la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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JOSÉ PULIDO: DOS POEMAS PARA ELISA LERNER

 


Elisa Lerner y José Pulido. Foto: Vasco Szinetar






Elisa Lerner, 1975. Foto: José Sigala



 

 

LA HABITACIÓN DE ELISA

 

 

Quizás hay un ramo perfumando instantes


alguien debería proveerla


de flores antes de marchitarse la semana


y que canten con sosiego algunos pájaros


sin hacer turnos escabrosos


acostumbrados a serenatear


cerca de las ventanas solitarias


donde reine un alma que parezca isla del tesoro


isla: sonrisa rodeada por el canto propio y el silencio ajeno


tesoro: la palabra que se está gestando detrás de la sonrisa



 

Imagino la habitación queriendo ser oscura


para vencer la lámpara erguida cual David


con su piedra de luz


libertad plena para ver libros, computadora,


sofá acostumbrado y el ángel de la guarda


con ganas de leer antes que todos


la siguiente página



 

La infancia es un muestreo: padre madre


caramelos café con leche


cuadernos anotando frases de Scarlett O'Hara


embrión de sueño para un libro futuro


y la adolescencia de entregar


completamente el corazón a la literatura


mientras el pizarrón fingía tormentas de arena con tiza


sobre una lección de geografía


la radio desde los caserones enviaba sus canciones


Mírame, mírame, palabra escrita


quiéreme, quiéreme, palabra escrita


bésame, abrázame, palabra escrita


recuéstate en mi hombro, morenita,


¿y qué me darás, literatura, qué me darás, escritura?


La palabra que se está gestando


como un tesoro en esa boquita

 

 


 

 



Elisa Lerner y Manuel Puig, Caracas 1983. Foto: Vasco Szinetar



 

AQUELLA BONITA AMISTAD

 

 

Manuel Puig sonreía


como una cuchillada de medio lado


cortando burlonamente


la maldad circundante



 

Disfrutaba el evento de morir aplastado


por el vasto sol que se desprendía


desde el último piso de la tarde



 

Su camisa festiva flotaba en el silencio


que extendió visualmente para preguntar


con potente dulzura y ojos de águila


¿Conoces a mi amiga Elisa Lerner?

 



Manuel Puig la quería y admiraba


como hermana de cine y sensaciones


Esa vez me pidió que le hablara de Elisa


se quedaba callado y encallado en una dolorosa sobriedad


de muchacho desprotegido


presentía su escritura como un parto del cine


igual que la emoción que hizo escribir a Elisa Lerner


triste cereza en labios de Madame Butterfly,


cejas volando en el cielo de Marlene Dietrich


el encanto sin fin de Rita Hayworth


y Greta Garbo fingiendo que mentía en Mata Hari



 

La voz de Elisa entraba con frases inauditas


entonando un proceso capaz de esclarecernos



 

Le conté a Elisa lo que dijo Puig


y evadió esa emoción recordando


que cuando su madre falleció


mi esposa y yo la acompañamos


a comprar el traje de luto


“a una tienda que atendía con mucha gentileza


la madre de Harry Abend”



 

En algún instante posterior comentó


“Con Manuel y su mamá fui a la ópera”



 

Luego contó que pudo ser esposa a los 36 años 


“Pero me dio pánico. Ya estaba encadenada a la escritura,


a la distraída ceguera del glaucoma, no sabía lo mínimo en cocina.


Y, menos mal, tuve una madre perspicaz que entendió y se amoldó 


(incluso con orgullo), a mi manera de ser”.



 

Mucho, mucho antes, Manuel se estuvo despidiendo


igual que una música de barco.


Desplegó en su pecho la mano derecha


como quien presta juramento sobre el último piano 


y dijo: “Para Elisa”

 

 



©José Pulido  


Elisa Lerner