La contribución que en el
pasado han hecho al teatro las escritoras es relativamente escasa. El teatro es
un arte social y colectivo y la posición de la mujer en la sociedad, hasta
época bastante reciente, le ha impedido desarrollar una amplia labor en este
campo. Claro que la literatura hispanoamericana puede ofrecer brillantes
ejemplos que nieguen lo anterior. Recordemos sólo a Sor Juana Inés de la Cruz
en el siglo XVI y a Gertrudis Gómez de Avellaneda en la pasada centuria. Pero
son casos excepcionales. El teatro exige de un autor un compromiso más directo
y abierto con la sociedad. Y tuvo la mujer que conquistar una posición activa
en esa sociedad para comenzar a hacer una contribución valiosa con los textos
teatrales.
Griselda Gámbaro, en la mesa
redonda sobre las dramaturgas y la sociedad celebrada en la Universidad de
Ottawa durante la Conferencia Interamericana de Escritoras, afirmó: "La
escritura teatral es una escritura agresiva por su misma naturaleza, está hecha
para ser llevada a la escena y la escena tiene, no sólo la falta de pudor de
todo arte, donde la forma y el contenido dicen siempre 'cómo soy yo,' sino un
subrayado agregado por la corporeidad de los actores, por la confrontación
física entre lo que sucede en el escenario y el espectador que escucha y sobre
todo 've'." Partiendo de esta afirmación podría explicarse el hecho de que
la mujer haya accedido primero a la narrativa y a la poesía y que sólo en años
más recientes haya comenzado a destacarse cuantitativamente como dramaturga.
Hoy el teatro
hispanoamericano cuenta con un destacado grupo de autoras dramáticas. Este
trabajo se va a limitar a presentar a tres nuevas dramaturgas argentinas: Hebe Uhart, Diana Raznovich y Roma Mahieu.
Hacia 1969 surge en el
teatro argentino un grupo de escritores que comienza a buscar nuevos caminos
para acercarse a la realidad argentina. La Argentina vive en esos años el
proceso de magnificación del Peronismo que logra el regreso de Perón en 1972,
su elección a la Presidencia en 1973 y, a partir de 1974, el comienzo de la
destrucción de la gran esperanza que culminará en 1976 con el golpe militar y
la violencia desatada en todas las esferas de la vida nacional. La Argentina de
los años setenta se enfrenta a la destrucción de sus grandes mitos. Y el teatro
se ha hecho eco de este proceso. Las tres dramaturgas a que nos referiremos
tratan de explicar con sus obras la nueva verdad que va surgiendo y tratan de
provocar una toma de conciencia de la realidad argentina.
Hebe Uhart, nacida en 1936,
en Moreno, Provincia de Buenos Aires, no pertenece al medio teatral. De hecho
ha estado poco vinculada al teatro. Trabajó con el grupo del Teatro Payró en la
creación de una obra colectiva que en definitiva no se realizó y después no ha
pertenecido a ningún otro grupo teatral. Es maestra, trabaja como subdirectora
de una escuela y ha estudiado la carrera del profesorado en Filosofía y Letras
en la Universidad de Buenos Aires. Su labor de escritora se ha desarrollado más
en el campo de la narrativa. Ha publicado cuatro libros de cuentos y una novela
corta.
La escritura de Hebe Uhart
está lejos de la experimentación lingüística. Sus textos apuntan a una marcada
sencillez, a una aparente ausencia de complejidad. En su primer libro, Dios, San Pedro y las almas (1962), nos
presenta el mundo de la provincia, la vida de seres simples. Una nota aparecida
en La Prensa de Buenos Aires cuando
se publicó este primer libro dice: "[Son] cuadros de costumbres con sabor
pueblerino y más que pueblerino, aldeano, lo que nos hace pensar que Hebe
Uhart, la autora de este libro, no es una escritora nativa, o si lo fuera, su
inspiración resulta ajena a nuestro medio."1 Pero la propia autora ha dicho: "Una
gran parte de lo que cuento es del pueblo. Siempre escribí sobre lo que viví
muy de cerca o lo que me contaron muchas veces."2 Estos cuentos, algunos de una originalidad
poco frecuente, logran crear ese clima provinciano con profunda ternura, con un
estilo donde la simplicidad señorea. Es el campo florido donde los animales se
comportan como seres humanos, donde los hechos insignificantes de la vida
cotidiana adquieren un relieve mayor.
En 1963 publica Hebe Uhart
su segundo libro de cuentos: Eli, Eli
Larma Sabacchani3. Son cuentos que crean una mitología de lo
trivial, de lo cotidiano. Ahora la autora escribe en primera persona. Es un yo
obstinado y a la vez angustiado por un mundo que intuye no ser el que conoce.
Los personajes de su tercer libro, La
gente de la casa rosa (1972), se mueven entre el desaliento y la inocencia,
la desesperación y la disciplina. Pero ese tono candoroso, esconde una ironía,
un deseo de mostrar la fugacidad de la vida, de contrastar la complejidad del
mundo moderno.4
Una novela corta, La elevación de Maruja (1974), siguió a
los libros anteriores. Aquí es el tema de la vocación tratado con un humor poco
habitual. En 1977 apareció su último libro, El budín esponjoso, colección de quince cuentos en los que con
profunda ternura vuelve a crear su mundo de seres ingenuos que ahora no sólo
son del campo, sino también de su mundo escolar.
Dos obras dramáticas de Hebe
Uhart conocemos. La primera, Un pájaro
gris, medio gordo, de pico corto, fue estrenada en Buenos Aires en 1970.5 En
esta obra, tres amigos, en los que
el alcoholismo ha echado sus garras, llegan a la casa que ha heredado uno de ellos y en cuya fachada cuelgan un
letrero de una inexistente
"Sociedad Ornitológica." Los tres personajes van a revelarnos sus frustraciones, sus vidas sin
sentido, a través de una serie de situaciones. De los tres, uno recuerda las pasadas grandezas familiares; otro, sus
estudios clásicos; un tercero es
quizás el de más vacío interior que trata de compensar con su férrea voluntad. En este pequeño mundo, la autora logra crear
una atmósfera tenebrosa, delirante,
a ratos grotesca. De pronto, dos ornitólogos norteamericanos penetran en la casa confundidos por el
letrero de la fachada. A ellos seguirá después
una visitadora social que en un brusco cambio saldrá de ese mundo "rescatando" a uno de los
borrachos. La responsabilidad profesional de la visitadora, sus propios esquemas son vencidos por una lógica que le ofrece la
posibilidad de hacer el amor con el
joven alcohólico. La obra nos presenta un mundo en el que la agresividad triunfa sobre la posibilidad de comunicación
afectiva. Con una gran economía de
recursos nos muestra su verdad.
En 1971 Hebe Uhart adaptó
uno de sus mejores cuentos al teatro: Tiempos
Nuevos6. La obra se desarrolla en una parroquia de
Moreno, alrededor de 1960. Son los
años en que "corren vientos de renovación en la Iglesia." Sus
personajes son ingenuas beatas de la
parroquia, un viejo cura español, irritable y tozudo, un cura croata cuya pobreza corre pareja con su
ingenuidad, siempre desorientado en
un mundo que no es el de él, y un cura joven, que para asombro de las beatas habla de un Cristo
humano, alegre y vital, y que construye un
Centro Deportivo Comunal en vez de organizar procesiones. El personaje más interesante es Botznia, anciana croata
que asiste a todas las reuniones de la parroquia
no por fe, sino porque allí en invierno hay calefacción de la que carece en su miserable casa. La obra
está dividida en cinco cuadros en los que
la autora logra acercarnos a los seres, a sus problemas y contradicciones, y presenta a curas y creyentes con sus pequeñeces,
sus bondades, sus defectos, desmitificándolos.
Y todo sin perder su sencillez, con ternura y humor.
Diana Raznovich, nacida en
1945, comienza publicando dos libros de poesía Tiempo de amar (1963) y Caminata
en tu sombra (1964).7 En 1965 comenzó a estudiar
teatro, no con la idea de convertirse en actriz, sino considerándolo desde un
punto de vista total. Para Diana, el teatro es una forma de elaborar las
situaciones más traumáticas que siente en su vida.
La primera obra dramática de
Diana Raznovich, Buscapiés (1968) 8 en
tres actos, trata "de traducir a términos teatrales la problemática de un
sector de la juventud actual y de su desencuentro, no sólo con la generación
anterior, sino con los miembros de su propia generación, o en última instancia
consigo mismos." 9 La autora logra crear
personajes bien delineados —un hijo único y sus padres adinerados que lo
sobreprotegen, sus jóvenes compañeros de estudios —y recrea con acierto el
medio argentino en que ellos se mueven. Toda la dinámica de la obra está
construida sobre situaciones "donde lo que importa no se dice, sino que
emerge de lo que se dice."10
En 1971, Raznovich estrenó
en Buenos Aires una comedia musical para niños, Texas en carretilla, que es una sátira a los esquemas clásicos de
las películas del oeste americano. A esta obra siguieron Guardagente (1971), una alucinante pieza en la que un joven alquila
un armario como vivienda a un numeroso grupo de inquilinos, y Contratiempo (1973), sobre el tema de una
pareja cuyas relaciones están condicionadas por el tener; para este matrimonio los
objetos son imprescindibles para ser, y cuando pierden lo que tienen a manos de
un extraño personaje, comprueban que no son capaces de tener una relación normal,
sino que transforman al otro en un objeto. La obra no tuvo el éxito esperado,
quizás porque la autora partía de plantear lo que pensaba, de probar una tesis.
En 1968 Diana Raznovich
escribió Plaza hay una sola, que fue
estrenada en el teatro Rivera Indarte
de la ciudad de Córdoba. En el verano de 1975 la obra fue representada en la Plaza Roberto Arlt de Buenos Aires
convertida en amplio escenario, y en esta ocasión la autora consiguió plasmar
la dinámica idea inicial de representar dos acciones al mismo tiempo y que el
espectador tuviera que escoger, logrando así una constante relación entre el espectador
y los actores.
Plaza
hay una sola está integrada por siete piezas cortas
independientes entre sí y se propone desmitificar valores sociales falsos que
sin embargo son aceptados por la colectividad. Aunque las situaciones que
plantea podrían tener más amplio alcance, la autora se limita a destacarlas
dentro del ámbito argentino. La primera pieza, "Las ciudades son las
plazas de los edificios," satiriza el lenguaje pedante y lleno de
circunloquios de los funcionarios por medio de una situación que se destaca por
su humor: al orador lo convierten en estatua los empleados de la municipalidad.
En la segunda pieza, "Comunicación," eso es precisamente lo que no se
logra. Seis mujeres hablan cada una encima de la otra de un tema diferente y
absurdo. Seguirán a esta pieza: "M'hijo el pintor," la delirante
historia de un joven inadaptado a quien su padre le compra una plaza para que
pueda pintar; "Alicia en el país de las maravillas," sátira a la prensa
sin escrúpulos que aprovecha un drama individual sin hacer nada para impedirlo.
La quinta pieza, "El globo azul," está cargada de poesía con su ataque
a los prejuicios que impiden la libertad del individuo. Le sigue "La rebelión
de los padres," donde hay auténtico humor negro, y la pieza final con un
extraño título ornitológico, "Del orden de las prensoras, de la familia de
los psitácidas," y en la que con sus redes un ornitólogo mata al pájaro, a
la ilusión que vive en cada ser humano. En los últimos años Diana Raznovich ha
continuado vinculada al teatro, pero ahora aplicando su talento de dibujante a
la creación de escenografías y vestuarios.
Roma Mahieu nació en
Wloclawek, ciudad cerca de Varsovia, en 1940, de madre judía y padre católico.
Su infancia coincide con la Segunda Guerra Mundial que ella pasa entre Polonia
y Ucrania. En los años difíciles que siguen a la guerra gozará de una libertad
personal poco común que será una rica experiencia y que contribuirá a ir formando
una mente un tanto anárquica e independiente. Quizá sea esta formación la que
le ha permitido escaparse con facilidad de los parámetros establecidos por la
sociedad.11 Desde
niña ya hacía teatro. En la familia de su madre había varios actores famosos, y
en la escuela europea a la que asistió participó constantemente en representaciones.
A los diez años llega con su madre a la Argentina y se radica en Santa Fe. Allí
se hizo maestra y estudió teatro participando en los grupos de teatro
independiente.
Roma Mahieu comienza a
escribir obras dramáticas en 1973, y estrena tres años más tarde, en la
temporada de 1976, su primera obra Juegos
a la hora de la siesta, con la que ganó los premios Talía, Argentores, y
Moliere de ese año, convirtiéndose
así en el autor dramático más destacado de 1976.12
Esta autora posee una extraordinaria
capacidad para visualizar situaciones y conflictos. En cierta ocasión nos dijo: "Yo no invento nada. Lo que hago es
una recreación de la realidad."13 Y
la realidad que Roma nos presenta en sus obras dramáticas es una cara de la Argentina que muchos, sobre todo los escritores
bonaerenses, han pretendido ignorar.
Veamos esta realidad en cuatro de las doce obras dramáticas que hasta ahora ha escrito.14
En Pilar 8, Casilla 149-bis la realidad es una villa miseria donde
habitan correntinos para quienes Perón es Dios-protector y esperanza. Escrita
en 1974, no ha sido estrenada. Según la autora, es esta la única obra que ha
escrito después de hacer una investigación cuidadosa sobre las condiciones de
vida, el ambiente y el carácter de los correntinos que habitan en Buenos Aires.
Consta de dos actos en los
que vemos el doloroso cuadro de una familia: hombres y mujeres que a los
treinta años parecen viejos; jóvenes de dieciocho años que ya han conocido el
presidio y viven al margen de la ley. Vida en promiscuidad en una casilla donde
cama, roperos, cajones de frutas, televisor, tocadiscos, radio, máquina de
coser, sillas y ollas se mezclan con altares en que se venera a las vírgenes de
Itati y de Luján junto a las fotos de Eva Perón, Ceferino Namuncará y el cuadro
del Boca. La acción transcurre entre el 12 de junio de 1974, día de la última
aparición de Perón en la Plaza de Mayo y el día en que anuncian su muerte por
la televisión. Todos los personajes viven de ilusiones en un mundo falso.
Nicolasa vuelca todo su amor maternal en una muñeca a la que viste y desviste
según las circunstancias. Eulogio consigue riquezas de espaldas a la ley,
Pascuala tiene una doble vida. Y cuando el ídolo "que no se puede morir"
muere y la meta feliz que Perón les hizo soñar a miles de argentinos se
desvanece, se desata la desesperación de esos seres humanos. Tránsito, el
correntino de 31 años, jefe de la familia que habita en la casilla, muere
acuchillado cuando enloquecido él mismo comienza a repartir cuchilladas indiscriminadamente
en su villa miseria. El proceso de desilusión está marcado en la obra por las
tres apariciones de un bailarín, quien primero, con aire de inocencia, aparece
con una gran sonrisa roja, aunque en la boca tiene un rictus de ira y tensión;
en la segunda aparición ya le falta la boca y dos enormes ojos se abren sobre
un maquillaje blanco. Al final el bailarín tiene ya la cara tapada con una
media blanca.
Percusión,
pieza en dos actos, se desarrolla, igual que la anterior en una villa miseria.
Aquí Roma cuestiona también la condición humana. Los personajes son todos seres
marginados que viven en bidones de los que han hecho sus casas. Extraños entre
sí actúan con solidaridad familiar. Absurdo y crueldad se mezclan con aguda
crítica. No son tiempos pacíficos los que le han tocado vivir a esta escritora
y la violencia es un tema recurrente en su teatro. Pero Roma sabe que la
violencia ha existido desde siempre y que está enraizada en la propia condición
humana. De ahí que el tema se exprese en sus obras no sólo como un fenómeno
local y actual, sino con más ancho horizonte.
En El Benshi, obra en un acto, se desarrollan dos acciones
simultáneamente, una en la platea y otra en el escenario. Mientras en la sala dos
policías van sacando uno tras otro a cinco espectadores para golpearlos afuera
y devolverlos ensangrentados a sus asientos en inútil búsqueda de un culpable,
en el escenario se desarrolla otra escena que va a ser narrada por el benshi.
Es este el personaje que en la época del cine mudo explicaba en el Japón a los
asistentes lo que pasaba en la pantalla. Aquí el benshi actúa como una especie
de censor de la realidad. Lo que narra no tiene nada que ver con lo que ocurre
en el escenario, aunque en algunas ocasiones sus frases pueden asociarse con la
realidad argentina: "Una familia juega idílicamente mientras una horrible
nube de guerra va tapando al país."
La obra que dio a conocer a
Roma Mahieu al público hispanoamericano es Juegos
a la hora de la siesta. Estrenada en Buenos Aires en julio de 1976,
permaneció en el cartel hasta diciembre de 1977, cuando fue prohibida por
decreto de la Presidencia de la República. La edición preparada por Talía ha
sido censurada. Otra obra de Roma Mahieu, María
Lamuerte, estrenada en julio de 1977, ha sido también prohibida por la
censura argentina. Juegos a la hora de
la siesta se ha llevado a la escena también en Montevideo, Sao Paulo y
otras ciudades del Brasil, y en
Santiago de Chile. Fue escrita después de observar las manifestaciones de violencia en los niños y nos muestra cómo la
crueldad más pavorosa suele
encontrarse en sus juegos y cómo el miedo es en realidad el origen de esa violencia.
La obra está dividida en dos
actos que se desarrollan en una plaza donde un grupo de niños juega y la trama
nace de las acciones a que estos niños se entregan en sus juegos, en los que se
convierten en estatuas, soldados, sacerdotes, policías, rematadores, hasta
llegar al crimen que nos deja desgarrados. Todo el mundo lleno de normas,
prejuicios y pasiones de los adultos se refleja en las acciones de estos niños:
el afán de mando y el acatamiento a un jefe, la envidia, el miedo, la
marginación de los que no acatan las normas arbitrarias del grupo, el
resentimiento, la preocupación por el enigma de la muerte. Y detrás de todo, la
violencia que es aquí vista con ancha perspectiva universal. Con Juegos a la hora de la siesta alcanza
Roma Mahieu un lugar permanente en el teatro hispanoamericano.
La obra de las tres
dramaturgas que aquí hemos presentado es un ejemplo de que la mujer, no sólo se
destaca en Hispanoamérica entre los autores dramáticos, sino que en Argentina,
en particular, está provocando con sus textos una mejor comprensión de la
realidad.
©Martha
Martinez
University of Ottawa
University of Kansas
Spring 1980
Fuente: Latin American Theatre
Review
Notas
1. Este comentario refleja
el deseo de desconocer como argentina una realidad distinta a la del Buenos
Aires cosmopolita.
2. En Panorama (mayo 3, 1972),
62.
3. El título de la obra
significa en hebreo "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?" Es el
título de uno de los cuentos del libro.
4. La obra está precedida
por una introducción de Haroldo Conti en la que este autor destaca cómo en los
cuentos de La gente de la casa rosa,
a pesar de su aparente simpleza, "uno penetra en honduras y laberintos
donde sólo puede avanzar si se participa de la magia de su mundo."
5. La puesta en escena de
esta obra fue para la autora una grata experiencia por el sentido de trabajo de
grupo que tiene el teatro y porque le permitió salir del oficio solitario del
escritor. La obra fue estrenada en el Teatro del Centro de Buenos Aires en 1970
bajo la dirección de Laura Yusem.
6. Este cuento abre el
volumen publicado en 1972 con el título de La
gente de la casa rosa.
7. En 1965, Diana Raznovich
organizó con otras cinco mujeres poetas un espectáculo de poesía y fotomontaje
en el Teatro de Artes y Ciencias de Buenos Aires. Las guiaba un deseo de sacar
a la poesía del libro y fue muy bien recibido por el público y por la crítica.
8. Fue estrenada en el
Teatro Sarmiento de Buenos Aires en mayo de 1968 y obtuvo el Tercer Premio
Municipal de Teatro de ese año.
9. En notas escritas por
Diana Raznovich para el programa del reestreno de la obra en el Teatro
Municipal San Martín de Buenos Aires.
10. Ibid.
11. Roma ha contado:
"Yo he hecho de niña cualquier cosa. Cuando estábamos en Alemania vivíamos
en Baviera cerca de Múnich. Era región de muchos castillos y yo juntaba dinero
y provisiones durante varias semanas y después me hacía la rabona, guardaba los
cuadernos y me iba sola varios días a conocer los castillos. A los seis años
era ya muy vieja." (En entrevista grabada en Buenos Aires en julio de
1977.)
12. Ver mi artículo sobre
"Seis estrenos de la temporada argentina de 1975," Latin American
Theatre Review, 11/2 (Spring, 1978), 95-101.
13. En entrevista grabada en
Buenos Aires en julio de 1977.
14. Además de sus obras
dramáticas en uno y dos actos, Roma Mahieu ha escrito varios guiones para el
cine y ha hecho adaptaciones de obras clásicas para la televisión argentina. En
sus obras se hace patente una influencia del cine, arte que conoce bien.
Nota: Las fotos y links fueron agregados por este blog.
Hebe Uhart. "Viajar sirve para darte cuenta de cómo sos. A mí me gusta viajar, pero me gusta volver"
Verónica Boix, 13 agosto 2017, La Nación
La escritora, que acaba de ganar el Premio Iberoamericano Manuel Rojas, en Chile, describe la disciplina que demanda la no ficción y afirma: "Un escritor tiene que aprender a acompañarse a sí mismo"
Como un personaje más, Hebe Uhart cuenta historias frente a la mesa de su departamento de Almagro donde da talleres de escritura ya legendarios. En su manera de decir sencilla, los giros de astucia inesperados vuelven entrañable lo que nombra. Se muestra contenta con el Premio Iberoamericano Manuel Rojas que acaba de ganar, pero eso sí, no le da demasiada importancia: "Crítica buena tuve siempre, desde los primeros libros que saqué de joven. Era más difícil publicar en ese tiempo. No recuerdo haber tenido críticas malas, me gustaría".
Lo primero que llama la atención en sus cuentos y novelas cortas es la simplicidad de lo cotidiano que, en su voz narrativa, se vuelve capaz de contener la fuerza de la vida, del amor, de la muerte. Basta leer "Guiando la hiedra" o "Señorita" para comprender la revelación. Uhart tiene razón: ya no es una escritora marginal. Su ficción imprescindible publicada en Relatos reunidos (Alfaguara), ganó el premio a la creación literaria de la Fundación El Libro en 2010 y, unos años más tarde, los demás cuentos, por entonces inhallables, se publicaron en El gato tuvo la culpa (Blatt & Ríos). Un reconocimiento editorial tardío y necesario.
Con las azaleas y hiedras de su balcón de fondo, la mejor cuentista argentina, como dijo alguna vez Rodolfo Fogwill, habla de su amor a los animales, el tema del libro de crónicas y semblanzas que saldrá publicado este año. "Los animales están muy presentes en la vida de las personas. Me interesa la inteligencia animal, que es extraordinaria; tienen particularidades individuales como nosotros. A 40 kilómetros de Santa Rosa hay un ornitólogo, Miguel Santillán, que tiene una casa detrás de una floresta erigida en 1947 y nunca jamás pintada. Me recibe con una tabla de carne y fruta toda picadita, es para las aves; van todas a un árbol y tres veces por día les da de comer. Les da carne picada de primera calidad desgrasada. Y los chimangos, caranchos de la laguna, que está lejísimo, se vienen a ese árbol porque deben haberse contado que él da de comer".
Es claro: lo suyo es el movimiento, en la vida y en la escritura. Desde hace treinta años, Uhart coordina un taller de escritura. Una de sus alumnas, Liliana Villanueva, tomó nota y reconstruyó la experiencia de escucharla en Las clases de Hebe Uhart (Blatt & Ríos, 2015). Podría haber seguido haciendo lo que sabía. Pero, en cuanto intuyó que dominaba el relato breve con destreza, lo dejó atrás para explorar el territorio desconocido de la crónica. Sus viajes la llevaron por pueblos perdidos de América Latina; una vez más, Uhart escuchó con ese oído total que ya es un sello personal, y trazó un mapa nuevo en la serie de crónicas publicadas por Adriana Hidalgo -Viajera crónica, Visto y oído, De la Patagonia a México y en 2016 De aquí para allá, su recorrido por pueblos originarios de toda la región.
¿Qué descubre en los viajes que no encontraba en la ficción?
De repente, descubro visiones distintas a través del lenguaje que la gente plantea. Voy viendo particularidades locales, voy viendo lenguajes. Se amplía el panorama de lo que es América Latina, la comprensión de las personas. También lo he hecho leyendo, que es otra forma de viajar. Por ejemplo, en el pueblo de Diamante a la hora de la siesta llego y me voy a la orilla del río, veo una señora sentadita y entonces pregunto obviedades, le digo: "¿Usted es de acá?" Tiene una sillita y me dice: "Sí, estoy sentada a favor del río" y sigue: "¿Ve? Del otro lado está Coronda y a la noche miro las estrellas, viera cómo loquean". Es hermoso porque al decir que loquean está implicando una visión distinta, es decir, ella las ve como un universo móvil. En Victoria, cerca de Diamante, fuimos con unas señoras a una laguna y pasamos por una especie de capilla que una de ellas cuidaba. Le digo: "Qué lindas sus plantas", y me contesta: "Mucho han guapeao". Yo pensé que un guapo era alguien con un cuchillo. Para ellas, ser guapo es resistir. Aprendo cosas del lenguaje o de formas de pensar. A veces me han dado una lección.
¿En qué sentido lo han hecho?
La lengua de acá, del Río de la Plata, es fuerte. Estaba en un pueblo chiquitito de campo, Irazusta, donde te reciben todos en sus casas. Y había un chico que le estaba hablando a una vaca. Y yo, mala, quería que la dueña de la casa donde vivía me dijera que ese chico era oligofrénico. Yo no me acerqué mucho, el chico hablaba largo con la vaca, qué sé yo que le decía, y me dijo: "Pobrecito, es faltito". Acá decimos oligo, el lenguaje nuestro es fuerte. Y, en Río de Janeiro, había un negocio de novias y las madrinas tenían trajes. ¿Viste los dibujos de las nenas de siete años, que hacen una pollera y le ponen mariposas y flores? Bueno, era una cosa así. Yo quería hacerle decir a la empleada que era recargado. La respuesta fue tajante: "¿Y acaso el matrimonio no es una ilusión?". Muchas veces me encuentro con la horma de mi zapato.
Suele decir a sus alumnos del taller: "A mayor libertad de pensamiento, mayor disciplina".
Eso se lo saqué a Nietzsche. La disciplina asociada a la libertad implica que cuanto más alto volás más disciplinado tenés que ser. Cuanto más ficción hacés, más control tenés que tener para que resulté verosímil porque se te va al disparate.
¿Y es necesaria también la disciplina al escribir no ficción?
Sí, otra disciplina. En la crónica hago una mezcla que queda más o menos unitaria, concilio la parte histórica con la real. Las pautas te las da el material y el material siempre es nuevo. Cada crónica es distinta porque me crea una nueva forma de encararla. Es como las personas, cada una crea una forma de acercarme. Con la práctica se aprende a acercarse a las personas. Acercarse a las personas quiere decir no lesionarlas, hablarles de cosas que tengan que ver con ellas. Como ahora que estoy haciendo animales y gente. Me voy a la plaza de Almagro y me encuentro con personajes. Había un dueño desaforado, el perro era como él, ¿viste que se parecen? El perro no sabía si correr a las palomas o ir detrás de otros perros. Y él parecía un personaje de esos que hace mil oficios y los deja todos.
Justamente, el humor aparece en muchos de sus relatos.
En la vida de la gente hay cosas que me producen gracia, me gusta lo que veo. El humor es un resto. También me he reído de mi misma. No todas las crónicas me salen bien. Una vez llegué a Tapalqué, cerca de Azul, y en la estación de micro no había nada, sólo un señor que estaba hablando con la chica de la boletería. ¿Viste que se nota cuando hace mucho tiempo que alguien está hablando? En ese tiempo estaba buscando refranes porque un señor de Pergamino me había dicho que Tapalqué engendraba refranes. Uno te lleva a otro. Les pregunto si había algún hotel y me contestan de mala gana que no. Entonces ahí, nerviosa y ridícula, les digo: "A mi me dijeron que este es un pueblo que engendra refranes". Y me dice muy negativo: "El que le dijo eso estaba mamado". Y la chica, más gentil, me dice que podía ir a la casa de una mujer. Voy y era una casita limpita, blanquita; una señora alegre me pregunta si yo iba por comercio. Le digo: "No, refranes". Me miró con una cara de desolación como si le hubiera dicho drogas. Me dice: "Yo de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa". Para decir algo, ya consternada, le digo: "¿En qué trabaja, señora?". Y me contesta: "En mi casa". Me fui en taxi a un café y el taxista: "Hábleme bien de este lado que soy duro de este oído". Transcribí todo y me rajé para Azul esa misma tarde. ¿No es gracioso?
Sus historias en apariencia comunes muestran una capacidad extraordinaria frente a las sorpresas de la vida.
Lo que pasa es que la crónica, como la definió Caparrós, es la voz de los que no tienen voz. Voz tienen los políticos y los artistas, la gente mediática. La crónica es ir a buscar gente que no está registrada ni por el periodismo ni por la televisión, que lleva una vida común y eso es interesante. La crónica hace que te intereses por seres, paisajes o situaciones que antes no te interesaban. Esa mirada lo vuelve interesante.
¿De qué manera logra captar lo extraño en personajes que el resto ve como convencionales?
Un escritor está siempre en sus personajes, te tenés que colocar un poco en el lugar del otro, sino no podés comprenderlo.
¿Y qué piensa de la literatura del yo, más centrada en lo autorreferencial?
No creo que sea aconsejable hablar siempre de uno mismo. Hay una escritora norteamericana, Lydia Davis, que he dado en talleres, que habla del yo epidérmico. Es el yo de todas las dificultades, el yo más inmediato. Siempre estás disconforme porque la silla es dura o porque las mangas son largas o el agua no hierve cuando vos querés. En los talleres digo que hay que tratar de superar esa disconformidad, sino no podés escribir. Si te molestan muchas cosas, estás siempre pensando en lo que te molesta, ¿sí o no? Estás pendiente de todos esos pequeños detalles. Es decir, tenés que olvidarte de lo que te hacen las cosas a vos.
¿Cómo se supera esa dificultad?
Una se acostumbra a eso. Flannery O'Connor hablaba de un estado de ánimo a media rienda. No estar ni demasiado exaltado ni deprimido. Es decir, las personas que tienen grandes oscilaciones de humor tampoco pueden escribir. Un deprimido no puede escribir porque eso se contagia al material, ves todo gris. Si estás demasiado exaltado, ves todo extraordinariamente importante, y no es todo igual. La mayoría de las cosas que sirven para escribir, sirven para la vida. Lo que tiene que aprender un escritor es a acompañarse a sí mismo.
¿En qué consiste ese acompañamiento?
Acompañarse a sí mismo es esperarse. Pensar: "Ahora no me sale pero después a la tarde me va a salir. Voy a esperar y me va a salir". En realidad el que escribe son dos: uno que tiene el material y otro que acompaña. Puede acompañarse bien o rebelarse. Todos tenemos obsesiones parciales. Si me agarra la obsesión, yo no escribo. Lo mismo ocurre con cualquier actividad de la vida. Pensás: "Me baño a la mañana o a la noche", "con ducha o inmersión". Esa actividad mental eterna nos come un montón de vida, ¿sí o no? A mi me come un montón de vida; cada vez que tengo que pasar un texto a la computadora hago ese proceso. En verdad, el asunto es empezar. Detrás hay aprehensión, hay miedo, por eso lo vas postergando. Lo mejor es ir, lanzarse y hacer algo. Sino te quedás meditando una vida.
Resulta curioso que prefiera la acción frente a la meditación a pesar de su formación en filosofía.
Bueno, no sé en qué medida la filosofía puede tener que ver con la obsesión. No, la filosofía no tiene que ver con la obsesión. La obsesión es lo que te pone los dos extremos, vos te perdés el medio. Te quedás en ese, me baño o no me baño, me siento o no me siento, como ensalada o papa. Bah, bah, bah. Más o menos es igual todo, salvo lo que te haga mal,¿sí o no?
¿De qué modo juegan las obsesiones en su escritura?
No sirve en la escritura porque en la escritura tengo que estar pensando, en una crónica, en algo que leí, vi o visité. No rinde la obsesión. Por ejemplo, todo lo que se plantea en relación a los géneros tiene que ver con eso, te preguntan qué es lo que escribís. ¿Y qué importa? Llamale género chorizo, no importa, todo el tema de los géneros se presta a la necesidad de encasillar, siempre te va a llevar a un desastre. Dejá abierto y dejá fluir. Eso también tiene que ver con definir un género antes, vos hacés lo que te parece, después el género se definirá, se dirá. Ahora los géneros se están mezclando todos.
¿Y cómo va aprendiendo a escribir?
La escritura es algo comunicable. Creo que tiene razón Mansilla cuando dice que la mayoría de los argentinos no valoran lo que escribe Fray Mocho y prefieren a los españoles que escriben de manera más retórica, más lindo, ¿viste? Yo suscribo lo que escribe Fray Mocho porque escribe como habla y yo escribo como hablo. Ese es el estilo argentino, escribir más cerca de lo que se habla. Es interesante: Mansilla inaugura el estilo argentino de decir lo que le parece. Es una linda cosa nuestra de desprejuicio, que sé yo, de no mirar con prejuicio.
En ese sentido, ¿reconoce su obra como argentina?
Puede ser que yo haya asumido que soy de acá. Coetzee dice que nuestros modelos en literatura son todos europeos, nosotros somos indianos, somos coloniales. Ellos son el centro del universo y nosotros somos de afuera. La prueba está en que cuando la gente va a Europa no se permite dormir la siesta ni ebria, ¿sí o no? Viajar te sirve para darte cuenta de dónde estás parado y de cómo sos. A mi siempre me gustó viajar, pero siempre me gustó volver.
Biografía
Hebe Uhart nació en Moreno, provincia de Buenos Aires, en 1936. Estudió filosofía en la UBA, fue docente y desde hace 30 años da un taller de escritura. Es autora de relatos breves y crónicas de viaje. Escribió, entre otros, Relatos reunidos, Viajera crónica, Visto y oído y De aquí para allá.
Fuente: La Nación
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Diana Raznovich está convencida de que "un soplo de buen humor derriba barreras"
Mercedes Bermejo, Público, 21-01-2011
Convencida de que el humor es un buen arma para derribar barreras y que con una sonrisa es más fácil acercarse a asuntos como la violencia machista, la dramaturga y dibujante gráfica argentina Diana Raznovich publica "Divinas y Chamuscadas".
La creadora, que se inscribe en la tradición historietista de su país con nombres tan conocidos como Maitena, Quino o Liniers, asegura que en esta nueva entrega ha intentado dar "una vuelta de tuerca" a asuntos que tienen que ver con la mujer, como las desigualdades o la violencia de género, pero también a otros tan actuales, como la crisis económica.
Porque esta artista, que asegura que cuando concibe una idea ve inmediatamente la imagen que le puede acompañar, se atreve en este nuevo trabajo, editado por Hotel Papel y precedido por "Mujeres pluscuamperfectas" y "Sopa de lunares", a retratar de forma satírica a "quienes son los responsables finales de esta crisis".
Y como ejemplo el protagonista de una de sus viñetas dice: "Nadie se preocupa por los 15.000.000 que he perdido en la bolsa de Tokio, pero todos están preocupados por los 200 miserables euros que le he bajado de sueldo a mis empleados".
No sólo la crisis económica preocupa a esta creativa, nacida en 1945 en Buenos Aires, Raznovich también reflexiona sobre asuntos actuales como las investigaciones abiertas por casos de pederastia en la Iglesia Católica.
"Cuestiono la doble moral de la Iglesia", afirma la creativa, que ilustra su pensamiento con la siguiente viñeta protagonizada por un prelado: "El aborto es pecado mortal. Los preservativos son pecado mortal. La pederastia... una travesura sin importancia".
Pero si por un tema es conocida Raznovich, quien se asentó en España en los años setenta, es por su lucha a favor de los derechos de las mujeres.
Además de la publicación de viñetas, la creadora argentina ha participado en el diseño de varias campañas de sensibilización como la que le encargó la ex ministra de Igualdad Bibiana Aido.
"La ministra Aido -recuerda- me convocó a hacer cuatro millones de posavasos contra el tráfico de mujeres, y yo traté de buscar el lado humorístico para que los jóvenes no consumieran prostitución ejercida por mujeres en manos de las mafias clandestinas".
"Abordar estos temas son muy duros, pero a la vez son un desafío", afirma la dibujante que apuesta por el humor como instrumento para "derribar barreras".
"Si arrancas una sonrisa te acercas mucho más a la gente", dice la artista que llegó al mundo gráfico desde la dramaturgia. Esa experiencia, asegura, le facilita observar la realidad en "escenas", al tiempo que también le sirve para ejercer su crítica humorística y social.
Su amor por la literatura, que nació cuando descubrió "Alicia en el país de las maravillas", nunca la ha abandonado y prueba de ello es que en las dos próximas semanas estrenará una pieza en Ciudad de México y mantiene en la cartelera de Buenos Aires su obra "Jardín de otoño".
Pero sin olvidar una amplia trayectoria en el teatro que le ha llevado a recorrer tanto América como Europa, Raznovich se muestra ilusionada con su actual proyecto de publicar una novela gráfica que se centrará en "los exilios".
"Los exilios a los que se ve sometida la humanidad por culpa de las dictaduras me interesan mucho", afirma Raznovich, de ascendencia judía y quien abandonó su país por la dictadura militar argentina.
Sin embargo, la creadora no quiere centrarse en la historia reciente de su país, sino también en otras realidades como la que viven los emigrantes que tiene que cruzar África y llegar a Europa en busca de oportunidades de trabajo.
No obstante, precisa, "no querría perder mi cuota de humor" al enfrentar el género de la novela gráfica, en el que, indica, observa una enorme "apertura" y "fusión".
Y pone como ejemplo "Persépolis" -la obra gráfica de la iraní Marjane Satrapi en la que la propia autora relata cómo creció en un régimen fundamentalista islámico-, que define como "una maravilla".
Con la vista puesta en la exposición que inaugurará el próximo 11 de marzo en Buenos Aires, en el Museo de la Mujer, Raznovich concluye que en todos sus trabajos su punto de partida son las personas a las que le gusta "observar" y "fotografiar" con la "máquina" que lleva dentro.
Fuente: Público
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Estreno de "Juegos a la hora de la siesta", de Roma Mahieu
El País, España, 1 mayo 1980
La cooperativa de actores Teatro de la Peste presentará hoy, jueves, en el teatro Lavapiés, de Madrid, la obra Juegos a la hora de la siesta, de la escritora polaca nacionalizada argentina Roma Mahieu, bajo la dirección escénica de Domingo lo Giudice. Está interpretada por Francisco Javier Pascual, Lucía González, Alfonso Gayo, Armando Ruiz-Valdepeñas, Irene Piñal, Miguel Moreno, Belén Berlín y Francisco J. García, con escenografía y vestuario del grupo.
Desde su estreno, en 1976, en Buenos Aires, la obra Juegos a la hora de la siesta se ha representado en Brasil, Montevideo y Santiago de Chile. En Argentina, con representaciones durante dos años y medio, obtuvo los premios de la crítica y a la mejor obra nacional.
Juegos a la hora de la siesta es una metáfora de la realidad a través de los juegos de unos niños en un parque. A lo largo de la obra la autora pretende reflejar las relaciones del medio social en el desarrollo del juego, entre el niño-adulto que juega y la finalidad de sus acciones
Roma Mahieu declara que es su primera obra y la escribió en una sola noche. «A pesar de que sus protagonistas -interpretados por adultos- son niños de cinco a ocho años y un retrasado mental adolescente, es decir, que también tiene una edad mental infantil, está concebida pensando en el mundo de los mayores. El universo de los niños se me impuso por si mismo porque descubrí que sólo ellos actúan con la necesaria espontaneidad y franqueza».
Fuente: El País
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