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La pesadilla del Papa: León Ferrari, el “artista blasfemo” que no se calla / Celina Chatruc, La Nación, Buenos Aires, 25 de febrero de 2018

Crédito: Gentileza PST LA/LA



Celina Chatruc


"Ojo por ojo, diente por diente”, dice una voz. “El que gana, gana; el que tiene, tiene”, afirma otra. “¿Tendremos otro Vietnam?”, pregunta una tercera. Así se suceden durante ocho horas corridas las frases que León Ferrari (1920-2013) seleccionó para Palabras ajenas, dramáticocollage creado con citas de decenas de personajes reales e imaginarios. Entre ellos, Adolf Hitler, Joseph Goebbels, Lyndon B. Johnson, Cristo y el papa Pablo VI.


A cinco décadas de su debut en el Arts Lab de Londres, comienza a tener eco internacional este laborioso trabajo del artista argentino contra el horror de la guerra, las dictaduras y todo tipo de abuso de poder. Días atrás se representó en el Pérez Art Museum Miami la pieza que se había montado hace unos meses –por primera vez en forma completa– en el centro Redcat de Los Ángeles, en el marco del ambicioso proyecto Pacific Standard Time LA/LA. Y pronto llegará al madrileño Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en un camino que también podría llevarla a México, San Francisco, Berlín y Buenos Aires, donde solo fue interpretada en 1972.


“Hoy es un día que cambiará la historia del arte”, aseguró la coleccionista Patricia Phelps de Cisneros el 12 de septiembre último en el auditorio del museo Getty, cuando un adelanto de esa puesta en escena acompañó el lanzamiento de PST LA/LA. Entre el público se contaban veinticinco periodistas de nueve países y Andrea Giunta, asesora clave en esta nueva conquista de Ferrari.


Tarde le llegó el reconocimiento al artista/ingeniero que llegó a ganar en 2007 el prestigioso León de Oro en la Bienal de Venecia. Tres años antes, al grito de “¡Viva Cristo Rey, carajo!”, un hombre había roto una de sus obras en el Centro Cultural Recoleta. Allí acababa de inaugurarse una retrospectiva curada por Giunta que combinaba símbolos religiosos y objetos eróticos; declarada “blasfema” por el entonces cardenal Jorge Bergoglio, fue visitada por más de 70.000 personas. “Nunca un artista tuvo tanta publicidad”, respondería más tarde con humor Ferrari, al rebautizar la obra con el título Gracias, Bergoglio.


Allí se exhibió La civilización occidental y cristiana, instalación que muestra a Cristo crucificado sobre un avión de combate estadounidense cayendo en picada, que había sido censurada antes de ser montada en 1965 en el Instituto Torcuato Di Tella. La misma que se convertiría décadas más tarde en una de las más fotografiadas de la Bienal de Venecia y que ilustra la tapa de Palabras ajenas (1967), libro reeditado y traducido el año pasado al inglés.


En un momento bisagra para la historia de Estados Unidos, este texto coral llega al corazón de la megapotencia dirigida por Donald Trump para hablar –con sus propias palabras– sobre el vínculo interminable entre el imperialismo, el fascismo y el autoritarismo en todas sus versiones.


“El espectáculo no tendrá principio ni fin: ya habrá empezado cuando el primer espectador entre en la sala, y solo se terminará cuando el último se haya ido”, escribió Ferrari en el prólogo de Palabras ajenas, donde señala su intención de que la puesta en escena altere “la relación espectador-actor, eliminando o reduciendo las diferencias que los separan”.


Diez años después desaparecería su hijo Ariel, secuestrado durante la dictadura militar, mientras él se encontraba exiliado con el resto de su familia en Brasil, donde vivió hasta 1984. En 1996 ilustró la reedición del Nunca más, publicada en fascículos por Página/12.

Hoy, a casi cinco años de la muerte de Ferrari, su legado sigue creciendo. El primer catálogo razonado de sus dibujos será publicado en agosto por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, que le dedicó una gran exposición en 2014 y restauró junto a sus nietas el taller de la calle Pichincha al 800, en San Cristóbal. Se alojarán allí parte de las diez mil obras creadas durante más de sesenta años por un artista que aún no se calla.



Por: Celina Chatruc
La Nación, Buenos Aires, 25 de febrero de 2018

Fuente: La Nación



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