la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Entrevista a Ana Cacopardo, periodista en movimiento: Se hace camino al andar/Por Laura Rosso, Página 12, Buenos Aires, 24 de julio de 2020




Su ciclo, Historias debidas, a esta altura un clásico de la televisión argentina, cumple dos décadas resaltando la tarea de activistas feministas que aunan sus luchas contra la impunidad y por la unión latinoamericana.


“En este momento yo tengo ganas de hablar de esperanza y de resistencia”, dice Ana Cacopardo. La palabra resistencia le gusta y encuentra esperanza en hablar de quienes intentan construir algo distinto. “Porque quienes resisten inventan otros mundos posibles”. Es egresada de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, y recuerda el territorio que la marcó aún antes de recibirse: Villa Itatí. Ahí están sus primeras experiencias en una villa y en la comunicación popular, donde conoció a monjas tercermundistas y palpó la magnitud de la exclusión y la pobreza. Ahí aparecieron los relatos de los años 70, con compañeras y compañeros que tenían la memoria de la militancia villera. “Fue un territorio que me marcó profundamente, no tanto en las búsquedas profesionales como en el camino de tomar conciencia” dice a Las12.





Ana dejó Necochea, el lugar donde nació, cuando terminó la escuela secundaria. Con el arranque de la democracia, en 1984, se instaló en la ciudad de La Plata. “Una etapa maravillosa, fue la primavera del país y la primavera de nuestras vidas. Y en mi caso fue el descubrimiento de la política. La universidad pública, las primeras asambleas, el centro de estudiantes y por supuesto el movimiento de derechos humanos”. Así moldeó su identidad política y así nacieron las preguntas, las búsquedas y las reflexiones que la acompañan hasta hoy.

Ana habla de las narrativas como parte del aprendizaje de una política y señala que hay un rasgo que tienen ciertas formas hegemónicas de la comunicación: tener que resignarse a lo que hay. “Con un condimento más: el miedo. El miedo y la resignación buscan paralizarnos en las narrativas hegemónicas. Y yo siento vitalmente la necesidad de hablar de otras experiencias, muchas veces invisibilizadas, donde se escuchen otras voces” explica.

Probablemente sean esas voces las que traen otras agendas, otras preguntas y un modo particular de abordarlas. Eso sucede en la última temporada de Historias debidas, que Canal Encuentro acaba de estrenar. Un ciclo que lleva el sello de Ana, con las atmosferas, los climas y los silencios que se cuelan en los modos de acercarse a cada historia, y donde las luchas feministas se conectan con otras luchas.

Son cuatro programas donde se tejen tramas entre los feminismos, los procesos de memoria colectiva, las luchas contra la impunidad y las resistencias al neoliberalismo. Mariana Dopazo, ex hija del genocida Miguel Etchecolatz, rompe con los mandatos de silencio y negacionismo del Terrorismo de Estado; Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, politiza las maternidades, se nombra feminista y vuelve a preguntarse cómo descifrar la herencia militante de su hijo Gustavo; Deolinda Carrizo, dirigenta del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, la organización que agrupa a diez mil familias que luchan contra el agro negocio y el desmonte; y Adriana Guzmán, indígena aymara y activista del Feminismo Comunitario y Antipatriarcal de Bolivia. “En esta temporada hay una búsqueda interseccional en la cual aterrizan los feminismos en territorios diversos y haciendo foco en qué interpela en cada uno de esos lugares”, puntúa Ana.

En sus búsquedas narrativas fue ganando peso el registro documental articulado con la entrevista de fondo. “Nunca quise perder como estrategia narrativa la subjetividad de los personajes. Siento que son dos canales que van juntos, la subjetividad y el orden de lo colectivo. Y no es un telón de fondo. Tienen la misma relevancia. Pero aún en esa búsqueda, donde el registro documental te cuenta un territorio, no quise perder la subjetividad porque es lo que trae la posibilidad de identificarnos con el otro. Nos trae la empatía y la posibilidad de encontrar la condición humana”.




¿Pensaste esa articulación o se fue dando intuitivamente?

--Me parece que lo que vamos construyendo se explica por dos palabras. Una es situarse. La relevancia de situarse en un territorio y ante un personaje, en su biografía, en sus condiciones. Y la segunda dimensión es la del vínculo, que se construye mucho antes de encender una cámara. A mí me encanta construir un documental o un programa de televisión que desate en el actor social un proceso significativo. Muchas veces siento que estos encuentros son experiencias transformadoras.

¿Qué peso tiene el feminismo en esta temporada?

--Los cuatro personajes permiten ver la potencia política de los feminismos interpelando todos los espacios. Interpelándolos de maneras distintas. Los feminismos de Santiago del Estero interpelaron a la organización, porque todo muy bien pero eran las mujeres quienes ponían el cuerpo para frenar los desalojos, eran ellas las que se interponían a las topadoras pero en el momento de las decisiones no estaban en la organización. Entonces, primera interpelación: la paridad y la participación en los espacios de decisión. Recién ahora están leyendo y desnaturalizando las violencias sobre los cuerpos de esas mujeres. Y hoy la nombran como violencia sexual, como femicidios y están litigando. Estas son las traducciones en el territorio campesino e indígena de Santiago del Estero.

¿Qué te dejó la conversación con Mariana Dopazo?

--Una de las cosas más relevantes de Mariana Dopazo es esa lucidez para no dejarse usar por los discursos de la reconciliación. Y ella es muy consciente de eso. Me dejó esto de re pensar que esa desobediencia hay que leerla en clave feminista, que es la posibilidad de ser otra cosa. Habitar desde la desobediencia el espacio elegido. Y esa desobediencia al mandato patriarcal hoy también es pensada por las pibas para desafiar otros mandatos, para sentir que pueden fundarse otros modelos de familia. Creo que tiene una cantidad de rebotes impresionantes. Esa desobediencia de estas exhijas, va mucho más allá de los procesos de memoria colectiva. Son voces no se explican sin los procesos de justicia.

Los feminismos también interpelaron los activismos indígenas. Ana recorrió Cochabamba y La Paz tras la conmoción por el golpe de estado en Bolivia y el último 8M marchó junto a Adriana Guzmán, que se nombra feminista y reivindica la noción de lo comunitario como noción política.

¿Cómo fue marchar el último 8M en Bolivia, en un contexto de tanta tragedia?

--En la cabecera de la marcha del 8M estaban esas mujeres indígenas de El Alto con su reclamo de justicia. Las mujeres cuyos hijos fueron asesinados en las masacres de Sacaba y Senkata, producidas en el contexto del golpe de estado. El 8M creció en torno a los femicidios, con la impronta de NiUnaMenos, pero ahí se tejía con esas mujeres que reclamaban por los crímenes de Estado. Ese fue el dato singular del 8M. Fue un viaje que me conmocionó en todo sentido. Hay un carácter fundamentalista que se impuso después del golpe. Y hay un racismo estructural brutal que se expresa en todos los campos. Desde coser a los heridos que llegaban al hospital sin anestesia (les decían: “Andá que te cure Evo”), hasta que te maten con balas de plomo en una manifestación pacífica. Esa fue mi gran conmoción, ver que hay cuerpos que valen menos. 

"Historias debidas", con dirección de Andrés Irigoyen, conducción y contenidos de Ana Cacopardo. Miércoles a las 21 en Canal Encuentro. Repite a los domingos a las 20. Los capítulos se pueden ver en Youtube y en la plataforma pública de contenidos públicos www.cont.ar

Fuente: Página 12




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