- Me cortaron
los cuatro tendones de la realidad y entré en la zona del pánico ¿vos te fijas?
Alejandro
Vignati habla sin apartar los ojos del río de gente que va y viene con
paquetes. Los bombillos de colores, que se encienden y se apagan rodeados de
tarjetas de Navidad y juguetería y rifas y música atosigante, tienen un ritmo
similar a sus manos, que tiemblan, suben, se quedan quietas y vuelven a temblar
y no halla con qué agarrárselas.
Su rostro tal
vez no es conocido en Venezuela, pero ¿quién no ha visto por lo menos, en una
librería cualquiera “El ocaso de los dinosaurios”, “Tercer tipo: contacto
extraterrestre”, “El triángulo mortal de las Bermudas”, “Los grandes enigmas
del cielo y de la tierra”, “El enigma de los templarios”, “La bella y la
bestia”, “El ocultismo en el tercer reich”, “Henry Miller o la alegría del
retorno” entre los otros escritos por este joven autor argentino?
Él, Alejandro
Vignati, está ahora en Caracas, con parte de sus libros a cuestas y sus obras
inéditas más recientes. Anda con poca ropa, no tiene con qué pagar el hotel y
se come una arepa o un perro caliente de vez en cuando. Todo esto como
resultado de tres detenciones en Argentina y tener que salir de su país con
doscientos dólares en el bolsillo y sin conocer a mucha gente en Caracas.
Aunque a cada rato menciona que se siente “demasiado feliz” por estar en
Venezuela, sin embargo no deja de temblar, el miedo no lo abandona todavía y de
repente pregunta, como para sus adentros, ¿no enviarán un comando a matarme?
Luego se ríe y dice: “eso quedó atrás, tengo que hacer lo que me han dicho unos
amigos: que ese año en Buenos Aires fue una pesadilla, un mal sueño, un mal
año”.
Recientemente,
Vignati logró el Premio Norte junto con Antonio Dal Masetto, compitiendo con
unos tres mil novelistas de lengua castellana. Dal Masetto envió a ese certamen
“El ojo de la perdiz” y Vignati su novela inédita “En la trastienda del
lavadero chino” . Dal Masetto se encuentra en Buenos Aires durmiendo en un
catre y comiendo día por medio: anda desempleado y no le dan trabajo así busque
empleo de ascensorista. Es lo que dice, con ganas de gritar, Alejandro Vignati.
“Yo pasé doce
años en Europa. Antes viví en los muelles del Bronx y en los puertos
brasileños. En Europa logré un gran éxito editorial en cuatro años, pero
finalmente me di cuenta de que las editoriales me pirateaban. Viví casi todo el
tiempo en España hasta que me agarró el tango y sentí deseos de volver a
Argentina. Apenas llegué note que no había trabajo para mí y lo decían
claramente.
No encontraba a
mis amigos y preguntaba por ellos, pero la mayoría ha desaparecido, están tres
metros bajo tierra... fue entonces cuando se detuvo el primer carro silencioso,
sin matrículas con tres rostros desconocidos en su interior... unos hombres
altos, con pistola, que me dijeron solamente “entra” y me clavaron los cañones
en la cabeza y la espalda. Me detuvieron la primera vez y no me dijeron por
qué. Luego vino otra detención igual, aunque más terrorífica y me salvó en
ambas ocasiones la cédula de identidad venezolana que llevo en mi cartera... la
tercera vez fue hace pocos días y me volvió a salvar esa cédula bendita... me
ayudó a salir Jorge Dáger, a quien le agradezco eso”, cuenta.
“Mira, vos
–dice- cometí el error de volver a Argentina porque viví en Europa por amor,
por amar a una mujer y por amor fue que escribí... por amor a una mujer, no a
la literatura. No soy político, nunca quise hablar de política, pero parece que
salí de Argentina por persecución ideológica. No podía estar allí porque el
terror, la falta de libertad, y esas cosas no las puedo soportar, como el resto
del pueblo, que se ha acostumbrado a ver una pistola desenfundada y a que maten
a mansalva a alguien”.
Más de dos
millones de argentinos han salido del país hasta la fecha, y el 40 por ciento
de la población está desempleada. “Los médicos trabajan de ascensoristas, los
odontólogos de plomeros, los arquitectos de taxistas... sólo los psiquiatras
tienen trabajos, porque ha dicho el obispo de la localidad de Hurlingan que ha
aumentado el índice de suicidios en la población bonaerense; gente desesperada
por miles de causas... yo que nunca creí en los psiquiatras, he tenido que ver
a uno porque ya no podía más”, se expresa el escritor y la llama de su
encendedor trata de tocar, durante varios segundos, la punta del cigarrillo. Lo
consigue. Cierra una mano, la mira y sonríe: “ya estoy mejorando del miedo ¿te
fijás?
Sostiene que las
dictaduras, y en este caso la Argentina, degeneran genéticamente a los pueblos,
porque un pueblo que no recibe sangre nueva se degenera: “Argentina será la
Esparta del Plata”, comenta.
“En Buenos Aires
hay miedo inclusive hacia el prójimo. Vos no sabés si quien está cerca de ti es
un colaboracionista, un delator que te va a interpretar mal y te va a pedir
documentos, con ese toquecito en el hombro que tanto sobresalta”, añade.
90 DÍAS PARA COMENZAR DE NUEVO
Vignati tiene
visa por 90 días y desea quedarse en Venezuela “trabajando aunque sea
barriendo, cualquier cosa”. En 1973 se ganó el premio Apollinaire de poesía.
“No le había dado mucha bola a la poesía hasta que gané ese premio. En realidad
escribo realismo fantástico o algo parecido, pero busco un lenguaje nuevo que
está apareciendo. Creo que he incorporado la tecnología a la literatura
latinoamericana... ¿sabés? Tengo los dedos que se me van tras una máquina de
escribir… ¡cómo son baratas las máquinas de escribir aquí! Quisiera escribir,
pero trabajaré en lo que sea para no volver a Argentina; aquí en Venezuela la
gente es distinta: en estas noches no tenía nada que comer y unos ciudadanos
llamados Rafael Briceño, Ramírez, Marcelino Delgado, Atilano García e Isidro
Castillo, sin saber quién era yo, reunieron dinero para que comiera tres
días... me avergüenza decir eso, pero para mí es inolvidable un gesto así.
También en el Hotel El Conde, donde estoy alojado, se han portado conmigo
humanísticamente... el gerente, y los otros empleados... yo le dije al gerente:
no me voy a escapar de noche con la valija, no se preocupe, yo no soy un
delincuente... sólo me queda mostrar mis libros
y decir: este soy yo...”.
Ediciones del
Norte, que actualmente es una de la más fuertes de Estados Unidos, patrocina el
premio que lleva ese nombre y en el cual fue uno de los ganadores Alejandro
Vignati. “En la trastienda del lavadero chino”, ha sido considerada, aún sin
editar, una novela que tendrá éxito mundial.
En ella Vignati
cuenta las cosas que le pasaron a un argentino en Río de Janeiro y en Barcelona.
Es una aventura contada con el ritmo de “una canción en el infierno”, es
violencia pura, realizada con un lenguaje que llega a cualquier lector y los
desubica.
Vignati ha
publicado varios best-sellers , entre otros: “Arde bruja, arde”, “Historia de las
sociedades secretas” y, por supuesto, “El triángulo mortal de la Bermudas”.
En 1975 superó
en ventas a Gabriel García Márquez en España y a los mejores autores del
momento. Siempre ha estado en las listas grandes de ventas y su nombre ha
circulado en los diarios y revistas de más prestigio a nivel internacional. “He
vivido de la literatura, es mi oficio, pero en realidad uno descubre que hay
editoriales que `piratean´ tus obras, que además venden más de lo que dicen...
ahora estoy en contacto con Editorial Diana de México, para publicar y
reeditar... sólo que deberé esperar hasta enero, cuando me comprarán cuatro
libros míos, que debo enviarles, y adquirir una máquina de escribir”, explica.
La gente pasa y
apenas se detiene. Ayer fue Navidad y hoy Alejandro Vignati está solo. Dice que
la soledad no le pega ahora mucho porque en Venezuela camina libremente y un
café es muy barato. Pero no hay remedio: está solo y sin un centavo en el
bolsillo. Ayer pasó el día con un sándwich de queso y un café grande. Un
cigarrillo de los que trajo de Argentina le sirve para dos ocasiones: lo
enciende, lo fuma unos instantes y lo apaga.
Toda la gloria
se reseca en sus maletas, toda la fama que ha recorrido el mundo parece escapar
por un hueco abierto en la realidad. Más bien, Vignati se topó con la realidad,
después de estar tanto tiempo viviendo en mundos que ama, que concibe en la
ficción, en la tecnología de más allá del año 2000. Es muy joven y sin embargo
tiene una producción literaria vastísima y una tendencia casi impulsiva a
seguir escribiendo, como si escribir fuese su aparato circulatorio, su eje
vital.
De repente no
entiende por qué está así en Caracas, atenazado por la impotencia y una
verdadera pobreza económica.
Habla de poesía,
de literatura, de improviso le asaltan los fantasmas de esas horas de desvelo
en las comisarías y sube la voz. Las manos tiemblan siempre. La Navidad titila.
¿Otro argentino?
–murmura alguien cerca. Otro argentino. Él no oye porque le operaron un tumor en
el oído izquierdo.
Repite que aquí
lo han tratado muy bien y pide que nombren a López del Corral, que lo recibió
con mucha gentileza. “Son todos muy gentiles... muchas gracias”.
Vignati no se
mueve de la esquina de Carmelitas observando a la multitud. Anda vestido de bluyín
y con una camisa roja. “Porque andaba con esta camisa, un policía me dijo en
Buenos Aires: “Dame tus documentos” y me acusó de puto... “Vos tenés que ser
maricón”, me dijo. Se ríe. Enciende la mitad de su cigarrillo y echa a andar
calle abajo, hacia el Congreso Nacional.
Se detiene
frente a un establecimiento donde venden máquinas de escribir y murmura para
sí, aunque se oye claramente porque su voz no anda armonizada con su audición:
Pucha... ¡sos
linda y barata!
INFORMACIÓN QUE PODRÍA INTERESAR
Esta entrevista
de Alejandro Vignati la hice comenzando la década de los ochenta. Dos años
después Alejandro murió en Caracas. En 1983 apareció muerto en un hotel. Y
transcribo este dato:
En
octubre de 1993, poco antes de su fallecimiento, el ufólogo catalán Andreas
Faber Kaiser escribió: “Tampoco puedo sacarme de la cabeza el hecho de que mi
amigo íntimo, compañero de investigación y auténtico hermano, el periodista
argentino Alejandro Vignati, sumó ahora once años de muerte no aclarada aún
hasta hoy, en un hotel de Caracas (Venezuela) desde donde estaba investigando
para mi publicación ‘Mundos Desconocidos’ los últimos experimentos
norteamericanos (…) Al cabo de dos meses escasos de su muerte me vi obligado a
suspender la publicación de la citada revista”).
Foto de Gabriela Pulido |
En 1989 obtuvo el Segundo Premio Miguel Otero Silva de novela, Editorial Planeta. En el 2000 recibió el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado cinco poemarios y nueve novelas. Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional creó la Serie José Pulido pregunta y publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas.