Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Conversación casual con Leonardo Ruiz Pineda / texto de Elisa Lerner






 

Para Héctor Rodríguez Bauza por su pedido para que
recogiera esta historia 



Pudo ocurrir en el último trimestre de 1950 o en alguno de los primeros meses de 1951. Una tarde noche a la que fue ilusionada adolescente la recuerdo en el apartamento de mi hermana Ruth. No atino a saber cómo estaba allí a esas horas, en visita solitaria,  sin la compañía de mi madre, de mi padre o de ambos. ¿Llegué allí por mi cuenta? ¿De qué manera fui devuelta a mi casa? Ya no lo sabré. La memoria no guarda todos los botones de su delicado traje. Mi hermana, apenas con dos años de casada, meses antes había dejado una acogedora quintita de la Avenida del Pinar de El Paraíso flanqueada en la esquina por un cine para, inopinadamente, mudarse a Las Mercedes. Esta nueva urbanización  casi toda poblada de pequeños  edificios de pocos pisos y, donde el césped era una sonrisa verde iluminada por los días. El ingreso a cada apartamento contaba con la privacidad de una puerta individual. Una vez dentro atravesábamos una escalera con pasamano de madera blanca, al final de la misma se tenía acceso a una segunda puerta de entrada. La definitiva. Muy linda la flamante residencia. Pero, mucho más chica  que la otra en El Pinar a la que era difícil decirle adiós. La música discreta de sus árboles, de El Paraíso propiamente, había sido paisaje para vueltas habituales durante la infancia y la adolescencia.

                      En el recibo, no muy grande, del nuevo apartamento me encontré con alguien de visita. Quizá llegó después o estaba antes. Pese a las dimensiones limitadas de la salita, el nuevo visitante siempre permanece en el recuerdo, sentado frente a mí, como ante una cámara inmutable. Siempre en prudente lejanía, sin moverse ni un ápice del asiento, centrado como en una gimnasia de ensimismamiento físico. Mi hermana debió hacer las presentaciones del caso en desmañada o presurosa cortesía. Los muy jóvenes siempre hemos mantenido la queja de que hay que esperar demasiado para ser introducidos en el mundo. Logré escuchar: “Alfredo Natera”, un nombre que no me dijo nada. Mi hermana, raro en ella, iba y venía aparentemente sin destino.

                      Daría comienzo a un amago de conversación. Ante mi natural curiosidad, Alfredo Natera dijo que era vendedor de carros. “¿Vendedor de carros? dije a mi vez  con decepción y petulancia juveniles. Al unísono de una conversación que se me antojaba lenta por parte del hasta el presente ignorado amigo de mi hermana, en capítulo paralelo, por la escalera del nítido pasamano de madera blanca muy rápidos bajaban y subían unos hombres fornidos. No recuerdo cuántos. No reparé mucho en ellos ni me pregunté que hacían esos extraños sujetos en semejante trajín. Yo estaba centrada en mostrar mi rabia, sapiencia y sarcasmo ante la ingente perdida de tiempo que significaba mantener un diálogo con un vendedor de carros. Ni más ni menos, representante despreciable de “La ciudad del lucro”, título de un cuento muy sarcástico, que escribiría un par de años después y daría a conocer a Ramón Velázquez durante uno de los raros intervalos de libertad de que gozó en esa época y a mi profesor de Procesal Civil, Humberto Cuenca, ducho en temas de crítica literaria. A este último, pensando tontamente que era  forma de atenuar, quién sabe, flaquezas de estudiante. Lo escrito en “La ciudad del lucro”, a mi juicio, representaba el pragmatismo sin alma del pèrezjimenismo. Sus cuartillas, al paso del tiempo,  se me irían de las manos como esos amoríos o preferencias de juventud intensas pero breves.  

                                                   El señor Alfredo Natera permaneció inalterable y sereno, cobijado sin chistar a la fidelidad de su asiento. Aparentemente toda su atención la tenía volcada en la ansiosa adolescente con no confesadas ambiciones de escritora que tenía frente a sí. Semejaba no hacer caso del trasiego de los hombres en la escalera ni ellos de él. En mis deseos por apabullar al vendedor de carros con mi brillantez y mis lecturas del momento  no me apercibí que mi hermana había desaparecido por un término, acaso, demasiado largo de escena y que mi cuñado por ningún momento había asomado la nariz. ¿Cuánto tiempo había pasado o se me ocurrió  pudo transcurrir?  Al mismo tiempo, algo comenzó a apabullarme internamente. No lo di a conocer, no me di por aludida respecto a la paciencia muy grande que se desprendía del otro visitante. De seguro, algo que tiene que ver con la callada cordialidad de los afectos, la perseverancia y la fe en el destino de los seres, la dádiva de una atención profunda hacia los que aún estábamos en edad trémula de pronta juventud. Y, en este hombre, más tarde lo supe, que se debía a la modestia sangrante de una lucha sin cuartel, sorprendí incluso un discretísimo sentido del humor hacia la que le pareció, inútilmente, pretenciosa. Ay, muy a su pesar, flor aún de invernadero familiar  que solo quería gastar lo que creía su probable ingenio con intelectuales famosísimos como Arthur Miller. No con un alguien  sin imaginación, que así habrían de ser la mayoría de los  vendedores de carros.

                                                   Durante este diálogo dictado por un horóscopo travieso, es posible, hubiera hecho mención de “La náusea” de Sartre o de “El lobo estepario”. No tardé caer en cuenta  que Alfredo Natera,  como suele decirse, era un hombre leído y escribido. “! Qué cosa tan verdaderamente extraña qué un vendedor de carros sea de tan buenas lecturas!” debo haber dicho con un tonillo de sarcasmo para no darme por vencida. Mas en lo íntimo de mi misma gratamente sorprendida. Una era fervorosa lectora de “El Nacional” de Miguel Otero Silva. Pero, en mi lista de novelas creo no había mencionado ningún libro venezolano. Alfredo Natera dejó caer en suave convencimiento la belleza de “Cumboto” de Ramón Díaz Sánchez.

                                                   Pocos días después llegó mi hermana a nuestra casa en los altos San Bernardino (en los años siguientes frecuentada por enemigos a muerte de la dictadura y en la mira constante de la Seguridad Nacional) hecha una furia: “Alfredo Natera dice que debes cambiar, pésima combinación los muchos libros y la pizca de humanidad, nos ha hecho pasar una vergüenza enorme,  nos has llenado de pena. Voy a hablar seriamente con  nuestros padres, se ha errado con tu educación, eso hay que enmendarlo”.

                                                   “¿Quién es Alfredo Natera para opinar sobre mí y mi educación? ¡Qué locura! ¿Van a poner mi destino, mi formación en manos de un vendedor de carros?”. Tan acérrima discusión se desarrolló durante un par de meses. Hubo casi una reunión de familia. A los diez y ocho fue de una amarga primavera para mí. El resto de la vida estaba decidida a aborrecer del comerciante metido a educador. Pero, un día a media mañana Ruth se presentó con un libro para mí, se trataba de “Cumboto” de Ramón Díaz Sánchez. En el desorden más hermoso o menos hermoso de la vida se me han extraviado no sólo libros, casi bibliotecas. Ha sido casi como perder hijos.  Para desconcierto de mí misma no he perdido esta edición de “Cumboto, cuento de siete leguas” (Editorial Nova, Colección Espejo del Mundo). Sigue a mi lado en la pequeña habitación donde suelo escribir, es un milagro, con su portada verde aceituna y naranja subido, como una mujer que ha descuidado sus arrugas, no el fulgor de su espejo íntimo. La novela de Díaz Sánchez venía con una afable dedicatoria y letra no menos afable: “Para Elisa Lerner con mis votos por su ventura espiritual, afectuosamente: Alfredo Natera. Caracas: 9 de junio de 1951”.  En la dedicatoria tiene la gentileza singular de destacar con letras algo mayores la escritura de mi nombre. La entrega del libro pareció traer alguna tregua  entre las dos hermanas  
   
                                            La casualidad, mensajera de equívocos, hizo que tiempo después tropezara en un pasillo de la antigua Universidad Central donde a la sazón cursaba el primer Derecho con el poeta Miguel García Mackle, gran caballero y, así de sopetón, me dice entre conmovido y esperanzado: “Ruiz Pineda te manda saludos” Quedé atónita. No sé si estuve humilde y arrogante o las dos cosas a la vez al preguntar, casi susurrar: “¿Estás seguro, Miguel? ¿Ruiz Pineda, con saludos para mí?” De seguro, se trataba de un error. De todos modos, me embargó una oleada de felicidad inmensa. La libertad tan añorada, la que habíamos perdido con la caída de Gallegos, me había rozado muy de cerca, se daba a conocer en un momento glorioso de mi juventud. En esos durísimos comienzos de finales de los años cincuenta (asesinado ya Delgado Chalbaud, acaso una falsa ilusión a la que atarse) y de comienzos de 1951, Leonardo Ruiz Pineda era la libertad o la esperanza de libertad. Recordé otra vez su  paciencia que era sangre fría para permanecer como en un invisible círculo cerrado, secreto siempre en la misma posición. Cálculo circunspecto, geometría distanciadora, firmeza de manera que en un ámbito pequeño como el saloncito de mi hermana, para seguridad de todos, aún en medio de su trato amigable, sereno, solo pudiera retener en el futuro alguna mancha un poco borrosa, un señor trajeado de forma impecable, acaso una cabeza de pelo negro y denso. Si llegaba a levantarse, si movía los brazos, si se aproximaba un poco a su joven contertulia o a los hombres demasiados grandes, poleas incansables en la pequeña escalera,  podría ser como perder piezas de un juego peligroso. Ahora, con luz de tiempo, recuerdo sus grandes ojos escrutadores donde los más arrojados sueños de resistencia civil tuvieron justa cabida.

                                                   Corrí donde Ruth y le reclamé que me hubiera dejado en ridículo al engañarnos con esa historia del vendedor de carros. ¿Pero, la resistencia clandestina podía funcionar sin sus necesarios secretos? Desde entonces mi gran ilusión fue volver a ver a Ruiz Pineda, agradecerle personalmente el regalo de la novela “Cumboto” y convencerle que la sencillez del mundo, también, se albergaba en mí.

                                         No fue posible. Solo le volví a ver a finales del año siguiente en la primera página de “El Nacional” herido de muerte, asesinado por la dictadura, el cuerpo envuelto como en una sabana caótica, era la de su propia sangre, con los zapatos puestos, preparados para una caminata incansable. Me eché a llorar. Ese llanto persiste en mí.  

Caracas 2012
                                         

             

    

Gracias a Henrique cuando los tiempos de Dios son perfectos/ Nelson Bocaranda Sardi, Caracas 8 de octubre de 2012



  

En la mañana del domingo dijo: “para saber ganar hay que saber perder” y en la noche lo demostró.

No ganó la presidencia, pero renovó la esperanza de millones de venezolanos en lograr algún día un país mejor. Representó con estoicismo y gallardía los valores de una juventud que confió en él buscando un mejor futuro. Sintió en su alma el sufrimiento de buena parte de los ciudadanos de su país que al abrazarlo, y fundirse con él, le confirmaban la necesidad de afecto, cariño, atención y servicios públicos tal como ha sido su ejemplo en los tres  cargos de elección popular que ha desempeñado.

Esta joven, tan solo 40 años de edad, para seguir el camino que ya emprendió cuando arrancó su campaña logrando ser el abanderado unitario de la más grande coalición de partidos en la historia de Venezuela.

Este “flaquito” tiene la fuerza y el espíritu suficiente para no amilanarse ni flaquear en la búsqueda de una Venezuela mejor donde pueda ser el instrumento de un pueblo para alcanzar su grandeza.

Sus palabras de anoche cuando -con gentileza y bonhomía- reconocía no solo su derrota sino el triunfo de un adversario que durante toda la campaña no hizo sino hablar mal de él, tratar de desprestigiarlo y considerarlo hasta un “cochino” dice mucho de Henrique. Un servidor público comprobado aún tiene camino por  recorrer.

Anoche agradeció “la esperanza” que millones de venezolanos depositaron en él y que “esa esperanza está intacta, y más temprano que tarde los venezolanos vamos a tener una opción para tener un país mejor”.

Señaló también: “Quiero agradecer a los más de 6 millones de venezolanos que hoy me dieron su confianza. Ahí están más de seis millones de venezolanos queriendo un futuro. Los que votaron por la otra opción también cuenten conmigo”…”hay un país que tiene dos visiones y ser un buen Presidente significa trabajar por la unión de todos los venezolanos”.

Pidió además a su militancia y a todos los simpatizantes que ganó con sus recorridos por todo el país sentirse orgullosos del camino que se han labrado con esta causa que hoy no obtuvo la Presidencia de la República. “Aquí hemos sembrado muchas semillas por toda nuestra Venezuela y yo sé que de esas semillas van a nacer muchos árboles que darán buenos frutos. Yo les digo a todos ustedes: ‘no se sientan hoy derrotados’ “.

Deja así abierta las puertas para un futuro no tan lejano. Seis años si Chávez cumple el período y meses si se retira por causas mayores provenientes del cáncer que padece. Por eso me uno a sus palabras: “el tiempo de Dios es perfecto”.

Oportunas para el momento en que asume un nuevo período de seis años, hasta el 2019, el presidente con cáncer desde hace año y medio y del que no sabemos si está o no curado. Buena suerte.

¡Gracias Henrique a nombre de todos!


Caracas 8 de octubre de 2012

Fuente: Runrunes



Cinco Autógrafos: Autógrafo 3. John Lennon por Susy Dembo



The Beatles a Lilian Dembo, hija de Susy


Un nublado día en Londres  recorriendo  Trafalgar  Square, Joshi, el hermano de mi madre, caminaba conmigo mientras admirábamos el bello paisaje; palomas por doquier  buscaban alimento, les extendí mi mano enguantada con algo de maíz en ella, de pronto decenas  de  ellas me rodearon y  con su sonido arrullador,   se posaron  en mi   cabeza y  mis brazos y  con la fuerza del momento me hicieron casi volar.

Entre cuentos y recuerdos,  mi tío,  sonriendo me preguntó si yo había escuchado algo sobre los Beatles. -No- le dije-  no los conozco. El me respondió, tu prima Bárbara y su novio  están  encantados  con un grupo de música  que ha revolucionado al mundo, son los Beatles.

Cuéntame   le dije,  mi tío continuo:   Son originarios de Liverpool, Inglaterra y   nos tienen  muy impresionados  por  su audacia  y su   comportamiento, son  unos talentos musicales muy especiales. Integran la banda cuatro músicos. Tocan la guitarra y cantan de una manera contagiosa y bien estudiada, eso los hace ver como  rebeldes distinguidos y acoplados en su interpretación.

Era el  otoño del año 1960 y  nunca  hasta ese momento había escuchado sobre ese grupo tan ovacionado y especial.

Mi tío agregó que su hija, o sea mi prima, y su novio  acompañaban al grupo musical en los conciertos como muchas otras parejas que los admiraban y bailaban mientras ellos tocaban por varias ciudades de Inglaterra. Joshi comentaba, es un acontecimiento que está cambiado el destino musical  de Inglaterra y que  va a   revolucionar al  mundo entero para siempre  con su baladas y   canciones que despertarán a varias generaciones   por venir,  con   melodías  inspiradoras  de un ritmo y un momento de la historia que perdurará   para siempre  en el alma de los que  reciben como un regalo su talento hasta hoy inigualable.
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Después de ese comentario tan impresionante mi curiosidad hizo que buscara toda la información  sobre estos  músicos que estaban arrebatando la taquilla  del rock y del pop del mundo entero.

Exactamente no recuerdo cuando  escuché por primera vez su  pegajosa  y preciosa música que me envolvió con  su mágico encanto juvenil, y que aún hoy casi cincuenta años después me hacen regresar a los días en que descubrí con intensa emoción  las letras  y las melodías de su inspirada creatividad.

Me volví una fanática de sus baladas  y actividades,  los seguí  en todo lo que pude,  sus movimientos,  locuras,  equivocaciones,  aciertos.
  
Sus  encuentro  con Maharishi, el Gurú,  las  canciones que evocaban a la India y que sin duda fue  el despertar de sus sueños de ácido y  de drogas, a la vez que de un desarrollo espiritual que los llevó a componer canciones inigualables.

Mia Farrow, que también los siguió a la India, fue testigo de ese momento de la vida interior de los Beatles y el camino del éxito que ya lo tenían asegurado.





Me daba curiosidad todo lo que hacían. Leía sobre  sus matrimonios, peleas, el impacto sobre ellos de  la guerra de Vietnam y el sueño de la Paz deseada, que se integrará mas adelante  en las letras de sus canciones.

En 1963 fue el primer viaje del grupo a los Estados Unidos y todo el revuelo internacional que causaron el encuentro de John  Lennon con Yoko Ono, que también fue muy comentado mundialmente y yo,  desde mi ventana,  me imaginaba que algún  día los iba a conocer y escuchar personalmente.

En Venezuela se vendían   unas tarjetitas  que tenían las fotos de los Beatles en diferentes  actividades, estas eran muy apreciadas y mis  hijas  las  coleccionaban y las intercambiaban para tener la colección completa.

Pasó el tiempo  y mis hijas se fueron de  mi casa  a una nueva vida y muchas cosas quedaron en mi hogar que ellas dejaron; revisando y añorando su presencia  encontré  guardadas en un armario de recuerdos,  algunas de esas barajitas, como las llamaban entonces.

Y las que aun conservo son fotos en blanco y negro con las posiciones características de ellos, cantando en un estudio de grabación o simplemente posando. Estas fotografías son de alguna manera  causantes  de mi deseo  adictivo para poseer autógrafos, inscritas en la parte de abajo de las fotos, con la firma de uno de los Beatles que aparecen en ellas.

Pase  muchos años  muy ligada a estas preciosas canciones: “Yesterday”,  Yellow Submarine”,  “Strawerry Fields Forever”, “Lucy in the Sky  With Diamonds”, que según los comentarios es la canción de la época Beatles que pasaron en la India. “Help”, la canción  de la desesperada  soledad y ya casi  en los años  ochenta la maravillosa “Imagine”, un sueño y deseo de paz eterna,  la que   me inspiró   a realizar una escultura de John Lennon y pintar  un cuadro de  John y Yoko Ono, en el primer aniversario de su fatídica  desaparición,  balada llena de amor incondicional.

Yoko Ono  presentó en Miami Florida una exposición sobre las obras de gráfica de John  Lennon,  pues  según  los biógrafos de Lennon  dicen que el primer amor del músico  fue el arte y que mucho antes de tener  una guitarra propia, ya él  había estudiado  en el Liverpool Art Institute   por tres años, de 1957 a 1960.  Su estilo, un dibujo de línea realizado con  lápices o plumas  y la tinta sumi dicen que fue un  alumno destacado y de gran talento.

Ilustró con sus dibujos tres libros escritos por él y entre otras obras existe  un portafolio de Litografías  llamado “Bag One” que se  encuentran hoy en el  Museo de Arte Moderno   en N.Y, este portafolio tiene unos dibujos eróticos que se publicaron en enero de 1970 y la  exposición fue cerrada por el Scotland Yard  debido al tema  demasiado atrevido  para esos años. Con títulos como  “Luna de miel”, “Erótico1”  “Erótico 2”, “Erótico 3”,  “Erótico 4”, “En la cama” y otros nombres, que sugerían erotismo y placer. Estos dibujos fueron confiscados  por el mismo Scotland Yard, que causó consternación en ese momento por su audaz procedimiento.
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Hombre,  Músico, Compositor, Artista, Poeta, Filósofo de esta generación, artista integral  inolvidable. John Lennon, que falleció en plena productividad y juventud.

Yoko Ono estudió con un profesor con el que tuve la suerte de estudiar   por un corto tiempo, un  gran artista, Michael Ponce de León, que  daba  clases de grabado  en su taller en el viejo edificio de  la compañía de teléfonos  de  New York. Innovador  en el arte del  grabado, inventor de una  prensa   para imprimir  bajo relieves difíciles  de realizar en una prensa de grabado corriente,  con esta prensa se logran efectos muy especiales y profundos. Yoko Ono fue una artista grafica importante.  lo que parece haber unido a la famosa pareja.

En  la música y el arte solía comprar   los “Long Play” de los Beatles y aprendí de memoria las letras de esas canciones tan preciosas y diferentes.  Aun me acuerdo de algunas de ellas,   la memoria es gratificante con las cosas que fascinan al ser humano. Y el resultado es “no olvidar  el momento, entonar la melodía, y conservar la letra que es para siempre.”


En 1968, una exposición de mi trabajo en esmaltes me llevó a New York. Un amigo de mi familia que era productor de televisión y cine se había asociado con unos cineastas  de Apple Productions. Era la productora del grupo. Querían hacer una  película con uno de los Beatles. Esta película se iba a llamar Candy  y en efecto fue un éxito con Ringo  Starr, Richard Burton y otras estrellas importantes de los años sesenta.

Una noche en el Oak Room, tan  digno y elegante salón  del entonces reconocido por su elegancia  Hotel Plaza, cenábamos los cineastas y yo como invitada y se comentaba sobre los pormenores de lo que sería la película,  qué iba a ser filmada en Inglaterra. Manifesté mi interés por los músicos. Uno de los cineastas me pregunto, “te gustaría hablar con los Beatles por teléfono?” Con picardía dije: “¿y cómo? La   respuesta inmediata fue un  kilómetro de cables  que llegaron a nuestra mesa con un teléfono negro. Leon Mirell, el principal del grupo, tomó el teléfono, llamó a la operadora y le dijo:

-    Comuníqueme con Londres - le dio un  número de teléfono y murmuró Apple Productions.

Conteniendo mi aliento esperaba alguna respuesta y  él me advirtió:  

-        Susy, vas a hablar con John Lennon, él está en línea.

Tomé el auricular en mi temblorosa mano de entonces y escuché una voz   que no  tenía nada que ver con la voz  de las canciones que  me encantaban y ésta  me preguntó:

       -   “¿Que puedo hacer por ti”?

Turbada y muy ansiosa contesté:

-        Por favor necesito para mi álbum de autógrafos, unas fotos de ustedes firmadas. Una es  para mí, las otras son  para mi hijas  Lilian y  Vivian.-  John  me contestó:

-        ¿Tú cómo te llamas?

Le di mi nombre y él me dijo:  

- Los voy a anotar - y  amablemente   prometió enviarme  lo más pronto posible  esas fotografías  firmadas.

Allí terminó el encuentro telefónico  que es historia para mí. En efecto, un tiempo después me enviaron  las tres fotos, con sendas firmas de los cuatro grandes músicos. Mis hijas las conservan en sus casas, cuelgan con la  prestancia de los años gloriosos. Yo le hice un marco  precioso de esmalte con  piezas  de marfil y figuras de animales africanos que se confunden con todas mis memorias y sueños de días y noches   de   guitarras. Ellos siguen tocando para mí esas melodías que nunca desaparecerán  

Entonces,  viene a mi mente la canción de John Lennon, mi favorita, llamada “Yesterday”    que en castellano significa Ayer y melancólica   murmuro……”all my troubles seem so far  away”



Caracas 2008



















Esperando a Alejandra / artículo de Ana Nuño





Hay que armarse de temeridad y paciencia para valorar críticamente la obra o la vida de Alejandra Pizarnik (1936-1972). Temeridad: estamos ante una escritura obsesiva, en la que una serie de figuras y motivos recurrentes son sometidos a un intenso bombardeo, como una muestra de uranio bombardeada con neutrones lentos.

El resultado es uno de los experimentos de fisión poética más poderosos llevados a cabo en el siglo XX. Infancia idealizada y violada, inefabilidad del lenguaje, encarnación de la vida en el verbo, la sexualidad como pompa degradada del lenguaje, la muerte como acechanza y añoranza, la fantasía y sus trampas letales, la imaginación y sus promesas incumplidas.

Estas son algunas de las pepitas de material radioactivo que se desprenden del experimento Pizarnik. Perder de vista los elementos de partida o las violentas reacciones a que son llevados es exponerse a “contaminarse”, es decir, a prodigar glosas en cadena a su vez cuajadas de élans más o menos tanáticos o eróticos.

Una abrumadora mayoría de comentarios inspirados en esta obra lleva la huella de la fisión pizarnikiana. Como del cuerpo de algunos monstruos mitológicos, de este corpus crítico brotan varias cabezas, de las que dos sobresalen: la que afirma la naturaleza “maldita” de la vida y obra de la poeta, y la que proclama la radicalidad de una escritura que aspira a la casi mística transmutación de la vida en lenguaje. Todas apuntan hacia un mismo horizonte: la mitificación de Pizarnik.

Paciencia también es preciso tener para separar, en la madeja de la recepción de la obra, los hilos de la autenticidad de los alambres de la idealización. Con Pizarnik sucede –sigue sucediendo– lo que durante largo tiempo sucedió con Arthur Rimbaud, figuras ambas envueltas en la bruma metaforizante de la genialidad precoz y el suicidio real o figurado, y en las que ha encarnado el mito romántico de la eterna juventud maldita del poeta vidente.

Con la obra sucede otro tanto. Es cierto que la de Pizarnik no ha tenido (¿aún?) el honor de verse enriquecida con la edición de algún falso original, como sucedió con la de Rimbaud al publicarse La Chasse spirituelle.

Pero otras peripecias póstumas han marcado la obra de la poeta argentina y alentado una suerte de suspense cabalístico: todo ha sido publicado, pero... ¿y los Diarios? ¿Acaso no faltan los Diarios?

Pues bien, ha llegado el tan esperado y temido momento de su publicación. Esperado por quienes sufrían pensando en la irreparable mutilación para el sentido de la obra que suponía esta ausencia; temido por quienes se niegan a considerar la de Pizarnik como una obra más, forzosamente clausurada. Pero seamos optimistas: tras la publicación de los Diarios se abrirá sin duda otro compás de espera y temor, hasta que se editen los cuadernos de notas o la obra pictórica o la correspondencia completa... Al infinito.

No estará de más, para evitar los efectos de las radiaciones sobre las margaritas de la luna, poner un poco los pies en la tierra y recordar dos o tres cosas de la vida de Alejandra Pizarnik, nacida el 29 de abril de 1936 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, y hallada muerta de una sobredosis de Seconal, el 25 de septiembre de 1972, en su apartamento porteño de la calle Montevideo.

Flora Alejandra Pizarnik, fue la segunda hija de un matrimonio de judíos llegados a Argentina dos años antes del nacimiento de ella, originarios de Rovne, ciudad que fue polaca y hoy es ucraniana.

El apellido de su padre era Pozarnik, y si se transformó en Pizarnik al poner los pies en Argentina, en ello nada hay de extraordinario: los funcionarios de inmigración de este país registraban lo que buenamente entendían. Otro tanto sucedió con el nombre de la madre de Alejandra, que de llamarse Rejzla Bromiker pasó a llamarse Rosa.

Las dos familias, Pozarnik y Bromiker, con la excepción de un hermano del padre de Pizarnik, instalado en París y de una hermana de la madre también emigrada a Argentina, fueron exterminadas por los nazis.

Al llegar a Argentina, el padre y la madre de Pizarnik tenían 27 y 26 años, respectivamente, y no hablaban una palabra de castellano. Durante su infancia y la de su hermana Myriam, nacida veinte meses antes que ella, Alejandra oía a sus padres hablar yiddish en casa, y aunque algunos biógrafos afirman que ninguna de las dos hijas aprendió esta lengua, no cabe duda de que el “oído” de Alejandra se formó en buena medida al contacto con ella.

César Aira sostiene que los orígenes judíos influyeron poco o nada en Pizarnik. No pocas ni poco sustanciosas entradas del Diario (he contado hasta catorce, sólo en un periodo que va de 1955 a 1971), cargadas de ambigüedad como casi todo lo que de sí misma consignaba la poeta, deberían servir por lo menos para matizar este juicio. Sin mencionar la veta humorística y escatológica en la que no es descabellado ver la huella de una tradición oral muy característica de las formas populares de transmisión cultural del shtetl.

Con 19 años, cuando aún era Flora Alejandra, Pizarnik publicó su primer libro de poesía, La tierra más ajena (1955). Hacía un año que había iniciado estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Este libro lleva en epígrafe una cita de Rimbaud, que empieza: “¡Ah! El infinito egoísmo de la adolescencia...”. Asunto aparentemente anecdótico, en realidad fundamental: la adolescencia de Pizarnik, y no sólo cuando publica su primer libro, sino su eterna adolescencia, preservada por ella misma con sangre, sudor y lágrimas hasta el día de su muerte.

No tardó en abandonar los estudios universitarios, y durante un tiempo estudió pintura con Juan Batlle-Planas. Los dibujos y pinturas de Pizarnik son sorprendentes; algunos delatan su admiración por Paul Klee (Las aventuras perdidas, su tercer libro de poemas –de 1958–, lleva como ilustración un cuadro de Klee), su pintor favorito junto con el Bosco, en una de cuyas más conocidas obras se inspiró para La extracción de la piedra de locura.

En 1956 publicó su segundo poemario, La última inocencia, dedicado a León Ostrov, su psicoanalista y –cómo no– amor platónico durante años. En esta época Pizarnik inició una vida social y literaria muy intensa. De hecho, siempre tuvo una vida intensamente social (y sexual), con excepción del último año y medio de su vida, cuando se produce el tan esperado y temido derrumbe psíquico.

En estos primeros años de actividad literaria frecuentaba a los poetas Rubén Vela, Raúl Gustavo Aguirre y Clara Silva, y también inició su amistad con Olga Orozco, que habría de perdurar. Pizarnik, que ya era una lectora desordenada y voraz, constituye su panteón literario, dominado por Rimbaud, Trakl y Artaud, y visitado por Virginia Woolf, Katherine Mansfield y Marcel Proust.

También son años de fracasos amorosos, marcados por la desaparición de Jorge Gaitán Durán, por quien concibió una pasión que se prolongó más allá de la muerte del poeta colombiano.

La etapa creativa y vital más importante de Pizarnik coincide con su estancia en París, de 1960 a 1964. A pesar de auténticas penurias económicas y frecuentes brotes depresivos, trabajó para Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, fue miembro del comité de colaboradores extranjeros de Les Lettres Nouvelles, asistió a clases en la Sorbona y frecuentó a escritores franceses (Yves Bonnefoy, André Pieyre de Mandiargues, Henri Michaux) e hispanoamericanos, como Octavio Paz y Julio Cortázar. A éste y a Aurora Bernárdez la unió mucho más que una amistad literaria, casi una relación de proximidad familiar.

De este periodo son los extraordinarios poemas de Árbol de Diana (1962), publicado con prólogo de Paz, y el inicio de su colaboración en prestigiosas revistas literarias (Nouvelle Revue Française, Mito, Zona Franca, Papeles de Son Armadans). París fue su “patria secreta”, y en esta ciudad ingresaron en su panteón por la puerta grande Kafka, Kierkegaard, Lautréamont, Nerval, Reverdy, Cervantes. Y Dostoievsky, el escritor a quien más hondamente sintió próximo.

De vuelta a Buenos Aires publicó Los trabajos y las noches (1965), con el que obtuvo el Primer Premio Municipal y el Premio Fondo Nacional de las Artes. A contracorriente de la leyenda maldita de la poeta sumida en las ansias de la muerte y los tormentos de la soledad, la verdad es que, además de acceder a una intensa vida social, Pizarnik fue una poeta aplaudida, querida, aun idolatrada, que recibió el reconocimiento institucional al que muchos poetas argentinos de su generación aspiraban, y si bien es cierto que nunca vivió holgadamente, llegó a recibir sendas becas Guggenheim y Fulbright.

Ese año también es el de su único texto extenso en prosa, La condesa sangrienta, recogido en volumen en 1971. Extracción de la piedra de locura (1968) –con poemas escritos entre 1962 y 1966– y El infierno musical (1971) concluyen la obra publicada en vida.

En los dos últimos años exploró su vertiente más salaz, obscena y grotesca. Hasta enero de 1972, durante cinco meses estuvo internada en un psiquiátrico. Acabó viviendo plenamente de noche, bebiendo té e ingiriendo grandes dosis de psicotrópicos. Una de estas ingestas le fue fatal.

La publicación de los Diarios de Pizarnik, ¿qué agrega a la comprensión de su obra y del “personaje alejandrino”? Es difícil decirlo, ya que estamos ante una edición censurada.

El prolongado proyecto editorial que ahora llega a término ha estado en todo momento sometido a las condiciones impuestas por Myriam Pizarnik, derechohabiente de la obra de su hermana, notablemente la de que se hiciera una selección de fragmentos de contenido estrictamente literario en los que se evitaran las referencias a la vida privada de Pizarnik y de las personas mencionadas.

Ahora bien, ¿cómo segregar en un Diario lo personal y privado de lo público (o publicable) y literario? La selección de un corpus diarístico puede hacerse, claro está –un ejemplo célebre es A writer"s diary, la versión expurgada del Diario de Virginia Woolf editada por su marido en 1953–, pero a condición de explicar los criterios de selección con claridad meridiana.

El mismo Leonard Woolf incluía en su prólogo, junto con las razones para dar una primera versión censurada, una crítica razonada de este método de edición.

Transformar en criterios editoriales las prevenciones de terceras personas, impuestas bajo la amenaza de sanciones legales, es lo bastante grave. La afirmación de que los Diarios que ahora se publican no son un “relato de vida” sino un “diario literario”, aun una obra que posee el mismo valor que los poemas y prosas de Pizarnik, además de ser una racionalización de la señalada censura previa, es una tergiversación que la lectura de los textos seleccionados desmiente en más de un lugar.

Por sólo citar uno de ellos:

“Puede ser también, que, dada mi escasa facilidad de expresión oral, apele al papel para no atragantarme, para escupir el fuego de mis angustias. Por eso, quizá, amo tanto estos cuadernillos de quejas, cuyo valor es exclusivamente psicológico, pero nunca literario” (página 65).

¿Y qué necesidad hay de afirmar categóricamente que Pizarnik es “la primera escritora latinoamericana que escribe un diario concibiéndolo como parte de su proyecto de obra literaria”?

Aparte de que resultaría difícil citar ejemplos de escritores que escriban un diario divorciado de su “proyecto de obra literaria”, la afirmación no pasa de ser una petición de principio que se sostiene, únicamente, si reducimos su aplicación al género femenino. ¿O es que Julio Ramón Ribeyro no era escritor y además latinoamericano?

En otro plano, el del establecimiento del texto y el aparato de notas, la presente edición se rige por criterios de difícil comprensión. Así, se ofrecen en el texto las siglas onomásticas, pero rara vez se aclaran en nota. Esto hace que las escasas notas referenciales (Arturo Cuadrado, Olga Orozco, Cristina Campo, Alberto Manguel) parezcan meramente caprichosas. El lector se ve confrontado en no pocas entradas, sobre todo en los años 1969-1971, a una verdadera sopa de letras.

Es cuando menos una falta de consideración infligirle al lector no argentino y ajeno al microcosmos de las letras de este país tan cansino juego de adivinanzas. A. M. B. puede ser Ana María Barrenechea; E. P., Enrique Pezzoni; S. O., Silvina Ocampo; I. B., Ivonne Bordelois. Pero, como diría afrancesadamente Pizarnik, ¿ “qui sait”? ¿Quiénes son J. y E. en Buenos Aires en 1958; T., Z., F., G. en París en 1961, y en 1963, Y., Q., M. L., A. D., M. J., A. P. de M. (seguramente André Pieyre de Mandiargues, pero ¿no se merece, tanto como Manguel o Campo, una humilde nota?)?

Lo mismo puede decirse de los lugares donde vivió o los trabajos que realizó en París para mantenerse, además de las menciones en el texto a obras de Pizarnik, todos ellos sin referenciar. ¿Qué cuesta, por ejemplo, decirle al lector (página 419) que Fragmentos para dominar el silencio es uno de los poemas de Extracción de la piedra de locura? Máxime tratándose de uno de los poemas capitales del último periodo, importancia que se refleja en que Pizarnik anote el día en que “cree” haberlo finalizado.

¿Que el lector puede leer esta selección de los Diarios y leerla con deleite (y también con una permanente sensación de “déjà lu”)? Sin duda. Quien conozca la obra de Pizarnik hallará en estas páginas muchas de las obsesiones y modismos de la escritora, desde su humor gnómico hasta espléndidos elogios de la lectura, con la sombra de la muerte y la soledad y el silencio y el valiente esfuerzo de la poeta por avanzar en el dominio de sus herramientas, aun a riesgo de poner en peligro su equilibrio psíquico.

Destaco el corrosivo humor paródico que la lleva, en una mezcla de autocompasión y autocrítica, a incluir en una larga anotación de julio de 1955 el siguiente “diagnóstico”: “De pronto me admiro de todo lo que hice. De mis papeles. Algún día van a estar en el museo (de algún Instituto Psiquiátrico). A su lado habrá un cartel: Poemas de una enferma de diecinueve años. Imposibilidad de razonar. Nunca meditó. Jamás reflexionó. Ninguna vez pensó. Parece ser que es sensible. Propensión a considerarse genial. Agresiva. Acomplejada. Viciosa. No muerde”.

No, Alejandra. A pesar de que tus Diarios hayan visto la luz respetando un riguroso protocolo digno de la mejor institución psiquiátrica, los originales están hoy depositados no en un hospital, sino en la biblioteca de una liberal universidad estadounidense. Cabe esperar que alguien menos respetuoso de los tabúes familiares y nacionales que tanto contribuyeron a enfermarte logre editarlos en su integralidad y con el debido respeto al lector.
La Vanguardia
31 diciembre 2003
Fuente:  

Dita Cohén o las piedrecillas del futuro / por Elisa Lerner


 

 


Si me preguntan sobre algún castillo que, a mi paso por España, me causara impresión digo que para mí no hay castillos más imponentes que aquellas casas y calles donde tuvo lugar mi infancia. No son, ahora, sitios especialmente recomendables. Incluso en alguno de ellos puede estar al momento (un momento que se eterniza) algún terreno desmantelado que funge de estacionamiento o una casa de pensión, densa e impresentable. Las pocas u ocasionales veces que pasamos por esos lugares creemos que ya es de noche. Noche de pocas farolas. En fin,  trazada al carbón como esa de la calle Aribau en la Barcelona de mísera posguerra de la novela “Nada” de Carmen Laforet.

Pero, a través de ese triste carbón ciudadano, se cuelan nítidos recuerdos de infancia. Se cuela, por ejemplo, un castillo de la memoria donde descuella Dita Cohén como una de sus más lujosas habitantes. Para ello camino a prisa pero sin cansarme nunca. Porque mis pies hacen el recorrido protegidos por la larga alfombra negra rumana con alegres motivos rojos y verdes que atravesaba la casa de los padres de Dita en Las Flores de Puente Hierro. Y, donde el reino de la felicidad estaba instalado en una inolvidable cocina donde la abuela materna era excelsa anfitriona. Año: ¿1944? ¿1945? Toco en el timbre de oro del tiempo pasado. “!Dita! ¡Dita!”. Oigo la voz de las maestras, la de su hermana Marianne. Nadie puede con esa chiquilla que corretea por los patios de la escuela a su aire indócil.“!Omamá! “!Opapá!”. Pero hará su  aparición de inmediato cuando alguno de los abuelos o el padre moderno que viene conduciendo su coche, estén allí en su búsqueda.  Es que en la pequeña Kohn el afecto, los lazos familiares serán, desde siempre, una disciplina importante del corazón.

Años en que algunos pudieron creer que Dita solo era  una chiquilla sumamente despierta y traviesa. En esos retratos que  nos regala el tiempo creo verla de nuevo. En medio del juego veloz de su cuerpo de niña fornida, un rostro tostado ligeramente por la luz semítica y donde las mínimas y abundantes pecas son las piedrecillas de futuro para la ardua caminante –luchadora- que ha sido. Observen con atención ese retrato que me regala el tiempo. Unos ojos de mirar absorto tras un propósito de sueño por realizar que no escatima el mirar, también, juicioso y detallado en torno a las cosas del mundo. Pese a que en ella la generosidad es una pasión no sometida al regateo. Es algo que me consta desde esos años de infancia. Un lunes llegué llorando a la escuela. El pregonero había olvidado traer junto a “El Nacional”, el ejemplar del suplemento literario donde yo devoraba los reportajes de Ida Gramcko. Al día siguiente, Dita (una pequeña que no llegaría a los 10 años) se presentó, muda y regocijada, con el ejemplar del suplemento.
 

Ahora festejamos el casi cuarto de siglo que Dita Kohn de Cohén ha entregado al teatro, primeramente, fundando el grupo “Prisma” que durante años mantuvo su sede en lo que fue el antiguo teatro “Caracas”. Nada menos desde donde la bella y famosa actriz Pepita Serrador nos hizo padecer en un dramón de Darío Nicodemi y se oyeran las voces de los “Niños cantores de Viena”. Pero, en “Prisma”, también, nada menos, contó con gente de la calidad escénica de un Omar Gonzalo. No extraña en Dita esa vocación profunda hacia el teatro al proceder ella de una familia judía. Los  judíos con miembros de una parentela fragmentada –muchas veces diezmada- por una historia adversa, en el ir y venir del escenario, encuentran consuelo en esos  parientes de ficción que son los personajes de, pongamos por caso de Arthur Miller. A veces no tan distintos de otros parientes de la verdad consanguínea. Pero, de igual manera,  casi de ficción, porque un largo avatar, una larga desdicha, hizo que, en ocasiones, solo se les haya conocido a través de cartas remotísimas y de fotografías desleídas.
 
No he dejado de preguntarme acerca de los orígenes de una intensa vocación hacia el teatro por parte de Dita. Y, claro, la repuesta es muy clara. A media cuadra de la escuela pública para niñas donde Dita, su hermana Marianne y servidora cursamos primaria estaba el Teatro Nacional ocupando una esquina. Toda vocación inagotable  viene de la niñez. No sé de qué artimañas se valió Dita. ¿No se tiene dicho que era ella una niña muy lista?  Pero, de seguro, fue esa su primera emprendedora aventura de éxito. Entrar al gran teatro, vecino a nuestra escuelita, maravillarse con lo que sucedía en la escena y persistir.



 ©Elisa Lerner
Caracas 2007
Publicado en el programa de mano
"Tres dramaturgas del silencio al estallido"
temporada teatral en el Ateneo de Caracas
en homenaje a Esther "Dita" Cohen 

Muchísimas gracias a  Elisa Lerner por habernos permitido publicar este texto.



Pilar Rahola: “Mediáticamente, España es el país más antisemita de Europa” / entrevista de Tomás Morgenstern





"Yo no tengo más pasión por los judíos o Israel que por cualquier otra causa en la que creo. Lo que yo tengo es una preocupación por la libertad y la salud democrática.  Europa es el objetivo fundamental de la Yihad ideológica.  Es el objetivo prioritario."

Es una mujer que prácticamente no necesita presentación. Es simpática y accesible. Es Doctora en Filología Hispánica y Catalana, periodista. Fue diputada del Parlamento Español y Vice alcaldesa de la Ciudad de Barcelona y formo parte de diversas comisiones de investigación de casos de corrupción en el gobierno español. Pilar Rahola se ha convertido en una de las periodistas mas respetadas dentro de los medios europeos e internacionales.


Lleva años atacando el antisemitismo y lucha en defensa de Israel y el mundo judío ubicándose en contra del terrorismo y del fundamentalismo islámico. Me cuenta con una sonrisa que esto lo lleva dentro y que en su casa la educaron para defender las causas justas. Es consciente que se puede enemistar con mucha gente, pero no le asusta. Seguirá adelante.

Tomás Morgenstern: ¿Por qué esta pasión por Israel y el mundo judío?

Pilar Rahola: A mí lo que me sorprende es la pregunta. Es una pregunta que me hacen siempre… Los judíos están tan acostumbrados a que nadie los quiera que cuando alguien levanta el dedo y dice “yo lo veo de otra manera”, se sorprenden. Pero yo no tengo más pasión por los judíos o Israel que por cualquier otra causa en la que creo. Lo que yo tengo es una preocupación por la libertad y la salud democrática.

TM: Hay gente en este país y en Europa que no opinan igual… En este sentido, ¿cómo ves las relaciones, a nivel político, de España y Europa con Israel y el mundo judío? 


PR: Está la relación formal y diplomática, en la que todo es muy cortés y correcto. Esta relación es una falacia. En realidad pienso que Europa globalmente tiene una tendencia, por intereses económicos, hacia lo que serian los intereses árabes y especialmente hacia los del petrodólar. No hacia Israel que es un país pequeño, con un conflicto permanente y que obviamente no tiene petróleo y que además cualquier alianza con él crea problemas estratégicos. Está clarísimo que la inclinación de Europa y de España particularmente es de una magnífica relación con el mundo árabe y una relación tensa y tensionada con Israel que mejora según los momentos y circunstancias.

TM: ¿Y la relación ideológica? 


PR: Depende de los países y depende de quien los gobierna. La Francia de Sarkozy tiene una actitud mucho más abierta hacia Israel que gobiernos anteriores. La España de Aznar era más cercana a Israel que la de Zapatero, y aquí es donde entra la ideología. Es evidente que, mirada ideológicamente, Israel es muy incómodo para la izquierda europea y especialmente muy incómoda para la izquierda española.

TM: ¿Y la relación de los ciudadanos? 


PR: Los ciudadanos están muy contaminados, intelectual y periodísticamente. Aquí mezclan Israel y los judíos…Para los europeos de hoy, y para los españoles particularmente, los judíos son los grandes desconocidos. Cuando conocen a un judío se sorprenden, y en cambio hablan mucho de ellos! En España hay muy pocos judíos y sin embargo hay un sentimiento generalizado de menosprecio. Te pondré un ejemplo.

TM: Adelante.

PR: Mi panadera, que es una mujer que únicamente lee revistas del corazón, prensa rosa, me dijo una vez: “que malos son estos judíos”. Y esta mujer no sabe ni lo que es un judío, ni donde está Israel, ni cómo es este conflicto. ¿Por qué mi panadera, que solo lee la revista ‘Hola’, está contaminada por esta actitud? Porque mira la televisión.

TM: Y aquí es donde entran los medios…

PR: ¡Ah! ¡La relación de los medios con Israel es manipuladora, traidora a la verdad informativa y probablemente es el conflicto donde se destruye de manera más rotunda el código deontológico del periodismo! No conozco ningún otro conflicto tan manipulado como éste…Hasta tal punto que cuando el periodismo aterriza en Israel, deja de ser periodismo y se convierte en propagandismo. Cualquier corresponsal, a menos que tenga la cabeza muy bien puesta, ya sabe que tiene que hablar en contra de Israel y a favor de Palestina. Yo creo que en la actualidad, España es, mediáticamente, el país más antisemita de Europa. Todos dirán que son antisionistas, pero el antisionismo es el disfraz del antisemitismo de hoy.

TM: Y con todo este escenario, ¿cuál es la situación de los judíos en España?

PR: Es tranquila, en el sentido de que ese antisemitismo católico, antiguo, de Semana Santa, yo no lo percibo, no existe. Pero si que hay una contaminación brutal contra los israelíes globalmente. Y la gente lo confunde todo, por tanto también es contra los judíos. Pero no creo que ningún judío en España, en su vida cotidiana, tenga ningún problema. Sí que se deben sentir muy incómodos cuando leen la prensa, cuando van a la universidad, si escuchan la radio, si miran la televisión…Descubrirán que esta condición de judíos, en el momento en que se habla de Israel, se convertirá en un problema.

TM: Yendo al otro lado. ¿Cuál es la situación de los musulmanes en España y Europa?

PR: También son percibidos por algunos con menosprecio y por tanto también hay que luchar contra los procesos islamofóbicos. Sin embargo los musulmanes son un colectivo muy numeroso, y muy poderoso. Tienen decenas de países detrás que les apoyan. Países con dinero, y sin problemas.

TM: En una entrevista dijiste, literalmente, que “Europa será el campo de batalla del integrismo islámico”. ¿A qué te referías? 


PR: Sí, no tengo ninguna duda. Pero integrismo islámico entendido en sus términos ideológicos. No tengo ningún problema con el Islam, sino que tengo problemas con los hombres que lo utilizan para matar. Mi problema es que alguien, en nombre de un dios, anime a la gente a odiar la libertad, a menospreciar y esclavizar a sus mujeres, y a odiar a Occidente. Y esto es un problema, porque no es una religión, es una ideología.

TM: ¿Europa se está islamizando progresivamente?

PR: Europa es el objetivo fundamental de la Yihad ideológica. Es el objetivo prioritario. Si lees textos yihadistas, la obsesión por Europa es permanente. Primero porque Europa destruyó el último gran Califato. Segundo, porque Europa es la cuna de las libertades. Tercero, porque es, junto con Estados Unidos, donde nacieron las libertades de la mujer. Y como hay millones de musulmanes en Europa, éstos pueden ser contaminados o con las libertades o con este Islamofascismo.

TM: Es todo un reto para Europa… 


PR: Sí, el reto más importante desde la caída del Muro de Berlín. Que los millones de musulmanes que hay en Europa se vuelquen hacia la democracia y no se vayan hacia el integrismo islámico. Estoy preocupada porque el integrismo tiene mezquitas, oratorios, capacidad, dinero, y porque actúa con una gran capacidad de proselitismo. En este sentido, tenemos un problema en Europa sin ninguna duda. Pero no creo que se esté islamizando. Se está consolidando un reto histórico. Europa ha sido la cuna de lo todas las batallas…

TM: ¿Crees que Europa es realmente consciente de este reto?

PR: Creo que los ciudadanos europeos estan un poco preocupados con el tema del fundamentalismo islámico. Pero no estoy del todo segura de que sea una consciencia muy clara…Hay una preocupación atmosférica. Los gobiernos cada vez son más conscientes de que una cosa es la religión y la otra el fundamentalismo, y creo que hay un antes y un después de los atentados de Madrid y Londres. Por tanto somos más conscientes del fenómeno, pero no sabemos como defendernos.

TM: El próximo 11 de noviembre se estrena en Madrid una película titulada “En el nombre de Alá”, que habla de un futuro ficticio en el que Cataluña se convertiria en una ‘República Islámica Independiente’…

PR: ¡Vaya!

TM: ¿Puede ser que este futuro no sea tan ficticio? Ya sea en Cataluña o en Europa.

PR: Lo que si creo es que tenemos un futuro muy complicado. Porque el fenómeno ‘fundamentalismo totalitario’ va a más. No hemos llegado al punto de inflexión…Está financiado por mucho dinero y mucha logística y tiene vocación de conquista, y este es un problema muy serio. Aunque no creo que ningún territorio europeo se convierta nunca en una república islámica. Como ha pasado siempre en la historia reciente, en la lucha entre la libertad y el totalitarismo gana la libertad. El problema es que nos dejamos la piel por el camino.

TM: ¿Se están llevando a cabo políticas para controlar o regular esta expansión islámica?

PR: No. Yo creo que en España nos pesa demasiado lo políticamente correcto. Y con la tontería de la multiculturalidad, que siempre queda muy bien, se nos está colando una minimización y una permisividad en el yihadismo ideológico. Es decir, aquello que no permitiríamos a cualquier otra colectividad porque vulnera derechos, se les permite a estos. Los gobiernos son muy laxos en este sentido. No quieren quedar mal con el mundo musulmán… Quiero recordar una frase de Theo Van Gogh, cuando le dijeron que no firmara su película, porque era peligroso… Él dijo que “si yo que soy holandés, y vivo en un país como Holanda, que siempre ha defendido la libertad de expresión, no puedo firmar una película mía…es que mi país ya no es Holanda”. Y lo mataron.

TM: ¿Qué hacer? 


PR: Hay que levantar la voz. 


Pilar Rahola, la versión más honesta y consecuente de la inmensa minoría. Una voz para prestarle atención. Una voz que cada día suena con más fuerza. 

©Tomás Morgenstern
Guysen International News
19/10/2008



Guysen International News agradece a Dori Lustron por su constante colaboracion. 

Fuente: Pilar Rahola