Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


ETIQUETAS

"Sólo estoy sangrando": las provocativas estrategias en Suecia para desestigmatizar la menstruación, por Maddy Savage, BBC News, Estocolmo, 26 diciembre 2021

 


La leyenda dice: "Está bien (sólo estoy sangrando), reciclando y dándole un giro
feminista al título de la canción de Bob Dylan "I'am alright, Ma (I'am only bleeding)".
Ilustración de Liv Stromquist


Hace cinco años, unas sencillas imágenes hechas con tinta negra y un poco de acuarela roja sobre papel blanco sorprendieron a los viajeros del metro de Estocolmo.

El tunnelbana, como se le llama al metro de la capital sueca, a menudo es descrito como la galería más larga del mundo, con arte expuesto en 90 de las 100 estaciones a lo largo del sistema de túneles de 109 kilómetros.

Las obras permanentes de décadas de antigüedad lidian con temas que van desde los derechos de las mujeres hasta la inclusión y la deforestación.

Pero la exhibición que apareció en octubre de 2017 en la estación de Slussen dejó a muchos con la boca abierta.

Eran obras de la caricaturista Liv Strömquist, habían sido elegidas por funcionarios de la ciudad y marcaron un hito en la historia feminista.

"Las que generaron un gran debate fueron tres imágenes diferentes de patinadoras sobre hielo con manchas menstruales en la entrepierna", recuerda la artista.

Las imágenes ya habían aparecido en uno de los libros más vendidos de Strömquist.

"Para mí personalmente, la menstruación siempre había sido algo muy, muy doloroso y vergonzoso. No podía hablar con nadie al respecto.

"Pensé que era interesante investigarlo como algo que está en toda la sociedad: ese sentimiento de vergüenza por algo muy, muy natural que la mitad de la humanidad experimenta, en vez de interpretarlo de alguna manera psicológica personal".

La idea era que las sangrientas patinadoras de Strömquist representaban una utopía, una sociedad libre de estigmas para las personas que menstrúan.

Estallido

Las imágenes encendieron un fuerte debate en los medios locales y globales y las redes sociales.

Patinadora sangrando

FUENTE DE LA IMAGEN,LIV STRÖMQUIST

"Es un poco chocante tenerlas en un espacio público como este. Creo que es de mal gusto", le dijo a la BBC en esa época una mujer en el tunnelbana, mientras que un hombre expresó: "Puede que me llames conservador o intolerante, pero me parece aberrante".

Hubo quienes se manifestaron arrojándole pintura a las obras, y algunos políticos de la oposición de la derecha argumentaron que era un mal uso de los impuestos exponerlas en público.

Pero a otros les encantaron.

"Creo que es genial. También es un poco juguetón", opinó otro hombre en el metro.

"Para mí, son intrigantes. Es algo muy natural. ¡Es genial. Debería haber más así!", exclamó una mujer.

¿Por qué esconder el tampón?

Suecia se clasifica regularmente como uno de los países más feministas del mundo, con generosas licencias parentales, cuidado infantil asequible y una historia de mujeres en la política.

La disputa sobre el arte del metro fue una señal de que incluso allá los tabúes milenarios sobre la menstruación seguían vigentes.

Pero también fue un signo de que las cosas estaban cambiando.

Patinadoras sangrando

FUENTE DE LA IMAGEN,LIV STRÖMQUIST

"El que hubieran colgado esas obras de arte significaba que había iniciativas desde arriba que indicaban que estaba bien mostrar la menstruación en un lugar público y que la gente la viera todos los días", subraya Louise Klintner, de la Universidad de Lund, quien ha investigado a fondo el estigma en torno a los períodos.

La exposición en el metro captó la atención mundial, pero Strömquist ya había tocado el tema un par de años antes en un programa de radio que también fue un catalizador importante.

Comentó cuán extraño es que no podamos hablar de la menstruación abiertamente y por qué es tan importante que nadie supiera qué llevamos en la mano cuando nos vamos a cambiar el tampón.

"Fue un podcast muy popular que también escucharon personas de generaciones un poco mayores, a las que este tipo de mensajes sobre la desestigmatización de la menstruación no le llegan necesariamente".

A mediados y finales de la década de 2010, parecía que había períodos en todas partes, desde un musical en el Teatro Nacional de Suecia hasta una nueva ola de arte menstrual.

Liv Strömquist

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

La artista sueca de cómics, presentadora de radio, politóloga y activista Liv Strömquist, posando en el Dramaten Theater en 2021.

"Comenzó a aparecer por todas partes, y hubo un cambio masivo en la forma en que se anunciaban los productos y el lenguaje cambió por completo, tanto visual como verbalmente".

De azul a rojo

En 2017, una campaña publicitaria de toallas higiénicas se atrevió a usar líquido rojo para simbolizar la sangre menstrual en lugar del líquido azul clínico que se había utilizado durante años.

Fue realizado por la agencia de publicidad AMV BBDO para una empresa sueca Essity que está detrás de grandes marcas globales como Lotus y Nosotras. Señalaron que una investigación había encontrado que el 74% de las personas querían ver una representación más honesta en los anuncios.

El comercial mostraba también a una mujer en la ducha con sangre corriendo por su muslo y un hombre comprando toallas sanitarias.

Compresa manchada con tinta roja

FUENTE DE LA IMAGEN,BODYFORM

En Suecia, hablar de períodos cada vez era más común, incluso en entornos dominados por hombres.

La primera oficina certificada como "lugar de trabajo favorable a los períodos" fue una startup de aplicaciones deportivas en Gotemburgo, Forza football.

Para obtener el certificado, la compañía tuvo que pasar una serie de controles de Mensen, una organización sin fines de lucro creada durante la ola de activismo menstrual.

Incluían la provisión de toallas higiénicas y tampones gratuitos y capacitación sobre cómo la menstruación puede afectar a algunos más que a otros.

"Uno de los grupos de trabajo de nuestra empresa ajustó el trabajo en función del ciclo menstrual de una de los miembros pues se dieron cuenta de que así serían más efectivos", cuenta el CEO Patrik Arnesson.

"Creo que ese es un ejemplo perfecto de cómo el conocimiento sobre los ciclos de las personas puede hacer que un lugar de trabajo sea más productivo".

Chica dándose cuenta de que le llegó la regla

FUENTE DE LA IMAGEN,ILUSTRACIÓN DE LOTTA SJÖBERG

Pie de foto,

Ilustración del libro de Mensen "Mensmegafonens bok om mens" o "El megáfono del período", una herramienta educativa para los jóvenes.

Al igual que los dibujos de Strömquist, el proyecto dividió a los suecos.

"No creo que mi período sea asunto de mi jefe francamente", le dice a la BBC Linda Nordlund, comentarista política del diario sueco Expressen.

"Pienso que la idea de que los cuerpos de las mujeres las hacen frágiles y emocionalmente inestables es exactamente el mismo argumento que hicieron hace 100 años los hombres que no querían darle a las mujeres el derecho al voto.

"Las mujeres deben ser vistas como profesionales en el lugar de trabajo, no reducirse a un cuerpo femenino y sus funciones".

Mensen insiste en que el personal nunca debe verse obligado a hablar sobre sus ciclos. Debe ser una elección personal.

Portada del libro de Mensen "Mensmegafonens bok om mens" o "El megáfono del período".

FUENTE DE LA IMAGEN,ILUSTRACIÓN DE LOTTA SJÖBERG

Pie de foto,

Portada del libro de Mensen "Mensmegafonens bok om mens" o "El megáfono del período".

Una vez que la controversia inicial se calmó, compañía tras compañía comenzaron a anunciar otras iniciativas similares. Varias startups lanzaron servicios de suscripción de toallas higiénicas y tampones para empresas. Este año, incluso el ejército sueco comenzó a dárselas a las soldados.

Y también este año Mensen ha estado trabajando con cinco sindicatos importantes en Suecia.

"Pero aún queda mucho por hacer", señala Klintner.

Un área en la que los activistas quieren centrarse más es en la educación de los niños.

¿Cuándo empezar?

Suecia tiene una larga historia de educación sexual obligatoria. Desde la década de 1950, los alumnos generalmente aprenden sobre la menstruación alrededor de los 10 años, en clases de género mixto.

Sin embargo, menos de la mitad de las mujeres de 16 a 21 años consultadas para una encuesta reciente de Mensen dijeron que sabían lo suficiente sobre los períodos antes de tener el primero.

Algunos piensan que las lecciones deberían comenzar en el preescolar.

Anna Samuelsson (der) y Maja Meurling (izq), autoras de "Liv Livmoder".
Pie de foto,

Anna Samuelsson (der) y Maja Meurling (izq), autoras de "Liv Livmoder".

La autora Anna Samuelsson es una de ellas: acaba de escribir el primer libro de Suecia sobre la menstruación para niños de 3 a 6 años.

"Los niños pequeños son muy observadores", afirma.

Y, a juzgar por lo que le dijo a la BBC una de las madres que acudió a la lectura del libro en un centro cultural, tiene razón.

"Mi hija está muy interesada en la menstruación y había estado haciendo un montón de preguntas que yo realmente no sabía cómo responder".

A su hija Mila, de 5 años, le pareció que "el libro es muy interesante, porque trata sobre el cuerpo".

El personaje principal se llama Liv por livmoder, la palabra sueca para útero.

"En el libro también conocemos a todos los amigos del útero: la vagina, el cerebro y la hormona. Juegan en el cuerpo. Y luego, de repente, un día el útero siente algo que está sucediendo y tiene su primer período".

Calzón manchado de sangre.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

El libro ha vendido miles de copias desde que salió en 2019 y acaba de ser relanzado.

La reacción en los principales medios de comunicación ha sido positiva pero en algunos foros en línea, no tanto.

Para la académica de desestigmatización, la Dra. Louise Klintner, nunca es demasiado temprano para comenzar a hablar del tema.

"En muchos lugares del mundo las niñas comienzan a menstruar a los 9 años. A menudo no tienen idea de lo que está sucediendo y piensan que se están muriendo¡Es horrible!"

"Cuanto más podamos normalizar la menstruación, más podremos eliminar cualquier otro estigma relacionada con ella".

Ecos del pasado

El costo de los productos es otra prioridad para los activistas. Aunque Suecia es un lugar rico donde la mayoría puede pagar compresas, tampones o copas menstruales, los activistas dicen que hacerlos más baratos garantiza que la sociedad los vea como esenciales.

Activista con cartel que dice "Sangramos, votamos" en una protesta contra los impuestos a los productos de higiene menstrual en Katmandú el 6 de octubre de 2021.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Activista con cartel que dice "Sangramos, votamos" en una protesta contra los impuestos a los productos de higiene menstrual en Katmandú el 6 de octubre de 2021.

Pero a pesar de que otros países como Francia, India, Irlanda e Inglaterra están reduciendo o recortando impuestos, y Escocia los ofrece gratis, Suecia no ha seguido la tendencia: grava con 25% los productos menstruales.

Y, hablando de impuestos, ¿recuerdas los debates sobre el uso de dinero público para proyectos culturales que surguieron por la obra de Liv Strömquist en el metro?

En 2019, una coalición liderada por los nacionalistas Demócratas de Suecia que gobierna la ciudad costera de Sölvesborg acaparó los titulares con una política para dejar de comprar lo que llamó "arte contemporáneo desafiante".

Ceramista Linnea Håkansson ya había sido invitada a participar en una exposición municipal. Pero cuando le dijo a los funcionarios que planeaba mostrar sus jarrones de menstruación, la llamaron a decirle que "no podían ser tan políticos en la exposición".

Jarrones de Linnea Håkansson

FUENTE DE LA IMAGEN,RENUDES

Pie de foto,

Los jarrones de Linnea Håkansson: "Arte contemporáneo desafiante".

Los organizadores rechazaron una entrevista con la BBC, pero un portavoz de los Demócratas de Suecia envió un comunicado diciendo que la obra de Håkansson es un ejemplo del tipo de arte que no cree que la mayoría de los contribuyentes quieran apoyar.

"No entiendo por qué esta sangre es algo tan difícil de aceptar en el arte", dice la artista.

"Hay muchos ejemplos, como Jesús de la cruz y las batallas sangrientas. Pero no podemos aceptar la sangre menstrual. La gente piensa que es asquerosa por alguna razón".

Arte menstrual

Así como las imágenes de Strömquist en el metro, lo que sucedió en Sölvesborg atizó los debates sobre la menstruación.

Anualmente, un grupo de los principales lingüistas llamado El consejo del lenguaje sueco publica una lista de palabras que se han convertido en parte de la conversación diaria.En 2019 una fue menskonstque se traduce literalmente como "arte menstrual", aunque ha comenzado a usarse para denominar lo que los críticos consideran demasiado feminista o radical.

Ahora, otro municipio, Hjelmstad, está a punto de mostrar la obra de Håkansson en una exposición pública centrada en el arte de la menstruación... financiada por los contribuyentes.

"Visualizar las cosas es muy importante para desestigmatizar. Cuando podemos vernos en la cultura y en otras cosas normalizamos las cosas y podemos comenzar a lidiar con ese estigma internalizado con el que todos hemos sido criados", apunta Klintner.

A pesar de lo conseguido, Suecia sigue estando muy lejos de la utopía de Liv Stömquist: a muchos les sigue resultando incómodo hablar de períodos.

Este artículo es una adaptación del documental de la BBC "Only bleeding: How Swedes opened up about periods"


Maddy Savage,
BBC News, Estocolmo
26 diciembre 2021

Fuente: BBC





Clarice Lispector, 100 anos: amigas relembram intuições, dramas e diferenças geracionais/ por Bolívar Torres, 5

 

Clarice Lispector. Foto: Fotógrafo não identificado /
Acervo Clarice Lispector / Instituto Moreira Salles


RIO — Na próxima quinta-feira, Clarice Lispector completaria 100 anos. Traduzida para 32 idiomas, publicada em 40 países e tema de muitas homenagens, como os quatro painéis dedicados a ela na 1ª Bienal Virtual do Livro de São Paulo, que acontece entre os dias 7 e 13, a autora de “A paixão segundo G.H.” e “A hora da estrela”, entre tantas obras memoráveis, continua mais presente do que nunca. Quarenta e três anos após sua morte, porém, é também uma ausência sentida por quem conviveu com ela de perto.

Três amigas íntimas de Clarice — a artista Maria Bonomi, 85 anos, e as escritoras Nélida Piñon e Marina Colasanti, ambas com 83 — conversaram com o GLOBO sobre os laços criados com a escritora. Elas trazem experiências, pintam retratos às vezes até contraditórios da autora, mas também lembram os pontos de aproximação.

Acima de tudo, são três vidas marcadas pela passagem meteórica da Estrela Clarice.

— Clarice deixou marcas infinitas em mim e em todo mundo que se aproximou dela — afirma Maria Bonomi. — E hoje é uma grande lacuna, porque ninguém ocupou o espaço que ela deixou.

A escritora Clarice Lispector. Livro “Todas as cartas”, lançado pela editora Rocco, reúne cartas escritas pela autora a editores, jornalistas, amigos, familiares e colegas de escrita em diferentes fases de sua vida Foto.


‘Sua alma peregrina vagava’, diz Nélida Piñon

Em uma missiva a Lygia Fagundes Telles, de 1977, Clarice Lispector criticou a ABL pela falta de mulheres em seu quadro e profetizou: “Se Nélida Pinõn estivesse na Academia, esta sofreria uma modificação revolucionária”. Publicada pela primeira vez este ano no livro “Todas as cartas” (Rocco), o texto mostra, em primeiro lugar, a intuição certeira da autora. Nélida, de fato, ingressaria na ABL em 1989 e seria a primeira mulher a presidir a instituição (entre 1996 e 1997). Mas a carta também confirma outra coisa: uma Clarice apoiadora das mulheres que admirava.

— Ela agiu em meu favor sem eu nunca ter dito a ela que desejava entrar na Academia, que na época era mesmo muito fechada às mulheres — conta Nélida. — Eu nem pensava nisso. Ela tinha alta percepção da vida, uma intuição extraordinária, uma sabedoria dos povos antigos.

Clarice Lispector (ao centro), com Nélida Piñon (à direita) e Marina Colasanti no II Encontro Nacional de Professores de Literatura, em 1975 Foto: Divulgação


Essa mesma perspicácia está na origem da amizade entre as duas escritoras. Clarice aceitou ler os originais de “Guia-mapa de Gabriel Arcanjo” (1961), que viria a ser o primeiro livro de Nélida. Mesmo sem saber nada sobre a moça 20 anos mais jovem, teve o vislumbre de uma grande amizade. No momento em que Clarice morreu, em 9 de dezembro de 1977, Nélida segurava a mão esquerda da amiga. Olga Borelli, a assistente de Clarice, segurava a mão direita.

Quando começaram os preparativos para o enterro, Olga contou a Nélida que Clarice não poderia ser enterrada como judia, pois havia se convertido ao cristianismo. Mas, como a autora não havia deixado o desejo por escrito, guardaram segredo. Era mais um desses mistérios de Clarice.

— Sua alma peregrina vagava, e havia nela a nostalgia de um deus — diz. — Embora amasse o Brasil, não se situava em nenhum lugar. A sua tristeza vinha de longe.

Para Nélida, a amiga estaria “assustadíssima” com seu próprio sucesso de hoje:

— Sua obra criou uma sensibilidade compatível com os movimentos libertários e cobrou novas maneiras de definir o mundo. Clarice falou muito às mulheres que estavam crescendo por conta do feminismo, mesmo sendo discreta nas questões sociais. Porque ia mais fundo do que isso, ela ia na alma.

Para Marina Colasanti, ‘a obra revela mais do que amizade’

As mãos de Clarice foram o que mais chamaram a atenção de Marina Colasanti quando a conheceu pessoalmente. Levada ao apartamento da escritora no Leme por um colega do “Jornal do Brasil” no início dos anos 1960, a então jovem repórter ficou muda. Afinal, desde criança comprava a revista “Senhor” para ler os contos da autora. Apenas escutou impactada a conversa entre aquela mulher sofisticada e seu interlocutor. Dois anos depois, ao saber que as queimaduras provocadas por um incêndio na mesma residência poderiam resultar na amputação da mão direita de Clarice (o que não aconteceu), Marina estremeceu.

— Mandei duas dúzias de rosas para o hospital — lembra ela, que coescreveu, com o marido Affonso Romano de Sant’Anna, o livro “Com Clarice” (Unesp, 2013), um documento sobre amizade entre o casal e a autora. — Sabia que ela provavelmente nem receberia ou nem saberia de quem eram, mas quis contribuir de alguma maneira.

A escritora Clarice Lispector, em 1964 Fotos: Arquivo / Agência O Globo


Em 1967, Clarice virou cronista no “Jornal do Brasil” e Marina ficou encarregada de auxiliá-la, cuidando inclusive dos seus textos. Ela apresentou à escritora a cartomante que aparece em “A hora da estrela”, e com quem Clarice passou a se consultar o resto da vida. Apesar do laço fortalecido ano após ano, Marina não foi influenciada em nada pela amiga: nem como feminista, nem como artista. Desmente, inclusive, a ideia de que Clarice quebrou barreiras ao frequentar ambientes predominantemente masculinos.

— Quando cheguei no jornal, em 1963, já havia mulheres em todos os setores, menos na fotografia — lembra Marina. — Clarice esteve à frente do seu tempo na escrita, não em comportamento. Mas quem se inspira na sua escrita está ferrado. Porque ela é tão pessoal, tão única, que a influência transparece de imediato.

Conviver com Clarice Lispector, lembra Marina, era um “privilégio”, mas não necessariamente uma entrada para seus segredos. As conversas em geral rodavam por questões como comida e mapas astrais de amigos.

— A obra revela muito mais dela do que a convivência pessoal — diz Marina. — Nela, Clarice entregava tudo: seus desejos, seus temores, e até parte da sua biografia.

Com Maria Bonomi, a troca através das artes plásticas

A artista Maria Bonomi é testemunha-chave de um aspecto que costuma ficar em segundo plano na biografia de Clarice: a sua relação com as artes plásticas.

As duas se aproximaram em 1958, quando Clarice, que certa vez questionou se escrevia “por não saber pintar”, ainda morava nos Estados Unidos.

A autora fazia observações que chegaram a alterar decisivamente o trabalho de Bonomi, especialmente depois que ela passou para a xilogravura, nos anos 1970. A técnica, que se utiliza de uma matriz em madeira para criar um desenho por meio de sulcos, fascinava a escritora.

Quadro de Clarice Lispector comprado por Nélida Piñon em um leilão, em 2019, por R$ 200 mil Foto: Reprodução


— Ela me disse que meu trabalho a ajudou muito na escrita — conta Bonomi. — Clarice ficou encantada com a questão da matriz, que é a busca da imagem pela escavação, pelo trabalho de corte. A matriz é onde fica a energia, o sentimento. A xilogravura é um trabalho muito direto, de apropriação imediata, que não tem o pincel no meio criando uma distância. Clarice o comparava com as burilagens da palavra. Ela mergulhou fundo nas imagens, pois não era “uma pessoa que ficava na superfície”.

Em parte graças às trocas com a amiga, a própria autora acabaria produzindo 22 quadros, sendo 19 sobre madeira (ambas tinham o mesmo apego pelo material). A experiência com a pintura influenciou na escritura complexa de seu romance “Água viva” (1973). Para além das relações entre palavra e imagem, a xilogravura levou as duas mulheres a refletirem sobre o que é o “original” em uma obra. No âmbito pessoal, também conversavam sobre suas diferenças geracionais.

— Clarice alargou os horizontes das indagações da mulher, do significado do que era ser mulher, e preconizou uma forma de percepção feminina — acredita Bonomi. — Por eu ser (quinze anos) mais jovem, me fazia muitas perguntas sobre minhas experiências íntimas. E queria saber com detalhes. Creio que vivia essa outra dimensão da vida através de mim. Tanto que houve um momento em que me dirigi para uma forma de vida homossexual, que vivo até  hoje, e ela quis acompanhar tudo, saber de tudo.

Fonte: O Globo / Fundaçao Schmidt

Por: Bolívar Torres


 

Cristina Peri Rossi, el amor imposible de Julio Cortázar, por Ivana Romero, Clarín, Buenos Aires, 11 de noviembre de 2021


Le escribió poemas intensos

La flamante premio Cervantes fue una especial amiga del escritor. Pero el romance no podía ser.


Cristina Peri Rossi y Cortázar, París, 1973.


“Hasta que amaine”. Esa fue la frase que una jovencísima Cristina Peri Rossi usó en 1972 cuando el secretario de redacción del semanario Marcha, donde trabajaba, le preguntó hasta cuándo se quedaría en Barcelona. Pero el exilio se prolongaría durante toda una vida.

Peri Rossi había entrado como colaboradora al semanario dos años antes, tras obtener el premio de Marcha por su novela El libro de mis primos. “Era una novela lírica y política (sigo pensando que todo es político, hasta no serlo) de mucha difusión en Uruguay, pero yo creía que nula en el extranjero: al fin y al cabo, éramos solo un pequeño país culto y civilizado, pero en el culo del mundo”, escribiría mucho tiempo después.

Es que la novela le traería otra satisfacción aún mayor: una carta de Julio Cortázar donde se declaraba admirador de su escritura después de leer El libro de mis primos en un ejemplar llegado en barco por azar a París. Ese fue el inicio de un vínculo entrañable –hecho de un amor raro, pasional de a ratos, sublimado casi siempre– que la flamante premio Cervantes mantendría con el autor de Rayuela hasta la muerte de él, en 1984, e incluso bastante después.

Peri Rossi es lesbiana y una de las singularidades de su obra poética es haberle dedicado versos sensualísimos a mujeres mucho antes de que el feminismo abriera esa puerta

Así lo atestigua en una memoir breve y encantadora: Julio Cortázar y Cris, publicado originalmente en Montevideo por Estuario editora, en 2014. “No he vuelto a París, como tú no has podido volver a Barcelona. Pero te cuento que nuestro restaurante favorito (el Amaya) sigue en las Ramblas, la Fundación Miró continúa con su olivo central y estoy segura, completamente segura, de que te fascinarían La vie de Adèle (me dirías: '¿por qué no escribiste vos el guión?') y La venus de las pieles, de Polanski”, le dice a su amigo en una carta incluida en el libro, escrita poco antes de su publicación.

Esa amistad estuvo hecha de cartas y complicidades. Los dos amaban la música en general y a Joan Báez en particular, los museos de arte, las ciencias ocultas (las llamaban “disciplinas oscuras”), la poesía y compartían una extraña fascinación por los dinosaurios mucho antes que Spielberg filmara Jurassic Park.

“Estuvieras donde estuvieras (porque viajabas muy a menudo: huías de París, a veces, a lugares remotos, no solo a Cuba o a Nicaragua), siempre encontrabas algún libro sobre dinosaurios para enviarme, o una postal del Monstruo del lago Ness, o una maqueta”, escribe ella.

La diferencia de estatura (ella tan menuda; el un gigante de casi dos metros) y la de edad (ella en sus treinta y él casi en sus sesenta) eran parte de una liturgia íntima y profana que usaban, claro, para reírse una vez más hasta de ciertos artículos de prensa que aseguraban que ella era su novia.

Peri Rossi es lesbiana y una de las singularidades de su obra poética es haberle dedicado versos sensualísimos a mujeres mucho antes de que el feminismo abriera esa puerta, como lo testimonian sus poemas reunidos en Detente instante, eres tan bello, publicados este año por la editorial cordobesa Caballo negro. Sin embargo, el vínculo entre ellos tenía su cuota de complicidad romántica por fuera de toda norma.

La primera carta

La primera carta llegó a Marcha y de allí fue reenviada a Barcelona cuando Cristina llevaba un año viviendo ahí. Cortázar le contaba que su librero español en Francia le había reservado un ejemplar de El libro de mis primos porque sí, porque intuyó que a Julio ese texto mestizo le gustaría.

“El libro me buscó a mí, Cristina: fíjate vos que yo estaba escribiendo entonces una novela que se iba a llamar El libro de Manuel y voy y me topo con el tuyo, y esa noche, cuando me lo puse a leer —porque lo empecé a leer de noche, entre el humo de la pipa y un disco de Ray Charles que sonaba como los dioses— me di cuenta de que mi libro era uno de tus primos”, escribió Cortázar.

El libro. Peri Rossi escribe sobre Julio Cortázar

El libro. Peri Rossi escribe sobre Julio Cortázar

Y agregó: “De manera que si yo quería seguir escribiendo esa novela iba a tener que reescribirla, cambiar muchas cosas, lo cual me daba un poco de rabia, todo sea dicho, pero más que rabia me parecía fascinante que vos en Montevideo y yo en París tuviéramos la misma idea, mezclar los géneros, prosa y poesía en una novela”.

Dos meses después se encontraron en París. “Cuando llegué, lo divisé, altísimo, flaco, desgarbado, con una leve barba que le cubría las mejillas y los ojos más celestes y acuosos que había visto en mi vida”, evocó Cristina.

Después de estar una semana en Francia, ella volvió a casa y al hacerlo, encontró una carta manuscrita donde él le decía: “Pero, además, Cristina, ayer hubo tu pequeña mano siempre un poco fría, un poco gorrión en la llovizna, que se posó en mi pelo y me acarició brevemente, deliciosamente [...] algo me dice que vos y yo venimos ya de una especie de relación anterior, avatares de otra remota amistad. Déjame ser el unicornio que bebe de la mano de la doncella en los tapices medievales; a su manera él es feliz, está colmado”.

Además de amigos, se hicieron cómplices y confidentes. Cortázar era muy reservado pero aún así ella supo de sus diferencias amorosas con la activista lituana Ugné Karvelis tras divorciarse de Aurora Bernárdez, de su renacer afectivo con Carol Dunlop, del modo en que Julio quedó destrozado tras la temprana muerte de ella a la que le seguiría la propia.

“No fue cáncer, fue sida”, dice Peri Rossi, tajante, tras mencionar una serie de transfusiones que el escritor había recibido tras una complicación hepática. También supo de la consternación de su amigo cuando retornó a Argentina en 1983 y no fue recibido por el entonces presidente Raúl Alfonsín, como esperaba, para dialogar sobre política y buscar rumbos firmes para aquella democracia incipiente.

Poemas a Cris

Él le escribió varios poemas. En 1977 le envió una serie dedicada titulada Cinco poemas para CrisOtros cinco poemas para Cris y Cinco últimos poemas para Cris. “Confieso que su lectura, en un principio, me apabulló. Yo, la poeta, me veía ahora tratada como musa, como objeto, y el cambio de papeles trastornaba un poco mi identidad. Pero la identidad no es más que el nombre que damos a nuestros hábitos y costumbres”, dijo ella. Finalmente, esos textos se publicarían en Salvo el crepúsculo.

La respuesta de Cristina llegaría años después de la muerte de él, cuando escribió una poema que empieza diciendo “En el amor y en el boxeo /todo es cuestión de distancia”.

“Solo entonces me di cuenta de que la distancia justa no la habías aprendido ni en Buenos Aires ni en París, sino en el ring, de los boxeadores que admirabas”, afirma.

Ella nunca compartió la pasión de Cortázar por ese deporte. Sin embargo, su vínculo con el Gran Cronopio fue, exactamente, eso: un modo de construir distancia o cercanía preservando la intimidad, la risa, el silencio. Las mismas materias que habitan la escritura de ambos.

Dos poemas de Cortázar a Peri Rossi

Anoche te soñé sacerdotisa de Sekhmet, la diosa leontocéfala.

Ella desnuda en pórfido, tú tersa piel desnuda.

¿Qué ofrenda le tendías a la deidad salvaje que miraba a través de tu mirada un horizonte eterno e implacable?

La taza de tus manos contenía la libación secreta, lágrimas o tu sangre menstrual, o tu saliva.

En todo caso no era semen y mi sueño sabía que la ofrenda sería rechazada con un lento rugido desdeñoso tal como desde siempre lo habías esperado.

Después, quizá, ya no lo sé, las garras en tus senos, colmándote.

...

Nunca sabré por qué tu lengua entró en mi boca cuando nos despedimos en tu hotel después de un amistoso recorrer la ciudad y un ajuste preciso de distancias.

Creí por un momento que me dabas una cita futura, que abrías una tierra de nadie, un interregno donde alcanzar tu minucioso musgo.

Circundada de amigas me besaste, yo la excepción, el monstruo, y tú la transgresora murmurante.

Vaya a saber a quién besabas, de quién te despedías.

Fui el vicario feliz de un solo instante, el que a veces encuentra en su saliva un breve gusto a madreselva bajo cielos australes.

De Cinco últimos poemas para Cris


Fuente: Clarín



"La mujer más pequeña del mundo", un cuento de Clarice Lispector/ del libro Todos los Cuentos, de C. Lispector, Ed. Siruela

 






En las profundidades del África Ecuatorial, el explorador francés Marcel Petre, cazador y hombre de mundo, se encontró con una tribu de pigmeos de una pequeñez sorprendente. Más sorprendido, pues, quedó al ser informado de que un pueblo de tamaño aún menor existía más allá de florestas y distancias. Entonces, él se adentró aún más.

En el Congo Central descubrió, realmente, a los pigmeos más pequeños del mundo. Y —como una caja dentro de otra caja, dentro de otra caja— entre los pigmeos más pequeños del mundo estaba el más pequeño de ellos, obedeciendo, tal vez, a una necesidad que a veces tiene la naturaleza de excederse a sí misma.

Entre mosquitos y árboles tibios de humedad, entre las hojas ricas de un verde más perezoso, Marcel Petre se topó con una mujer de cuarenta y cinco centímetros, madura, negra, callada. «Oscura como un mono», informaría él a la prensa, y que vivía en la copa de un árbol con su pequeño concubino. Entre los tibios humores silvestres, que temprano redondean los frutos y les dan una casi intolerable dulzura al paladar, ella estaba embarazada.

Allí en pie estaba, pues, la mujer más pequeña del mundo. Por un instante, en el zumbido del calor, fue como si el francés hubiese, inesperadamente, llegado a la conclusión última. Con certeza, solo por no ser loco, es que su alma no desvarió ni perdió los límites. Sintiendo la necesidad inmediata de orden y de dar nombre a lo que existe, la apellidó Pequeña Flor. Y para conseguir clasificarla entre las realidades reconocibles, pasó enseguida a recoger datos relacionados con ella.

Su raza está, poco a poco, siendo exterminada. Pocos ejemplares humanos restan de esa especie que, si no fuera por el disimulado peligro de África, sería un pueblo muy numeroso. A más de la enfermedad, el infectado hálito de aguas, la comida deficiente y las fieras que rondan, el gran riesgo para los escasos likoualas está en los salvajes bantúes, amenaza que los rodea en silencioso aire como en madrugada de batalla. Los bantúes los cazan con redes, como lo hacen con los monos. Y los comen. Así, tal como se oye: los cazan con redes y los comen. La pequeña raza de gente, siempre retrocediendo y retrocediendo, terminó acuartelándose en el corazón del África, donde el afortunado explorador la descubriría. Por defensa estratégica, habitan en los árboles más altos. De allí descienden las mujeres para cocinar maíz, moler mandioca y cosechar verduras; los hombres, para cazar. Cuando un hijo nace, se le da libertad casi inmediatamente. Es verdad que, muchas veces, la criatura no aprovechará por mucho tiempo de esa libertad entre fieras. Pero también es verdad que, por lo menos, no lamentará que, para tan corta vida, largo haya sido el trabajo. Incluso el lenguaje que la criatura aprende es breve y simple, apenas esencial. Los likoualas usan pocos nombres, llaman a las cosas por gestos y sonidos animales. Como avance espiritual, tienen un tambor. Mientras bailan al son del tambor, mantienen una pequeña hacha de guardia contra los bantúes, que aparecerán no se sabe de dónde.

Fue así, pues, que el explorador descubrió, toda en pie y a sus pies, la cosa humana más pequeña que existe. Su corazón latió, porque esmeralda ninguna es tan rara. Ni las enseñanzas de los sabios de la India son tan raras. Ni el hombre más rico del mundo puso ya sus ojos sobre tan extraña gracia. Allí estaba una mujer que la golosina del más fino sueño jamás pudiera imaginar. Fue entonces que el explorador, tímidamente, y con una delicadeza de sentimientos de la que su esposa jamás lo juzgaría capaz, dijo:

—Tú eres Pequeña Flor.

En ese instante, Pequeña Flor se rascó donde una persona no se rasca. El explorador —como si estuviese recibiendo el más alto premio de castidad al que un hombre, siempre tan idealista, osara aspirar—, tan vivido, desvió los ojos.

La fotografía de Pequeña Flor fue publicada en el suplemento a colores de los diarios del domingo, donde cupo en tamaño natural. Envuelta en un paño, con la barriga en estado adelantada, la nariz chata, la cara negra, los ojos hondos, los pies planos. Parecía un perro.

En ese domingo, en un departamento, una mujer, al mirar en el diario abierto el retrato de Pequeña Flor, no quiso mirarlo una segunda vez «porque me da aflicción».

En otro departamento, una señora sintió tan perversa ternura por la pequeñez de la mujer africana que —siendo mucho mejor prevenir que remediar— jamás se debería dejar a Pequeña Flor a solas con la ternura de aquella señora. ¡Quién sabe a qué oscuridad de amor puede llegar el cariño! La señora pasó el día perturbada, se diría que poseída por la nostalgia. A propósito, era primavera, una bondad peligrosa rondaba en el aire.

En otra casa, una niña de cinco años, viendo el retrato y escuchando los comentarios, quedó espantada. En aquella casa de adultos, esa niña había sido hasta ahora el más pequeño de los seres humanos. Y si eso era fuente de las mejores caricias, era también fuente de este primer miedo al amor tirano. La existencia de Pequeña Flor llevó a la niña a sentir —con una vaguedad que solo años y años después, por motivos bien distintos, habría de concretarse en pensamiento—, en una primera sabiduría, que «la desgracia no tiene límites».

En otra casa, en la consagración de la primavera, una joven novia tuvo un éxtasis de piedad:

—¡Mamá, mira el retratito de ella, pobrecita!, ¡mira como ella es tristecita!

—Pero —dijo la madre, dura, derrotada y orgullosa—, pero es tristeza de bicho, no es tristeza humana.

—¡Oh, mamá! —dijo la joven desanimada.

En otra casa, un niño muy despierto tuvo una idea inteligente:

—Mamá, ¿y si yo colocara esa mujercita africana en la cama de Pablito mientras él está durmiendo? Cuando despierte, qué susto, ¿eh? ¡Qué griterío, viéndola sentada en su cama! Y nosotros, entonces, podríamos jugar tanto con ella, haríamos de ella nuestro juguete, ¿sí?

La madre de este niño estaba en ese instante enrollando sus cabellos frente al espejo del baño y recordó lo que una cocinera le contara de su tiempo de orfanato. Al no tener una muñeca con qué jugar, y ya la maternidad pulsando terrible en el corazón de las huérfanas, las niñas más despiertas habían escondido de la monja la muerte de una de las chicas. Guardaron el cadáver en un armario hasta que salió la monja, y jugaron con la niña muerta, le dieron baños y comiditas, le impusieron un castigo solamente para después poder besarla, consolándola. De eso se acordó la madre en el baño y dejó caer las manos, llenas de horquillas. Y consideró la cruel necesidad de amar. Consideró la malignidad de nuestro deseo de ser felices. Consideró la ferocidad con que queremos jugar. Y el número de veces en que habremos de matar por amor. Entonces, miró al hijo sagaz como si mirase a un peligroso desconocido. Y sintió horror de su propia alma que, más que su cuerpo, había engendrado a aquel ser apto para la vida y para la felicidad. Así fue que miró ella, con mucha atención y un orgullo incómodo, a aquel niño que ya estaba sin los dos dientes de adelante: la evolución, la evolución haciéndose diente que cae para que nazca otro, el que muerda mejor. «Voy a comprar una ropa nueva para él», resolvió, mirándolo, absorta. Obstinadamente adornaba al hijo desdentado con ropas finas, obstinadamente lo quería bien limpio, como si la limpieza diera énfasis a una superficialidad tranquilizadora, obstinadamente perfeccionando el lado cortés de la belleza. Obstinadamente apartándose y apartándolo de algo que debía ser «oscuro como un mono». Entonces, mirando al espejo del baño, la madre sonrió intencionadamente fina y pulida, colocando entre aquel su rostro de líneas abstractas y la cruda cara de Pequeña Flor, la distancia insuperable de milenios. Pero, con años de práctica, sabía que este sería un domingo en el que tendría que disfrazar de sí misma la ansiedad, el sueño y los milenios perdidos.

En otra casa, junto a una pared, se dieron al trabajo alborotado de calcular, con cinta métrica, los cuarenta y cinco centímetros de Pequeña Flor. Y fue allí mismo donde, deleitados, se espantaron: ella era aún más pequeña de lo que el más agudo en imaginación la inventaría. En el corazón de cada uno de los miembros de la familia nació, nostálgico, el deseo de tener para sí aquella cosa menuda e indomable, aquella cosa salvada de ser comida, aquella fuente permanente de caridad. El alma ávida de la familia quería consagrarse. Y, entonces, ¿quién ya no deseó poseer un ser humano solo para sí? Lo que es verdad no siempre sería cómodo, hay horas en que no se quiere tener sentimientos:

—Apuesto a que si ella viviera aquí, terminaba en pelea —dijo el padre sentado en la poltrona, virando definitivamente la página del diario—. En esta casa todo termina en pelea.

—Tú, José, siempre pesimista —dijo la madre.

—¿Ya has pensado, mamá, de qué tamaño será el bebé de ella? —dijo ardiente la hija mayor, de trece años.

El padre se movió detrás del diario.

—Debe ser el bebé negro más pequeño del mundo —contestó la madre, derritiéndose de gusto—. ¡Imaginadla a ella sirviendo a la mesa aquí en casa! ¡Y con la barriguita grande!

—¡Basta de esas conversaciones! —dijo confusamente el padre.

—Tú has de concordar —dijo la madre inesperadamente ofendida— que se trata de una cosa rara. Tú eres el insensible.

¿Y la propia cosa rara?

Mientras tanto, en África, la propia cosa rara tenía en el corazón —quién sabe si también negro, pues en una naturaleza que se equivocó una vez ya no se puede confiar más—, algo más raro todavía, algo como el secreto del propio secreto: un hijo mínimo. Metódicamente, el explorador examinó, con la mirada, la barriguita madura del más pequeño ser humano. Fue en ese instante que el explorador, por primera vez desde que la conoció, en lugar de sentir curiosidad o exaltación o victoria o espíritu científico, sintió malestar.

Es que la mujer más pequeña del mundo estaba riendo.

Estaba riéndose, cálida, cálida. Pequeña Flor estaba gozando de la vida. La propia cosa rara estaba teniendo la inefable sensación de no haber sido comida todavía. No haber sido comida era algo que, en otras horas, le daba a ella el ágil impulso de saltar de rama en rama.

Pero, en este momento de tranquilidad, entre las espesas hojas del Congo Central, ella no estaba aplicando ese impulso a una acción —y el impulso se había concentrado todo en la propia pequeñez de la propia cosa rara—. Y entonces ella se reía. Era una risa de quien no habla pero ríe. El explorador incómodo no consiguió clasificar esa risa, y ella continuó disfrutando de su propia risa apacible, ella que no estaba siendo devorada. No ser devorado es el sentimiento más perfecto. No ser devorado es el objetivo secreto de toda una vida. En tanto ella no estaba siendo comida, su risa bestial era tan delicada como es delicada la alegría. El explorador estaba perturbado.

En segundo lugar, si la propia cosa rara estaba riendo era porque, dentro de su pequeñez, una gran oscuridad se había puesto en movimiento.

Es que la propia cosa rara sentía el pecho tibio de aquello que se puede llamar Amor. Ella amaba a aquel explorador amarillo. Si supiera hablar y le dijese que lo amaba, él se inflaría de vanidad. Vanidad que disminuiría cuando ella añadiera que también amaba mucho el anillo del explorador y que amaba mucho la bota del explorador. Y cuando este se sintiera desinflado, Pequeña Flor no entendería por qué. Pues, ni de lejos, su amor por el explorador —puédese incluso decir su «profundo amor», porque, no teniendo otros recursos, ella estaba reducida a la profundidad—, habría de quedarse desvalorizado por el hecho de que ella también amaba su bota. Hay un viejo equívoco sobre la palabra amor y, si muchos hijos nacen de ese equívoco, muchos otros perdieron la única posibilidad de nacer solamente por causa de una susceptibilidad que exige que sea de mí, ¡de mí!, que el otro guste. Pero en la humedad de la floresta no existen esos refinamientos crueles y amor es no ser comido, amor es hallar bonita una bota, amor es gustar del color raro de un hombre que no es negro, amor es reír del amor a un anillo que brilla. Pequeña Flor guiñaba sus ojos de amor y rió, cálida, pequeña, grávida, cálida.

El explorador intentó sonreírle en retribución, sin saber exactamente a qué abismo su sonrisa contestaba, y entonces se perturbó como solamente un hombre de tamaño grande se perturba. Disfrazó, acomodando mejor su sombrero de explorador, y enrojeció púdico. Se tornó de un color lindo, el suyo, de un rosa-verdoso, como el de un limón de madrugada. Él debía de ser agrio.

Fue, probablemente, al acomodar el casco simbólico cuando el explorador se llamó al orden, recuperó con severidad la disciplina de trabajo y recomenzó a hacer anotaciones. Había aprendido a entender algunas de las pocas palabras articuladas de la tribu y a interpretar sus señales. Ya lograba hacer preguntas.

Pequeña Flor le respondió que «sí». Que era muy bueno tener un árbol para vivir, suyo, suyo mismo. Pues —y eso ella no lo dijo, pero sus ojos se tornaron tan oscuros que ellos lo dijeron—, es bueno poseer, es bueno poseer, es bueno poseer. El explorador pestañeó varias veces.

Marcel Petre tuvo varios momentos difíciles consigo mismo. Pero, al menos, pudo ocuparse de tomar notas. Quien no tomó notas, tuvo que arreglarse como pudo:

—Pues mire —declaró de repente una vieja cerrando con decisión el diario—, yo solo le digo una cosa: Dios sabe lo que hace.


Clarice Lispector

Escritora brasilera.

Todos los cuentos

 Editorial Siruela. 

Traductora: Elena Losada.


Links relacionados:

Clarice Lispector: entrevistas
Clarice Lispector: web oficial


“La mujer más eminente de este país”: El inmenso legado de Victoria Ocampo / Infobae, Buenos Aires, 1 de diciembre de 2021

 Así le dijo Jorge Luis Borges. Fue escritora, editora, traductora y ensayista, pero además una defensora de los derechos de la mujer. Su vida y obra, en tan solo 90 segundos





Ticmas es una experiencia educativa integral, simple y flexible pensada para la era digital. Con herramientas que integran contenido y tecnología, acompaña la tarea de docentes y estudiantes. Para saber más de Ticmas, ingresá a la página de Ticmas o a su canal de Youtube.