la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


ETIQUETAS

Julio Cortázar: La huella de Julio Cortázar en el último barrio que habitó en Buenos Aires / por Verónica Dema, fotos Guadalupe Aizaga ,19 de Marzo de 2014, La Nación, Buenos Aires


  
Foto ©Guadalupe Aizaga

Si el escritor viviera tendría cien años; si aún residiera en Buenos Aires, en la última casa que habitó con su madre y su hermana, viviría en Artigas y Cortázar; un paseo por las calles de Rawson, la vecindad donde pasó su porteña juventud




Foto ©Alberto Jonquiéres






Foto ©Guadalupe Aizaga




Cuando Bernardo Cornejo, de 22 años, se asoma por la ventana de su cuarto en el tercer piso del barrio Rawson en la ciudad de Buenos Aires y piensa que ésta era la vista que tenía también en su juventud el escritor Julio Cortázar siente una leve conmoción. Bernardo nació en Barcelona pero pasó la mayor parte de su vida en este barrio arbolado, que algunos consideran parte del de Agronomía. "Duermo en la habitación que ocupó Cortázar. Estoy acá porque soy muy amigo de la familia de los dueños", dice. "Es muy fuerte, se siente una energía muy particular. Hay hasta una biblioteca en el living que él dejó antes de irse del país".
En 1976 se conoció el poema "Rechiflao en mi tristeza", en el que Cortázar, inspirado en su tango preferido Mano a Mano, dejó testimonio de este legado. 
"Te evoco y veo que has sido
 en mi pobre vida paria
una buena biblioteca. 
Te quedaste allá, 
en Villa del Parque, 
con Thomas Mann y Roberto Arlt y Dickson Carr, 
con casi todas las novelas de Colette, 
Rosamond Lehmann, Charles Morgan, Nigel Balchin, 
Elías Castelnuovo y la edición
tan perfumada del pequeño
amarillo Larousse Ilustrado, 
donde por suerte todavía
no había entrado mi nombre".

Bernardo calla unos segundos, como si repasara imágenes adoradas, y agrega: "Estoy en el tercer piso y tengo una vista panorámica del barrio. Ahora que pienso es más o menos la misma que tenía Cortázar, porque todo se mantiene más o menos igual". Con su entrenado ojo de fotógrafo, dibuja la plazoleta de entonces: "Hay algún árbol menos porque sacaron algunos, como un gomero inmenso donde él se sentaba a escribir; hay tal vez otros que están más crecidos, pero como no se permiten edificaciones el paisaje es parecido".
El último lugar porteño donde vivió el dueño de las rayuelas fue este departamento del tercer piso de Artigas 3246, frente a la plazoleta que describe el joven desde la ventana de su cuarto. Cortázar pasó acá parte de su juventud, entre los años 1934 y 1951, cuando venía a ver a su madre y a su hermana Memé. El daba clases en colegios secundarios en Chivilcoy y Bolívar, en la provincia de Buenos Aires y visitaba el barrio los fines de semana.
Dos placas en la fachada, como si una no bastara para homenajear a Cortázar, indican: "En este edificio vivió Julio Cortázar; el clima del barrio Rawson y Agronomía está presente en varios de sus cuentos". La otra hace mención a la restauración del edificio como patrimonio histórico en 2012. Debajo, dos macetas con petunias violetas, rojas y blancas adornan la entrada principal, una a cada lado de la puerta; en el jardín que rodea el edificio, dos rosas chinas que ya tienen el tamaño de un árbol completan el cuidado paisaje.
El barrio Rawson es un triángulo residencial delimitado por las calles Tinogasta, Zamudio y Avenida San Martín. A media cuadra del barrio está la facultad de Agronomía. Conviven, en esas manzanas cruzadas por calles curvas, 104 casas individuales de dos plantas con reminiscencias pintoresquistas, de puertas y ventanas con detalles de vitró, de macetas y rejas, de cielos inundados de verde; con nueve edificios de departamentos de tres pisos distribuidos dentro de un parque -entre éstos se encuentra el de Nelly Schmalko, quien le compró la casa a los Cortázar en 1977.
Casi no circulan autos en el mediodía del viernes; los que entran al barrio parecen ser vecinos que llegan a sus casas. Tampoco se vive el trajín de comercios: el único almacén que había cerró en los '90. Un señor regordete rodea la plazoleta en su bicicleta antigua, el canasto al frente; con su silbato promociona sus churros. Saluda a un grupo de jóvenes con la mano. Ellos son seis, visten remeras del uniforme del Instituto Comunicaciones, que está pegado al barrio; están desparramados en el pasto, las mochilas a un costado; conversan, algunos revisan sus celulares. Una pareja de veintipico ocupa un banco, ella le da la última pitada a un cigarrillo cortísimo.
Llega una mujer con varios chicos cargados en el auto, toca el tercer piso. Se asoma alguien por la ventana. "¡Vengo por los tuyooos!", grita. "Acá quieren hablar con los que viven donde vivía Julio. ¡Julito!"
En la espera y con tanto griterío se asoma Miguel Ascárate, de 75 años. Se acerca al buzón de la puerta vidriada a buscar su correspondencia. Dice que cada tanto se encuentra con algunos servicios a nombre de María de Cortázar. Aclara que cuando llegó al barrio, en el 66, Cortázar ya no vivía ahí. El escritor se fue del país en 1951, cinco años después de la llegada de Perón al poder. "Pero se lo recuerda todavía. La calle Espinoza ahora se llama Cortázar", dice. Si el escritor viviera tendría cien años; si residiera en Buenos Aires, en la última casa que habitó antes del exilio, viviría en Artigas y Cortázar.
"No tengo ningún libro de él, nunca me interesó", se ataja. "Me dediqué toda la vida a ser chofer. Trabajé para Juan Perón. Era chofer para el área de Bienestar Social", empieza a relatar. Dice que algunos nombres se le olvidaron por la edad, pero recuerda perfecto que había que tener un cuidado bárbaro. "Yo custodiaba a los funcionarios. No sabía qué nos podía pasar, quién nos podía estar esperando".
Entonces, vuelve al barrio. "Y...era tranquilo. Era", repite. "Ahora se complicó porque vienen a fumar". Sus dedos alargados forman una ve y se mueven en imaginarias pitadas cortas. "Dos por tres llamamos a la policía. Se quedan hasta cualquier hora o vienen de otros lados para acá a la placita".
Dice Cortázar en una carta que envió en 1970 a su amigo, el pintor francés Eduardo Jonquieres:"Extrañas circunstancias me conectaron con un grupo de hippies, y durante toda una noche descubrí hasta qué punto no solamente no son el cáncer social que denuncian los bien pensantes, sino que el cáncer es precisamente lo que los rodea y los hostiga; en todo caso, en ese grupo había algo muy parecido a la felicidad, al término de un largo viaje, a una reconciliación. La marihuana ayudando, claro (la fuman, la fumamos sentados en las escalinatas de la catedral, lo que tenía su chiste, y sin que la policía se metiera para nada a pesar del olor que poco tiene que ver con el del incienso)".
Jorge Raventos hace su caminata de todos los días en el predio de Agronomía. "Es el campo a media cuadra de casa", describe. Es uno de los vecinos privilegiados del barrio: como era periodista y viajaba a Europa en 1974 se animó a pedirle una entrevista a Cortázar durante su exilio en Francia. No eran tiempos de emails. La carta llegó a su domicilio en París cuando el escritor estaba de viaje en Roma: formaba parte del Tribunal Russell, reunido para escuchar e informar sobre las torturas y crímenes políticos en América Latina. Allí lo encontró. Tres días después estaban sentados en un café. La entrevista se publicó en la revista Redacción, en junio del 74.

"Mándeme un ejemplar de la revista a mi casa de París, en la rue d'Eperon... Como usted ve, no puedo alejarme mucho del general", cuenta Raventos en el reportaje. El tema no quedó allí: el joven periodista de entonces cumplió en enviarle también una carta de agradecimiento que Cortázar  respondió. "Me mandó una cartita. La guardaba como un tesoro, pero cuando nos fuimos con mi esposa exiliados a Suecia en el 77 muchos de los papeles se perdieron", relata. Se conforma con recordar.

Foto ©Guadalupe Aizaga


Detrás de un portón de una de las casas del barrio suena Callejeros e inunda la plazoleta. A Cristina Noble, esposa de Jorge, la envuelve la luz clara de la una de la tarde. De la correa tironea un rottweiler. Hace siete años que vive en el barrio, más precisamente a mitad de cuadra en la calle Cortázar 3500. "Es una maravilla. Somos un barrio muy unido", dice. En eso pasa una señora con su perro, también tironeando de la correa. "¡Chau, Cristina!", levanta la mano, sonríe y sigue. "¿Ves eso? Nos conocemos. Y ante cualquier problema, una asamblea".
Se detiene en ese punto. Quiere resaltar un hecho emblemático para los vecinos del Rawson. "El otro día nos reunimos porque habían tomado una casa del barrio. Es de un pintor que cuando volvió de las vacaciones se encontró con que le habían tomado la casa y habían vendido las cosas de valor", comenta. "Nos reunimos unos cien vecinos, nos convocamos por mail y fuimos a aplaudir a la puerta. Vino la policía. Los vecinos logramos sacarlos".
Imposible no imaginar una versión posmoderna de uno de los cuentos más conocidos de Cortázar. "Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales), guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia", empieza Casa tomada.
Cristina reconoce que la cruzada de desalojo fue en parte solidaridad con este vecino y, también, una lucha por no perder la paz del barrio. "Es muy especial poder salir tranquilos como si fuera un barrio privado. Yo a veces paseo el perro a las doce de la noche y no pasa nada. Queremos tratar de seguir manteniéndonos al margen de los problemas, si se puede", dice. Una mueca incrédula se dibuja en sus labios apretados.
El plus del barrio, para esta admiradora de La Maga, es que quedó marcado por Cortázar. "Hasta en el aire se respira algo especial", dice. Pero no es sólo un modo de decir. Varios vecinos cuentan que los que lo conocieron dan fe de que él tocaba la trompeta y que se oía en buena parte del barrio. "Mi hija que ama el jazz y que estudió música le compuso un tema en su honor", agrega.
El propio Cortázar reconoció por aquellos años su amor por la trompeta. "Sí, es verdad: toco la trompeta, pero sólo como desahogo. Soy pésimo". Hay fotos en la web que muestran retratos del escritor en pose de músico, la embocadura de la trompeta en sus labios, sus largos dedos sobre los pistones, los cachetes inflados de aire, los ojos cerrados, todo él en otra parte.


Guadalupe Raventos es cantante de jazz, maestra de canto y compositora ocasional, como le gusta presentarse. Uno de los temas que está componiendo es uno en homenaje a Cortázar. Se llama Out of time (Fuera del tiempo) y la letra y música se inspiran en El perseguidor. "Es un tema de jazz para él, que lo amaba tanto como yo", dice. Se refiere al cuento que Cortázar dedicó al saxofonista Charlie Parker, alguien con una percepción del tiempo bastante especial. "Tiene partes de ese cuento en la letra", comenta Guadalupe. "Quise retomar la idea que reflejó Cortázar: el músico a veces se subía a un subte y entre estación y estación tenía una larga y compleja ensoñación, asociaciones de ideas que nunca se podrían haber dado en el tiempo real transcurrido".
A Daniel Husen también le parece que el tiempo le hace trampas. Hace 29 años que vive en una de las pintorescas casas el barrio y le parece mentira. "Tengo las tejas originales francesas que tienen 80 ó 90 años", dice. "Cuando Cortázar vino de visitas de Francia en el 84 anduvo caminando por el barrio. Yo no estaba y no lo vi, pero los vecinos cuentan que paseó por acá y que dijo que el barrio estaba igual", comenta. El tiempo vuela o quizá esté quieto. Un tero-tero llega desde la cancha del club comunicaciones.
Escribe Cortázar en Ómnibus, un cuento de Bestiario. "A las dos, cuando la ola de los empleados termina de romper en los umbrales de tanta casa, Villa del Parque se pone desierta y luminosa. Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombra que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía. En la esquina de Avenida San Martín y Nogoyá, mientras esperaba el ómnibus 168, oyó una batalla de gorriones sobre su cabeza, y la torre florentina de San Juan María Vianney le pareció más roja contra el cielo sin nubes, alto hasta dar vértigo.(.) Por la calle vacía vino remolonamente el 168, soltando su seco bufido insatisfecho al abrirse la puerta para Clara, sola pasajera en la esquina callada de la tarde".
Eugenio Astesiano, un vecino que nació y nunca se movió del  Rawson, dice que en los cuentos de Cortázar encuentra "el clima del barrio, la sensación de venir acá a visitar a su madre, los viajes en colectivo, los nombres de las calles, su amor por el jazz". Imagina a Cortázar, tal como le cuentan su madre y sus tías, con su trompeta cortando el silencio de siempre. O de casi siempre.
"Este triángulo es tranquilo", dice. "Sólo que están los tours. A veces los sábados a las 10 de la mañana o antes me despierto, me asomo a la ventana de mi casa y tengo a 30 ó 35 personas entre extranjeros y otros turistas y un tipo con un megáfono mirando hacia mi ventana", describe. "Pero bueno, el pibe que vivió acá era súper groso. Eso se transmite. En mi caso, a mis hijas les contagié el gusto por la lectura. El hecho de saber que acá mismo en su edificio hubo alguien que llegó tan lejos inspira. El lugar es bucólico, eso ayuda a cualquier artista, a cualquier persona".
Los vecinos coinciden en que es muy difícil dejar de pertenecer al barrio. Las casas suelen ir pasando de generación en generación y rara vez alguna se pone a la venta. Es un pueblo de 2000 habitantes este triángulo verde, este rincón de artistas.

 © Verónica Dema  
Fotos: ©Guadalupe Aizaga
Buenos Aires
19 de Marzo de 2014




Fuente. La Nación








Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984











Julio Cortázar por Gabriel García Márquez, Marzo 1984 / Fotos Sara Facio


El argentino que se hizo querer de todos







Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción.





 Cortázar, con máscara, y el Gabo. Foto: Sara Facio

 


Fui a Praga por última vez hace unos quince años, con Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Viajábamos en tren desde París porque los tres éramos solidarios en nuestro miedo al avión y habíamos hablado de todo mientras atravesábamos la noche dividida de las Alemanias, sus océanos de remolacha, sus inmensas fábricas  de todo, sus estragos de guerras atroces y amores desaforados.

A la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurrió preguntarle a Cortázar cómo y  en qué momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la  orquesta de jazz. La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchichas de perro con papas heladas. Cortázar, que sabía medir muy bien sus palabras, nos hizo una recomposición histórica y estética con una versación y una sencillez apenas creíbles, que culminó con las primeras luces en una apología homérica de Thelonius Monk.

No sólo hablaba con una profunda voz de órgano de erres arrastradas, sino también con sus manos de huesos grandes como no recuerdo otras más expresivas. Ni Carlos Fuentes ni yo olvidaríamos jamás el asombro de aquella noche irrepetible.

Doce años después vi a Julio Cortázar enfrentado a una muchedumbre en un parque de Managua, sin más armas que su voz hermosa y un cuento suyo de los más difíciles: La noche de Mantequilla Nápoles. Es la historia de un boxeador en desgracia contada por él mismo en lunfardo, el dialecto de los bajos fondos de Buenos Aires, cuya comprensión nos estaría vetada por completo al resto de los mortales si no la hubiéramos vislumbrado a través de tanto tango malevo; sin embargo, fue ese el cuento que el propio Cortázar escogía para leerlo en una tarima frente a la muchedumbre de un vasto jardín iluminado, entre la cual había de todo, desde poetas consagrados y albañiles cesantes, hasta comandantes de la revolución y sus contrarios. Fue otra experiencia deslumbrante. Aunque en rigor no era fácil seguir el sentido del relato, aún para los más entrenados en la jerga lunfarda, uno sentía y le dolían los golpes que recibía Mantequilla Nápoles en la soledad del cuadrilátero, y daban ganas de llorar por sus ilusiones y su miseria, pues Cortázar había logrado una comunicación tan entrañable con su auditorio que ya no le importaba a nadie lo que querían decir o no decir las palabras, sino que la muchedumbre sentada en la hierba parecía levitar en estado de gracia por el hechizo de una voz que no parecía de este mundo.

Estos dos recuerdos de Cortázar que tanto me afectaron me parecen también los que mejor lo definían. Eran los dos extremos de su personalidad. En privado, como en el tren de Praga, lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos. En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierna y extraña. En ambos casos fue el ser humano más importante que he tenido la suerte  de conocer. 

Desde el primer momento, a fines del otoño triste de 1956, en un café de París con nombre inglés, adonde él solía ir de vez en cuando a escribir en una mesa del rincón, como Jean-Paul Sartre lo hacía a trescientos metros de allí, en un cuaderno de escolar y con una pluma fuente de tinta legítima que manchaba los dedos. Yo había leído Bestiario, su primer libro de cuentos, en un hotel de lance de Barranquilla donde dormía por un peso con cincuenta, entre peloteros más mal pagados y putas felices, y desde la primera página me di cuenta de que aquél era un escritor como el que yo hubiera querido ser cuando fuera grande. Alguien me dijo en París que él escribía en el café Old Navy, del boulevard Saint Germain, y allí lo esperé varias semanas, hasta que lo vi entrar como una aparición. Era el hombre más alto que se  podía imaginar, con una cara de niño perverso dentro de un interminable abrigo negro que más bien parecía la sotana de un viudo, y tenía los ojos muy separados, como los de un novillo, y tan oblicuos y diáfanos que habrían podido ser los del diablo si no hubieran estado sometidos al dominio del corazón.

 Años después, cuando ya éramos viejos amigos, creí volver a verlo como lo vi aquel día, pues me parece que se recreó a si mismo en uno de los cuentos mejor acabados - El otro cielo -, en el personaje de un latinoamericano sin nombre que asistía de puro curioso a las ejecuciones en la guillotina. Como si lo hubiera hecho frente a un espejo. Cortázar lo describió así:

"Tenía una expresión distante y a la vez curiosamente fija. La cara de alguien que se ha inmovilizado en un momento de su sueño y se rehúsa a dar el paso que lo devolverá a la vigilia.".

Su personaje andaba envuelto en una hopalanda negra y larga, como el abrigo del propio Cortázar cuando lo vi por primera vez, pero el narrador no se atrevía a acercársele para preguntarle su origen, por temor a la fría cólera con que él mismo hubiera percibido una interpelación semejante. Lo raro es que yo tampoco me había atrevido a acercarme a Cortázar aquella tarde del Old Navy, y por el mismo temor. Lo vi escribir durante más de una hora, sin una pausa para pensar, sin tomar nada más que medio vaso de agua mineral, hasta que empezó a oscurecer en la calle y guardó la pluma en el bolsillo y salió con el cuaderno debajo del brazo como el escolar más alto y más flaco del mundo. En las muchas veces que nos vimos años después, lo único que había  cambiado en él era la barba densa y oscura, pues hasta hace apenas dos semanas parecía cierta la leyenda de que era inmortal, porque nunca había dejado de crecer y se mantuvo siempre en la misma edad con la que había nacido. Nunca me atreví a preguntarle si era verdad, como tampoco le conté que en el otoño triste de 1956 lo había visto, sin atreverme a decirle nada, en su rincón del Old Navy, y sé que dondequiera que esté ahora estará mentándome la madre por mi timidez.

Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo. Sin embargo, me atrevo a pensar que si los muertos se mueren, Cortázar debe estar muriéndose otra vez de vergüenza por la consternación mundial que ha causado su muerte. Nadie le temía más que él, ni en la vida real ni en los libros, a los honores póstumos y a los fastos funerarios. Más aún: siempre pensé que la muerte misma le parecía indecente. En alguna parte de La vuelta al día en ochenta mundos un grupo de amigos no puede soportar la risa ante la evidencia de que un amigo común ha incurrido en la ridiculez de morirse.

Por eso, porque lo conocí y lo quise tanto, me resisto a participar en los lamentos y elegías por Julio Cortázar. Prefiero seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su recuerdo.


Marzo de 1984

Fotos: Sara Facio


Fuente Fotos: Unam

Fuente texto: Club Cultura




Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984






“Joan Baez foi ameaçada de morte, proibida, perseguida...”: Julio Emilio Moline, co-diretor "Joan Baez na América Latina: There But For Fortune (documentário 1981) " / entrevista de marcela viviana Iriart, Los Angeles, 3 de março de 2014 / fotos Joan Báez 1981: Julio Emilio Moliné







“O Brasil estava sofrendo uma epidemia de "carros-bomba" naqueles dias, (...)  e a ditadura utilizou esse fato para evitar os concertos de Joan para "proteger o público"


Joan Baez, LulaEduardo Suplicy (em pé) e  Julio Emilio Moliné (bigode),
São Paulo, Brasil, maio 1981. Foto cortesía J.E.Moliné


Depois daquela turnê histórica na que Joan Báez aterrorizou tanto assim aos ditadores da Argentina, o Chile e o Brasil, que eles  ameaçaram de morte a ela e foi proibida de cantar, entre outras coisas, a lendária cantora, compositora e pacifista dará shows este mês de março nos mesmos países onde seu canto fez tremer  aos genocidas em 1981.


Eduardo Suplecy e Joan Báez, Teatro Tuca, São Paulo, Brasil, maio 1981.

“A bela  Laura Bonaparte era uma psicanalista argentina. Em 11 de Junho de 1976, seu marido, bioquímico, foi levado de sua casa, na frente dela e nunca mais viu  a ele. Quando ela foi à procura de sua filha, que também tinha “desaparecido”, eles deram-lhe uma mão num frasco de vidro para que ela fizesse a identificação”. Joan Báez  And a Voice to Sing With  (autobiografia

 




Joan Báez Adolfo Pérez Esquivel, Buenos Aires maio 1981 / Foto: La Nación

 



"Durante a visita de Joan (...) eles colocaram uma bomba e tivemos que  desocupar a casa (...) e levar correndo a  Joan  a um bar distante  para mantê-la segura. Liguei para os bombeiros, que apareceram com um caminhão da esquadrão anti-bombas e retiraram do  balcão uma caixa com fios que eram visíveis com a bomba,  a que fizeram explorar na casa (....) a presença de Joan  na Argentina foi um grande  apoio e fortaleza para a causa em  defesa dos direitos humanos, ela nos fortaleceu em nossa luta. "  

 Adolfo Perez Esquivel ,   La Nación , Buenos Aires, 1 de março de 2014






Lula e Joan Baez, maio 1981


Graças a   Joan Báez por sua valente e amorosa turnê de 1981 para trazer consolo, alegria e esperança às vitimas das ditaduras de Pinochet, Videla e João Baptista de Oliveira Figueiredo.

Graças a   Joan Baez porque apesar de ser ameaçada de morte, perseguida, proibida, ficou ao lado de nós, nos cantou e mostrou ao mundo o horror das ditaduras no maravilhoso documentário: Joan Baez in Latin America: There but for Fortune”.

Graças a  Joan Baez porque ela deu voz, rosto e humanidade ás vítimas.

Graças a   Joan Baez por denunciar da  mesma maneira  os crimes cometidos pelas ditaduras de direita, de esquerda e as democracias.

Graças a Joan Baez por sua luta pelos direitos humanos, sua oposição às guerras, a carreira armamentista, as discriminações, os regimes totalitários.

Graças a   Joan Baez por fazer-me conhecer aos 16 anos a não-violência e a sua diferença com a passividade.

Graças a   Joan Baez porque sua luta não se limita a cantar e dar declarações à imprensa, como esse documentário e esta reportagem (entre muitos outros fatos)  provam.

Graças a  Joan Baez por sua voz, que acalma todas as dores.

Graças a  Joan Baez por ser faro e bandeira, mas também dúvida.



E graças Julio Emiio Moliné   por compartilhar parte de suas lembranças e fotos daquela corajosa turnê de Joan Baez na América Latina... cá, por fortuna.



Joan Baez Madres,  Buenos Aires, maio 1981  ©Julio Emilio Moliné

"Na Argentina, foi onde mais ameaçaram a  Joan, nos expulsaram de um hotel, jogaram bombas de gás lacrimogêneo (...) havia sempre um Ford Falcon sem placas nos seguindo por toda parte. Dentro dele estavam quatro rapazes misteriosos."






Julio, como é que você se integrou à turnê humanitária e shows que Joan Baez realizou em 1981 pela Argentina, o Brasil e o Chile para mostrar sua solidariedade com as vítimas dessas ditaduras?
 Uma manhã de segunda no final de abril de 1981 recebeu um telefonema no trabalho (eu trabalhava numa emissora de TV) do meu amigo John Chapman, um cineasta independente de São Francisco. Ele me disse: Você gostaria sair de turnê por América Latina com Joan Báez por um mês? O que você acha? Filmamos a ela e fazemos um documentário.”

Eu falo espanhol, tinha vivido muitos anos no Chile e  viajado pela Argentina, então John pensou que eu era um bom parceiro para esta aventura.  John era um cara muito interessante. Um pouco mais velho do que eu, ele tinha trabalhado em  Apocalypse Now  com Francis Coppola. Até está como figurante numa das últimas cenas do filme. Em 1978 ele foi para a Nicarágua durante a Revolução Sandinista e filmou um documentário muito bom,  Scenes of a Revolution.   Como eu também tinha filmado em Nicarágua, em seguida nos tornamos amigos.

Eu disse que sim, embora não tinha férias e teria que obter  permissão sem salário. O outro problema era  que minha esposa ficava grávida e nossa filha nasceria durante a turnê, então precisava falar com ela primeiro. Generosamente ela disse que sim. E nossa filha nasceu quando eu ficava em Buenos Aires.

Essa segunda à noite quando recebi o telefonema de John, nós nos encontramos  com Joan em um restaurante chinês em Palo Alto. Joan me deu o aval e começou os procedimentos de preparação.


Qual foi sua impressão de Joan?

Eu me lembro de estar um pouco chocado por estar comendo arroz chinês com uma pessoa tão famosa. Além de ser uma mulher muito bela, ela foi muito amigável e cálida. Ela fez muitas perguntas sobre a América Latina, algumas com boa informação e outras  não tanto e pagou pela comida.

 Ela me deixou uma impressão muito boa por sua cortesia e seu bom humor.



Que dia começou a turnê?

John e eu nos reunimos com  Joan e Jeannie em 3 de maio de 1981 na Cidade do México, onde fizemos uma entrevista à doutora argentina Laura Bonaparte (sua família sofreu muito nas mãos da ditadura), e naquela noite Joan deu um concerto e aproveitamos para testar os  equipamentos.

No dia seguinte, fomos para a Argentina, onde ficamos até o dia 15 de maio, o dia em que cruzamos a Cordilheira dos Andes para o Chile. Ficamos em Santiago até o dia 19 de maio, quando saímos para o Brasil. Ficamos em São Paulo e Rio por alguns dias e depois fomos para a Nicarágua. Daí John e eu voltamos  para os EUA e Joan e Jeannie foram-se para a Venezuela.


Essa turnê foi gravada, com exceção da Venezuela e a Nicarágua, no maravilhoso documentário "Joan Baez  in Latin America: There But for Fortune”. De quem foi a idéia de fazer o documentário? Qual era o objetivo? Como foi financiado?

O motor principal do documentário foi John Chapman, que convenceu a Joan que seria muito bom gravar sua turnê para a história. Grande parte do financiamento para a turnê veio de Diamonds & Rust, a empresa de Joan na Califórnia. Meu salário o pagou a KTEH TV, a estação de televisão onde eu trabalhava. A KTEH também emprestou os equipes de filmagem,  financiou a pós-produção e os custos editoriais. Para o coitado de John foi bastante difícil durante a pós-produção, porque ele era independente e não tinha salário.

Tragicamente, John Chapman morreu num acidente em 1983, menos de um ano depois de terminar o documentário. 


Você acha que Joan Báez imaginava que ela iria receber ameaças de morte, bombas, gás lacrimogêneo e censura de seus shows nos três países?

Não. Ela acreditava que seria difícil, mas nunca na medida em que aconteceu. Quem plantou a semente da turnê na mente de Joan foi o escritor chileno Fernando Alegria, que na época era professor de literatura na Universidade de Stanford. Ele acreditava que as coisas se estavam suavizando um pouco no Cone Sul e que a visita de Joan daria muita energia aos povos da América Latina e, especialmente, aqueles que estavam protestando contra as ditaduras.


Como fizeram para filmar o documentário quando vocês eram vigiados pelas ditaduras o tempo todo?

Foi muito difícil, porque o medo era mais comum do que o sol, e por boas razões. Muito poucos nos EUA sabiam da guerra suja na Argentina, dos esquadrões da morte no Brasil  e da  DINA / CNI no Chile, mas nós sabíamos disso.  Nos EUA isso foi totalmente ignorado pela maioria. Lembre-se que, em 1980, Reagan foi eleito presidente nos EUA com a missão de reverter muitos dos avanços liberais dos anos 70. Mas eu tinha vivido a ditadura de Pinochet e sabia que seriamos sendo observados. O mais provável era que confiscaram  nossos equipamentos no aeroporto e  seria o fim do documentário. Por esta razão, decidimos ir super leves com um par de câmeras  Elmo Super 8, gravadores de cassetes  Sony TCD 5 e uma grande mala  de filme  Kodachrome e  Ektachrome.  Tínhamos um par de luzes e um tripé e isso era tudo todo.

Muitas das cenas do documentário são interiores: concertos, apartamentos, casas de amigos, etc. Dessa maneira nós podíamos deixar fora a vigilância e filmar o que podíamos com as poucas luzes que tínhamos.  Para as cenas externas geralmente nós íamos sem Joan porque ela atraia muita atenção. 



Quem fez a equipe de Joan Báez, além de você?

Quatro: Joan, Jeannie Murphy, que era como a produtora / gerente de Joan, John e eu. Em cada país, havia muitas pessoas que nos ajudaram e tornaram possível que só quatro pessoas pudéramos fazer a turnê e o documental. Curiosamente, no Chile os tablóides deram a entender que o John e eu éramos "amigos" (namorados) de Joan e Jeannie, mas isso foi uma invenção de pessoas ao serviço da ditadura. No entanto, aos meus amigos no Chile isso lhes causou muita graça. 


Houve um país mais perigoso do que os outros ou em todos Joan Baez foi perseguido da mesma forma?

O mais perigoso foi Argentina, mas acho que os militares estavam mais interessados em que nada  acontecera  com Joan mais que  eles fazer dano a ela. É minha especulação, mas eu acho que no Chile, Pinochet ficava muito mais seguro de seu poder em comparação com os militares argentinos ou brasileiros. O Brasil então era uma casa de loucos, ou pelo menos essa foi minha impressão.

Na Argentina, foi onde mais ameaçaram a  Joan, nos expulsaram de um hotel, jogaram bombas de gás lacrimogêneo em uma reunião, etc. Além disso,  havia sempre um Ford Falcon sem placas nos seguindo por todos os lugares. Dentro dele estavam quatro rapazes misteriosos.  Em Buenos Aires foi o único lugar onde eu estava realmente com medo, uma noite cheguei a duvidar de ligar o carro, porque poderia ter uma bomba. Essa noite foi a noite em que minha filha nasceu.

No Chile, a questão foi mais sutil.  Embora Joan tampouco pôde cantar em concertos com ingressos , mas pelo menos ela pôde  cantar em público de maneira grátis. Se fomos seguidos pela ditadura, eu não o percebi, mas com certeza que eles o fizeram.

O Brasil estava sofrendo uma epidemia de "carros-bomba" naqueles dias, muitos dos quais foram atribuídos à ditadura, quando a verdade veio à tona após. Mas naquela época nós não sabíamos isso e a ditadura utilizou esse fato para evitar os concertos de Joan para "proteger o público".




Joan Baez e Zé RamalhoSão Paulo maio 1981. Foto: ZR

"A platéia lotava inteiramente as 1.200 cadeiras e todos os espaços dos corredores internos do Tuca (..)  Essa platéia ficou de pé, e aplaudiu demoradamente, quando Joan Baez finalmente entrou no palco, pouco antes das 9 da noite – não para cantar, mas para avisar que estava proibida de exercer seu ofício (...) Na realidade, ela acabaria cantando duas músicas – sem qualquer acompanhamento, sem microfone, sem alto-falante, de uma janela – para umas 50 pessoas que conseguiram chegar perto da saleta da secretaria do Tuca. Cantou “Gracias a la Vida” e “Cálice”.  Sergio VázJornal da Tarde, São Paulo, 23 de maio de 1981.



Como recebeu o povo brasileiro a Joan?
O povo brasileiro a recebeu com amor, e mesmo que ele não podia cantar, sempre que ele apareceu em público as pessoas aplaudiram a ela.

Joan se encontrou com muitos representantes do Partido dos Trabalhadores (PT).   Eduardo Suplicy,  eu acho que ele foi um deputado na época, levou-nos para muitos lugares, incluindo uma reunião com  Lula  na periferia de São Paulo na união de trabalhadores da indústria automobilística. 

Suplicy tentou obter a permissão para que Joan pudesse dar um concerto, até que eu me lembro que fomos a uma delegacia de polícia  para que Spulicy fizera os trâmites, mas sem sucesso.

Fomos a um concerto de Zé Ramalho e ele a recebeu muito gentilmente no camarim (nuvens de fumaça), mas pediram a ela de  não cantar, porque tinham medo do que poderia acontecer com as autoridades. Acho que foi a auto-censura, mas pode ter havido ameaças, isso eu não tenho certeza. Então Joan subiu ao palco e dançou entanto o  Zé cantava . O público a ovacionou.
A gravadora de Joan no Brasil Joan nos trataram muito bem, mas eles também foram muito frustrados porque  que eles perderam uma grande oportunidade para fazer propaganda de os discos do Joan no Brasil.

Joan também foi entrevistada pela  TV Globo, onde o canal não nos deixou  filmar.  Lembro-me até que o canal nem sequer queria que John e eu entráramos no  edifício. Nunca vimos essa entrevista porque eles não a enviaram como tinham prometido.


Joan  se lamentava pelas coisas que as ditaduras faziam a ela?

Nunca ouvi a ela se lamentar. Isso não é seu estilo.


Qual é o seu estilo? 

Estóico.  Sem queixar-se de suas penas  pessoais,  pois reconhece que há outros que têm penas muito maiores.



Primeira Parte da entrevista.
Entrevista completa (espanhol): vmi



Los Angeles, 3 de  março  de 2014

Fotos de Joan Báez:  Julio  Emilio Moline

Mais fotos de Joan Baez na turnê 1981: www.oilsmudge.com/recollections_3.html





Cineasta independente com sede em Los Angeles, Califórnia.   É especializado na produção, direção e edição de material de televisão nos Estados Unidos e distribuição internacional.   Moliné viveu em Santiago, Chile, desde sua infância até os seus estudos na Universidade do Chile.  Após o golpe de Estado de Augusto Pinochet, deixou o país e continuo os seus estudos na Universidade de Iowa.

O documentário “Joan Baez in Latin American: There But For Fortune” (1981) ganhou vários prêmios.

Como cineasta filmou a Revolução Sandinista na Nicarágua, o assassinato do prefeito Moscone e Harvey Milk, ea tragédia do Templo do Povo. Seu documentário de três partes  do Vale do Silício  (1986)  e é considerado como um dos mais importantes sobre a indústria de alta tecnologia da região. Inclui entrevistas com Steve Jobs e Steve Wozniak (Apple), Bob Noyce e Gordon Moore (Intel), Jerry Sanders (AMD) e outros.

Website:  Julio Emilio  Moliné  




 Joan Baez   oficial)           
Joan Baez América Latina Tour 2014 (videos): You Tube





Nota:  Os tempos mudaram. Joan Baez foi recebida em 13 de março de 2014 pela presidente do Chile, Michelle Bachelet, no Palácio de la Moneda.


Michelle Bachelet e Joan Baez, Palacio de La Moneda, 
Santiago de Chile, 13-03-  2014




Michelle Bachelet, Joan Baez e seu filho Gabriel Harris no Palacio de La Moneda,
Santiago de Chile, 13-03- 2014. Fonte: Gobierno de Chile




Joan Baez e Michelle Bachelet. Fonte: Univisión



 Joan Baez & Michelle Bachelet & Gabriel Harris, 13-03- 2014
Fonte: BioBio