Fue el propio Gobierno. Lo hizo sobre resoluciones de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que hicieron lugar al reclamo de cuatro víctimas que debieron exiliarse forzosamente durante el Proceso: Eduardo Molina Zequeira, Norma Grinfeld de Goobar, Viviana López Osornio y Andrea Benites Dumont.
El Gobierno apeló ante la Corte Suprema una serie de fallos de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que le ordenaba pagar una indemnización a perseguidos de la última dictadura a quienes el Ministerio de Justicia les había negado tal reparación histórica.
Así lo informaron a la agencia de noticias DyN allegados a los propios beneficiados por el fallo de la Cámara.
El 21 de agosto pasado, esa agencia informó que desde abril la Cámara en lo Contencioso Administrativo hizo lugar al reclamo de cuatro víctimas de la dictadura que debieron exiliarse forzosamente porque sus vidas corrían peligro.
Se trata de los casos de Eduardo Molina Zequeira, Norma Grinfeld de Goobar, Viviana López Osornio* y Andrea Benites Dumont, todos ellos exiliados durante la dictadura y con status de refugiados políticos reconocido por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Todos ellos iniciaron el trámite administrativo previsto por la Ley 24.043, sancionada en noviembre de 1991, que establece “beneficios a las personas que hubieran sido puestas a disposición del P.E.N. durante la vigencia del estado de sitio, o siendo civiles hubiesen sufrido detención en virtud de actos emanados de tribunales militares”.
En los cuatro casos, el reclamo había contado con la aprobación de la Secretaría de Derechos Humanos, a cargo de Eduardo Luis Duhalde, pero fue rechazado por la Procuración del Tesoro, a cargo del ex juez Osvaldo Guglielmino y por el ministro de justicia, Alberto Iribarne.
En todos los casos, la Sala Uno de la Cámara, con las firmas de los jueces Pedro Coviello, Néstor Buján y Bernardo Licht, dejó “sin efecto” las resoluciones del Ministerio de Justicia que negaron el beneficio a las víctimas de la dictadura y ordenó “a la autoridad administrativa que realice la liquidación conforme la situación fáctica denunciada”.
Sin embargo, los abogados del gobierno apelaron la medida ante la máxima instancia judicial y, según revelaron las fuentes, lo propio había hecho anteriormente con otros casos similares.
En el último de los fallos, el de Benites Dumont, DyN pudo establecer que el Estado presentó recurso extraordinario el 17 de agosto, y diez días después el expediente pasó a estudio de la Corte Suprema.
En los hechos, la apelación implica que el fallo de Cámara no está firme y, en consecuencia, el Estado no pagará –al menos por ahora- las indemnizaciones a las víctimas de la dictadura.
Fuente: Perfil
Nota del blog: Viviana López Osornio* es Viviana Marcela Iriart
Carta de Viviana Marcela Iriart (Viviana Marcela López Osornio) al
Dr. Nestor Kirchner, presidente de Argentina
"Mientras la mayoría de los torturadores siguen en libertad, disfrutando del dinero que le robaron a sus víctimas y al país al aumentar la deuda externa, no puedo creer que hoy la democracia le siga dando la razón a ellos y me siga condenando a mí, y a miles de exiliados y exiliadas como yo, al negarme la condición de perseguida política y el beneficio de la indemnización. Si esto no es un triunfo de la dictadura sobre nosotros, sus víctimas, dígame por favor qué es".
Caracas, 5 de septiembre de 2007.
Excelentísimo
Sr. Presidente
Nestor
Kirchner
Buenos
Aires
República Argentina.-
De mi mayor consideración:
Soy una víctima de la dictadura argentina. Mi nombre es Viviana Marcela López Osornio, tengo 49 años de edad, soy escritora y desde 1979 vivo en Venezuela, cuando la dictadura me condenó al exilio y me robó mi país.
República Argentina.-
De mi mayor consideración:
Soy una víctima de la dictadura argentina. Mi nombre es Viviana Marcela López Osornio, tengo 49 años de edad, soy escritora y desde 1979 vivo en Venezuela, cuando la dictadura me condenó al exilio y me robó mi país.
Como
tenía miedo de que la dictadura se enseñara con mi madre y mis
hermanas, que habían quedado en Argentina, desde entonces
escribo usando el apellido de mi madre: Viviana Marcela Iriart.
A los 20 años (año 1978), simplemente por hacer uso del derecho a la libertad de expresión y oponerme públicamente a la guerra con Chile en la pequeña revista que dirigía llamada 'Machu Picchu', fui perseguida por la dictadura y obligada, meses más tarde, a asilarme en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires para salvar mi vida.
A los 20 años (año 1978), simplemente por hacer uso del derecho a la libertad de expresión y oponerme públicamente a la guerra con Chile en la pequeña revista que dirigía llamada 'Machu Picchu', fui perseguida por la dictadura y obligada, meses más tarde, a asilarme en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires para salvar mi vida.
Allí permanecí casi un mes 'detenida', porque estar asilada es equivalente a estar 'detenida', puesto que una está privada de su libertad y sin derecho, en mi caso, de recibir visitas, cartas, llamadas telefónicas, ni de hacerlas.
Durante
casi un mes permanecí aislada en una pequeña oficina en donde
dormía en un sofá.
Gracias a las gestiones de la Embajada de Venezuela, la dictadura finalmente autorizó mi salida del país el 17 de mayo de 1979.
Gracias también a la Embajada de Venezuela la dictadura autorizó cinco minutos para despedirme de mi madre en el aeropuerto de Ezeiza, pero no a solas, sino dentro de un círculo formado por militares y personal de la Embajada de Venezuela.
Al irme salve mi vida pero perdí todo.
Gracias a las gestiones de la Embajada de Venezuela, la dictadura finalmente autorizó mi salida del país el 17 de mayo de 1979.
Gracias también a la Embajada de Venezuela la dictadura autorizó cinco minutos para despedirme de mi madre en el aeropuerto de Ezeiza, pero no a solas, sino dentro de un círculo formado por militares y personal de la Embajada de Venezuela.
Al irme salve mi vida pero perdí todo.
Mi
país, mi familia, mis amistades, mis estudios universitarios,
mi ciudad, mis libros, mis discos, mi perro, mi identidad.
La dictadura me convirtió en una apátrida. Una extranjera.
La dictadura me arrancó todo, incluso la juventud y la risa.
La dictadura me convirtió en una apátrida. Una extranjera.
La dictadura me arrancó todo, incluso la juventud y la risa.
En
su lugar dejó una amnesia parcial que me recuerda, cada vez que
aflora, que ella es producto de la persecución, el miedo, el
asilo, el exilio. Un 'regalito' de la dictadura.
Durante
casi 5 años no vi a madre ni a mis hermanas, porque ellas no
tenían recursos económicos para venir a verme.
Durante ese período fui una incansable luchadora contra la dictadura. A los 23 años participé en el Primer Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Latinoamericano, que se realizó en Costa Rica y luego en el Segundo Congreso, realizado en Caracas.
Si la democracia volvió a Argentina, fue gracias también a la lucha de todos los exiliados y exiliadas que sobrevivíamos a la xenofobia, la nostalgia, problemas económicos, de salud, sin dejar por ello de luchar contra la dictadura, a favor de todas las víctimas y por el regreso de la democracia.
Si el exilio no es un castigo, Presidente Kirchner, si el exilio no convierte en víctimas a quienes lo padecen, dígame usted qué es.
Durante ese período fui una incansable luchadora contra la dictadura. A los 23 años participé en el Primer Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Latinoamericano, que se realizó en Costa Rica y luego en el Segundo Congreso, realizado en Caracas.
Si la democracia volvió a Argentina, fue gracias también a la lucha de todos los exiliados y exiliadas que sobrevivíamos a la xenofobia, la nostalgia, problemas económicos, de salud, sin dejar por ello de luchar contra la dictadura, a favor de todas las víctimas y por el regreso de la democracia.
Si el exilio no es un castigo, Presidente Kirchner, si el exilio no convierte en víctimas a quienes lo padecen, dígame usted qué es.
Porque
yo sé lo que sufrí desde que la dictadura tocó la puerta
de mi casa en
La Plata
, una noche de
septiembre de 1978, hasta el 30 de diciembre de 1983 cuando
regresé a Argentina. El ACNUR, quien me dio estatus de
refugiada, también lo sabe.
Mis únicas armas siempre fueron las palabras, y por eso ahora recurro ahora a ellas para pedirle una explicación para entender lo que está pasando.
Hoy leo con estupor en la web de 'Perfil' que 'el gobierno apeló ante la Corte Suprema una serie de fallos de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que le ordenaba pagar una indemnización a perseguidos de la última dictadura...'
Yo soy una de esas perseguidas.
Y si la noticia es verdad, no puedo creer que su gobierno, que tanto ha hecho por la reparación de las víctimas de la última dictadura y la condena a sus victimarios, pueda cometer semejante INJUSTICIA.
Mis únicas armas siempre fueron las palabras, y por eso ahora recurro ahora a ellas para pedirle una explicación para entender lo que está pasando.
Hoy leo con estupor en la web de 'Perfil' que 'el gobierno apeló ante la Corte Suprema una serie de fallos de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que le ordenaba pagar una indemnización a perseguidos de la última dictadura...'
Yo soy una de esas perseguidas.
Y si la noticia es verdad, no puedo creer que su gobierno, que tanto ha hecho por la reparación de las víctimas de la última dictadura y la condena a sus victimarios, pueda cometer semejante INJUSTICIA.
A 28 años de mi CONDENA AL EXILIO por parte de la dictadura, hoy me siento doblemente víctima. Víctima de aquella dictadura genocida y víctima de la decisión de la democracia.
Mientras la mayoría de los torturadores siguen en libertad, disfrutando del dinero que le robaron a sus víctimas y al país al aumentar la deuda externa, no puedo creer que hoy la democracia le siga dando la razón a ellos y me siga condenando a mí, y a miles de exiliados y exiliadas como yo, al negarme la condición de perseguida política y el beneficio de la indemnización.
Si
esto no es un triunfo de la dictadura sobre
nosotros, sus víctimas, dígame por favor qué es.
Le
envío mi foto de cuando estaba exiliada. Quizá viendo los ojos
de una víctima recapacite sobre su decisión sobre
mi caso y la de los otros perseguidos, porque es muy fácil
negarle la indemnización a víctimas sin rostro.
Esperando su respuesta y que se haga JUSTICIA, conmigo y con todas las personas que fuimos condenadas al exilio por la dictadura, agradezco la atención a la presente.
Atentamente,
Viviana Marcela López Osornio
D.NI. 11.995.518
Telf. 00548-212-9577900 / correo electrónico: vivianamarcelairiart@hotmail.com
PD: Adjunto Testimonio. Copia de “Machu Picchu”. Foto. Copia de “Perfil”.
Esperando su respuesta y que se haga JUSTICIA, conmigo y con todas las personas que fuimos condenadas al exilio por la dictadura, agradezco la atención a la presente.
Atentamente,
Viviana Marcela López Osornio
D.NI. 11.995.518
Telf. 00548-212-9577900 / correo electrónico: vivianamarcelairiart@hotmail.com
PD: Adjunto Testimonio. Copia de “Machu Picchu”. Foto. Copia de “Perfil”.
Caracas, 5
de septiembre de 2007.
Dr. D. Alberto Fernández
Jefatura de Gabinete de Ministros
República Argentina.-
Estimado Dr. Fernández:
Esta carta en realidad se la quiero dirigir al presidente Kirchner pero, como él no tiene dirección de correo electrónico, no me queda más remedio que escribirsela a Ud. y pedirle, por favor, que haga de intermediario.
Soy una víctima de la dictadura argentina. Mi nombre es Viviana Marcela López Osornio, tengo 49 años de edad, soy escritora y desde 1979 vivo en Venezuela.
Como tenía miedo de que la dictadura se enseñara con mi madre y mis hermanas, que habían quedado en Argentina, desde entonces escribo en diarios y revistas usando el apellido de mi madre: Viviana Marcela Iriart.
A los 20 años (año 1978) , simplemente por hacer uso del derecho a la libertad de expresión y oponerme públicamente a la anunciada guerra con Chile en la pequeña revista que dirigía llamada 'Machu Picchu', fui perseguida por la dictadura y obligada, meses más tarde, a asilarme en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires para salvar mi vida.
Allí permanecí casi un mes 'detenida', porque estar asilada es equivalente a estar 'detenida', puesto que una está privada de su libertad y sin derecho, en mi caso, de recibir visitas, cartas, llamadas telefónicas, ni de hacerlas.
Durante casi un mes permanecí aislada en una pequeña oficina en donde dormía en un sofá.
Gracias a las gestiones de la Embajada de Venezuela, la dictadura finalmente autorizó mi salida del país el 17 de mayo de 1979.
Gracias también a la Embajada de Venezuela la dictadura autorizó cinco minutos para despedirme de mi madre en el aeropuerto de Ezeiza, pero no a solas, sino dentro de un circulo formado por militares y personal de la Embajada de Venezuela.
Al irme salve mi vida pero perdí todo. Mi país, mi familia, mis amistades, mis estudios universitarios, mi ciudad, mis libro, mis discos, mi perro, mi identidad.
La dictadura me convirtió en una apátrida. Una extranjera.
La dictadura me arrancó todo, incluso la juventud y la risa. En su lugar dejó una amnesia parcial que me recuerda, cada vez que aflora, que ella es producto de la persecución, el miedo, el asilo, el exilio. Un 'regalito' de la dictadura.
Durante casi 5 años no vi a madre ni a mis hermanas, porque ellas no tenían recursos económicos para venir a verme.
Durante ese período fui una incansable luchadora contra la dictadura.
A los 23 años participé en el Primer Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Latinoamericano, que se realizó en Costa Rica y luego en el Segundo Congreso, realizado en Caracas.
Si la democracia volvió a Argentina, fue gracias también a la lucha de todos los exiliados y exiliadas que sobrevivimos a la xenofobia, la nostalgia, problemas económicos, de salud, sin dejar por ello de luchar contra la dictadura, a favor de todas las víctimas y por el regreso de la democracia.
Si el exilio no es un castigo, Dr. Fernández, si el exilio no convierte en víctimas a quienes lo padecen, dígame usted qué es. Porque yo sé lo que sufrí desde que la dictadura tocó la puerta de mi casa en La Plata, una noche de septiembre de 1978, hasta el 30 de diciembre de 1983 cuando regresé a Argentina. ACNUR, quien me dio estatus de refugiada, también lo sabe.
Mis únicas armas siempre fueron las palabras, y por eso ahora recurro ahora a ellas para pedir una explicación para entender lo que está pasando.
Hoy leo con estupor en la web de 'Perfil' que 'el gobierno apeló ante la Corte Suprema una serie de fallos de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que le ordenaba pagar una indemnización a perseguidos de la última dictadura...'
Yo soy una de esas perseguidas.
Y si la noticia es verdad, y para confirmarlo es que le escribo, no puedo creer que el gobierno del presidente Kirchnner, que tanto ha hecho por la reparación de las víctimas de la última dictadura, pueda cometer semejante injusticia.
A 27 años de mi salida al exilio por parte de la dictadura, hoy me siento doblemente víctima.
Víctima de aquella dictadura genocida y víctima de la decisión de la democracia.
Mientras la mayoría de los torturadores siguen en libertad, disfrutando del dinero que le robaron a sus víctimas y al país al aumentar la deuda externa, no puedo creer que hoy la democracia le siga dando la razón a ellos y me siga condenando a mí, y a miles de exiliados y exiliadas como yo, al negarme la condición de perseguida política y el beneficio de la indemnización. Si esto no es un triunfo de la dictadura sobre nosotros, sus víctimas, dígame por favor qué es.
Esperando su respuesta y que se haga justicia, agradezco la atención a la presente.
Atentamente,
Viviana Marcela López Osornio
D.NI. 11.995.518
Dr. D. Alberto Fernández
Jefatura de Gabinete de Ministros
República Argentina.-
Estimado Dr. Fernández:
Esta carta en realidad se la quiero dirigir al presidente Kirchner pero, como él no tiene dirección de correo electrónico, no me queda más remedio que escribirsela a Ud. y pedirle, por favor, que haga de intermediario.
Soy una víctima de la dictadura argentina. Mi nombre es Viviana Marcela López Osornio, tengo 49 años de edad, soy escritora y desde 1979 vivo en Venezuela.
Como tenía miedo de que la dictadura se enseñara con mi madre y mis hermanas, que habían quedado en Argentina, desde entonces escribo en diarios y revistas usando el apellido de mi madre: Viviana Marcela Iriart.
A los 20 años (año 1978) , simplemente por hacer uso del derecho a la libertad de expresión y oponerme públicamente a la anunciada guerra con Chile en la pequeña revista que dirigía llamada 'Machu Picchu', fui perseguida por la dictadura y obligada, meses más tarde, a asilarme en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires para salvar mi vida.
Allí permanecí casi un mes 'detenida', porque estar asilada es equivalente a estar 'detenida', puesto que una está privada de su libertad y sin derecho, en mi caso, de recibir visitas, cartas, llamadas telefónicas, ni de hacerlas.
Durante casi un mes permanecí aislada en una pequeña oficina en donde dormía en un sofá.
Gracias a las gestiones de la Embajada de Venezuela, la dictadura finalmente autorizó mi salida del país el 17 de mayo de 1979.
Gracias también a la Embajada de Venezuela la dictadura autorizó cinco minutos para despedirme de mi madre en el aeropuerto de Ezeiza, pero no a solas, sino dentro de un circulo formado por militares y personal de la Embajada de Venezuela.
Al irme salve mi vida pero perdí todo. Mi país, mi familia, mis amistades, mis estudios universitarios, mi ciudad, mis libro, mis discos, mi perro, mi identidad.
La dictadura me convirtió en una apátrida. Una extranjera.
La dictadura me arrancó todo, incluso la juventud y la risa. En su lugar dejó una amnesia parcial que me recuerda, cada vez que aflora, que ella es producto de la persecución, el miedo, el asilo, el exilio. Un 'regalito' de la dictadura.
Durante casi 5 años no vi a madre ni a mis hermanas, porque ellas no tenían recursos económicos para venir a verme.
Durante ese período fui una incansable luchadora contra la dictadura.
A los 23 años participé en el Primer Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Latinoamericano, que se realizó en Costa Rica y luego en el Segundo Congreso, realizado en Caracas.
Si la democracia volvió a Argentina, fue gracias también a la lucha de todos los exiliados y exiliadas que sobrevivimos a la xenofobia, la nostalgia, problemas económicos, de salud, sin dejar por ello de luchar contra la dictadura, a favor de todas las víctimas y por el regreso de la democracia.
Si el exilio no es un castigo, Dr. Fernández, si el exilio no convierte en víctimas a quienes lo padecen, dígame usted qué es. Porque yo sé lo que sufrí desde que la dictadura tocó la puerta de mi casa en La Plata, una noche de septiembre de 1978, hasta el 30 de diciembre de 1983 cuando regresé a Argentina. ACNUR, quien me dio estatus de refugiada, también lo sabe.
Mis únicas armas siempre fueron las palabras, y por eso ahora recurro ahora a ellas para pedir una explicación para entender lo que está pasando.
Hoy leo con estupor en la web de 'Perfil' que 'el gobierno apeló ante la Corte Suprema una serie de fallos de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que le ordenaba pagar una indemnización a perseguidos de la última dictadura...'
Yo soy una de esas perseguidas.
Y si la noticia es verdad, y para confirmarlo es que le escribo, no puedo creer que el gobierno del presidente Kirchnner, que tanto ha hecho por la reparación de las víctimas de la última dictadura, pueda cometer semejante injusticia.
A 27 años de mi salida al exilio por parte de la dictadura, hoy me siento doblemente víctima.
Víctima de aquella dictadura genocida y víctima de la decisión de la democracia.
Mientras la mayoría de los torturadores siguen en libertad, disfrutando del dinero que le robaron a sus víctimas y al país al aumentar la deuda externa, no puedo creer que hoy la democracia le siga dando la razón a ellos y me siga condenando a mí, y a miles de exiliados y exiliadas como yo, al negarme la condición de perseguida política y el beneficio de la indemnización. Si esto no es un triunfo de la dictadura sobre nosotros, sus víctimas, dígame por favor qué es.
Esperando su respuesta y que se haga justicia, agradezco la atención a la presente.
Atentamente,
Viviana Marcela López Osornio
D.NI. 11.995.518
PD: Adjunto testimonio de lo que me sucedió, que mi abogada, la Dra. Moreno, presentó ante la justicia.
TESTIMONIO de VIVIANA MARCELA LOPEZ OSORNIO
(VIVIANA MARCELA IRIART) presentado ante la justicia argentina
Yo,
Viviana Marcela López Osornio, argentina, D.N.I No. 11.995.518,
Pasaporte No. 10.775.271, nacida en la ciudad de La Plata, provincia
de Buenos Aires, el día 3 de Abril de 1958, de 40 años de edad,
hija de Enriqueta Ana Iriart y César Eduardo Lopez Osornio, de
Profesión Productora de Teatro y Escritora, conocida artísticamente
como VIVIANA IRIART,
testimonio lo siguiente:
1975:
A los 17 años fuí elegida Dirigente
Estudiantil del Turno Tarde de la “Escuela
de Comercio Manuel Belgrano” (calle 9 y 38, La Plata),
actividad que finalizo ese mismo año cuando me recibo de Perito
Mercantil.
1978:
*
Febrero: Edito, con fondos propios, el primer número de la revista cultural “Machu
Picchu”, en donde publico poesías de intelectuales
reconocidos, como Pablo Neruda y Bernardo Verbitsky, y de jóvenes e
inéditos poetas y cuentistas. La revista tenía ocho páginas
escritas en máquina de escribir y se vendía en algunas librerías
de la ciudad de La Plata.
*
Marzo: Curso primer año de Periodismo en la “Escuela Superior de Periodismo y Comunicación Social” de La
Plata, reabierta después de tres años de cierre. El director era
el Profesor Daniel Alfredo Pabón, extraoficialmente conocido
entonces como miembro del CIDE.
*
Mayo (aproximadamente): Gano por concurso un cargo como Archivadora de
Microfilm en el Registro
Provincial de las Personas, calle 1 y 60 de La Plata,
departamento que recién se creaba.
Al
lado del edificio había caballerizas en donde, según me dijeron
antiguas empleadas, había funcionado un centro
clandestino de detención.
Debido
a mis estudios me tocó el turno de la mañana, en donde éramos
unas quince personas de las cuales todas, excepto yo, habían
conseguido el puesto por palanca: eran hijos, esposas, hermanos,
familiares o conocidos de policías.
Nuestro
jefe, me dijeron estos compañeros de trabajo, era policía.
La
primer tarea que me asignaron fue archivar fichas
NN. Como me llamaban mucho la atención que no hubiera
nombres, sólo fechas y ciudades, un día le pregunté en secreto a
una de las empleadas con más antigüedad en la oficina lo que
significaban esas fichas. Ella me pidió que no dijera nada a nadie,
pero que esas fichas correspondían a personas
detenidas-desaparecidas.
Mi
primera intención frente a esta información fue escribir un artículo
para la Escuela de Periodismo. Consulté con dos o tres compañeros
de estudio y ellos me hicieron tomar conciencia del peligro que podía
correr si presentaba ese artículo en la Escuela en donde, todos sabíamos
que, aparte del Director, había personal administrativo y
estudiantil que eran personal policial.
Desistí
de la idea pero en forma secreta elaboré
un listado de NN por ciudades que, años más tarde ya en el
exilio, hice llegar a Madres
de Plaza de Mayo.
Semanas
más tarde me trasladan al Departamento de Microfilm y me asignan
una compañera, puesto que el trabajo había que realizarlo en
pareja.
*
Septiembre: Edito el número 4 de la revista “Machu
Picchu”, en la que publico una pequeña frase mía en
contra de la guerra con Chile y del reclutamiento militar:
“Vivamos en el Amor
y la Paz: digamos NO a la guerrra con Chile.
NO al
reclutamiento militar.”
Envío
unos ejemplares a algunos programas de radio que hacían publicidad
gratis.
Un
compañero de trabajo me dice que escuchó la publicidad en un
programa y me pide un ejemplar prestado. Se lo doy.
La
tarde siguiente me dice que El Jefe se quedó con el ejemplar de la
revista.
En
la mañana siguiente El Jefe me dice que he sido trasladada a una
oficina contigua, en donde seré la única empleada, y que sigo bajo
sus órdenes. Mi trabajo: archivar fichas pero ya no de NN.
Ese
mismo día El Jefe, en charla íntima, le dice a mi compañera de
microfilm que no tenga más amistad conmigo, que soy una persona
peligrosa.
A
las dos de la tarde cuando, como todos los días, nos íbamos juntas
para firmar nuestras fichas de salida, ella me hace notar que al
pasar por una oficina un hombre desconocido al verme llamó a otro,
que estaba dentro de la oficina, y me señaló cuando pasé. Cuando
volvemos a pasar por esa oficina ya no están.
El
Edificio del Registro tenía varias puertas que siempre estaban
abiertas.
Esa
tarde todas las puertas habían sido clausuradas menos una, en donde
había dos filas de hombres a ambos lados, entre los que se
encontraban los dos hombres anteriores que me habían señalado. Pasé
entre medio de ellos.
Como
a las siete de la noche pedí permiso en la Escuela de Periodismo
para ausentarme, porque no me sentía bien.
A
los pocos minutos de estar en mi casa, calle 29 No. 862 de La Plata,
sonó el timbre y dos hombres de civil, que se identificaron como
policías con carnets que no llegué a leer, me dijeron que querían
hablar conmigo sobre mi revista ¨Machu Picchu".
El
interrogatorio duró aproximadamente dos horas y en ningún momento
ejercieron violencia física sobre mí, sólo sicológica.
Me
preguntaron las direcciones y teléfonos de las personas que
colaboraban con la revista, datos que negué tener aduciendo que
estas personas me enviaban sus artículos y poemas directamente a la
Escuela de Periodismo.
Me
acusaron de ser comunista por publicar poesías de Pablo
Neruda, Bernardo
Verbitsky, Joan Baez,
Oriana Fallaci, según ellos gente que estaba prohibida.
Me
pidieron el registro legal de la revista, el cual estaba en trámite,
así que les di comprobante del mismo.
Me
preguntaron quién financiaba económicamente la revista y quién la
distribuía, a lo que contesté que yo era la única responsable de
la revista y de todo lo que tenía que ver con ella.
Al
irse me dijeron que si seguía publicando a gente “prohibida” me
allanarían la próxima edición.
Al
día siguiente en el trabajo El Jefe, en larga
e informal “charla”, me acusó de ser comunista y de que “Machu Picchu” era una revista que hacía apología del
comunismo. Recuerdo sus palabras finales casi textuales: “¿Sabe
cuánta gente que llevaba a Neruda como estandarte tuvo que irse de
la ciudad y nunca más se supo de ella?” Horas más tarde volvió
a decirle a mi antigua compañera de microfilm que dejara de
tratarme.
Esa
misma tarde en el patio de mi casa quemé la edición casi completa
de “Machu Picchu” número 4 (sólo había distribuido unos pocos
ejemplares antes de la “visita” de la policía).
*
Octubre a Diciembre: Tanto en la oficina del Registro Provincial de las Personas como en la Escuela de Periodismo recibí amenazas periódicamente.
Un
íntimo amigo mío fue interrogado por el prof. Daniel Pabón, Director
de la Escuela de Periodismo, acerca de mis hábitos: quién
visitaba mi casa, qué tipo de literatura leía, si recibía
correspondencia del extranjero, etc. Le dijo que tres eran las cosas
que podían pasarme:
2)
que me secuestraran y me dieran una paliza para intimidarme;
3)
que me detuvieran y metieran presa.
1979
*
Enero a Marzo: La primera semana de enero, asustada por las
amenazas decido abandonar la ciudad de La Plata. Es bueno recordar
que yo tenía apenas 20 años de edad y que, debido a mi trabajo en
el Registro Provincial de las Personas, estaba bien enterada de lo que
la dictadura había hecho hasta ese momento, por lo cual estaba verdaderamente
aterrada frente a lo que me estaba sucediendo.
Antes
de dejar la ciudad mando un telegrama de renuncia al Registro
Provincial de las Personas aduciendo motivos personales.
En
la noche voy con mi novio al Convento
de San Miguel, provincia de Buenos Aires,
porque allí, según me había dicho él, los curas que ya
estaban enterados de mi caso le habían dicho que iban a darme
refugio por una noche.
Sin
embargo, al llegar al lugar y explicarle al sacerdote encargado del
lugar lo que me estaba sucediendo, éste se niega a darme amparo por
esa noche argumentando que, si la policía llegaba a buscarme, los
iba a comprometer a ellos.
Comienza
entonces un largo peregrinaje en donde, gracias a la solidaridad de
maravillosos amigos y amigas, logro encontrar sitios donde dormir y
comida diaria.
*Abril
23:
A las pocas semanas de haber cumplido 21 años me Asilo
en la Embajada de Venezuela en Buenos Aires (Av. Santa Fe 1461,
piso 7), siendo el Segundo Secretario, Sr. Hugo Quiñones, el encargado de mi caso. El
amablemente me informa que:
1)
no puedo mandar ni recibir cartas;
2)
hacer ni recibir llamadas telefónicas;
3)
recibir visitas;
4)
asomarme al balcón que estaba en la oficina contigua.
Me
asignan la oficina de un consejero que estaba de viaje, cuya única
ventana daba a la Av. Santa Fe.
Todos
los contactos con mi familia se realizaron a través del Sr.
Quiñones, que me mantenía al tanto de la situación de mi
madre y mis dos hermanas.
Quiero
dejar constancia de que en la Embajada
de Venezuela fui tratada maravillosamente bien y sólo tengo
palabras de agradecimiento eterno para todo el personal, desde el
Embajador a los conserjes, que tanto apoyo moral y sicológico me
dieron en tan difíciles momentos.
Como
carecía de Pasaporte, personal de la Policía
Federal junto al Secretario
de la Cancillería Argentina
se apersonaron en la oficina de la Embajada
para realizar los trámites necesarios para que me dieran uno.
*
Mayo 16: El Sr. Quiñones me informa
que la dictadura autorizó mi salida del país y que al día
siguiente al mediodía, en vuelo de Viasa, viajaré para Caracas.
También me dice que la dictadura autorizó que mi madre fuera al
aeropuerto para despedirse de mí.
*
Mayo 17: El Sr. Quiñones me informa
que, desde el momento mismo en que salgamos de la oficina de la Embajada,
por CUESTIONES DE SEGURIDAD yo debo caminar y permanecer siempre entre
medio de él y del Secretario
de la Cancillería Argentina.
El
Embajador de Venezuela, en un gesto muy amable, me regala 50 dólares,
siendo éste mi único capital.
En
un auto de la Embajada de
Venezuela me llevan a Ezeiza. En este auto ibamos:
*
adelante un chofer y el Sr.
Angel Rodríguez, ambos personal de la
Embajada;
*
en la parte de atrás el Sr.
Quiñones, yo y el Secretario de la
Cancillería Argentina, en ese orden.
Adelante
de este auto iba uno de la Policía
Federal, que hizo sonar la sirena durante todo el trayecto y no
respetó ninguno de los semáforos en rojo que encontró en su
camino.
Atrás
otro de la Policía Federal
pero sin inscripciones.
A
mitad de camino se incorporó al principio de la caravana un Camión
del Ejército con soldados.
En
total ibamos custodiados por tres unidades: dos autos de la Policía
Federal y un camión militar.
Al
llegar a Ezeiza me dejan en una oficina, cerrada, y el Sr.
Quiñones me informa que traerán a mi madre para que nos
despidamos.
Minutos
más tarde el Sr. Quiñones
me dice que hay problemas: los militares que controlan el Aeropuerto
se niegan a permitir que me despida de mi madre. Me dice que él y
el Sr. Rodríguez seguirán
tratando de convencerlos. Se va.
Regresa
minutos más tarde y me dice que los militares aceptaron que me
despida de mi madre con las siguientes condiciones:
1)
nos dan cinco minutos;
2)
mi madre y yo no podemos despedirnos a solas sino en un círculo
formado por los militares y el personal de la Embajada. Así lo
hacemos.
3)
A los cinco minutos exactos nos separan.
El
Sr. Quiñones me informa que mi Pasaporte
y DNI se me entregarán
al llegar al Aeropuerto de Caracas.
Me
despido del personal de la Embajada y quedo en manos de un militar
que me lleva a una oficina. Allí paso a manos de
otro militar que me lleva hasta la entrada del avión y me
entrega a una azafata. El avión llevaba varios minutos de retraso
porque estaba esperando por mí.
El
Capitán y la tripulación de Viasa me hacen una cordial bienvenida.
El Capitán me invita a pasar a la cabina, en donde abre una botella
de champán para que yo festeje por mi libertad.
Al
llegar al Aeropuerto de Maiquetía, en Venezuela, una azafata me
dice que no puedo bajar del avión hasta que ella me avise.
Cuando
el avión queda vacío aparece una muchacha a buscarme y fuera del
avión me hace entrega de mis documentos.
La
muchacha me acompaña a realizar los trámites normales de aduana y
a recoger mi pequeña valija, me desea suerte y se va.
Es
de noche, llueve y no hay nadie en el aeropuerto esperándome.
Así,
a los 21 años, comienza
mi exilio.
A
los 21 años soy obligada por la dictadura argentina a dejar mi
casa, mi familia, mis amigos, mis estudios, mi trabajo.
Forzada
a abandonar mi patria para sumergirme en un largo exilio lejos de
mis seres queridos y de mis costumbres.
Como
ya lo había hecho antes la dictadura con miles de hombres y mujeres
argentinos que fueron obligados a abandonar el país para salvar sus
vidas y la de los suyos.
A
los 21 años la dictadura argentina me quitó el derecho a seguir
creciendo, educándome y formándome en los valores de mi propia
patria.
A
los 21 años la dictadura me quitó todos los derechos y me convirtió
en una exiliada.
Habiendo
perdido todo no perdí sin embargo el sentido de la libertad y de la
justicia, y por eso desde mi llegada a Venezuela trabajé ad-honorem
en diferentes organismos de derechos humanos que luchaban por los
derechos de los presos y los detenidos-desaparecidos argentinos.
*
Septiembre 1979: Me incorporo a la Sección Venezolana de Amnistía Internacional. Ad-honorem.
1980
*
Marzo: Co-Fundadora y miembro de la Junta Directiva de la “Coordinadora
Pro Derechos Humanos en Argentina”. Ad-honorem.
*
Agosto: El “Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para Refugiados” (ACNUR) me da estatus de Refugiada.
1981
*
Enero: Participación en el “Primer
Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de América
Latina”, en representación de la Sección
Venezolana de Amnistía Internacional, Costa Rica.
*
Marzo: Elegida miembro de la Junta
Directiva de la Sección Venezolana de Amnistía Internacional.
*
Agosto:
Participación en el “Congreso
Anual de Amnistía Internacional” en nombre de la Sección
Venezolana de Amnistía Internacional, Montreal, Canadá.
*Noviembre:
Participación y organización del “Segundo
Congreso de Familiares de Detenidos-Desaparecidos”, en nombre
de la Sección Venezolana de
Amnistía Internacional, Caracas.
*
Colaboración con las organizaciones de Derechos Humanos FUNDALATIN
y PROGRAMA PRO REFUGIADOS LATINOAMERICANOS, ambas dirigidas por
el Padre Juan Vives Suriá.
1982
*
Continúo trabajando por lo derechos humanos.
1983
*
30 Diciembre:
Regreso a Argentina. Mi estado de salud mental, estaba en
tratamiento siquiátrico en las oficinas del Servicio Social
Internacional, y mi precaria situación económica me impidieron
radicarme nuevamente en el país,
como había sido mi sueño durante los años de exilio.
Quiero
hacer constar que la cruel experiencia vivida durante los años 1978
y 1979 en Argentina, más los casi cinco años de exilio, provocaron
en mí grandes trastornos sicológicos que he sobrellevado con
largos años de terapia siquiátrica y sicoanalítica.
Los
años de exilio fueron años de indefensión, de empleos de poca
remuneración dado que no había
podido concluír mis estudios en Argentina y porque
no pude continuarlos en Venezuela porque la Escuela de
Periodismo de La Plata, con excusas,
se negaba a darle mi certificado de estudios a mis
familiares.
En
el año 1980 mi hermana mayor, de 26 años, enfermó gravemente de
Lupus y a partir de ese momento la mitad de mis ingresos los enviaba
yo a mi madre en Argentina, para
solventar los gastos de la enfermedad, que eran enormes.
Fueron
años de vivir de cuarto en cuarto porque nunca había dinero
suficiente para alquilar un departamento.
Años
de soledad, porque mi familia nunca tuvo dinero suficiente para
venir a visitarme.
Pasé
cuatro años y siete meses sin ver a mi madre y a mis dos hermanas.
Arrancada
de mi patria.
Hoy,
veinte años más tarde, sigo siendo pacifista, sigo creyendo en la
poesía, sigo amando la libertad, sigo creyendo en que todos los
seres humanos merecemos un mundo más justo y más digno donde vivir
en paz y en armonía, con plenos derechos democráticos.
Y
creo en mi DERECHO a ser INDEMNIZADA con una justa
reparación por haber sufrido
graves restricciones a mi libertad personal, por el único
motivo de haber ejercido mi DERECHO
A LA LIBERTAD DE EXPRESION.
Y
creo firmemente que este DERECHO
que estoy reclamando no va a ser sólo un beneficio para mí
y para mi familia, víctima indirecta por mi persecución, sino un DERECHO PARA TODO EL PUEBLO ARGENTINO.
Porque
la única forma de evitar que el pasado se repita es administrando JUSTICIA.
Así
sea con veinte años de atraso.
Viviana
Marcela Lopez Osornio
Av. Las
Palmas, Edf. Avila, PH
D.N.I.
No. 11.995.518
Las Palmas, Caracas, Venezuela
Nota del blog: El Convento de San Miguel era el Centro Loyola (o Colegio Máximo) de los Jesuitas. El Superior Provincial de los Jesuitas era Jorge Bergoglio, quien actualmente es el papa Francisco.