la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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In Memoriam Marianne Kohn Beker, filósofa, investigadora, cofundadora del Espacio Anna Frank de Caracas: Elisa Lerner, Paulina Gamus, Nelson Rivera, Ariel Segal,Rabino Pinchas Brener, Ildemaro Torres, Carolina Jaimes Branger / El Nacional, 1995-2017; Nuevo Mundo Israelita, Prodavinci, Rabino Pinchas Brener, 2017 / Gentiuno, Caiv, 2015; El Universal, 2012








Marianne Kohn Beker: se nos fue la belleza
Elisa Lerner


Marianne Kohn Beker fue un lujo para nuestra comunidad y para el país. Sobre todo en estos últimos difíciles años, con su infatigable entrega al Espacio Anna Frank. Gracias a ella, ese Espacio se ha constituido en el claro verdor de una nueva arboleda para los bosques del corazón. Con su irremediable desaparición perdemos una pensadora, una densa escritora de artículos y ensayos, y una exquisita luchadora por los derechos humanos, los de la libertad y la democracia. Además, como pocos, fue una lúcida heredera de la riqueza de los tesoros de la cultura judía, y en su silueta, tan esbelta, se inventó la metáfora cierta de la joroba de un camello para cargar casi sola (como un dolor que en ella no tuvo atenuantes) los horrores del Holocausto.
Tuve el privilegio de conocerla muy pronto en la vida. Compartimos juntas la escuela primaria y, así, seguimos a través de los años de salón en salón. Recuerdo el de primer grado como un tren muy largo, desvencijado, oscuro, donde a mí me tocó uno de los primeros asientos de una primera fila muy estrecha, y cual si ya estuviéramos a punto de emprender un viaje, a una niña muy bella, bellísima, de clinejas rubias, la colocaron al final. Porque, quizá, la habrían traído a último momento. Esa niña bella, bellísima, de clinejas rubias, llevaba un suéter de un azul bastante subido, y en el borde próximo a los botones traía una hilera primorosa bordada a colores que causaron admiración de mi parte. No recuerdo más. Acaso sus padres habían hecho un viaje a Europa y le habían traído a la niña ese lindo suéter como trofeo contra el olvido. Quizá la guerra estaba por venir y no volverían a Europa. Todo eso era muy probable.
Marianne y yo hicimos la primaria justamente entre comienzos y finales de la Segunda Guerra Mundial. De ese primer momento rescato una mujer joven, también muy bella, alta y rubia, serena y ligeramente melancólica. Era Nulka, la madre de Marianne, que vino por su hijita. Bastaba verla. La señora Nulka rechazaba los artificios. Pero a través de los años en ella recuerdo Guardo otro recuerdo precioso de la infancia de Marianne. Su aparición en una boda era la de ángel rubio ayudando a cargar la pesada cola de la novia. Salta así mi evocación de la pequeña sinagoga de la familia Blum, en las nupcias de un señor Eisenthal, amigo de mi padre, con una distinguida dama sefardita. En manos de esa chiquilla tan inusualmente guapa (pero tan avizora de su destino), llevar la cola de una novia judía acaso fue para ella como izar la bandera de una ciudadanía sanguínea de la que siempre se sintió orgullosa y responsable. Un tierno designio para el que fue la más elegida. Casi con la misma exactitud la recuerdo en volandas, la cola de la novia hecha la nube blanca más movediza, en una boda celebrada en una vieja sinagoga de Marcos Parra.la beldad absoluta de una actriz de la pantalla escandinava.

Marianne, a la derecha; su madre, Nulka, en el centro; su hermana Dita a la izquierda

A Marianne la acompañaron muchas fortunas. No solo tuvo una apostura física (de la que nunca se ufanó) y que solo tiene una Greta Garbo. Fue singularmente inteligente. Una mujer brillante y muy ilustrada. Desde temprano era fieramente estudiosa.



Se licenció en Filosofía en la Universidad Central. Se graduó junto a su compañero de estudios Antonio Pasquali, y fue una alumna muy predilecta del sabio filósofo republicano del exilio español, Juan David García Bacca. Marianne dio clases una veintena de años en la Escuela de Filosofía, hasta que creyó conveniente jubilarse para dedicarse con más denuedo a proyectos culturales comunitarios.
Marianne creció en medio de una familia muy amorosa donde todos trabajaban decididamente. Quizá el único visible infortunio fue perder a la hermosa madre relativamente temprano. Sabía que eso era un golpe terrible para el padre. En esa primera generación que vino joven de Europa, y que fueron la mayoría de nuestros padres, el amor fidedigno que hubo entre ellos, al menos en una gran mayoría, terminó siendo un acicate para atenuar las malas noticias. El padre de Marianne, que en los años cuarenta manejaba un coche algo deslucido cuando casi nadie conducía, gracias al afecto de sus hijos y nietos fue brasa longeva que mantuvo encendida esa ciudadanía sanguínea, la de la familia.
Hogares en que los hermanos no solo tienen indisolubles lazos fraternales. Son también conciudadanos sanguíneos. Si les falla la historia (y la historia da muchos pasos en falso), la sangre familiar es el país al que el hermano judío se acoge. Eso explica la admiración del menor de los Kohn, Junito, por Marianne y Dita, y a la vez el insólito afecto y admiración de Dita hacia Marianne. Dita es inteligentísima. El más desapercibido puede ver cómo con su mirada alerta abarca el mundo. Pero Marianne ha sido la intelectual, la pensadora, la escritora de ideas (indistintamente hombre o mujer), que cada familia hebrea con sensibilidad para la cultura alberga en su seno. Lo sé como nadie. Leí y admiré la trasparencia de los poemas de la precoz niña de once años. Admiré con embobada sorpresa muchas cosas que me siguió diciendo a lo largo de la vida. Marianne Kohn fue mi primera compañera de letras. Llegó casi a enfadarse conmigo porque tardaba en escribir algo para el periódico de literatura y de ideas, Espiral, publicación del preuniversitario en Filosofía y Letras del Liceo Andrés Bello que gestionaba al lado de Antonio Pasquali, Guillermo Sucre y Paco Álvarez. Mi colaboración y la de Marianne salieron en sendos números de Espiral. Guillermo Sucre me hizo el elogio del terso estilo de nuestra amiga. No sé por qué enigmática razón, Marianne a lo largo de los años persistió en esconder o tuvo poco empeño en publicar lo que escribía. Como si envolviera todos sus ensayos y escritos en la nube inmensa de las colas de novia, grúa de la felicidad en manos de la bella niña rubia que fue. Pongamos por caso una joya: su escrito publicado en las páginas culturales del diario El Universal a propósito del libro de Arlette Machado sobre el trascurrir histórico de los judíos, editado por Grijalbo.

El bello hacer de Marianne Kohn Beker tiene muchos deudores. A mi modo de ver, uno de los justos homenajes para la memoria de su fecunda presencia en la tierra sería la edición de un tomo con una selección de sus ensayos y artículos. Con Marianne se ha ido la belleza que iluminó buena parte de mi mundo.
©Elisa Lerner








Mi amiga Marianne

Paulina Gamus


Un día de 1969 recibí una llamada telefónica de Marianne Beker; me invitaba a una reunión en su casa de Lomas de San Rafael de La Florida. No era su amiga, pero sí testigo de su presencia y belleza desde el reinado que obtuvo con votos en un baile de Purim para recaudar fondos, ya no recuerdo si para la construcción del Colegio Moral y Luces “Herzl-Bialik” o para el edificio de la Unión Israelita de Caracas.
En la casa del matrimonio Beker-Kohn nos reunimos un grupo de profesionales judíos de distintas áreas, sin ser amigos entre nosotros, y sin saber muy bien el objeto de aquella convocatoria. Marianne nos contó de su encuentro con un distinguido enviado de Israel, quien le había hecho ver que pronto pasarían la euforia y las simpatías hacia el Estado judío por el resultado de la Guerra de los Seis Días, y se desataría una intensa campaña antisemita promovida por la Unión Soviética y el mundo árabe. La intención era formar un grupo de estudio que estuviera en condiciones de hacer esclarecimiento y defender la posición de Israel desde nuestra condición de judíos venezolanos. Esa misma noche nació el compromiso de los presentes con ese propósito de defender la imagen de Israel, y combatir con ideas la campaña antisemita que bajo el disfraz de antisionismo asumieron los partidos comunistas y de izquierda en todo el mundo. Venezuela no fue la excepción.
Marianne, quien desde sus años de juventud había sido una activista comunitaria y una sionista de corazón, fue nuestra abanderada, nuestra guía. Nos sugería lecturas, nos estimulaba a escribir. En su casa debatíamos con entusiasmo. Quizá por algo de celos, algunos le dieron a nuestro grupo el nombre de “X-1”, como si se tratara de una sociedad secreta. Y nosotros lo asumimos con mucho humor.
Por esas fechas, nuestro querido Simón Beker (Z’L) fue designado presidente de la Sociedad de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y su esposa Marianne fue la mejor colaboradora para desarrollar actividades que le dieran lustre a esa institución.
Marianne y yo iniciamos una amistad entrañable desde aquellos días. Marianne pensaba, ideaba, proyectaba, y yo procuraba plasmar en papel, con mi máquina de escribir manual, aquel torbellino de ideas. Fue la época en que conseguir la firma de un dirigente de izquierda para uno de nuestros remitidos en defensa de Israel, era como ganar el primer premio de la lotería. Y en esa tarea nos empleábamos todos los miembros del “X-1”.
Después vino la campaña en pro de los judíos de la Unión Soviética; me tocó coordinarla desde mi condición de directora de la Oficina de Derechos Humanos de la CAIV. La ayuda y consejos de Marianne fueron determinantes para el éxito obtenido. Y sin su presencia invalorable jamás habríamos logrado, años más tarde —en 2005—, el impacto que produjo en la sociedad venezolana la conmemoración de los 60 años de la liberación de Auschwitz.
Marianne, con el siempre inteligente y generoso apoyo de su hermana Dita, fue factor fundamental en la magnífica labor desarrollada por la Comisión de Cultura de la Unión Israelita de Caracas, de la que han quedado obras perdurables como los libros Exilio a la vida y los testimoniales de miembros importantes de la comunidad judía. En 2007, las hermanas Marianne y Dita Kohn hicieron posible la creación de Espacio Anna Frank, una institución que ha ganado prestigio en el escenario nacional por su contribución al respeto a las diferencias y a la convivencia.



Marianne Kohn Beker fue no solo esa figura brillante e imprescindible del quehacer comunitario, fue una amiga con la que podía conversar horas y aprender siempre algo importante.


Fue solidaria en cada momento en que sus amigos o cualquier persona de la comunidad necesitaban apoyo. Para mí fue una hermana afectiva. Duele mucho hablar en pretérito de una persona irrepetible e insustituible en todos los ámbitos en que destacó, y sobre todo en el respeto y admiración que logró despertar en tanta gente. Marianne fue la belleza perfecta, esa que sale de adentro, de lo profundo, para reflejarse en su exterior. Aprenderemos a vivir sin su presencia física, pero nos animará siempre su recuerdo imperecedero.
©Paulina Gamus



Simone y Marianne

Ariel Segal


Simone y Marianne tuvieron biografías muy diferentes, y sin embargo compartieron una esencia común: la lucha por la democracia y por la tolerancia. Simone, judía francesa, se dedicó a la política ejerciendo el cargo de ministra de Salud, fomentó leyes liberales como el derecho al aborto y sobresalió como la primera mujer presidente del parlamento europeo en 1979. Marianne, hija de inmigrantes, fue una judía venezolana que estudió Filosofía y, desde la sociedad civil, destacó como una gran intelectual que formó conciencia sobre derechos humanos y la justicia social en medios académicos y universitarios que hoy son buena parte de la fuerza demócrata de su país.
Simone y Marianne propagaron sus visiones de tolerancia desde perspectivas diferentes, pero a partir de una misma referencia: el Holocausto. Simone (que no conoció a Marianne) lo hizo como sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz. Marianne (que supo quién fue Simone), fundando en 2006 la ONG Espacio Anna Frank, junto a su hermana Dita y otros venezolanos. A través de la experiencia de la adolescente que, por medio de su diario, logró trasmitir la tragedia del totalitarismo nazi que la condujo a la muerte, también en Auschwitz, Marianne promovió el respeto al diferente y la valentía moral en un país que se encaminaba hacia ese sistema político.
Simone Veil (Z’L) falleció el 30 de junio y fue enterrada en el Panteón de París por iniciativa del presidente Macron. Marianne Kohn Beker (Z’L) dejó la vida terrenal el 5 de julio y fue sepultada en compañía de su familia, amigos y admiradores en un cementerio judío de Caracas.
¿Tengo derecho a usar un espacio periodístico para honrar a una mujer de menor trascendencia mediática como Marianne, a la vez que a una figura pública más conocida como Simone? Sí, porque cualquiera que tenga el privilegio de toparse en la vida con personas como Marianne hará algún tipo de impacto importante sobre varias más, por la huella que gente especial como ella nos deja en el camino.
© Ariel Segal
Artículo publicado originalmente en Peru21


Mi Marianne

Carolina Jaimes Branger


Estas son las líneas que no hubiera querido tener que escribir… Son las líneas del dolor, de la estupefacción, de la consternación. Son las líneas de la despedida para alguien de quien jamás hubiera querido despedirme.
Cuando Carol Ramírez, directora ejecutiva de Espacio Anna Frank, me llamó y me dijo: “¿Supiste de la partida de la señora Marianne?”, mi primera reacción fue preguntarle: “¿Y Marianne se fue de Venezuela?”. El silencio de Carol me dio la respuesta. Y es que para mí imaginarme a Marianne enferma era imposible. Mucho menos muerta. Su vitalidad era asombrosa… ¡Si parecía una adolescente! Siempre planeando, siempre inventando, siempre obrando.
No quiero referirme a las cosas que hizo Marianne, porque todos en la comunidad las conocen y las aprecian. Menos aún después de haber leído el hermoso panegírico que sobre ella escribió el rabino Brener.

Mi amiga Marianne fue una mujer de una lucidez fuera de serie, tal vez por su formación como filósofa, pero siempre con los pies sobre la tierra. Tenía la palabra propicia, el gesto adecuado y la acción generosa en cada oportunidad.


Nunca la escuché decir que odiaba a nadie. Buscaba en cada ocasión entender la parte humana. Por y para eso fundó nuestro Espacio Anna Frank: una organización desde donde se propiciara la coexistencia. Porque para coexistir es necesario entender al otro, y en eso Marianne era una maestra.
Sus hijos, nietos y bisnietos tienen como herencia una estela de bien hacer, dignidad y decencia. Un tesoro en un mundo donde abunda la maldad, la vileza y la corrupción. Su partida fue como su vida: con decoro. Como ella misma dijo, hay cosas peores que la muerte. Y pensando en la muerte, quiero dedicar a su memoria este párrafo de El fantasma de Canterville de Oscar Wilde: “¡La muerte debe ser tan hermosa! Acostarse en la suave tierra marrón, con las hierbas ondeando sobre la cabeza y escuchar el silencio. Es no tener ayer ni mañana. Es olvidar el tiempo, olvidar la vida, estar en paz”.

De toda esta tristeza, me consuela saber que mi amiga Marianne está en paz.
Solo me queda añadir que para mí fue un honor que alguien como ella me favoreciera con su amistad. Y es que hacen falta muchas Marianne Beker en Venezuela y en el mundo. Su pérdida no es solo una pérdida para la colectividad judía. Es una pérdida para el país.
Quiero terminar con unas palabras de la escritora estadounidense Minna Thomas Antrim: “Una mujer hermosa deleita la mirada. Una mujer sabia, el entendimiento. Una mujer pura deleita el alma”.
Mi amiga Marianne deleitaba la mirada, porque era bella. El entendimiento, porque era sabia. Y el alma, porque era pura.
© Carolina Jaimes Branger


Con ella siempre

Ildemaro Torres


Voy a referirme, y de comienzo reitero que lo hago con absoluta identidad y profunda devoción, a mi muy querida amiga y noble compañera de desempeño en tantas honrosas funciones: Marianne Kohn Beker, un ser humano sencillamente extraordinario, una fina y cultísima dama en goce desde siempre, y merecidamente a lo largo de su admirable existencia, del más sentido reconocimiento colectivo, donde quiera que estuvo e hizo sus sabios y dignos aportes.
No es recurrir de mi parte a la acostumbrada fórmula de agradecimiento por lo que se me permita decir ahora y aquí en estas líneas, sino en verdad un alto honor poder hacer esta sentida alusión a ella.
Sabido es, y lo hemos reiterado sistemáticamente, que Marianne fue fundadora de la organización Espacio Anna Frank, y que entregó a ella su talento creativo, que en la misma volcó con estimulante fe su entereza y dedicación, siendo distinguida integrante de su Junta Directiva en todo sentido y con especial vocación orientadora a lo académico, como lo fue en su inolvidable vida universitaria; se recordarán sus intervenciones en reuniones como las llamadas “oficiales”, y también las denominadas “conversaciones”, incluso en determinadas residencias, como lo hizo junto a otros participantes a los fines de implementar el taller “La paz social y la resolución pacífica de los conflictos”, y redimensionar los fines educativos de esas actividades, de su significado y alcance en el contexto de nuestra comunidad venezolana.

El de Marianne fue un extenso y brillante currículo, lleno de plausibles realizaciones, asimismo excelente escritora, analista, ensayista, autora de libros trascendentes y colaboradora de importantes revistas culturales, objeto de importantes premios.


Aclaro además que la enumeración de aspectos en su meritoria hoja biográfica no es simple recuento de posiciones desempeñadas, sino forma de valorar la contribución brindada por ella a título personal, y también institucional, no solo a artistas y escritores, sino en términos generales a la cultura nacional. De allí que en su nombre y en su homenaje, ante la degradación a que está sometido el país por un régimen que es ajeno a apreciar y respetar el valor social de los intelectuales, creadores y artistas, sigamos firmemente su ejemplo. Para ello recordemos también, como ella lo haría, que el Espacio Anna Frank es un lugar que trasciende lo físico, y en el cual las personas hallan un punto de encuentro donde manifestarse libremente, lejos de todo prejuicio o estereotipo, en razón de nuestro derecho a la vida y a vivirla en paz.
Queda Marianne, en nuestro recuerdo, con su integridad, culta y generosa, fiel a sus orígenes judíos y su entrega a Venezuela.
©Ildemaro Torres

Más sobre Marianne Kohn Beker: Sin Marianne







Marianne  Beker z’l


En memoria

Rabino Pinchas Brener

Cuando llegamos a Venezuela, el señor Mote Kohn ya había enviudado y vivía en la casa de su hija mayor Marianne. Mote era un señor serio, asiduo asistente a la sinagoga los días Shabat, tenía el cargo de Fiscal dentro de la Junta Directiva de la Kehilá, de pensamiento universal, más allá de los confines de su tradición ancestral.

Luego conocí al doctor Simon Beker, extraordinario profesional de la medicina quien contaba a las personalidades venezolanas más ilustres como pacientes. Su bella y culta esposa era Marianne. Muchos la conocían como la esposa del doctor Beker, pero la mayoría la identificaba solo como Marianne por sus numerosas y extraordinarias cualidades individuales. Pareja extraordinaria de la comunidad judía en la cual cada uno tenía también una personalidad importante definida e impactante.
Marianne se convirtió a través de las décadas en un ícono en la comunidad judía.
Admirada por jóvenes como un modelo de lo que puede alcanzar una mujer en una sociedad latina, machista por definición. Su belleza impactaba como primera impresión para pasar a la retaguardia frente a su agudo intelecto y vasto equipaje cultural.
Ávida lectora de historia y filosofía, profesora universitaria con un prisma universal, todo ello era secundario a su interés y compromiso con el presente y futuro del pueblo judío. Marianne era un punto de referencia indispensable frente a cualquier situación crítica que requería experticia, juicio y sabiduría. Tuvo pocos cargos formales dentro de la comunidad con la excepción de la Unión Israelita y la CAIV. No había declaración o comunicado comunitario que no pasaba primero por su pluma también y aprobación.
Cualquier evento cultural: foro, reunión internacional, era impensable sin la activa participación de Marianne, tanto en la preparación como la ejecución.
Fue la extraordinaria madre de Toni y Bernardo, Ilana y Sidney, Bernardo y Cirly.
Tres hijos con cónyuges, y cada uno destacado en sus profesiones. Siempre pendiente de su hermano menor Carlos, Marianne vivía en una casa al lado de su querida hermana Dita en la Alta Florida, y reunía a la familia en un almuerzo dominical, porque Marianne también era una cocinera sin par. Combinación inusual de talento culinario con curiosidad intelectual.
Unos años atrás editamos conjuntamente un libro sobre las Sinagogas de Venezuela y el Caribe. La idea venía de Marianne, porque pensó que en el Caribe hay comunidades que han mermado o desaparecido y sería importante dejar un documento de sus instituciones religiosas e historia. Al incluir las sinagogas de Venezuela en ese libro, quedaba lejos de nuestra imaginación de aquel entonces, la posibilidad que en escasos años estaríamos enfrentando una situación semejante en nuestro país.
Durante estos últimos y turbulentos años en Venezuela, fundó y dedicó muchísimo esfuerzo a ESPACIO ANA FRANK, institución que ha estimulado la conciencia de gran parte de la sociedad venezolana para renovar esfuerzos por mantener en alto la bandera de la dignidad humana, la libertad de pensamiento y la convivencia. Recordando los horrores del pasado reciente durante la Segunda Guerra Mundial, a través de numerosas películas y foros, conversatorios y reuniones a promovido la identificación de la sociedad con los menos afortunados al mismo tiempo que contribuye para enfrentar con aplomo y decisión las dificultades del momento actual en Venezuela.
Su nombre hebreo Miryam hace alusión a la hermana de nuestro gran líder Moshe Rabenu. La bíblica Miryam fue hermana del ser humano más ilustre, sin embargo, la Torá testimonia que nunca fue opacada por Moshé. Tenía personalidad y liderazgo propio.
Siglos más tarde, nuestra Miryam, Marianne, también tenía liderazgo propio y se convirtió en un ejemplo a seguir para la juventud de nuestra comunidad y para muchos otros que fueron sus discípulos ya sea en la universidad o a través de sus numerosos escritos y finos ensayos en la prensa del país.
Llegó a una edad respetable, había pasado los 80 años de vida fructífera que deja una huella indeleble.
La vi por última vez apenas unas semanas atrás en la boda de su nieta Melanie con Danny y se veía como siempre bella y sonriente. Sabía que estaba enfrentando problemas de salud que no aparentaba físicamente. Pero me dijo, “estoy cansada de vivir, ya es suficiente”. Extrañas palabras para ese momento, pensé. Sin embargo, me quedaron grabadas porque recordé que su difunto padre Mote zl me había dicho: “no quiero vivir un momento más de lo que me corresponde”, no quería vivir sin tener todas sus facultades habituales.
Marianne se fue de este mundo terrenal con todas sus facultades y numerosos talentos intactos.
Todos estamos enlutados.
Tehé zijrá baruj
Rabino Pinchas Brener

 

Marianne Kohn Beker: La dignidad

Fue filósofa, investigadora y profesora universitaria, activista de amplio espectro, editora
 y creadora del Espacio Anna Frank. Pensadora y persona excepcional: la venezolana Marianne Kohn Beker (1932-2017) falleció el pasado 5 de julio 



Por NELSON RIVERA
06 DE AGOSTO DE 2017


Hay en el mundo personas que saben algo. No basta con decir que son pocas: son excepcionales. Eso que saben es un modo de hacer silencio. De observar con generosidad a las personas que tienen a su alrededor. De no aventurar palabras en vano. Personas que huyen de las generalizaciones. Que practican a diario ese milagro de la condición humana que es la particularización, ajenos a las frases hechas. Personas inclinadas a la comprensión sensible de cuanto les rodea. Personas para las que el mundo lo es de personas. Seres tocados por la dignidad como Marianne Kohn Beker.
La conocí en noviembre de 1995. Solo después de cuatro llamadas telefónicas aceptó conversar para este Papel Literario. Dos días después, Vasco Szinetar y yo fuimos a entrevistarla. Unas semanas antes había aparecido en español la biografía de Hannah Arendt que escribió Elizabeth Young-Bruehl. Luego de los trámites del recibimiento, finalmente se sentó frente a nosotros. Entonces vi esa luz que irradiaba, que podía suspenderlo todo a su alrededor. La suavidad de su sonrisa parecía decir: muchas cosas en el mundo podrían haber quedado atrás.

Salvo un par de llamadas posteriores a la publicación de la entrevista, no volvimos a encontrarnos hasta el 2004. A comienzos de ese año comencé a leer y a publicar sucesivos comentarios de libros sobre el Holocausto. En octubre o noviembre, Paulina Gamus me invitó a una sesión del grupo que preparaba la conmemoración de los 60 años de la liberación de Auschwitz. Había allí el ambiente que impera en las reuniones de producción: varias ideas disputándose la atención, saltos de un tema a otro, energías que no guardaban un orden de palabra. Entonces Marianne pidió a los asistentes una pausa. Me miró con detenimiento y dijo: “A mí me gustaría que nos contarás por qué, no siendo judío, tienes tanto interés en el Holocausto”.

Un signo suyo: penetrar en los hechos. Mi sentimiento: vivía en estado de silencio activo. Observaba para ir más allá de lo obvio. La guiaba una conciencia que sobrepasaba la cuestión del sentido histórico. La ocupaban las modalidades del lenguaje; las nuevas vertientes del racismo, las reediciones del nacionalismo, el auge de los neofascismos, la multiplicación de los formatos y campos en que está ocurriendo la negación –el desconocimiento, la denegación– de la condición humana.

A partir de aquella reunión se forjó entre nosotros una amistad de activistas. No fuimos amigos en el plano familiar. Me invitaba a reuniones para considerar proyectos. Me enviaba correos electrónicos que siempre ofrecían algo: a lo largo de los años debo haber leído decenas de artículos y ensayos que me recomendaba. Fue Marianne quien me habló de Levinas por primera vez: cuando lo hizo, no solo me advirtió de las dificultades con las que me toparía, sino que me señaló guías de cómo seguir adelante. Nunca me dijo ni una palabra, pero siempre he guardado la sensación de que, junto a Paulina Gamus, fue gestora de los días estremecedores e intensos que pasé en Yad Vashem, Jerusalén.

¿Qué había en esa mujer inusualmente hermosa, inusualmente inteligente, inusualmente justa? Dones. Dones que se articulaban sin ruido, discretos. El ejercicio de esos dones le permitió soportar el peso de la Shoá, la cesura que llevaba en su alma y desde la que estructuró su sosegado pensamiento. El activismo que desplegó durante tanto tiempo – ampliamente descrito en el concurrido homenaje disponible en la web de Nuevo Mundo Israelita– fue su respuesta de persona digna, profundamente digna, a eso que ella sabía y que no la abandonaba: que nada es fácil, que nada está resuelto, que estamos lejos de vivir salvados.

© Nelson Rivera
El Nacional

Fuente: El Nacional



Entrevista a Marianne Kohn Beker. La patria de Hannah Arendt era la cultura

Lo que sigue es un fragmento de la entrevista publicada en la edición del 10 de diciembre de 1995, en el Papel Literario, que incluyó varios ensayos sobre la pensadora alemana. Se realizó a propósito de la publicación en español de la biografía de Hannah Arendt escrita por Elizabeth Young-Bruehl


Por NELSON RIVERA
06 DE AGOSTO DE 2017 


―La biografía de Elisabeth Young-Bruehl pone mucho énfasis en todo el ambiente espiritual y académico que rodeó la formación de Arendt.

“Sus maestros –Jaspers, Heidegger–, sus amigos, sus dos esposos, fueron hombres brillantes. Se trata de una época extraordinaria en Alemania, en la que los judíos ya incorporados a la cultura occidental sobresalían en los distintos ámbitos de las ciencias y de las artes. Los judíos asimilados encontraron que su patria era la cultura, porque la cultura es el lugar donde se supone que no existe discriminación ni por raza, ni por religión. El judío se sentía apasionadamente atraído hacia la cultura occidental, que acababa de descubrir con su “emancipación”, su salida de su enclaustramiento, y su encuentro con el pensamiento de los grandes humanistas modernos. Esta es la procedencia de Arendt”.

―¿Es posible suponer que por tratarse de una mujer la difusión de su pensamiento encontrara dificultades mientras estuvo viva?

“Antes de ella está el caso de Rosa Luxemburgo, por ejemplo. Fue otra mujer extraordinaria, que también pasó desapercibida porque había hombres que sonaron más como Lenin o Kautsky. La luz siempre brilla más hacia los hombres, o se piensa que ellas más bien reflejan esa luz. Que no tienen luz propia. Sin embargo, Arendt vale por sí misma. Dio cabida a la política en el campo de la filosofía contemporánea, y a la filosofía en el de la política”.

―Nos gustaría interesar a los lectores por tales novedades. ¿En qué consisten, por qué cree que tardaron en ser mejor conocidas?

“Planteó con gran generosidad y sin ostentación importantes novedades en la esfera política. En ese momento, que fue inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, no había disposición para la reflexión objetiva. Las pasiones eran muy fuertes y los planteamientos de Arendt resultaron ser muy polémicos. Quizás si su obra más conocida, Los orígenes del totalitarismo, se hubiese publicado diez años más tarde, la reacción habría sido distinta. No olvidemos que fue objeto de la incomprensión por parte de los mismos judíos, por su interpretación del Holocausto”.

―¿Cómo puede explicarse esa actitud de algunos grupos judíos?

“Ella solía describirse como una rebelde en el medio judío y como una paria en el medio gentil. Su condición de outsider, de extranjera, según ella, le habría permitido ver con claridad los sucesos de su época. Sus análisis y su aproximación al hecho político son ideas que luego han formado parte del pensamiento de autores como Habermas y otros filósofos que han enrumbado la filosofía hacia el campo político, menos abstracto que el de la filosofía del lenguaje”.

―¿Comparte usted que uno de los aportes de Hannah Arendt consiste en aproximar el pensamiento filosófico a la realidad de lo político?

“Ahora la filosofía política está muy de moda. No era así en la época de Arendt, ni su preparación filosófica iba en esa dirección. Fueron los acontecimientos que trastocaron su vida, en todos los aspectos, los que la condujeron a dedicarse al pensamiento político. La filosofía se consideraba como si estuviera muy por encima de esas cosas terrenales. Pero a ella le tocó experimentar lo que significa olvidarse del universo político, como fue el caso de los intelectuales judíos alemanes. Esa gente cultísima y maravillosa que pertenecía a su medio, el de los judíos asimilados de Alemania y Austria, había perdido la noción de la realidad al darle la espalda al quehacer político”.

―Hannah Arendt pareció entrever que la confusión creciente entre política y poder ocasionaría un gran perjuicio hacia la noción de lo público.

“Siempre se dice que la política lo que busca es el poder. Ella decía que poder es el que los hombres otorgan en un momento dado para ser representados. El poder es algo que la política tiene que conceder para que puedan hacerse las cosas. No es el poder lo que ha hecho daño a la política sino la coerción. La coerción es la que sirve para quitarte el poder. Todo hombre tiene un poder y debe tenerlo, si es libre. Pero cuando la política se vuelve coercitiva, que es lo que ha sucedido en el siglo XX, el hombre pierde poco a poco su poder. Y si esa coerción se vuelve cada vez más fuerte, más limitativa, llega el momento, como en los últimos estadios del totalitarismo, donde el hombre pierde su unidad. Deja de ser humano”.

―Sustracción del poder a la gente, instauración del totalitarismo. ¿No es esta la operación más frecuente en nuestra modernidad política?

“Es un asunto muy interesante. Según ella, la época contemporánea es paradójica. Por una parte el hombre es más poderoso que nunca. Gracias al desarrollo de sus conocimientos ha llegado al punto en el que, incluso, tiene la facultad de destruir hasta su propio universo. Pero, por la otra es más impotente que nunca antes, su sobrevivencia es precaria, está más desprotegido. El mundo de hoy está lleno de refugiados, gente sin techo, sin familia, desarraigada, obligada a usar otras lenguas distintas de la suya. Marginada del mundo. No se trata de la marginación de la que habla el marxismo, y ella lo dice claramente, que Marx hablaba de la marginación del individuo cuando de lo que se trata es de la marginación del mundo. El hombre está marginado del mundo. El mundo ya no le pertenece, le es hostil, extraño”.

―¿Hemos perdido la capacidad de manejar, de controlar el mundo?

“Por un lado tenemos la capacidad de destruir al mundo y por otro, el hombre siente que no es capaz de cambiar nada. Empieza a creer que todo lo que está sucediendo se sale de su control, como si se tratara de fuerzas naturales. Ya no estamos en la época humanística, cuando el hombre, lleno de optimismo, confiaba en que podía transformar el mundo a su favor. Ahora, el hombre se ha vuelto temeroso, siente que ha perdido el control y no sabe lo que pueda pasar de un momento a otro. Está como a la deriva, sujeto a las circunstancias históricas como a los terremotos. Eso es lo espantoso, porque invita a la superstición. Por eso es que hay tanto fanatismo hoy en el mundo”.

―¿La única esperanza son los fanáticos, las creencias, las nuevas religiones y postulados de la nueva era?

“Arendt decía que hoy la esperanza es desesperada. Todas esas reacciones frente al miedo de que nos estamos hundiendo no son credos religiosos sino supersticiones. Fanatismos que conducen a proyectos de ingeniería social como el que se propuso en su momento Hitler para asegurar su sobrevivencia a costa de los demás”.

―Sus indagaciones sobre el origen del totalitarismo, sus reflexiones sobre la banalidad del mal, sobre la fragilidad del sujeto político del siglo XX y sobre el lugar que ocuparía la intolerancia en la vida pública, por ejemplo, ¿no es alarmante la gran vigencia del pensamiento de Arendt?

“Yo siempre pienso que cuando un pensador está vigente después de tantos años es porque los políticos no lo han escuchado. Si lo hubiesen escuchado y hubiesen puesto a prueba sus ideas ya podríamos saber si siguen vigentes o no. Lo ideal sería poner a prueba las ideas en el momento en que se proponen (…). Quizás ya sea demasiado tarde para poner en práctica las ideas de Arendt. Parece que eso forma parte de la historia. De la idea a la acción el camino es demasiado largo, y el tiempo que nos queda para recapacitar, demasiado corto”.

© Nelson Rivera
El Nacional
Fuente: El Nacional




















Discurso de Marianne Kohn Beker al recibir el Premio Mujer Analítica 2015, auspiciado por la asociación Civil Mujer y Ciudadanía y el Centro de Estudios de la Participación Ciudadana de la Universidad Monteávila



Señor Doctor Francisco Febres Cordero Carrillo, Rector de esta valiosa Casa de Estudios Superiores que es la Universidad Monte Ávila. Dr. Joaquín Rodríguez ex Rector de la misma y admirado amigo. Arquitecto Aixa Armas y Profesor Luis Martínez, muy queridos amigos, ella incansable trabajadora a favor de los derechos de la mujer y digna representante de Asociación Civil Mujer y Ciudadanía y él, director del Centro de Estudios de la Participación Ciudadana, ambos responsables de tenerme aquí ante ustedes en estas lides.

Estimados miembros del Jurado a quien debo esta tan importante premiación.. Mis compañeras nominadas junto conmigo y las de años anteriores, familiares y amigos, público presente-

Comienzo por decirles que no puedo dejar de preguntarme por qué soy yo la elegida entre tantas conciudadanas tenaces por su dedicación y logros. Desde muy joven me he sentido sumamente orgullosa de ser mujer, porque si existe un país donde la mujer se ha destacado más, es Venezuela. Las universidades reciben cada año más aspirantes femeninas y estudian carreras como Medicina o Arquitectura que en otros países son muy pocas las mujeres inscritas. Y no solo estudian carreras profesionales sino también las ejercen con ahínco y dedicación, a pesar de que en su gran mayoría no dejan de ser esposas y madres abnegadas, a veces siendo las solas encargadas de conducir sus hogares, empeñadas en cubrir las necesidades de descendientes y progenitores ancianos. Esto es así hasta en los círculos más humildes.

En segundo lugar no merezco reconocimiento alguno por lo que he hecho o hago porque mi país, Venezuela, no me debe nada; en cambio yo le debo todo. Hija de padres inmigrantes que huían del antisemitismo europeo, mis padres no hubieran podido darse el lujo de enviar a sus hijos a seguir estudios superiores. Mis hermanos y yo recibimos toda nuestra educación gratuitamente: escuelas federales, liceos oficiales y Universidad pública. La UCV, en los casos de mi marido y el mío, también sufragó todos los gastos para nuestros estudios de postgrado en el Exterior. A nuestro regreso, obtuvimos allí también nuestros cargos y gracias a sus préstamos con bajos intereses pudimos adquirir nuestra vivienda propia. Sé que esos privilegios fueron siendo cada vez más escasos y que hoy en día uno de los esfuerzos más urgentes por devolvernos estas oportunidades de superación deberían ser ejecutados en el campo de la educación.

En tercer lugar, y no menos importante, los hijos de extranjeros aprendimos a amar este nuestro país cuando nuestros padres lo comparaban con los países de su procedencia. Aquí nunca sintieron mis padres prejuicios o discriminación. Una vez oímos decir a mi padre que se graduó en la Universidad de La Guaira y cuando le dijimos “pero papá si no había ninguna Universidad en La Guaira” nos contestó riendo “es que me llaman Doctor Kohn, y yo no puedo sino contestarles que doctor se hace, pero señor se nace”. Cada vez que mi abuelo llegaba a la playa señalaba que el Paraíso no podía ser mejor. Había suficientes motivos para que los extranjeros consideraran a Venezuela como una “Tierra de Gracia”

Para mantener vivas estas conductas espontáneas de hospitalidad, y fraternidad nos reunimos, en el año 2006, con la intención de transmitir a las nuevas generaciones estas muestras de solidaridad y responsabilidad social que han caracterizado al ciudadano venezolano y que circunstancias externas de distintos órdenes, amenazan con debilitarlas. Esta preocupación se transformó en ocupación cuando fundamos EAF. Nos pareció que Ana Frank, cuya vida fue truncada antes de convertirse en mujer, constituía por una parte, el mejor ejemplo de lo que no debía haber ocurrido jamás y sin embargo sucedió y por la otra, de esa capacidad extraordinaria que tenemos los seres humanos de encontrar fuerzas para superar las dificultades y triunfar sobre el mal con tal de que nos lo propongamos. Desde sus inicios y a medida que ha pasado el tiempo, se han seguido sucediendo acontecimientos que nos dan cada vez más la razón de la imperiosa necesidad de reforzar el respeto mutuo y la valentía moral, para hacer lugar a la solidaridad. En estos momentos tendencias extremistas están abocadas precisamente a lavar los cerebros de los más jóvenes, justamente quienes deben ser los garantes de un futuro mejor. Unos son las víctimas y otros los victimarios en los disturbios cada vez más sanguinarios y frecuentes propiciados por estados autocráticos que desprecian los derechos humanos.

Es hermoso lo que tratamos de hacer, pero es solo un grano de arena que se consolidaría si la educación se enrumbara hacia la implementación de los principios que nos permitan finalmente convivir en paz todos los seres humanos a pesar de las diferencias. Solo así podremos asegurar la ayuda al más necesitado y el ejercicio de la justicia para todos-

¡Gracias, muchas gracias!


Fuente: Gentiuno







Espacio Anna Frank promueve el reconocimiento del otro

"Coexistir es lo que hacemos todos los días aunque no sabemos cómo hacerlo de una manera en la que todos salgamos beneficiados", explica Marianne Kohn de Beker, directora académica del EAF, sobre el principio que buscan promover dentro de esta institución sin fines de lucro.



Marianne Kohn de Beker, abanderada de la coexistencia pacífica (Oswer Díaz)

ANYIMAR COVA LUGO |  EL UNIVERSAL
sábado 17 de noviembre de 2012  11:59 AM
Caracas.- Promover la coexistencia y el respeto del diferente ha sido la bandera del Espacio Anna Frank, según cuenta Marianne Kohn de Beker, directora académica del EAF. Hoy, cuando cierra la exposición "Coexistencia"  instalada desde hace una semana en la escuela municipal Andrés Bello de Chacao (calle Mohedano) cuenta un poco más sobre qué motiva al trabajo que desde 2006 realizan en esta organización.

¿Qué es el Espacio Anna Frank?
-Es una institución sin fines de lucro cuyo nombre es simbólico para que la gente pueda rápidamente situarse en los objetivos que tenemos. Es espacio porque no es un área física sino  virtual en el que le damos un foro abierto a las personas que de alguna manera se identifiquen con los objetivos del espacio Anna Frank que en muy pocas palabras son la convivencia pacífica, el respeto mutuo y la responsabilidad que tenemos de no ser solo para nosotros mismos sino para los demás  porque si no, qué sentido tiene la vida.

Aparte, Anna Frank  un símbolo no solo de lo que fue la discriminación racial en un momento dado sino también porque fue una niña. Ya sabemos que no existe ni siquiera en los países más desarrollados una cultura suficiente para saber tratar al niño con respeto, porque seguimos sin tener idea de lo que es capaz de entender y sufrir.

Pero Anna Frank también es mujer y aun hoy las mujeres estamos lejos de haber alcanzado lo que nos corresponde que es, por ejemplo, saber que somos tan inteligentes y tan capaces como los hombres en la vida laborar, sin hablar de las relaciones que mantenemos en las casas y el papel que tenemos dentro de las familias.

-Hay una palabra que se repite en casi todas las cosas que hacen dentro del Espacio que es la coexistencia, ¿por qué coexistencia y no tolerancia, por ejemplo?
-Porque no es suficiente. Tolerar significa a mí no me gusta esta persona pero por respeto y porque soy incapaz de hacerle daño a alguien yo la tengo que tolerar y eso no es suficiente para nosotros. Coexistir es lo que hacemos todos los días aunque no sabemos cómo hacerlo de una manera en la que todos salgamos beneficiados. 

No es fácil y por eso la primera imagen de coexistencia que nosotros tenemos (hecha por el diseñador gráfico Eduardo Capuano en el marco del Salón Nacional de la Coexistencia 2010)  es una niña siamesa. Pensarán algunos qué cosa más horrible esa de pertenecer a un solo cuerpo pero eso es coexistencia que no es solo un derecho sino un deber de cómo hacer, ya que vivimos en un solo cuerpo, para respetarnos mutuamente, para que dentro de esa prisión que tiene cada uno podamos sentirnos libres.

¿Qué programas han sido banderas dentro del Espacio Anna Frank?
-Yo creo que lo más importante que hemos hecho son nuestras exposiciones itinerantes porque aplicamos eso de que "Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a donde Mahoma" y si los muchachos no van al museos nosotros llevamos el museo a sus espacios.
En vez de hacer exposiciones de arte muy producidas son hechas en papel, que son fáciles de montar, pero que siempre llevan un mensaje que no encontrarás hoy en día en ningún programa escolar. Educar no es informar sino sobre todo formar y eso significa que la persona debe sentir como obligación hacer una cantidad de cosas para vivir en sociedad.

Fuente: El Universal

Marianne Kohn Beker y su hermana Esther Dita Kohn de Cohen


Entrevista a Marianne Kohn sobre Día del Holocausto

Para escuchar la entrevista en PodCast visite http://bit.ly/x61If2 27 de enero, Día Internacional de Conmemoración del Holocausto: entrevista a Marianne Kohn Beker.

La Directora Académica del Espacio Anna Frank, Marianne Kohn Beker, ofreció una entrevista a la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV) sobre la conmemoración del Día Anual de Recordación de las Víctimas del Holocausto, el 27 de enero, día propuesto por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en memoria de la liberación del campo de exterminio Auschwitz en 1945; esta fecha llama a la reflexión sobre el genocidio más importante y horrible que ha experimentado el mundo moderno.

El Espacio Anna Frank es una asociación civil, sin fines de lucro, que nació en octubre de 2006 y tiene por objeto la promoción de la coexistencia, el respeto al diferente y la valentía moral, a través de actividades educativas, académicas y culturales. Su misión es concientizar a la sociedad venezolana con respecto a la necesidad de la coexistencia y el respeto al diferente, como condiciones imprescindibles para la convivencia entre los seres humanos.

Entre los valores a difundir se encuentran: solidaridad, integridad, respeto a las diferencias, transparencia y austeridad, trabajo en equipo, profesionalidad, aportar (deseo de añadir valor), optimismo en el trabajo y corresponsabilidad.

A continuación la entrevista:

¿Qué nos cuenta sobre los eventos conmemorativos para el 27 de enero?
Este día de conmemoración es el resultado de un compromiso hecho por todos los países pertenecientes a la ONU en 2005. Realmente no se trata de que sean los judíos quienes deben conmemorar este día. Son los Estados y sus gobiernos quienes promovieron y prometieron en la ONU recordar y educar sobre el hecho más criminal sucedido en la historia de la humanidad. El Holocausto no es solamente un asunto de judíos. Hubo que esperar hasta 2005 para que se considerara una resolución de la ONU al respecto. En todas partes del mundo democrático este día se conmemora con la ayuda de los medios de comunicación, colegios y con presencia de organismos públicos.

¿Por qué la ONU toma esta decisión tanto tiempo después?

Simplemente porque cuando todo el mundo creía que nadie sería capaz de cometer genocidios, empezaron a aparecer en Ruanda, Yugoslavia, Somalia y Camboya. Es impresionante en lo que desembocó el Holocausto. Quiero decir que lo que se aprendió del Holocausto es que si se puede repetir un exterminio, cometer genocidios de una población determinada. Los autócratas del mundo saben muy bien que pueden hacerlo. Sabemos que el totalitarismo no fue sólo en Alemania también en los países comunistas, sabemos que pueden haber totalitarismos incluso religiosos; no solo político.

¿Cuál es el peligro del totalitarismo?

Significa que todos piensen lo mismo o simplemente no piensen. Es una robotización de una sociedad por el líder que los tiene secuestrados. Eso fue lo que sucedió durante el Holocausto, la Shoá, y siguen habiendo genocidios. Es así  como la ONU decidió conmemorar este día para que estos hechos no se sigan repitiendo.

¿Puede repetirse?

Todo ser humano puede ser víctima, victimario o un testigo indiferente o impotente en un genocidio.

¿Desde 2005 cuál ha sido la experiencia en Venezuela?

Nosotros no hemos realizado ningún estudio sobre el alcance del mensaje, la enseñanza y conmemoración del Holocausto en el país. Venezuela nunca ha sido un país antisemita, jamás los judíos hemos sentido alguna sensación de no ser queridos; todo lo contrario, siempre hemos tenido una situación social e intelectual destacada. Nuestra generación no fue como la de nuestros padres, quienes si llegaron con un sufrimiento muy marcado por el antisemitismo europeo. Sin embargo, últimamente han ocurrido hechos y se están difundiendo mensajes antisemitas en algunos medios de comunicación. Es una situación que no solo preocupa a los venezolanos que son judíos sino a los que no lo son. Porque el pueblo venezolano siempre ha sido muy respetuoso de las diferencias de credo y culturales. Por eso el inmigrante se ha sentido tan bien en este país.

¿Qué se quiere lograr desde el Espacio Anna Frank?

Nosotros con nuestro trabajo lo que queremos es llegarle a esas personas que podrían estar escuchando ese mensaje antisemita y darles a entender el por qué Hitler quería exterminar a todo un pueblo por su teoría seudocientífica denominada: racismo. No existe una raza judía, como tampoco una raza aria.

¿Cómo explica por qué se quería exterminar a los judíos?

Porque el nazismo creía en la superioridad e inferioridad de las razas, además los nazis pensaban que los judíos eran personas muy intelectuales e internacionalistas y en medio de una revolución nacionalsocialista –como se llamaba el partido de Hitler- se necesitaba un nacionalismo extremo en Alemania, ya que este país estaba “destinado” a dominar Europa. Los judíos fueron vistos por los nazis como enemigos del Estado, de Alemania. Se les culpó de todos los problemas sucedidos y por suceder.

¿Cuál es la diferencia entre el 27 de enero y Yom HaShoá?

El pueblo judío tomó como día de recordación el levantamiento del Guetto de Varsovia, y este día es recordado en Israel y en el mundo judío según el calendario hebreo. No obstante, como se ha dicho, el 27 de enero también es un día importante de recordación promovido por la ONU.

¿Cómo y por qué nació el Espacio Anna Frank (EAF)?

Nació para salir a la calle. Para que venezolanos de todos los credos pudiera participar en la labor de la solidaridad, la convivencia y la coexistencia. En un principio algunos de los directivos de EAF trabajamos en la Unión Israelita de Caracas. Recuerdo que desde el primer momento en que salió la primera noticia antisemita en Venezuela se realizó un comunicado de toda una página de periódico a favor de los judíos venezolanos. Este grupo de judíos y no judíos nos reunimos para luchar contra la exclusión y la discriminación; el daño que puede hacer ver a tus conciudadanos como si fueran “los otros”. Esto de no ser “como nosotros” es una cuestión peyorativa que se fomenta desde afuera y empieza a suceder o afectar un país –como ocurrió con la profanación a la sinagoga de Maripérez de la AIV- ya que deben haber sido personas a quienes les llegó el mensaje. Nosotros trabajamos para la coexistencia, no queremos un país polarizado, los venezolanos que piensan de una forma distinta siguen siendo venezolanos y lo importante es que de un grupo o de otro ambos aman a este país.

¿Qué actividades realiza el Espacio?

Llevamos exposiciones itinerantes y talleres a universidades y espacios públicos para que la gente vaya entendiendo qué significa la discriminación, el prejuicio, el irrespeto, por una parte y por la otra, la concordia, la coexistencia, la convivencia, la responsabilidad civil. Con estos valores no existiría la criminalidad existente y los prejuicios de que quienes tengan creencias, costumbres o físico diferentes, o no piensan o se visten como nosotros, son nuestros enemigos.

¿Cuál ha sido la recepción de estas actividades?Hemos ido aumentando y entendiendo mejor qué es lo que resulta más y qué menos. Por ejemplo las exposiciones itinerantes ya son hasta solicitadas por varias instituciones, y ahora no sólo estamos en Caracas, hemos estado en Valencia, Maracay, Barquisimeto, Maracaibo, Paraguaná, Margarita. Hemos hecho alianzas con otras instituciones del país.

Cuéntenos sobre las cine tertulias

Son películas que escogemos especialmente por su mensaje contra la discriminación de género, o por defectos físicos, de las conductas burlonas o despreciativas que suelen presentarse en los colegios contra compañeros de clase; cosas que pasan en la vida diaria  también y que no deben suceder. Esa es la educación que hace falta.

¿Por qué se escogió el personaje de Anna Frank?

Escogimos este nombre y a ese personaje por tres razones: 1) Por ser niña y se violan constantemente los derechos de los niños. Anna Frank es un símbolo al irrespeto a los menores de edad en el Holocausto y en muchos lugares del mundo. 2) Es mujer y hasta el día de hoy la discriminación contra la mujer es obvia, no sólo en el tercer mundo sino también en los países desarrollados y 3) por ser judía: ya que existe una discriminación contra las personas que profesan otra religión. También le colocamos el nombre “Espacio” para que sea exactamente eso, un espacio para el diálogo, la reflexión y la coexistencia de toda la sociedad y  una ciudadanía que ame la paz.

¿Es un peligro el negacionismo?

Creo que viene de la complicidad que tuvieron los demás países en el Holocausto. A todo el mundo le convenía más que fuera únicamente Alemania la responsable de este crimen de la mayor atrocidad, mas no fue así, muchos países y personas europeas cómplices de esto, y ´por ello- intentan negarlo.

Por Abel Flores

Fuente: CAIV







Algo sublime sucedió en medio del infierno

por Marianne Kohn Beker


La Shoá (el Holocausto) es como un hueco en el que, por más que nos cansamos de hurgar, nunca alcanzamos el fondo. Nunca lograremos descifrar lo ocurrido en la Guerra Total que Hitler declaró a los judíos, cuyas órdenes fueron fiel y efectivamente cumplidas por sus cómplices nazis. Cada uno de los seis millones de judíos asesinados merecería, al menos, su propia historia y no la tenemos. Cada uno de los tres millones de sobrevivientes tiene la suya que, en muchos casos, no se han atrevido a contar. Nunca sobrarán los relatos de los lugares y avatares de  esos judíos deportados y concentrados después de habérseles arrebatado hasta el nombre –que para eso estaban los números–, en un afán bien determinado de despojarlos de todo rasgo humano, porque no sólo sus victimarios debían ser despiadados con sus víctimas, sino que también debían serlo ellas consigo mismas. Kafka fue el gran vidente de esta crueldad extrema, con La Metamorfosis.
Así y todo, a pesar de la eficiencia alemana, a pesar de contar con entusiastas voluntarios en muchos de los países europeos ocupados, los planes trazados resultaron más difíciles de cumplir que lo previsto en sus pronósticos.
“Que no seamos puestos a prueba”, reza un viejo dicho judío, dejando a la imaginación lo que podría sucedernos, en ese caso, por la capacidad insospechada que tiene el ser humano de soportar reveses. De hecho, detrás del fuego y el humo, bajo las montañas de cadáveres, en medio del infierno, los judíos encontraron asidero dentro de sí mismos para agrietar el infranqueable muro de esclavitud que padecían y abrir rendijas de libertad en las narices de sus verdugos. Uno de los resultados más excelsos de esa aparentemente imposible tarea fue Brundibár.
Hans Krása era un joven buenmozo y consentido de una casa judía asimilada y muy acomodada de Praga. Como su talento musical fue reconocido a edad temprana, sus padres se apresuraron a ofrecerle los mejores maestros; pero la vida bohemia lo mantuvo bastante ocioso hasta que en el fatídico año de 1938, los nazis ocuparon Checoslovaquia. Junto con miles de judíos checos como él y otros tantos recogidos de diversos países europeos, fue expulsado de su tibio y mullido hogar para ser deportado al gueto de Theresienstadt (Terezin en lengua checa) donde, sin haberlo presentido, iba a ejecutar una empresa hercúlea, gracias a la cual los prisioneros maltratados hasta el paroxismo fueron  capaces de recobrar el ánimo y sobreponerse a los abyectos atropellos, vencer el hambre, la enfermedad, el hacinamiento, la suciedad, incluso la muerte.
Fue el empeño descabellado –si se quiere–, fantástico y exaltado de montar una ópera infantil en la que debían actuar, en calidad de músicos, cantantes, escenógrafos y labores relacionadas, casi un centenar de niños y adolescentes, lo que ha otorgado a Hans Krása la inmortalidad que legítimamente merece, gracias a una obra que, independientemente de su mérito como creación artística, logró romper el férreo cerco del poder desnudo ejercido por los nazis.
El público de la ópera estaba constituido indiscriminadamente por sus compañeros de infortunio –niños, jóvenes y viejos– y sus verdugos. El lapso de tiempo real (aunque irreal en su contexto) creado por los ensayos y las representaciones los liberaba del dolor agudo en la boca de sus estómagos vacíos, de las agujas punzantes del frío en sus huesos, sólo protegidos por la piel, de los temblores producidos por el pavoroso horror a la proximidad de las siguientes deportaciones a los campos de exterminio.
La excitación de la escena, el trastorno de los sentidos producido por la música y las candilejas, mantuvo sus cabezas ajenas, mientras fue posible, a la inevitable muerte que les esperaba en las cámaras de gas de Auschwitz. Finalmente, en el otoño de 1944, pocos meses antes de terminar la guerra y la liberación de los sobrevivientes, el compositor de Brundibár, también fue a parar allí, a ese sórdido y maldito lugar hoy poblado por millones de fantasmas, sentenciado a ser el símbolo del mal radical. Allí se transformó, junto a los niños de la ópera Brundibár y millares más, en ese humo virado hacia las alturas en un obstinado afán suplicante, que no encontró respuesta.
En nuestra época, preñada de amenazas cunde nuevamente la inquietud –por no decir zozobra–, especialmente entre las víctimas, ante la multiplicidad de desmanes que se cometen incluso en lugares inimaginables. La violencia palpita por doquier. Estalla y castiga, a ciegas y en tropel. Hasta ahora, para quienes tienen la suerte de no ser afectados por esa violencia, sólo se trata de noticias que rellenan las hojas periodísticas y los espacios televisivos. Sirve para guiones de películas comerciales de acción y como tema de mesas redondas en círculos académicos, pero no ha logrado conmover realmente a los políticos, que prefieren hacerse la vista gorda o, en todo caso, utilizarla para su beneficio electoral, como si lo sucedido entonces fuera irrepetible.
Por ello, la iniciativa de Jeunesses Musicales Deutchland de crear el Proyecto Brundibár, para recordar a los niños de Theresienstadt, tiene un significado que nos alcanza mucho más allá de la impresionante moraleja de la obra misma, la cual hace triunfar el bien sobre el mal en un lugar donde, precisamente, sucedió lo contrario, porque allí el mal se entronizó mostrándonos su aberrante magnitud. Este proyecto, que tiende puentes entre pueblos de diversas y hasta adversas culturas, ha sido traducido a distintas lenguas; trata de convertirse en mensajero de ese mensaje que, según Elie Wiesel, el hombre terminó por olvidar.
Comenzó yendo de Alemania a Israel en 1997: el encuentro de los sobrevivientes con los niños cantores alemanes hizo el milagro de suavizar ese inevitable abismo entre judíos y alemanes, especialmente por tratarse las víctimas de judíos alemanes, quienes habían sido sus conciudadanos y, además de luchar y morir por la patria alemana durante la Primera Guerra Mundial, aportaron sus conocimientos, dotes artísticas y culturales a ese país que adoptaron como suyo porque lo amaban intensamente.
Hoy, en Caracas, Espacio Anna Frank enarbola esa bandera con la oferta al público de Brundibár, traducida al castellano, que fundirá nuestros corazones al unísono con los cantores, conmovidos por la letra del himno a la libertad que cierra la ópera. De este modo inusual nos convertiremos en mensajeros del mensaje universal de solidaridad y responsabilidad de los unos con y por los otros, cualesquiera sean sus costumbres, credos o colores.
Diríase que Brundibár no podía haber encontrado un suelo más propicio. Las angelicales voces de los niños y adolescentes venezolanos brotan de sus cuerpecitos con el candor y la inocencia propios de su edad. Pero, además, están inflamados por sus ductores quienes, sensibles y ostensiblemente emocionados, han comprendido que aquí y ahora el objetivo puede ser tan sublime, como lo fue en medio de aquella pesadilla vivida entre los inconmovibles muros del gueto de Terezin.   
Marianne Kohn Beker  
20 de enero de 2017
Fuente: Prodavinci