la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Ruth Lerner por Paulina Gamus, Diego Arroyo Gil y Delia Beretta de Villarroel / El Nacional, Run.Run.es, mayo-junio 2014



Retrato de Ruth Lerner de Almea / Fotografía tomada en 1984 por Luigi Scotto
Ruth Lerner 1984 . Foto: Luigi Scotto



Ruth Lerner De Almea: El Vivir Para Los Otros por Paulina Gamus

13 de junio de 2014



La desaparición física de Ruth Lerner de Almea ocurrida como si las casualidades existieran, el pasado 4 de mayo día de la Madre, tuvo que haber sido ampliamente reseñada por la prensa nacional si las circunstancias del país fuesen otras. Serían otras si no existiera el marcado propósito de enterrar no solo los cuerpos de los protagonistas de la historia democrática del país, sino también sus obras y logros. La historia de la educación venezolana en las cuatro décadas que mediaron entre 1958 y 1998,  jamás podría ser escrita con apego a la verdad y a la justicia, sin destacar como una de sus más brillantes hacedoras a esa judía nacida en Besarabia pero más venezolana que muchos criollos por generaciones.
Ruth Lerner Nagler, la hija mayor de Noah y Matilde, llegó a Valencia, capital del estado Carabobo cuando escasamente contaba cuatro años de edad y solo hablaba idish, la lengua materna. El español se incorporó muy pronto como el lenguaje vital de Ruth, pero siempre arrastró la erres en su habla, como para que sus orígenes no la abandonaran. Noah el padre, era no solo Jazán o cantor de sinagoga sino también un ferviente lector como lo era su esposa Matilde. En aquella casa sin bienes materiales pero llena de libros, crecieron Ruth y su hermana menor Elisa. Estaban ambas destinadas a compartir con otros lo que aprendían, Ruth como maestra y Elisa como escritora.
Ruth eligió la carrera de la docencia para ejercerla mucho más allá de una simple profesión. Enseñar fue su misión primaria y perenne y lo hizo no solo en forma directa en el aula, sino en todo lo que escribió, planificó y realizó a lo largo de su vida.  Le tocó el honor -y a sus  beneficiarios el privilegio- de ser la primera presidenta que tuvo la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, creada durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. A Ruth le correspondió sentar las bases y delinear los programas delque sería sin duda el proyecto más original y ambicioso de la educación venezolana. Quienes lo criticaron señalándolo como uno de los excesos de la Venezuela saudita, debieron retractarse cuando vieron el resultado: miles de jóvenes que salieron del país para conocer otros mundos, aprender otras lenguas, abandonar la visión parroquial de las cosas y regresar con posgrados y especializaciones que los calificaron como excelentes profesionales. Ruth fue también la primera mujer venezolana en ejercer el cargo de ministra de Educación, sin duda un reconocimiento y un acto de justicia del presidente Jaime Lusinchi a la trayectoria impecable y colmada de frutos, de una vida dedicada a la mejor educación de los venezolanos. La que formaba no solo para el conocimiento sino también para el civismo, la civilidad y la democracia.  Más tarde Ruth Lerner sería la primera mujer embajadora de Venezuela en la UNESCO a donde llegó para sentirse como en casa después de haber sido una excelsa funcionaria, directora del programa de becas de ese organismo.
No se puede hablar de Ruth Lerner sin añadir el Almea que siempre llevó con orgullo y que pertenecía a su esposo José. Agregar ese apellido a su identidad fue un acto de amor doloroso y traumático, un drama no solo familiar sino comunitario. Era especialmente difícil que aquella pequeña comunidad ashkenazi en la que todos se conocían y constituían una familia unida por la religión, el idioma y las tradiciones, aceptara el matrimonio de una de sus más preciadas joyas, la brillante hija veinteañera de Noah el Jazán y de Matilde la piadosa idishe mame, con un goi. Ruth demostró entonces su carácter y personalidad, toda la fuerza y valor que hacían falta para desafiar la oposición paterna y el cuestionamiento comunitario. Su matrimonio la enfrentó a otros retos como incursionar en la lucha clandestina contra la dictadura de Pérez Jiménez, el encarcelamiento del esposo y luego el exilio. En  los países de Centro América donde les tocó vivir el extrañamiento de su patria -El Salvador y Honduras- el paso de Ruth dejó huellas imperecederas en el desarrollo educativo. Y en esa entrega suya a la educación de niños y jóvenes de países pobres y atrasados, estuvo siempre viva la esencia milenaria del judaísmo: el conocimiento y el saber como el mejor legado a los hijos. Para una educadora desde el corazón como fue Ruth,  cada niño, cada joven que pasaba por un aula era un  hijo.
Tampoco se puede hablar de Ruth sin destacar su amor incondicional por Venezuela, un amor cuyas dimensiones solo pueden entender aquellos inmigrantes que abandonaron países de climas helados, pobreza infinita y odios religiosos, para encontrar en tierras venezolanas no solo calor climático sino también humano. Son esos inmigrantes a los que le cuesta irse y prefieren quedarse y soportar los cambios que han deteriorado su calidad de vida, antes que volver a lugares a los que no pertenecen, ni siquiera su tierra natal. Todo lo que hizo Ruth, desde su elección de la docencia como profesión, su valiente actuación durante la dictadura perezjimenista, las dificultades del exilio y luego su obra educativa durante los cuarenta años de democracia, fue por amor y eterna gratitud a Venezuela.
Ruth se fue apagando lentamente, la última vez que la visité hace cinco o seis años, aún tenía destellos de su prodigiosa lucidez para interesarse por el devenir político del país y preguntar si era posible y cercano un cambio que significara el rescate de los valores democráticos. José Almea, su compañero de siempre, el “Profe” como lo llamaban los amigos, era como el adivinador de sus palabras, solícito y abnegado en su entrega a quien ya se sabía iba perdiendo contacto con el mundo exterior. Cuando llamé a mi querida Elisa para expresarle mi pesar por la muerte de su hermana mayor, le dije que D.s fue generoso con Ruth al evitarle confrontarse con una realidad que se ha ido haciendo cada día más dolorosa y que es especialmente preocupante en el área de la educación a la que ella dedicósu vida.  Algún día, cuando se rescate la verdadera historia contemporánea de Venezuela y se trate con justicia la memoria de los hombres y mujeres que lograron construir una sociedad amante de la libertad, con principios y valores éticos y democráticos, el nombre de Ruth Lerner de Almea estará entre los primeros. Zijroná librajá querida Ruth.

Fuente: Run.Run.es




MORIR EN EL OLVIDO, por Diego Arroyo Gil


Para Elisa, bella de ver y bella de inteligencia

Esta nota será triste, como un pésame. El domingo pasado, alrededor de las 11:00 de la mañana, murió una mujer que era, que es muy importante en Venezuela. Su nombre era Ruth Lerner, y había nacido el 6 de octubre de 1926, muy lejos de aquí, pero destinada a ser de aquí. Judía hija de judíos, todos inmigrantes, trabajó siempre, incansablemente, por nuestro país. Fue talentosa ministra de Educación y embajadora de la nación ante la Unesco, y el Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho –labor hermosa e inmensa– lleva su firma.
Tuvo razón el doctor Ramón J. Velásquez cuando dijo, a mediados de la década de los años cincuenta, que Ruth Lerner era una venezolana de un siglo. Quería significar que su amor por esta tierra la había convertido en hija de ella, la convertía en miembro luminoso de alguna entrañable genealogía criolla. Pienso ahora, ante la noticia de su muerte, que se trataba de una filiación afectiva, y que el país –si puede pensarse en él en tanto familia, como alguna vez afirmó Teresa de la Parra– funciona igual que el corazón, ese discreto altar donde honramos nuestra vida en común, nuestras fidelidades.
Por Elisa, hermana de Ruth y criatura adorable de la cultura venezolana, sé que la señora Lerner fue valiente colaboradora de la clandestinidad que luchó contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Llegó incluso a ocultar a Leonardo Ruiz Pineda, el memorable dirigente asesinado en 1952 por los esbirros del régimen militar en una calle de San Agustín del Sur, en Caracas.
Supe también por Elisa que Ruth, llegada al país procedente de Rumania, se iba a la plaza Bolívar de Valencia a decir poemas. Era su respuesta a las burlas que recibía de parte de sus compañeras de colegio a propósito de que su castellano era entonces muy precario. Gracias a esa imagen entiendo que hacerse una vida quiere decir hacerse de una lengua, y veo asimismo que, como su hermana, Elisa Lerner –Premio Nacional de Literatura– es un ejemplo de trabajo en la apasionada tarea de hallar una voz para darle una voz a su pueblo.
Espero que no sea una infidencia contar que doña Ruth alguna vez confió no entender cómo los jóvenes –que fueron su primera y última ocupación– habían votado por Chávez. Se deprimió, dicen, y ese desconcierto fue la antesala de un Alzheimer en cuyas brumas se murió hace cuatro días. A razón de su fallecimiento comentaba con un amigo, el profesor Jaime López-Sanz, que Venezuela es un país con mucha historia, pero con una memoria demasiado frágil. Quizá por eso la familia Lerner ha decidido que el cuerpo de Ruth repose en una “urna modesta” (literal). Tienen razón al pensar que los triunfos de la civilidad, nada vistosos delante de la monstruosidad de nuestro destino pretendidamente heroico, no pasan de ser un chisme decoroso. Nuestra fatalidad.
Por los tiempos que corren, resulta revelador –aunque no extraño– que Ruth Lerner haya muerto en el olvido: en el suyo propio y en el de una Venezuela atolondrada que trata de encontrar un rumbo en la oscuridad. Dudo mucho que el actual ministro de Educación sepa quién era, cuál es el legado de una mujer que lo antecedió bellamente en su cargo, hoy tan venido a menos. Está bien. Es preferible que no la mencione. ¿Qué sentido tendría que una boca tan sucia, de un español bastardo, básico, irreproducible, pronunciara un nombre luminoso?
Dios cuide con esmero a Ruth Lerner. Ella cuidó con esmero de nosotros. Qué bueno que, pese a todo, nos quede Elisa. Es una escritora en cuya palabra sigue apareciendo, cual Helena de Troya ante la mirada atónita por el asomo sanador de la belleza, el alba del horizonte.

© Diego Arroyo Gil
Caracas 14 de mayo de 2014
El Nacional

Fuente: El Nacional







Reto a la vida para servir siempre


La profesora Delia Beretta de Villarroel brinda una ruta cronológica que acerca a la biografía de Ruth Lerner de Almea, luminosa ex ministra de Educación, presidenta de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho y hermana de la escritora Elisa Lerner. Esta figura clave para el proceso de implantación de la educación democrática en la Venezuela de mediados de siglo XX falleció el pasado 12 de mayo, por ello este homenaje escrito

1930 a 1945
En la cubierta del barco una pequeñita corretea, alegre y despreocupada. Su madre Matilde la observa en silencio, voltea con ansiedad hacia la tierra que ya se divisa, van a “hacer América”, van a Venezuela. Su esposo, Noah Lerner, llegará al encuentro de sus dos amores, para reconstituir su amada familia, en esta patria nueva que les ha abierto los brazos. La niña ha dejado de corretear y se acurruca a las faldas de la madre, pero su curiosidad hace que se levante a ver el movimiento de la llegada. Ruth, que es el nombre de la niña, ya está en brazos del amoroso padre.
Se instalan en Valencia, en donde nace la hermana menor, Elisa, y luego, definitivamente en Caracas, donde permanecerán para siempre.
Matilde se ingenió para orientar a sus dos hijas hacia sus vocaciones naturales. Ruth educadora, Elisa escritora. Con el  padre Noah las dos aprendieron a “ir por la vida impolutas y serenas”.
Ruth estará destinada a ser “una de los grandes forjadores del proceso irreversible que democratizó la educación en Venezuela”. En Elisa vencerá el deseo de trascender por su escritura que por su apego a las leyes.
Ruth egresa del Liceo Fermín Toro e ingresa al Instituto Pedagógico Nacional para ejercer la docencia en las especialidades de Biología y Química, de donde egresa en 1945 como integrante de la Promoción José María Vargas, habiendo compartido con profesores y compañeros de estudio que también llegarían a ser grandes figuras de la educación venezolana, entre los cuales podemos recordar a Luis Beltrán Prieto, Augusto Pi Suñer, Mariano Picón Salas, Olinto Camacho, Juan David García Baca, Eduardo Crema, Francisco Tamayo; José Vicente Scorza, Luis Manuel Peñalver, Manuel Montaner, Enrique Vásquez Fermín, Ignacio Burk, Humberto García Arocha, José Almea (quien será su esposo, padre de sus hijas y compañero eterno).
Fue gremialista y participó de dos instituciones gremiales que habían sido creadas: una en 1932, que después se llamó Federación Venezolana de Maestros, y otra, en 1943, el Colegio de Profesores  de Venezuela.
1945 a 1948
Ruth comenzó a dar clases en el Liceo Fermín Toro y, después de un breve noviazgo, contrajo matrimonio en 1947 con su compañero de promoción José Almea, decisión que constituyó la primera gran muestra del carácter indoblegable de Ruth.
Este trienio significó esfuerzos y entusiasmo para la población venezolana: se inició un gran proceso de alfabetización; se eligió, por primera vez, al Presidente de la República mediante el voto  universal, directo y secreto –de la cual salió electo el escritor Rómulo Gallegos, con más de 76% de los votos–; hubo un gran crecimiento de la matrícula escolar; se promulgó la primera Ley Orgánica de Educación, la Ley de Reforma Agraria; se asumió una actitud de dignificación con el petróleo al establecerse lo que se llamó el Fifty-Fifty; se sancionó una nueva Constitución Nacional, que no fue puesta en funciones por el golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948. Ruth y José Almea fueron activos participantes de los adelantos de ese trienio.
A la caída del gobierno constitucional de Rómulo Gallegos, los esposos Almea enfrentaron con valentía los desmanes de la naciente dictadura y expusieron su propia seguridad al dar cobijo, en su casa, a perseguidos del régimen, entre otros, a Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevali. El propio José Almea fue aprehendido, encerrado en la cárcel y torturado. Debieron salir del país y se asilaron en México, luego en El Salvador y por último en Honduras. Fueron días difíciles que consolidaron a la pareja y quedó “definida para siempre la personalidad de esta extraordinaria mujer.”
En Honduras, Ruth, que era muy joven, fue nombrada directora fundadora de la Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazán, reto del cual salió airosa con su esfuerzo y con la permanente orientación del gran maestro Luis Beltrán Prieto.
A los pocos días de la caída de la dictadura, el 23 de enero de 1958, la pareja Almea Lerner regresó a Venezuela.
1958 a 1984
Nuevamente en este período, ya en democracia, la Educación como la Medicina y otras ciencias empezaron a avanzar. El acceso a la educación se hizo universal porque comenzó a permear a todos los estratos de la población.
Sin embargo, había algo que la pareja no había logrado y que constituía el reto más trascendente de esta extraordinaria mujer; tenían quince años de casados y no habían podido concebir los hijos que tanto deseaban y esperaban. Ruth casi había agotado todas las pruebas, hasta que al fin los médicos le dieron la buena noticia de la seguridad de su primer embarazo y llegó Eva, en 1963, para completar la felicidad de los esposos y curar su angustia existencial y, a los pocos años, se apareció Noemí, la segunda hija, para rebosar aquella alegría primigenia. Ahora si estaba Ruth de acuerdo con su amigo Andrés Eloy Blanco cuando sentenció: “Cuando se tienen dos hijos se tiene todo el miedo del planeta”.
Y ahora Ruth si tenía todo el miedo del planeta porque debía amalgamar y combinar su capacidad de lucha: “encontrar salidas que le permitieran atender las obligaciones profesionales sin descuidar el carácter prioritario de su condición de madre”.
Durante esos años Ruth siguió siendo protagonista de la implantación de nuestra educación democrática: fue nombrada directora de la Escuela Normal Gran Colombia, directora fundadora del Instituto Experimental de Formación Docente, y del Liceo de Ensayo L. M. Urbaneja Achelpohl, en todos los cuales pudo cumplir a cabalidad sus funciones docentes y superar con creces las expectativas de su actuación directiva.
Sin embargo, allí no terminan sus excelentes servicios en ese período, pues de 1976 a 1979 fue nombrada presidenta de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho mediante la cual, en esos tres primeros años, cuarenta y tres mil jóvenes venezolanos, de diferentes estratos sociales, tuvieron la oportunidad de formarse en pregrado y postgrado en las más acreditadas universidades del mundo. Y fue nuestra Ruth la gran impulsora de este maravilloso programa, hoy en día casi desaparecido.
1984 a 1992
Otro cargo que dejó hondas huellas en Venezuela fue la interesante circunstancia de haber sido Ruth la primera mujer nombrada Ministra de Educación en nuestro país. Eso ocurrió en 1984 y, aunque sólo ejerció el cargo por un año, su trabajo fue intenso y fructífero y, entre otras muchas actividades de relevancia, podemos mencionar la decisión que tomó de implantar un nuevo currículo para la educación preescolar, básica y media: se elaboraron textos para todos los docentes por grados y especialidades, incluyendo, además, el Manual del Docente  y el Manual de Evaluación. Lo cual, afortunadamente, fue continuado por todos los ministros de educación de ese quinquenio y culminado por la segunda ministra, la profesora Laura Castillo de Gurfinkel en 1989.
Tampoco termina aquí la labor educativa de Ruth ya que fue nombrada por el Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, como embajadora de Venezuela ante la Unesco, de 1989 a 1994, desde donde pudo proyectar hacia el mundo los logros educativos de nuestro país. En la Unesco coordinó el área de educación del Grupo Latinoamericano y del Caribe (Grulac)  y ejerció, además, la presidencia del Grupo de los 77, el cual reunía a naciones con dificultades sociales, políticas, económicas y culturales. Bajo la presidencia de Ruth se logró que este grupo actuara como un bloque para conseguir avances en educación.
Ya en Venezuela, a partir de 1994, la profesora Ruth Lerner de Almea  estuvo vinculada con la Universidad Experimental Simón Rodríguez.
El momento es oportuno para recordar ante su bella familia: Eva, Noemí, Elisa, Claudio, Claudia, María Cristina, Sofía y Coromoto las palabras que le dedicó el profesor Horacio Vanegas, a su salida del Ministerio de Educación: “Mi dama de primera, la primera Ministra de Educación que hemos tenido puede irse tranquila, sin que esta pasantía tan breve por tan espinosa senda haya menguado su prestigio, y conservar altiva su cabeza y claro el entendimiento para servir de nuevo, Para servir siempre”.
Y eso fue lo que hizo Ruth, servir siempre. Y podemos aplicarle las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “Bienaventurados los que saben dar sin recordar y recibir sin olvidar”. 

Delia Beretta de Villarroel
Caracas, 30 de mayo de 2014
El Nacional

Fuente: El Nacional