Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


ETIQUETAS

Recordando a Alma Ingianni, por Viviana Marcela Iriart / Prólogo de Dra. Susana D. Castillo, Universidad de California, al libro "Alma por Alma" de Rubén Rega / Fragmento del libro / marzo 2007




 Arnaldo André y Alma Ingianni en la telenovela Rafaela, Caracas.



Alma en Divinas Palabras dirigida por Carlos Giménez, 1976,
su consagración en Venezuela a poco de llegar al país.

Carlos Giménez y Alma Ingianni ensayando La Gaviota,
Sala Anna Julia Rojas, Ateneo de Caracas, 1983.
Foto y fuente: Viviana Marcela Iriart


Alma Ingianni y Alejo Felipe en Medea, Sala de Conciertos, Ateneo de Caracas




Alma Ingianni en su espectáculo "Alma por Alma", Sala Rajatabla, Caracas


Conocí a Alma en los años 80. Ella era una reconocida actriz de teatro y televisión, hermosísima y carismática, y yo una principiante en el mundo del teatro. Nos unió el Río de La Plata, el exilio y el teatro. Ella era, creía yo, sobreviviente de la dictadura uruguaya, y yo de la argentina. Y las sobrevivientes en aquella época, e incluso ahora, nunca hablábamos de los que nos había sucedido.

Pero un día de sol, después de muchos años de amistad, estaba visitándola en su apartamento de Los Palos Grandes y, no sé porqué,  Alma me contó su historia. Lo hizo de un tirón, sin puntos ni comas, ni sorbos de agua ni respiros. Lo hizo como si tuviera un pedazo de carbón ardiendo atravesado en su garganta.

He aquí lo que me contó y perdón si olvidé, o recuerdo erróneamente, algunos detalles.

En 1972 Alma tuvo que exiliarse para salvarse de la dictadura uruguaya y se va a Chile. En 1973 la agarra la dictadura chilena y, después de varios meses de clandestinidad, se exilia en Argentina. Allí consigue trabajo en telenovelas hasta que en 1976 la agarra la dictadura argentina y no metafóricamente: es detenida.

Camino a la comisaría Alma intentó, una y otra vez, convencer a sus captores de que ella no era la persona que ellos creían que era. Ya en la comisaría siguió insistiendo, tanto, que logró que el comisario le diera “audiencia”. La puerta de su despacho se abrió; el comisario, sentado, la miró con sus ojos fríos y le dijo:

- Yo a usted la conozco.

Alma iba a comenzar otra vez con su alegato de la confusión pero él, haciéndole un gesto con la mano para que se sentara, le dijo:

- ¡Usted es la actriz de la telenovela x! ¡Fulanita de tal! (y la nombró por su personaje).

Y para sorpresa de Alma, el comisario muy sonriente comenzó a contarle que él y su familia no se perdían la telenovela (el gran éxito de ese momento) por ningún motivo y que le encantaba su personaje. Como todo mortal, aunque fuera un genocida, él también sentía fascinación por la televisión y allí estaba Alma, su personaje de todos los días, joven, hermosa, frágil, su prisionera.

De repente el comisario se puso serio, suspiró y le dijo:

- Voy a hacerle una propuesta, por los buenos momentos que me hizo pasar su personaje. Usted hoy no estuvo aquí, no fue detenida. Le doy 24 horas para que se vaya del país. Después de ese plazo, si no se pudo ir, yo no voy a poder hacer nada para salvarla.

Alma le agradeció efusivamente y salió corriendo a buscar su maleta, siempre lista, voló al aeropuerto y compró un pasaje para el primer vuelo que saliera del país. Así llegó a Caracas.

Cuando terminó de hablar Alma se puso un poco triste, miró al suelo y cambió radicalmente de tema.

Yo, paralizada de dolor y horror por su relato, la miraba con profunda tristeza, preguntándome cómo, si yo no podía vivir con el dolor de un exilio, ella vivía con el dolor de tres exilios sin que jamás se le notara.

Entonces entendí mejor su carácter, que a veces era explosivo. Pero como una herida no puede curarse con otra herida sino con un médico, muchas veces pasamos largos períodos sin vernos. De hecho, cuando murió, hacía por lo menos 2 o 3 años que no nos veíamos (salvo ocasionales encuentros en el teatro). Es más, yo ni siquiera conocí su apartamento, el que por fin había podido comprarse después de tantas angustias, luchas, sacrificios, junto a su esposo Miguel.




Alma Ingianni, Viviana Marcela Iriart. Gonzalo Velutini (sentado), Noel Llovera y Carolina Leandro.
 Ensayo "A Puerta Cerrada",  Sala de Conciertos, Ateneo de Caracas.







Recordar esto me puso triste, pero no quiero recordar a Alma con tristeza, porque eso no era lo que la caracterizaba. Alma era una diva italiana; una actriz maravillosa, de esas que te ponen los cabellos de punta; una mujer sencilla, hermosa, que siempre llamaba la atención sin proponérselo; una amiga solidaria; un carácter a veces volcánico; una risa que era una cascada. Alma era….. simplemente un alma.




Caracas, marzo 2007
Publicado en el libro
“Alma por Alma  de Rubén Rega
Uruguay 2008







"Teatro de la Ciudad": grupo teatral creado por Alma Ingianni y Gonzalo Velutini


Programa de Mano "Intermedio" del Ateneo de Caracas





Sentada Alma, Ingianni, adelante José Jiménez, detrás Carmen Carmona, Juan Arias, 
Antony, Isabel Hungría, Luis Fernández, Alejo Felipe y Rubén Rega.
Ensayos de Medea, Sala de Conciertos, Ateneo de Caracas. Fuente: C.Carmona



 
Hubo otro montaje con Franklin Virguez e Isabel Hungría en los papeles de Jasón e Nordriza.


 Alma Ingianni y Franklin Virguez

 Alma Ingianni y Luis Fernández

Luis Fernández e Isabel Hungría

Fuente programa y fotos de Medea: Carmen Carmona






Alma por Alma

biografía de la actriz 
Alma Ingianni




Prólogo
Susana D. CastilloSan Diego State University, San Diego, California


Con creciente interés he repasado el texto de “ALMA POR ALMA”. Sus páginas, enhebradas prolija y tiernamente por el director Rubén Rega, forman un valioso documento que proyecta la destellante trayectoria de Alma Ingianni, apasionada y controvertida actriz uruguaya que impactó (en escena y fuera de ella) a todo quien la conoció.

El acierto del texto, amén del valor intrínseco del estudio, es la multiplicidad de enfoques sobre el tema central y la orquestación armoniosa de los mismos en un afán de plasmar - en la memoria del tiempo- la incandescente figura de la Ingianni desde variados ángulos. Así, Rega nos lleva de la mano para darnos un esbozo biográfico de tono intimista que predominará en gran parte de la narración y que dará unificación al texto en su totalidad. Hay, por ejemplo, momentos candorosos como los referentes a los inicios de la actriz y más adelante, instantes fugaces de viajes - capturados al vuelo - y vívidas memorias - gestos, ademanes, actos espontáneos, registrados como por una lente fotográfica - durante sus giras internacionales y sus presentaciones en escenarios lejanos. Esa voz va cobrando vigor a medida que la Ingianni, exiliada no sólo de la dictadura militar de su país natal sino también de la de Chile y Argentina, llega en la década de los setenta a Venezuela por azar, según anota la dramaturga Viviana Iriart en una sorprendente anécdota aquí incluida. Fue el “fatum” de Alma no sólo llegar a Venezuela sino involucrarse directamente en una institución cultural del renombre del Ateneo de Caracas. Y no le será fácil incursionar en ese medio. Será un volver a empezar... Pero su garra, su extraño magnetismo, su disciplina y su tenacidad, demostrados en uno y otro programa televisivo o proyecto teatral caraqueño empezarán a abrirle las puertas del éxito. Su repertorio, por eso, llegará a ser variado y exquisito. Sin embargo, según la opinión de la misma actriz y la de la crítica más exigente, la apoteosis de su habilidad interpretativa se pondrá de relieve cuando surge el binomio Rega-Ingianni. El autor es muy discreto sobre este punto por ser un creador muy pudoroso, pero hay suficiente documentación que atesta a esta aseveración nuestra. “CASTA DIVA”, de Ethel Dahbar y “ALMA POR ALMA” de la misma Ingianni/Rega (1984), incluidas en la presente edición, fueron dos espectáculos unipersonales aclamados sin reserva por la crítica. “Un regalo del Arte” les llamaron. “Impecable y sugestiva mise en scène,” dijo al unísono la crítica. Más específicamente, el dramaturgo y psicólogo Johnny Gavloski resumiría este logro en una frase: “Alma por Alma fue la obra que definió su carrera. Quizá su vida.” En realidad, el libro capta ese insólito proceso de dos seres al encontrarse, descubrirse y reconocerse a través de una sensibilidad estética afín. Tal parecía que esta actriz, de dilatada trayectoria, hubiese descubierto nuevas dimensiones en sus conflictivos personajes bajo la sensibilidad exquisita de Rega. Así lo declaraba ella en repetidas entrevistas. “Reconozco que soy fuerte de carácter, pero Rega ha logrado manejarme como quiere, insinuándome cosas que él supo desde el principio y que yo descubro ahora.” Por su parte, Rega empezó su experiencia como director teatral al asumir la dirección de “CASTA DIVA” para lo cual consideró necesario dimitir sus funciones administrativas en el Círculo de Críticos teatrales de Venezuela, CRITVEN. Un sincronismo creativo fortuito que dejaría profundas huellas en ambos artistas y que se proliferó en proyectos que ambos planearon en complicidad a través de los años y la distancia.  

El tono intimista del narrador de “ALMA POR ALMA” se diluye un tanto para dar paso a otras voces: la de los amigos y compañeros que evocan instantes compartidos con la Ingianni. Aún más, y esto sí que es crucial, leeremos las declaraciones de la misma Diva en una breve sección dedicada a sus desenfadadas e insólitas declaraciones a la prensa.

El texto adquiere un tono evaluativo cuando el autor cede la palabra a la Crítica. Para ello presentará una variada selección de reseñas organizadas cronológicamente. Interesante polifonía ésta en la que se escuchan estruendosos aplausos, alabanzas y una que otra nota discordante. La llamaron Diva, acercándola inconscientemente al sentido etimológico de perfección y divinidad que conlleva el término, para referirse a ese especie de encantamiento o hechizo que parecía emanar de sus creaciones. Y la llamaron también diva, con «d» minúscula, cuando presenciaron sus exabruptos y sus protestas hacia todo lo que ella consideraba injusticia. Nada de esto es incongruente. Por el contrario. Nos parece un acierto tener todo este material crítico así organizado. La personalidad misma de la Ingianni fue compleja y conflictiva, un rasgo que se reveló desde que se inició en su país natal donde llevaba un estilo de vida que fascinaba y extrañaba a la vez. Por eso, al leer los comentarios de su carrera, ahora que el círculo se ha cerrado, nos queda la polifacética imagen de una libérrima Alma: genuina, espontánea, fuerte, audaz, bella, ingeniosa, franca, enigmática, desenfadada, temperamental. Su manera frontal y directa de abocar las situaciones, su tono fuerte y contundente al resolver la vida sonaba tal vez a prepotencia. Pero de allí salían también «sus queridas otras,” las reencarnaciones que tanta fascinación y arrobamiento causaron en los escenarios del mundo por varias décadas. Alma, la que no tuvo formación teatral, se daba -visceral e intuitivamente- en toda su intensa desnudez en cada uno de sus roles. Es de especular que su sensibilidad era tal que podía comunicar una carga electrizante de auténtica emotividad a una muchedumbre. Intuitiva, sagaz, Alma podía salir y entrar de sus personajes, extasiando a su público y desconcertándolo a la vez, al dejarle al descubierto quizá resquicios del mundo interior que éste ignoraba 

Para concluir, es indispensable recordar que el hecho teatral está dado dentro de un contexto específico. Y de ahí que este homenaje a la Ingianni esté enmarcado apropiadamente por un esquemático recuento de los procesos sociales. Los precisos análisis de Rubén Rega junto a la lúcida visión de la crítica Sonia Murillo-Martin dan buena cuenta de la situación política de América del Sur durante las últimas tres décadas del siglo XX y en especial, de los regímenes militares en los países del Cono Sur con el consiguiente exilio masivo. Asimismo, Rega menciona -con toques impresionistas-  el estado de alucinación que presentaba la sociedad febril de Venezuela, generoso país receptor de la diáspora sureña. Nuestros fuertes y antiguos vínculos afectivos con el anchuroso país de Venezuela nos convierte en un testigo poco parcial para comentar esta compleja etapa de dolorosas y conflictivas situaciones surgida a raíz de la llegada de la diáspora del Sur. Sólo es digno recordar que la condición alienante del venezolano de ese entonces tenía raíces muy profundas que podrían trazarse a sus circunstancias históricas mismas, acentuadas - eso es obvio- por la fortuita aparición del petróleo en 1914 en las riberas del lago Maracaibo que se abriera, como bien ha señalado Arturo Uslar Pietri, “inmenso en el aire como una palmera de azabache... como una inmensa rúbrica de tinta que firmara sobre el cielo un decreto de revolución.” El surgimiento vertiginoso de la industria petrolera violentó el proceso transformacional de la sociedad venezolana. Y esa falta de transición o proceso evolutivo es lo que más asombraba a cuanto exiliado llegaba, en la etapa mencionada, a esta pródiga y anchurosa tierra. Las secuelas emocionales del exilio, el proceso de adaptación, fueron también vivencias de Alma Ingianni. “Todo ha sido posible porque logré integrarme a Venezuela. Amo y respeto a este País como a mi misma patria. Son tantas las cosas que uno tiene que pasar para adaptarse, satisfacciones y sufrimientos y una inmensa alegría por haber superado el costo de la adaptación. Pienso que pronto seremos una Sudamérica integrada....” Tal vez el sueño de Alma tardará en realizarse pero la amplia generosidad de Venezuela se comprueba con cada extranjero que decide quedarse a pesar de que los obstáculos de retorno a otros lares hayan desaparecido. Alma Ingianni murió en la ciudad de Caracas una mañana de abril del 2004 dejándonos con ello más desprotegidos ante nuestra orfandad existencial.


San Diego State University, San Diego, California




FRAGMENTO DE "ALMA POR ALMA"




Dejadme entrar!    



                   “¡Dejadme entrar! ¡Dejadme entrar! ¡Dejadme entrar!!!”
                   “que bien puedo en concejo  de los hombres,”
                   “que bien puede una mujer, sino dar gritos, dar voces?”
                   “Vosotros sois hombres nobles? Vosotros padres y”
                   “deudos, que no se os rompen las entrañas de verme “
                   “tantos dolores?”
                   “Ovejas sois, bien lo dice de Fuenteovejuna el nombre!”
                   “Gallinas, hilanderas, amanerados,  cobardes!”
                   “Mujeres de la villa!!! ….Acudid todas para que se cobre,”
                   “Vuestra honra!!!….Acudid todas….” 


“(La actriz cae al suelo)….ay que alivio!…no, no me lastimé. (Pausa. Mira al público) Hola, que tal,….no, no estoy loca, soy actriz, bueno más o menos, cuando una está en esta profesión, es que   estoy ensayando una parte del monólogo de Laurencia, de la obra Fuenteovejuna del dramaturgo español Lope de Vega….(pausa pequeña, se para, mira a todo el público)…No me conocen? pero qué han estado haciendo todos estos últimos años?, porque yo he andado por todas partes, yo o mis personajes, o mis otras, a mí me gusta llamarlas mis queridas otras… Me llamo Alma Ingianni, con doble ene…”

                                                           “Alma por Alma” de Alma Ingianni / R. Rega
.


Así, irrumpía Alma, en el despojado escenario de cualquier teatro o espacio, para hacer su monólogo “Alma por Alma”, e  inmediatamente caía esa temida cuarta pared y se comunicaba con los espectadores, como si estuviera charlando con sus amigos, produciéndose  esa mágica simbiosis teatral. Era una actriz, como le gustaba llamarse. pero además de su intenso talento histriónico, poseía una belleza física que destacaba su presencia.  En el escenario, no pasaba jamás inadvertida, era un imán  y tenía el poder de transformarse en su personaje sacando de su interior sus “queridas otras”, que bajaban cuando ella las invocaba, ante ese rito cultural mágico y teatral, que solo poseen las Primeras Actrices. Movía sus brazos y sus manos instintivamente, denotando una precisa estética corporal que en momentos y de acuerdo a sus personajes parecían aladas como en “Casta Diva”, garras poderosas, fuertes, letales en “Medea”, dulces y tiernas interpretando a la “Tía Luisa” en “La muerte de García Lorca”, precisas y teatrales en su  diva rusa, “Irina Arkadina” de “La Gaviota”, delicadas, finas, ejecutivas en la “Sra. Croft” de “El asesinato de la Enfermera George”, rebeldes, jóvenes y enérgicas en su “Casandra” de “Las Troyanas”, suaves y pasionales en “Picnic”, perturbadas, nerviosas en la “Catherine” de “De Repente en el Verano”, viejas , gastadas y de pronto jóvenes como “Madeleine” en “Savannah Bay”, prohibidas y tormentosas en “A puerta cerrada” y totalmente diferentes en sus otras interpretaciones o debiéramos decir “reencarnaciones”.   Sus actuaciones siempre fueron muy destacadas tanto en Venezuela, el extranjero y en su lejano Montevideo.


Montevideo que lindo te veo...


Alma no había estudiado arte dramático en ninguna escuela, tampoco había tomado clases con ninguna actriz. Su talento para la interpretación era innato, al igual que su belleza. De su niñez, solamente sabemos que completó Primaria y Secundaria y un curso de secretaria. No hemos encontrado en la investigación,  personas que nos informaran al respecto.  Eso sí, desde joven, decía,  le gustaba recitar y recuerdo que me contó que estudió declamación con una profesora amiga, allá en Montevideo.  Trabajaba como secretaria en ANDA, Asociación Nacional de Afiliados, una Sociedad Privada, con varios servicios de ayuda a sus miembros. Ya, en esa temprana edad, presentía que algo aleteaba fuertemente dentro suyo. Sin duda debía ser ese Ave de Fuego que signa a los grandes artistas y que luchaba por nacer.   

El prodigioso parto, surgió cuando acudió, alguien la invitó, a la Sala de Teatro del Grupo “La Máscara” para ver por primera vez una obra de teatro A puerta cerrada” de Jean Paul Sartre, interpretada por una de las más grandes actrices de Uruguay  tocada por ese hálito de pasión: Nelly Weissel.  “Fue tal el impacto de escuchar y ver actuar aquél “monstruo sagrado”, que decidí, ese mismo día que quería ser actriz” me dijo, “no podía apartar mis ojos de Nelly, estaba como hipnotizada por su impecable actuación, y recuerdo que aplaudí hasta que las manos me quedaron coloradas”. Declaraba también que estaba casada y con su esposo formaban la pareja 10, ella misma lo incluye en una parte del monólogo “Alma por Alma”, luego se separaron. 

Y al poco tiempo, el director Atilio Acosta, director del antes mencionado grupo, ya vinculado con Alma e impactado por sus naturales condiciones artísticas, le ofreció un papel protagónico en la obra de Noel Coward “Los ángeles caídos” y debutó con los más grandes auspicios. Fue el “boom” de la temporada teatral, la prensa especializada, destacó su presencia y dominio escénico, amén de su belleza.  Una “estrella” había nacido en ese país pequeño del Cono Sur, -ya con el sino de Diva-. Siempre fue una mujer atractiva, de fuerte carácter y personalidad, y con rasgos muy destacados: dos expresivos y grandes ojos negros, mirada profunda, intensidad en el lenguaje, y una enigmática sonrisa. 

Con el grupo “La Máscara” bajo la dirección de Atilio Acosta, continuaron otros importantes títulos, con actuaciones como “Las de Caín” de J. Álvarez Quinteros, en 1961, “Programa Salinas” de Salinas, “Tres sombreros de copa” de Mihura, “La oscuridad en lo alto de la escalera” de W. Inge.  En 1962 “Los invisibles” de La Ferrere“La fuente del arcángel” de P. Salinas,  “Picnic” de W. Inge “De repente en el verano” de T.Williams.  En 1963, “Los cuatro perros” de  J.C.Legido, “El asesino sin sueldo” de E. Ionesco,  y “La lección” de Ionesco dirigida en estas dos oportunidades por Sergio Otermin, quien se convertiría en su gran amigo.  En ese mismo año también la dirige Bernardo Galli en “La idiota” de Marcel Achard.  En 1966 la dirige nuevamente J.A. Acosta en “Así que pasen 5 años” de F.García Lorca, y “La Malquerida” de J. Benavente.  En 1967 hace “El Embrujado” de Valle Inclán, dirigida por Roberto Fontana y la “La cabeza del bautista”. En 1968, Sergio Otermin, la llama para hacer  “Las troyanas” de Eurípides versionada por él mismo y  en 1970 “El amor castigado” de J. Anouilh. “Espíritu burlón” de N. Coward, “Divinas palabras” de Valle Inclán, “Sueño de una noche de Verano” de W. Shakespeare. El director Alberto Restuccia la dirige en “Guay Uruguay de M. Schinca y “En Familia” de F.Sanchez en l973. Y en ese mismo año, la dirige Laura Escalante en “No hay que jugar con fuego” de Strindberg, “Un largo adiós” de T. Williams“La más fuerte” de Strindberg.


La prensa opinó: 


Sobre la comedia de M. Achard. “La idiota”
 “…cabe agregar a los mejores momentos de la obra, la estupenda irrupción de Alma Ingianni en el segundo acto, inmejorable…”  J.C.Cravea/25/6/65
                                                                                                            



Sobre “Oscuridad en lo alto de la escalera” de W. Inge.

“…en el montaje se destacó totalmente, la fina sensibilidad en la actuación de Alma Ingianni…”      Diario “El Sol”/s.f./s.f. 

                                                                                                     

Artículo sobre varias de sus actuaciones


“La joven actriz Alma Ingianni, viene actuando con singular éxito en dos obras simultáneamente. Interviene en la primera parte de “Asesino sin sueldo” de Ionesco en el Teatro La Máscara y en los dos últimos actos de “La Idiota” de Achard en el Teatro Odeón.  La temperamental actriz que también trabajó en la televisión uruguaya, logró el gran espaldarazo cuando se le confió el principal papel en la obra “Pic Nic”.  Volvió a destacarse al interpretar a la protagonista de “De repente en el verano” de T. Williams. Desde entonces sus actuaciones y éxitos se han venido acrecentando en su meteórica carrera artística.”   El DIA/s.f./s.f

                                                                                                          

Artículo sobre “El Embrujado”

Un artículo con foto de Alma y Atilio Acosta, en una escena de “El Embrujado” de Valle Inclán, dirigida por Roberto Fontana en la sala del Ateneo Popular, anuncia “La obra y Alma Ingianni, constituye uno de los platos fuertes de la cartelera teatral montevideana." El País/s.f/s.f.
                                                                                                                 

Así opinaron sobre “Las Troyanas” de Eurípides


“Alma Ingianni, locura en dos planos” “Las Troyanas”de Eurípides en el Odeón más que un noble esfuerzo…Una Casandra (Ingianni) de evidentes dotes naturales, transmuta los aspectos visionarios, litúrgicos de su desvarío y sale satisfactoria y brillante en el conjunto, irradiando una luz propia...”  M.R.M
                                                                                                                             .

Sobre “De repente en el Verano” de T. Williams

“De repente en el Verano” T. Williams en La Máscara…en cuanto a Alma Ingianni que ya nos había dejado una impresión grata y favorable en “Pic Nic”, superó la misma, con gran soltura, expresión, gesto oportuno, y excelente voz, es sin duda una estrella nata…” Manlio Vitale d’Amico/”El Plata”/24/4/64
                                                                          



Un viejo programa del teatro “La Máscara”, de setiembre/octubre del año 1961 con la foto de Alma en la portada, junto a otras actrices anuncia “Las de Cain”, comedia en tres actos de S. y J. Álvarez Quintero, dirigido por Atilio Costa, con un extenso elenco que incluía a Hugo Frasca, Claudio Goeckler, Ana Ma. Casó, Susana Castro, Norberto Guerra, Yuki Valdes, entre otros. 

Otro viejo programa del Teatro del Centro, del año 1970, anunciaba a la Cia. Martínez Mieres, Margara Willat, en su Temporada 1970, “El amor castigado” de Jean Anouilh, dirigido por Sergio Otermin, el glamoroso vestuario de Guma Zorrilla y la actuación de Alma Ingianni junto a los cabeza de compañía, y con Villanueva Cosse, Roberto Jones y Adriana Lagomarsino, quienes brillaron en la cartelera montevideana de ese año.

La mayoría de los directores querían trabajar con ella y era  un hecho poco frecuente en el teatro independiente de los años 65', en el que Alma tuvo que actuar simultáneamente en dos obras, “La idiota” y “El asesino a sueldo”, en una ciudad donde su población acudía masivamente a ver las obras de teatro que ofrecía la engrosada cartelera teatral con la Comedia Nacional y el auge del Teatro Independiente donde se la veía correr de un teatro al otro, y se convirtió en un clásico ver pasar aquella hermosa actriz, veloz por la transitada Avenida l8 de Julio. Esa Avenida, era la principal de la pequeña ciudad de Montevideo que poseía el encanto y el bullicio cultural, con sus misteriosos cafés como el “Sorocabana” ubicado en una de las esquinas de la Plaza Cagancha, hoy Plaza Libertad concurrido por intelectuales y público en general; los cines enormes como el “Censa”, el “Trocadero”, el “18 de Julio”, el “Ariel”, el “Rex” y los adyacentes “Ambassador”, “Metro” todos anunciando la era del Cinemascope; el famoso y tristemente derrumbado Café Tupí Nambá, frente al Teatro Solís, que era el escenario de la vida bohemia, encuentros de espectadores y noctámbulos que acudían antes y después de las funciones de teatro o cines, lugar donde las discusiones continuaban hasta altas horas de la mañana, y hasta agresiones entre algún cónyuge de una actriz quien le lanzó un café a un crítico de teatro conocido por sus punzantes comentarios, que había despreciado la actuación de la primera actriz en su reseña.  Resonaban aún los ecos de los triunfos futbolísticos obtenidos por Uruguay en dos lejanos Campeonatos Mundiales y los fanáticos acudían a los clásicos partidos entre los equipos de “Peñarol” y “Nacional” en el Estadio Centenario;  los Desfiles de Carnaval por la Av. 18 de Julio, totalmente iluminada con miles de lámparas de colores que resaltaban el paso de  las multicolores carrozas alegóricas con movimientos mecánicos y manuales. Murgas, comparsas de negros y lubolos, humoristas, gigantes y cabezudos, desfilaban  envueltos en una nube de volátiles serpentinas, papelitos, y el penetrante aroma de los pomos lanza perfumes.

Los bailes en el Teatro Solís con Xavier Cugat y su Orquesta, y otras invitadas, eran un clásico imperdible; las ya famosas “llamadas” de la raza negra que partían del Conventillo del Viejo Mundo, también derrumbado,  con sus comparsas que iban llamando a las otras con un contagiante repique de tambores y al ritmo de sus febriles toques, bailaban y brillaban, envueltas en grandes tocados de plumas y ya en esos años con minúsculos bikinis, las vedettes Marta Gularte y Rosa Luna entre otras, con los fanáticos de cada comparsa, danzando tras de ellos; los corsos de barrios con divertidos juegos de agua y escenográficos tablados, montados en las diversas esquinas con creativos diseños  y realizaciones espectaculares que congregaban cientos de personas en cada barriada, incluso eran premiadas las tres mejores; los Cines de barrio con sus matinés, vermouth y noche, con una duración de casi 8 horas donde uno acudía en grupo con sándwichs y café con leche, los divertidos corsos de agua, que no eran tan divertidos para  los transeúntes que pasaban por esas calles, sin saber que les caería encima  un chorro de agua, más tarde se reglamentaron.

Los grandes espectáculos teatrales  que venían del llamado “Primer Mundo” como el TNP de Francia con María Casares, The Old Vic, de Londres con Vivian Leigh, la inolvidable “Scarlet” del film “Lo que el viento se llevó”, el Piccolo Teatro de Milano, dirigido por el joven Giorgio Strheler, el Theatre Guild, de Estados Unidos, con Helen Hayes, June Havoc, Leif Erickson y Roy Scheider que posteriormente se hizo famoso con los filmes “Tiburón” y “All that Jazz”.  En fin, la “Dolce vita” de Fellini en pleno,  que hacía de Montevideo,  casi, “el sueño de una ciudad cosmopolita”. Pocos años después comenzaría el oscurantismo, en la pequeña tacita de plata, en el paisito de M. Benedetti, allá, oprimido geográficamente por los gigantes limítrofes, Brasil y Argentina, en un rinconcito del Cono Sur.

En un país tan pequeño, donde todo se centraba en su capital y Punta del Este,  que ya iba adquiriendo un prestigio internacional, por sus hermosas playas de blanquísimas y finas arenas y sus famosos Festivales de cine con la presencia de destacadas estrellas de cine mundial como Silvana Pampanini, Gerard Phillipe, etc..

Alma logró volverse mediática. Se hablaba de ella, de su impactante presencia, de su gestalt, de sus silencios poblados de palabras, era admirada y asidua a una hermosa playa de moda playa Honda” de la costa montevideana, donde acudía con su esposo y un grupo de amigos entre ellos su infaltable y querido Otermin y el actor Roberto Fontana.  Recuerdo que muchos años después, por la década de los finales del 72'  en Caracas, donde la conocí personalmente, le pregunté en una entrevista “por qué, cuando vivía en Montevideo, se la veía tan lejana, casi antipática, era  debido, quizá por el éxito que estaba teniendo?”.  Abrió desmesuradamente sus grandes ojos y me respondió  “Fíjate tú, que no era antipática, era tímida, y ante aquella avalancha de buenas críticas y halagos, que te cuento los creí en un cincuenta por ciento, pues  lo que a mí me interesaba, era superarme cada día, todo era un reto a enfrentar. En fin, era el comienzo de una carrera, por la cual abandoné casi todo”.

Pero volvamos al Montevideo de los 70', ya en los inicios de su convulsión social, ante una política que no miraba hacia los necesitados y donde las fuerzas conjuntas militares, ya se preparaban para tomar el Gobierno que culmina con el Golpe de Estado y la Dictadura Militar... que se instaló en el país, disolviendo las Cámaras el 27 de Junio de l973 hasta que los uruguayos dijeron “basta” en el año 1985…por otra parte habían aparecido los polémicos Tupamaros, movimiento guerrillero que luchaban clandestinamente por los derechos humanos y la reinstauración de la Democracia. La gente veía menguar sus salarios, y la libertad de expresión y el derecho de reunirse o congregarse en grupos cada día  iba haciéndose más complicado.  Comenzó el segundo “Éxodo” del pueblo oriental, muchos emigraban hacia otros países en busca de oportunidades de trabajo y libertad, bajo la mirada indolente de presidentes  como Bordaberry, quien actualmente está siendo cuestionado por el nuevo Gobierno de izquierda, elegido democráticamente por el pueblo uruguayo en el año 2004, con la Presidencia del Dr. Tabaré Vázquez.

Ante una invitación del Dr. Carlos González Naranjo, Embajador de ALALC  -actualmente ALADI- de visitar su país Venezuela, luego de una estadía de casi dos años en Toronto, Canadá, me fui a Caracas donde viví por muchos años, quizás los más felices de mi vida en ese generoso, grande y bello país, habitado por una gente expresiva  y amistosa que me hicieron sentir como otro venezolano más.

Mientras tanto, me llegaban los ecos de Alma, quien paralelamente al teatro independiente,  comenzó a hacer televisión en programas unitarios llevada de la mano de Otermin y en el programa “Primer Plano” la dirige en: “Un largo adiós” y “De repente en el verano” de T .Williams, donde vuelve a interpretar una magistral “Catherine” según la prensa televisiva, y siguieron otros personajes en obras como “La señorita Julia”, que más tarde interpretará nuevamente en Caracas, “La más fuerte” de Strindberg, “La cabeza del Bautista” de Valle Inclán, “Sueño de una noche de verano” de W. Shakespeare.

Una mujer progresista, humana ante el sufrimiento de la gente, rebelde ante la Dictadura Militar, que ya habían tomado el Poder en “su paisito”, como ella lo llamaba también, luchó contra esa fuerza aterradora participando activamente y junto con el director y amigo Restuccia, participantes del Partido Frente Amplio, hacían labor social llevando sus obras a las fábricas y frigoríficos. Casi impotente ante el dolor, los amigos desaparecidos y la muerte en forma de “desaparecidos” que rondaba entre los ciudadanos progresistas, toma la decisión más tarde, ante la persecución de los militares, con su poderío amenazador, contra quienes discrepa abiertamente decide abandonar, huir de Uruguay hacia  Buenos Aires, Argentina, cuando le  fue informada que estaba en la lista negra de la Dictadura.  En Argentina de inmediato incursiona en el teatro y la televisión, Canal 9, compartiendo cartel con figuras importantes como Rodolfo Bebán con quien ya había compartido cartel en la puesta al aire de un programa llamado “Torneo de Otoño”, los lunes en el Canal 4 de Montevideo, donde un artículo del Diario “El País” destacaba “sin alardes ni poses Alma Ingianni demuestra que  es una muy buena animadora y estupenda comediante”. Luego con Arnaldo André, el eterno galán, donde nace una sincera amistad que luego volverá a renacer en Caracas, entre otros primeros actores y actrices del ambiente artístico argentino, con apariciones especiales en episodios de “Alta Comedia” una serie televisiva de gran calidad y exitoso rating.

Pero el destino, en forma de Empresario, capta su talento, y le ofrece un importante contrato para trabajar en la Televisión Chilena donde estelariza y comparte telenovelas con Walter Kliche, otro actor uruguayo que vivía en Santiago. Comienzan los proyectos teatrales con la Cia. Kanda Jaque presentando la obra “Espíritu Burlón” de Noel Coward, acompañada por Núbel Espino, Eliana Simpson, Armando Fenoglio, Martha Euneus y Julia Pou. Otra vez feliz de poder trabajar en lo que la apasionaba, comienza a escucharse su nombre, le hacen entrevistas, triunfa, la miman y se siente muy cómoda, cercana siempre de su sufrido país, pero, sucede lo nefasto, lo impensable, tras el golpe militar al Presidente Salvador Allende, electo democráticamente por el pueblo chileno, liderado por el tristemente famoso General Augusto Pinochet y apoyado por potencias como los Estados Unidos con la ya instaurada “Operación Cóndor”, masacran al democrático y progresista gobierno de Allende… Alma, devastada ante el horror, protesta abiertamente desconforme con lo ocurrido, que le recordaba lo que pasaba en su Uruguay, se siente perseguida, hace otra vez sus maletas y viaja hacia Buenos Aires nuevamente a rehacer sus contactos artísticos, comienza a trabajar y la Dictadura instalada en ese país la detiene, pero su cartel profesional la salva. El Comisario la reconoce por su participación en la Telenovela en que trabajaba y le da 24 horas para irse del País. Ligera de equipaje, compra un boleto de avión de ida a un  promisor destino, un país en pleno proceso democrático: Venezuela.


La  Tierra  Prometida  

En la bella Caracas, llamada “la sucursal del Cielo”, custodiada por su gigante verde y multicolor Avila, año 1974, Alma descubrió la exuberante naturaleza geográfica del Valle de la Eterna Primavera, como un Boticelli tropical, bordeada de un realismo mágico y encantada por lo que vio se quedó. Me contó, tomándonos un “marroncito” (café con poca leche) en el concurrido “Gran Café” de la Avenida más transitada, Sabana Grande: 

“Comencé a luchar de nuevo, de abajo, aquí nadie me conocía y  empecé a buscar trabajo.  El primero fue, en el Ateneo de Caracas no como actriz, sino como secretaria, con el Profesor Porte Acero, un gran hombre luchador infatigable y ateneista a muerte. Aquí conocí a una gran mujer, la señora María Teresa Otero, Presidenta del Ateneo de Caracas, cuando se separó de su esposo volvió a ser conocida como María Teresa Castillo,  a Miguel Otero Silva, el gran poeta y escritor, director y dueño del Periódico “El Nacional”  y más tarde a Carlos Giménez, director famoso y polémico creador, con un grupo de jóvenes del grupo “Rajatabla”,  pero esa es otra historia”  me respondió con su inefable sonrisa.

Rubén Rega
Uruguay, Abril 2008

Lee el libro completo haciendo clic: ALMA POR ALMA





























Entrevista a LA MAGA, la mujer que inspiró a Julio Cortázar / entrevista de Juana Libedinsky, La Nación, Buenos Aires 7 de marzo de 2004


Edith Aron: la maga de Julio Cortázar




Por primera vez, a los 80 años, habla la mujer que inspiró el personaje más famoso de la más famosa novela, Rayuela, del escritor argentino. Desde su casa en Londres, cuenta su historia íntima y abre para la Revista cartas que nunca fueron vistas por ojos extraños


"¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. "
(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)

Ya no es la rue de Seine ni el Pont des Arts, sino un pequeño departamento en el elegantísimo barrio londinense de St. John’s Wood, a pocos metros de la Abbey Road que hicieron famosa los Beatles y cerca del magnífico Zoológico de la ciudad. Pero la Maga sigue siendo la misma. Sí, porque la musa de Cortázar, la misteriosa protagonista femenina que deambula por Rayuela, el personaje más famoso de su libro más famoso y con el cual le rompió el corazón a sus lectores existió y existe. Y es Edith Aron, una encantadora señora de 80 años que vive en el más completo anonimato, escribiendo en las madrugadas silenciosas, entre las cartas y recuerdos del hombre que la inmortalizó para la literatura.

"Una sola vez, cuando en el almacén cercano a mi casa una chica mexicana me dijo que era una gran admiradora de Cortázar y que la Maga era su ideal, como era tan simpática pensé en decirle quién era yo. Pero no lo hice. No es un tema del que me guste hablar, no lo necesito y, además, a los ingleses nunca les interesó. Pero ahora… bueno, digamos que soy una señora mayor. Quizá no esté para el próximo aniversario de Cortázar", aclara suspirando.

Buscada

Cortázar dejó grabada la imagen de la Maga a los veintipico de años, con medias negras y zapatos colorados, fumando Gitanes y con el pelo despeinado. En 1963, en pleno furor de Rayuela, "todas las muchachas de la Facultad querían ser la Maga –recuerda Julio Ortega, editor de la edición crítica francesa de Rayuela y profesor de literatura de la Universidad de Brown–; y todos los hombres querían buscar su Maga, la fantasía masculina de la mujer enigmática que se relaciona con las fuerzas más intuitivas con una sabiduría inocente".

Hoy, los amigos de Aron siguen fascinados por ella y la describen como una extraña belleza, alta e imponente, de nariz aguileña, ojos brillantes que miran muy fijo y el pelo corto color azabache.

"Nadie me da mi edad, ¿sabe?", aclara con evidente coquetería y un dejo de acento alemán en su castellano bien porteño, y en el cual se le escapa cada tanto un macanudo.

"¿Qué me vio Cortázar? No sé, ¡yo era simplemente una chica buena y agradable!", aclara risueña.

Edith Aron nació en el Sarre, una región en el límite entre Francia y Alemania, "que de no haber sido lamentablemente anexada por los alemanes hoy sería un pequeño país independiente como Luxemburgo", explica.

De familia judía, poco antes de la Segunda Guerra Mundial emigró con sus padres a la Argentina, donde ya tenían parientes.

"Fui al Colegio Pestalozzi, a cuyos profesores les voy a estar por siempre agradecida. Me permitieron mantener una identidad alemana como la de ellos, profundamente distanciada de la política e ideología nazi."

En un barco de vuelta a Europa, en 1950 y con 23 años, conoció a Cortázar.

"Yo estaba en tercera clase, no pasaba nada demasiado interesante y, de pronto, vi a un muchacho tocar tangos en el piano. Una chica italiana con la que compartía la cabina me dijo que me miraba y que como era tan lindo, por qué no iba a invitarlo a nuestra mesa. Pero estábamos sentadas con gente muy rara, el mozo era muy viejo y no me animé."

Al poco tiempo, ya en París, entrando en una librería, Edith vio una cara conocida.

"Cortázar me reconoció también, e intercambiamos unas palabras. Nos volvimos a cruzar en el cine, viendo Juana de Arco. Luego, en los Jardines de Luxemburgo. El estaba muy influido por los surrealistas, que creían que las coincidencias eran algo importante, así que me invitó a tomar algo, me leyó un poemita y hablamos de amigos comunes en Buenos Aires."

"Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico."
(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)

Claro que no todo fueron encuentros casuales. "Cortázar trabajaba en una exportadora de libros en la esquina de mi casa en París, y venía a verme para almorzar. Era muy entretenido. Por ejemplo, me decía que le hiciera una ensalada azul. Yo no tenía idea de qué era eso. Entonces él tomaba cualquier ensalada y la llenaba de estampillas azules. Hacía todo el tiempo ese tipo de juegos, en los que yo nunca me sentí a la par. ¡Me acomplejaba porque él sabía tanto y yo sabía tan poco! No me decidí a irme a vivir con él justamente porque quería estudiar. Además, sabía que él admiraba mucho a Aurora Bernárdez, que estaba en Buenos Aires", confiesa con un susurro.



 

"Con mucha discreción", aclara, sus recuerdos ya fueron publicados en 1999 en un libro que escribió en alemán, Las casas falsas, y publicado por una editorial de Heidelberg.

–¿Usted estaba enamorada?

–No lo sabía. Cierta noche Cortázar me dijo que Aurora vendría a pasar fin de año a París, y me preguntó qué era más importante para mí, Navidad o Año Nuevo. No sé por qué le dije que Año Nuevo, que Navidad la iba a pasar con mi papá. Cuando nos volvimos a ver, él había pasado Navidad con Aurora y se había decidido por ella. Fue sólo al perderlo que me di cuenta de que lo quería.

–Pero usted ya estaba para siempre asociada a él por Rayuela. ¿Se siente identificada cuando lee el personaje de la Maga?

–El me escribió diciéndome que había basado su personaje en mí, y nos pasaban, es verdad, cosas espontáneas como las de la novela. También hay algunos episodios, como ese en el que encontramos un paraguas viejo en las calles de París y le damos una ceremonia de entierro, que ocurrieron más o menos como los cuenta. Pero la Maga es un personaje literario.

–¿Cortázar era tan buen mozo como se ve en las fotos?

–Bueno, de chico tuvo un problema en las glándulas que hacía que pasara el tiempo y se viera siempre igual, sus enemigos le decían Dorian Grey, como el personaje de Oscar Wilde, porque su aspecto nunca cambiaba. Tarde en la vida se hizo operar y sólo entonces, por ejemplo, le creció la barba. Me parece que le costó tanto tenerla que nunca más se la sacó. Por otra parte, no podía tener hijos. Tuvo otro tipo de hijos, los libros, pero no de los de carne y hueso, que son los que humanizan. Y él era demasiado intelectual. Incluso usaba anteojos de joven sin necesidad, hasta que Aurora lo convenció de que se los sacara…

–¿Sintió celos por Aurora?

–Nunca sentí celos por Aurora. Más adelante, ellos insistieron en que, de tanto en tanto, fuese a comer a su casa. Yo era la chica que había aprendido junto a él. Después de todo, eso era lo que más le gustaba hacer, por algo en la Argentina había sido maestro de escuela. Pero la primera vez reconozco que me levanté de la mesa, me encerré en el baño y lloré. Yo había estado sufriendo sin darme cuenta. Y sé que él estaba un poco preocupado. Con el éxito que le trajo Rayuela, sabía que un poco me usó. Y ganó.

"No necesito decirte quién es Edith, vos lo habrás adivinado hace mucho, ¿verdad? Entonces, ¿vos te imaginás Rayuela traducida por ella? (...) En Rayuela, te acordás, la Maga confundía a Tomás de Aquino con el otro Tomás. Eso ocurriría a cada línea..."
(Carta de Julio Cortázar a Paco Porrúa, extracto, 1964)


La decepción

Edith Aron asegura que a pesar de no haber sido la elegida, siempre le guardó un enorme cariño a Cortázar. Hasta que cierto día le sacaron las traducciones que ella estaba haciendo de sus libros al alemán y, peor aún, se enteró de este fragmento de la carta del escritor a su legendario editor, Paco Porrúa.

"Me hizo muy mal profesionalmente. ¡Yo trabajé en el Instituto Goethe de Londres, en el Imperial College! Creo que Cortázar me confundió con el personaje. La realidad es que para entonces mi madre –a quien yo no veía desde hacía diez años– estaba gravemente enferma en Buenos Aires. Tuve que ir a cuidarla y me demoré en entregar las traducciones. Eran textos muy buenos, los hice ver por expertos. Cortázar estuvo muy mal en hacérmelos sacar. Luego se arrepintió, pero yo ya tenía una rabia infinita."

–¿Nunca más volvió a verlo?

–El decía que por el azar nos volveríamos a encontrar. Nos cruzamos en una Feria del Libro de Francfort. Y luego, un día en el metro londinense me lo encontré en el mismo vagón. Ya estaba con otra mujer, muy joven, llena de anillos de plata en los dedos, pero igual se sentó a mi lado y me preguntó de dónde venía. "De mi trabajo", le dije orgullosa. El me respondió: "¿No crees que este encuentro tiene algún sentido?" Y pidió que nos viésemos al día siguiente. Pero me había lastimado mucho, y yo ya no creía en la casualidad. Así que al llegar a la estación Picadilly le dije: "Me voy", y me bajé. Nunca imaginé que las próximas noticias que tendría de él serían las de su muerte, en 1984.

–¿Por qué no creía más en la casualidad?

–Una vez un rabino me dijo que ser judío es como una vacuna: funciona como defensa ante un momento crítico. Yo siempre fui muy liberal, nada religiosa, pero me parece que eso es verdad. Fíjese: yo acababa de leer a George Steiner respecto de una teoría del judaísmo que no acepta la coincidencia, y eso me sirvió para justificar no volver a verlo. Además, aparte de Cortázar yo tuve una vida muy linda. Soy la viuda de un artista inglés que trabajó un tiempito como corrector en el Buenos Aires Herald. Y tengo una hija, Joanna, que es cantante. Llegó a tener pasaporte argentino, que guardo con cariño. Como ella tenía dieciocho meses, le tomaron la foto y le hicieron estampar su dedito, aclarando, debajo: No firma aún. Es el último recuerdo que tengo del país, al que me encantaría volver, pero ya no puedo viajar mucho.

–Una última pregunta que me desvela. El personaje de la Maga andaba despeinado, cocinaba mal y fumaba Gitanes. ¿Y usted?

–No sé, creo que en una carta le escribí a Cortázar que estaba despeinada. Nunca fui una gran cocinera. Crecí en la Argentina, así que me sigo basando en el bife con ensalada. Y los Gitanes, bien fuertes, sí, me encantaban. Pero ahora, ¡sólo me dejan fumar Philip Morris Ultra Light!



Todas querían ser ella

"Todas querían ser la Maga." Julio Ortega es categórico. El coeditor de la versión crítica de Rayuela, publicada en París por la editorial Archivos, asegura que Cortázar jamás pudo prever la vehemencia que causaría en las mujeres. "Sus lectoras, las escritoras y críticas que se dedicaban a su obra parecían convocadas al modelo de musa benéfica –explica desde la Universidad de Brown, en Estados Unidos, donde es profesor de literatura hispana–. Su bovarismo (conversión de la realidad en literatura) resultaba peculiar: querían ser como la Maga, pero también hacer de Cortázar una suerte de Pigmalión capaz de descubrirlas y perpetuarlas." Ortega, que trabajó a partir de los manuscritos de Cortázar que hizo comprar a la Universidad de Texas, donde era profesor, recuerda: "En los años 60, las chicas se identificaban con la Maga. En esos años a los varones les daba reputación pasearse con El capital o En busca del tiempo perdido bajo el brazo. Para las mujeres, eso era Rayuela. Todo era fruto de la influencia del surrealismo: las chicas querían mostrar que, como la Maga, tenían un estado de disponibilidad para los milagros de lo casual".


De puño y letra

París, 8 de marzo de 1978

Querida Edith:

Tu carta no agrega nada nuevo, por desgracia, a una situación sin salida. Hace mucho que he dejado de entender lo que pasa con las ediciones alemanas, y sólo sé que Wittkopf trabaja en una antología de mis cuentos y que Fries traduce Rayuela. 

No tengo (ni quiero tener) ningún contacto directo con editores, que son siempre una fuente de líos. Y yo ya tengo demasiados líos en estos tiempos.
Sé que el problema con vos no se resolverá a pesar de cualquier esfuerzo, y que Sularkamp (ilegible) es una gigantesca máquina que no cambia su conducta una vez que la ha decidido.

Lamento que una vez más vuelvas sobre ese tema tan penoso para vos y para mí, pero te comprendo de sobra; solamente que ya es tarde para cambiar las cosas, y creo que tu correspondencia con Wittkopf te lo prueba de sobra.

Por favor, no vuelvas sobre el pasado, porque ya nadie quiere entender cosas tan complicadas y que parecen sin salida. Si yo puedo ayudar en el presente ya sabes que lo haré, pero esa historia detallada que me cuentas en tu carta no sirve más que para amargarte y amargarme. Y créeme que en estos tiempos la amargura es mi comida cotidiana. Hago lo que puedo por la Argentina y Chile, estoy continuamente en viaje para ayudar la causa de esos pueblos, y el resultado es siempre igual: tristeza y amargura. Y si el presente es así, ¿cómo agregarle el pasado y volver atrás en busca de arreglos que ya nadie entiende?

Me gustaría recibir de vos otro tipo de cartas. Hay tanto de vivo y de bello en tu persona, hay tantas cosas mejores que esa vuelta atrás en que te obstinas.
Espero que Joanna esté bien. Para vos, un abrazo fuerte y el cariño de

Julio


En la vida real
.
"No soy para nada una señora inglesa", confiesa Edith Aron, y ofrece la prueba más que contundente: no le gusta la jardinería. "Las únicas plantas que tengo son dos del desierto, que justamente me trajo de regalo un amigo porque dijo que eran las únicas que me podrían sobrevivir."

A pesar de que el personaje de La Maga es considerado una figura antiintelectual, ella es una mujer muy culta cuyos programas de fin de semana suelen incluir visitas a las exposiciones de avanzada en el Instituto de Arquitectura Contemporánea de Londres o un pequeño viaje para llegar a la inauguración de muestras de amigos artistas en Berlín. Es escritora, y trabaja en las madrugadas, rodeada de un silencio absoluto. Tiene dos libros en alemán en su haber, El tiempo de las maletas y Las casas falsas, publicados por una editorial de Heidelberg. Este último es, según ella, "sutilmente autobiográfico".

"Quise incluir un par de cartas de Cortázar; le escribí a Aurora, para pedirle su autorización, y me hizo esperar como dos o tres meses, pero me la dio."

Cortázar estuvo casado dos veces después de su matrimonio con Aurora Bernárdez, pero fue a ella a quien Edith Aron le escribió la carta de condolencia cuando se enteró, leyendo el periódico alemán Die Zeit, de la muerte de Cortázar.

"Fue curioso porque ella me respondió que ambas éramos mujeres judías que habíamos sufrido mucho. Me pareció que lo decía para consolarme a mí y como un gesto de amabilidad, ¡pero ella no era judía!"

A Edith le gustan sobre todo los cuentos cortos y no se cansa de releer a Kafka, Borges y, por supuesto, Cortázar.


 ©Juana Libedinsky 
La Nación
Buenos Aires, 7 de marzo de 2004





Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984






Griselda Gámbaro: “Sigue habiendo personas generosas”, entrevista de Hilda Cabrera

Ver nota en www.pagina12.com.ar
Miércoles, 29 de julio de 2009


Griselda Gambaro ante el próximo estreno de El misterio de dar, en el Teatro Cervantes “Sigue habiendo personas generosas” La escritora focalizó, esta vez, en un caso real para crear la historia de una mujer que quiere vivir sin culpas a pesar de sus pérdidas. “La solidaridad existe y sería de cínicos desconocerla: se expresa en pequeñas iluminaciones”, sintetiza.



-->Imagen: Alfredo Srur

Griselda Gambaro afirma que “los gestos particulares producen un rescate ético”.
Por Hilda Cabrera

La historia que cuenta el monólogo El misterio de dar –próximo estreno en el Teatro Nacional Cervantes– sucedió realmente a una persona que la autora Griselda Gambaro conoce bien. De ahí la rara impresión de vida en una obra que adhiere a rajatabla al lenguaje y el clima ficcional. Un ejemplo es la escena en que el personaje de la señora Schneider observa en los rostros de la mendiga y su hijo expresiones de tristeza y júbilo, que –en su fingida conversación con los objetos que la rodean– devela su estado interior: “Así estaban esos dos en la esquina, así era la cara del chico con el ojo vendado, la tristeza y el júbilo, juntos sin borrarse, como mi dolor y las ganas de vivir...”. La mujer se dirige a un destartalado caballo de juguete con una base a balancín que perteneció a su hijo, muerto a los cinco años. En esa escena, la alegría y el dolor ajeno y propio no se neutralizan: se pegan al rostro y al ánimo, aun cuando la señora insista en hallarles comicidad –feroz a veces– a las situaciones. Sucede que esta mujer “quiere vivir alegremente y sin culpa, a pesar de las pérdidas”, según observa Gambaro en la entrevista con Página/12. Creadora de novelas y cuentos, y de piezas teatrales que siguen sorprendiendo desde la pionera El desatino –que fue novela y luego obra teatral que dividió al público y a la crítica en 1965–, la autora opina que en El misterio... se da aquello de que “la escritura es imaginación y también experiencia propia y ajena”.
–¿La observación es entonces condición básica para un escritor?
–Sin la capacidad de observar sería difícil escribir para los demás.
–¿Se anticipa a cómo será recibido un libro o una obra suya?
–Si bien no escribo para que mis textos queden guardados en un cajón, no es ése mi primer pensamiento. Sé que la narrativa pide un lector y una obra de teatro, un público; y que si la mirada del otro nos completa como persona, esa mirada es mucho más necesaria para completar lo que producimos. Como todos, espero la respuesta, que es inmediata cuando se estrena y más lenta cuando se publica; salvo, claro, que se trate de un best seller.
–¿Intentó escribir alguno?
–Creo que ni estudiando la técnica podría.
–¿Qué le atrae de un texto?
–Que sea imaginativo, rico en ideas y sugerencias, y esté bien escrito.
–En sus obras, el trasfondo social es siempre inquietante. En El misterio de dar –y a pesar del buen humor de la señora Schneider– impacta la orfandad de los personajes...
–Es que las circunstancias personales, las nuestras, reales, como las ficcionales de los personajes, están profundamente relacionadas con los aspectos sociales, con hechos que se producen fuera de nosotros y no podemos desconocer, aunque cerremos la puerta de nuestra casa. Esta señora de la obra no es indiferente al desamparo de la mujer y el hijo que piden una limosna. Ella actúa con verdadera generosidad. La suya no es la dádiva de los ricos que –cuando dan– es porque les sobra. La generosidad de los pobres tiene otro carácter: están todos en el mismo pozo, pero sienten gran bienestar siendo solidarios.
–Hoy se dice que la solidaridad ha muerto.
–El mundo es cruel, pero sigue habiendo personas generosas. La solidaridad existe y sería de cínicos desconocerla. Se expresa en esas “pequeñas iluminaciones” que se producen en la vida diaria y que no parten precisamente de instituciones, empresas ni grandes asociaciones sino de grupos pequeños y de los pequeños gestos cotidianos.
–Que a veces no se perciben, como si estuvieran a resguardo.
–Claro, porque cuando la bondad no es fingida tiene carácter secreto. Cuando se busca la ostentación es fácil desviarse.
–¿Es negativo entonces que se dé a conocer un acto bondadoso o se acepte un reconocimiento?
–No totalmente, pero diría que esos sentimientos que se hacen públicos merecen “cierta desconfiada atención”. Porque ahí la pregunta es qué tipo de reconocimiento estamos buscando, porque son muchos los que pretenden algo que supera en exceso a lo que han dado.
–¿Qué siente cuando se la premia?
–Una tiene su costado esquizofrénico y se disocia. Por un lado agradezco el gesto de los colegas y el de la gente que estimo y reconoce mi trabajo, pero al mismo tiempo una parte mía es completamente ajena al premio. Tal vez si no me lo dieran, protestaría. ¡Una puede llegar a ser muy contradictoria!
–No lo ha sido respecto de su trabajo.
–Porque la escritura es una elección de vida. Creo que cuando no escriba sobre papel, lo haré mentalmente.
–¿Le sucede?
–Sí, porque soy de las que sueñan que escriben, y además sueño que lo hago muy bien, mejor que en la realidad. A veces hago alguna anotación al despertar.
–Parece el título de una obra suya: Lo que va dictando el sueño.
–El campo surgió de un sueño.
–Títulos que resuenan, como Sucede lo que pasa, Puesta en claro, Antígona furiosa, La casa sin sosiego...
–Algunos son afortunados desde el primer momento y otros me conforman después de mucho tiempo. Me sucedió con la novela El mar que nos trajo. Los títulos van por caminos extraños. Por ejemplo: ¿qué nos dice Rojo y negro? Diría que nada especial, pero nombra a una gran novela de Stendhal y acaba siendo un gran título. Pasa lo mismo con los nombres de las personas; son afortunados por las cualidades de quienes los llevan.
–¿Cuál es su próximo libro?
–Será un volumen de cuentos que quizá complete el libro Lo mejor que se tiene, donde está El misterio de dar.
–Teniendo en cuenta El misterio..., ¿se puede hablar de un rescate de valores?
–No sé si es un rescate, pero admiro en las personas aquellos valores que han impedido que la humanidad sea una horda.
–¿Estamos en tiempo de destrucción?
–Hemos tenido muchos crímenes en nuestra historia, pero todavía los gestos de amor nos salvan de las situaciones más terribles.
–¿Los gestos individuales pueden torcer una historia nefasta?
–Los gestos particulares no alcanzan a transformar una sociedad. En ese sentido diría que son inútiles. Lo que sí producen es un rescate ético.
–¿Se inició en la escritura con poesías?
–No, empecé desde muy niña, a los diez años, llenando mi diario personal, escribiendo cartas a mis amigas y composiciones en la primaria. Nunca dejé de escribir. Esto me permitió concentrar esfuerzos.
–¿Tampoco cuando tuvo que abandonar el país?
–La dictadura había prohibido mi novela Ganarse la muerte, y nos fuimos a España. Teníamos amigos en Barcelona. En la Argentina había comenzado otra novela, Dios no nos quiere contentos, que terminé y publiqué en España. Aquella primera edición fue hecha por Lumen, pero mi conexión con España no fue ni es tan buena como la que tengo con Francia o Alemania, países en los que estrené muchas obras: El campo, Decir sí, Los siameses, La malasangre...
–¿Habrá otro estreno después de El misterio...?
–Sí, estoy terminando una más en la línea de Pedir demasiado, donde trataba el desamor en una pareja, y De profesión maternal, el conflicto entre una madre y su hija. La próxima será sobre la relación entre hermanas.




© 2000-2009 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Todos los Derechos Reservados

Esta reproducción no tiene fines comerciales.