Susan Sontag fotografiada por Annie Leibovitz |
Susan Sontag, tan newyorkina como
ciudadana del mundo, desató pasiones como activista política, como
teórica y crítica del arte, como polemista enardeció círculos
reaccionarios estadounidenses quienes la llamaron traidora, idiota moral
y hasta hubo quienes solicitaron confinarla en el desierto. Pues sí,
esta escritora, cineasta, dramaturga, defensora a ultranza de los
derechos humanos y que tan férreamente criticó la invasión
norteamericana a Irak, es nuestra invitada en el Escritor del Mes,
espacio que honra este enero 2013.
Fue, además, -y por derecho propio-
ciudadana honoraria de Sarajevo donde se alistó como profe de la
Academia Dramática, montó Esperando a Godot de Beckett junto con el
director bosnio Haris Pasovic y actores de diferentes etnias; portavoz
de la intelectualidad y decididamente comprometida contra la guerra.
Ubicada por la revista LIFE en el número
61 de las “Mujeres que conmocionaron al mundo”; también obtuvo como
autora de Notas sobre lo camp, el puesto 72 entre los 100 “Mejores
Trabajos Periodísticos de Norteamérica”.
Nacida un 16 de enero, de 1933, muere a
los 71 años. Ajena a hacer confidencias sobre su intimidad, resultó al
final de su vida, una mujer absolutamente expuesta a través de sus
diarios, que hizo públicos su único hijo David Rieff, en los que, entre
muchos otros datos, se describe como una intelectual precoz y
superdotada; que a los 17 años entrevista a Thomas Mann y a los 19
tiene un hijo; que lo lee todo, pero que sobre todo toma conciencia de
lo que va a ser la vida. Los escribía para construirse así misma.
Sontag estudió en las universidades de
California, Chicago (se licenció en Filosofía y Letras en 1951), París y
Harvard. Por su vasta formación filosófica y su pasión por la
literatura de vanguardia, la escritora, dijo su colega Gore Vidal, se
convirtió “más que ningún otro estadounidense, en el eslabón con la
literatura europea actual”, editando textos escogidos de Roland Barthes y
Antonin Artaud.
Su carrera literaria comenzó en 1963
cuando publicó su novela “El benefactor”. “Tengo, dice Susan, la
impresión de que la literatura amplió mi capacidad de compasión por la
forma de llevarnos a mundos diferentes, envolvernos en su contexto, y
hacernos sentir partícipes de una historia ajena”. A partir del éxito
internacional de sus ensayos reunidos en “Contra la interpretación”
(1966) y “Notas sobre lo camp”, se transformó en una autoridad en
costumbres de su país”, escribió Silvina Friera.
Apunta Friera que “en 1968 (a los 35
años de edad de la autora) fue enviada como periodista a la guerra de
Vietnam, una experiencia que marcó su vida. Sontag, también cineasta,
filmó a las tropas israelíes en la guerra de Oriente en 1973 y dirigió
la película, “Tierra prometida”, en los Altos del Golán”.
“A mediados de los ‘70 le diagnosticaron
cáncer y con la misma actitud combativa con la que se comprometía en
luchas políticas y sociales, le torció el brazo a la muerte escribiendo
“La enfermedad y sus metáforas” (1977).
Después vinieron otros títulos, algunos
traducidos a 26 idiomas: “Sobre la fotografía” (ensayo), “Yo, etcétera”
(relatos), “Bajo el signo de Saturno” (ensayos), “Ante el dolor de los
demás” (ensayo de 2003) y las novelas “El amante del volcán" y "¡En
América”, texto de ficción histórica por el que ganó el National Book
Award en el año 2000, uno de los premios más prestigiosos de su país”.
Cero complaciente como se percibe, hizo
de la escritora una persona íntegra y demoledora, de estatura y
autoridad moral para muchos. En 1993 participó de la fundación del
Parlamento Internacional de Escritores, creado para defender la libertad
de expresión y proteger a los autores perseguidos. Una vez dijo frente
al genocidio a cuchillo en Ruanda que la literatura es totalmente
secundaria, y lo afirmó así: “Ni me interesa Hazlitt, ni Burke, ni
Bataille, ni Baudelaire, ni el malditismo, ni lo demoníaco, ni nada de
eso. ¿Sabe lo que me interesa? Me interesa Ruanda”.
Ante el dolor ajeno dijo presente
Teórica y crítica, como lo fue, de la
cultura contemporánea, líder del movimiento antiglobalización, fue sin
duda “conciencia crítica de Estados Unidos, la combatiente del gobierno
de Bush, la feminista y la preocupada por el dolor de los demás”, tal y
como dijo de ella Elena Poniatowska en su entrevista con la Sontag en
el 2004.
“Susan, recuerda Elena, venía a México
atraída por Ivan Illich, entonces en Cuernavaca. Se quedaba en el CIDOC
de tres a cinco días. En Ivan Illich encontraba a un interlocutor
verdadero. Allá estaban, además de Illich, Sergio Méndez Arceo y
Lemmercier, quien mandó sicoanalizar a todos sus monjes a la sombra del
autor de “El miedo de amar”, Erich Fromm. Dos temas apasionaban a Susan:
Illich (su idea de la “no escuela”) y el cine. Por eso se fue a cenar
una misma noche con el director de “Los amantes”, “El fuego fatuo”, “El
soplo en el corazón”, “Ascensor para el cadalso” y “Viva María”, filmada
en México con Jeanne Moreau y Brigitte Bardot”.
Ensayista, escritora, cineasta y más
Freud. La mente de un moralista, puede considerarse quizás su primera publicación, cuya autoría compartió con el padre de su hijo David, Philip Rieff.
“Quien haya leído alguno de los
magníficos ensayos de Sontag conoce su feroz-mente independiente manera
de pensar y su voraz deseo de analizar la sociedad contemporánea, sin
dejarse encorsetar por definiciones entre lo serio y lo culto y lo
popular y lo frívolo”.
“Su colección de artículos “Contra la interpretación”
(que se publicó cuando tenía 33 años) la convirtió instantáneamente en
uno de las pensadoras más polémicas e importantes no solo en Estados
Unidos, sino también en Europa, que visitó con frecuencia, y en cuyos
ambientes intelectuales siempre deslumbró”, dice Mónica Abdala.
Le siguieron los ensayos “Estilos
radicales” (1969), ”Sobre la fotografía” (1975), “La enfermedad y sus
metáforas “(1978), ”Bajo el signo de Saturno” (1980) y “El sida y sus
metáforas ” (1989).
Sus películas Duelo de caníbales (1969) y Hermano Carl (1971) fueron realizadas en Suecia, país del que llegaría a ser algo así como una ciudadana adoptiva.
“Fue después que visitó Israel, para rodar Tierra prometida (1973),
un documental sobre las tropas israelíes en los Altos del Golán.
Ninguna de estas tres producciones recibió la atención prevista, aunque
su realización dio lugar a uno de los ensayos-clave de la época: Sobre la fotografía (1977).
El libro, una nueva reinterpretación sontaguiana del mundo, no venía
ilustrado con fotografías; en él, la escritora reivindicaba la potencia y
la autoridad de la palabra escrita”, anota Abdala.
Fue directora de las obras teatrales
Jacques y su señor (Jacques y su amo, según la traducción en otros
países hispanohablantes) y Esperando a Godot, entre otras.
En 2000 Sontag publicó su cuarta novela,
"En América," la historia de una inmigrante polaca del siglo XIX. La
novela recibió el National Book Award, y al año siguiente mereció el
siempre polémico Premio Jerusalén. Cuando recibió el Premio, el más
prestigioso de Israel para escritores extranjeros, aceptó el galardón
pese a las presiones para que lo rechazara. “La escritora, judía no
practicante, aprovechó la oportunidad para condenar la política de
ocupación israelí en los territorios palestinos y advirtió que la única
solución sería la creación de un Estado binacional con la desaparición
del Estado de Israel”, citan las fuentes en la red.
En el 2003, la autora compartió el
Premio Príncipe de Asturias de las Letras con la marroquí Fátima
Mernissi, y fue galardonada con el Premio de la Paz que otorgan los
libreros alemanes, en el que pronunció un fuerte discurso de
aceptación, “me gusta pensar que no represento sino a la literatura, es
decir, a una cierta idea de la literatura, y a la conciencia, una cierta
idea de la conciencia o el deber”, dijo.
El año anterior había aparecido “Ante el
dolor de los demás”, un breve ensayo que une dos de sus obsesiones: las
imágenes y la guerra. El libro defiende el derecho de los hombres a
cerrar los ojos ante las imágenes de violencia que los asedian todos los
días. Todos saben, sin embargo, que Sontag ha dedicado su vida a
practicar exactamente lo contrario.
"La recuerdo muy alta, dice Poniatowska,
las uñas muy cortas -porque se las comía-, los dientes levemente
manchados -de allí su boquilla en la que encaja cigarro tras cigarro
porque no deja de fumar un solo instante- muy delgada, muy fina."
Mantuvo relaciones con Harriet Sohmers
Zwerling, con la dramaturga cubana María Irebe Fornés y durante sus
últimos años con la fotógrafa Annie Leibovitz.
A sus 43 años sufrió cáncer de mama y
probablemente a raíz de la radioterapia que recibió se le ‘disparó’ una
leucemia mielógena aguda que le quitó la vida, como ya dijimos, a los 71
años de edad, un 28 de diciembre del año 2004. Su cuerpo reposa en el
cementerio parisino de Montparnasse.