mejora lo que has hecho”.



Caracas
9 de septiembre de 2013




Poeta, narrador, periodista. Nació en 1945, en Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela. Dirigió las páginas de arte de El Nacional (1981-1988), El Diario de Caracas (1991-1995) y El Universal (1996-98).
Miembro fundador de los suplementos Bajo Palabra (1995)  y El otro cuerpo (1997-1998). Jefe de redacción, bajo la dirección de Salvador Garmendia, de la revista cultural Imagen (1994-1996).
Le fue otorgado el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, año 2000, por su poemario Los Poseídos.
Ha publicado los poemarios: Esto, García Hijos, editores. (1971). Paralelo Lelo, García Hijos, editores. (1971). Peregrino de vidrieras (2001) Duermevela (2004). Es coautor de los poemarios: Linajes (1994).Vecindario (1994). Cortejos (1995). Invocaciones, 1996, Ediciones Pavilo.
Fue editado en la Antología del Círculo Metropolitano de Poesía de Caracas, publicada por el Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca “Federico de Onís-Miguel Torga” en 2005.
Los Poseídos, (poemario, ediciones Pavilo) (1999).
La Academia de la Historia publicó el libro de entrevistas: Muro de confesiones (1985).
Ha publicado en narrativa: Pelo Blanco  (novela), Editorial Planeta.(1987). Una mazurkita en La Mayor (novela premio Otero Silva, de Planeta, 1989). Vuelve al lugar que se te ha señalado (cuentos). Ediciones Contraloría General de la República. (Un cuento de este libro fue publicado en Narrativa venezolana attuale, Bulzoni Editore, Roma) (1995). Los Mágicos (novela, Monte Avila(1999). La canción del ciempiés (novela, Alfadil) (2004). La sal de la tierra (entrevistas, Banco Central de Venezuela, 2004). El bululú de las Ninfas (Novela, Editorial Alfa, Colección Orinoco, 2007) Dudamel, la sinfonía del barrio, Libros de El Nacional. Caracas. 2011. El requetemuerto (novela, Ediciones B, Caracas 2012). Los héroes son villanos tímidos (cuentos. Otero Ediciones, Caracas 2013). Forma parte de la Antología en homenaje a Miguel de Unamuno, XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Salamanca 2012






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Carlos Giménez: Web

Libro homenaje, prólogo de José Pulido,
textos de Carlos Giménez, entrevistas de viviana marcela iriart







¡Bravo, Carlos Giménez! Norma Aleandro. Actriz. Directora. Nominada al Oscar, ganadora del Golden Globe y del Festival de Cannes: “Es imposible no sentir la ausencia de un ser semejante, que ha dejado una huella imborrable en la cultura de un país y del mundo” /entrevista de viviana marcela iriart, Buenos Aires, 29 de agosto de 2013







Camino del Teatro Palais Royal a su casa, Moliere, asume “la triste hora de la vida (…)  Es el rito del horror. ¿Por qué tanto odio?  pregunta   (…) Sus enemigos lo persiguen después de muerto (…) Ya vendrán los libelos y los epitafios. Nosotros recogemos el del padre jesuita Bouhours: “Moliere, nada a tu gloria faltaría, si entre los defectos que también descubriste, hubieras incluido tan negra ingratitud”. 

Carlos Giménez, Moliere: Elomire, Hipocondríaco" (artículo) 







¡Bravo, Carlos Giménez! Porque Carlos (Argentina 1946-Venezuela 1993) en apenas 30 años de carrera dirigió más de 60 obras de teatro en Argentina, Venezuela y en Estados Unidos, donde fue invitado por el mítico Joseph Papp y creó ocho instituciones culturales de gran importancia.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porqué creó  el Festival Internacional de Teatro deCaracas, junto a la entrañable y talentosa María Teresa Castillo; el IUDET (Instituto Universitario de Teatro), el Grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro (TNT), el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), el Centro de Directores para el Nuevo Teatro (CDNT), ASITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Juventud), Rajatabla Danza y, en Córdoba,  el grupo El Juglar cuando todavía era adolescente.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque cuando Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura,  vio el “El Coronel no tiene quien le escriba” adaptada y dirigida por ti dijo de sus personajes: “No los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi.”

¡Bravo, Carlos Giménez! Por haber llevado a Venezuela lo mejor del teatro del mundo, permitiendo que tomáramos talleres con los grandes Maestros y Maestras y ver sus espectáculos a precios populares: Tadeusz Kantor, Berliner EnsemblePeter Brook, Giorgio StrehlerPeter SteinLindsay KempPina BauschNorma AleandroVanessa RedgraveKazuo OhnoTomaz PandurEva BergmanEugenio BarbaYves LebretonPeter Schumann,   Antunes FilhoGilles MaheuSantiago GarcíaDarío FoEls JoglarsFranca RameEllen StewartJosehp Papp Andrezj WajdaDacia Mariani

¡Bravo, Carlos Giménez! Por hitos como “Señor Presidente” de Miguel Ángel Asturias,  “Bolívar” y “La Muerte de García Lorca” de José Antonio Rial, “Martí, La Palabra” de Ethel Dahbar, “La Honesta Persona de Sechuan” de Brecht, “Tu país está feliz” de Antonio Miranda, “El Campo” deGriselda Gambaro, “La señorita Julia” de Strindberg, “Peer Gynt” de Ibsen, “El Coronel no tiene quien le escriba” de Gabriel García Márquez…  Porque sus obras fueron ovacionadas en Europa, Estados Unidos y América Latina.  Porque su talento como director y gerente cultural fue único, extraordinario, irrepetible en la escena latinoamericana.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 19 años gana sus primeros premios internacionales en los festivales de teatro de Cracovia y Varsovia (Polonia), uno de ellos otorgado por el 
Instituto Internacional de Teatro-Unesco (ITI)  y participa en el Primer Festival de Teatro de Nancy (Francia).

¡Bravo, Carlos Giménez! 
Porque a los 22 años recorre América Latina por tierra haciendo teatro para las hijas y los hijos de los mineros, los pescadores, las campesinas, los olvidados y olvidadas de la tierra y nunca dejó de hacerlo.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque fue generoso, amable, humilde y agradecido, aunque a veces la leyenda diga lo contrario. Un ser humano con todas las virtudes, defectos y contradicciones de los seres humanos.

¡Bravo, Carlos Giménez! 
Porque fue un genio.
Y nos hace mucha falta.



(Carlos era) “Un ser tierno, encantador, Con un gran carisma y con aquello que los actores llamamos  un “ÁNGEL” impresionante. Con una gran delicadeza en el trato y a la vez una fuerza enorme a la hora de encarar un proyecto.”



Norma Aleandro. Foto Sergio Parra


Señora Aleandro, ¿en qué año y en qué ciudad conoció a Carlos Giménez? ¿En qué circunstancias?

Fue en algún momento durante 1967. Yo estaba haciendo El Rehén en Buenos Aires, con el Grupo Gente de Teatro y se me presentó un joven muy encantador para decirme que era cordobés y que con su grupo de teatro necesitaban una ayuda para ir al Festival de Manizales en Colombia, y que para eso me pedía ir a Córdoba con algún espectáculo y hacerlo a beneficio para de esa manera conseguir lo que necesitaban. Yo le pedí un tiempo para pensarlo, porque no tenía nada preparado. Armé un unipersonal de poemas y cuando lo tuve listo arreglamos para que viajara a Córdoba un lunes. Cuando llegué me enteré que habían contratado un estadio de basquet y que estaba lleno, repleto. Fue tal el éxito, que no sólo consiguieron el dinero, sino que hasta quisieron pagarme algo, cosa a la que por supuesto me negué, Me dieron las gracias. Partieron. Y nunca más supe nada de ellos. Luego, años después y estando yo en España, un día me dice Marilina Ross –con quien compartíamos el exilio entre otros argentinos- que un muchacho argentino con un curioso acento, andaba preguntando por mí y que necesitaba verme. Hacemos una cita para encontrarnos días después en el bar Gijón y allí fui, llena de dudas sobre quien sería, y suponiendo que él me reconocería a mí, ya que yo no tenía idea de quien se trataba. Cuando se me presenta, al verlo me resultó una cara conocida pero no podía acertar de donde. Entonces me dijo quien era, y lo agradecido que estaba hacia mí por la ayuda que le había brindado, gracias a la cual luego de aquel Festival de Manizales se había ido a Venezuela, donde estaba llevando a cabo una exitosa carrera. Y me ofreció ir a trabajar allí, a Caracas. Fui varias veces. Llevé La Señorita de Tacna, con un suceso impresionante. Fue una hermosa devolución.

¿Qué le pareció Carlos?

Un ser tierno, encantador, Con un gran carisma y con aquello que los actores llamamos  un “ÁNGEL” impresionante. Con una gran delicadeza en el trato y a la vez una fuerza enorme a la hora de encarar un proyecto.

En ese momento Carlos era el director de teatro más famoso de Venezuela y casi el hombre más poderoso de la cultura venezolana. ¿Se le sentía el poder?

No. Eso es algo que el siempre supo manejar muy bien. Nunca dejó de ser el muchacho encantador que yo había conocido.

¿Lo volvió a ver fuera de Venezuela?

No. Nunca.

Carlos era un hombre muy generoso, de ayudar mucho a la gente tanto con dinero como con trabajo.  En general tenía un carácter muy apacible pero cuando se enojaba estallaba como un volcán. Yo, que trabajé con él, lo escuché gritar muchas veces pero nunca sin motivo. ¿Cómo fue su relación con él?

Tuvimos una relación maravillosa, de mucho cariño y ambos nos estábamos mutuamente agradecidos por todo lo que te conté al principio. Nuna lo escuché gritar en mi presencia.

En 1981 usted tuvo un éxito arrollador en el FITC con La Señorita de Tacna: el público venezolano la amaba como si usted fuera una estrella de rock. En 1983 Carlos la invitó para que inaugurará el Festival Internacional de Teatro de Caracas con la obra Kathie y el hipopotamo,  de Vargas Llosa, una distinción que pocas veces tenía una actriz latinoamericana.  ¿Cómo fue esa experiencia?

Pudimos disponer de todo lo que necesitábamos para la puesta en escena, fuimos recibidos con enorme cariño tanto por la prensa como por el público. Una experiencia altamente gratificante y que recuerdo con mucho cariño.  El día del estreno fue inolvidable, con todas las autoridades presentes, la presencia de toda la prensa y un teatro lleno. Todo lo que hacía Carlos era en si mismo anecdótico.

¿Cuál de las obras de Carlos le impactó más?

Todas y cada una de las que pude ver. Por motivos distintos, todas tenían ese algo especial,  el toque “carlos gimenez”

¿Cuándo se enteró de la muerte de Carlos? 

Tiempo después de que sucediera. No recuerdo el motivo. Pero sé que cuando me enteré, ya había pasado tiempo.

¿Qué significó para usted su muerte?

Una enorme tristeza. Como no podía ser de otra manera.

 ¿Y para la cultura latinoamericana?

Una pérdida irreparable.

 Usted volvió a actuar en Caracas después de la muerte de Carlos, en el teatro Teresa Carreño, y lo recordó con mucho cariño. En los pocos días que estuvo, ¿le pareció que se sentía mucho la ausencia de Carlos?

Es imposible no sentir la ausencia de un ser semejante, que ha dejado una huella imborrable en la cultura de un país y del mundo.

¿Le hubiera gustado ser dirigida por Carlos? ¿O co-dirigir con él?

Pienso que  ambas cosas hubiesen sido  experiencias sumamente interesantes.

¿Qué es lo que más valora de su trabajo y de su persona?

Del trabajo, el tesón, el esfuerzo, la alegría puesta en cada proyecto. De su persona su cariño, su dulzura, su don de gente.

¿Quiere contarme alguna anécdota que haya vivido con él?

Como te dije antes. Carlos es en si mismo una anécdota. Tal vez la más graciosa sea la de nuestro encuentro la primera vez en Buenos Aires y el reencuentro en España. En esos momentos fuimos alternativamente dos personas necesitadas de afecto y de trabajo. Siempre en medio del paisaje más triste y desolador se puede encontrar esa sonrisa que nos hace falta. Y esa mano que se tiende para ayudarte.

 Si Carlos pudiera escucharla, ¿qué le diría?

Muy poquito. Sólo le diría: ¡Gracias!

Muchas gracias, señora Aleandro, por ser parte de este pequeño homenaje a Carlos Giménez, a 20 años de su partida, para recordar su legado.

Ha sido un gusto para mí recordar a un compañero tan querido y talentoso como él.


Buenos Aires
29 de agosto de 2013







Norma Aleandro. Foto Sergio Parra

Actriz – Directora - Regisseur de Opera-  Autora – Docente

Ha recibido entre otras distinciones, los siguientes premios:
Golden Globe: Mejor Actriz por La Historia Oficial (Estados Unidos)
Nominación al Oscar  (Academia de Artes y Ciencias de Hollywood): Mejor Actriz por Gaby (Estados Unidos)
David di Donatello (Academia del Cine Italiano): Mejor Actriz por La Historia Oficial (Italia)
Obie del Village Voice de New York: Mejor Actriz de Teatro (Estados Unidos)
Premio ACE de Oro (Asociación de Cronistas del Espectáculo): A la Trayectoria
Premio Cóndor de Plata (Asociación de Cronistas Cinematográficos): Mejor Actriz en cine (Argentina)
Premio ACE: Mejor Actriz de Comedia (Argentina)
Premio ACE:   Mejor Actriz Dramática (Argentina)

Norma Aleandro ha sido declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por voto unánime de los miembros del Honorable Concejo Deliberante de esta ciudad y Maestra del Arte por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.


En teatro protagonizó entre otras, las siguientes obras: “Agosto” de Tracy Letts,  “Mi Querido Embustero” de Jerome Kilty,  (2 temporadas en Buenos Aires e interior de Argentina; temporada en Madrid y 2 giras por todo el interior de España), “El Juego del Bebé” de Edward Albee, “Largo Viaje de un Día Hacia la Noche” de E. O’Neil, “Master Class” de Terrence McNally (en dos versiones, una en 1997 y la segunda en 2012), “Escenas de la Vida Conyugal” de I. Bergman, “Las Pequeñas Patriotas” de Tritek, Aleandro y Aizenberg, “La Srta. de Tacna”, de Vargas Llosa, “Sobre el Amor y otros cuentos sobre el amor” basado en textos propios y clásicos españoles y latinoamericanos. Con éste espectáculo también realizó dos largas giras por toda España en 2006 -2007

En cine, interpretó en Argentina y en el extranjero – entre otros: “La historia Oficial” de L. Puenzo, ganadora del Oscar de la Academia de Hollywood Mejor Película Extranjera, “El hijo de la Novia” de Juan José Campanella con Ricardo Darín y Héctor Alterio,  “Cleopatra”, “Sol de Otoño”, de Eduardo Mignona , “Los Siete Locos” de L. Torre Nilsson, “La Tregua” de S. Renán, “Cien veces no debo” de A. Doria, “Gaby” de L. Mandoki, “La Guerra de un hombre” de P. Weiss, “Signos Vitales” de M. Silver, “Primos” de J. Schumacher, “Deseo” de Gustavo Herrero, “Seres Queridos” de Harari y Pellegri. “Cama adentro” de Jorge Gaggero, “Paco” de Diego Raffecas,  “Anita” de Marcos Carnevale, “Música en espera” de Hernán Goldfrid, y  “Todas las azafatas van al cielo” y “La suerte en tus manos,” ambas de Daniel Burman.

Es autora, entre otras obras, de: “Los Herederos” (historia y guión cinematográfico originales), “Los Chicos quieren entrar” y “De rigurosa Etiqueta” (teatro) “Poemas y Cuentos de Atenazor” (Cuentos- Sudamericana 1986), “El Diario Íntimo” (Emece 1993)

Ha dirigido en teatro “La Venganza de Don Mendo” – “Medea” (Eurípides), “Lo que vio el mayordomo” de J. Orton,  “Prisionero de la 2da. Avenida” de Neil Simon, “Hombre y Superhombre” de George Bernard Shaw,  “De Rigurosa Etiqueta” de su propia autoría y el montaje de un solo para el bailarín Julio Bocca sobre “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía” de García Lorca recitado en vivo  por Alfredo Alcón y  recientemente “Escenas de la vida conyugal” con Ricardo Darín y Valeria Bertuccelli.

En 2002 fue convocada por el Teatro Argentino de la ciudad de La Plata para realizar su primera reggie de ópera con  “La Cenerentola”  de G. Rossini.

Norma Aleandro (oficial)




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Carlos Giménez: Web

Libro homenaje, prólogo de José Pulido,
textos de Carlos Giménez, entrevistas de viviana marcela iriart












Dacia Maraini, la escritora que no calla: "La debilidad de la cultura italiana es no haber tejido una red contra la Mafia" / entrevista de Pablo Ordaz, El País, Madrid 4 de julio de 2013


 

"Un escritor debe escribir sobre el mal"


  


A los 11 años, la muerte y Dacia Maraini ya eran parientes. Lo cuenta ella en las primeras páginas de Bagheria, un libro que recoge su llegada a Sicilia en 1947 procedente de Japón, donde su familia había estado recluida en un campo de concentración por la negativa de su padre, un brillante antropólogo, a firmar su adhesión a la república fascista de Saló:
“Dos años de campo de concentración y de guerra. Una travesía por el océano minado. En la cubierta todos los días hacíamos ejercicios para tirarnos ordenadamente al mar, con salvavidas en la cintura, para el caso de que el barco se topase con una mina”.
De aquel viaje, recuerda la gran escritora italiana, aún conserva una pequeña fotografía en la que se ve un trozo de la cubierta azotada por el viento y a una niña con un vestido de flores. “Aquella niña era yo, llevaba el pelo corto, casi blanco de tan rubio que era, zapatillas de tenis rojas, e iba cogida de la mano de un oficial americano”. Han pasado 66 años desde entonces, y Dacia Maraini (Fiesole, 1936) sigue navegando, ya por propia voluntad, entre aguas minadas.
“Siempre he peleado. Mi escritura viene de una indignación clara contra las injusticias. No solo hacia las mujeres, también hacia la situación de las cárceles, de los manicomios, de los sin techo… No se trata de un proyecto político, pero creo que un escritor debe dedicarse a escribir sobre el mal, no a hacer una exaltación del bien. No hay necesidad. Tiene que hablar de los problemas de su país, de las cosas que le ofenden, que le disgustan. Mi escritura viene de ahí, de las ganas de cambiar esa realidad y de la indignación frente a la injusticia”. 
Dacia Maraini lo ha hecho escribiendo mucho y de todo. Novelas, poesía, obras de teatro, guiones de cine, ensayos, artículos periodísticos. Su obra ha sido traducida a 20 idiomas y, según ella misma subraya, el éxito más rotundo le llegó en 1990 con La larga vida de Marianna Ucrìa: “Ahora he estado en Egipto porque se ha traducido al árabe por primera vez. Me ha emocionado. Se puede decir que es mi libro más afortunado”.
Dacia Maraini viaja ahora a España para presentar la reedición de ese libro y las traducciones de Bagheria (Minúscula) y Amor robado (Galaxia Gutenberg), ocho relatos sobre mujeres que, como ella, luchan hasta el final, sin rendirse. También aprovechará el viaje para hablar de su gran amigo Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975), con quien escribió el guion cinematográfico de Las mil y una noches. Cada vez que se dirige a algún lugar, sabe que le preguntarán también por su vida con el escritor Alberto Moravia (Roma, 1907-1990) y, sobre todo, por aquel viaje que llevó a su familia a Japón, primero, y al horror del campo de concentración, después. En 1938, cuando Dacia solo tenía dos años, sus padres, el antropólogo Fosco Maraini y la pintora Topazia Alliata, decidieron marcharse a Japón para escapar de la Italia de Mussolini. En 1943, tras negarse a firmar la adhesión a la república fascista de Saló, Fosco Maraini y su familia fueron conducidos al campo de concentración de Nagoya. En alguna ocasión, Dacia Maraini ha dicho que se ha pasado la vida intentando huir de su infancia, pero ahí está siempre, expuesta en las solapas de sus libros o entre las primeras preguntas de los periodistas. La escritora sonríe, prepara dos tazas de té frío y se sienta en un sofá de su casa de Roma, grande y luminosa, llena de libros.
“No, no tengo problemas para hablar de mi infancia. Todas las infancias son importantes. En mi caso, el campo de concentración significó la experiencia de la muerte. Todos los días vivía la muerte como algo muy cercano. A la noche, me asombraba de estar todavía viva. Eso, durante dos años, se convierte en una experiencia terrible. En primer lugar estaba el hambre. No nos daban de comer. Estábamos en el esqueleto. En segundo lugar, el miedo. El miedo a que cayeran bombas. Los guardianes, que eran muy sádicos, nos decían cada día que, si ganaban la guerra, nos matarían. Mi padre, que entonces no tenía ni 30 años, salía de noche por la ventana, escondiéndose de los guardianes, para ir a buscar entre la basura cualquier cosa para darnos de comer. El día que lo descubrieron, vertieron el pozo negro sobre la basura para que ni siquiera pudiéramos alimentarnos con los restos de la comida”.

“Desde el berlusconismo se ha arraigado una cultura de mercado que solo quiere construir al buen comprador”


Las primeras páginas de Bagheria –que toma el nombre de una localidad vecina a Palermo— son también la frontera entre las dos infancias de Dacia Maraini. Un viaje en barco por un océano minado separa el horror del campo de concentración japonés y la belleza, todavía sin mancillar, de Sicilia.
Era maravillosa. Una tierra limpia sobre un mar limpio. No había casas. La pobreza de después de la guerra era una pobreza digna. Yo llevaba los zapatos remendados cien veces, el abrigo del abuelo…, pero hambre no había. No comíamos carne, pero sí un poco de verdura, unas patatas. Aquel momento de mi infancia fue muy bonito porque Sicilia era bellísima. Luego la destrozaron. En solo 15 años –entre principios de los cincuenta y 1965– destruyeron Palermo. Detrás estaba la mano de la Mafia…”.
Casi por casualidad, como si fuese fruto de su condición –la de no mirar para otro lado, la de transitar siempre por océanos minados–, la conversación con Darcia Maraini termina desembocando en aguas procelosas. Y allí donde otros intelectuales suelen frenar y dar un prudente rodeo, la gran dama de las letras italianas se sumerge sin miedo.
Así que, ya puestos, hablemos de la Mafia.
En aquellos tiempos, la Mafia se sentía, pero no se hablaba de ella. Estaba totalmente prohibido. Ahora al menos se habla, y es mejor, porque si tienes que combatir algo, al menos hay que nombrarlo. Fíjese, el conocimiento de la Mafia como organización militarizada –sus sargentos, sus capitales, sus soldados– comienza en los años setenta a través del primer arrepentido, que se llama Leonardo Vitali. Nadie le creyó y lo internaron en un manicomio. Estuvo allí 10 años y cuando salió lo asesinaron. Luego llegó Tommaso Buscetta, que era más inteligente y a él sí le creyeron. Contó cosas interesantes. Dijo que hasta los años setenta la Mafia tenía unas reglas: no se toca a las mujeres, los niños, no se trafica con la prostitución… Luego se metió en el tráfico de droga, ganó muchísimo dinero y, digámoslo así, perdió el freno. Empezó a entrar en las instituciones, a comprar votos, se convirtió en una potencia económica, salió de Sicilia –ahora hay más mafia en Milán– y ya es un fenómeno internacional”.
Al siguiente torrente de preguntas, Maraini responde rápida y al corazón. ¿Por qué Italia no se libera de la Mafia?
“Porque el poder está implicado. Tiene viejas relaciones con muchos políticos. Toda la Democracia Cristina, los socialistas han estado a veces de acuerdo con la Mafia, y también Silvio Berlusconi, claramente”.
 Y el mundo de la cultura, ¿ha hecho su trabajo?
“Solo a veces. Al menos podemos decir que no ha estado coludido por la Mafia. Pero tal vez no haya tomado posición abiertamente. Sobre todo no lo ha hecho de forma organizada. Y yo creo que esta es la debilidad de la cultura italiana, no haber tejido una red, una colaboración. Cada uno hace las cosas solo. Y naturalmente a quien se ha opuesto a la Mafia en solitario lo han asesinado. Periodistas, escritores, intelectuales… También Roberto Saviano está solo… No se puede enfrentar a la Mafia, una organización militar, solidísima, desde la soledad”.
Dacia Maraini está satisfecha con su trabajo –su obra literaria, su lucha desde siempre por los derechos de las mujeres–, pero profundamente preocupada por la situación de Italia. Empezando por la cultura.
Es nuestro petróleo, y lo estamos desperdiciando. Pompeya se cae a pedazos, el Coliseo, las iglesias… Todo esto quiere decir que hay una estupidez enorme, un equívoco en la clase dirigente que no entiende que nosotros somos la cultura, nuestra historia, la pintura, los museos… No hay un país en el mundo que tenga tanto. Ni que lo desprecie de esta manera”.
Y, fiel a su condición, se niega a culpar al aire:
“La culpa es de la superficialidad y de la mentira. Desde el berlusconismo se ha arraigado una cultura de mercado que solo quiere construir al buen comprador. En vez de al buen ciudadano necesitan al buen comprador. Y el buen comprador no debe elegir sino ser elegido, no debe decidir, no debe tener ideas. Y, sobre todo, no debe tener memoria. De hecho, la cultura del mercado tiende a cancelar la memoria. Por eso creo que los intelectuales son ahora más importantes que nunca. Tienen que activar la memoria. El conocimiento ayuda a entender las cosas. Quien no lee los periódicos y solo ve las televisiones berlusconianas termina creyéndose, por ejemplo, que Berlusconi es una víctima de los jueces comunistas. ¿¡Pero cómo alguien puede creer algo así…!?”.


“Cristo supuso una gran revolución, pero la Iglesia de Roma ha hecho mucho daño. 

Han impuesto un pensamiento profundamente misógino. 

Han borrado a las mujeres de la historia de la Iglesia. Las han convertido en siervas, y punto


Por si con el repaso a la Mafia y a Berlusconi no bastara, Maraini también pone el foco en la responsabilidad de la Iglesia en la falta de derechos civiles en Italia, sobre todo en aquellos que tienen que ver con la mujer:
No estoy contra la fe o contra el cristianismo, porque pienso que la palabra de Cristo supuso una gran revolución, pero la Iglesia de Roma ha hecho mucho daño. Han impuesto un pensamiento profundamente misógino. Han borrado a las mujeres de la historia de la Iglesia. Las han convertido en siervas, y punto. En la elección del Papa, el enorme mundo de las mujeres de la Iglesia no ha podido decir ni una palabra. La contrarreforma fue el primer gran desastre de este país, y luego ha continuado por el mismo camino… También España es misógina. No tienen al Papa en casa, pero también allí el catolicismo es muy fuerte. Es una pena, porque Cristo no era misógino, pero su Iglesia sí. Ha visto a la mujer como el demonio, como el peligro… Espero que este Papa consiga cambiar las cosas”.
El sol va cayendo sobre Roma, la radio dice que a Berlusconi lo acaban de condenar a siete años por abuso de poder e inducción a la prostitución de menores y Maraini –cuyos ojos azules no han perdido la vitalidad de aquella niña que cruza el océano camino de Bagheria— recuerda a aquel hombre tímido con el que viajó una veintena de veces a África, escribió el guion de Las mil y una noches y construyó una casa frente al mar de Sabaudia. “Con Pasolini se estaba bien incluso en silencio. Era un hombre cultísimo, pero no creía en la razón. Creía en los sentidos, en el instinto. No creía en la historia. Creía en la catástrofe. Había algo de profético en sus poesías. Para mí, antes que un hombre de cine o un pintor, Pasolini es ante todo un poeta, un gran poeta. Construimos una casa. Pero eso fue en el 73 y él murió en el 75”.
Su asesinato sigue siendo un misterio. La verdad oficial, como tantas otras veces, resultó ser mentira. Y la verdad a secas sigue sin conocerse.
Después de 30 años”, se lamenta Dacia Maraini, “el hombre que se autoinculpó –un menor de edad entonces– ha reconocido que no fue él solo, que lo chantajearon, que lo obligaron a confesar. Y que todavía tiene miedo a decir la verdad completa”.

©Pablo Ordaz
Madrid, 4 de julio de 2013
 Fuente: El País, España

Links relacionados:
Dacia Maraini (oficial)
El País, Madrid, 2 de junio de 2012