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DELCY, cuento de Fanny Arjona

 

DELCY:

 

 

Muy mal hecho lo que hiciste chica, muy mal hecho. ¡Mira que salir del país y llevarte íntegra la ropa de mi suegra! ¿Cómo se te ocurre? Y por si fuera poco, también los zapatos y las carteras de mi hermana, eso no tiene nombre! Eres una malagradecida, después que te hemos mantenido, que has vivido con nosotros, compramos tus medicinas y hasta pagamos el tratamiento con tu psiquiatra. Si no te traigo con la policía, es por tu madre, a la que le prometí que siempre te trataría bien, tan humilde y buena esa señora, que en paz descanse, ¿no te da pena? Eso no se hace.

 

Recuerdo muy bien que cuando fuimos recomendados a casa de tu madre a buscarte, estabas jovencita y ya tu mamá nos había advertido de que eras “como rara” y “te daban unas cosas”. Supimos que el asunto comenzó porque salías vestida, maquillada y entaconada con las cosas de tu mamá chiquitica a jugar metras y subirte a los árboles y tu mamá perdió unos cuantos pares de zapatos por eso. Después en bachillerato fue que te dió por hacerte pasar por esposa del jefe civil y diste un discurso en el parque de diversiones -todos allá recuerdan cómo esa señora terminó halándote de los moños por disponedora- y para cuando quisiste hacerte pasar por concejal, ya todos te conocían y nadie te hizo caso. Ahí tu mamá como no sabía qué hacer contigo, decidió que no siguieras estudiando porque “te podías poner peor”, según sus palabras. Eso sí, te vendió como una muchacha muy organizada, seria y metódica para lo demás, por lo que a pesar de que mi marido dudó mucho, decidimos traerte para Caracas.

De verdad que no entiendo cómo fue que hiciste para llegar hasta Washington y sin saber inglés, pero ya sé por Manena que fuiste a pedirle prestado al mismísimo hijo del rabino dizque “pa’ tu mamá”. ¡Muchacha sinvergüenza!

 

Te llevaste toda la ropa que mi marido le trajo a mi suegra de afuera, toda la ropa de marca, la ropa de lino, los Dolce y Gabana, las chaqueticas Chanel que usaba de diario, los conjunticos de Versace que le quedan tan cómodos, todo, todo te lo llevaste y le dejaste la ripia, lo que ha comprado en las boutiques de aquí. Y mi pobre suegra ahora anda todo el día empijamada y desanimada porque no tiene qué ponerse. Estamos muy preocupados de que pueda caer en depresión y por eso tenemos que actuar rápido. Te vamos a ir a buscar y me haces el favor y te comportas, porque no queremos más cómicas.

 

Tengo que decirte que  pasé una horrible vergüenza cuando Menchu te reconoció en la televisión, justo a la hora del almuerzo y teníamos invitados por negocios de mi marido en casa. Cuando Menchu te vió, casi se le destruyen los hilos búlgaros que se puso cuando dijo: “¿Pero esa no es Deelcyyy?”. Yo me quería morir, meter la cabeza debajo del mantel de encaje de la mesa y desaparecer. ¡Que vergüenza para esta familia, qué pena con el Embajador de Alsacia!

 

Después de eso, ni siquiera pude lavar el deshonor con una merienda decente, porque la tetera de plata y las cucharitas herencia de mi mamá que quedaste en pulirme, estaban sucias y las tacitas de porcelana, incompletas. Por cierto que encontré una de esas en tu cuarto.

 

He pensado mucho en este asunto y si te dejo regresar es por más que todo por mi suegra. Y te perdono porque tienes manos de santa para la carne mechada, las empanadas, el arroz y las tajadas que a mi suegra y a mis hijos les gustan tanto. En cuanto a eso, realmente me esmerado pero no logro sustituirte, ella dice que las judías no sabemos nada de arepas y muchísimo menos de empanadas, de modo que he tenido que hacer desvelos para que coma y con mucho esfuerzo he logrado que al menos pase el salmón sudado.

 

Vamos a ir a buscarte, Delcy, ya sabemos en dónde estás, vamos a ir expresamente a eso. Espero que en medio de tus crisis maníacas –porque te dan-, no vayas a hacerte la loca de que no nos conoces, queremos ser pacíficos para rescatarte y no tener que solicitar la ayuda de los paramédicos para que te tranquilicen, porque allá si son serios y podrían maltratarte si te resistes. No podemos retrasar el regreso porque nos sale más caro, de modo que estamos evitándonos además demorarnos por posibles días de reclusión. Así que tranquila, que nosotros vamos y te traemos. Ya compramos los pasajes.

 

Ya que vamos a estar por allá, aprovechamos y te vamos a comprar todo, el cereal ese con pasitas y cambur que te gusta a ti (el que tiene el osito por fuera) tu leche y tu litio. Pero por favor Delcy, te suplico que si vas conmigo, no me vayas a hacer el mismo show que me armas cada vez que me acompañas al supermercado.

 

Te perdono que me hayas rayado el wok original que traje de Tailandia, los desteñidos en las camisas blancas de algodón egipcio de mi marido, que me hayas quebrado el florero de cristal checo que tenía en la entrada, tus malos modales en la mesa –gracias a Dios comes aparte-, que no sepas cocinar pescado y que por dura que eres para aprender, jamás hayas aprendido a decir correctamente “crème brulèe” y por eso digas “natilla”; pero lo que no te puedo perdonar es la vergüenza rotunda que nos has hecho pasar allá donde se te ocurrió hablar, ¡eso es mucho peor que cuando quisiste limpiar los óleos y las esculturas de la sala con un trapo mojado!

 

Ya mandé a redecorar todo en donde estás tú cerca de la cocina para que te sientas a gusto, te puse aire acondicionado y ya estamos buscando alternativas para cambiarte el televisorcito de tu cuarto. Te prometo que no voy a descontarte estos tres meses que faltaste, pero no esperes que te dé durante ese mismo lapso los sábados libres, estás castigada y lo sabes.

 

Regresa Delcy, los perros, los niños y mi suegra te extrañan mucho y a mí me haces una falta horrible en la casa, ni qué decirte. Hazlo por ti, que siempre te hemos tratado bien y hasta te hemos sacado en vacaciones para Margarita y Aruba. Hazlo por mí, porque la casa más los niños, más mi marido, mi suegra, las reuniones del Club y todo lo que tengo que hacer es demasiado para mí. Hazlo por mi suegra, que me tiene loca con su discurso de la comida criolla y ya ni sé qué hacer, porque a ella la comida koscher no le gusta. Aquí en esta casa siempre tendrás un lugar y tu cuarto y tu uniforme te esperan.

 

Por favor, envuelve bien como te enseñé los zapatos y las carteras de mi hermana en maleta aparte para que se las regreses y en otra maleta la ropa de mi suegra, ya dejé instrucciones en donde te estás quedando para enviar todo eso a la tintorería. Yo te llevo un maletín para tus cosas, total no son muchas y así llevamos menos peso.

 

NO creas que hiciste una gracia, Delcy, te vamos a buscar porque realmente aquí haces falta y ya mis amigas te conocen. Lo que hiciste es algo que quedará para siempre como una mancha en la familia, una anécdota bochornosa para futuras generaciones y espero que acompañándome a la sinagoga consecuentemente, podamos ir borrando poco a poco este mal rato. Vas a tener que aprender a preparar el borsh vienés a juro, porque si no, ahí si que te boto. Y de sólo pensar que tenemos que volver a agarrar esa carretera para llevarte de regreso a casa de tu mamá por allá por El Tinaco, me da un síncope.

 

¡Ay, Señor Todopoderoso, éstas domésticas!

 

SARAH BRILLENBOURG



©FANNY ARJONA

 Cantante lírica, actriz, escritora  y locutora venezolana, formada en Caracas y en Italia.

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