Antes de comenzar la obra, leo en el programa de mano: “Hay un hambre que es tan grande como el hambre del pan y es el de la injusticia, de la incomprensión”, palabras certeras de ese enigmático hombre que fue Enrique Santos Discépolo, interpretado por el gran actor Leandro Piccolo que junto a la dramaturga María Marta Bugiolachi nos sumergen en la vida del inolvidable “Discepolín”.
Ambos logran trasladarnos a las diferentes etapas de quien fuera autor de célebres tangos, tangos con premoniciones como “Cambalache” y que también se destacó en la dramaturgia, la actuación y el cine.
Discepolín (Leandro Piccolo) sutil y mágicamente nos recrea las diferentes etapas de éste ser amado por muchos y odiado por otros.
Entonces así, lo vemos jugar y la infancia se hace presente, también las charlas con sus amigos, con su hermano, con su mujer. En cada uno de estos pasajes sentimos alegría, tristeza, desolación, gracias a la impoluta presencia del actor en el escenario y nos quedamos con deseos de que la obra no termine y cuando salimos, vamos e investigamos más sobre la vida del personaje, porque el actor nos lleva a incursionar en más detalles, por su excelente despliegue.
Se apagan las luces, dirigidas correctamente por la renombrada “alquimista” Claudia Patricia Lopez Osornio y nos quedamos con una parte de Discepolín porque la otra se la lleva el actor que da fin al encuentro entre él y los espectadores.
Escucho a una señora decir: “… es una obra para volver a verla y para recomendar…”. Y sí, coincido con la señora porque tengo necesidad de esas gemas que percibí junto al fuego sagrado de la actuación que hace renacer cual mitológica ave al gran Discepolín y nos impregna de nostálgicos recuerdos.
Cabe destacar a Verónica Caballero en su labor impoluta de Asistente de Producción.
Le agradecemos a María Marta Bugiolachi y a Leandro Piccolo su prolífera pluma,la actuación y la dirección.
Ellos son intrépidos vencedores de fronteras.
La Plata, 15 de abril de 2017
Pasaje Dardo Rocha
Fuente: Beatriz Iriart