Alma Ingianni |
A pocas
horas de tu aniversario, lanzo al espacio tu foto y una luz. Pa'que mires
pa'bajo. Pa'que recuerdes tus afectos. Para que sepas que viva sigues, acá,
allá, donde quieras. Alma. Alma libre.
Si por allá ves a Isaac, dile que necesito una conversaita con él. Si te encuentras a José Ignacio, o Carlos G, o a Gilberto, o a mi maestro Gené diles que el vacío es muy arrecho. Que nuestro teatro se llena de luces que no entiendo, de páginas en blanco, de mucho silencio.
Sabes Freddy se fue para allá hace poco... Qué elenco podría montarse, amiga. Qué elenco.... Lo pienso y me siento extraño... Es como que el tiempo pasa y uno dice: "se borró una página". Se lee en el "no sé" de una nueva generación.
Es otra lectura. Otros protagonistas. Otras letras. Poco a poco nos vamos deshojando los que nos gusta leer en papel y tenemos que imprimir la página de Word. Poco a poco, el tiempo pasa, y nos convertimos en un cansado "Había una vez... " que nadie quiere oír. Y sabes, poco me importa, muy poco me importa: Me basta cerrar los ojos y recordar nuestras conversaciones de desayuno, o la maqueta de "La Honesta persona de Sechuán", o el cigarrillo apagado en el café de José Ignacio o... o.... para que el tiempo pase bonito...
A pocas horas de tu cumpleaños, cuando nos preparábamos entre Marta, tu y yo a ver quién llamaba primero, te mando estas palabras llenas de amor...
Te recuerdo. Te quiero, Te admiro. Te extraño....
Psicólogo,
Dramaturgo, Director
Caracas
25/1/2013
Querido
Rubén:
Me
pides que te hable de Alma!! No sé cómo hacerlo. Por lo general estos escritos
siempre implican que uno hable bien de la persona que se ha ido: nunca
discutiste con ella, nunca hubo un sí y un no... Todo lo “bueno” se resalta, y
la persona se torna ideal... Si eso es lo que esperas, desde ya te digo que no
lo haré. Eso me aburre, y Alma lo aborrecería.
Alma
era humana, tan humana... en el sentido de tener todas esas virtudes y defectos
que hacen adorable y terrible a cualquier persona. Nosotros corríamos entre
esos dos polos. Nacidos el mismo día, conjurábamos ese espíritu acuariano de
“solos contra el mundo” para hacer y deshacer en nuestras conversaciones
diarias. Sí, diarias. Alma y yo hablábamos todos los días entre 7:30 y 8:00
a.m., a pesar del desayuno de Miguel. Bueno, hablábamos hasta que nos
peleábamos. Peleábamos, nos reconciliábamos. Ella no me perdonaba no haber
protagonizado “Los Puentes Rotos”, y yo rezongaba por la herida por haberme
quitado la dirección de “Savannah Bay”. Pero a pesar de eso, allí estábamos,
apoyándonos, cuidándonos mutuamente en el complejo mundo de Marte TV.
Si
bien nunca pudimos trabajar juntos en teatro, en TV sí trabajamos bastante.
Cómplices para tantas escenas. Cómplices para sobrevivir. Ella “me cuidaba” en
los sets; yo la “cuidaba” en los castings y en los libretos.
Ahora
me doy cuenta: nos cuidábamos. Sabíamos que no pertenecíamos a ese mundo de la
televisión, que estábamos allí por tantas otras razones que no eran
precisamente arte, lidiando en el día a día con la mezquindad de un medio, que
poco a poco se convirtió en patrimonio de la mediocridad de un género. Nuevas
“primeras damas” de la actuación, desplazaban a las veteranas. Actrices de la
talla de la misma Alma, Betty Ruth, y Gladys Cáceres, comenzaron a ser de
soporte de estas nuevas figuras, muy bien conectadas, porque, como decía un
nuevo gerente – para aquel entonces – de TV: “la pantalla no admite arrugas”;
refiriéndose por estas a experiencia, trabajo constante, estudio, tablas,
teatro. Si, teatro.... de verdad!.
Alma
y yo nos mirábamos. Ambos sabíamos que las nuevas actrices no tenían, no la
mitad de la trayectoria artística de ella y sus compañeras, y aun así, había
que callar por aquello del salario mensual. Bueno, tratándose de Alma era un
callar relativo. Ella callaba mientras no se metieran con el personal obrero de
la planta, o abusaran de los figurantes. Entonces sí decía. Entonces su fama de
“conflictiva” (es decir, la de aquella persona que no sabe callarse ante lo que
considera injusto) salía a relucir.
Escribo
esto y mil recuerdos vienen a mi mente.
La
extraño, sabes. Ayer mismo en la mañana iba a tomar el teléfono para llamarla.
Inmediatamente recordé que ya se había ido. Alguien me dijo una vez que estamos
prestados en este plano, que cuando lo que venimos a hacer se cumple entonces,
hay que levantar vuelo... Como una gaviota. Sobre el mar de la existencia.
Hacia el horizonte de la eternidad. Bajo el cielo de nuestros sueños.
Entonces,
Alma... Entre las páginas de “La Rosa Tatuada”. En el repicar de mi teléfono al
amanecer. En una carcajada en el mercado, entre el yogurt y los tomates, que no
son buenos para el ácido úrico. Detrás de la página de cultura de El Nacional;
molesta por no haber sido invitada a un estreno, preparando el café guayoyo,
mientras me recriminaba: “Ché, terminá de desayunar y me llamas, que no te
entiendo nada de lo que dices”. Alma, al amanecer. Alma, y “te dejo porque
Miguel se va”, y un “te llamo más tarde”, y hacerlo para comentarme una frase
de metafísica. Y trancar para rezar el Padre Nuestro; y volver a tomar el
teléfono para quejarse que no sabía nada de Gonzalo, su querido amigo Gonzalo Velutini..., y para decirme que había mandado al infierno a.... No, eso no lo
digo. Eso se queda en mi recuerdo de “te lo digo a ti que sé que no se lo vas a
decir a nadie”; se queda en el eco de “que tengas feliz día”, y “un besito,
sabes”. Y lo que más disfrutaba, Rubén, los 26 de Enero:
-
“Feliz Cumpleaños, Johnny”.
-
“Feliz Cumpleaños, Alma”
-
Te gané. Este año te llamé yo primero...
-
Ja... Ja... Deja que llegue el próximo.
Caracas
5/6/2005
Texto
publicado en la biografía de la actriz Alma Ingianni, "Alma por Alma" de Rubén Rega, editado en Uruguay en 2008