Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).

Armando Reverón en el documental de Margot Benacerraf (Venezuela, 1952).


la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


ETIQUETAS

Danzando con el alma / Entrevista a Zoë Bogart, bailarina profesional de la Danza del Vientre, por Sonia M. Martin, California (EE.UU.) –Madrid (España), 28 de Marzo de 2014 / Fotos Michael Baxter






“Freedom to a dancer means discipline. That is what technique is for- liberation.”
Martha Graham





Desde que te conocí y te vi bailar con las alumnas de Sandra  en California, vi en ti a una bailarina con un perfil diferente a las demás alumnas. Luego te he visto venir al Silicon Valley para las vacaciones y nos hemos reunido a tomar un café y a conversar sobre las Danzas Orientales, su música, profesores, bailarinas y todo este mundo mágico que tanto nos atrae a las dos. En tu caso,  nos traes aires de España, que por supuesto, tiene un estilo diferente al de las bailarinas de los Estados Unidos. No obstante es un mundo especial el que nos une a todos y todas las que estamos cultivando estas danzas  desde distintos lugares del mundo. Como tú, admiro todo el espectáculo que plena este arte que cada día tiene más adeptas, admiradores, admiradoras, que con tesón y amor las practican como tú y yo.

Tú eres una de sus cultoras y no solamente te he visto bailar en clases con Sandra, sino que también he visto tus videos en YouTube y me he sentido atraída por tu estilo y personalidad para bailar. Me fascinan dos de tus maestras con las que practicas en España, específicamente en Madrid, Nesma y Ana Saeeda. Ambas son fantásticas y a través de tus danzas las reconozco a ellas y sus estilos.

Entrevistarte usando los medios tecnológicos que tenemos a nuestra disposición en estos días, es una maravilla, puesto  que en algunos casos nos será posible ver tus videos  y los de estas grandes figuras de las danzas que hemos nombrado aquí y quizá muchas otras más.

Tu trayectoria como bailarina es muy interesante, así como también es interesante y sobresaliente tu trayectoria académica.

Uno de los más significativos atractivos de muchas bailarinas y bailarines, no es sólo su curriculum como cultores de estas danzas, sino que las curricula académicas que cada uno de nosotros ha logrado también. Basada en estas dos vidas tan dispares como pares, ya que en ambas existe el arte y el talento para lograrlas, es que te he pedido esta entrevista, que se realizará vía Internet y vía Skype entre California y Madrid, España. Gracias por concederme tu tiempo y develarme el misterio que hay en la bailarina que eres, y en la académica que vive en ti…

Gracias por tus palabras tan dulces. Es un honor para mí participar en este proyecto y espero que mis repuestas te sirvan para el mismo.




"La Bailarina y su Alma"


- ¿Por qué elegiste la danza del vientre y no otras danzas para bailar?
Lo que  me llamó la atención en la danza del vientre al principio, fue la música y no la danza en sí, porque no sabía nada de la danza oriental y nunca la había visto bailar, antes de ir a mis primeras clases. Tenía en casa unos CD de música turca que me habían regalado unos amigos turcos y me gustó mucho la música. Cada vez que la escuchaba, tenía ganas de bailarla pero no sabía cómo. Un verano que quería hacer una actividad nueva, decidí ir a clases de danza del vientre y así me enamoré de la misma.

- ¿Qué significa para ti esta danza, la música del Medio Oriente, las Danzas Orientales y el estilo Cabaret? ¿Cuál es la diferencia entre unas y otras?
Esta pregunta tiene una respuesta muy larga. Intentaré dar una versión breve pero disculpa si no lo puedo conseguir.

Primero, ¿­­­­qué significa para mí esta danza?
Esta danza para mí es vida - sin ella no puedo imaginar cómo vivir- sería una vida muy triste y pobre. Esta danza me llena de alegría, me deja expresar mis sentimientos más profundos (como todo arte) me permite conectarme con la gente. Además, es una danza especial, porque es una danza que destaca a la mujer. El tema del feminismo y la posición de la mujer en el mundo moderno, sea en occidente o en oriente, es un tema muy complicado y difícil, pero he visto cómo esta danza cambia la vida de las mujeres que la practican y también cómo toca las vidas de las que la reciben como público. Da fuerza a la mujer y le permite sentirse más cómoda consigo misma, algo muy importante en el mundo donde vivimos hoy.

Segundo - La música.
La música de oriente es una música muy expresiva, rica y subyugante. Le da mucha importancia a los sentimientos, a la improvisación y la danza la sigue en este aspecto. Además, como la música es tan compleja con sus ritmos variados y sus maqamat, (1) puede expresar muchas cosas y todo esto va muy bien con el baile. No me canso nunca de la música. Y el mundo del Medio Oriente es tan grande, que todavía me queda muchísimo por descubrir.

Tercero - Danzas Orientales vs. Cabaret
Esta es la parte difícil y no sé si puedo dar una respuesta completa, porque no creo que nadie puede definir exactamente cuál es la danza oriental, cuál es la de cabaret, etc. De hecho, diría que el cabaret es un estilo de danza oriental entre varios otros estilos, pues tiene muchas cosas que tienen otros tipos de danzas orientales; pero en general, veo el cabaret como un baile hecho más para entretener al auditorio. No quiero decir que no se la puede usar también para expresar  sentimientos, pero, el entretenimiento del público es  normalmente la prioridad. Por eso se usan muchos movimientos corporales y pasos muy atractivos, que impresionan al público.   

- ¿Cuándo viste por primera vez bailar la danza del vientre y quién era su intérprete? ¿Te impactó mucho?
La primera vez fue con mi profesora, pero no puedo decir que me impactó, porque mientras la estaba observando bailar, estaba en clase intentando seguir sus movimientos, que al principio me parecieron muy difíciles.

Han habido dos actuaciones que me impactaron mucho cuando estaba empezando a bailar, que me dieron más ganas de seguir aprendiendo y profundizando mis conocimientos del baile. La primera fue el DVD de las Bellydance Superstars cuando actuaron en París. Un espectáculo impresionante. Nunca había visto nada así, tantas mujeres y danzas tan bellas y diferentes, de lo que normalmente se denomina belleza aquí - fue como descubrir otro mundo, otro nivel de belleza. Quería ser como ellas. Y qué casualidad, que después de varios años bailando, llegué a España y empecé a estudiar con una de las bailarinas que salió en ese video, Ana Saeeda.

La segunda actuación que me impresionó mucho, fue la de Suhaila Salimpour en el Festival Rakkasah de California. Ella llevó a todo su grupo de músicos; estuvo media hora en el escenario, antes de salir; yo no tenía idea lo que estaba pasando, pero cuando salió, qué fuerza. Eso sí que era bailar. Ella sabe conectar con el público, tiene  mucho poder, mucha alegría. Se divirtió mucho en el escenario. Me inspiró mucho esa actuación también.

- ¿Qué sientes cuando bailas?
Depende de la música y también de mi estado de ánimo (pero la música es excelente para cambiar el estado de ánimo). Muchas veces es alegría pura, pero otras melodías me inspiran otros sentimientos, tristeza, soledad, el amor, el poder. ¡Con este baile se puede sentir de todo!

.-A través de esta o estas danzas, sacas todo el sentimiento artístico y creativo que llevas dentro. ¿Eres otra sobre la escena?
Soy otra y soy yo misma a la vez. Es como ser una versión más pura de mí misma. Y como en todo arte, tienes que ser auténtica. El arte tiene que ser auténtico, de tal manera que lleguen tus sentimientos más profundos al público.

- ¿Te sientes plena cuando estás bailando? ¿Sientes que no te falta ni te sobra nada mientras danzas?
Pues nunca lo había pensado así, pero sí, cuando estoy bailando no me falta nada. Pero como todo lo que te gusta hacer ¿­­no? Cuando estás metida en ello no piensas  en nada más. No te da tiempo.

- ¿Estimas que hay una espiritualidad en estas danzas que te transporta a otras dimensiones cuando bailas, o es para ti un trabajo y nada más?
Un trabajo y nada más -que feo sería eso. Si fuera así, me buscaría otra manera de vivir– puesto que no se gana la vida fácilmente con la danza… Sí que hay una espiritualidad en estas danzas, creo es algo que se acepta más en España, que en EE.UU. o al menos allí en el Silicon Valley, donde vivimos. Los estadounidenses en general, son muy prácticos; la cultura no deja mucho espacio al espíritu y mucha gente no quiere admitir que hay cosas que los transporta a otras dimensiones. Por eso necesitamos a los artistas en este mundo. Leí algo en una entrevista a un pintor sudanés, Musa Khalifa, que me gustó mucho. Estaba hablando de un cuadro que quería hacer y dijo (lo traduzco al castellano del inglés): “El cuadro que estoy soñando pintar, habla con el universo, con palabras universales, buscando un auto-equilibrio… Debería hablar al deseo de cada persona de bañarse con el sol, de sentir la llama auténtica, sentir el arder… nuestro rol es llamar a cada persona para que sienta el sol dentro de sí”*

*Versión original en inglés: “The painting I am dreaming of speaks to the universe, with universal words, seeking a self balance… It should speak to every person’s desire to dip into the sun, to feel the real flame, to feel the burning… Our role is to call out to each person to feel the sun in him.”

-En lo personal, creo que estas danzas son una meditación caminante. ¿Estás de acuerdo conmigo en este planteamiento espiritual y místico?
Totalmente. Sí son una meditación, una terapia, ¡todo! Muchas veces me siento mal, estoy cansada o me pasa algo, pienso no ir a la clase, pero siempre al final me voy y después me siento increíble; me olvido de todo y sé que no soy la única que experimenta esto. La danza te cura todo (o casi todo.) 

- ¿Hay en ti un sentimiento místico mientras bailas?
No sé si lo definiría como místico. Existe el sentimiento del arte, del universo, que está en todo si lo queremos buscar. La danza te ayuda a encontrarlo pero no es la única manera.

- ¿Sientes que el tambor tiene un sonido mágico que te invita a bailar? Es una música primigenia para el ser humano el dum, dum, dam, tacatac, tac. Fue nuestra primera música y latido del corazón en el vientre materno.
Sí que el ritmo invita a la gente a bailar. Es muy difícil que lo escuches sin moverte al menos un poco. Y sí que está relacionado con los ritmos del cuerpo, especialmente los del corazón. Los ritmos son fundamentales en las danzas orientales y las destacan más que muchas de las danzas occidentales que no utilizan tantos ritmos ni tan variados.

- ¿Cuál es el instrumento que más te seduce para bailar y por qué?
Hay dos que me hablan directamente al   corazón, que me gustan más para bailar -el acordeón y el violín-. El acordeón es un instrumento del pueblo  y  me encanta, para mí expresa los sentimientos más profundos del alma (cuando lo tocan bien.) Adoro  la música y las canciones baladí con acordeón.

El violín también me  llega al corazón. Dicen que es el instrumento que más se parece a la voz humana y por eso puede expresar cosas que otros instrumentos no pueden  hacer con tanta facilidad.

- ¿Sientes que te puedes expresar plenamente cuando bailas? ¿Tu cuerpo comunica lo que siente al público?
Plenamente no; por eso hay que trabajar todos los días, refinando la técnica. Siempre trabajo para refinarla más y más. El cuerpo es la herramienta que utilizamos para expresarnos y la técnica va junto con el sentimiento. Pero al final, nunca sabes cómo el público va a reaccionar con tu baile, igual como hablar, u otras formas de comunicación. Tú sólo puedes intentar expresarte de la manera más sincera y clara para que tus sentimientos lleguen a los demás. Luego ellos lo interpretarán como lo sientan o les guste.

- ¿Entras en una especie de trance mientras bailas y estás en otras dimensiones sólo por el hecho de bailar?
No diría que es un trance. Estoy presente en este mundo, pero claro que es otro estado del alma.

- ¿Qué bailes o estilos te gustan más, los turcos, egipcios, marroquíes u otros?
Adoro el estilo egipcio, que es puro sentimiento. Me gusta, porque da inicio   a la autenticidad, a la conexión con el público y con la música. Pero también me gustan otros estilos, como el turco, el libanés, etc. Me gusta mucho el baile romaní de Turquía. Es muy diferente de la danza oriental, muy poderoso y también divertido.

- ¿Cuál es tu estilo?
Pregunta difícil. En general me identifico con el estilo egipcio, pero no intento bailar como tal o cual bailarina. Utilizo lo que he aprendido de todos los maestros y maestras que he tenido y que vaya con la música que estoy interpretando. Si es una música shaabi, pues bailo estilo shaabi, si es saidi, estilo saidi, tienes que bailar lo que te dice la música.

- ¿Te parece importante practicar otras danzas u otras disciplinas, como barra clásica, yoga, zumba, pilates u otros para lograr más perfección para ser bailarina del vientre?
Buena pregunta y la respuesta es sí, definitivamente. Si quieres perfeccionar tu danza, las clases de danzas orientales solas no te darán todo lo que necesitas. Casi todas las grandes bailarinas han estudiado otros tipos de danza, como la danza clásica o bailes de salón, etc. La danza clásica es buena para todos los tipos de danzas, porque te da la base técnica que necesitas para dominar tu cuerpo y dejar que exprese lo que tú quieres expresar.

Luego, conocer otros tipos de danzas enriquece tu baile, también como otros tipos de arte y casi todo; los viajes, la naturaleza. Es importante estar abierta y aprender de todo.

Respecto a otras disciplinas del cuerpo, creo que también ayudan mucho. Personalmente soy aficionada al yoga. Me encanta y  siento que me ayuda mucho mental, espiritual y físicamente, porque requiere mucha fuerza y flexibilidad. Pero cada persona tiene que encontrar lo que más le gusta. Seguro que el pilates y las artes marciales también son fantásticas. De hecho, me gustaría aprender algún arte marcial.

- ¿Cuáles son tus bailarinas predilectas del presente y cuales han sido o son sus estilos?
Hay muchas. Del pasado, me encanta Naima Akef, no sólo como bailarina, también como actriz. Adoro sus películas de la edad de oro de Egipto, como Tamr Henna y Ahebbak Ya Hassan (Te quiero Hassan). Su estilo es muy bonito, puede ser muy atlético  y expresivo. También me gusta mucho Samia Gamal, que tiene un estilo muy elegante y variado. Luego viene Fifi Abdo que es baladí total.

De  las  bailarinas contemporáneas, hay muchas. Las egipcias como Dina, Randa Kamel, y Camelia, son increíbles. Todas tienen una técnica increíble, pero saben que la técnica es sólo la base; no bailan para demostrar su técnica, utilizan su técnica para bailar. Verlas bailar en persona, ha  sido una  de las experiencias más bellas de mi vida, en el mundo del baile.

También me encantan Daria Mitskevich de Ucrania y Aida de Rusia. En general las rusas tienen un estilo muy fuerte, muy espectacular, y una técnica que casi no se puede creer.

- ¿Qué bailarines son tus predilectos y cuales son sus estilos?
Tito, que es un bailarín de estilo egipcio, es único. Hace algún tiempo hice cuatro talleres del bailarín turco Özgen, me encanta su baile romaní, baila con mucha fuerza, con mucha pasión.

- ¿Son  los hombres mejores bailarines del vientre que  las mujeres?
No hay unos mejores que otros, depende de la persona. Hay menos bailarines que bailarinas, eso es cierto. Luego hay maneras diferentes de bailar la danza del vientre para hombres; pueden bailar más femenino o más masculino y hay mucha variación en eso.

- ¿Te gusta más bailar con música en vivo, o con CD? ¿Qué es más cómodo para ti?
He bailado muy poco con música en vivo, pero es mil veces mejor. La música en CD es como muerta; puede ser muy bonita, pero nunca te va a sorprender, siempre es lo mismo. La música en vivo es totalmente diferente; tienes el raport con los músicos, nunca sabes exactamente donde va a llegar, tienes más libertad, pero también tienes que estar más atenta.

- ¿Dónde compras tu ropa para bailar y cuál es tu diseñador o diseñadora predilecta? ¿Es muy caro el guardarropa de una bailarina del vientre?
Pues sí, lo de ser caro seguro, porque hay que vestirse muy, muy, muy bien. Cuando bailas eres un personaje para el público y tienes que cumplir con todos los requisitos de ese personaje; es una parte importante de la magia que genera el baile. Por eso necesitas trajes impresionantes y únicos, que van perfectamente con tu cuerpo y tu baile, además del pelo, el maquillaje, las uñas, todo. No es fácil lograr todo eso, gastas mucho tiempo y dinero, pero es una parte del trabajo.

No tengo diseñador/a predilecto/a, busco trajes de calidad, de colores y estilos que me gustan.

- ¿Bailas descalza o te pones algo en los pies, ya sean zapatos de tacón o zapatillas de ensayo, o bien media zapatilla? ¿O quizá adornas tus pies con joyas? ¿Sientes la necesidad del contacto con la tierra y tu piel para danzar?
Normalmente bailo descalza, pero más por costumbre, no porque necesito el contacto con la tierra. Pero es muy bueno para los pies estar descalzo.

- ¿Cómo creas tus coreografías?
 Lo más importante, es que me tiene que fascinar, encantar la música. Si no, es muy difícil bailarla, casi imposible bailarla bien y no vale la pena hacer una coreografía.

Una vez que he elegido la música, la escucho con mucha atención, muy bien y muchas veces. Escribo en un cuaderno la estructura, los ritmos, los instrumentos, cuántos compases de tal y tal, si unas partes se repiten, para tener allí la música completa, así que lo puedo planear mejor.

Luego voy sección por sección. A veces los pasos vienen casi sin pensar, van muy naturalmente con la música y otras veces puedo estar días intentando encontrar los pasos justos para una parte. Es como escribir un poema, que antes hacía con frecuencia. Hay una estructura que te ayuda y luego tienes libertad dentro de esa estructura.

- ¿Te gusta improvisar o bailar una coreografía?
Las dos cosas. Bueno, prefiero hacer la coreografía yo misma, no bailar las coreografías de otros, pero aprendo mucho de ellas y luego voy incorporando lo que he aprendido en mis propias coreografías. Pero si improviso o hago la coreografía yo, puedo interpretar la música a mi manera y la escucho mejor. Además, no tengo que estar siempre pensando en cuál paso viene después.  

- ¿Estimas que cuando se improvisa se usa un hemisferio del cerebro y cuando se baila una coreografía se usa otro hemisferio del cerebro?
Sí, seguro que usas partes diferentes del cerebro. Si improvisas bien estás usando más la parte derecha, o sea, la parte más creativa. Para bailar una coreografía tienes que usar la memoria; por eso creo que para bailar una coreografía bien, necesitas mucho tiempo para que se quede en tu cerebro, para que te salga más natural.

- ¿Qué es más creativo, improvisar un baile o crear una coreografía y luego bailarla/s?
Las dos  cosas son creativas, pero crear una coreografía requiere más tiempo y esfuerzo. Es bueno para el cerebro.

- ¿Qué significan para ti todos los elementos para bailar, como los crótalos, velo o velos, alas de Isis, sables, candelabros con fuego, culebras o bandejas con elementos encima, ya sea tetera con té, tazas u otros?
Me gustan mucho los crótalos y los otros elementos cuando se los usa bien, muy bien. El problema es cuando una se concentra tanto en bailar con elementos que se olvida de la esencia del baile. Los elementos se deberían usar porque ayudan a expresar algo que está dentro de la música y no porque crean un espectáculo en sí.

- ¿Te es más cómodo bailar sola o te gusta más bailar con pareja, de a tres o en grupo?
Sola. Es uno de los motivos porque me gusta tanto la danza del vientre.

- Las competencias ¿te hacen crecer como bailarina?
Hasta cierto punto, sí, pero no tienes que dejar que te hagan sentirte mal. La competencia más importante es la que tienes contigo misma.

- ¿Son siempre los jurados imparciales o existe la política también en estas danzas y competencias nacionales e internacionales?
Creo que es imposible ser totalmente imparcial. Los gustos de cada uno son distintos y en ese sentido no hay nada que se pueda hacer. Pero la política no debería jugar un papel en las puntuaciones del jurado.

- ¿Cuál es tu sueño como bailarina profesional que ya eres?
 Tengo muchos sueños pocos definidos respecto a esto. Para mí personalmente, un sueño es poder ganarme la vida haciendo lo que más adoro, bailando, actuando y enseñando a bailar. Pero más allá quiero lograr bailar de una manera que pueda hacer vibrar a la gente, abrirles la mente y el corazón, quiero poder transmitir toda la belleza que hay en este universo de la danza y más allá. Natalia Makarova dijo “convertirse en bailarina es poner en un equilibrio ideal las posibilidades físicas de tu cuerpo terco e imperfecto, con las posibilidades de tu alma, la cual, mientras pasas por la vida, se renueva continuamente y demanda constantemente una nueva expresión." (Traduzco del inglés.)

Lograr ese equilibrio ideal es un sueño, y como dice ella, es un sueño que nunca se logra perfeccionar, porque el alma   está continuamente cambiando  y el cuerpo también.

Finalmente, como hay tanta gente que no sabe nada de la danza oriental, ni de las culturas del Medio–Oriente, otro sueño es abrir este mundo para ellos y dejarles ver la maravilla que es este arte, que nació en esas tierras.

¡Y ser feliz, siempre!

- Hemos hablado bastante, pero no suficiente de la bailarina del vientre y de las danzas orientales y aunque nos faltaría tiempo para hablar de este tema y de ti, pienso que es bueno ahora que nos hables de la vida personal de la bailarina que eres. ¿Quién eres tú y tus circunstancias?  Y aquí vamos a ello.
Cuéntanos ¿cuál es tu verdadero nombre,  si es que usas seudónimo?
No uso seudónimo. Me llamo Zoë y ese es el nombre que uso para bailar también.

- ¿Dónde naciste y cuándo, si es posible saber esto último?
Nací en California en el año 1985.

- ¿Quiénes son tus padres, cuando nacieron y dónde?
Mi madre nació cerca de Chicago en el año 1949 y mi padre en Los Ángeles en el año 1948.

- ¿Qué profesión tienen cada uno de ellos?
Mi padre es astrofísico; estudia el sol  y mi madre es informática. Mi padre trabaja en la Universidad de Stanford y mi madre en un centro de investigaciones de la física de partículas. Además de eso, les gusta cantar en óperas cosa que hacen como hobby.

- ¿Tienes hermanos o hermanas y qué hacen ellos, cuáles son sus profesiones?
Tengo un hermano mayor. Es profesor de matemáticas en la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia.

- ¿Qué estudiaste tú, por qué y dónde?
Hice el primer grado en ‘Symbolic Systems’ (Sistemas Simbólicos) en la Universidad de Stanford. Luego hice dos maestrías en Lingüística Computacional en las Universidades de Malta y de Groningen en Holanda. Estudié esas cosas porque me fascinaba estudiar cómo la gente piensa y cómo esos pensamientos van traducidos (o no) en palabras.

- ¿Es difícil llegar a ser una buena bailarina del vientre y danzas orientales o es más sencillo  obtener otros títulos y disciplinas académicas?
Es lo más difícil que he intentado en mi vida.

- ¿Hay una edad para jubilarse de bailarín/a o se puede envejecer bailando, ya seas hombre o mujer? ¿O quizá impartiendo clases o también sobre la escena?
No creo que haya edad para jubilarse de bailarín/a. Especialmente en la danza del vientre; es una danza para todas las edades y todas las personas.

- ¿Influyen la belleza y juventud para desarrollarse en estas artes?
Si quieres actuar como profesional en restaurantes y fiestas, sí. La imagen es importante y sería poco realista pretender que no es así. Pero para desarrollarse como bailarina o como profesora, no es necesario; especialmente para ser profesora. De hecho creo que la experiencia de haber bailado, aprendido y vivido durante muchos años, es muy importante para ser buena profesora.

- ¿Qué importancia tiene el cabello y los brazos en estas danzas y por qué?
Los brazos encuadran los movimientos y la bailarina tiene que saber como usarlos bien. Pero también tiene que saber usar bien las manos, porque ellas son la parte más expresiva del cuerpo, después de la cara. No es necesario tener un pelo largo, pero queda muy bonito en mi opinión, especialmente cuando la bailarina sabe usarlo bien.

- ¿Se opuso tu familia a que fueras bailarina del vientre como profesión principal?
No, nunca han intentado oponerse en mi vida. Siempre me han dejado hacer lo que más me gustaba y han confiado en mí, aunque les hubiera gustado que hiciera otra cosa; tengo mucha suerte en ese aspecto.

- ¿Se obtiene de alguna forma el titulo de bailarina profesional?  De ser así ¿quién lo otorga?
No, no existe un título como tal y no veo cómo podría existir.

- ¿Cuántos años lleva a una persona normal ser profesional de la danza del vientre?
Depende mucho de las experiencias anteriores que tengas y del trabajo que puedes o que quieres hacer para mejorar tu danza. Si ya tienes base de otro tipo de danza, tienes una ventaja. Pero hay muchas cosas que necesitas aprender o que te ayudarán, si ya tienes experiencia en ellas; conocimientos de otras disciplinas del cuerpo, conocimientos de música, de teatro, etc. Yo, por ejemplo, no tenía mucha experiencia en la danza de ninguna forma, cuando empecé a bailar, pues la técnica fue  algo  que tuve que trabajar mucho y que sigo trabajando. Iba a clases de ballet, de folklore, de yoga, estudiaba anatomía y fisiología… Pero por otro lado, tenía ya diez años de experiencia actuando en espectáculos de teatro, y mucha experiencia con la música también; toco el piano y había cantado en varios coros, toqué el violín… pues esas son ventajas para mí; hay que buscar lo que puedes aplicar tú a tu danza. 

- ¿Es una pasión o  es una moda practicar y bailar estas danzas?
Para mí, es la pasión de mi vida. Pasaron cinco años antes de que me diera cuenta de que la danza es lo que más quería hacer en mi vida como profesión y no sólo como hobby. Aunque nunca me habría imaginado que podría dedicarme a esto; en mi familia son todos académicos, todos tienen doctorados. Para mí también habría sido algo natural, pero he reconocido que tengo otro camino que seguir.

- ¿Qué países o país lo práctica/n más?
En los países del Medio Oriente se práctica más como una parte de la vida cotidiana; cuando las mujeres se juntan, bailan; bailan en fiestas, bodas, en diferentes celebraciones, pero allí no se estudia la danza como en otros países. Ser bailarina profesional está  estigmatizado allí y aparte de las grandes estrellas y las extranjeras, creo que la mayoría de las bailarinas lo hacen por ganar dinero y porque no tienen otra opción.

- ¿Y cuál es tu sueño como académica?
Igual que antes, lo más importante para mí es enseñar a la gente lo que he encontrado en mis investigaciones y siempre intentar   difundir más verdad y menos mentiras. Aunque ya no hago casi nada que tenga que ver con el mundo académico, sigo investigando mucho sobre la danza, la música y el Medio-Oriente y allí también hay mucha falta de información o información falsa que se difunde. Hay pues mucho trabajo que hacer.

- Gracias por responder a mis preguntas sobre tan importantes danzas. Hay tanto que escribir sobre ellas y sus intérpretes que sólo me queda  agradecer tu tiempo y paciencia para responderlas.
Gracias a ti.  Ha sido un placer hablar de un estilo de danzas tan cercanas a mi corazón.



NotaLos maqamat son parecidos a las escalas musicales de la música del Medio Oriente. Cada maqam (singular de maqamat) usa ciertas notas y aporta un sentimiento diferente al auditor.  Por ejemplo algunos maqamat son  tristes y otros son alegres, más espirituales, etc...



California / Madrid
28 de Marzo de 2014  

Fotos Michael Baxter


Zoë  Bogart: web oficial  / En YouTube  / En Twitter  / En Facebook  






Marguerite Duras por Mercedes Monmany y Silvia Hopenhayn / ABC (Madrid) 7 abril / La Nación (Buenos Aires) 26 marzo 2014



Una de las más grandes escritoras del pasado siglo, la francesa Marguerite Duras (Saigón, hoy Ciudad Ho Chi Minh, 1914-París, 1996), fue al mismo tiempo un importante icono mediático de su época. Desde su debut en la inmediata posguerra, apasionada y rebelde, nunca dejó de estar presente en un primer plano de lujo, muchas veces controvertido, en todo aquello que emprendió, ya fueran obras literarias, guiones cinematográficos, puestas en escena, artículos, debates, militancias políticas, o cualquier tema menor o mayor del que se tratara en ese momento.
Una mujer que devoró la Historia de su tiempo, desde la Segunda Guerra Mundial y la ocupación hasta la llegada de la cultura más banal y de mercado. Una creadora a veces tachada de narcisista («escribo sobre las mujeres para escribir sobre mí misma, sobre yo sola a través de los siglos»), que en ocasiones se mostraba distante, sublime, majestuosa, difícil y feroz defensora de lo subjetivo en sus desoladas y en absoluto convencionales obras de creación, y en otras ocasiones, pegada a las formas de lo popular, llegando a escribir canciones para artistas de varietés.
Militante eterna de un sinfín de causas, y amante del «compromiso» (la palabra sartriana de moda en determinadas épocas), Marguerite Duras pasó de la Resistencia al enrolamiento durante un tiempo en el Partido Comunista, un paso casi obligado para muchos intelectuales europeos de la inmediata, y no tan inmediata, posguerra.
En su caso particular, se ha dicho muchas veces que había abusado de la política lo mismo que bebía: sin moderación. Y desde luego, atravesó muchas etapas de la política francesa en las que la moderación de los intelectuales no siempre fue de la mano con el buen tino que se esperaba de ellos: la Resistencia y el colaboracionismo durante la ocupación, más tarde la liberación, el comienzo de la Guerra Fría, los alegres días de mayo del 68 y la traumática descolonización de Argelia.
Nacida en Saigón, Duras pasó su infancia y adolescencia en la Indochina francesa (hoy Vietnam), experiencia que marcó muchas de sus obras, en especial la más popular, «El amante» (1984), que alcanzó un resonante éxito internacional y que fue traducida a 40 lenguas, ganando el premio Goncourt. Un tema en cierto modo obsesivo que también aparecía en la obra con la que se reveló como escritora, «Un dique contra el Pacífico», de 1950.
Publicada en nuestro país por la editorial Tusquets, otras de sus novelas más conocidas son «Moderato Cantabile» (1958), «El arrebato de Lol V. Stein» (1964), «El vicecónsul» (1966), «El amor» (1971),«El mal de la muerte» (1982), «El amante de la China del Norte» (1991) o «Yann Andréa Steiner» (1992), dedicada a su último y joven compañero, Yann Andréa, también escritor, que se convertiría en su albacea testamentario.
Asociada en un principio al Nouveau Roman, sus obras siempre tendrían un sello particular, compuestas por frases cortas, de tiempo y acciones desestructurados, de una gran potencia e intensidad. Unas historias que buceaban en el misterio de los seres y de las cosas, del amor, el abandono, el silencio, la soledad, la sensualidad femenina y la muerte.
Sus padres, de orígenes modestos, eran dos profesores franceses que se habían sentido atraídos por el sueño colonial. Pero cuando Marguerite tenía 7 años su padre muere, dejando tres niños pequeños. Bruscamente, la existencia de los Donnadieu -su verdadero apellido, abandonado luego por Duras- en Indochina se transforma en una vida mucho más azarosa y llena de dificultades. Se convierten de repente en unos «petits blancs», es decir, colonos despreciados y miserables, obligados a vivir como indígenas.
Aun así, a los ojos de los niños la jungla se convirtió en un lugar mágico para lo imaginario, que concitaba todos los terrores y fascinaciones. En 1932, Marguerite, con 17 años, se traslada a París para comenzar sus estudios de Ciencias Políticas. En 1939 se casa con Robert Antelme, escritor y militante como ella de la Resistencia, deportado aBuchenwald y Dachau y, sobre todo, autor de un célebre y espléndido clásico, «La especie humana» (1947), en el que narraba aquellas experiencias. El grupo al que ambos pertenecían había caído en una emboscada y Marguerite lograría salvarse, gracias a Jacques Morland (nombre de guerra de François Mitterrand). Posteriormente, Duras narraría el regreso de su marido en uno de sus mejores y más estremecedores textos, «La Douleur» (1985).
Inquieta y polifacética, desde el comienzo adaptó a menudo novelas suyas para la escena, como es el caso de «Le Square» (1957), o bien las escribió directamente para el teatro («Savannah Bay», 1982). También dirigió películas como «India Song» (1975) y «El camión»(1977), protagonizada por Depardieu. Pero con lo que se convertiría en una autora de culto indiscutible, a nivel mundial, sería escribiendo el guión y los diálogos de la mítica «Hiroshima mon amour» (1959) deAlain Resnais. Una película protagonizada por Emmanuelle Riva, la genial actriz que recientemente, ya en la vejez, sería rescatada para la gran pantalla, como inolvidable protagonista de «Amour», del alemánMichael Haneke.
Mercedes Monmany
ABC, Madrid
7 abril 2014
Fuente: ABC





La infancia interminable de Marguerite Duras



La  infancia puede no ser recuerdo. A veces es un estado de perduración. Un candor viviente que irradia los destellos de la primera vez. Para Marguerite Duras, la infancia es un estado. No sé si escribir "estado" con mayúsculas; cuando se trata de una escritora que prescindió de nombres para sus personajes amantes, la mayúscula también puede ser un fraude, un empeño por enaltecer lo que necesariamente corre por debajo. Su propio nombre le viene del llano. Ella se lo cambió en medio de la Segunda Guerra Mundial. En vez de Donnadieu, empezó a firmar Duras -así se llamaba su casa de campo-. Y fue como si de su nuevo nombre empezaran a surgir libros, guiones, películas, obras de teatro, diálogos, ensayos. El primero de todos, en 1943, con el significativo título Los imprudentes.
A cien años de su nacimiento, se preparan múltiples festejos y nuevas ediciones. En la Argentina, la editorial El Cuenco de Plata viene publicando parte de su obra de culto en nuevas traducciones (India Song, que incluye el guión de la película y la obra teatral La música; El cine EdénNathalie Granger, la mujer de Ganges, y la pequeña y bella novela, La lluvia de verano). A fines de abril, se realizará un homenaje en la Alianza Francesa y este mismo mes, la editorial Paidós publica un libro original y revelador, con traducción de César Aira y prólogo de Silvio Mattoni: Marguerite Duras, la pasión suspendida / Entrevistas con Leopoldina Pallota Della Torre.
El deseo es el tema central del libro y aparece bajo distintas formas. Hay capítulos que intentan apresarlo, darle un argumento, sobre todo el titulado "La pasión". Pero es en el primero cuando asoma por primera vez. En el capítulo "Una infancia", Della Torre le pregunta a Duras si ella considera que tuvo una infancia especial. "A veces creo que toda mi escritura nace de ahí, entre los arrozales, las selvas, la soledad. De esa niña flaca y despistada que era, pequeña blanca de paso, más vietnamita que francesa, siempre descalza, sin horarios, sin modales, habituada a contemplar el largo crepúsculo sobre el río, la cara quemada por el sol." Vale recordar que Marguerite Duras nació en los suburbios de Saigón y permaneció en Indochina hasta 1932. Luego se trasladó a París, donde estudió derecho, matemáticas y ciencias políticas. El segundo capítulo del libro se titula precisamente "Los años parisinos", al que sigue "Los caminos de una escritura", donde Duras expone ferozmente su entrega y el cambio en su escritura: "Durante años tuve una vida social y la facilidad con la que conocía gente o les hablaba se reflejaba en mis libros. Hasta que conocí a un hombre, y poco a poco toda esa mundanidad desapareció. Era un amor violento, muy erótico, más fuerte que yo, por primera vez. Hasta quise matarme, y eso cambió incluso mi modo de hacer literatura. La mujer de Moderato cantabile y la de Hiroshima, mon amour, era yo". Es cuando aparecen los huecos, silencios, tan bien dscriptos por Mattoni en el prólogo, "como si escribir no fuera componer una obra, sino vaciar, ahuecar, blanquear el flujo de las palabras".
El año 1914 dio una buena cosecha de letras: Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Octavio Paz y Marguerite Duras.
La Nación, Buenos Aires 
26 de Marzo de 2014

Fuente: La Nación

Julio Cortázar: La huella de Julio Cortázar en el último barrio que habitó en Buenos Aires / por Verónica Dema, fotos Guadalupe Aizaga ,19 de Marzo de 2014, La Nación, Buenos Aires


  
Foto ©Guadalupe Aizaga

Si el escritor viviera tendría cien años; si aún residiera en Buenos Aires, en la última casa que habitó con su madre y su hermana, viviría en Artigas y Cortázar; un paseo por las calles de Rawson, la vecindad donde pasó su porteña juventud




Foto ©Alberto Jonquiéres






Foto ©Guadalupe Aizaga




Cuando Bernardo Cornejo, de 22 años, se asoma por la ventana de su cuarto en el tercer piso del barrio Rawson en la ciudad de Buenos Aires y piensa que ésta era la vista que tenía también en su juventud el escritor Julio Cortázar siente una leve conmoción. Bernardo nació en Barcelona pero pasó la mayor parte de su vida en este barrio arbolado, que algunos consideran parte del de Agronomía. "Duermo en la habitación que ocupó Cortázar. Estoy acá porque soy muy amigo de la familia de los dueños", dice. "Es muy fuerte, se siente una energía muy particular. Hay hasta una biblioteca en el living que él dejó antes de irse del país".
En 1976 se conoció el poema "Rechiflao en mi tristeza", en el que Cortázar, inspirado en su tango preferido Mano a Mano, dejó testimonio de este legado. 
"Te evoco y veo que has sido
 en mi pobre vida paria
una buena biblioteca. 
Te quedaste allá, 
en Villa del Parque, 
con Thomas Mann y Roberto Arlt y Dickson Carr, 
con casi todas las novelas de Colette, 
Rosamond Lehmann, Charles Morgan, Nigel Balchin, 
Elías Castelnuovo y la edición
tan perfumada del pequeño
amarillo Larousse Ilustrado, 
donde por suerte todavía
no había entrado mi nombre".

Bernardo calla unos segundos, como si repasara imágenes adoradas, y agrega: "Estoy en el tercer piso y tengo una vista panorámica del barrio. Ahora que pienso es más o menos la misma que tenía Cortázar, porque todo se mantiene más o menos igual". Con su entrenado ojo de fotógrafo, dibuja la plazoleta de entonces: "Hay algún árbol menos porque sacaron algunos, como un gomero inmenso donde él se sentaba a escribir; hay tal vez otros que están más crecidos, pero como no se permiten edificaciones el paisaje es parecido".
El último lugar porteño donde vivió el dueño de las rayuelas fue este departamento del tercer piso de Artigas 3246, frente a la plazoleta que describe el joven desde la ventana de su cuarto. Cortázar pasó acá parte de su juventud, entre los años 1934 y 1951, cuando venía a ver a su madre y a su hermana Memé. El daba clases en colegios secundarios en Chivilcoy y Bolívar, en la provincia de Buenos Aires y visitaba el barrio los fines de semana.
Dos placas en la fachada, como si una no bastara para homenajear a Cortázar, indican: "En este edificio vivió Julio Cortázar; el clima del barrio Rawson y Agronomía está presente en varios de sus cuentos". La otra hace mención a la restauración del edificio como patrimonio histórico en 2012. Debajo, dos macetas con petunias violetas, rojas y blancas adornan la entrada principal, una a cada lado de la puerta; en el jardín que rodea el edificio, dos rosas chinas que ya tienen el tamaño de un árbol completan el cuidado paisaje.
El barrio Rawson es un triángulo residencial delimitado por las calles Tinogasta, Zamudio y Avenida San Martín. A media cuadra del barrio está la facultad de Agronomía. Conviven, en esas manzanas cruzadas por calles curvas, 104 casas individuales de dos plantas con reminiscencias pintoresquistas, de puertas y ventanas con detalles de vitró, de macetas y rejas, de cielos inundados de verde; con nueve edificios de departamentos de tres pisos distribuidos dentro de un parque -entre éstos se encuentra el de Nelly Schmalko, quien le compró la casa a los Cortázar en 1977.
Casi no circulan autos en el mediodía del viernes; los que entran al barrio parecen ser vecinos que llegan a sus casas. Tampoco se vive el trajín de comercios: el único almacén que había cerró en los '90. Un señor regordete rodea la plazoleta en su bicicleta antigua, el canasto al frente; con su silbato promociona sus churros. Saluda a un grupo de jóvenes con la mano. Ellos son seis, visten remeras del uniforme del Instituto Comunicaciones, que está pegado al barrio; están desparramados en el pasto, las mochilas a un costado; conversan, algunos revisan sus celulares. Una pareja de veintipico ocupa un banco, ella le da la última pitada a un cigarrillo cortísimo.
Llega una mujer con varios chicos cargados en el auto, toca el tercer piso. Se asoma alguien por la ventana. "¡Vengo por los tuyooos!", grita. "Acá quieren hablar con los que viven donde vivía Julio. ¡Julito!"
En la espera y con tanto griterío se asoma Miguel Ascárate, de 75 años. Se acerca al buzón de la puerta vidriada a buscar su correspondencia. Dice que cada tanto se encuentra con algunos servicios a nombre de María de Cortázar. Aclara que cuando llegó al barrio, en el 66, Cortázar ya no vivía ahí. El escritor se fue del país en 1951, cinco años después de la llegada de Perón al poder. "Pero se lo recuerda todavía. La calle Espinoza ahora se llama Cortázar", dice. Si el escritor viviera tendría cien años; si residiera en Buenos Aires, en la última casa que habitó antes del exilio, viviría en Artigas y Cortázar.
"No tengo ningún libro de él, nunca me interesó", se ataja. "Me dediqué toda la vida a ser chofer. Trabajé para Juan Perón. Era chofer para el área de Bienestar Social", empieza a relatar. Dice que algunos nombres se le olvidaron por la edad, pero recuerda perfecto que había que tener un cuidado bárbaro. "Yo custodiaba a los funcionarios. No sabía qué nos podía pasar, quién nos podía estar esperando".
Entonces, vuelve al barrio. "Y...era tranquilo. Era", repite. "Ahora se complicó porque vienen a fumar". Sus dedos alargados forman una ve y se mueven en imaginarias pitadas cortas. "Dos por tres llamamos a la policía. Se quedan hasta cualquier hora o vienen de otros lados para acá a la placita".
Dice Cortázar en una carta que envió en 1970 a su amigo, el pintor francés Eduardo Jonquieres:"Extrañas circunstancias me conectaron con un grupo de hippies, y durante toda una noche descubrí hasta qué punto no solamente no son el cáncer social que denuncian los bien pensantes, sino que el cáncer es precisamente lo que los rodea y los hostiga; en todo caso, en ese grupo había algo muy parecido a la felicidad, al término de un largo viaje, a una reconciliación. La marihuana ayudando, claro (la fuman, la fumamos sentados en las escalinatas de la catedral, lo que tenía su chiste, y sin que la policía se metiera para nada a pesar del olor que poco tiene que ver con el del incienso)".
Jorge Raventos hace su caminata de todos los días en el predio de Agronomía. "Es el campo a media cuadra de casa", describe. Es uno de los vecinos privilegiados del barrio: como era periodista y viajaba a Europa en 1974 se animó a pedirle una entrevista a Cortázar durante su exilio en Francia. No eran tiempos de emails. La carta llegó a su domicilio en París cuando el escritor estaba de viaje en Roma: formaba parte del Tribunal Russell, reunido para escuchar e informar sobre las torturas y crímenes políticos en América Latina. Allí lo encontró. Tres días después estaban sentados en un café. La entrevista se publicó en la revista Redacción, en junio del 74.

"Mándeme un ejemplar de la revista a mi casa de París, en la rue d'Eperon... Como usted ve, no puedo alejarme mucho del general", cuenta Raventos en el reportaje. El tema no quedó allí: el joven periodista de entonces cumplió en enviarle también una carta de agradecimiento que Cortázar  respondió. "Me mandó una cartita. La guardaba como un tesoro, pero cuando nos fuimos con mi esposa exiliados a Suecia en el 77 muchos de los papeles se perdieron", relata. Se conforma con recordar.

Foto ©Guadalupe Aizaga


Detrás de un portón de una de las casas del barrio suena Callejeros e inunda la plazoleta. A Cristina Noble, esposa de Jorge, la envuelve la luz clara de la una de la tarde. De la correa tironea un rottweiler. Hace siete años que vive en el barrio, más precisamente a mitad de cuadra en la calle Cortázar 3500. "Es una maravilla. Somos un barrio muy unido", dice. En eso pasa una señora con su perro, también tironeando de la correa. "¡Chau, Cristina!", levanta la mano, sonríe y sigue. "¿Ves eso? Nos conocemos. Y ante cualquier problema, una asamblea".
Se detiene en ese punto. Quiere resaltar un hecho emblemático para los vecinos del Rawson. "El otro día nos reunimos porque habían tomado una casa del barrio. Es de un pintor que cuando volvió de las vacaciones se encontró con que le habían tomado la casa y habían vendido las cosas de valor", comenta. "Nos reunimos unos cien vecinos, nos convocamos por mail y fuimos a aplaudir a la puerta. Vino la policía. Los vecinos logramos sacarlos".
Imposible no imaginar una versión posmoderna de uno de los cuentos más conocidos de Cortázar. "Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales), guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia", empieza Casa tomada.
Cristina reconoce que la cruzada de desalojo fue en parte solidaridad con este vecino y, también, una lucha por no perder la paz del barrio. "Es muy especial poder salir tranquilos como si fuera un barrio privado. Yo a veces paseo el perro a las doce de la noche y no pasa nada. Queremos tratar de seguir manteniéndonos al margen de los problemas, si se puede", dice. Una mueca incrédula se dibuja en sus labios apretados.
El plus del barrio, para esta admiradora de La Maga, es que quedó marcado por Cortázar. "Hasta en el aire se respira algo especial", dice. Pero no es sólo un modo de decir. Varios vecinos cuentan que los que lo conocieron dan fe de que él tocaba la trompeta y que se oía en buena parte del barrio. "Mi hija que ama el jazz y que estudió música le compuso un tema en su honor", agrega.
El propio Cortázar reconoció por aquellos años su amor por la trompeta. "Sí, es verdad: toco la trompeta, pero sólo como desahogo. Soy pésimo". Hay fotos en la web que muestran retratos del escritor en pose de músico, la embocadura de la trompeta en sus labios, sus largos dedos sobre los pistones, los cachetes inflados de aire, los ojos cerrados, todo él en otra parte.


Guadalupe Raventos es cantante de jazz, maestra de canto y compositora ocasional, como le gusta presentarse. Uno de los temas que está componiendo es uno en homenaje a Cortázar. Se llama Out of time (Fuera del tiempo) y la letra y música se inspiran en El perseguidor. "Es un tema de jazz para él, que lo amaba tanto como yo", dice. Se refiere al cuento que Cortázar dedicó al saxofonista Charlie Parker, alguien con una percepción del tiempo bastante especial. "Tiene partes de ese cuento en la letra", comenta Guadalupe. "Quise retomar la idea que reflejó Cortázar: el músico a veces se subía a un subte y entre estación y estación tenía una larga y compleja ensoñación, asociaciones de ideas que nunca se podrían haber dado en el tiempo real transcurrido".
A Daniel Husen también le parece que el tiempo le hace trampas. Hace 29 años que vive en una de las pintorescas casas el barrio y le parece mentira. "Tengo las tejas originales francesas que tienen 80 ó 90 años", dice. "Cuando Cortázar vino de visitas de Francia en el 84 anduvo caminando por el barrio. Yo no estaba y no lo vi, pero los vecinos cuentan que paseó por acá y que dijo que el barrio estaba igual", comenta. El tiempo vuela o quizá esté quieto. Un tero-tero llega desde la cancha del club comunicaciones.
Escribe Cortázar en Ómnibus, un cuento de Bestiario. "A las dos, cuando la ola de los empleados termina de romper en los umbrales de tanta casa, Villa del Parque se pone desierta y luminosa. Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombra que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía. En la esquina de Avenida San Martín y Nogoyá, mientras esperaba el ómnibus 168, oyó una batalla de gorriones sobre su cabeza, y la torre florentina de San Juan María Vianney le pareció más roja contra el cielo sin nubes, alto hasta dar vértigo.(.) Por la calle vacía vino remolonamente el 168, soltando su seco bufido insatisfecho al abrirse la puerta para Clara, sola pasajera en la esquina callada de la tarde".
Eugenio Astesiano, un vecino que nació y nunca se movió del  Rawson, dice que en los cuentos de Cortázar encuentra "el clima del barrio, la sensación de venir acá a visitar a su madre, los viajes en colectivo, los nombres de las calles, su amor por el jazz". Imagina a Cortázar, tal como le cuentan su madre y sus tías, con su trompeta cortando el silencio de siempre. O de casi siempre.
"Este triángulo es tranquilo", dice. "Sólo que están los tours. A veces los sábados a las 10 de la mañana o antes me despierto, me asomo a la ventana de mi casa y tengo a 30 ó 35 personas entre extranjeros y otros turistas y un tipo con un megáfono mirando hacia mi ventana", describe. "Pero bueno, el pibe que vivió acá era súper groso. Eso se transmite. En mi caso, a mis hijas les contagié el gusto por la lectura. El hecho de saber que acá mismo en su edificio hubo alguien que llegó tan lejos inspira. El lugar es bucólico, eso ayuda a cualquier artista, a cualquier persona".
Los vecinos coinciden en que es muy difícil dejar de pertenecer al barrio. Las casas suelen ir pasando de generación en generación y rara vez alguna se pone a la venta. Es un pueblo de 2000 habitantes este triángulo verde, este rincón de artistas.

 © Verónica Dema  
Fotos: ©Guadalupe Aizaga
Buenos Aires
19 de Marzo de 2014




Fuente. La Nación








Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984











Julio Cortázar por Gabriel García Márquez, Marzo 1984 / Fotos Sara Facio


El argentino que se hizo querer de todos







Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción.





 Cortázar, con máscara, y el Gabo. Foto: Sara Facio

 


Fui a Praga por última vez hace unos quince años, con Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Viajábamos en tren desde París porque los tres éramos solidarios en nuestro miedo al avión y habíamos hablado de todo mientras atravesábamos la noche dividida de las Alemanias, sus océanos de remolacha, sus inmensas fábricas  de todo, sus estragos de guerras atroces y amores desaforados.

A la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurrió preguntarle a Cortázar cómo y  en qué momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la  orquesta de jazz. La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchichas de perro con papas heladas. Cortázar, que sabía medir muy bien sus palabras, nos hizo una recomposición histórica y estética con una versación y una sencillez apenas creíbles, que culminó con las primeras luces en una apología homérica de Thelonius Monk.

No sólo hablaba con una profunda voz de órgano de erres arrastradas, sino también con sus manos de huesos grandes como no recuerdo otras más expresivas. Ni Carlos Fuentes ni yo olvidaríamos jamás el asombro de aquella noche irrepetible.

Doce años después vi a Julio Cortázar enfrentado a una muchedumbre en un parque de Managua, sin más armas que su voz hermosa y un cuento suyo de los más difíciles: La noche de Mantequilla Nápoles. Es la historia de un boxeador en desgracia contada por él mismo en lunfardo, el dialecto de los bajos fondos de Buenos Aires, cuya comprensión nos estaría vetada por completo al resto de los mortales si no la hubiéramos vislumbrado a través de tanto tango malevo; sin embargo, fue ese el cuento que el propio Cortázar escogía para leerlo en una tarima frente a la muchedumbre de un vasto jardín iluminado, entre la cual había de todo, desde poetas consagrados y albañiles cesantes, hasta comandantes de la revolución y sus contrarios. Fue otra experiencia deslumbrante. Aunque en rigor no era fácil seguir el sentido del relato, aún para los más entrenados en la jerga lunfarda, uno sentía y le dolían los golpes que recibía Mantequilla Nápoles en la soledad del cuadrilátero, y daban ganas de llorar por sus ilusiones y su miseria, pues Cortázar había logrado una comunicación tan entrañable con su auditorio que ya no le importaba a nadie lo que querían decir o no decir las palabras, sino que la muchedumbre sentada en la hierba parecía levitar en estado de gracia por el hechizo de una voz que no parecía de este mundo.

Estos dos recuerdos de Cortázar que tanto me afectaron me parecen también los que mejor lo definían. Eran los dos extremos de su personalidad. En privado, como en el tren de Praga, lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos. En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierna y extraña. En ambos casos fue el ser humano más importante que he tenido la suerte  de conocer. 

Desde el primer momento, a fines del otoño triste de 1956, en un café de París con nombre inglés, adonde él solía ir de vez en cuando a escribir en una mesa del rincón, como Jean-Paul Sartre lo hacía a trescientos metros de allí, en un cuaderno de escolar y con una pluma fuente de tinta legítima que manchaba los dedos. Yo había leído Bestiario, su primer libro de cuentos, en un hotel de lance de Barranquilla donde dormía por un peso con cincuenta, entre peloteros más mal pagados y putas felices, y desde la primera página me di cuenta de que aquél era un escritor como el que yo hubiera querido ser cuando fuera grande. Alguien me dijo en París que él escribía en el café Old Navy, del boulevard Saint Germain, y allí lo esperé varias semanas, hasta que lo vi entrar como una aparición. Era el hombre más alto que se  podía imaginar, con una cara de niño perverso dentro de un interminable abrigo negro que más bien parecía la sotana de un viudo, y tenía los ojos muy separados, como los de un novillo, y tan oblicuos y diáfanos que habrían podido ser los del diablo si no hubieran estado sometidos al dominio del corazón.

 Años después, cuando ya éramos viejos amigos, creí volver a verlo como lo vi aquel día, pues me parece que se recreó a si mismo en uno de los cuentos mejor acabados - El otro cielo -, en el personaje de un latinoamericano sin nombre que asistía de puro curioso a las ejecuciones en la guillotina. Como si lo hubiera hecho frente a un espejo. Cortázar lo describió así:

"Tenía una expresión distante y a la vez curiosamente fija. La cara de alguien que se ha inmovilizado en un momento de su sueño y se rehúsa a dar el paso que lo devolverá a la vigilia.".

Su personaje andaba envuelto en una hopalanda negra y larga, como el abrigo del propio Cortázar cuando lo vi por primera vez, pero el narrador no se atrevía a acercársele para preguntarle su origen, por temor a la fría cólera con que él mismo hubiera percibido una interpelación semejante. Lo raro es que yo tampoco me había atrevido a acercarme a Cortázar aquella tarde del Old Navy, y por el mismo temor. Lo vi escribir durante más de una hora, sin una pausa para pensar, sin tomar nada más que medio vaso de agua mineral, hasta que empezó a oscurecer en la calle y guardó la pluma en el bolsillo y salió con el cuaderno debajo del brazo como el escolar más alto y más flaco del mundo. En las muchas veces que nos vimos años después, lo único que había  cambiado en él era la barba densa y oscura, pues hasta hace apenas dos semanas parecía cierta la leyenda de que era inmortal, porque nunca había dejado de crecer y se mantuvo siempre en la misma edad con la que había nacido. Nunca me atreví a preguntarle si era verdad, como tampoco le conté que en el otoño triste de 1956 lo había visto, sin atreverme a decirle nada, en su rincón del Old Navy, y sé que dondequiera que esté ahora estará mentándome la madre por mi timidez.

Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo. Sin embargo, me atrevo a pensar que si los muertos se mueren, Cortázar debe estar muriéndose otra vez de vergüenza por la consternación mundial que ha causado su muerte. Nadie le temía más que él, ni en la vida real ni en los libros, a los honores póstumos y a los fastos funerarios. Más aún: siempre pensé que la muerte misma le parecía indecente. En alguna parte de La vuelta al día en ochenta mundos un grupo de amigos no puede soportar la risa ante la evidencia de que un amigo común ha incurrido en la ridiculez de morirse.

Por eso, porque lo conocí y lo quise tanto, me resisto a participar en los lamentos y elegías por Julio Cortázar. Prefiero seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su recuerdo.


Marzo de 1984

Fotos: Sara Facio


Fuente Fotos: Unam

Fuente texto: Club Cultura




Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984






"Noviembre Trece" de María Cristina da Fonseca (fragmento), Ed. Oveja de Madera, Chile 1999













"Noviembre Trece" (fragmento)
Inscripción número 105.166

Ediciones Oveja de Madera
Diseño y Edición:
M.Cristina da Fonseca y Cecilia Almarza
Impreso en Chile, 1999





María Cristina da Fonsecaescritora y abogada criminóloga chilena.
Realiza sus estudios de derecho en la Universidad Católica de Santiago de Chile y en la de la Universidad de París.

Al retornar a Chile, se incorpora como abogada del Ministerio de Justicia, desempeñándose como asesora legal del gobierno de Salvador Allende. Siendo autora, promotora y defensora ante el Congreso Nacional de importantes iniciativas legales relativa a la mujer, contribuyendo así iniciar el tema de la cuestión femenina que tanta importancia habría de alcanzar durante los años siguientes en Europa y EEUU. También, introduce en Chile el tema de los derechos humanos de la población de los recintos carcelarios, promoviendo la reforma del sistema Penal y planteando, por primera vez, el concepto de penas no privativas de libertad. Es, además, autora de la Ley de Estupefacientes ( drogas) de 1973 propuesta posteriormente como modelo para el continente. 

Al sobrevenir el golpe, recibe en 1974 del Instituto de Criminología de Maracaibo (Venezuela), una invitación para dictar una serie de conferencias en dicho país donde se radica con su familia por catorce años.

Durante su permanencia en Venezuela, su interés por el arte popular la lleva a realizar frecuentes viajes por las zonas más apartadas de Venezuela y el Caribe y abrir posteriormente una galería destinada a la comercialización de tejidos y cestería indígena. Paralelamente mantiene en diversos periódicos regionales una columna destinada a difundir las artesanías latinoamericanas. 

Interesada en las luchas contra el colonialismo promueve la formación del Comité de Solidaridad con la lucha de Panamá por recuperar el canal en el que participan destacadas personalidades de la literatura y política venezolanas: Oscar Guaramato, Miguel Otero Silva y José Herrera Oropeza. Realiza una serie de actividades en apoyo de los exilados del régimen de Duvalier (Haití) y escribe numerosos ensayos en ciencia política para la prestigiosa revista Nueva Sociedad. 

A fin de preparar el plesbicito de 1988, regresa a Chile donde se incorpora como investigadora del Programa de Derechos Humanos de la Academia de Humanismo Cristiano.

Como actividades relacionadas con el proceso democrático en Chile se desempeña como miembro de la Comisión que elabora el programa de seguridad interior y Orden Público del partido por la democracia. Siendo nominada como experta en materias de orden interno en las Comisiones del Programa de la concertación. 

Su primer trabajo literario Memorias de la Arcilla vieja, (Dolmen ediciones 1993) es declarado material didáctico complementario por el Ministerio de Educación de Chile. Cosa que también sucede con su novela De los Días Felices en que Humocaro Quería morir"(1995). Es autora de numerosos cuentos infantiles y se desempeñó como Directora de la colección Juvenil Borrador y cuento Nuevo y la Colección Cuento propio de América Latina de editorial Cuarto Propio. 

Entre las otras actividades de María Cristina da Fonseca se destacan las siguientes:

Fue Vicepresidente del Centro Chileno –Venezolano de Cooperación Cultural Simón Rodríguez ( 1994 -1997).
Presidente de los Estudios Sefardíes en Chile (2002-2003). 
Secretaria de la Organización de Padres por la Igualdad Parental (2003).
Miembro fundadora de las Tertulias de los Jueves, celebradas desde hace 5 años en el Salón de los Investigadores de la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile.
Presidente de Delantu, ong, dedicada al fomento de la lectura y la creación de bibliotecas en sectores de escasos recursos.

Libros de María Cristina da Fonseca en: Cuarto Propio