Hace tiempo leí un interesante artículo, que sigue manteniendo su actualidad, a pesar de haber sido publicado en el 2004, titulado “Por qué Irak terminará como lo hizo Vietnam”, del profesor Martin van Creveld, quien ha publicado numerosos libros sobre temas bélicos. En el artículo se analiza Vietnam tal como la vio Moshe Dayan en el año 1966, cuando el periódico israelí “Maarev” le propuso ir como corresponsal a Vietnam.
Dayan, después de sus victorias en 1948 y 1956, estaba semi retirado estudiando orientalismo y ciencias políticas cuando recibió la oferta, la cual aceptó de inmediato.
Como Dayan no tenía antecedentes de Vietnam, se preparó cuidadosamente. Su primera visita fue a Francia, donde conocía a mucha gente. Los franceses habían perdido Indochina, por lo cual los generales con los que habló no simpatizaban con Vietnam, y uno de ellos incluso le dijo que debían bombardear el norte hasta reducirlo a la Edad de Piedra. Otro general le dijo que los norteamericanos estaban usando las fuerzas equivocadas contra los objetivos equivocados, que su inteligencia no era la adecuada y que muchas de sus bombas se perdían en la selva.
Luego fue a Inglaterra y habló con el Mariscal Montgomery, quien le dijo que el objetivo norteamericano no era claro e incluso le manifestó que cuando habló con el presidente Nixon -y después de una conversación de 20 minutos- quedó con las mismas dudas que al principio.
Desde Inglaterra fue a los Estados Unidos, país que había visitado hacía 18 años y su impresión fue la de una sociedad entrando al siglo XXI y todo el resto del mundo siguiéndola como podía.
Su primera visita fue al Pentágono, donde lo llamaron “El glorioso General Dayan”, y le dieron charlas que no le aclararon el por qué si la superioridad de los norteamericanos sobre los sudvietnamitas era de uno a cuatro sobre el Viet Cong, cómo no concentraban las tropas y aplastaban al enemigo, y la explicación fue que el general Westmoreland lo encontraba muy peligroso. Durante los siguientes días su sentimiento de que los norteamericanos no sabían adónde iban se agudizó. Donde llegaba se encontraba con gente muy amable y trabajadora, patriótica, orgullosa de lo que estaban haciendo y que no admitían errores. Le mostraron gran cantidad de estadísticas que indicaban el control que tenían del país y de los enemigos que habían matado. Posteriormente descubrió que en Vietnam del Sur no había un solo camino que fuera realmente seguro del Viet Cong.
En su reunión con el economista y director del Consejo Nacional de Seguridad, éste fue el primer norteamericano que admitió que el objetivo de la guerra no era sólo para ayudar a Vietnam, sino además mantener una fuerza política y militar para contrapesar el poder de China en la zona.
Después se reunió con otros generales y el Ministro de Defensa MacNamara. El general Taylor fue el único en mostrarle un plan estratégico para ganar la guerra, el cual consistía de cuatro elementos:
A.- mejorar las operaciones del ejército en tierra.
B.- hacer uso total de la Fuerza Aérea para bombardear el Norte.
C.-mejorar la economía de Vietnam del sur.
D.- lograr una paz honorable con Ho Chi Minh. Las bajas del VietCong se estimaban en 1.000 a la semana.
El Ministro MacNamara reconoció que tenía dudas respecto a la marcha de la guerra y esto lo llevó a renunciar al año siguiente. Además, manifestó que la guerra no estaba afectando a la economía de los Estados Unidos y que se podía seguir así hasta que un lado terminara la guerra.
Volando hacia Vietnam, Dayan resumió sus impresiones. Ninguno de sus interlocutores le pudo decir cómo iban a ganar la guerra, y no le pudieron dar una razón convincente de por qué los EE.UU. estaban en Vietnam. Uno de ellos dijo que si le presentaran al Presidente Johnson una manera honrosa de salir de Vietnam, éste retiraría las tropas.
En general, estaban confundidos con la actitud de los europeos, los que supuestamente compartían los valores democráticos de Norte América, pero no estaban de acuerdo con la guerra. Dayan pensó que ignorando a los europeos, los norteamericanos estaban cometiendo un grave error.
Dayan llegó a Vietnam el 25 de julio, donde estuvo dos días mientras le daban un uniforme, mochila, botellas de agua, casco, y comentó que poco faltó para que le dieran fusil y granadas. Usó su tiempo libre en conversar con un profesor vietnamita, quien le dijo que el Viet Cong era mucho más fuerte de lo que los norteamericanos creían.
El 27 de julio estaba en una lancha de la patrulla fluvial, la cual revisaba los botes que transportaban provisiones, en busca de armas, lo que en su opinión servía de poco, tal como su experiencia con los ingleses en Israel le recordaba.
El 28 de julio estuvo a bordo del portaaviones USS Constellation, el cual le produjo una gran impresión. El buque era como 2,5 hectáreas de suelo norte-americano, aislado en el mar, la tripulación no tenía problema de seguridad y todo el mundo trabajaba duro. El barco estaba protegido “desde el aire, el mar, la tierra, el espacio y bajo el agua” y Dayan pensó irónicamente: “para defenderse de unos hombrecitos con sombreros de paja” (sic). El producto de esta fábrica flotante era su gran poder de fuego. Cada noventa minutos salían aviones a bombardear objetivos, pero cuando preguntó la naturaleza de esos objetivos no le contestaron. Como siempre, Dayan estaba impresionado por el orgullo en ellos mismos, su país y su misión, como queriendo mostrar a los británicos, los franceses, los rusos y al mundo que donde los norteamericanos van, son irresistibles.
El mes siguiente, ya que estuvo hasta el 27 de agosto, salió con una patrulla de marines que prevenía la infiltración desde el norte. Durante tres días caminaron por la selva y cruzando ríos, sin ver a nadie. Dayan le preguntó al teniente qué estaban haciendo, porque deberían ir donde estaba la gente y no tratando de cazarlos donde no estaban.
Una visita muy interesante fue a la primera división de caballería aérea, que era lo más actualizado en el mundo, con una increíble movilidad y poder de fuego, operando con total superioridad aérea, ya que el VietCong no tenía aviones. No se necesitaban más de cuatro horas para mover un batallón donde se necesitara.
Con ellos vio la oportunidad de visitar el frente, pero como se trataba de un visitante ilustre, lo llevaron a una zona supuestamente libre de Viet Congs. Como suele suceder, la información era errada y fueron atacados con intenso fuego. El capitán a cargo descubrió que Dayan había desaparecido, pero lo localizaron en una pequeña loma viendo el combate. Con gran esfuerzo el capitán se arrastró hasta donde estaba Dayan y le preguntó que qué estaba haciendo, a lo que Dayan le contestó que subiera a la loma y viera cómo se desarrollaba el combate.
En pocos minutos los norteamericanos sufrieron muchas bajas y de inmediato llamaron a los bombarderos B-52, no siendo claro para qué en estas condiciones.
Quedó impresionado por la capacidad de despliegue de fuerzas, como movilizar 1.700 helicópteros en un frente, o que una compañía de infantería fuera apoyada por 21.000 rondas de artillería en un combate y notó que era más que lo disparado en las dos guerras de Israel en 1948 y 1956 combinadas.
Pasando al presente, específicamente a la guerra con Irak, tres de las más importantes similitudes entre la guerra de Vietnam e Irak, tomando en cuenta las observaciones de Dayan serían:
1.- Inteligencia, o en otras palabras, la imposibilidad de distinguir entre la población a los amigos de los enemigos. Con inteligencia y la gran superioridad que tienen, deberían ganar. En su ausencia, muchos de los golpes se pierden en el aire, incluyendo seis millones de toneladas de bombas arrojadas en Vietnam. Además, la falta de inteligencia provocó que se matara a civiles por error, arrojando más personas en brazos del VietCong.
2.- Tal como Dayan lo vio claramente, la campaña para ganar los corazones del pueblo fue un fracaso, sobre todo, la americanización del pueblo fue una ilusión, ya que la gran mayoría sólo deseaba que los dejaran tranquilos.
3.- La razón más importante que Vietnam es relevante a la situación en Irak es que se está golpeando al más débil. Por un lado estaba el ejército norteamericano con helicópteros, comunicaciones, artillería, municiones, combustible, repuestos y equipos de todo tipo, y por otro lado, estaban las tropas de Vietnam del Norte, que habían estado caminando durante cuatro meses, llevando algo de artillería y algunas municiones en su espalda, y sólo comiendo arroz.
En el plano internacional, una fuerza armada que está golpeando a un enemigo más débil se ve como si cometiera una serie de crímenes y termina perdiendo el apoyo de sus aliados y de su pueblo. Esto puede tardar más o menos tiempo, pero el resultado es siempre el mismo. Los que no entienden esto no saben nada de guerra o de la naturaleza humana.
En otras palabras, el que lucha contra el débil y pierde, pierde. El que lucha contra el débil y gana, también pierde. Esto ha sucedido siempre y nadie es inmune a este dilema. El resultado final es la desintegración y la derrota. Se ve en la alta tasa de suicidios de las tropas. “Por esto pienso”, dice el profesor van Creveld, “que esta aventura en Irak terminará como Vietnam”.
© Joan Lledo
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