la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Por amor al arte, artículo de Claudio Nazoa





          


En estas horas confusas, difíciles y alocadas que vivimos, sólo los artistas pueden salvarnos. Los artistas están dando la cara por Venezuela.

Nunca se verá ni escuchará que un artista vaya preso por corrupción o por hacerle daño a alguien.

El artista vive para el bien, para hacer feliz a la gente que se asoma a su arte.

El artista expele libertad, creación, imaginación, amor, talento, expresividad, humor, ternura, poesía y música.

En cada artista, hay un poquito de otros artistas, no importando la especialidad a la que cada uno de ellos se dedique. Así, en un hermoso cuadro de Jacobo Borges, podríamos escuchar la música de Antonio Estévez o de Andy Durán.

En un poema de Aquiles Nazoa, podríamos deleitarnos con la espléndida voz de Alfredo Sadel, estremecernos ante la intensa voz  de Violeta Alemán, o disfrutar los colores de un cuadro de Alirio Palacios o Mateo Manaure.

Cuando Cayito Aponte o William Alvarado, interpretan el aria de una opera, podríamos ver bailar a Sandra Rodríguez.

Cuando Saúl Vera toca la bandola, no es raro ver a Miguel Otero Silva y a Rómulo Gallegos, riendo e intercambiando textos y cerca de ellos, escuchar la voz de Julio Garmendia, contando historias de su tienda de muñecos.

Cuando Teresa Carreño toca el piano acompañada por el violín de Pedro Antonio Ríos Reyna, podemos ver de cerca a la otra Teresa, a la de la Parra, leyéndole a Ifigenia Las Memorias de Mamá Blanca.

Cuando el sapo Graterolacho, entrañable amigo, desde el cielo escribe su Camaleón, podemos escuchar a Cheo Hurtado y a Miguel Ángel Bosh, tocar el cuatro, mientras el Juan de Pedro Emilio Coll, continúa tentando sin parar su diente roto.

Cuando El Pollo Brito canta, leemos la poesía de Andrés Eloy Blanco y escuchamos al inolvidable Balbino Blanco Sánchez, recitando de Aquiles La Balada de Hans y Jenny: “Verdaderamente, nunca fue tan claro el amor como cuando Hans Christian Andersen amó a Jenny Lind, el ruiseñor de Suecia...”

Cuando Gustavo Dudamel dirige, vemos a Regulo Pérez y a Carlos Cruz Diez, llenando con trazos de luces y colores las paredes de la ciudad.

Cuando toca El Cuarteto, podríamos fácilmente observar a Carlos Giménez inventando maravillas que parecen imposibles, como la organización de un Festival de Teatro para Dios.

Cuando canta María Teresa Chacín acompañada por el virtuosismo del espíritu de Aldemaro Romero, podemos ver, aún en sueños, al poeta Rosas Marcano con una pluma en la mano escribiéndole a la vida y luego, saludar a José Rafael Pocaterra, quien encerrado en la casa de los Ábila, ríe mientras inventa sus cuentos grotescos.

Cuando leemos a Adriano González León, acariciamos las perfectas formas de las esculturas de Colette Delozanne, y vemos a Rafael Salazar componiendo música.

Cuando Leonardo Padrón escribe un verso o una telenovela, a su lado vemos al maestro José Ignacio Cabrujas, riendo con el humor de Emilio Lovera y luego, como siguiente acto, escuchamos las voces de Renny Ottolina y de Amador Bendayán, anunciando la nueva composición de nuestro Simón Díaz.

Cuando leemos a Arturo Uslar Pietri, también podemos disfrutar del extraordinario talento del comediante Moreno Michael.

Cuando Zapata dibuja o pinta, nos vemos todos, porque la esencia del arte es que todos nos encontremos en lo hermoso de reconocernos como seres humanos.
El arte es el verdadero poder, el poder lógico del hombre.

Arte mata brutos y derroca tiranías.

El arte, es la vida feliz y poderosa.


©Claudio Nazoa
El Nacional, Caracas, Julio 2010
Premio  “Mejor Artículo de Opinión” otorgado
por el periódico El Nacional