En
el contexto del posible enjuiciamiento a Augusto Pinochet, la novela Cena con un perro rojo de Sonia M.Martin, obra ganadora del Premio Literario Letras de Oro 1996, otorgado por la Universidad de Miami, constituye
un antecedente literario fundamental acerca de la posición de un importante
sector de intelectuales sobre el destino de los victimarios de una de las más
crueles dictaduras que haya conocido la historia de América Latina. Años antes
de iniciarse los procesos en contra de Pinochet, la escritora chilena Sonia M.
Martin, en su novela Cena con un perro rojo, ponía en tela de juicio la
propuesta de la “Reconciliación Nacional” que constituyó uno de los estandartes
de un sector político chileno tras el retorno a la democracia en ese país. En
parte, la reconciliación promovía, a través del lema del “perdón”,
desestructurar los intentos de enjuiciamiento a quienes participaron en los
crímenes de secuestros, torturas y asesinatos durante el régimen de facto.
Pero, aún cuando la historia la escriben los vencedores, en Chile los vencidos
han luchado por reivindicar la memoria colectiva de un período que muchos
querían dejar en el olvido. En este sentido, Sonia M.Martin, narradora,
periodista, poeta y dramaturga, expresa en su obra parte de ese sentimiento colectivo
que, de manera persistente y especialmente impulsado por el protagónico papel
de la mujer, ha logrado hacer de la memoria la mejor arma en la historia de un
país donde la injusticia y la violación a los derechos humanos delineó la
política interna durante dieciséis años.
Cena
con un perro rojo
relata el retorno de dos exiliados chilenos, Bárbara y Simón, tras más de una
década de ausencia de su país. Sus años de exilio, vividos en Venezuela, les
han aportado un bagaje cultural distinto que les permite visualizar la realidad
de Chile desde una perspectiva más amplia y más crítica que la de sus
coterráneos, y desentumecida del miedo que parece propagarse como la niebla
marina en esa larga faja fronteriza del Pacífico. Con una extraordinaria
capacidad de crear atmósferas, la voz autorial se interna por diversos lugares
que dan cuenta de un amplio registro social del país que en la novela aún se
encuentra bajo el régimen dictatorial. A cada paso, Bárbara, el personaje
central, comienza a vislumbrar que, tras la aparente resignación que reina en
algunos hogares, la conciencia sigue despierta y entreteje en silencio su
participación activa en contra del régimen, en particular a través de las
mujeres quienes, en muchos casos, toman la iniciativa para confrontar a la
dictadura llegando, inclusive, a inmolarse a fin de hacer justicia. En este
sentido la obra de Martin apunta también hacia una crítica al patriarcado
chileno que encuentra en la dictadura su mayor expresión, pero cuyas raíces
pueden trazarse a lo largo de la historia de ese país tal y como lo demuestra
la incansable labor de personajes como Pastorcita, quien se ha encargado de
recopilar tesoneramente toda la información acerca de Echeverría, uno de los
líderes militares del régimen cuyos atroces errores e injusticias personales en
el pasado han delineado las desgracias de sus descendientes, entre ellas el
incesto entre dos de sus hijos, Valeria y Josef. La irresponsabilidad paternal
de Echeverría bien podría conformar una metáfora en torno a un Estado que no ha
querido asumir el papel que le corresponde en la dirección del destino de un
país. Desde antes del régimen militar, Echeverría ha sido una imagen
persistente en el panorama nacional, violando en silencio y abandonando a sus
hijos a la deriva. En esta perspectiva el incesto emerge como una metáfora de
esa irresponsabilidad del Estado-masculino que, como consecuencia de su
ineptitud y de su desidia, llevó a Valeria y a Yosef a cometer incesto. Se
trata de una aguda crítica desde la perspectiva de género, en cuanto se le
adjudica al hombre, principal protagonista de la historia política chilena, una
insalvable cuota de responsabilidad en el destino al que llega ese país a
partir del derrocamiento y asesinato de Salvador Allende en 1973. En este
sentido, la novela revaloriza el papel protagónico de los sectores
tradicionalmente marginados en la sociedad chilena, entre ellos las mujeres,
las comunidades indígenas y los artistas e intelectuales en su lucha por
revindicar tanto sus derechos como los de otros sectores tradicionalmente
victimizados por los regímenes opresores o marginados por la cultura hegemónica
patriarcal. La solidaridad entre ellos es crucial para contribuir al proceso de
depuración del sistema. Es el caso de Lientur, un sabio anciano mapuche quien
orienta a Bárbara en la definición del papel que desempeñará como intelectual
en la lucha contra la dictadura al ayudar a denunciar las atrocidades del
régimen. A través de Lientur y de su familia, Martin incorpora diversos
elementos mágico--religiosos de la comunidad mapuche en la novela, los cuales
son articulados como hilos invisibles gracias a la presencia femenina. Es la
madre de Lientur, una machi —piache o chamana— quien le enseña a él los
secretos y misterios del chamanismo mapuche, y es Lientur quien se los hereda a
su nieta Rocío. El contacto con esta profundidad psíquica es también el que
ayuda a Bárbara a encontrarse a sí misma para poder liberarse de sus traumas y realizar
una labor concreta en el bando de la resistencia. Esta percepción implica
ponerse en contacto con los misterios del inconsciente a fin de que emerjan a
un nivel consciente, pero haciéndolo desde una perspectiva cultural propia,
fundada en las raíces ancestrales de una comunidad que conoce, mejor que nadie,
los avatares de la historia del país. En cuanto al papel de la mujer, la
mayoría de los personajes femeninos en la novela son los que participan de
manera activa contra el régimen. Entre ellos se destaca Consuelo, quien, tras
sus refinados modales de dama de la clase alta y de sus caros gustos de
coleccionista de arte, lleva a cabo una importante labor en contribuir a salvar
la vida de los perseguidos políticos de la dictadura. Por su parte, Sandra,
Manuelita y Lidja, tres artistas víctimas de Echeverría, se inmolan asesinando
a su verdugo con el fin de ejercer una justicia que, de otro modo, no parece
llegar. De esta manera la escritora Sonia M. Martin apunta hacia la
participación activa de esos sectores que no deben dejarse entumecer por el
miedo o por la pasividad a la que se les intenta arrojar tratando de
marginarlos de los procesos sociales y políticos, liderizados tradicionalmente
por la presencia masculina.
Otro
importante rasgo de Cena con un perro rojo es la sostenida presencia del
elemento poético que, al entrelazarse con las tradiciones y leyendas culturales
chilenas, contribuye a transformar las abstracciones ideológicas en signos
concretos dentro del contexto político de la novela. El mar, por ejemplo,
conforma una fuente de purificación, de libertad y de reencuentro con las
raíces. En sus aguas transita el Caleuche, barco fantasma que, según las
leyendas aparece y desaparece como por arte de magia, y que está habitado por
marineros y artistas quienes festejan con algarabía en alta mar atrayendo a
otros que están por morir y que renacerán a otro plano de la existencia cuando
suban a bordo, para sumarse a la festiva eternidad de la otra vida. Caleuche es
una palabra de origen mapuche que significa “transformado en otro ser”,
connotación que Martin recrea con gran agudeza y originalidad en su novela al
otorgarle a este barco fantasma un papel fundamental como fuente de rescate de
los perseguidos y desaparecidos del régimen militar, gracias a la labor
ejercida por los intelectuales y artistas que lo conducen por el Pacífico. Para
participar en ese proceso es necesario, en el caso específico de los artistas e
intelectuales, “transformarse en otro ser”, renacer en la lucha política a fin
de asumir una responsabilidad para navegar en las aguas de la libertad. En este
contexto, los exiliados que suben al barco, como Bárbara, asumen un papel
igualmente liberador al contribuir a denunciar las atrocidades del régimen en
el exterior. Esta perspectiva revaloriza el papel de los exiliados a quienes,
inclusive en algunos sectores de la izquierda chilena, se les ha visto con
recelo. Es importante señalar que, gracias en parte a la labor desarrollada por
muchos exiliados en diversos países del mundo, se facilitaron tanto las
denuncias en torno a las violaciones a los derechos humanos y a los crímenes
cometidos durante el régimen de Augusto Pinochet, como el trabajo de
solidaridad internacional que permitió salvar vidas y liberar a muchos presos
políticos. Cena con un perro rojo revaloriza la participación de quienes, en
muchos casos, tuvieron que salir del país para poder salvar su vida y la de su
familia. Asimismo, la obra de Sonia M.Martin expone y desarrolla, a través de
un discurso literario de gran profundidad poética, una de las mayores
preocupaciones de quienes fueron víctimas del régimen militar de Augusto
Pinochet: la importancia de hacer justicia porque sin ella no es posible la
reconciliación. Para Martin, la fuente primordial de la justicia es la memoria,
sobre la cual se funda la voz de los vencidos que no se resignan al olvido.
©Dra.
María Angélica Hernández Mardones
Licenciada
en Comunicación Social, Universidad Central de Venezuela.
Licenciada en Letras,
Universidad Central de Venezuela.
Master en Español y Portugués, Washington
State University.
Doctorado de Español y
Portugués, Universidad de Stanford, California.