Parque del Este. Foto Archivo Fernando Tábora
Aterro do Flamengo,. Foto Archivo Fernando Tábora
Parque del Este. Foto Archivo Fernando Tábora
Fernando Tábora. Foto Archivo John Stoddart
Aterro do Flamengo. Foto Andrés Manner
Fernando Tábora, izquierda; Burle Marx, Julio César Pessolani y John Godfrey Stoddart, con el plano general del Parque Naciones Unidas, Río de Janeiro,1960. Foto Archivo Alejandro Pietri
Foto Archivo Fernando Tábora
La constatación de una vacío
de información sobre uno de los períodos más creativos en la carrera de Roberto Burle Marx fue lo que me inspiró a escribir este relato. Este fue el largo
período entre 1955 y 1965, durante el cual, apareció y se disolvió la Roberto Burle Marx y Asociados.
A través del texto, explico cómo se constituyó un equipo formado por Roberto
Burle Marx, Mauricio Monte, Julio César Pessolani, John Godfrey Stoddart y mi persona. La mayor parte del tiempo el equipo impuso una mística a sus intereses
personales y el resultado fueron dos obras que hoy perduran por sus cualidades
excepcionales: El Parque del Este en Caracas, Venezuela y el Aterro do Flamengo
en Río de Janeiro, Brasil. Estos espacios urbanos han sido apropiados
profundamente por las comunidades a quienes sirven y además han trascendido el
su significado como logros de la Arquitectura
Paisajista internacional. La mayor parte de los actores que
participaron en estos hechos ya han desparecido, sin embargo he podido reunir
los testimonios de dos de los miembros del equipo: John Godfrey Stoddart en
Caracas y Julio Pessolani en Río de
Janeiro que permanecen activos y me han permitido reconstruir con mayor
fidelidad lo que mi memoria había dejado en el olvido.
Hay proyectos en los que el
programa está definido desde el primer momento, donde las partes involucradas
han establecido referencias a parámetros inamovibles. Pero algunas veces, hay
metodologías que dejan a la imaginación opciones de perderse por senderos
desconocidos, que incentivan la creación, y que logran a través de ese
ejercicio soluciones que no se ciñen a ninguna pauta tradicional. Esta opción
fue la que, por un azar, generó el Parque del Este. Las circunstancias que en
este caso permitieron que se abrieran estos caminos de libertad, se deben al
momento tan peculiar que Venezuela estaba experimentando. El país, forzado a un
ingreso violento a la modernidad, no balanceaba el torrente de acciones que se
realizaban en todos los campos, y el pasado tenía poco peso, en una inercia
imparable hacia el futuro. En el caso del diseño arquitectónico, jóvenes
profesionales, en su mayor parte formados en el extranjero, en las mejores
universidades, regresaban al país. El auge económico había propiciado el acceso
a esta educación y Venezuela, como un niño que ha crecido demasiado rápido,
necesitaba ropa nueva, no importando mucho el estilo. Sin embargo, es necesario
resaltar la enorme influencia moderadora, que aportaron personalidades como
Carlos Raúl Villanueva y Carlos Guinand Sandoz, debido a su sólida base
cultural; especialmente en un momento en que la atracción ejercida por el poder
económico de Venezuela, había concentrado principalmente en Caracas, a cientos
de profesionales extranjeros relacionados con el diseño y la construcción. Cada
oficina de arquitectos venezolanos contaba con profesionales de gran
experiencia venidos de Europa y Sudamérica, que aportaron sus conocimientos en
el área del diseño, y en muchos casos, extensivos a la docencia. El otro
aspecto era el de la mano de obra, donde se destacaban italianos, españoles y
portugueses. A corto plazo, hicieron posible la organización de equipos capaces
de construir lo que estaba siendo proyectado a niveles muy actualizados.
Foto Archivo Fernando Tábora
En Venezuela, el paso de una
economía agrícola con una tradición de más de 400 años a una minero industrial
esencialmente petrolera, había generado una mentalidad “desarrollista” dominada
por la ingeniería. Para el venezolano de ese momento la ingeniería era mucho
más comprensible, dado su convivencia con las técnicas introducidas por la
extracción del petróleo. Las pocas voces en defensa de los valores
tradicionales se ubicaban en áreas que de cierta manera, no participaban en esa
ola de cambio, pero que estaban siendo amenazadas por su dinámica. Tal era el
caso de los defensores de la naturaleza, cuyas raíces estaban profundamente
establecidas en la historia venezolana. Ellos han sido y continúan siendo la
contrapartida más válida a la transformación irreflexiva del ambiente,
condicionante principal de la calidad de vida de una población, en todos los
niveles sociales y sus actividades. En
1956 la idea de un parque para la ciudad de Caracas no encontraba eco entre
dirigentes del proyecto para un nuevo país. Se deduce entonces la facilidad con
que se aceptó que los terrenos expropiados en 1950 para la construcción de un
parque pasaran a ser utilizados para la instalación de la Exposición
Internacional de Caracas, una feria internacional. Esta
sería, al igual que la creada en la Argentina de 1946 por Perón y Evita, destinada a
destacar en el mundo, los logros del gobierno y la modernidad alcanzada por el
país. La Exposición
en Argentina se desarrolló en las calles y plazas de Buenos Aires, mientras que
la Exposición
de Caracas estaría concentrada en un área de alrededor de 170 ha, incluyendo lo que
hoy es la Base Aérea La Carlota. En su concepto se
incluirían la avanzada modernista, representada por la arquitectura por
Alejandro Pietri, alumno de Bruce Goff, discípulo de Frank Lloyd Wright. Por lo
tanto, era totalmente opuesto no sólo a la corriente Bauhaus, Le Corbusier y
Alvar Aalto que dominaban los estudios de la mayor parte de los arquitectos
venezolanos, sino también a la corriente “ambientalista” de larga tradición en
el país. Esta corriente, con figuras
como Arturo Eichler y Henri Pittier, era representada en este caso por Carlos Guinand Sandoz, conservador como
arquitecto, pero de vanguardia respecto a la necesidad de integración entre el
diseño arquitectónico y la naturaleza a través de la arquitectura paisajista.
La Exposición de Caracas,
además de mostrar los adelantos logrados en la ingeniería y la industria del
petróleo, contaría con los típicos pabellones extranjeros y sería acompañada de
una muestra de la flora y fauna nacional. En ella se haría mucho más énfasis en
la fauna, para lo cual, desde un comienzo se pasó a planificar la recolección
de los peces a cargo del biólogo Fernández Yépez, y los ofidios a cargo del
doctor Luis Rivas Larrazábal. Se incluían también colecciones de aves y
mamíferos para los cuales sólo existían instalaciones muy precarias ya que
hasta ese momento no se había elaborado un Plan Maestro que detallara todo el
programa de la Exposición. La
dirección de la ejecución del proyecto correspondía al ingeniero Ibrahim
Velutini, quien respondía directamente al gobierno del general Pérez Jiménez.
Carlos Guinand actuaba como
coordinador del Plan para las áreas exteriores, lo cual incluía las
instalaciones para los animales que formarían parte de las exhibiciones en la Exposición. Sin
embargo, el énfasis del proyecto estaba centrado en los elementos
arquitectónicos, dejando en segundo plano cualquier otro aspecto que no
estuviera relacionado con este objetivo. No es de extrañar que uno de los
elementos inicialmente proyectados por esta área fuera un acuario monumental en
forma de canasta. El arquitecto
Alejandro Pietri le dedicaba especial dedicación dado que, por la
originalidad de su forma, destacaría como uno de los hitos más importantes del
evento.
La indefinición en cuanto a
las áreas exteriores se debía a que, la arquitectura paisajista era una
actividad desconocida para la mayoría de las personas involucradas en el
proyecto. Carlos Guinand era la excepción en el grupo, además tenía serias
reservas sobre los aspectos ideológicos en que se basaban los objetivos de la Exposición. En
1956, el Plan Maestro que debía definir la estructura del conjunto no estaba
totalmente establecido, y permitía la introducción de nuevos elementos que
hasta ese momento no parecían prioritarios. Esta situación había retrasado el
estudio de las áreas exteriores del conjunto, lo cual facilitó la inclusión de
Roberto Burle Marx y sus socios.
(…) Burle Marx no se
encontraba en su país y a mí me tocó coordinar y, más tarde, asistir junto a él
al encuentro en Caracas en septiembre de 1956.
(…) El gobierno provisional
del Contra Almirante Larrazábal, decidió descartar la Exposición y no tenía
un plan para utilizar los terrenos de la misma. (…) La intervención del
ingeniero Luis Rivas, hasta el momento encargado de los ofidios para la Exposición y amigo
personal del ministro de Obras Públicas, el ingeniero Leopoldo Sucre, fue vital
para convencerlo del enorme potencial que esa área tendría para la ciudad si se
destinaba a un parque. Esto cambió la
actitud del nuevo gobierno, quien procedió a nombrar al arquitecto Carlos
Guinand Sandoz, para que se hiciera cargo de la transición entre el antiguo
proyecto y el nuevo programa, consiste en la creación del mayor parque urbano
hasta entonces propuesto en Venezuela.
La actuación de Guinand
comenzó por consolidar ante todo la propiedad del área del futuro parque.
Varios ministerios se adjudicaban ya derechos sobre diferentes sectores,
haciendo peligrar el objetivo principal del nuevo proyecto. Guinand tuvo éxito
en su cometido, salvo por los terrenos que habían pertenecido al antiguo
ferrocarril que llevaba al área vacacional de Los Chorros. El tren tenía una
estación al sur oeste del futuro parque, área que fue invadida para construir
viviendas marginales. Rómulo Betancourt, presidente de la República en ese
momento, y Jóvito Villalba, quien lo acompañaba en una visita, cedieron a la
petición de los ocupantes, y enviaron ayuda, en forma de material de
construcción, formalizando así el barrio (villa
miseria) de San José, incrustrado en la Urbanización La
Floresta. Hasta hoy, tenemos un barrio con edificaciones de tres pisos y
ventanales de cristal y aluminio que miran sobre el Parque. El otro problema,
que no se resolvió y que afecta a su integridad, es el no haber ejecutado la
opción de compra que el gobierno tenía sobre los terrenos alrededor de la sede
de la antigua hacienda propiedad de la familia Díaz. (…)
EL
CONCEPTO DE DISEÑO Y LA ELABORACIÓN DE
UN PLAN MAESTRO
Vista aérea de la construcción de Parque del Este. Foto Archivo Fernando Tábora
La gran diferencia al pasar,
del proyecto de paisajismo de la Exposición
Internacional Caracas 1960 al del Parque del Este, reside en
que por primera vez en su ejercicio profesional Burle Marx, esta vez apoyado
por sus socios, iba a ser responsable de la totalidad de un proyecto a escala
metropolitana. Esto quería decir que los
aspectos urbanísticos, arquitectónicos y de infraestructura, además de la
arquitectura paisajista, eran responsabilidad del equipo. (…) La consecuencia
favorable en esta ocasión, fue la unidad en el concepto de diseño que
caracterizó al proyecto, en el cual los únicos elementos ajenos al control del
equipo fueron el Planetarium, del arquitecto Carlos Guinand Sandoz y la Concha Acústica, proyecto de la
oficina del arquitecto Julián Ferris, junto a sus colaboradores, los
arquitectos Jaime Hoyos y Carlos Pons.
Desde un comienzo se definió
al Parque como recreacional, con énfasis en lo contemplativo, cultural y
didáctico, reduciendo el aspecto activo a los juegos infantiles y actividades
en áreas no demarcadas como canchas y destinadas a los deportes más populares,
softbol y futbol. El automóvil quedaba excluido del ámbito del Parque y
reducido a estacionamientos periféricos. Esta decisión fue objetada por muchos
que auguraban un fracaso del mismo, por no aceptar lo que era uso común de la Venezuela petrolera, el
automóvil todopoderoso. Esto determinó que desde el inicio, se planteara la
existencia de un circuito de transporte interno o trencito, que se encargaría
de conducir a los visitantes, desde los estacionamientos e ingreso principal a
todas las áreas del Parque. El aspecto didáctico se apoyaría en las colecciones
de flora y fauna venezolanas, que formaban parte del proyecto de la Exposición y que en
general, con algunas excepciones, serían incorporadas.
(…) La mayor preocupación
desde un comienzo (…) era la imagen que caracterizaría la relación del Parque
con la ciudad. Este aspecto era favorable ya que gracias a la topografía, la
avenida Francisco de Miranda tenía en su transcurso frente al área del parque,
la cota más alta, que coincidía con la mayor área despejada en el sentido
norte-sur. Esto permitiría crear un punto de acceso con visuales que dominaban
el espacio abierto más importante. Se
descendía desde la ciudad después de haber abandonado el tráfico, el ruido y la
contaminación, y al voltear sentirse conectado al gran paisaje del valle de
Caracas, teniendo al Ávila como telón de fondo, lo cual era nuestro objetivo
principal.
En este acceso se dispusieron
los elementos con mayor carácter arquitectónico: Pórtico de Acceso, Plaza
Mayor, los Patios, un restaurante y, en un comienzo, El Museo del Hombre, que
más adelante fue eliminado del programa…
(…)
Fuera del área de acceso se
plantearon cuatro tipos de espacios: el primero destinado a establecer la
relación del parque con sus linderos. El concepto era integrar visualmente, por
todos los medios posibles, el área al gran paisaje que constituyen el Ávila y
las serranías del sur del valle de Caracas. Gracias a medios naturales se
esconderían los elementos que impactaban negativamente las visuales de los
usuarios. En este sector se incluyeron todos los servicios, tales como
estacionamientos, talleres para el mantenimiento, viveros de aclimatación y
producción de plantas, e instalaciones para el personal de mantenimiento,
seguridad y control.
El segundo espacio
correspondió al desarrollo de las actividades deportivas formales pero sin el
establecimiento de canchas, para lo cual eran necesarias extensas áreas de
grama, planas y rodeadas de vegetación.
El tercer espacio, se definió
como aquel que circundaba al área de bosque y en el cual se desarrollarían las
actividades recreacionales más complejas. En ellos se incluirían los aspectos
contemplativos, los juegos infantiles, los espacios para picnic y las mayores
oportunidades para la observación del paisaje y el ejercicio, libre del aspecto
formal de canchas deportivas y en contacto con la naturaleza. En este espacio
se ubicarían también algunos elementos que cubrirían los objetivos didácticos
que se proponían para el Parque, tales como el Planetarium (….), el jardín
xerofítico y el umbráculo, para el cual existe hasta hoy el área
reservada. Dentro de este espacio se
ubicarían los dos lagos más importantes, al norte el de las colecciones de las
plantas acuáticas y al sur el recreativo destinado a los paseos en
embarcaciones ligeras.
El cuarto espacio
correspondió a la zona del bosque, principalmente de bucares (Rythrina
poeppigiana) que en un tiempo pasado sombrearon la plantación de café de la Hacienda San José. En esta área
se desarrollaron los programas con más interés didáctico conformados por las
colecciones de plantas y las instalaciones para las exhibiciones de la fauna.
EL
EQUIPO DE APOYO EN LA EJECUCIÓN DEL
PROYECTO
Es de vital importancia
referirse en este caso a la organización que hizo posible la existencia del
Parque y que comienza con la persona
de Guinand. Luego apoyada por una Comisión Asesora Ad-Honorem, nombrada por el
Gobierno Central en 1958, para coordinar todo lo concerniente al proyecto y su
ejecución. Dicha comisión estaba formada por notables venidos de diferentes
áreas que representaban con sus opiniones un apoyo en lo técnico y científico,
asegurando además la independencia respecto a lo político y lo económico.
El
arquitecto Gustavo Wallis, autor de grandes proyectos de edificios públicos,
William Phelps Jr., destacado por su trabajo en ornitología y expediciones
científicas, los ex ministros Enrique Tejera y Santiago Hernández Ron, que aportaban
su experiencia en el manejo de las relaciones interinstitucionales y los
señores Eduardo Mendoza Goiticoa y Armando Planchart, ambos relacionados con
importantes sectores de la empresa privada, permitieron la continuidad
necesaria en el largo período que llevó la conclusión del Parque del Este.
En
el caso de la Exposición,
el ministerio encargado había sido el de Fomento. Con las nuevas autoridades
esta responsabilidad pasó a ser del Ministerio de Obras Públicas, el organismo
ejecutor más importante de la
Nación para la época. La contratación de Roberto Burle Marx y
Arquitectos Asociados C.A. fue directamente con este organismo, tanto en cuanto
al proyecto como a la supervisión de la ejecución, lo cual como ya vimos, nos
obligó a mantener una oficina permanente en Caracas. Gradualmente este nuevo
lugar de trabajo fue restando importancia a la oficina de Río de Janeiro en la
producción de los planos del proyecto.
(…)
El área responsable por la vegetación, la más cercana a Burle Marx y su equipo,
contó desde un comienzo con la participación del botánico Leandro Aristeguieta,
quien fue la cabeza de todos los trabajos de esta área, secundado por tres
horticultores: Louis Longchamp, Karl Wendlinger y Dante Bianchi.
Louis
Longchamp fue traído desde Suiza por el arquitecto Guinand para que lo
asistiera en sus experiencias de aclimatación de plantas autóctonas, y para que
además, se encargara de la parte comercial de su vivero, ubicado anexo a su
residencia en Los Chorros. Longchamp
dedicó su tiempo al Parque en las tareas de recolección de especies en el
interior del país, y a la tarea de formar personal en el área de la
reproducción de plantas. Karl Wendlinger, alemán contratado inicialmente por el
Jardín Botánico de Caracas, desde el Jardín Botánico de Munich, para luego
dedicarse a su vivero “Matas Raras” al cultivo y reproducción de plantas
excepcionales. En el Parque fue el encargado de la recolección de las especies
destinadas a los lagos y a preparar el material destinado al Umbráculo que no
llegó nunca a construirse. Dante Bianchi, italiano formado en horticultura en la Universidad de Bolonia
y que en Venezuela contribuyó entre otras cosas, a construir los jardines
diseñados por nosotros para el promotor y gran mecenas del arte, Inocente
Palacios, dedicó luego su gran conocimiento a la organización de los viveros y
preparación de personal destinado al mantenimiento de las áreas plantadas del
Parque del Este.
(…)
La forma en que se incorporaron los obreros a los trabajos del Parque tuvo
rasgos insólitos. La Junta
de Gobierno presidida por el Contra Almirante Larrazábal había decretado un
plan de emergencia Nacional, que consistía en pagar la suma de 16 bolívares
diarios a toda persona que se inscribiera como desempleado. Esta medida
netamente populista contribuyó a que se produjera un enorme éxodo del campo
hacia las ciudades y en especial a Caracas. Así fue como un día 300 personas se
presentaron para trabajar como obreros en las oficinas del Parque. Entre ellos
había muy pocos que tuvieran habilidades de acuerdo con el trabajo a realizar,
pero se tenía la obligación de aceptarlos. Guinand organizó una encuesta para
saber con quienes se podía contar para los diferentes frentes de trabajo en la
obra, consiguiéndose un buen equipo en el área de la construcción (…) El resto
era una masa en gran proporción analfabeta, conformada por campesinos y gente
con oficios que no tenían nada que ver con la obra: sastres, dependientes de
negocios, y vagos. Iniciar una obra en estas condiciones se presentaba como una
tarea nada fácil.
(…)
LAS EXPEDICIONES EN BUSCA DE PLANTAS
Y ANIMALES
Neni Tábora y Ligia Aristeguita
"...Ligia y Neni como si estuvieran en un fin de semana
la playa..." Foto Archivo Fernando Tavora.
Si
hubo un momento en el proceso de diseño y construcción del Parque del Este
donde se juntaron las emociones de sus creadores (….) fueron las expediciones.
(…)
Los
lugares seleccionados para las expediciones comenzaron con los Parques
Nacionales que estaban relativamente cercanos: Henri Pittier (Rancho Grande),
Guatopo y El Ávila. La riqueza de la
flora y fauna venezolanas en esta región permitían el descubrimiento de
especies de plantas y animales que eran de especial interés para la facultad de
Ciencias y el Instituto Botánico de la
UCV, con quienes estas expediciones también estaban
asociadas.
Entre
las excursiones de esta primera fase, hubo una que se caracterizó por reunir el
mayor número de participantes de todas las áreas del proyecto. Fue programada
para recorrer la carretera desde el Hatillo, para la Fila de Turgua, hasta Santa
Lucía en los Valles del Tuy. El invitado especial era el botánico inglés Mr.
Taylor, venido desde Kew Gardens, y una de las autoridades mundiales para la
clasificación y estudio de los hongos en los ecosistemas tropicales. Me refiero a él en primer lugar porque fue el
protagonista de los sucesos que explico a continuación. La expedición se había
organizado en dos vehículos, el primero de Billy y Kathy Phelps, en el que
viajaban Burle Marx y Guinand y el segundo de Karl Wendlinger, que tenía como
acompañantes a Mr. Taylor, Aristeguieta, mi esposa Neni y yo. La carretera era
de tierra, llena de curvas y atravesando un área muy montañosa. Esta región
tenía interés para Katty y Billy Phelps por las posibilidades de observar
muchas especies de aves, además de la flora, que querían mostrar a Burle Marx.
Wendlinger en cambio manejaba a una
buena velocidad, repitiendo un estribillo que decía: “puro monte”, y que
podíamos traducir como “para qué diablos vine yo a este lugar, donde no hay
nada que me interese”. Nosotros tratábamos de identificar infructuosamente lo
que veíamos pasar a toda velocidad, cuando un “¡¡¡Stop the car!!!” surgió de la
garganta de Mr. Taylor. Nos miramos atónitos unos a otros pensando que algo
horrible le estaba pasando, hasta que lo vimos descender del vehículo y
dirigirse con determinación a un punto en el medio de un matorral, desde donde
regresó radiante con un hongo en sus manos.
Este
no fue el incidente curioso de esta expedición, ya que una vez instalados en un
simpático hotel en Santa Lucía, nos encontrábamos reunidos en grupos comentando
los resultados del viaje y nos preparábamos para el almuerzo. Kathy y Neni
dialogaban sobre la efectividad de unos ejercicios ideados por el escritor
inglés Aldous Huxley para mejorar la vista observando el sol. Esto iba
acompañado de unos movimientos que Kathy explicaba a Neni, uno de los cuales
consistió en una súbita carrera a través del hotel, que fue imitada por Neni;
pero lo que no esperábamos como observadores fue ver pasar a Burle Marx hecho
una flecha dando un salto acrobático acompañado de alaridos que todos tuvimos
que aplaudir especialmente Guinand y los Phelps que conocían el histrionismo de
Roberto.
Más
adelante en lo que podríamos llamar la segunda fase, se seleccionaron lugares
poco conocidos, pero que prometían encontrar plantas y animales que serían
únicos si se incorporaban a los ambientes del Parque. Así fue como surgieron
expediciones al Sur del Lago Maracaibo, de donde Burle Marx regresó exultante
con su gran trofeo, la Heliconia Maríae.
También se llevaron a cabo expediciones al Delta del Orinoco y la
Sierra de Imataca, los Llanos del Alto Apure y la
Gran Sabana, entre muchas otras de menor
envergadura, pero igualmente fructíferas en cuanto a lo que aportaron.
(…)
BRASIL, LA CIUDAD UNIVERSITARIA,
EL DISTRITO FEDERAL, BRASILIA Y EL “PARQUE DO FLAMENGO”
Foto: Luciana Leal
Antes
de continuar con la descripción de las obras del Parque del Este, me parece
indispensable regresar a lo acontecido en Brasil desde mis inicios, ya que
nuestro trabajo en Venezuela y Brasil se complementaban estrechamente. Para
comenzar, mi asistencia en septiembre de 1951 a la Primera Bienal de São Paulo
como estudiante de Arquitectura, me permitió visitar en Río la primera etapa de
la Ciudad Universitaria
en la Isla de
Fundão, el Instituto para la
Puericultura y Pediatría, y en São Paulo al arquitecto Rino
Levi y la obra del gran hospital general que había proyectado. También conocí a
la pareja de arquitectos Prochnik y Sisson, pero lo más importante fue mi
relación eterna con Brasil, encontrar a la que sería en el futuro mi esposa
Neni Salvini.
Neni Salvini. Foto Archivo Fernando Tábora
(….)
En
Río de Janeiro por un período que cubriría estas tres fases, fue elegido para
el cargo de gobernador del nuevo estado de Guanabara el periodista Carlos
Lacerda. El momento era el de la ejecución de grandes obras para la ciudad que
se venían construyendo como compensación por la pérdida que significa para su
estatus económico y político, el cambio de la capital federal a Brasilia. Entre
estas obras estaban: el Metro, la extensión de la Av. Atlántica en Copacabana
ganando terreno al mar, grandes túneles facilitando la comunicación entre el
norte y el sur de la metrópoli y un relleno sobre la bahía de Guanabara, en el
área de Flamengo. En esta obran se
incluirían pistas que permitirían el flujo de vehículos entre el centro de la
ciudad y las densas áreas de Botafogo y Copacabana. Las 100 hectáreas ganadas
al mar se transformarían en un parque público que, al mismo tiempo, estaría
equipado con las playas artificiales más extensas y de mejor calidad, que
reemplazarían a las que habían sido eliminadas por el relleno.
Carlos
Lacerda contaba para este proyecto con la colaboración de su gran amiga María Carlota de Macedo Soares, “Lota”. Mujer extraordinaria por su energía y
cultura, quien presidiría y coordinaría al Grupo de Trabajo compuesto por:
Burle Marx y socios, como diseñadores del “Parque do Flamengo”; como asesores y
diseñadores en los aspectos de arquitectura y urbanismo: los arquitectos
Affonso Eduardo Reidy y George Machado Moreira, destacados profesionales con
los cuales Burle Marx había colaborado (….) Más adelante participaría en el “Aterro
do Flamengo” el arquitecto Lucio Costa, a quien Lota encargó el diseño del
Monumento a Stacio de Sá, navegante portugués fundador de Río de Janeiro.
Inicialmente las reuniones de trabajo se llevaban a cabo enel apartamento del Gobernador ubicado frente al futuro proyecto. El dinamismo contagioso que imprimían Carlos Lacerda y Lota contribuyó a que desde las primeras reuniones se iniciaran los estudios para establecer el carácter del parque. Sea analizó desde el inicio su interacción con los proyectos viales de las autoridades que manejaban la infraestructura urbana, la SURSAN.
El "Aterro Do Flamengo" formaba parte de una propuesta de remodelación urbana del arquitecto Reidy que abarcaba dos aspectos: el diseño urbanístico de un amplio sector totalmente nuevo del centro de la ciudad, ocupano el espacio liberado por la demolición del Morro de Santo Antonio y el segundo, un relleno sobre la Bahía de Guanabara aprovechando el material surgido de este demolición. El área comenzaba en el aeropuerto Santos Dumont y terminaba en el sector Morro da Viuva, para luego continuar enlazando a las pistas y jardines de la playa de Botafogo, proyecto en que Burle Marx había participado con el diseño de todos los jardines. Dentro del área estaban incluidos el Museo de Arte Moderno y el Monumento al Soldado Desconocido, una Bahía artificial destinada a ser un puerto deportivo de acceso libre, sin las restricciones de los clubes privados existentes en los sectores de Botafogo y Urca y a continuación, las playas y el Parque.
(...)
Foto Andrés Manner
Las interferencias entre vialidad, playas y puerto, así como la elaboración de un programa en el cual pesaban las actividades deportivas abiertas a toda la población, nos fueron confiadas y los resultados fueron materia de discusión casi diaria con Lota, Reidy, Jorge Moreira y a veces el gobernardor. Las perspectivas que realizé para ilustrar la imagen que deseábamos del Parque frente a Lota y el gobernador, muestran un mínimo de vialidad aceptable para su existencia.
(...) pero sirvió como punto de partida al ser apoyada por Reidy, Lota y el Gobernador, consiguiendo que SURSAN revisara su proyecto después de meses de arduas discusiones y aceptase las dos pistas como la solución final.
De ahí en adelante Lota nos consideró como el equipo de apoyo más efectivo. Se refería a nosotros como "os meninos", que le resolvían todos los problemas que estaban fuera del alcance de Burle Marx, quien estaba totalmente concentrado en la vegetación. Este aspecto presentaba graves restricciones debido al alto contenido de sal del relleno y la mala calidad de los suelos aportados (...)
(...) Lota había determinado que la arquitectura estaría a cargo de Reidy y George Moreira, los juegos infantiles entregados a la sicóloga Ethel Bauser Medeiros y la arquitecta María Hanna Siedlikowski, la iluminación a cargo del ingeniero norteamericano Richard Kelly, quien propuso una solución genial con postes de 40 metros de altura reemplazando los cientos de postes propuestos por las soluciones tradicionales. La dirección del vivero y la reproducción de plantas quedó a cargo del botánico Luiz Emygdio de Mello asistido por la gran amiga de Burle Marx, Magú Leao.
(....)
Foto Andrés Manner
Todas estas decisiones y especialmente el diseño de los playgrounds, propuesta por Ethel Bauser Medeiros representaban para Burle Marx el total desconocimiento de su maestría. Esto no tardó en convertirse en un enfrentamiento entre dos personalidades muy fuertes, Lota y Burle Marx, que condujo a la larga a una ruptura dividiendo al grupo de trabajo. Lota aplicaba lo que había aprendido en Estados Unidos, nada de improvisación, atribuyendo cada aspecto del proyecto a los profesionales más idóneos, pero estaba en Brasil, donde Burle Marx ya era un mito. Circunstancias políticas adversas iban a trabajar contra ella, pero antes sucederían una serie de hechos que... (....)
(....) En esta condición pasó a dirigir a un grupo de jóvenes arquitectos que acompañaron el proyecto hasta la muerte de Lota. Ella había dedicado sus últimos esfuerzos a la creación de una Fundación que se hiciera cargo de la administración del futuro Parque. De esta manera evitaría que cayera en manos de los burócratas y políticos del momento, que no valorizarían los conceptos de diseño allí representados. Estuvo a punto de lograrlo, pero la salida de su apoyo político, el gobernador Lacerda, que en realidad nunca la apoyó con franqueza en este aspecto, y el poco interés del Gobierno Central, contribuyeron a que esta iniciativa no prosperara. Sin embargo, tiempo después, el Aterro do Flamengo al igual que el Parque del Este, pasó a ser parte del Patrimonio Cultural de la Naciòn.
(...)
Cuando
iniciamos los estudios para concretar un Plan Maestro para el “Aterro do
Flamengo”, nuestro bagaje estaba formado en gran parte por la experiencia
venezolana. Esta tenía la ventaja de haber sido totalmente construida y no los
resultados de un planteamiento teórico. Como ejemplos de la transposición de
estas experiencias está la aplicación de la topografía modificada en los
estacionamientos arborizados, y de completa libertad del peatón con respecto al
automóvil.
En
el Museo de Arte Moderno, Reidy había resuelto el acceso peatonal desde la
ciudad, por un elegantísimo puente curvo hecho posible por la maestría del
calculista Sydney M.Santos. En nuestro caso la experiencia de movimientos de
tierra con maquinaria pesada, que habíamos adquirido en Venezuela, nos
permitiría resolver el cruce de las pistas. Puentes esbeltos apoyados en
colinas artificiales ubicadas en las islas definidas por el trazado de las
pistas. Esto facilitaría la ubicación de la vialidad peatonal sin perder las
vistas del mar y utilizando estos espacios largos y estrechos como parte del
parque. De esta manera se solucionaba el acceso a las canchas deportivas y
playas, que formaban parte del programa. En un solo punto se estableció un paso
por debajo de las pistas, pero no en forma de un túnel como la solución que
fracasó en Botafogo, sino un amplio espacio de 14 metros, que en ningún
momento daría la sensación de encierro, sino que por el contrario, siempre
transmitiría la libertad de estar en el parque.
Las
diferencias de este proyecto con el del Parque del Este eran evidentes. El
automóvil, que en este último había sido marginado, aquí dominaba grandes
áreas. La recreación, prioritariamente activa, utilizaba la mayor parte de los
espacios libres con canchas de futbol, que en este caso, siguiendo nuestro
principio, no tenían dimensiones oficiales para evitar la
profesionalización. Así mismo estos
espacios eran ocupados por canchas de basquet y pistas para aeromodelismo, una
cancha de tenis y sobre todo las playas. Estas, a pesar de exiguas, podían
congregar grandes masas de gente, siendo el acceso al Aterro completamente
libre. Todos estos elementos distanciaban a este parque del objetivo
recreacional pasivo y didáctico del Parque del Este. Este aspecto, en forma muy
limitada, encontró un nicho dentro de sus 100 hectáreas. Sin
embargo, existieron elementos comunes a ambos parques, tales como los
estacionamientos arborizados, las agrupaciones de palmas, arbustos y árboles
para estructurar espacios, los senderos peatonales utilizados para servicios y
vigilancias, y en un momento el transporte interno de los visitantes a través
de un trencito, así como las grandes formas de bancos, lugares de estar y
lagos.
Burle
Marx y Asociados no iban a tener todo el control del proyecto como en Caracas.
Lota había determinado que la arquitectura estaría a cargo de Reidy y George
Moreira, los juegos infantiles entregados a la sicóloga Ethel Bauser Medeiros y
la arquitecta María Hanna Siedlikowski, la iluminación a cargo del ingeniero
norteamericano Richard Kelly, quien propuso una solución genial para postes de 40 metros de altura
reemplazando los cientos de postes propuestos por las soluciones tradicionales.
La dirección del vivero y la reproducción de plantas quedó a cargo del botánico
Luiz Emygdio de Mello, asistido por la gran amiga de Burle Marx, Magú Leão.
Fragmento de su libro
Enero 2007
Editado por:
Texto reproducido con el
permiso de la profesora y poeta Neni Tábora, a quien damos las gracias por permitirnos
difundir un material tan valioso como éste.