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Alejandra Pizarnik


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De “putas y guerrilleras” a “traidoras y putas”: el estigma de las mujeres secuestradas por la dictadura / Walter Lezcano, Clarín, 20 de marzo de 2020


 
 







Entrevista de Walter Lezcano,

Miriam Lewin y Olga Wornat reeditan un trabajo que cuenta el horror de la violación a las mujeres en los campos y cómo luego las sobrevivientes fueron señaladas.


Es el año 1976 y la dictadura militar ya atraviesa las calles de Argentina desperdigando horror y desolación. Por entonces es secuestrada en Capital Federal la militante Graciela García Romero alias La Negrita. Es llevada a la ESMA, como otras víctimas del terrorismo de Estado, para ser torturada y abusada con el fin de sacarle información de sus compañeros. Poco tiempo después la ve un oficial temible: el “Tigre” Acosta. Se siente atraído por ella y decide llevársela en salidas transitorias (que duran dos días), la mete en su departamento de Belgrano y una vez ahí la viola sistemáticamente para luego regresarla a la ESMA. Así era como marcaba territorio un represor: hiriendo de forma indeleble un cuerpo femenino. Putas y guerrilleras (Planeta) es un libro que cuenta esta clase de historias que se repetían en todos los centros clandestinos de detención del país. Las violaciones y abusos físicos a mujeres formaba parte del tabú que las periodistas Miriam Lewin y Olga Wornat se encargaron de revelar y resignificar.

En el prólogo de  Putas y guerrilleras -que ahora se reedita- la antropóloga Rita Segato asegura que este es un “libro necesario”. Tiene razón. Son pocas las obras que introducen la agresión sexual como arma de guerra y el acceso carnal forzado como forma de dominación en el contexto del autoritarismo de Estado en Argentina.

A pesar de haber sido publicado en 2014, ahora vuelve a las mesas de novedades porque su viaje es una aventura de terror que nunca termina y que se revaloriza a partir de que el feminismo tiene una vitalidad descomunal. Las autoras no son ajenas al tema: Miriam Lewin estuvo secuestrada en la dictadura -y relata acá su historia- y Olga Wornat fue una militante de Montoneros que vivió en la clandestinidad. Ellas explican en un momento del libro: “La violencia sexual contra las mujeres en los centros clandestinos de detención lleva implícito un mensaje que no está dirigido únicamente hacia ellas. La violación y el abuso en sus diferentes formas son acto terroristas cometidos desde el aparato estatal con el objeto de sembrar miedo indiscriminadamente.”

 En tiempos de aislamiento obligatorio no fue sencillo entrevistarlas: Lewin habló por Skype y Wornat respondió por Whatsapp. Sin embargo, hay ciertos temas que deben hablarse de cualquier forma.



 



-¿A qué necesidades respondió la escritura de este libro?
 
Olga Wornat: -Hacía más de 30 años que veníamos hablando del tema de este libro: las “relaciones” entre víctimas y victimarios dentro de campos de concentración. Era un tema que a ambas nos perturbaba, nos movilizaba, nos generaba muchas contradicciones. Fue un camino largo de lecturas, de hablar con las protagonistas, de saber cómo fue la vida adentro y afuera de los centro de detención. Hasta que le dimos una forma. También sucede que después de la guerra de los Balcanes y de Ruanda, según la corte internacional de La Haya, los crímenes sexuales en centros de detención se convierten en crímenes de lesa humanidad. Eso ya le dio un marco diferencial.

Miriam Lewin: -Salió por primera vez en el 2014, antes de la primera marcha del Ni una menos en el 2015. A partir de entonces la ola feminista que se expresó en distintos temas y las convocatorias que tuvimos para presentarlo en muchos colegios secundarios nos movieron a darle una nueva vida al libro. Ahora con el prólogo de Rita Segato tiene una mirada renovada. Queremos que el texto siga llegando a las adolescentes.

-El título es una resignificación de lo que antes podía ser tomado como una agresión y hoy puede ser leído como consigna de lucha.

OW: -Sí, fue muy fuerte aunque en estos momentos pueda parecer natural en medio de la oleada feminista mundial. Teníamos miedo de lo que iban a pensar las sobrevivientes, organismos de derechos humanos y libreros. Nos decían que por el título iba a ser rechazado. Pero esa era una frase que le decían absolutamente a todas en la ESMA, Campo de Mayo y demás campos. Era un concepto: si vos en los 70 participabas activamente de alguna agrupación política eras puta y guerrillera. El hombre disputaba lo que creía su territorio a la mujer.

ML: -A las que estuvimos secuestradas era eso lo que nos gritaban a modo de insulto. Y con Olga sostuvimos el título porque era el que mejor reflejaba lo que queríamos contar.

-El prólogo, donde ustedes cuentan sus vinculaciones personales con la militancia, es tremendo. ¿Por qué decidieron comenzar el libro desde ahí?

OW: -Sabíamos que teníamos que contar también nuestra historia, pasara lo que pasara sin importarnos las consecuencias. Teníamos miedos reales: perder nuestros trabajos, ser señaladas, etcétera.

 ML:  Yo ya tenía algo escrito de mi historia porque pensaba hacer un libro con eso en un futuro.
 


"El campo de concentración no termina en las paredes
donde te tienen secuestrada” 
Miriam Lewin




OW: -Yo le dije que eso tenía que ser el cierre del libro. Después conté lo mío. Y al margen de que no fui secuestrada ni torturada ni nunca estuve en un campo de concentración, yo milité en Montoneros activamente (fui parte de la contraofensiva montonera, algo de lo que me arrepiento porque puse en riesgo muchas cosas) y viví en la clandestinidad.


ML: -Además nos sentíamos incómodas revelando lo que habían vividos muchas mujeres sin contar cómo nosotras habíamos vivido aquella época. Tanto en la militancia y la clandestinidad como en cautiverio, como es mi caso. Y el después también. El campo de concentración no termina en las paredes donde te tienen secuestrada. Es muy difícil quitarse el lastre de lo que significa haber estado privada de todos tus derechos y haber sido abusada y violada.


-El libro planta la complejidad que todavía tiene la figura de "sobreviviente" en relación a los centros de detención. Y en relación a las mujeres fue más dura esa mirada.

ML: Cuando las mujeres salimos de un campo de concentración nos enfrentamos con un doble estigma: el de la delación, porque se suponía que se sobrevive cuando se da información que lleva a más secuestros, y que éramos putas porque nos habíamos acostado con represores porque queríamos. Mientras que los varones sobrevivientes cargaban con un solo estigma, el de supuestos traidores, nosotras teníamos una doble cruz: traidoras y putas.

OW: -La mirada de los demás hacia la que sobrevivió era dura. Tanto a la que sobrevivió al campo de concentración como a quienes vivieron en la clandestinidad: era la mirada de la desconfianza. Esa mirada siempre alimentó la culpa de quien sobrevive. Y esa culpa vivió en mí y en Miriam. Durante un tiempo evitamos esa parte de nuestras vidas.

-¿Cómo se recibió este libro en el ámbito de la militancia?


OW: Sacudió mucho. No digo que hubo un boicot pero hubo gente que se molestó mucho. La pregunta era: “¿por qué vienen a contar esto ahora? ¿Por qué reivindican a Graciela “La Negrita” García?” Y era gente que afirmaba: “si ella tuvo relaciones con el Tigre Acosta era porque le gustaba coger con él y además era traidora.” A lo que voy: siempre la mirada sobre la mujer fue más jodida. Si hubiera sido un hombre el que tuvo relaciones con una victimaria hubiera sido muy distinta la postura.

-El abuso y la violación era un arma de guerra de los represores.

OW: -Las mujeres siempre fueron botines de guerra desde que el mundo es mundo. Por eso me costó mucho contar las historias de este libro. Me impactó mucho lo de Marta Candeloro, de Mar del Plata, la esposa de uno de los abogados de La noche de las Corbatas. Lo llevo grabado. O lo que pasó en La Perla, por la brutalidad (donde había mujeres torturadoras). Y quienes hacían esto no eran monstruos, eran seres de carne y hueso.

ML: -Las pautas de comportamiento dentro de cada campo de concentración eran distintas. En algunos campos, los cuerpos de las mujeres eran para los suboficiales y los oficiales se quedaban con departamentos y autos, bienes materiales. Y en la ESMA, las mujeres estaban vedadas para los suboficiales, por lo tanto los oficiales tenían derecho a acceder a nuestros cuerpos. No es lo mismo el funcionamiento en La Perla de Córdoba, en la Cueva de Mar del Plata, en el D2 de Mendoza, en La Escuelita de Bahía Blanca, a lo largo y a lo ancho del país hubo un plan sistemático por lo cual los represores se apropiaron de los cuerpos de las prisioneras. Pero en todos los campos existían las mismas reglas. Y el hecho de que hubiera reglas evidencia la existencia de un plan.


Miriam Lewin Básico
  • Nació el 27 de noviembre de 1957.
  • Comenzó su carrera periodística en gráfica y luego la continuó en radio y televisión.
  • Fue desaparecida por la última dictadura militar y luego recuperó su libertad.
  • Formó parte del equipo del noticiero Telenoche, los especiales de Telenoche Investiga (donde reveló los abusos del Padre Julio César Grassi) y condujo Punto Doc.
  • Escribió los libros: Conversaciones de cinco mujeres sobrevivientes de la ESMA, junto a Munu Actis, Elisa Tokar, Cristina Aldini y Liliana Gardella (que igual que Lewin son exdesaparecidas); Secretos Argentinos, la intimidad de los crímenes que conmovieron al país, junto a Marcelo Camaño; y Skyvan, aviones, pilotos y archivos secretos.



Olga Wornat Básico
  • Nació en Misiones en 1959
  • Estudió Derecho, Historia y Periodismo en La Plata.
  • Vivió en la clandestinidad en la última dictadura militar.
  • Fue corresponsal de la revista española Interviú y trabajó en Somos, Gente, Noticias, Veintitrés, Gatopardo y Poder y Negocios, de México.
  • Escribió Cronicas malditas. Desde la onu, México desolado; Menem. La vida privada y Reina Cristina, entre otros libros.
  • También fue directora editorial de Televisa por 15 años.
  • Actualmente vive en Argentina y trabaja de manera independiente


Fuente: Clarín



Donde comprar el libro:  Planeta 







Miriam Lewin y Olga Wornat




Olga Wornat: "La dictadura fue la materialización más extrema del Estado violador" / entrevista de Carlos Daniel Aletto, Agencia Telam, 18 de abril de 2020



La reedición del libro "Putas y guerrilleras", de Olga Wornat y Miriam Lewin, permite resignificar la connotación de estas palabras en un nuevo contexto delineado por el peso de las luchas feministas.

Por Carlos Daniel Aletto









"Putas" es una marca estigmatizante de todos los tiempos hacia las mujeres en la cultura machista y "guerrilleras" era el rótulo que los militares de los 70 les imponían a las mujeres militantes: la reedición del libro "Putas y guerrilleras" de Olga Wornat y Miriam Lewin, permite resignificar la connotación de estas palabras en un nuevo contexto delineado por el peso de las luchas feministas.

El libro, relanzado por Planeta luego de su edición original de 2014, rastrea la historia de las mujeres secuestradas en la dictadura y cuenta en esta nueva edición con un prólogo de la antropóloga, ensayista y activista feminista Rita Segato.

Sus autoras, Miriam Lewin (1957) y Olga Wornat (1959) son periodistas de investigación y ambas militantes de la izquierda peronista en los 70.

- Télam: ¿Cómo se resignifica esta nueva edición del libro ahora que la agenda social está atravesada por las reivindicaciones feministas y todo lo que dio lugar con el "Ni una menos"?

- Miriam Lewin: El libro es el producto de una larguísima serie de reflexiones a dúo con Olga, ambas sobrevivientes -aunque ella no haya pasado como yo por dos centros clandestinos de detención, la ESMA y Virrey Cevallos- a lo largo de los años, sobre cómo éramos estigmatizadas las mujeres que habíamos sobrevivido. Y cómo dentro de las organizaciones armadas no había más que un machismo enmascarado de equidad.

El producto de cierta teorización sobre la cuestión de la violencia sexual en los centros clandestinos y las entrevistas y testimonios constituyeron "Putas y Guerrilleras" en su primera versión, a principios del 2014. Después llegó la ola feminista que creció con el "Ni una menos", con la lucha por el aborto legal, el "Me too", el "Mirá como nos ponemos" ...

- Olga Wornat: Con Miriam nos adelantamos a esa "ola feminista" con aquella primera edición que circuló de boca en boca, entre las chicas de los colectivos, entre los estudiantes, en sectores académicos. Esto provocó debates diversos y algunos estuvieron de acuerdo (sobre todo la gente que fue militante en los 70) mientras que otra gente no estuvo de acuerdo con el planteo del libro. Después del "Ni una menos" estas discusiones se redujeron a su mínima expresión.

T.: ¿Las violaciones y abusos durante los secuestros de mujeres en la dictadura son la materialización más extrema de "el estado opresor es un macho violador"?

O. W.: Sí, tal cual, fue la materialización más extrema del Estado violador, porque nos referimos a una etapa de cultura de campos de concentración, donde las mujeres eran secuestradas y sometidas a una esclavitud de diversos matices: desde la brutalidad más espantosa, hasta la perversidad más sutil, como plantean los testimonios del libro.

Eso correspondió a una etapa que también tiene que ver con otras dictaduras de América Latina, que de alguna manera tiene un hilo conductor con lo que sucedió, por ejemplo, en Chile durante las últimas represiones, donde más de doscientas mujeres y chicas y niñas fueron violadas por los carabineros. Pero sí: el estado patriarcal que continúa es el macho violador.

M. L.: Supongo que sí. Los genocidas querían disciplinarnos porque nos habíamos apartado del rol que la sociedad patriarcal nos había asignado. Objeto decorativo y de placer, novia, madre, esposa. Nos querían castigar, porque el violador, como dice Rita Segato, es un gran moralizador.

- T: ¿Cuánto y cómo ha cambiado el paradigma de la cultura machista y el patriarcado de los 70 a la actualidad en la Argentina?
 
-M. L.: La sociedad no ha cambiado demasiado. Si una chica es violada, aun hoy en la comisaría de la mujer le piden que demuestre que se defendió. Y la socióloga Inés Hercovich, quien entrevistó a más de 200 víctimas de violación, demostró que todas querían salir de esa situación vivas. ¿Por qué nos dicen que si nos asaltan soltemos la cartera y el celular y nos piden que defendamos nuestro sexo hasta arriesgar la vida? Es todo injusto. Las mujeres violadas tenemos que demostrar que no hubo consentimiento.

Lo mismo nos pasaba en los 70 a las que salíamos vivas de los campos de concentración. ¿Y si hubieran sido varones los prisioneros y mujeres las guardianas, las oficiales represoras? ¿Y si un desaparecido hubiera sobrevivido gracias a tener sexo con una de ellas? ¿Le hubieran dicho "puta", como a nosotras, los propios compañeros a la salida del campo? ¿O lo hubieran llevado en andas, vitoréandolo por su picardía?

-O.W.: En los 70 la cultura machista estaba mucho más acentuada y mucho más cerrada. Dentro de las organizaciones en la que nosotros militábamos y dentro de las organizaciones políticas y en las Fuerzas Armadas la cultura machista era la cultura de la sociedad, pero ahí adentro se reflejaba más. Nosotras, en realidad, íbamos a hacer primero la revolución y nuestros reclamos podían esperar, eso nos decían. Después resulta que las distintas revoluciones en el mundo dieron cuenta de que eso nunca sucedió. Si uno analiza la Revolución China o la Rusa o la Cubana, sin ir más lejos, no hubo una reivindicación del feminismo. Hay una gran diferencia entre los 70 y lo que lograron las jóvenes que rompieron con todo y nosotras acompañamos.

- T.: ¿Cómo les atravesó el cuerpo la escritura de este libro?
 
O.W.: A mí me atraviesa el cuerpo su escritura. Escribir este libro fue muy doloroso, porque lo viví desde afuera militando en la clandestinidad, y Miriam lo vivió de adentro. Estas historias me atraviesan con un dolor que está ahí, latente. Todo el libro me impacta, no me pude correr de la escritura de este libro, es como un corazón con heridas que está latiendo todo el tiempo, todo el tiempo, todo el tiempo, todo el tiempo… La reedición de este libro me fue tan dolorosa y difícil y compleja y dura como la que salió en el 2014, porque fue volver a revisar todo otra vez.

M.L.: No es el primer libro sobre este tema que escribimos. Yo estoy convencida de que la escritura es terapéutica. (Jorge) Semprún dijo "La escritura o la vida". Durante cuarenta años no pudo escribir sobre lo que le había pasado. Salvando las distancias, yo tardé 25 años, y ojalá hubiera empezado antes.



Fuente: Telam