Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Dario Fo:" (el método puede ser) Una jaula, una cárcel" /entrevista de María Esther Gilio, Buenos Aires 1984




La entrevista la fijó el secretario para el mediodía del domingo. Cuando Dario Fo bajó al hall del hotel encontró a periodista y fotógrafa esperándolo. "¿Una entrevista? ¿Ahora una entrevista? ¿En el momento en que voy a almorzar?"
 
El secretario explicó que había olvidado avisarle. "Ellas dicen que pueden entrevistarlo mientras come.

"Yo puedo hacer dos, tres cosas a la vez, pero ninguna de éstas puede ser comer. Cuando como, como."


Bastaba mirarlo para saber que era verdad. Que era un hombre que cuando comía, comía. "Vengan al teatro una hora antes de la función de esta noche", dijo.

Pero no fue tan fácil atraparlo. A las siete y media llegó al teatro, subió velozmente las escaleras y se coló a la platea a ver el final de Babilonia. "Quería ver a estos italianos de principios de siglo. ¡Mio Dio! ¡Casi me han hecho llorar!", dijo riendo al salir.

Alto, fuerte, de pelo blanco, cutis sonrosado e indoblegable vitalidad, la periodista siente de pronto el deseo de atarlo a la silla para que no vuelva a moverse. Pero ni esto sería eficaz; seguramente, como Gulliver en el país de los enanos, rompería las ligaduras con apenas un gesto, como si de hilos de seda se trataran.






- Hablemos de su oficio.

- ¿Mi oficio de actor?

- Claro. Respecto a ese oficio suyo, creo que sería idiota preguntarle por qué lo ejerce, por qué hace teatro. Uno siente, viéndolo, que nació para hacer teatro, que no podría vivir sin hacer teatro.
 
- ¡Santo Dio! Cómo sería mi vida.
 
- Según usted, ¿para qué sirve el teatro?
 
- El teatro es una de las expresiones fundamentales de la inteligencia del ser humano. Por lo tanto sirve para profundizar en la propia dialéctica, en el propio raciocinio. En el caso mío, en que hago un teatro de tipo satírico, sirve para que hagan gimnasia el cerebro y la razón. Y sobre todo sirve para habituar a la gente a la aceptación incluso de otras ideas, y para inducirla a reír y a desmitificar.  
 
- ¿Cuáles son las condiciones esenciales del actor? Gordon Craig decía que el gran actor reúne un espíritu generoso y una alta inteligencia. ¿Concuerda?
 
- Bastante. No imagino a un estreñido sobre la escena, haciendo reír y llorar, conmoviendo. Un estreñido en teatro nunca saldría del anonimato.
 
- ¿Es verdad que usted ha dicho "me ne frego en Stanislavski"?
 
- Sí, lo he dicho, pero hay que ver en qué contexto.
 
Sí, hay que ver.
 
- Cuando hay la posibilidad, la fuerza de poder usarlo todo, la técnica más realística, y la menor. Cuando uno ha llegado a ser capaz de expresarse con toda libertad, improvisando, puede decir "me ne frego" en tal o cual método, el de Stanislavski u otro cualquiera.
 
- El método se transforma en una especie de coraza.

- Una jaula, una cárcel.

- ¿Cómo se siente antes de salir a escena, mientras está en escena y luego de que el telón cae?
 
- Normalmente estoy muy relajado, muy tranquilo. No hoy, ciertamente, con usted haciendo preguntas y su fotógrafa dándose codazos con el fotógrafo de la revista anterior para ver cuál toma el mejor ángulo.

--No lo veo nervioso. 

- Mmm. Dentro de treinta minutos tengo que entrar en escena.

- Para hacer algo que ha hecho miles de veces.
 
- Sí, no hay el temor de olvidar nada.
 
- ¿Siempre tiene la facilidad que tuvo aquí para ganarse al público?
 
- Sí, me gano públicos que comienzan siéndome hostiles. Salvo que sean fanáticos, que vengan con la bomba en el bolsillo, que no escuchen nada y sólo estén allí para tirar su bomba.
 
- ¿No le produce cierta angustia lo efímero del teatro? Usted crea toda una realidad, levanta un edificio que de pronto se desvanece o desaparece.
 
- Parte de la magia del teatro está justamente ahí, en lo irrepetible del hecho. Yo acá no hago exactamente lo mismo que mañana en Caracas y pasado mañana en Helsinki. Cada día el edificio que se levanta es igual y es distinto, y apenas nacido perece.
 
-Me imagino que generalmente el público se le entrega, pero cuando permanece alejado, frío, ¿usted qué hace? ¿Se desentiende o se empeña en la conquista?
 
- No, yo estoy siempre absolutamente alerta. Relajado, tranquilo, pero alerta. Si me distraigo de mí mismo o de mi relación con el público hago una mala presentación. Ahora, mi relación con el público es siempre diferente aunque en general buena, diferente.
 
- ¿Cómo fue su comunicación con el público?
 
- Afortunadamente fue un público mayoritariamente democrático, que se expresó con permanentes carcajadas. Había algunos reaccionarios, pero sus voces no llegaron en el momento adecuado.
 
- ¿Qué quiere decir, que protestaron cuando no correspondía protestar?
 
- Abuchearon durante un alegato del abogado inglés. ¿Por qué? Imposible saberlo. Hoy les voy a pedir que presten atención y abucheen en el momento justo.

- ¿Le harán caso?

- Es inútil protestar fuera de término. ¡Es un desorden! Un despilfarro de energía y, además, me toman desprevenido. 

- Se siente muy seguro.

- Sería bueno que a esta altura de mi vida y de mi carrera no me sintiera "muy seguro".
 
- Todo esto me recuerda la situación del actor de hace cien o más años en que era excomulgado, apartado de la buena sociedad. Hoy en general es exaltado, adorado. En los dos casos es un ser excepcional, en definitiva un marginado.
 
- Depende del actor. No se puede generalizar. Yo no me siento... 

- ¿No se siente adorado?

- No. No me siento dentro de la categoría "actor".

- ¿Por qué?

- Yo, muchas veces, soy odiado. El actor, en todo caso, es ignorado, nunca odiado.
 
- Un actor no puede ser odiado por representar un personaje odioso; usted es odiado porque lo que representa son sus propias ideas. En ese sentido sería diferente.
 
- Sí, mi trabajo es diferente, y tal vez por eso rechazo a la gente que me "adora". Yo quiero que la gente me estime por lo que hago, quiero que participe en mi fatiga y me ayude a sostenerme. No amo ser adorado, más aun, tengo miedo de ser adorado.
 
- No quiere que le corten un mechón de pelo o un pedazo de corbata y hagan relicarios.
 
- ¡Santo Dío!, tengo pavor de eso. La gente que adora es fácil presa de la pasión histérica. Detesto la histeria.
 
- ¿Qué es lo que hace de usted un actor de tanto éxito?
 
- No sé. Veamos. Mi trabajo supone un oficio, hay una elección coherente respecto a todo lo que tiene que ver con mi trabajo, hay el hecho de que los textos que utilizo son textos que me da directamente la realidad. Yo hablo de los problemas de la sociedad en que vivo. No hablo de cosas que salen sólo de la imaginación.
 
- Podríamos hablar de teatro ideológico.
 
- No tanto, ideológico no; teatro de ideas, teatro de la razón, teatro que comenta con sátira incluso las ideologías más respetables, y claro, también las otras. En nuestro tiempo ciertas ideologías presentan estructuras feroces. Hay un marxismo cerrado, obtuso, mecánico. Y hay un marxismo... 

- A la italiana.

- Filosófico, abierto.

- ¿Qué es lo que el hombre común busca en el teatro?
 
- Lo mismo que busca en el cine, en un libro, en el circo.

- ¿Diversión?

- El teatro es diversión. Pero, ¿cuál es nuestra parte que se divierte? ¿El vientre, lo emotivo, la piel, el cerebro? Es el cerebro el que se divierte.
 
- Usted ha demostrado en una hora y media de actuación que la palabra no es esencial al teatro. ¿Eso nos podría llevar a decir que el teatro no es un género literario?
 
- Seguramente no es un género literario. Es un género que se hace también de literatura, pero no es necesariamente, exclusivamente, literario. 

-Usted lo ha demostrado.

- Está el gesto, el sonido, el ritmo, la posibilidad incluso del silencio, del color,  de la luz. Todo eso es teatro.
 
- Me gustaría que describiera un actor por dentro, usted mismo.
 
- Yo soy como cualquier otro hombre.
 
- No es cualquier hombre el que sube a un escenario para mostrar algo a los otros hombres.
 
- ¿Usted piensa que nosotros hacemos eso por el bien de los demás?
 
- No, yo no pienso eso. Pienso que el hombre que está dispuesto a subir a un escenario y actuar tiene una dosis de narcisismo mayor que la del común de los hombres.
 
- Sí, hay en la mayoría de los actores una dosis mayor de narcisismo, pero en lo que a mí concierne me parece haberlo superado.
 
- ¿Qué actor no cree haberlo superado? También Gassman seguramente cree haberlo superado. Si nos detenemos un poco a pensar en esa necesidad del actor de gustar, de ser admirado, de ser amado, creo que podemos concluir que el actor tiene mucho de niño.
 
- No es mi caso. En primer término sé qué debo dar. Cada vez que subo a un escenario debo demostrar que sé decir, que sé moverme, que sé ser espiritual. Y luego, es natural que me guste la gratitud de aquellos que se han divertido. Hacer reír a la gente es la cosa más difícil del mundo. Es más difícil que hacerla llorar. Reír es saludable, es algo que repercute en todo el organismo. En las glándulas. Hace huir al cáncer. Es un método para vencerlo. Piense un poco: el niño, si no ríe no crece. Las sociedades donde la gente no ríe son sociedades truculentas, violentas, donde no se ama, donde se odia. Los fascistas no son gente que ríe. Son gente que ama la muerte. Odian a los judíos, odian a los inmigrantes, odian a los indios. Odian a todos los que no forman parte de su religión. Son réplicas de Komeini, pequeños Komeinis criollos.  




©María Esther Gilio
"Emergentes"




Ediciones de la Flor
Buenos Aires 1989  




Fuente: Dramateatro









Falleció Susy Dembo: el mundo queda vacío sin su arte y su alegría / El Nacional-El Universal, Caracas 19-23 de febrero de 2013

Susy Dembo dejó su magia grabada en el arte


DANIEL FERMÍN |  EL UNIVERSAL
miércoles 20 de febrero de 2013  09:08 AM

A Susy Dembo la trasladaron el lunes al Hospital de Clínicas Caracas para hospitalizarla por unos problemas respiratorios. Ayer, en la madrugada, la artista venezolana nativa de Austria murió mientras dormía. Tenía 80 años e iba a dar un ciclo de entrevistas previo a Los misterios del grabado, una exposición antológica que inaugura el próximo domingo.

La muestra, que abrirá al público el mismo 24 en la Sala de Papel del Museo Kern de la Unión Israelita de Caracas, servirá de homenaje a una creadora que tenía más de 50 años dedicada al arte de grabar. Dembo trabajó su vida en esa técnica que llamaba alquímica ("el grabado es mágico, es oscuro, siempre muy misterioso. Como trabajar en un taller en el siglo XVI", le dijo a Viviana Marcela Iriart en una entrevista).

La artista, que vivió en Venezuela desde que tenía 14 años tras un período en Bolivia, realizó su primera exhibición individual en Caracas en 1960. Luisa Palacios y Luis Chacón fueron sus maestros iniciales. "En la década de los 60 hubo un boom del grabado en el país. Se inició con un grupo de jóvenes talentosos, entre los que estaba Susy Dembo", dijo Bélgica Rodríguez, la curadora de las dos últimas muestras de la fallecida creadora.

Dembo llevó su arte más allá de las fronteras venezolanas. Su segunda individual se realizó en Madrid en el año 1966. Desde entonces sus obras comenzaron a recorrer el mundo: París, Nueva York, Washington, Berlín, Viena, Roma, Tel Aviv, El Cairo, Puerto Rico, Río de Janeiro, Bogotá, Cali. Un cúmulo de ciudades que han apreciado su piezas.

Los reconocimientos tampoco tardaron en llegarle: ganó el Premio Bernardo Rubinstein del Salón Arturo Michelena, (Valencia, Venezuela), en 1979; y el Premio Internacional por la Incisión (Biella, Italia), en 1987; entre otros galardones. "Dembo fue una de las pioneras en otorgarle al grabado un lugar permanente en la historia de la plástica en Venezuela. Comenzó a exponer afuera, contribuyó al desarrollo de ese arte", agregó Rodríguez, que firmó el texto del catálogo de Los misterios del grabado.

La exposición antológica permitirá ver la evolución artística de la creadora en la técnica. Desde sus aguafuertes iniciales hasta su experimentaciones con materiales poco convencionales que le dan una fuerza expresiva a sus obras recientes. "Ella fue una artista coherente, trabajadora y persistente. Que la historia la recoja en algún momento, que la ubique donde tenga que ubicarla", concluyó la propia Rodríguez. La exposición también será ahora una forma de rendirle un homenaje post mortem.

dfermin@eluniversal.com

Fuente: El Universal

 

Susy Dembo se despidió del arte a través del grabado   


Un homenaje a la artista fallecida esta semana pone de relieve la calidad de su obra gráfica







Carmen Victoria Méndez 


El Nacional,
Caracas 23 de febero 2013  23 de febrero 2013 - 12:01 am


Susy Dembo tuvo varias estaciones en su paso por el arte. Fue pintora, esmaltista y vitralista, pero sobre todo grabadista. En esta última disciplina volcó toda su capacidad de experimentación y es precisamente el eje del primer homenaje póstumo que recibirá la artista, que falleció el martes.

La muestra se titula Susy Dembo y los misterios del grabado y originalmente estaba pensada como la última exposición de la creadora. Fue concebida como una antología en pequeña escala, señala la curadora Bélgica Rodríguez. El conjunto de 23 obras reúne una serie de piezas impresas en papel elaboradas entre 1974 y 2013.

El título de la exhibición alude a la naturaleza del grabado en sí. “Es una obra en la que el resultado final puede no ser precisamente el que el artista esperaba. A veces tiene un final mucho más feliz de lo que se pensaba, pero en otras ocasiones resulta todo lo contrario”, indica Rodríguez.

Esa suerte de ensayo y error era, sin embargo, lo que Dembo buscaba a la hora de sentarse a crear. Así lo refleja la muestra, pues quien visite el Museo Kern de la Unión Israelita de Caracas –comunidad a la que Dembo pertenecía­– a partir de mañana será recibido por dos obras fechadas en 1974. Aunque una es un esmalte sobre metal y la otra un aguafuerte, ambas se titulan Meditación. Serán exhibidas una al lado de la otra para reflejar el paso de lo tridimensional al papel.

De allí en lo sucesivo el recorrido es variado. Se destacan los intaglios y aguafuertes con un trasfondo religioso, mágico o mitológico, los cuales van desde la cosmogonía maya –es el caso de Chilam Balam– hasta las diversas series que la creadora le dedicó al Gólem, el ser mágico de barro de la tradición judía. En sus obras también hay alusiones a las pirámides egipcias y a seres de otros mundos.

Su interés por estos temas está ligado a su biografía personal: Dembo fue emigrante y viajera, indica Rodríguez. “La artista nació en Viena pero de niña vivió en Bolivia. Allí se interesó por las cosmogonías indígenas del Altiplano. Arranca entonces una parte esotérica y metafísica en su vida”.

Entre las piezas exhibidas hay un conjunto de obras recientes que atraen mucho la atención no sólo por la presencia de colores intensos sino también por el estilo ingenuo que le imprimió a estos trabajos. Parecen pinturas, pero en realidad son grabados experimentales y orgánicos, hechos con planchas de cartón (en lugar de metal) a los que la creadora incorporó piedras, semillas, retazos de tela y otros materiales para lograr texturas.

En esta etapa tardía, sin embargo, Dembo mantuvo un denominador común con el resto de su trabajo: la presencia de la figura humana, y en especial de la mujer. “La artista nunca abandonó el interés por la figuración, en especial por la figura humana, que desde sus inicios presentaba de manera velada, pues de un perfil podía perfectamente sacar la silueta de un pájaro o de una mariposa”, concluye Rodríguez.

Aunque a Dembo, nacida en 1936, la muerte la sorprendió en pleno montaje, la exposición abrirá sus puertas. “Por razones de duelo no se realizará una inauguración con brindis, como estaba previsto, pero de igual manera se podrá visitar la muestra de esta artista, a la que nos enorgullece tener en nuestra sala”, dijo Sonia Zilzer, gerente del Departamento de Cultura de la Unión Israelita y coordinadora de la exhibición.


El Nacional
Caracas 23 de febrero de 2013
  


                                                     Por El Nacional Web/Karly Quintero

                  

Los misterios del grabado de Susy Dembo protagonizan la exposición en el Museo Kern, una muestra ontológica que da cuenta de la producción creativa de esta artista venezolana que falleció el pasado martes (pincha en el tìtulo para ver un video con el trabajo de la artista)



Se apagó la llama creadora de Susy Dembo

La última muestra de Susy Dembo se exhibirá a partir del domingo / Manuel Sardá
La última muestra de Susy Dembo se exhibirá a partir del domingo / Manuel Sardá



Fue una de las principales exponentes del grabado, el vidrio y el esmalte. Su última muestra se exhibirá a partir del domingo
Susy Dembo asumió el arte con pasión. Por eso no es de extrañar que la pintora, grabadista, esmaltista y vitralista se marchara trabajando. La muerte la sorprendió ayer en la madrugada en Caracas, un día después de que comenzara el montaje de su última exposición en el Museo Kern de la Unión Israelita, la cual se tomó la decisión de presentar de manera póstuma a partir del domingo.

Dembo, nacida en Viena en 1936, tuvo tiempo de ver las obras desembaladas y estaba muy contenta, aseguró Sonia Zilzer, coordinadora del museo. La artista de origen judío se residenció en Venezuela cuando tenía 14 años de edad. Para ese entonces ya había vivido en Bolivia, donde se familiarizó con las culturas ancestrales que más tarde permearían su trabajo.

Aunque se inició como pintora en la década de los sesenta, al parecer estaba escrito que Dembo sería una de las grabadistas más notables del país. En esta disciplina sobresalió por su dominio técnico, el manejo del color y su capacidad de experimentación, que desarrolló en los talleres de Luisa Palacios y Luis Chacón, como detalla la curadora Bélgica Rodríguez en el catálogo de la exhibición.

La creadora también se destacó en las artes de fuego, cuyo salón ganó en una oportunidad. Fue discípula de Cándido Millán, de quien aprendió los secretos del vidrio. Para entonces ya se había formado como esmaltista en el Taller Libre de Arte.

Ganadora del Salón Michelena y de otros importantes reconocimientos, las obras de Dembo no sólo sorprendían a quien las observaba por el cuidado de los aspectos técnicos y formales, sino también por sus temas, vinculados a la espiritualidad y diversas mitologías.

La artista falleció por problemas respiratorios.

Fuente: El Nacional



La creadora falleció la madrugada de hoy (martes 20) tras problemas respiratorios.

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La grabadora inauguraba el domingo una exposición (Cortesía Jonathan Blum K)

EL UNIVERSAL
Caracas, martes 19 de febrero de 2013 
 11:36 AM

Susy Dembo ya no podrá inaugurar el domingo la exposición "Los misterios del grabado" en el  Museo Kern de la Unión Israelita de Caracas. La artista venezolana falleció la madrugada de hoy, a sus 80 años, producto de problemas respiratorios.

La creadora nativa de Austria, residenciada en Venezuela desde que tenía 14 años, comenzó sus exposiciones personales en la galería El Muro, en 1960. Dede entonces obras suyas han estado en muestras en París, Nueva York, Washington, Berlín, Viena, Roma, Tel Aviv, Río de Janeiro, Bogotá, Polonia e Inglaterra, entre otros países.

Dembo obtuvo varios reconocimientos en su carrera: el Premio Cerámica Carabobo, el Salón de las Artes del Fuego, el Premio Bernardo Rubinstein, el Salón Arturo Michelena y el Premio Internacional por la Incisión en Biella, Italia. Su última exposición individual había sido en la galería Durban Segnin de Las Mercedes (2011).

"Los misterios del grabado" abrirá al público el domingo sin acto inaugural.

Fuente: El Universal, Caracas 19 de febrero de 2012



KUAN YIN Diosa de la misericordia china. Susy Dembo 2010

Links:
Alquimia, Susy Dembo 2010



 

Los misterios del grabado de Susy Dembo protagonizan exposición en el Museo Kern de Caracas a partir del 24 de febrero de 2013









Una muestra antológica que da cuenta de la producción creativa de la talentosa y pestigiosa artista venezolana Susy Dembo, será inaugurada bajo el título Susy Dembo y los misterios del grabado, el domingo 24 de febrero a las 11:00 de la mañana, en la Sala de Papel del Museo Kern de la Unión Israelita de Caracas (UIC), donde podrá ser visitada hasta mayo de 2013

Con la curaduría de la reconocida crítica e investigadora  Bélgica Rodríguez, graduada en Historia del Arte en la Sorbona y presidenta de Honor de AICA Internacional Parìs, esta exhibición la integran un total de 23 obras realizadas entre los años setenta y la actualidad, en las que Dembo refleja su profundo interés por mitologías de culturas ancestrales y alquimias del universo, y hace gala de la calidad plástica de su obra gráfica, el buen manejo de los elementos de expresión, la cuidadosa ejecución, y la diversidad de temas, lo cual la ha hecho merecedora de un importante lugar en la escena del arte en Venezuela.



Nacida en Viena y residenciada en Venezuela desde los 14 años de edad, Susy Dembo ha desarrollado su carrera artística con el grabado como columna fundamental, según palabras de Bélgica Rodríguez: “desde los primeros aguafuertes realizados a principio de los años setenta, hasta llegar a sus experimentaciones colográficas con una extraña técnica mixta basada en el uso de varios tipos de granos, frijol, arroz, objetos encontrados y muchos otros elementos, prácticamente de su propia invención, con la que ha logrado extraordinarios resultados en imagen y fuerza cromática”.



Además de haber sentido atracción por otras disciplinas del arte como el vidrio y el esmalte, esta creadora ha trabajado la pintura simultáneamente con su obra gráfica, abordando temas diversos a lo largo de su trayectoria, “manifestando una recia fertilidad imaginativa que expresa en iconografía judaica, en poesía, en temas de exuberancia tropical, en experiencias existenciales, incluyendo temas tomados de la historia patria de Venezuela”, afirma la curadora.

Para Susy Dembo el grabado no ha sido solo una manera de hacer un tipo de arte sobre un medio expresivo específico que es el papel. Ha sido una manera de expresar preocupaciones y emociones propias del hombre contemporáneo,  de incógnitas de vida, de mirar un entorno con ojo sensible y apropiarse de su belleza para generar una estética de líneas, colores y texturas, que traduce visiblemente en diseños dibujos abstractos llenos de luz y significados ocultos en las imágenes y los títulos de las obras”.

Con más de cuatro décadas de trayectoria, esta artista ha exhibido su obra en museos y galerías de Venezuela, Estados Unidos, Austria, Francia, Inglaterra, Suiza, España, Puerto Rico, Egipto, Polonia, Colombia, e Italia, entre otros países. Protagonista de la historia de la obra gráfica sobre papel de Venezuela, ha realizado un buen número de grabados que, junto a vidrios, esmaltes y pinturas, se encuentran en museos y colecciones privadas, nacionales e internacionales.

El público tendrá la oportunidad de apreciar la obra de esta gran artista, desde el domingo 24 de febrero a las 11:00 a.m. hasta mayo del 2013, en la Sala de Papel del Museo Kern de la Unión Israelita de Caracas (UIC), ubicado en la Avenida Washington de la urbanización San Bernardino (al lado del Hotel Ávila). El horario de exposición es miércoles y jueves de 1:30 p.m. a 4:30 p.m., y los demás días mediante visitas guiadas, previa cita por el número de teléfono 552.82.22 ext. 184.      




Manuel Puig: “Yo creo que la homosexualidad no existe " /entrevista de María Ester Gilio, Río de Janeiro






“El concepto de hombre es un concepto reaccionario

Cada vez que pasaba por Río de Janeiro, por tres años, llamaba a Manuel Puig para hacerle una entrevista. La respuesta era siempre la misma: “No me siento bien, estoy muy resfriado”. O “Estoy con angina y fiebre”. Hasta que encontré el argumento definitivo: “Yo me quedo hasta que se le pase”. “Mire que a veces me dura 10 o 15 días.” “No importa, yo espero.” Tres días más tarde estaba subiendo las escaleras de su departamento en Leblon, a dos cuadras de la playa, en una calle ciega sombreada de viejas mangueiras.
 
Si le toca un periodista testarudo su argumento puede resultar peligroso –le dije.
–¿Y si yo no me hubiera mejorado en un año? –dijo con aire paciente.
Le estoy mirando la cara y sé que no habría podido vivir de la culpa. Fíjese que apenas aguantó tres días.
 
Después de hacer la nota, le pedí dejar el grabador en su casa hasta el día siguiente por temor a que me lo arrancaran de las manos, como suele ocurrir sobre todo de noche en las calles de Río. Al día siguiente pasé a buscarlo. Por la ventana me gritó que no subiera, que él me lo bajaba. Bajó los cuatro pisos corriendo. Su expresión era más alegre que la del día anterior. Vestía short y camisa blanca y no representaba más de 40 años. “Venga, sentémonos un poco”, dijo sentándose en el muro del jardín. “Quiero decirle algo más sobre la sexualidad. Tome nota: la sexualidad, como le dije anoche, es algo intrascendente. Algo opuesto a la afectividad que sí es trascendente. Lo que ocurre es que se confunden esos dos planos cuando no se deberían confundir. Por eso, para mí, el concepto de hombre es un concepto reaccionario”, dijo, y enseguida comenzó a prestar atención a algo que ocurría lejos de nosotros en la esquina.

¿Qué pasa?
–Nada. Que deben ser las 11 porque allí llega el cartero. Este es uno de los mejores momentos de mi día: las cartas.
Entonces usted dice que “el concepto de hombre es un concepto reaccionario”.
–Sí –dijo, dirigiéndose al encuentro del cartero.



 "Es la piedad la que hace superar los prejuicios"



–¿Qué le parece si empezamos por su infancia, en esa lejana provincia que para muchos es La Pampa?
–No, no. No quiero hablar de mi infancia. Ya hablé mucho.
Resulta difícil hacer una entrevista a un escritor sin hablar un poco de su infancia.
–Sí, yo entiendo. Pero es que no quiero, no quiero ir para atrás, tan lejos. No quiero.
Lo único que me puede convencer es que ir para atrás lo ponga triste.
–No sé, no sé si es eso. No sé –dijo con una voz tan melancólica que para mí fue evidente que era eso. Luego supe que ese tono que usa muy a menudo nada tiene que ver con el dolor sino con una especie de cansancio y desinterés en hablar sobre sí mismo.
Está bien, dejemos su infancia. ¿Cuándo descubrió que quería escribir?
–Después de que tenía empezada la primera novela.
Eso es muy extraño. ¿Y cómo empezó?
–Yo quería hacer cine. Hacía guiones con temas muy escapistas en general que además, copiaban películas de Hollywood, y que, además, no gustaban a nadie.
Salvo a usted.
–No, a mí tampoco. Menos que a nadie.
¿Y por qué los hacía?
–No sé. Mientras los hacía me gustaban. Pero cuando los terminaba me daba cuenta que había algo que no funcionaba.
¿Eso le ocurría siempre? ¿Por qué insistía?
–Porque yo escribía rememorando películas que me habían dado mucho placer.
¿Cuáles eran las películas?
–Aquellos grandes dramas de fines de los treinta y principios de los cuarenta. Rebeca, por ejemplo.
¿Algunas francesas?
–No, esas no llegaban allá.
La mujer pantera, claro.
–Esa es posterior. Con aquella actriz que tenía cara de gata, Simone Simon. En esa época alguien me aconsejó que hiciera guiones sobre experiencias más personales. Ahí pensé en una historia de mi adolescencia y también de mi infancia, los amores de un primo mío.
¿Qué edad tenía en ese momento?
–Ya era grande. Estaba por cumplir 30 años y tenía que resolver mi situación económica. Vivía en Roma y estaba cansado de lo que hacía.
Quiere decir que tomó el oficio de escribir para resolver su economía. Eso es muy curioso. Es común a los escritores que pasen hambre, antes de vivir de lo que hacen.
–Yo tenía un buen manejo del lenguaje porque mi trabajo consistía en hacer traducciones de subtítulos para cine. Confiaba en que podría escribir y vender. Traducir para cine no es fácil. Hay que acortar los diálogos guardando la esencia, adaptar el humor de un país al otro y otras cosas. Toda mi actividad estaba vinculada al cine, pero nada de lo que hacía en cine era lo que yo realmente hubiera querido.
¿Qué pasó cuando se enfrentó a un material real como los amores de su primo?
–No me ubicaba. Decidí entonces hacer una especie de bosquejo previo de cada personaje a fin de aclarármelos. Ese bosquejo tampoco sabía cómo hacerlo. Lo que sí tenía claro en la memoria era la voz de los personajes. No sabía tampoco si quería hablar de los personajes en tercera persona.
¿No sabía?
–No. Hablar en tercera persona significaba juzgarlos y esto me resultaba antipático. Lo que sí me pareció posible fue comenzar a registrar la voz de cada uno de ellos.
Quiere decir el habla, las palabras.
–Sí, sí. Las palabras, y los pensamientos. Para empezar pensé escribir una hojita con las cosas que decía una tía mía, pero esa voz empezó a dictarme y ya no pude parar. Escribí de un tiro 30 páginas.
¿Y qué cosas decía la voz de esa tía?
–Cosas de entrecasa, banalidades, cosas cotidianas. ¿Qué hacer con esto?, pensé. Extractar algo, tal vez. Sin embargo, no. Lo que resultaba expresivo era la suma de las banalidades. La acumulación. Y eso no era un material cinematográfico. Eso era literatura. Así seguí haciendo hablar a algunos personajes hasta que pasé a otras formas de expresión.
Siempre evitando la tercera persona.
–Sí, decididamente me chocaba la tercera persona.
¿Por la razón que me dijo, únicamente?
–También era algo que tenía que ver con la pérdida del idioma español.
¿La pérdida en qué sentido?
–En el sentido del español castizo. Se me planteaba el problema de cómo pasaría el lenguaje argentino de los personajes al español castizo de la tercera persona.
¿Usted piensa que debía hacer ese pase, que debía abandonar su lengua?
–No, no sé, creo que en el fondo eran pretextos. Creo que la verdadera razón era una resistencia a juzgar a los personajes colocándome en el lugar de la autoridad.
Más que un dios creador quería ser un testigo.
–Sí, yo quería saber por qué habían sucedido ciertas cosas en mi infancia.
Y la manera de saber era relatarlas.
–Sí.
Es decir que registraba la historia a fin de entenderla. Entonces lo que llega primero es la historia.
–Más que la historia, los personajes. La anécdota se deriva del carácter de los personajes. Si se colocan varios personajes juntos y se los conoce bien, uno sabe qué hará cada uno de ellos
¿Cómo trabaja? ¿Con regularidad, con horarios, sólo cuando tiene ganas?
–Con regularidad. Y no puede ser de otro modo. Cuando uno hace novelas tiene que ser así. Yo trabajo todos los días. Y todos los días tengo la misma resistencia a sentarme y seguir.
Quiere decir que, para usted, escribir es un trabajo.
–Por lo menos me demanda un enorme esfuerzo. Creo que hay allí, en esa resistencia a empezar, cada día, el terror a la página en blanco, el terror de equivocarme. La cuestión es que hay, antes de sentarme, una hora o dos, en que doy vueltas y vueltas y vueltas. Todos los días es lo mismo, desde hace 20 años. Más, hace 21 años que escribo y esto no cambia. Al contrario, cada vez se hace más difícil.
Habló de “la página en blanco”, “el temor a equivocarme”.
–Se necesita un grado de concentración muy profundo para tocar la zona que uno quiere. Entonces hay que hacer un gran esfuerzo para no escuchar la primera voz que se oye. En general, la primera voz es la de las influencias, la del conformismo. Hay que tratar de llegar a otros sustratos.
Debe ser muy difícil eso, saber cuándo la voz que se escucha es la verdadera.
–No, no es difícil. Cuando la escucho la reconozco, sé que es ésa. Con todo, hay veces en que caigo en la facilidad. Es tiempo perdido.
Pero todo no puede ser esfuerzo. Tiene que haber también el momento del placer.
–Cuando logro establecer un contacto con la zona que me interesa, ahí, ahí...
Está el placer.
–Sí, porque llegué a la verdad, llegué a las esencias. A lo que para mí son la verdad y las esencias. Ese momento es muy remunerativo.
García Márquez dice que él nunca deja de trabajar hasta que no llega el momento en que sabe perfectamente cómo va a seguir. Allí deja. Ese sistema me parece que le haría ganar tiempo.
–Yo tengo bastante poca resistencia. Me canso muy rápido. Si estoy cansado tengo que dejar esté donde esté. A la mañana corrijo. A veces corrijo traducciones. A la tarde, entre cuatro y ocho, escribo.
–La traducción al portugués de Sangre de amor correspondido me pareció fantástica.
–Lo que ocurre es que largos párrafos fueron tomados directamente de la cinta que yo grabé.
Quiere decir que el protagonista está tomado de alguien que conoce de aquí, de Brasil.
–Sí, se trata de un obrero brasileño. Alguien con quien tuve una enorme empatía a pesar de ser tan diferente.
Cuénteme.
–Se trata de un albañil. Lo primero que me llamó la atención de él fue su forma de hablar. Despertó muchísimo mi curiosidad. Siempre había en su lenguaje un desvío, un trabajo metafórico.
Sí, yo recuerdo que en un momento le dice a la mujer a la que había pasado un tiempo sin ver: “Las flores de mi jardín te están precisando”, o algo parecido.
–Sí, eso me llamó la atención y quise registrar su habla, tratar de captar su lenguaje, sin pensar que además había en ese hombre una historia. Y menos aún que esa historia podía transformarse en una novela.
¿Qué dijo cuando leyó el libro?
–No lo leyó, no sabe leer. Lee sólo algunas palabras separándolas en sílabas.


¿Cómo imagina su vida sin la literatura? ¿La imagina como algo posible, se ve haciendo otra cosa?
–No soy un lector ni un devorador de libros. Tengo un problema muy serio con la ficción, con la novela.
Usted está hablando de usted mismo como consumidor de literatura, no como productor.
–Sí, tal vez, debido al hecho de que trabajo en ficción me cuesta muchísimo leer. Llega la noche, estoy cansado, busco una novela y la leo como si estuviera revisando un texto.
Es decir que novela no lee jamás.
–Se me ha hipertrofiado el gusto por la ficción. No sé cómo explicarle, pero mi conducta es siempre crítica. No puedo acercarme a un texto con actitud inocente. Siempre me implico.
Una lectura así es un martirio.
–Me agota. A las tres o cuatro páginas caigo muerto de cansado. En cambio puedo leer biografías. Yo tomo una biografía y de pronto me doy cuenta que son las tres de la mañana y me cuesta parar.
Esto le ha cerrado toda un área de placer.
–Sí, yo recuerdo con nostalgia la época en que leía novelas y me gustaba.
¿Lo angustia que sus libros no sean bien recibidos?
–Me angustia cuando siento que en la crítica hay mala intención.
Siempre se habla de ser uno mismo. Esta parece ser una búsqueda constante de los seres humanos. Pienso que esta búsqueda debe ser más intensa o desesperada en el caso de un escritor. Porque cuanto más adentro de sí mismo llegue más rico será lo que haga. Usted hablaba hace un rato de “llegar al centro”.
–Sí, a aquello que no está contaminado por las influencias y las ideas fáciles.
¿Cómo sería el proceso por el que llega a lo más auténtico de usted mismo? Hay algo que dice Céline: “Tal vez la razón de vivir sea sufrir lo más intensamente posible para llegar a ser uno mismo antes de morir”.
–Sí. Creo que sí, porque el sufrimiento nos acerca a la muerte. Para apartarnos de ese abismo buscamos lo que hace posible la vida. Nos defendemos de la muerte recurriendo a las fuentes del deseo de vivir. En cuanto a su pregunta sobre el proceso por el que se llega a uno mismo... veamos. Cuando yo empiezo a trabajar en una novela es porque he encontrado un personaje con el que siento una afinidad especial.
Sería a través de ese personaje que usted intenta el análisis.
–Es a través de ese personaje que yo planto cosas que no podría plantearme en mí mismo directamente. A través de él me planteo problemas míos no resueltos.
Deme un ejemplo.
–Pensemos en un caso extremo, el del albañil de Sangre de amor correspondido. Aparentemente nadie más alejado de mi realidad. Se trata de un muchacho mucho más joven, con una salud rebosante, muy físico, sin la menor educación, muy imbuido de machismo, de otra clase social y de otra raza.
¿Qué raza?
–El tiene mucha sangre india. Yo soy europeo por todos lados. Parecería que no habría nada que pudiera acercarme a él. Sin embargo yo sentí esa necesidad que él tenía de transformar las cosas, de envolverlas en poesía.
Eso lo acercó.
–Me acercó y me provocó una inmensa curiosidad. Deseos de conocerlo a fondo haciéndolo hablar.
Lo atraía esa gran semejanza en medio de tantas diferencias. Vamos a suponer que conoce a un ser muy perverso. ¿También sentiría curiosidad?
–No, porque yo no he desarrollado mi perversidad para nada.
Es decir que realmente no se interesa por los que son, en esencia, totalmente diferentes a usted.
–No, no me interesa porque alrededor de un ser así no puedo construir nada. ¿Sabe por qué? Porque no consigo entenderlo. Un torturador, por ejemplo, nunca podría ser un personaje mío, porque lo rechazo de tal manera que no consigo penetrar ni sus razones ni sus sinrazones.
Yo recuerdo un diálogo de El beso de la mujer araña, una discusión entre los dos personajes (me refiero al teatro, no a la novela). Yo sentí allí, muy claramente, que usted era cada uno de ellos, y no porque fueran muy parecidos ya que eran muy diferentes.
–Yo puedo ser los dos personajes, ambos son posibilidades mías.
–¿Cuál es, según usted la razón que mueve al revolucionario a acostarse con el homosexual en esta pieza? Es evidente para mí que la obra de teatro resulta más impactante que la novela. ¿Piensa que es el deseo?
–No, en su comienzo no. Lo que lo mueve, para mí, es la necesidad de dar algo, a cambio o en pago, de lo mucho recibido. Se siente muy pobre, no tiene otra forma de responder a toda la bondad del otro. El factor inicial es la piedad. Luego, claro, juegan otros factores. Pero es la piedad la que hace superar los prejuicios.
Me gustaría que recordara las experiencias que marcaron en su vida un cambio, un viraje.
–Un momento muy importante lo marcó la entrada como interno a un colegio de Buenos Aires, a los 12 años. Allí conocí a un chico de 13 años, del primero del Nacional, que ya leía y vivía en un mundo de fantasías literarias, así como yo vivía en un mundo de fantasías cinematográficas. El me reveló La sinfonía pastoral, que fue un hito en mi vida. Antes y después de La sinfonía pastoral. Yo hasta ese momento había creído que tenía que esperar mucho más para empezar a leer, me parecía una cosa de grandes, casi de viejos, leer. Con este chico se me abrieron las puertas de un mundo totalmente nuevo. Justamente en un momento en que el cine me empezaba a decepcionar. Era el año ‘46, ‘47, plena crisis de Hollywood, comienzos del neorrealismo italiano y del cine francés, más intelectual, mientras Hollywood intentaba repetir fórmulas, pero sin acertar. Lo que habían hecho en los años 30 y en los años 40 ya no tenía cabida. Todo eso me perturbaba, era un mundo que se venía abajo.
La literatura era un buen sustituto.
–Sí... este chico, que me metió en ese mundo, se reía de las películas de Hollywood, las encontraba tontas. Y yo, en algunos casos, quería defenderlas, pero no tenía instrumentos para hacerlo. Luego, más tarde, en Roma, un amigo al que aún veo, me llamó la atención sobre la falta de realismo de las cosas que yo escribía.
El quería que usted hiciera realismo partiendo de la realidad.
–No, él entendía que yo procuraba hacer una cosa de otro orden, algo vinculado con lo poético. Pero para eso yo debía partir de mis propias experiencias, no de experiencias prestadas.
Y usted lo escuchó.
–Sí, lo escuché. Encontré razón en lo que decía. Y es allí que empezó, también, una nueva etapa.
Fíjese que las etapas en su vida están más vinculadas al trabajo que al amor.
–¿Sí? No lo había pensado.




"El orificio pasa a identificarse con el terreno a ser explotado,
 y el falo con el instrumento de la explotación."



Usted tuvo mucho éxito ya con su primer libro: La traición de Rita Hayworth. ¿No habrá allí otra etapa? Debe haber sido importante para usted el sentimiento de que podía vivir de escribir, ¿o ese sentimiento lo tuvo recién más tarde, con Boquitas pintadas?
Boquitas pintadas fue el libro que me hizo conocido. Pero esa primera etapa no es tan satisfactoria. Hay cierta amargura. Cuando entré al mundo de la literatura yo venía del mundo del cine, tan difícil. Donde expresarse implicaba la movilización de medios fenomenales. El cine era de pesadilla en oposición a la libertad que me daba la literatura. Durante los años de escritura del primer libro yo me sentía en un terreno muy especial.
¿Que luego perdió?
–Sí, que luego perdí. Yo sentía que eso que yo escribía iba dirigido a un lector especial. Que mi palabra llegaría directamente, sin transferencias, a la gente. Pero luego, al intentar publicar, y al publicar, descubrí todo ese mundo de interferencias que existe en la literatura.
No sé a qué se refiere, ¿tal vez a la crítica?
–Sí, a la crítica, a la prensa mal intencionada, al lector mal predispuesto.
Es decir que con esa primera publicación usted se sintió como arrojado a un mundo enemigo.
–No sé si tanto, pero a la primera sensación de haber encontrado un medio noble de expresión que me permitía corregir, revisar y que, a diferencia del cine no tenía cortes ni censura, se sobrepuso la realidad. Yo no podía como lo había creído, comunicarme directamente con mi lector.
¿Cómo ve ahora sus primeros libros?
–Me parecen escritos por otro. Hay cosas que no entiendo de dónde pueden haberme salido.
Para algo está el inconsciente. Tal vez sólo para sorprendernos.
–Y.... ése es el punto. Cuando digo que siento haber tocado una verdad, es que logré contacto con algo mío muy profundo y en relación con un inconsciente colectivo. Ahí, si consigo deslindar mi inconsciente del plano del inconsciente colectivo, lograré una visión de la realidad que será mía, única.
¿Por qué piensa que es tanto mayor el número de homosexuales hombres que el de mujeres?
–Por la mayor libertad sexual que tiene el hombre. Aun las sociedades más represivas dan libertad sexual al hombre. El hombre va al prostíbulo y tiene relaciones fuera del matrimonio como algo permitido. La mujer no. Aunque yo creo que la homosexualidad no existe. Existen personas que llevan a cabo actos homosexuales. Pero como considero las actividades sexuales totalmente intrascendentes no admito que la identidad pase por la sexualidad.
¿Cómo habrá el hombre conseguido esa mayor disponibilidad de sexo en comparación con la mujer?
–Lo que yo supongo es que en el patriarcado se pasó a dar peso a la sexualidad.
A la sexualidad femenina.
–Sí, a la femenina, claro. Se le dio un peso negativo para que el hombre pudiera tener a su disposición a la santa en la casa y a la puta en la calle. Si la sexualidad no hubiera tenido ese peso, la mujer también se hubiera liberado. Así fue que la sexualidad fue perdiendo el carácter inocente, inicial, con lo cual pasaron a crearse los roles del explotado y del explotador. El orificio pasa a identificarse con el terreno a ser explotado, y el falo con el instrumento de la explotación. Se crean entonces los buenos explotados y los malos explotadores. Y no hay para los seres humanos, o no había, otra posibilidad de elección.
¿Qué opina sobre los movimiento de liberación de la mujer, de los homosexuales?
–Admiro los movimientos de liberación que han conseguido igualdad en terrenos laborales. Pero esos mismos movimientos han ayudado a crear ese otro gueto: el gueto gay.
–Es decir que el movimiento gay habría errado el objetivo.
–El error está en no ver que la especie humana no es ni heterosexual ni homosexual. La homosexualidad no es incuestionablemente diferenciable de la heterosexualidad. Ambas actitudes no son irreconciliables como el aceite y el vinagre. Creo que son actitudes que tienen más que ver con lo cultural, por ejemplo. Tienen que ver con las presiones que las sociedades represivas vienen ejerciendo desde hace siglos. Si la elección del rol sexual no fuera coercitiva en nuestra sociedad, si la sexualidad gozase de toda la libertad que su carácter de juego presupone, no habrían existido los personajes caricaturescos que hasta hace pocos años, resultaban ser el macho, la hembra y el homosexual o la homosexual, típicos de nuestra sociedad.




Fuente: Página 12



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5 de diciembre 2012, La Nación, Argentina