la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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TERESA SELMA NO SE HA IDO, SÓLO ESTÁ VIAJANDO: testimonios a un año de su partida de Irene Arcila, María Carolina Rodríguez Guillén, Diego Flores Arcila, Ximena Juárez y Roland Streuli, Ciudad de México y Caracas, 20 de febrero de 2025

 

 

Internet

 


 

TERESA POR SIEMPRE

 Irene Arcila


Irene, Teresa y su perrita Fedra

 





Mi querida Teresa Selma:

 

Hoy te escribo con el corazón lleno de amor y nostalgia, recordándote en cada palabra, en cada escena de la vida. No fue una despedida, porque sigues viva en mis recuerdos, en mi alma y en el eco de tu voz que aún resuena en mí.

 

Estuvimos juntas en las alegrías y en tus momentos de soledad. Extraño nuestras conversaciones, tus anécdotas llenas de vida, tus historias tristes que reflejaban tu profunda humanidad, tu vulnerabilidad sincera y, a la vez, esa fuerza inquebrantable que te definía. Extraño tu voz, esa que llenaba cada espacio con pasión, con verdad, con el arte que llevabas en la piel.

 

Extraño verte en el escenario, donde la gran actriz Teresa Selma se transformaba y nos dejaba sin aliento. Siempre me impresionó tu memoria fantástica, tu capacidad para encarnar cada personaje con una intensidad única. Eras un torrente de emociones, una artista en toda la extensión de la palabra, una presencia imposible de ignorar.

 

Tus cenizas volaron en el mar junto a las de Fedra, viajando hasta Puerto Píritu el lugar que tanto amaste, desde Veracruz. Fue un momento hermoso, un homenaje lleno de amor desde México hasta Venezuela. Y en medio de todo, sentí que tus cenizas golpeaban mi cara, como si jugaras conmigo una vez más. No pude evitar reír, y estoy segura de que tú también lo hiciste. Sé que, donde estés, ya estarás escribiendo la historia de ese instante, dándole tu toque inigualable.

 

Ahora tienes un cielo lleno de teatro, con escenarios infinitos y personajes nuevos por interpretar. Mientras tanto, aquí sigo llevándote conmigo, en cada recuerdo, en cada emoción, en cada lección que me dejaste.

 

Te amo por siempre, Teresa. Hasta siempre.





Mi historia con Teresa Selma

 




Conocí a Teresa Selma en  Caracas en 1983, aunque ella no me conoció a mí en ese momento. Yo estaba sentada en el teatro, viendo Bolívar, y su voz me atravesó como un relámpago. Nunca había escuchado una voz así: profunda, envolvente, llena de matices. Su presencia en el escenario era magnética, y desde ese día, supe que era una actriz fuera de lo común. No imaginaba entonces que, años después, nuestras vidas se cruzarían de una manera tan intensa.

 

El destino nos une en México

 

Muchos años después, la volví a ver en México, en la capilla del Teatro Helénico, interpretando a la emperatriz Carlota en La loca de Bouchout. Me impactó igual que la primera vez. Luego vino Mujer no reeducable, donde encarnó a la periodista rusa Anna Politkóvskaya, y nuevamente me dejó sin aliento. Pero fue en El consultorio de la doctora Spellman donde me terminó de deslumbrar. Interpretó ocho personajes distintos en un mismo escenario, transformándose ante nuestros ojos con una maestría increíble.

 

Después del estreno, fuimos a cenar. Teresa disfrutaba la comida con la alegría de quien sabe vivir el momento, aunque siempre decía que los tamales engordan. Pero cuando los probaba, su expresión de placer la delataba.

 


Nuestra amistad y la convivencia


 


Con el tiempo, nuestra relación pasó de la admiración al cariño. Nos volvimos cercanas, compartíamos conversaciones llenas de historia, arte y risas. Teresa tenía una memoria prodigiosa: recordaba cada calle, cada rincón de la ciudad, cada detalle de una obra que había leído hace décadas.

 

Durante la pandemia, su vida dio un giro difícil. Su relación con su hija era complicada y tuvo que dejar su casa, llevándose solo a su inseparable perrita, Fedra. Pasó un tiempo en la Casa del Actor, pero ahí no la dejaban salir ni estar con Fedra. No podía permitir que Teresa se apagara en un encierro, así que la traje a vivir conmigo. Fueron cuatro meses intensos, de convivencia, de risas, de cuidar juntas a Fedra y de aprender aún más de ella.

 

A pesar de su edad, Teresa seguía con su disciplina intacta: evitaba el azúcar, controlaba lo que comía, y siempre se arreglaba con esmero. Amaba ir al podólogo y nunca dejaba de maquillarse con precisión. Decía que no cocinaba porque “si hay cocineros profesionales, ¿para qué quitarles el trabajo?”. Y tenía una debilidad: el pan dulce de chinos. Cada vez que le llevaba uno, lo mordía con una expresión de niña traviesa.


 

El adiós

 


El tiempo pasó y, cuando encontró un pequeño espacio donde podía estar con Fedra, la visitaba constantemente. Le llevaba despensa, yogurt, gelatina light… y, claro, su pan dulce favorito. Nos reíamos mucho, siempre con ese humor suyo tan particular.

 

Un día, se cayó en su casa y no podía levantarse. Cuando logré entrar usando una varilla y un poco de ingenio, me miró sorprendida y me preguntó: “¿Cómo entraste?” “Me acabo de graduar de ladrona”, le respondí, y las dos estallamos en carcajadas.

 

Teresa también era médica de profesión. Cuando se enfermó, entendía perfectamente lo que pasaba en su cuerpo. Un día, le hice un escaneo con frecuencias para aliviar su malestar, y ella, fascinada, me dijo: “¡Woow! Si hubiéramos tenido esto en mis clases, no habríamos tenido que dibujar hasta la mitocondria”.

 

En febrero de 2024, tenía un viaje programado a Tailandia para un retiro de meditación. Antes de irme, pasé a verla. Le llevé su pan de chinos recién horneado. Lo mordió con placer y dijo: “¡Rico! Ay, me ensucié”. No sabía que esa sería la última vez que la vería.

 

Desde Tailandia, recibí la noticia de su muerte. Pedí que acercaran el teléfono a su cuerpo y le dije: “Te amé mucho”. Sabía que el oído es lo último que se apaga, y quería que, en ese umbral, supiera que estaba con ella.

 

Fedra, su fiel compañera, no tardó en seguirla. Con 19 años, sin ver ni oír, lloró cada noche hasta que, un mes después, decidió irse también.

 

Llevamos sus cenizas y las de Fedra hasta Veracruz  y sé que desde allí viajaron a Puerto Píritu, en Venezuela, un lugar que ella amó. Cuando esparcimos sus restos en el mar, una ráfaga me golpeó el rostro. Sonreí. Supe que era ella, dándome un último guiño.






 



El legado de Teresa

 

Teresa Selma dejó un vacío inmenso, pero su legado sigue vivo. Su pasión, su voz, su manera de vivir con intensidad… todo eso permanece en quienes tuvimos la fortuna de conocerla.

 

Yo la sigo sintiendo. A veces, en una brisa, en un recuerdo, en una carcajada que me sorprende de repente. Y sé que, donde sea que esté, sigue actuando, sigue riendo, sigue viviendo con esa fuerza suya tan única.

 

Hasta siempre, Teresa.

 

 

 

                                                                                            LA SIEMPRE VIVA

María Carolina Rodríguez Guillén




 

Teresa, como todos los que la conocimos sabemos, fue un ser humano excepcional. Fue un verdadero privilegio tenerla en nuestras vidas. ¿Quién junto a ella se atrevía a pensar que no se podía? ¿Quién con ella se permitía un segundo de aburrimiento? En su presencia la vida se tornaba como por arte de magia en una aventura llena de disfrute, picardías y risas.


En ella nada era “lo normal” todo era extraordinario. Y lo más sorprendente es que recordarla no entristece, sino que quién sabe cómo, regresa a tomarte por la vida, y sin pedirte permiso, te la envuelve con girones de la suya propia  para devolvértela enriquecida por tantos y tantos momentos únicos que pasamos juntas.


Teresa, mi querida Teresa, no estás en quién sabe dónde; quien te busque que te encuentre donde hiciste tu morada eterna: en el corazón de todos tus amigos, qué digo amigos! de tu numerosa, diversa y orgullosa familia.

 

 

 

 

 

MI ABUELA TERESA SELMA

Diego Flores Arcila y Ximena Juárez




 

Hoy, en el aniversario luctuoso de Teresa, quiero rendirle homenaje a una persona que marcó mi vida de una manera tan especial. Teresa rápidamente se ganó un lugar en mi corazón. Era como una abuela para mí, siempre nos recibía con una sonrisa y nos hacía sentir como en casa. Su alegría al vernos era algo que iluminaba cualquier día gris y qué gusto me daba compartir con una mujer tan increíble como lo era Teresa.


Me tocó convivir un poco más de cerca con ella cuando, debido a un accidente, tuve la oportunidad de cuidarla durante un par de días. Durante ese tiempo, Teresa compartió conmigo hermosas anécdotas de su vida, pero lo que más atesoro y llevo siempre en el corazón es cuando me pidió que pusiera música, me encantó ver como disfrutaba y cantaba las canciones a pesar de que no se sentía bien.


Recuerdo el último día que la vi, fuimos a verla a su casa, Fedra y ella ya estaban listas para dormir, las acostamos a las dos, nos despedimos de ella con un beso en la frente y como siempre, Teresa nos devolvía una linda sonrisa.


Gracias, Teresa, por todas las enseñanzas y el amor que nos diste, siempre te llevo en el corazón. Les mando un beso muy grande a ti y a Fedra, las recuerdo con mucho amor siempre.

 



TERESA SELMA EN MI CORAZÓN Y EN MI CÁMARA

Roland Streuli

 

Teresa Selma en El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez,
versión y dirección de Carlos Giménez. Foto: Roland Streuli



Hablar de Teresa Selma es como nombrar el principio del teatro hermoso y bello que yo viví cuando era casi un adolescente, a partir del año 1979 o 1980. Creo que fue la época más hermosa del teatro venezolano tanto para nosotros, espectadores, como para las actrices y los actores, toda la gente que hacía teatro pues. Fue una época de florecimiento.


Teresa era muy versátil. Hacía teatro, televisión, cine, doblaje, y todo lo hacía muy bien. Tenía una calidad actoral impresionante y una calidad humana más grande aún. Era un ser de luz. Un ser humano excepcional.


Conocí a Teresa en 1982 viendola actuar en la obra “A 2.50 la cuba libre” escrita y dirigida por un amigo muy querido de ella,  Ibrahim Guerra, que se presentaba en la Sala Rajatabla, en la que ella hacía el personaje de Blanca Rosa. Su actuación me impresionó mucho.


Y la obra era un aliento fresco, una nueva manera de desarrollar el teatro, la sala de teatro fue convertida en un bar de  mala muerte pero excepcionalmente hermoso y contaba siempre con el auspicio de los mejores rones venezolanos. Inclusive cuando tú ibas a ver la obra te ponían encima de la mesa ron en vasitos. Blanca Rosa era la llorona de la rockola con su vasito de plástico todo mordido, se la pasaba lamentandose de esto, de lo otro. María Elena Dávila, la hermana del famoso cantante Guillermo Dávila, y Juan Manuel Montesinos, ella era la barman y él el guardaespaldas; Carlota Sosa era La Sabrosa, Nacki Guttman La Caimana y  Viriginia Urdaneta La Enrollada.


Ibrahim me dijo que mientras escribía la obra sentía que el personaje de Blanca Rosa sólo lo podía interpretar Teresa Selma y la verdad que Teresa rompió los moldes, su actuación fue memorable y era un show verla noche tras noche actuando, era fabulosa. Y por Ibrahim conocí a Teresa, porque él era un gran amigo mío. 


Ahora, ella también fue una de las estrellas del gran éxito de la televisión venezolana, la telenovela “Por estas calles”  (1992) de Ibsen Martínez   donde hacía el personaje de Doña Cefora Aristibuño De Orellana, y otra vez brindó una actuación impresionante.  Todo el elenco, toda la telenovela, incluida su hermosa música, era de una exquisitez impresionante, fue una de las grandes telenovelas venezolanas y allí estaba Teresa entre tantos brillantes, brillando como sólo ella sabía hacerlo.


En teatro también me impresionó mucho en “El Coronel no tiene quien le escriba”, versión y dirección de Carlos Giménez, cuando Rajatabla hizo un remontaje después de la muerte de Carlos, en el Ateneo de Caracas y ella hacía el personaje de La Mujer del Coronel y Germán Mendieta era El Coronel. Allí tomé las fotos que te mandé para tu libro, aunque en realidad no es un libro lo que le tienes que dedicar a  Teresa sino una enciclopedia, porque esa mujer hizo tanto por el teatro venezolano que un libro es muy poco.  Y también hizo un gran aporte al teatro, cine,  televisión y doblaje  de México.


En doblajes la recuerdo  en la serie “Mi bella genio” y en la película “El Bebé de Rosamary”.


Tengo miles de anécdotas con Teresa. Yo era fotógrafo, como ahora, y a ella le gustaban mis fotografías, la forma en cómo yo captaba los momentos icónicos de cada obra.


Teresa era un ser humano maravilloso, tenía una dulzura enorme y como actriz era un monstruo.


 

 

 








Puerto Píritu, Venezuela, 13 de agosto de 1930/ Ciudad de México,  20 de febrero de 2024