la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Christian Boltanski: “Ser artista es como hacer terapia, hacer psicoanálisis”/ entrevistas de Patricia Kolesnicov/ Mercedes Pérez Bergliaff, noviembre 2011



INSTALACION. El maestro de esa forma del arte, 
Christian Boltanski, en el Palacio Duhau.

"Para el artista, como para un santo, la propia vida puede ser una obra"


Christian Boltanski nació en París durante el nazismo, no quiso ir a la escuela, y hoy es una superestrella del arte contemporáneo. Trabaja en la fugacidad de la existencia humana.



Si uno tuviera la infancia que tuvo Christian Boltanski tendría que dedicarse a algo que tuviera que ver con la memoria. Si uno hubiera sido concebido en el desván donde el padre se ocultaba de los nazis después de haber fingido una pelea con la madre y “abandonado” la casa de un portazo, para volver a esconderse. Si hubiese dejado la escuela de chico; si no hubiera salido solo hasta los 18 años; si el padre médico hubiese decidido que para protegerse, en un mundo limpio, era mejor no bañarse; si uno hubiese crecido en un paisaje de sobrevivientes del Holocausto, casi analfabeto y pintando como un obseso, es decir, si uno fuera Christian Boltanski, tendría que meterse a artista contemporáneo y hacer obra de la propia vida. Eso es lo que él hizo.

Boltanski estuvo esta semana en Buenos Aires, por iniciativa de la Universidad de Tres de Febrero y de la curadora Diana Wechsler. A la vez, acaba de salir Christian Boltanski. La vida posible de un artista , un libro de conversaciones con Catherine Grenier. Y allí cuenta: En casa había una visión de la vida como demasiado peligrosa, tan peligrosa que había que estar siempre atento a todo. Teníamos una casa muy grande y todos dormíamos en el mismo cuarto, nuestros padres en una cama y nosotros en el piso. Dormí en el piso hasta los dieciocho o diecinueve años, en una bolsa de dormir. El separarse era considerado peligroso.

Y cuenta que iban de vacaciones en auto, lejos, a Moscú por ejemplo, pero que “a mi madre le angustiaban los hoteles”, entonces seguían durmiendo juntos pero en el auto, “ muchos días, sin bañarnos, con la ropa sucia, olíamos mal” .

Y que, como él sólo pintaba y los amigos artistas decían que pintaba mal, la madre abrió una galería de arte, para que aprendiera a ganarse la vida. Ahí empezó a ver arte contemporáneo. Aprendió. Tiró los pinceles: lo suyo serían las instalaciones, cierta forma de intervenir en la vida. Consiguió los contactos de una galería de arte contemporáneo y mandó a toda la lista cartas con un cartoncito adentro que decía “Enfermedad”. Después fabricó, con plastilina, los objetos de su pasado. Quería “refabricar” el pasado.

Le fue bien, muy bien, y hoy es un artista celebrado, mimado, que da entrevistas en la coqueta confitería del Palacio Duhau.

¿Sus respuestas a Grenier, en el libro, son ficción?
Yo pienso que son verdad, sin embargo para un artista está la vida y la vida como obra, como para un santo.

¿Qué quiere decir?


Sólo se dice lo que es lindo, lo que es funcional para dar un mensaje. Por ejemplo, mi primer recuerdo, un niño que espera en una aduana, habla de un migrante, lo que nos lleva a pensar en la espera, en la soledad. Pero si mi memoria no falla, dije la verdad.

¿Sentia que su familia era rara?

¿Qué significa rara?

No bañarse, que un chico decida no ir a la escuela, dormir todos juntos por decisión, no salir solos...

No me sentía raro. A veces mis padres me daban un poquito de vergüenza, como a todos los chicos. Pero gracias a ellos no estoy en un psiquiátrico encerrado.

¿Por qué?

Como yo no quería ir a la escuela, si me hubieran forzado, me hubiera ido de todos modos, me hubieran mandado a un psiquiatra y poco a poco hubiera terminado en un psiquiátrico.

¿Y aprendió a leer después?

¡Yo sé leer! Todavía tengo muchas faltas de ortografía... Pero tengo una gran cultura autodidacta, escucho muchísimo la radio, radio France Culture...
Su abuelo se fue de Rusia para integrarse a Francia. Su padre se hizo católico.

Pero lo judío ronda todo el tiempo. ¿Son judíos o no?

Es confuso. Si me preguntan, digo que soy judío, pero nunca entré a una sinagoga, tomé la primera comunión y no soy creyente.

¿Y por qué es judío?

Porque conozco la historia. Le cuento un cuento jasídico: Hay un hombre que conoce un lugar en el bosque donde prende una fogata y allí habla con Dios. Sus descendientes conocen el lugar en el bosque, saben prender la fogata, pero se olvidaron de hablar con Dios o como hacerlo, pero funciona de todos modos. Otro discípulo conoce el lugar solamente, ha olvidado el resto. Mucho tiempo después, otro no sabe ni donde está el lugar en el bosque, ni hablar con Dios; pero conoce la historia y eso basta para estar en contacto con Dios. Yo conozco la historia.

¿Porqué es tan central el holocausto en la obra?

No es para nada central.

¿Por qué aparece?

Está mi nacimiento y sus circunstancias. A los 3, 4 años escuché muchas historias sobre la Shoah, porque todos los amigos de mis padres eran sobrevivientes. Yo conocí el escondite de mi padre, eso estaba muy presente en mi vida. Para mí, lo catastrófico en la Shoah es el rechazo de la identidad del otro, el no reconocimiento de su humanidad.

¿Y de qué se trata su obra?

Si se centra en algo, es en la desaparición. Y en el hecho de que toda mi obra es un fracaso. Porque yo intento conservar y nada se puede conservar. Yo tengo grabados 45 mil latidos de corazón y no por eso esos 45 mil seres siguen viviendo, no. Los seres humanos, cuyos latidos yo grabé, están muertos.

Queda la obra.

Hay algo incomprensible en la desaparición tan rápida de los seres humanos. Ahora un hombre, desde Tasmania, filma lo que pasa en mi taller día y noche. Y va a seguir hasta mi muerte. Quiere verme morir en directo. Pero no me va a tener a mí por eso.

¿Qué es lo que vale la pena recordar?

Siempre dije que trabajaba sobre la pequeña memoria. Lo que nos constituye es el hecho de saber dónde se puede comer bien en Buenos Aires por ejemplo. Todas esas cosas mueren con nosotros. Y a partir de los 50, uno puede hacer un museo de su vida, porque se saben tantas cosas, tantas pequeñas cosas. Todas estas pequeñas cosas son las que yo intento preservar.

©Patricia Kolesnicov
Buenos Aires
13 de noviembre de 2011



“Brindar emociones a la mayor cantidad de gente”



Según Christian Boltanski, el arte es para las multitudes.


Es una star del arte, Christian Boltanski. Uno de esos muy conocidos artistas europeos exitosos. Pero hay un par de cosas que lo distinguen del resto: su humildad, su inmenso gusto por la reflexión; su interés por las personas.Y el tipo de obra que hace: centrada en lo humano, en la vida, en la muerte. Miremos sus trabajos: densos, oscuros, grises, con fotos de personas fallecidas… Si bien Boltanski había empezado por los 70´, haciendo un tipo de fotografía de “mal gusto”, el gran salto lo pegó con sus trabajos de principios de los 80. Realizadas con objetos usados, sobre todo fotografías viejas –Boltanski ama las ferias y los mercados de pulgas– estas obras son de una escala grande, gigante, y apuntan a activar la memoria. Para eso el artista utiliza dos formatos: el archivo y el monumento.

En pareja desde hace más de treinta años con otra gran artista europea –Annete Messager–, ahora Boltanski se encuentra, insólitamente, en Argentina.

¿Por qué se encuentra en Buenos Aires, Boltanski? ¿Es verdad que se debe a que va a hacer una exposición el año que viene aquí?

Bueno, ése es un proyecto, hacer una exhibición en un museo universitario (el MUNTREF). La verdad es que hoy estuve mirando por Buenos Aires lugares que me puedan inspirar, como el Hotel de los Inmigrantes y sus archivos; y también estuve en Tecnópolis. Pero no puedo decir ahora qué va a nacer de todo esto, y si va a nacer algo. Sí voy a conocer, mientras siga aquí, otras personas, otros lugares donde quizás pueda encontrar algo.

No comprendo bien qué cosa específica, como artista contemporáneo, le interesó de Tecnópolis.

Había muchísima gente joven que usualmente no va a ver exposiciones, y que estaba ahí. Me interesa saber si puedo, de algún modo, tocar a ese público.

Entonces usted también es un estratega.

Yo solamente reflexiono sobre cómo poder brindar emociones al mayor número de personas posibles.

¿Ese debería ser el fin del arte?

A menudo el arte es hacer preguntas y también brindar emociones. El arte es algo muy importante.

¿Por qué?

Porque creo que influye sobre la existencia. Es como la filosofía. Aunque también creo que actualmente el arte se encuentra un poco perdido, debido a las cuestiones del dinero: es una relación que siempre existió, pero ahora se habla prácticamente sólo de eso. Creo que sería bueno pensar cómo luchar contra eso.


 Monument Odessa, 1989



Debo decirle que la imagen que tenemos acá de usted es completamente diferente.

¿Usted pensaba que yo era alguien muy triste..?

No. Por sus obras, pensaba que era, más bien, torturado.

Bueno, no. Soy un hombre muy feliz. Y cuanto más envejezco, más feliz estoy.

¿Pero por qué eso no se ve en sus obras, la felicidad…?

Bueno, creo que si soy feliz, es porque hablo en mis obras de las cosas tristes. Ser artista es como hacer terapia, hacer psicoanálisis. Y ahora estoy mejorando.

©Mercedes Pérez Bergliaffa 
Buenos Aires
13 de noviembre de 2011