Hay una elite intelectual
que considera imposible
popularizar la literatura
G.G.M.
En el epicentro de una ventolera de playa, se
desarrollaba uno de los tantos congresos de escritores que organizaban en La
Habana. Gabriel García Márquez era el imán que atraía a periodistas de varios
continentes, pero ninguno había logrado entrevistarlo. Como vieron que yo
andaba con Miguel Otero Silva y el Gabo se la pasaba hablando con él, un
entreverado grupo de periodistas latinoamericanos, españoles y franceses me
insistió: “¿por qué no le haces unas preguntas y las compartes con nosotros?”.
Yo no cargaba grabador. Sólo una pequeña libreta. Un rato después me acerqué a
Gabriel García Márquez y Miguel Otero, quienes tomaban café negro y hablaban de
todo menos de literatura. Le dije al Gabo, tratando de no parecer irrespetuoso
“Si usted no me permite aunque sea un entrevista pequeñita, el dueño de El
Nacional, que usted conoce muy bien, me va a mandar de regreso a Caracas”.
Miguel Otero asintió poniendo cara de jefe terrible, tornándose cómplice de mi
planteamiento. Y así comenzó la primera entrevista que le hice a Gabriel García
Márquez. Luego, gracias también a ese otro escritor fabuloso que era Otero
Silva, sostuve otras emocionadas y desatinadas conversaciones con el autor de
Cien años de soledad y todos los demás títulos que nadie ignora.
La entrevista
El primer lote de mil ejemplares de “Crónica de una muerte anunciada” puesta
a la venta por Casa de las Américas, se vendió en La Habana en menos de dos
horas.
Gabriel García Márquez firmó más de doscientos de esos
ejemplares, mientras conversaba con viejos conocidos, de los que tuvieron el
privilegio de ser sus amigos cuando era un pendejo que nadie quería
entrevistar.
Eso ocurría en La Habana, durante los primeros días de
septiembre de 1981. En una mesita apartada, García Márquez habla con Otero
Silva sobre sus días de pesca con Fidel Castro y otros cubanos y se recrea
explicando por qué es un furibundo admirador de Hemingway.
-Hemingway me dio los mejores consejos que me han dado
para escribir –dice el Gabo.
-Me enseñó que la obra literaria es como un iceberg,
del cual sólo se ve una octava parte de su volumen, pero lo que sustenta lo
visible son las siete partes que están bajo el agua... Me enseñó que muchos
escritores se rompen la cabeza tratando de hacer diálogos que se parezcan a la
vida real, porque no saben que los diálogos en la literatura sólo son reales
cuando son literarios.
Vestido con bragas de mecánico y con las canas
cenicientas ganándole terreno a los cabellos negros, García Márquez trata de
zafarse de la firma de libros y de las entrevistas: “¿Para El Nacional? ¿Por qué no le dices a Otero Silva que me pague la
entrevista?, fíjate que en Moscú me las pagan”, bromea.
Insistiendo en que es un hemingwayano, García Márquez
enfatiza: “Hemingway me enseñó también que se puede hacer una literatura
revolucionaria sin necesidad de pregonarlo en la misma literatura”.
Se levanta con ganas de alejarse. Está reacio a
cualquier entrevista, pero accede a responder porque es como una conversación y
no aparece a la vista ningún grabador. Sin embargo, desconfía de la libreta y
apunta:
-Tú no vas a entender nada de lo que estás escribiendo
ahí...
-¿Exactamente cuántos ejemplares se han vendido de Crónica de una muerte anunciada hasta
ahora? ¿es cierto que será llevada al cine?- (preguntas desesperadas).
-En español se han vendido dos millones de ejemplares...
¿Me preguntaste si la iban a llevar al cine? Esa es una manía de los cineastas,
pero hasta ahora no hay nada en concreto... es una manía perfectamente válida,
por lo demás.
-¿A qué se debe el éxito de su último libro? Se ha
dicho que está “hinchado” con letras grandes, que no es en realidad una novela.
(Pregunta de novato patán).
El Gabo despliega su bigote de taxista, también harto
ceniciento, cuando sonríe ante lo que seguramente ha sido una crítica
permanente, respecto a “Crónica de una
muerte anunciada”. (Si la letra es chiquita la gente se queja. Si es
grande, se queja igual).
-La Crónica…
está en la calle, con los cigarrillos, frente a los cines, en los estadios y los quioscos, con un precio bajo. Y
la letra es grande para que la lean personas que carecen del hábito de la
lectura. Yo sostengo que la literatura sí le interesa a la gente... Hay quienes
se inhiben de ir a las librerías, que son como templos y cuando ven un libro
así en la calle lo compran.
-Si uno se echa a la calle y escribe para muchos
lectores, entonces el resultado es ese: dos millones de ejemplares vendidos en
español –añade García Márquez.
Está que se va, como si le hubieran soltado las
amarras, pero continúa hablando:
-Esa es la eterna lucha entre la buena y la mala literatura:
disputar el mercado.
El viento entra con fuerza por un ventanal abierto, da
vueltas entre cortinas y se lleva varias servilletas de las mesas como bailando
un vals de Strauss. Un segundo después se ha ido. El Gabo parece recordar que
no desea ser entrevistado. Pero tiene ganas de decir algo y quizá el periodista
que tiene por dentro le ha hecho una pregunta.
-Hay un pequeño grupo de intelectuales de élite que
considera imposible popularizar la literatura. Yo creo que lo malo es hacer
concesiones para ensanchar ese mercado, pero uno no debe renunciar a estar en
la onda popular... Yo estoy en esa onda...
En el Encuentro de Intelectuales, García Márquez fue
el escritor más asediado y besado por las damas. A cada rato interrumpían la
entrevista para abrazarlo y mancharle la cara con boquitas y bocotas de rouge.
Olía a varias y distintas fragancias femeninas.
-En Europa hubo una edición “pirata” de la Crónica… y dicen que se agotó. ¿Eso es
cierto?
García Márquez se
ríe verdaderamente divertido por eso: “Yo soy partidario de los editores
piratas porque gano lectores, que es lo que más le interesa a un escritor
cuando ya tiene dinero con qué comer. Quien pierde es el editor legítimo”.
Se le pregunta respecto al comité de los siete que
respaldaría la proyección cultural francesa, en la búsqueda de una estrecha
relación con los pueblos latinoamericanos, y responde que a su juicio este
organismo funcionará con mayor agilidad que otros.
-No será oficial, se mantendrá autónomo. Se reunirá
cada año y tendrá un secretario general. Yo espero quedar en ese comité: es el
sueño de mi vida.
-¿Qué ha pasado con la demanda de los personajes de la
Crónica…?
El Gabo parece estar a punto de decir “no me preguntes
eso”, pero comenta, desganado, que la demanda es contra unos periodistas.
- Yo no tengo nada que ver
con eso –especifica.
Ahora sí se distancia, no hay posibilidad de tirarle
el anzuelo de otra interrogante, pero, sin embargo, antes de alejarse con su
paso rápido, se asoma a la libreta de apuntes como un niño que desea ver lo que
hierve en una olla y repite su comentario inicial, aderezado ahora con unas
cuantas obscenidades de Aracataca:
-A mí me parece que tú no vas a entender un coño de
esa vaina.
Fuente: José Pulido
Foto de Gabriela Pulido |
Nació en Venezuela, el 1° de noviembre de 1945.Vive en Génova, Italia.
En 1989 obtuvo el Segundo Premio Miguel Otero Silva de novela, Editorial Planeta. En el 2000 recibió el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos. Ha publicado cinco poemarios y nueve novelas. Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional creó la Serie José Pulido pregunta y publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas.
Si se requiere información detallada sobre estas publicaciones, favor solicitarla a este correo: jipulido777@gmail.com
Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas iberoamericanos, Salamanca, España, entre otras.
Ha sido invitado a festivales en Irak, Colombia, Brasil, Chile, España y Génova. Participó, en 2012, como invitado de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en Salamanca. En el 2018 y en el 2019 invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova.
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