Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Literatura y conflicto por Tamara Rajczyk







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Desde el renacimiento de la lengua hebrea, la moderna literatura ha abordado en su prosa y en su poesía el tema del conflicto. En las más diversas obras aparece el árabe: a veces como vecino amigable, otras como enemigo, pero siempre como un ser presente en la vida del judío que habita Israel.

En el cuento “El enemigo que se volvió amigo” (1941), Shmuel Iosef Agnón[1] escribe una alegoría sobre la relación que el judío que quiere asentarse en Eretz Israel establece con el entorno, en este caso en Talpiot, Jerusalem: el árabe, personificado en el viento, rechaza al recién llegado, quien se empecina en volver una y otra vez, mejor preparado y con más herramientas para afrontar el desafío de construir su casa en esa tierra. Finalmente, logra poner en pie su hogar, plantar un hermoso jardín y convivir pacíficamente con quienes lo rodean. El relato finaliza así: A partir de entonces perdió el viento su audacia y cuando viene, lo hace con consideración. Puesto que se conduce respetuosamente conmigo, también yo lo trato con respeto. Cuando me visita, salgo a su encuentro y le ruego se siente a mi lado entre los árboles. (…) Cuando se marcha lo invito a que vuelva, como se hace con un buen vecino. Que en verdad, somos buenos vecinos y yo lo estimo cordialmente. Puede, incluso, que también él me estime.

Hasta la creación del Estado de Israel en 1948, varios autores se enmarcaron en esta misma actitud romántica que soñaba con una convivencia pacífica. Tal es el caso del relato “Amores secretos”, de Yehuda Burla[2], en el que árabes y judíos tienen una relación cotidiana, aspiran a una integración y hasta establecen lazos amorosos. ¿Acaso podré ser tuya siendo tú judío y yo musulmana?... Iré contigo y me judaizaré, dice Jamda, la protagonista.

La Guerra de la Independencia pone fin a esta visión idílica y ya en 1949 el escritor S. Yizhar[3] publica Jirbet Jizah, tres relatos largos en el que está incluido “El prisionero”. Este cuento narra el destino de un pastor árabe que es tomado prisionero por un grupo de soldados israelíes y está focalizado en los cuestionamientos que se hacen los soldados, en relación al pastor y a sí mismos. Dice uno de los personajes: ¡Pega! Si el hombre miente, pega. Si dice la verdad, ¡no le creas!, pega para que no mienta después. Pega por si hay más verdades distintas. Pega, porque está a tus pies…El árabe deja ya de ser el buen vecino y se convierte en enemigo, en una pesadilla.

Siguiendo esta misma línea, S. Yizhar escribe en 1959 la monumental novela Los días de Tziklag, cuya trama se desarrolla en torno a los dilemas éticos y morales que se plantea un grupo de soldados aislados durante una semana en el desierto del Neguev. Por un lado, el árabe se presenta como una amenaza, por el otro, el judío contempla su lucha, y hasta lo comprende. Los personajes de Yizhar son jóvenes que no pueden curarse del trauma de la guerra y no ven otra salida. Dice uno de los soldados: Pertenezco a la generación que no tiene la alternativa de vivir al margen de la guerra… y así estoy aquí, odiando todo esto, odiando que esto ocurra (…) Lo sé, qué bien lo sé, que por más que le demos vueltas al asunto, no hay otra salida, todas las puertas están cerradas y solo el “hombre-puño” y cabeza de rinoceronte le dará la vida a otros, bendecirá a Dios y cantará su obra.

Es interesante señalar que cuando Yizhar publicó Jirbet Jizah, el libro tuvo una recepción dual: por un lado, fue recibido con entusiasmo por quienes resaltaron la honestidad y valentía del autor para instalar la autocrítica y señalar cuestiones que debían ser revisadas, como el tema de los refugiados palestinos, que es abordado en uno de los cuentos. Por el otro, hubo quienes opinaron que esa postura podía dañar la moral de los combatientes. Recordemos que el libro apareció solo unos meses después de la finalización de la Guerra de la Independencia, en la que el autor participó.  En 1978 se filmó la película basada en este libro, que fue muy criticada por quienes creían que dañaba la imagen de Israel en el exterior. ¿Qué cambios introdujo el transcurso del tiempo en la memoria colectiva israelí? En los años cincuenta el tema de los expulsados durante la Guerra de la Independencia generó un sentimiento de autoculpa en el seno de la sociedad israelí, pero quedó en un debate íntimo. En los años setenta, ya instalado como una cuestión política, es un recuerdo que molesta y que influye en el presente.

Durante más de treinta años S. Yizhar no publicó narrativa, sino que se dedicó a la enseñanza y a los ensayos académicos. Pero en los noventa, aparecieron varios libros, entre los que es relevante destacar el relato “Independencia `48-`92”. Fiel a los cuestionamientos que había planteado en “El prisionero”, narra la llegada de un grupo de soldados a una aldea árabe el 14 de mayo de 1948. El narrador describe la caravana de refugiados que escapa de la aldea, abandonando sus pertenencias y se pregunta: ¿Qué pasará de aquí en más sobre esta colina que hasta el día de hoy era casas y gente viva? ¿Quién sabe? ¿Quién podía saber? ¿Quién podía suponer? (…) ¿Quién podía saber que esta pregunta a la que no le dedicamos atención o no nos atrevimos  a preguntar entonces se transformaría en la cuestión decisiva sobre la que todo el mundo espera nuestra respuesta: qué hacemos con toda esta gente? No se borraron en la oscuridad de la noche. No desaparecieron en el extremo del camino. La expulsión no los borró. La expulsión no soluciona nada. Ellos y nosotros estamos aquí, los expulsados y los expulsadores, y no tenemos sobre nosotros otra pregunta, desde la creación del Estado. ¿Qué respondemos? Coherente consigo mismo, hasta el final de sus días Yizhar se enfrentó al consenso y no dejó de cuestionar los temas que le preocuparon siempre sobre árabes y judíos, desde su mirada humanista.

Actualmente, en un escenario literario más abierto, escritores jóvenes abordan estos temas desde diferentes ángulos. Etgar Keret[4] relata en su cuento “Patrulla motorizada” (1992) una situación fantasiosa: soldados árabes ocupan una ciudad muy parecida a Gaza, habitada por israelíes y son víctimas de las piedras que les arrojan niños judíos desde los tejados. Keret pone en boca de sus personajes los cuestionamientos morales acerca de la ocupación, de la misma manera que Yizhar hizo tantos años atrás en sus obras. Los soldados árabes descubren que los israelíes habían colgado una bandera en un poste de luz y así lo relata el narrador:

Detuvimos el jeep y Jalil obligó a un anciano a traer una escalera y a encaramarse para bajar el pedazo de tela de un blanco-celeste anémico. El anciano empezó a subir, temblando de miedo y ancianidad (…) El pobre temía caerse. Yo también. ¿Acaso no tiene la nación palestina suficientes enemigos, que debe luchar contra viejos temblorosos y trapos de colores?

Esta escena, en la que Keret invierte los personajes, fue relatada más de una vez por soldados israelíes que la sirvieron en los territorios.

Desde un ángulo totalmente diferente, Eshkol Nevó[5] aborda la misma temática en su novela Cuatro casas y una nostalgia (2004). La historia se desarrolla en una zona cercana a Jerusalem llamada Castel,  que en el pasado había sido un campamento para inmigrantes judíos de Kurdistán y anteriormente una aldea árabe, abandonada por sus habitantes en 1948. Uno de los albañiles árabes, que trabaja en una refacción, reconoce la casa de sus antepasados. El personaje árabe afirma: Es la casa, estoy seguro. ¿O no? Hace ya dos semanas, desde que empezamos la ampliación en lo de Madmuni, miro la casa desde el otro lado de la calle, observo mucho. Desde la mañana miro y en los descansos y también al final del día, cuando nos sentamos en la vereda y esperamos que Rami, el contratista, nos lleve de regreso a la aldea. La parte inferior de la casa es nueva, como si hubiese sido refaccionada (…) Si fuese solo por esa parte, no hubiese pensado nada. Pero arriba, el segundo piso, de donde sale a veces la pareja de ancianos, es una construcción de antes, piedra sobre piedra, como construían en la aldea. (…) Y hay un pequeño arco en la ventana, exacto como el arco que había en la ventana de la habitación de mis padres. (…) Quisiera decirle a mi madre que vi la casa con mis propios ojos. Pero sé que ella se enferma cada vez que alguien recuerda el tema. Ya pasaron cuarenta años, pero la humillación aún está húmeda en su corazón como la tierra después de la lluvia.

También en las obras de otros autores el árabe desempeña un rol en la vida de los diferentes personajes: a veces como amenaza, otras como vecino cercano, pero siempre como un otro presente. La narrativa israelí se hace cargo de su realidad: Israel es un Estado en el que árabes y judíos conviven de diferentes maneras y los escritores que viven en ese contexto no miran para otro lado. Desde los años previos a la creación del Estado y con diferentes estilos e ideologías, permiten que la realidad sea parte de las ficciones que crean y así hacen su aporte a la comprensión de la misma. 


Julio de 2007.








[1] Galitzia, 1887, Jerusalem, 1970. Premio Nobel de Literatura 1966.
[2] Jerusalem, 1886-1969.
[3] Rejovot, 1916-2006.
[4] Ramat Gan, 1967.
[5] Jerusalem, 1971.

Israel bajo misiles: Mi país está bajo ataque. ¿Te importa? - My Country is Under Attack. Do You Care?/ Arsen Ostrovsky, Huffington Post, 24 de octubre de 2012






Estoy enojado.

Verás, mientras la mayoría de los americanos estaban levantándose esta mañana, y quienes están en Europa y en otros lugares del mundo estaban ocupados en sus rutinas diarias, aquí en Israel más de un millón de personas corrían hacia refugios por los misiles que estaban siendo disparados por los terroristas palestinos desde Gaza. La semana pasada, en un lapso de 24 horas, fueron disparados 80 misiles hacia el sur de Israel. Eso es más de tres misiles por hora. Para cuando termine de escribir este artículo, lo más probable es que el número haya aumentado en 5 misiles.

Sólo para poner las cosas en contexto: un millón de israelíes equivale aproximadamente al 13 por ciento de la población. El 13 por ciento de la población de Estados Unidos sería algo así como 40 millones de personas.

Ya han sido heridos una docena de israelíes, muchos de ellos severamente. La única razón por la que no ha habido más heridos es porque Israel ha invertido millones de dólares en refugios antimisiles y en el sistema de defensa Kipat Barzel; esto mientras Hamás ha invertido millones de dólares de ayuda internacional en más misiles.

Pero la razón por la que estoy enojado es la siguiente.

Estoy enojado porque, en el año 2012, más de 600 misiles ya han sido disparados desde Gaza, y no parece que vayan a detenerse en el futuro cercano. Estoy enojado porque el mundo sólo advierte cuando Israel ejerce su derecho (soberano) para defender a sus ciudadanos. ¿Puedes imaginar lo que pasaría si incluso un solo misil fuese disparado contra Washington, Londres, Paris o Moscú? Ninguna nación de la tierra puede, ni debe, tolerar tales ataques en contra de su gente.

Estoy enojado porque si bien las Naciones Unidas nunca dudan en llamar a una "sesión especial de emergencia" por la "Causa Palestina" o pasar ciegamente la enésima resolución condenando a Israel, yo todavía estoy esperando una sesión sobre la "Causa Israelí" y el terrorismo palestino. De hecho, 24 horas después del comienzo de los ataques con misiles, todavía estoy esperando al menos una condena monosilábica del Consejo de Seguridad de la ONU, su Asamblea General o Navi Pillay, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

Estoy enojado porque Ban Ki-Moon, el Secretario General de la ONU, no puede encontrar un momento para condenar los misiles palestinos, pero encuentra tiempo para reír y bailar con el rapero surcoreano Psy, conocido por su famoso single Gangnam Style.

Estoy enojado porque mientras que la jefa de política internacional de la UE, Catherine Ashton, censuró a Israel la semana pasada por la construcción de unos cuantos cientos de departamentos (en un área que igualmente seguirá siendo parte de Israel), sigo esperando que censure a los palestinos por disparar 80 misiles en un día.

Estoy enojado porque hay gente que sigue pidiendo un boicot, desinversión y sanciones en contra del estado judío, pero es silente frente al terror palestino.

Estoy enojado porque siguen siendo enviados barcos y flotillas a Gaza para mostrar 'solidaridad' con los palestinos, ¿pero en dónde está la solidaridad con la gente del sur de Israel?

Estoy enojado porque mientras que las organizaciones de derechos humanos como Amnistía, Human Rights Watch, Oxfam y otros no desperdician ni una sola oportunidad para condenar a Israel por violaciones a los derechos humanos, los derechos humanos de los israelíes no parecen ser importantes para ellos ¿Tan poco vale la sangre judía?

Estoy enojado porque los periódicos principales, como el New York Times, titulan sus historias sobre los ataques de misiles con frases como "Cuatro Militantes Palestinos Asesinados por Ataque Aéreo Israelí", y no "Terroristas Palestinos Hacen Llover Más de 80 Misiles en Contra de Un Millón de Israelíes".

Estoy enojado porque tanta gente es ciega ante el hecho de que Irán, que ha llamado a que Israel sea borrado del mapa y ahora busca obtener armas nucleares, es el principal financiador y proveedor de armas de Hamás. Estoy enojado por el hecho de que todos los civiles en el sur de Israel hoy reciben la orden de no enviar a sus niños a la escuela y de quedarse en refugios antimisiles. ¿Qué clase de forma inhumana es esta para que los niños vivan?

Estoy enojado cuando la gente continúa diciendo que los 'asentamientos' son el principal impedimento para la paz, y no Hamás, un grupo terrorista que no reconoce el derecho de Israel a existir y que busca su destrucción. Estoy enojado cuando veo fotos como esta, de una casa del sur de Israel golpeada hoy por un misil lanzado desde Gaza, e igualmente tienen la audacia de decir: "Ah, pero si esos misiles son como juguetes, ¿qué daño pueden hacer?".
Estoy enojado porque hay alguien que no me conoce, nunca me ha visto, y sin embargo quiere matarme – sólo porque soy israelí.

Estoy enojado cuando escucho a residentes del sur de Israel decir: "nos acostamos sobre nuestros hijos y tratamos de protegerlos con nuestros cuerpos" o que "estamos vivos por milagro" – mientras el mundo pareciera no escuchar sus desesperados gritos de auxilio.

No, la verdad no estoy enojado. Estoy indignado.




Abogado Internacional de Derechos Humanos
Periodista free lance. Vive en Israel
Huffington Post
24 de octubre de 2012





My Country is Under Attack. Do You Care?/ Arsen Ostrovsky



I'm angry.

You see, as most Americans were waking up this morning, and those in Europe and elsewhere around the world were going about their daily routines, here in Israel -- over one million people were running for cover from a hail of rockets being rained down by Palestinian terrorists in Gaza. In the space of 24 hours, since Tuesday evening, 80 rockets have been fired on southern Israel. That's more than three rockets per hour. By the time I finish this article, odds are that count will have risen to 85 rockets.

Just to put things in context: one million Israelis is roughly 13 per cent of the population. Thirteen per cent of the U.S. population equates to about 40 million people.

A dozen Israelis have already been injured, with several of them seriously. The only reason more have not been hurt is because Israel has invested millions of dollars in bomb shelters and the Iron Dome defense system, while Hamas has invested millions of dollars in foreign aid in more rockets.

But here is why I'm angry.


I'm angry that in 2012, over 600 rockets have already been fired from Gaza with no end in sight. I'm angry that the world only notices when Israel undertakes its (sovereign) right to defend its citizens. Can you imagine if even one rocket was fired on Washington, London, Paris or Moscow? No nation on earth can, or should, tolerate such attacks on its people.

I'm angry that while the United Nations never hesitates to call a 'special emergency session' on the 'Question of Palestine' or pass the umpteenth resolution blindly condemning Israel, that I am still waiting for a session on the 'Question of Israel' and Palestinian terror. In fact, 24 hours after the rocket attacks started, I am still waiting for even one syllable of condemnation from the UN Security Council, the UN General Assembly or Navi Pillay, the UN High Commissioner for Human Rights.

I'm angry that Ban Ki-Moon, the UN Secretary-General, could not find a moment to condemn the Palestinian rockets, but did find time to laugh and dance with South Korean rapper Psy from the popular dance craze Gangnam Style.

I'm angry that while the EU foreign policy chief Catherine Ashton slammed Israel last week over the building of several hundred apartments (in an area that will arguably remain part of Israel anyway), that I am still waiting for her to slam the Palestinians for firing 80 rockets in one day.
I'm angry that there are those who continue to call for Boycott, Divestment and Sanctions (BDS) against the Jewish State, but are silent in the face of Palestinian terror.

I'm angry that ships and flotillas continue to set sail for Gaza to show 'solidarity' with the Palestinians, but where is their solidarity with the people of southern Israel?

I'm angry that while human rights organizations like Amnesty, Human Rights Watch, Oxfam and others do not waste a single opportunity to condemn Israel for human rights violations against the Palestinians, the human rights of Israelis are seemingly not important enough for them. Is Jewish blood really that cheap?

I'm angry that mainstream newspapers like the New York Times, lead their stories about the rocket attacks with such headlines as "
Four Palestinian Militants Killed in Israeli Airstrikes," and not "Palestinian Terrorists Rain Down Over 80 Rockets against one million Israelis."

I'm angry that so many people are blind to the fact that Iran, which has called for Israel to be wiped off the map and now seeks to obtain nuclear weapons, is the primary funder and supplier of arms to Hamas. I'm angry at the fact that all civilians in southern Israel today were instructed not to send their kids to school and stay in bomb shelters. What sort of inhumane way is that for children to live?

I'm angry when people continue to say that 'settlements' are the main impediment to peace, and not Hamas, a terrorist group which does not recognize Israel's right to exist and seeks its destruction. I'm angry when I see pictures like this, of a home in southern Israel hit by a rocket from Gaza today, yet have the audacity to say "ah, but they're just like toys; what damage can they do?"

I'm angry that there is someone out there who does not know me and has never met me, yet still wants to kill me -- for no other reason than being Israeli.

I'm angry when I hear residents in southern Israel say "we just lie on top of our children and try to protect them with our bodies" or that "we're living on borrowed time" -- yet the world seems oblivious to their desperate cries for help.

No, I am not angry. I am outraged.



International Human Rights Lawyer
10/24/2012



Y sin embargo... / Pilar Rahola, 17 de noviembre de 2012, La Vanguardia, España





 
En Israel también hay niños que sufren y mueren, pero son como los cohetes de Hamas, invisibles




Me temo que pasará otra vez... El ministro de Defensa ha movilizado a sus 75.000 reservistas, es decir, a padres, hijos, comerciantes, empresarios, maestros, médicos, cualquier persona que pueda luchar. Y pongo esta acotación porque siempre se intenta deshumanizar al Tsahal, sin recordar que cualquier ciudadano con la edad suficiente es un soldado en aquel país. Hoy, por tanto, miles de familias tienen el corazón en un puño, el miedo en el alma y su vida puede torcerse de manera trágica. Sin embargo, pasará otra vez... Si como es previsible, la violencia se recrudece, volveremos a vivir el día de la marmota, ese que empieza con el relato de la maldad intrínseca de Israel. Porque en este día eterno, sólo existe un verdugo.

Por ejemplo, pasará otra vez que dirán que Israel ataca sin sentido, lo cual destapará, como decía Julián Schvindlerman, un ingenioso invento: unos cohetes iraníes que ve Israel pero no ve nadie más en el mundo. Porque antes que ahora han caído más de 8.000 misiles en suelo israelí desde el 2005, más de 800 este año, y últimamente el promedio ha llegado a cinco cohetes por día. Ello ha implicado el pánico de más de un millón de personas que han tenido que ir a los refugios varias veces al día, aparte de heridos graves y muertos. Y los últimos cohetes han llegado a Tel Aviv. 

Pero nadie lo ha visto, la ONU no se ha escandalizado y nuestros progres no han protestado. Y durante meses, día a día, los cohetes han ido atacando el suelo de Israel. ¿Nos imaginamos un solo cohete en Barcelona? Pero que ataquen a Israel con tecnología iraní, desde posiciones cercanas, poniendo en peligro vidas y patrimonio, parece que es muy normal. Así que pasará otra vez, que no diremos nada de esos miles de cohetes pero al primer tanque israelí hablaremos de ocupación, de violencia y de horror. Y también pasará que se hablará de niños, porque siempre hay judíos malvados que matan niños. Ya pasaba en la Edad Media. 

Y sin embargo, creo que recordar que en Israel también hay niños, que sufren, tienen pánico, resultan heridos, mueren, pero son como los cohetes de Hamas, invisibles. Y claro, si no se ven los cohetes palestinos, ni los niños israelíes, sólo quedan los malos. Y pasará otra vez que parecerá que sólo hay unas pobres víctimas palestinas abandonadas a su suerte y un país imperialista que las masacra. Y sin embargo, Israel lucha en todos los flancos, rodeado de enemigos que le hostigan en el norte, le atacan en el sur y le odian en todas partes. Y encima, las primaveras árabes traen otoños islamistas. Pero pasará otra vez que todos sabrán quién es el malo, cuál es la solución y dónde está el dolor. Y sin embargo, este es el conflicto más complejo del mundo y el dolor está muy repartido. Pasará, pues, otra vez y muchos sabrán que Israel es un verdugo y los demás unas víctimas. Y sin embargo, estos que lo sabrán todo no sabrán nada.


17 de noviembre de 2012
España




Fuente: La Vanguardia
Fuente de las fotos: Unidos por Israel






La fabricación del anti-semitismo en la Venezuela del siglo XXI / Fernando Luis Egaña, Reporte Católico Laico, Caracas, noviembre 2012






El que el régimen imperante en Venezuela a lo largo del siglo XXI se haya empeñado en fomentar el anti-semitismo y en practicarlo de variadas y condenables formas, es una realidad que además de ostentosa se encuentra profusamente y debidamente documentada. Bastaría, por ejemplo, una revisión somera de la publicación: “Antisemitismo en Venezuela-Informe 2011″, preparada por la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), y editada en marzo de 2012, para rendir suficiente cuenta al respecto.

Y este fenómeno de anti-semitismo instigado e impuesto desde el poder del Estado, no tiene nada que ver con la tradición pública nacional ni con el entorno socio-cultural del país, ni con nada que no sea el transplante de doctrinas discriminatorias en contra del Estado de Israel, en primer lugar, pero también en contra de las comunidades hebreas en cualquier parte del mundo y, desde luego, en Venezuela, por razones de supuesto radicalismo revolucionario, o por criterios de  identificación con los intereses de organizaciones nacionalistas y de determinados Estados del Medio Oriente, o por otras motivaciones político-proselitistas que, en ningún caso, repito, se derivan de la manera de ser venezolana, sino más bien todo lo contrario.

En ese sentido, vale la pena destacar algunas experiencias acerca de lo ajeno que resultaba el anti-semitismo en la sociedad venezolana previa al siglo XXI. Y no me referiré a la reconocida amplitud en el recibimiento de la inmigración judía, sobre todo durante y después de la Segunda Guerra Mundial, sino a la plena asimilación de esas y otras corrientes migratorias judías en el siglo XX e incluso con anterioridad, sin que existieran expresiones organizadas de anti-semitismo que provinieran de instancias de poder  político, económico, comunicacional o religioso.

Venezolanos de religión o ascendencia judía podían encontrarse al frente de despachos ministeriales, partidos políticos, comisiones parlamentarias, magistraturas judiciales, representaciones diplomáticas, corporaciones empresariales, colegios profesionales, actividades liberales, movimientos vecinales, medios de comunicación, universidades y academias, vocerías culturales, gremios artísticos incluyendo la farándula, asociaciones deportivas, y en general en las más diversas y significativas áreas del desempeño venezolano, sin que el elemento de la religión o ascendencia judía fuera algo más que una mera característica personal, como lo suelen ser las identidades religiosas o las procedencias en naciones de amplia y dinámica amalgama cultural.

En lo personal, me satisface constatar que durante casi toda mi escolaridad, desde la inicial hasta la universidad, compartí estudios y amistad con venezolanos y venezolanas de religión judía, sin que en verdad pueda recordar episodios o circunstancias asociados directa o indirectamente con el anti-semitismo. De hecho, lo que sí recuerdo es la consternación o indignación que se compartía por los sucesos históricos del Holocausto y otras persecuciones principales de los judíos en épocas remotas o recientes, y lo absolutamente distante que sentíamos a todo ello de nuestra realidad inmediata, y de nuestra manera de entender el mundo, la sociedad o las relaciones humanas.

Recuerdo claramente, también, que ocupando una posición en el Consejo de Ministros, asistí a un evento conmemorativo muy especial de una de las entidades de la comunidad hebrea en Venezuela, y pocas veces, si acaso,  tuve ocasión de observar una representación más calificada y plural de la nación, comenzando por todos los ex-presidentes de la República y continuando por gran parte de los titulares de los poderes públicos, y de personas emblemáticas del mundo político, social, económico y cultural del país. Mención aparte merece la diversidad ideológica de la concurrencia: socialdemócratas, socialcristianos, socialistas, liberales, radicales, etcétera. Nunca había presenciado el resultado de una capacidad de convocatoria similar. Nunca antes y nunca después.

Poco a poco, sin embargo, estas realidades comenzaron a ser condicionadas por el nuevo régimen que se fue estableciendo en Venezuela a partir de 1999. Entre distintas explicaciones es probable que dos marcaran pauta. Una, la influencia convicta y confesa del autor y activista argentino, Norberto Ceresole, en las ideas y razonamientos del nuevo mandatario, Hugo Chávez; y otra, las antiguas vinculaciones de grupos de extrema izquierda y logias militares –ahora tributarias del régimen en formación– con organizaciones y Estados árabes de violento antisemitismo.

La conexión Ceresole revistió especial importancia, tanto por la densidad de la relación e influjo con el señor Chávez, como por el hecho de tratarse de un notorio antisemita, propagador del “negacionismo” del Holocausto, cultor de teorías conspirativas alrededor de los planes de “dominación mundial de Israel”, y  abierto exponente de nociones fascistas de la organización del Estado, del liderazgo militarista, y de siniestras modalidades de mesianismo revolucionario-populista. Las otras y referidas vinculaciones, por cierto, han sido descritas y contextualizadas en investigaciones periodísticas y de mayor alcance sustantivo, entre otros por el finado historiador Alberto Garrido.

Pero el propósito de estas notas no es tanto discernir acerca de los factores personales, políticos, ideológicos, geo-políticos o geo-petroleros que podrían explicar el surgimiento de un antisemitismo de Estado en Venezuela en el siglo XXI, como el resaltar que esto se ha convertido en una política oficial y oficiosa, y que la misma se encuentra en las antípodas de la tradición democrática de los venezolanos.

Y tal política se ha venido desplegando a través de múltiples dimensiones. Una de las más frontales ha sido la político-diplomática, que ha conllevado a la ruptura de las relaciones diplomáticas con Israel y a transmutar al Estado venezolano en uno de los más rabiosamente anti-israelíes del planeta. En contradicción perfecta, por ende, con la trayectoria diplomática de la República y con su posición constante en favor del diálogo y el arreglo pacífico de los conflictos internacionales, incluyendo los de Israel con sus vecinos árabes y con las comunidades palestinas.

Otra dimensión es de carácter declarativo-comunicacional, en la que voceros autorizados del Estado “revolucionario”, figurando en primer lugar el jefe de Estado, emiten descalificaciones y vituperios hacia Israel, su proyecto nacional y su política exterior. Cierto que hay temporadas de mayor exaltación que otras, pero en el dominio de la comunicación oficial, el tema no deja de estar presente, y en el citado Informe de la CAIV se examinan cientos de piezas comunicacionales con contenido anti-semita, transmitidas por medios de propiedad y gestión estatal, y por otros medios alineados al Gobierno nacional.

La dimensión policíaco-represiva ha causado gran impacto nacional y foráneo con los aparatosos allanamientos a establecimientos de la comunidad judía en Venezuela, incluyendo a centros educativos. Tal proceder no tiene precedentes en el país, pero es que tampoco tiene precedentes ni referentes en la América Latina de nuestra época. Y esa faceta de la política anti-semita ha sido llevada a cabo abiertamente por organismos de la seguridad nacional o la policía política del Estado.

Hay también una dimensión político-acusatoria, signada por la denuncia contra Israel y sus servicios de seguridad de adelantar campañas de desestabilización gubernativa, en las que se ha llegado a insinuar la planificación del magnicidio. La retórica se asienta en la especulación delirante de que las fuerzas policiales de Venezuela se encontraban bajo control israelí hasta el advenimiento de la “revolución”, y que su lastre aún permanecería infiltrado en resquicios oficiales, por lo que su capacidad de subversión debe ser combatida y erradicada…

Así mismo, se promueve una dimensión vandálico-terrorista caracterizada por asaltos y agresiones a sinagogas, pintas anti-judías en las adyacencias de establecimientos religiosos, educativos o recreativos de la comunidad hebrea, envío de grupos “oficiosos” para insultar y amedrentar a los feligreses en sus centros de actividad religiosa, y en general la creación de un clima de intimidación hacia los venezolanos de religión y ascendencia judía.
Y no puede faltar en esta enumeración elemental, la dimensión ideológico-proselitista, desde luego que motorizada desde el Estado nacional, y estructurada en un conjunto de eventos, charlas y exposiciones de elocuente orientación judeófoba, que se llevan a cabo en sedes de organismos públicos, con el patrocinio de las autoridades nacionales.

Como se podrá apreciar, la fabricación del anti-semitismo en la Venezuela del siglo XXI no ha sido ni es una aventura improvisada o un antojo secundario de algún jerarca específico. No. Ha sido y es una política, reitero, tanto oficial como oficiosa, y esto último en relación con sus derivaciones vandálicas o terroristas, siendo la más gravosa, hasta el presente, la profanación de la Sinagoga de Maripérez en Caracas.

Dos consideraciones finales son necesarias. La primera es que ese tipo de anti-semitismo no irrumpe como consecuencia de la realidad social y cultural del país, sino que resulta de una acción deliberada y políticamente motivada desde los centros del poder estatal. De allí su connotación de anti-semitismo de Estado.

Y la segunda es que, si bien el anti-semitismo ha carecido de sustento social en la trayectoria venezolana, ello no significa que el anti-semitismo de Estado no tenga impactos de importancia en la modificación de las valoraciones correspondientes. En otras palabras, no debe subestimarse su efecto persuasivo en sectores políticamente afines al régimen imperante, y por ende su diseminación en la conciencia colectiva de una parte significativa de los venezolanos.

Este anti-semitismo fabricado puede y debe superarse, no solo por su naturaleza discriminatoria y violatoria de derechos y garantías hacia los venezolanos judíos, sino por el inmenso daño que se le está haciendo al conjunto general de la sociedad venezolana, con la venenosa inoculación del mensaje, el prejuicio y la práctica anti-semita. Y claro está, para ello es indispensable que haya un cambio de fondo en la conducción del Estado.



©Fernando Luis Egaña
Reporte Católico Laico
Noviembre 2012

Voces para Lilith: Notas para una presentación / Dinapiera Di Donato, New York, octubre 2012








Voces para Lilith nace ante la necesidad de reunir, en un solo tomo a las voces representativas –hasta la fecha dispersas- de temática lésbica en Sudamérica. Este ferviente propósito tiene sus orígenes en el año 2000, con un despertar poético en torno a la experiencia lésbica personal y a la intolerancia de la sociedad conservadora limeña. Se hace más intenso en el año 2005, ante la búsqueda de referentes y la escasez de publicaciones explícitas respecto a la temática. Dicho vacío, sumado a un inmenso amor por la poesía, se ha configurado como el gran motor para recopilar tales voces en al construcción de la antología.

Toda antología propone un corpus que se considera esencial desde el punto de vista asumido por quienes realizan la compilación, bajo determinados criterios que le otorgan validez e importancia. El criterio estético ha sido el eje de nuestra selección, por lo que hemos incluido textos que juzgamos valiosos por su calidad literaria. Para la convocatoria, nuestros criterios fueron los siguientes: 1) reunir textos inéditos sobre temática lésbica tanto de poesía como de narrativa, pertenecientes a autoras de origen sudamericano; 2) además debían ser autoras que tuvieran al menos un libro ya publicado anteriormente y que, de preferencia, hayan tratado la temática lésbica en alguna de sus obras; y 3) las autoras convocadas debían continuar en el ejercicio literario. Se trata entonces de una antología centrada en textos contemporáneos que representan la pluralidad de la experiencia lésbica con especial cuidado en el manejo de su escritura. Nuestra convocatoria nos ha permitido reunir a las más diversas escritoras sudamericanas, entre las que se pueden encontrar escritoras de renombre junto a autoras más jóvenes, a quienes esta antología permitirá que sus escritos sean divulgados más allá de sus fronteras nacionales.
Incisiones en los imaginarios. En Conversiones.com








Una antología como ésta contribuye grandemente al estudio  de formas diferentes de disidencia y creación en una época en la que se recomponen las historiografías literarias, se reinventan los mercados y los escritores se relanzan temas.  Las autoras reunidas allí piensan activamente, replantean, imaginan, renuevan, ayudan a ver las cosas desde otro ángulo o perspectiva, y contribuyen a legitimar o deslegitimar ciertas prácticas, estereotipos, categorías e instituciones.



Las edades de Lilith
Leo la selección, en la variedad y riqueza de sus textos como un muestrario del mito clásico de las edades, pero no de los primeros hombres sino de las rebeldes.  Representada en diversas escrituras, está en todas partes desde el comienzo del mundo. En algunos textos se trata de la edad dorada de la lesbiana, como en Ovidio y Hesíodo, cuando ellas vivían junto a los dioses, confundidas en el líquido prenatal del mundo, eternas criaturas felices descubriéndose y engendrándose en los cuerpos. Son pasajes  donde se celebra la eclosión del deseo o la página que trova, acuna y goza. O la que calma. En otros textos  se vive la edad de plata.  Establecidas en un orden, viviendo como jóvenes iniciadas al conflicto, la confrontación ideológica y a la rebelión castigada. La edad de  las ideologías comunitarias, la juventud con su neo-romanticismo oscuro y las utopías. En otras páginas solamente viven para la guerra y el trabajo del bronce, expuestas a la propia autodestrucción y al cinismo. Y en los textos donde  se asienta el personaje como en  una  edad de hierro realiza sus hazañas de cambiarse el mundo, perder o ganar miseria, traicionar o reconstruirse; es la edad de  la insumisa  que conoce sus artes y, en última instancia, pone en cuestión el discurso y el mundo que tal discurso verbaliza desde el escepticismo, la experimentación o el humor.



La convocatoria
Sus autoras han traído hasta la antología que las congrega un proceso cuidadoso. Tuvieron que asimilar primero la tensión entre lo filial y el desarraigo, entre lo individual  y lo conocido, desde la mímesis que asimila primero, luego borra  y más tarde revalora la exclusión o el desvío casi como principio estético. La autora como sujeto literario al no verse completamente reflejada en el canon necesita alterar su percepción. Vive en medio de sensibilidades colectivas forjadas  por tradiciones, y si bien hace rato que lo sexo-diverso como tema ha salido de los círculos herméticos cada espacio con momentos de estabilidad socio-económica tiene lectores con  su  paradigma  del escenario lésbico, para ser consumido y recreado. Y es en medio de ese tránsito de imágenes  que se ejerce la mirada creativa que necesita de una comunidad de comentario.  Aún no tenemos colecciones de libros de bolsillo[i] agotando y desmontando  la escena lésbica venezolana por ejemplo, que en pleno siglo XXI continúa circulando con  viejos clichés de la biografía disfuncional. Había que intervenir y frecuentarnos.
Precisamente al momento de la invitación que me hacen Claudia Salazar y Melissa Ghessi reaparecía en Venezuela el personaje-monstruo que no me dejó indiferente. Un relato conocido presentaba al personaje que comparte protagonismo, como a una preciosa adicta cuya  pareja es una persona descrita así:
Pude advertir la sombra pilosa de sus bigotes. Una suerte de bozo que la malencaraba. Era tan tosca y hombruna, que imaginé que en el fondo de su vagina ocultaba dos muelas cordales. Todo lo tenía corto. Manos, nariz, cabello. En vez de cuello, céfalo-tórax. Era una auténtica nevera con escote…
…/
—¿Qué tienes tú que ver con Una? —me preguntó.
—¿Con quién?
—Con Una.
—Su nombre es Tamara.
—Ella es Una y yo soy Otra —chilló.
La mujer debía tener un problema serio en la próstata.[ii]

Me empezó a fallar el humor. Aquí, mientras, leía yo a Sonia Rivera -Valdés, a Alina Galliano, a Carmen Ollé, a Sonia Manzano, a Paquita Suárez-Coalla, a Margarita Drago, a Odette Alonso, a María Isabel Amor, a Riolama Fernández, a Liliana Lara,  a Adela Fernández, a Viviana Marcela Iriart, a Jacqueline Herranz-Brooks, que  me devolvían el gusto del juego y la ironía, y sobre todo el sentido del trabajo, de la búsqueda de otra clase de personajes que ya son visibles en una cultura femenina más cerca del imaginario femenino captado en la trilogía MIllenium. En Venezuela  había soñado con los libros de otras latitudes con mi personaje favorito ausente, que no me llegaban porque es sabido que las diferentes interpretaciones de las políticas estatales acrecentaban la ignorancia mutua entre las autoras[iii]



La antología y las vecindades
Responder a la invitación me llevó a cerrar ese tránsito personal en el que andaba y volví a divertirme. Tuve, con aquellas chicas de mi época que hacer y deshacer, con éstas comparto que  la escritura es imperativa.  Y si el escritor es también el médico de su propia mente y atiende aquellas lecciones antiguas que pasan de unos a otros, con el gesto de un domador, no siempre sale ganando para su texto si vive tensiones adicionales como las de género o cierta biografía periférica.  Las redes de sociabilidad han permitido esta renovada y saludable idea de inclusión que la antología materializa.



New York, octubre 2012



[i] En realidad en el continente no circula una producción de emblemáticas escritoras de quiosco que diseñen  al personaje diverso ni siquiera  según mandatos editoriales,  como se hizo en Estados Unidos el siglo pasado cuando Ann Bannon (1932), escribió de 1957 a 1962  una serie de libros conocidos como The Beebo Brinker Chronicles. En esos tiempos en que las editoriales todavía imponían  la regla internacional del sacrificio del personaje  de sexualidad “rara” y la protagonista  no heterosexual debía cumplir un destino  trágico o por lo menos terminar con algunas pestañadas moradas a fuerza de golpes, Ann Bannon trata de darle giros a sus personajes y rescata del estereotipo de la crueldad a su andrógino ideal. Hasta entonces casi todas las conocidas como invertidas debían lucir  algo monstruosas, como las varonas de la tradición audiovisual de principios del siglo veinte, recuérdese la Missy de la francesa Colette o la condesa de Lulú en la película La caja de Pandora, o el personaje hombruno del Pozo de la soledad. Tanto la recreación de  Vita Sackville -West, de Virginia Woolf y de Violet Trefusis aparecían como criaturas ambiguas de castillo. La lesbiana vampira y la biografía disfuncional merodeaban el relato que debía recrear los estereotipos que solamente a fuerza de ser retomados y mostrados pueden fisurarse. En Venezuela en los años 90 la escritora Manón Kübler hizo sus propias ediciones de novelas de quiosco: Morfina,  Truhanes,  Nido De  Arañas,  de  MKF EDITORES, contenían personajes de lesbianas. No tuvo difusión comercial y la crítica literaria del país no se ocupó de este proyecto.

[ii] Otro texto conocido del momento que se me hace la invitación  era el de una novelista joven; en su narración sobre el descubrimiento de la sexualidad el personaje femenino se ocupa de aprender a gozar mientras juega a que es el botín de una lesbiana tenebrosa que se la disputa a un cura. La tenebrosa muere. Con esta lectura me volvió a fallar el humor.

[iii] En mi vida a ratos hubo algo parecido al muestrario de la antología, mucho del nomadismo  experimental, incluyendo momentos  de  la prueba que mencionaba Kate Millett, la del amor como el opio de las mujeres que en aquellos setenta tomaba yo al pie de la letra, no lo que contaba en sus teorías coetáneas a las de  Shulamith Firetone y a las de las chicas japonesas artistas de New York, sino el fracaso que recreaba en su novela de mujeres enamoradas de otras, titulada Sita. Fue a partir de mis treinta años que encontré una novela de Sylvia  Molloy en Caracas en un remate, llena de polvo,  que me hizo sentir menos sola en la exploración  de mi propio residuo de individualidad, silencio, y mímesis en la escritura. Esta antología me ha permitido descubrir a mi personaje ausente en los textos de Marianela Cabrera y Ely Rosa Zamora, también de origen venezolano y en autoras como María Ramírez, Gisela Kozak, y Eleonora Requena cuyos textos han circulado en los últimos años en el país.