la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Especial María Lejárraga, la escritora que volvió de las sombras: videos, textos de la autora, Rosa Montero y Vanesa Montfort





"Las mujeres callan porque, aleccionadas por la religión, creen firmemente que la resignación es virtud; 
callan por miedo a la violencia del hombre, callan por costumbre de sumisión; 
callan, en una palabra, porque en fuerza de siglos de esclavitud, 
han llegado a tener el alma de esclavas".
María Lejárraga




 "El amor brujo", "Canción de Cuna" y  "El sombrero de tres picos" 
fueron algunos de sus grandes éxitos, firmados por su marido
Gregorio Martínez Sierra






Fuente: Bermemar


María Lejárraga y su marido


MARÍA LEJÁRRAGA por ROSA MONTERO

La historia que voy a contar es asombrosa. Y lo es, no sólo por la fascinante peripecia vital de la protagonista, sino también porque lo ignoramos todo sobre ella. Estoy hablando de María Lejárraga, esposa de Gregorio Martínez Sierra, uno de los dramaturgos españoles más famosos de principios de siglo XX; Canción de cuna, la obra que Garci ha llevado al cine, es de él. O, mejor dicho, está firmada por él. Porque en realidad la escribió María, como todas las demás obras del marido; es un hecho comprobado (las investigaciones de Patricia O ´Connor, Alda Blanco y Antonina Rodrigo son irrefutables) que Gregorio colaboró muy poco, tal vez nada.

De modo que ella fue la autora de numerosos éxitos teatrales (sus obras fueron representadas en el extranjero y convertidas en películas en Hollywood) así como la inspiradora de Album de viaje del compositor Joaquín Turina, y de Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla. Escribió además los libretos de El amor brujo y El sombrero de tres picos de Falla, y numerosas zarzuelas (como Las golondrinas de Usandizaga). Por si esto fuera poco, fue ensayista, feminista, socialista y diputada durante la República. Tras la guerra vivió el exilio, trabajando en periódicos y radios. Murió en Buenos Aires, lúcida y activa pocos meses antes de cumplir cien años. (...)

María nació en 1874, pero se crió en el pueblo de Carabanchel (hoy un barrio de Madrid) junto a un orfanato donde su padre trabajaba como médico. Vio, desde muy niña, el horror y el dolor de la miseria. Por entonces España era un país inmovilista y retrasado, cerrado a cal y canto al devenir de la historia. En el mundo occidental las cosas se movían y las sufragistas empezaban a reivindicar el voto y la voz para la mujer, pero aquí seguíamos anclados a un concepto retrógrado de la feminidad y la familia, impuesto por una jerarquía eclesiástica ultramontana. Tan tarde como en 1920, por ejemplo, se intentó celebrar en España algo tan normal e inocente como el VIII congreso internacional de la IWSA, la principal asociación mundial para el sufragio de la mujer, pero al final el evento fue suspendido y trasladado a Ginebra por la oposición frontal del gobierno y las asociaciones católicas.

En 1870 Fernando de Castro fundó la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, y en 1876 Francisco Giner de los Ríos creó la Institución Libre de Enseñanza; dos puntales básicos para la modernización de nuestro país. Y es que los progresistas sabían que no podía haber progreso sin cultura, sin una revolución básica que sacara a los ciudadanos de su miseria intelectual; a principios de siglo, el 70% de los españoles eran analfabetos. Este desesperado afán de modernidad cuajó en los grandes e inquietos intelectuales de la generación del 14: Gregorio Marañón, Fernando de los Ríos, Ramiro y María de Maeztu, Clara Campoamor, Azaña... y nuestra María Lejárraga, que además era maestra. Todos ellos y unos cuantos más hicieron dar a este país un par de saltos de siglos en la breve, fulgurante y desastrosa Segunda República.

Pero hasta llegar a eso, el ambiente, sobre todo para la mujer, era irrespirable. En 1908 el jesuita Alarcón decía en un libro que la emancipación de la mujer era aberrante y que "a esas Euménides hay que encerrarlas o en casas de corrección o en los manicomios inmediatamente". Y en 1927 la revista religiosa Iris de Paz aremetía contra las socias (Lejárraga entre ellas) del Lyceum, el modosísimo club femenino montado por María de Maeztu, en el cual lo único que se hacía era asistir a conferencias culturales, tomar el té y estudiar un poco. "La sociedad haría muy bien recluyéndolas como locas y criminales. El ambiente moral de la calle y de la familia ganaría mucho con la hospitalización o el confinamiento de esas féminas excéntricas y desequilibradas". (Y es que, lo de encerrar en los manicomios a las mujeres díscolas fue una práctica común en todo el mundo en los siglos XVIII y XIX).

En este entorno vivió María Lejárraga (...)

A los veintitrés años se echó su primer y último novio; Gregorio Martínez Sierra. (...)

Se casaron tres años después, en 1900, y cuando llegaron a su apartamento después de la boda, se abrazaron y exclamaron: " ¡Ya no nos manda nadie!". Ella llevaba cinco años trabajando como maestra, pero como mujer que era, sólo podía independizarse a través del matrimonio. En cuanto a él, a los veinte era un niño y tal vez no dejara nunca de serlo (...)

Empezaron a publicar antes de casarse. Ella sacó Cuentos breves, un volumen para niños, que firmó por primera y última vez con su nombre. Y después editaron cuatro libros de Gregorio ya escritos por ella, aunque probablemente él colaborara en alguno de los primeros; de joven tenía ínfulas de poeta. Tras la boda, todo siguió lo mismo. Vivían del exiguo sueldo de maestra que ganaba María, que se tenía que levantar a las cinco de la mañana para preparar las clases y arreglar la casa. A las ocho se iba al colegio, volvía a las doce, hacía la comida de ambos, reanudaba las clases y después cuando llegaba a casa al caer la noche, se ponía a escribir las novelas y obras teatrales que luego firmaba con el nombre de él. Estaba tan agotada que se quedó en los huesos. El médico le recetó que comiera carne sangrante, pero María se sentía incapaz de probar bocado. Juan Ramón Jiménez, íntimo amigo suyo, compraba sellos vacíos en la farmacia, y los rellenaba con carne picada, obligandola después a tragarlos como una medicina.

Mientras tanto, Gregorio zanganeaba en la cama hasta muy tarde. Aunque hay que decir, para ser justos, que no permanecía del todo inactivo. Al parecer siempre tuvo grandes dotes como organizador de empresas colectivas; era capaz de auto promocionarse de un modo formidable y de sacar dinero hasta de debajo de las piedras. Así, con esa habilidad y con notable brío, fue montando diversas revistas culturales y por último la importante editorial Renacimiento. Como gestor, fue una figura fundamental del Modernismo español; claro que era María quien escribía las revistas, quien corregía las pruebas, quien llevaba la contabilidad. (...)

En 1906, Gregorio se lió con la hermosa Catalina Bárcena, famosa actriz joven. Era tan típica la historia, y Gregorio parece tan insulso y feo, que una está tentada de creer  que su afición al teatro provenía del soterrado sueño de hacerse empresario para poder ligar con la primera actriz (que es exactamente lo que hizo). El caso es que Gregorio impuso a Catalina, pero no se atrevió a abandonar a María por motivos evidentes. Y lo increíble es que María aguantó. Sufrió mucho, e intentó suicidarse en 1909, pero aguantó. Escribía María en silencio para Gregorio, y le compartía en silencio con Catalina, y en silencio soportaba las zafias y mezquinas crueldades de la actriz, que estaba frenética con esa rival que era más vieja y más fea y que nunca decía nada, pero de la que era imposible librarse porque ella era parte de su amante, y además la parte que le era más atractiva; la que correspondía al talento, al dinero y al éxito.

Esta situación imposible se prolongó durante años, hasta que en 1922 Catalina tuvo una hija con Gregorio. Entonces María se separó por fin, y se marchó a vivir a Francia; pero siguió escribiendo para su marido y manteniendo el silencio hasta el final.

Las cartas de Gregorio a su mujer son patéticas; le pide textos y más textos, como si se tratara de una máquina. Y no sólo quiere obras de teatro, sino artículos de prensa (se los encarga de veinte en veinte), conferencias, incluso notas necrológicas (como una a la muerte de Luca de Tena). El apuntador de la compañía declararía años después que "todos en el teatro sabíamos que quien escribía las obras era doña María y que don Gregorio no escribía ni las cartas a la familia".

Sin embargo, Gregorio dice de sí: "Yo he pensado mucho y hablo con mucha gente. Y voy dejando en todas partes un prestigio personal tan grande y sólido, que sólo con esto nos bastaría para tener asegurada la prosperidad."

En la tragedia de nuestra guerra y del exilio posterior, Gregorio, que se había ido a Argentina con su amante, abandonó por completo a María y no se preocupó de enviarle el dinero de sus obras.

María vivió en Francia la Segunda Guerra Mundial, ocultándose de los nazis (perseguían a los republicanos españoles), muerta de hambre y miseria, casi ciega por una doble catarata. En 1945 algunos amigos consiguieron localizarla y se la llevaron a EEUU; también localizaron a Gregorio y le obligaron a cumplir con su deber. Gregorio envió algún dinero (poco) y unas cuantas cartas llenas de autoconmiseración y disculpas. En 1947 el hombre regresó a España y murió dos semanas después; el 50% de los derechos de las obras escritas por María pasaron a ser de la hija de Bárcena.

La parte más fascinante de esta historia es increíble: a partir de 1917, María empieza a escribir ensayos y conferencias y libros feministas. Todos con la firma de su marido. María, ya traicionada por Gregorio, maltratada por la Bárcena, aguantándolo todo desde el morboso encierro de su silencio, empieza a reflexionar sobre sus propias contradicciones y hace que su marido, como el muñeco de un ventrílocuo, vocee y defienda públicamente sus análisis; resultan más efectivos si los respalda un hombre. Llegamos así a la perversa paradoja de un Gregorio que da conferencias feministas y que denuncia públicamente el delirio en el que en realidad vive:

"Las mujeres callan porque, aleccionadas por la religión, creen firmemente que la resignación es virtud; callan por miedo a la violencia del hombre, callan por costumbre de sumisión; callan, en una palabra, porque en fuerza de siglos de esclavitud, han llegado a tener el alma de esclavas".

Rosa Montero

Historias de mujeres
Editorial Alfaguara, 2007

Fuente: Darthpitufina



Rosa Montero





ARTÍCULO DE MARÍA LEJÁRRAGA SOBRE
 EL VOTO FEMENINO, 1931

El año 1931 se acaba y desde la Revista Crónica solicitan a María Martínez Sierra su opinión sobre el acontecimiento más destacado en este año que acaba. Ella no lo duda: “la resolución de las constituyentes que nos asigna parte igual y responsabilidad análoga en el gobierno de la República”.

El voto femenino supuso en la España de esa época un gran debate, ¿votaría la mujer al dictado de su confesor, de su marido, de la moda?, María, defensora del derecho al voto femenino, reivindica que este no pone en peligro a la República, el peligro es que este voto no lleve a fortalecer conciencias, a fortalecer el papel de las mujeres en la sociedad, su capacidad para votar desde sus propias convicciones, desde su propio espíritu.






La gran escritora que borró su nombre

La editorial Renacimiento rescata la obra de María Lejárraga, la mujer que escribió las obras con las que su esposo, Gregorio Martínez Sierra, conoció el éxito. Novelista y dramaturga, murió pobre y exiliada


Escribió en silencio, en soledad entre cuatro paredes, lejos de los aplausos por las obras de teatro que salían de su pluma. Su nombre es una ausencia, una sombra, un vacío y una historia dolorosa. María de la O Lejárraga (San Millán de la Cogolla, 1874-Buenos Aires, 1974) atravesó todo un siglo y fue una de esas mujeres brillantes y pioneras de la Edad de Plata de la literatura española, que abarcó desde 1900 hasta la Guerra Civil. 

Novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista y, sin embargo, ausente de las portadas de sus libros. El nombre que leemos es el de su marido: Gregorio Martínez Sierra, quien recibía elogios en los estrenos de Canción de Cuna o El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, mientras la autora y libretista esperaba en casa.

En estos tiempos en los que la historia de la creación parece estar curando olvidos y variando la brújula del canon oficial, la figura de María Lejárraga regresa con sed de justicia poética. La recuperación de su nombre en la portada de su obra supone el reconocimiento a una de las más destacadas autoras de su época.
Ahora la editorial Renacimiento rescata Viajes de una gota de agua, una colección de cuentos infantiles que la autora publicó en Argentina en 1954, cuando ya vivía en el exilio. Juan Aguilera Sastre e Isabel Lizarraga Vizcarra, expertos de la Edad de Plata, son los responsables del estudio introductorio y de otros dos rescates editoriales: Cómo sueñan los hombres a las mujeres y Tragedia de la perra vida y otras diversiones. Teatro del exilio (1939-1974).

El reconocimiento, para el marido

Esta edición tiene un valor especial porque aparece con su nombre auténtico: María Lejárraga, tal como hizo la autora, por primera y única vez en su vida, con su debut, Cuentos breves, publicado en 1899. Precisamente, el enfado que provocó en su familia que su nombre apareciera en esta primera obra fue la razón por la que decidió borrarse.



La hija de la amante de su marido se quedó con los derechos de sus obras

Al casarse con Gregorio Martínez Sierra, ella decidió esconderse tras su nombre. Ambos formaron una de las más fructíferas parejas artísticas de la época. Gregorio era el responsable de la dirección de las obras y quien se llevaba la gloria en los estrenos. María aceptó ese papel de sombra, como tituló oportunamente Antonina Rodrigo su biografía de la autora: María Lejárraja, una mujer en la sombra
Gregorio llevaba la parte visible de la sociedad, pero ella era quien escribía. A veces, los ensayos se paraban porque María estaba escribiendo el último acto de la obra firmada por Gregorio Martínez Sierra. Todo el mundo sabía que Lejárraga era la "negra" de su exitoso marido. Hasta tal extremo llegó esta situación que Gregorio pronunciaba discursos feministas que escribía su mujer. Ahí está el libro Cartas a las mujeres de España donde ella anima a la libertad e independencia femenina, aunque su nombre no aparece por ninguna parte. A pesar de este silencio, Lejárraga llegó a ser diputada socialista en la Segunda República, experiencia que relató en su libro Una mujer por los caminos de España, escrito en el destierro.



La historia de Lejárraga tiene un momento especialmente doloroso. Su marido se enamoró de la famosa actriz Catalina Bárcena con quien tuvo una hija. El matrimonio se rompió, pero Lejárraga siguió colaborando con su marido y escribiendo los libros que él continuaba firmando.

El gran desengaño de Lejárraga llegará en 1947 con la muerte de Gregorio Martínez Sierra, cuando la hija de Catalina Bárcena exigió los derechos de autor de su padre. María vivía con escasos recursos en el exilio y fue entonces cuando reaccionó y comenzó a publicar con su nombre, pero aún refugiada en los apellidos de su marido: María Martínez Sierra. Y decidió escribir sus memorias — Gregorio y yo— donde desvela en qué consistió la colaboración. Una obra en la que por fin sale del silencio, aunque de forma muy tibia.

Viajes de una gota de agua es un libro de melancolías, el recuerdo dolorido de la exiliada: "Es un ejercicio de nostalgia alentada por la desazón de sentir que sus libros se prohibían en España y que tampoco hallaba modo de acceder a los escenarios españoles, donde solo de manera ocasional se reponía su producción anterior", explican Juan Aguilera e Isabel Lizarraga.

Con uno de estos cuentos, Lejárraga sufrió otra decepción. La autora, a través de su traductora Collice Portnoff, envió en 1951 a Walt Disney el manuscrito de Merlín y Viviana, donde contaba la historia de un perro que se enamora de una gata coqueta, por si le interesaba para alguna película. Sin embargo, a los dos meses Disney se lo devolvió. En 1955 se estrenó La dama y el vagabundo con la que se podrían encontrar ciertas similitudes. En una carta a su traductora habla del supuesto plagio: "La enviamos a Walt Disney, la tuvo un par de meses y la devolvió diciendo que no admitían más que las obras que habían encargado. Después, hizo una película, La dama y el vagabundo, que era la misma historia, sin más cambio que haber convertido la gata en perra elegante. Esta vez no quise protestar, ¿para qué?".

A pesar de que se ha hablado de plagio, "los parecidos son escasos aparte de que el proyecto de Disney comenzó a gestarse mucho antes de que María le enviase su original", según los autores del estudio. Sería así, pero para María Lejárraga fue otro nuevo episodio de apropiación de su obra. Ahora, por fin, aquellas historias escritas en soledad no olvidan quién fue la verdadera autora.


EVA DÍAZ PÉREZ
17 sep 2018
Fuente: El País


Vanesa Montfort, creadora de la obra de teatro sobre la dramaturga María Lejárraga: "Defendía un feminismo inteligente"/ La Vanguardia, Madrid, 22/04/2019 

María Martínez Sierra (María Lejárraga). Fuente: Bermemar





El Centro Dramático Nacional estrena este martes 'Firmado Lejárraga' para sacar del olvido a "una de las grandes del siglo XX"


MADRID, 22 (EUROPA PRESS)

La periodista Vanesa Montfort, creadora de la obra de teatro sobre la escritora, dramaturga y diputada María Lejárraga, ha defendido su figura como autora pero también como pionera de "un feminismo combativo" que "no ponía al hombre como enemigo". "Defendía un feminismo inteligente", ha declarado.

Durante la presentación de la obra en el Congreso, donde Lejárraga ocupó un escaño por el PSOE en 1933, Montfort ha recordado que la diputada escribió más de 90 obras bajo el pseudónimo de Gregorio Martínez Sierra, su marido. Esta situación la invisibilizó hasta el punto de que sólo pudo cobrar derechos de autor de sus obras en el extranjero y durante un periodo muy corto de su vida.

"En la época era un secreto a voces que era ella quien escribía las novelas y muchos periodistas ponían verde a Martínez Sierra", ha apuntado Montfort. Sin embargo, en aquel entonces no se permitía que Lejárraga hiciera ciertas cosas, como pisar una heladería. Así lo recoge un contrato que ella, como maestra, firmó en 1900.

Entonces, la mujer tampoco podía "alternar" en la sociedad sin su marido y, mucho menos, tratar con actores como debía hacer una dramaturga.

Han sido diferentes investigaciones las que han sacado del anonimato a Lejárraga. Expertos contrastaron sus textos con la influencia que ella misma tenía en autores con los que colaboró, como Manuel de Falla o Juan Ramón Jiménez. Además, se han hallado 144 cartas en las que Martínez Sierra hacía pedidos a su mujer. "Le pedía obras completas, actos, hasta un obituario por la muerte de Torcuato Luca de Tena", ha explicado Montfort. "Ese hombre no escribía absolutamente nada", ha reconocido Eduardo Noriega, encargado de darle vida en la obra.


UNA HISTORIA "PECULIAR"

'Firmado Lejárraga' recoge, precisamente, las diferentes investigaciones que se han llevado a cabo en los últimos años y que, además, no siempre coinciden. Unas dicen que la dramaturga es la autora, otras que los esposos colaboraban al 50% y también que ella sólo le ayudaba a él a perfilar los personajes femeninos.

El texto de Montfort, que se estrena este martes en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, también recoge entrevistas en las que Martínez Sierra habla de su mujer como "colaboradora" y el contrato privado que ambos firmaron como socios al 50% de las creaciones. Este documento fue el que salvó la pequeña parte de los derechos que recibiría Lejárraga tras la muerte de su marido, que no la nombró en su testamento, y dejó todo su legado a su amante y a la hija que tenía con ella.


"El personaje de Lejárraga es una adicción", reconoce el director de la obra, Miguel Ángel Lamata, que habla de ella como "una de las grandes del siglo XX", con "un talento innegable" y "una historia peculiar". Dice que dirigir este texto ha sido como tener entre manos "una especie de 12 hombres sin piedad" y ha animado a los ciudadanos a acudir al teatro.


ANULADA POR SU MARIDO, POR FEMINISTA Y SOCIALISTA

Los actores también se han mostrado fascinados por la historia de la diputada. El 'alter ego' de Lejárraga en escena, Cristina Gallego, ha declarado sentirse "una privilegiada" por haber podido "vivir tantas cosas"; mientras que Jorge Usón, que interpreta a Manuel de Falla, ha definido el legado de la dramaturga como "exquisito".

Noriega, por su parte, ha animado a leer 'Gregorio y yo', las memorias de la escritora en las que, a su juicio, puede verse la vida de "una mujer anulada y ensombrecida" en el inicio de su carrera y cómo su marido se "aprovecha de la situación" para que Lejárraga acabe en el olvido de la creación y también "por feminista y socialista".

En este sentido, Montfort ha recordado que en sus 100 años de vida pasó por dos guerras mundiales, una civil y por el exilio, siendo, además, mujer en "una época difícil" para serlo.


Fuente: La Vanguardia

Vanesa Montfort: Página Oficial
















De su casa general* / Dinapiera Di Donato



 
Después he vuelto a la poesía del siglo
este ruido de excusatio de benevolencia
necesita otras cocciones tu zumo
de
ve al solar que sabemos
modales de  sube tus faldas y arroja
el perfil de vaso antiguo
acude al río de la calle a retirar
la escarcha
¿la ves?
Sorda
No oyes
No oíste
No oirás mi mejor serpiente
ni
las hierbas que van con su carne
marinados huesos editados por Basilea

letras capitulares miniadas a mano
la calle está siempre al otro lado del harén
de la vista turbada


casa con vista al ángel
sin salida

porque donde está el otoño te confundes

ahí no estés

no te acomodes en tu postal de siete leguas
confiésate tú, vamos,
capítulo general
arrodíllate



perturbada corista del ielili
ve con lo puercos
de fina trufa

no
sigas el rastro amarillo
la sombra que dejaron
en Caruachi
los cultivadores
de sarrapia
vamos a enterarte
cambia de ramo

 las fábulas de
aquella casa de poesía
de perfumería
puestas a curar
en las vigas maestras

tajos cortados salados
hueso del caldo
hierve
ocúpate

no volveré a ser
la preceptora de nadie
su agente viajera
revolvedora de  cocidos

no enseñaré en la corte
mi maleta turca

no es que no me gusta tu sangre

el japonés de uso no es mi campo
 y estoy vieja

los sonajeros estallan fugaces luces
el estadium repleto
el clamor
no oigo






Sumimasen
Sumimasen
Gomen nasai
será por mi culpa Owabi


harakiri
sería por demás conveniente
después de esta torpeza mía de escribana
cataplasmas de escobilla
de flor de taparo
para abrir la vía de voces
que recoja leche materna al alba
será que lluvia es
Ame

será que en la vida de actualizados
cartonistas
doblaría el espinazo
la cabeza
pegada a las rodillas


acepto el nombramiento
hembra de moda
que moldea estos fetiches
de la sobriedad de modales
de la vida colonial de ida y vuelta
que consuelan imaginaciones heridas
las transmigraciones de cortes

aquí estoy
tu perro me reconoce
olisquea mis bultos
como si hubiera guardado en un cuerpo de
partituras de abadesas
los cuentos bíblicos
nostálgicos renacidos
filólogos salvados
de holocaustos de las repeticiones
enseñando griego de emigrantes

el arte de irnos con la casa  a tiempo
acompasados hechos del infierno de mi padre

no hay sordos en las fundaciones
la ciega que me hace un amor bueno
hace también memoria
sabe las formas de morir
los rastros de la paideia
dime el sol
pide

el perro se quema la lengua
yo apenas distingo un asunto de agua y luces
poesía me reconoce desde el fondo de este plato
de presas que queremos

será que lluvia es
Ame

y no el gesto de guarecer
y cambiar la escritura por
esta maraca
de cascabel



© Dinapiera Di Donato



*del  libro La monja sorda, dedicado a António Salvador Tenreiro






Narradora y poeta venezolana (Upata, Bolívar, 1958). Cursó una licenciatura, maestría y DEA en estudios hispanoamericanos en la Université de Paris VIII (Francia). En Venezuela fue profesora agregada en la Universidad de Oriente. Cursa estudios doctorales en el Graduate Center de Cuny y enseña español y francés en universidades de Nueva York. Ha obtenido, entre otros, el Premio de Poesía Ateneo de Guayana (1986), el Premio de Narrativa Bienal Daniel Mendoza del Ateneo de Calabozo (1989), el Premio de Narrativa X Bienal José Antonio Ramos Sucre (1990), el Premio de Narrativa Alfredo Armas Alfonzo (1994) y el Premio de Narrativa Concurso Literario Universidad de Oriente (1997). Fue colaboradora de diarios y revistas venezolanas y de la revista Correo de la Unesco. Relatos y poemas suyos han aparecido en antologías como: Timor: do poder das armas a força do amor (Portugal, 2002), Las voces de la hidra, la poesía venezolana de los años 90 (Venezuela, 2002), El hilo de la voz (Venezuela, 2003) y Aquí me tocó escribir (España, 2006), entre otras. Ha publicado Noche con nieve y amantes (Fundarte, Caracas, 1991), La sonrisa de Bernardo Atxaga (Fondo Editorial Predios, Upata, 1995) y Desventuras del ocio (Fondo Editorial del Estado Sucre, Cumaná, 1996).





Una espía en el corazón de la vida, Anais Nin por Guadalupe Àngeles

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Cuando quedas atrapado en la destrucción,
debes abrir una puerta a la creación.
Sólo me importa mi propio juicio.
Soy lo que soy.

Anaïs Nin

Desde hace algunos años me ha interesado mucho el trabajo de la escritora francesa Anaïs Nin (nacida en Neuilly, población cercana a París, el 21 de febrero de 1903; de madre franco-danesa y padre cubano; vivió en Barcelona hasta el año de 1914). Se le ha conocido en el medio literario internacional principalmente por la pureza expresiva y profundidad de sus Diarios, documento único por el sincero trazo de cada una de sus páginas. Clara muestra de ello es el hecho de que, al morir Anaïs Nin en la ciudad de Los Angeles en 1977, dejó instrucciones precisas a Rupert Pole (su último esposo y albacea literario), de no publicar los Diarios en su totalidad sino hasta la muerte de Hugh Guiler, por discreción, puesto que él fue su compañero inseparable y protector durante las décadas de los años 20 y 30 en París, época en la cual se desarrolló una parte fundamental de su trabajo literario.

Anaïs Nin fue considerada una novelista innovadora gracias a los cinco tomos que conforman su proyecto "Ciudades Interiores". Se le ha clasificado como exponente del género llamado Novela Río (roman fleuve), género que daba expresión a la búsqueda del yo a través del laberinto de la eterna confusión humana. Asimismo, en su producción literaria, Anaïs Nin se valió del simbolismo, el surrealismo y el psicoanálisis. Entre sus obras más destacadas se cuentan: D.H. Lawrence: An Unprofessional Study (1932), Invierno de Artificio (1939), Under a Glass Bell (1944), Escaleras hacia el fuego (1946), La casa del incesto (1949), Una espía en la casa del amor (1954), Ciudades Interiores (1959), Seducción del Minotauro (1961), Collages (1964), La novela del futuro (1972), Pájaros de fuego y Delta de Venus (1977).

Cuenta la leyenda que la aventura de los Diarios se inició en el vapor "Montserrat", en un largo viaje Barcelona-Nueva York, cuando Anaïs sólo tenía once años. En el año de 1914, su padre, el compositor cubano Joaquín J. Nin y Castellanos abandonó a su mujer Rosa Culmell, quien con sus tres hijos decidió cruzar el Atlántico mientras su pequeña hija escribía una carta para contar a su padre los detalles del viaje, con la esperanza de que la separación fuese momentánea. Sin embargo, Anaïs volvió a ver a su padre hasta el verano de 1933. Aquí empieza, entonces, la redacción de esas quince mil páginas que fueron publicadas parcialmente en 1966. En nuestro país quizá todavía en las librerías de viejo se puedan conseguir los tomos de la versión publicada por editorial Bruguera y que en abril de 1984 alcanzó una tercera edición, o El diario de adolescencia (enero 1919/Junio 1920) editado por Plaza & Janés. Un hecho feliz, para la difusión de esta obra fue que en el año de 1988, en Argentina, Emecé Editores publicó completo el diario de 1931 a octubre de 1932, bajo el título de Henry Miller, su mujer y yo; y en mayo de 1996 publica Incesto Diario no expurgado 1932-1934. Naturalmente, para estas fechas Hugh Guiler y casi todos los protagonistas de este documento humano han muerto, por ello, ahora la verdad puede ser dicha sin ofender a nadie.

En torno a su vida se ha forjado un gran mito: el de la "protectora del arte y artistas". Dicha postura se refuerza a partir de que conoce a Henry Miller, pues ejerció sobre él una especie de mecenazgo; ello sin menoscabo del afecto que ambos se procuraban, ya que su relación estuvo llena de matices por el aprecio sincero de la valía del trabajo literario de uno y otra (llegaron a colaborar a nivel creativo con gran seriedad en la búsqueda de la perfección literaria apoyándose mutuamente), por compartir su vida sexual y por la camaradería y amistad profunda que los unió durante muchos años.
Las palabras de Anaïs ilustran su ansia de protección: 

"...me comprende cuando digo: 'Sé lo que es la maternidad. He experimentado el acto de dar a luz. He conocido una maternidad que está más allá de la maternidad biológica: el dar a luz del artista, la vida, la esperanza, la creación'. Fue Lawrence quien dijo: Dejad de dar a luz hijos y dad a luz esperanzas, amor y devoción para los que ya han nacido".
 
Entre los avatares de Anaïs Nin en el mundo de los artistas, destaca aquél que se desarrolló a finales de 1940: Cuando sus propios medios económicos fueron insuficientes para apoyar a los jóvenes escritores (quienes se acercaban a ella en busca del mito de su protección incondicional), quiso la casualidad que apareciera milagrosamente un coleccionista de libros quien le solicitó a Henry Miller escribiera para él cuentos eróticos. Miller empezó a hacerlo por diversión, pero luego, todos los amigos necesitados se reunían y contaban historias verdaderas o falsas y fabricaban con ellas el material requerido por el mecenas, quien pagaría generosamente a dólar la página, precio mejor que el inicial, pues al hacer la propuesta a Miller habló de estar dispuesto a recibir material por la suma de cien dólares mensuales. Todo el grupo participó en la medida de las posibilidades de su imaginación. Sin embargo y a pesar de haber trabajado muy duramente en este proyecto (buscando la tradición de cuento erótico en Norteamérica hasta ese entonces, sin encontrarla), Anaïs Nin lamentaba que el coleccionista insistiera en pedirles "menos análisis, menos filosofía, menos poesía" en los cuentos que le hacían llegar; ella hubiera deseado que el improvisado mecenas les comprara toda su obra sin distinción de temas, pero la realidad era opuesta, él deseaba una mayor descripción de hechos propiamente físicos.

En las páginas de su diario, Anaïs expresa su descontento al reflexionar en que la enunciación de relatos estrictamente descriptivos, en la lectura, en lugar de aumentar el placer (estético, se entiende) lo disminuía. La razón es simple: el ser humano responde a los estímulos verbales que funcionan como disparador de su imaginación, deleitándose con el ritmo del lenguaje y la sonoridad de frases cargadas de sentido sensorial y no sólo a las imágenes descritas parcamente, a la manera de fotografías. Muchas veces Anaïs, ahogada por las exigencias prácticas de la vida, se puso en contacto con el coleccionista para resolver los problemas económicos al parecer interminables, pero ella cree que proceder de este modo daña la creación artística. Ambos llegaron al límite, hastiados de lo que les era solicitado y que rayaba ya en la pornografía. Les parecía empobrecedor seguir con ese trabajo que les exigía despojar de su magia al hecho erótico y al parecer el "contratante" ignoraba la sutileza de esa magia, quizá incluso ignoraba su propia existencia. Los narradores "a su servicio", poco a poco sienten que se van alejando del disfrute de una visión sana del erotismo, y deciden enviarle una carta, fechada en diciembre de 1941. He aquí un fragmento: 

"... Querido coleccionista:
Le odiamos. La sexualidad pierde su fuerza y su magia cuando se hace explícita, automática, exagerada; cuando se convierte en una obsesión mecánica, llega a ser aburrida. Usted nos ha enseñado mejor que nadie lo erróneo que es no combinarla con la emoción, la sed, el deseo, la lujuria, los antojos, los caprichos, los lazos personales, las relaciones más profundas que cambian su color, su sabor, sus ritmos y sus intensidades.
No sabe usted lo que se pierde con su análisis microscópico de la actividad sexual y la exclusión de todo lo demás, sin el combustible que la enciende: lo intelectual, lo imaginativo, lo romántico, lo emotivo. Es todo esto lo que da a la sexualidad sus sorprendentes texturas, sus sutiles transformaciones, sus elementos afrodisiacos. Usted reduce el mundo de sus sensaciones. Lo está marchitando, lo hace pasar sed, lo deja sin sangre [...] No hay dos pieles que tengan la misma textura, nunca hay la misma luz, ni la misma temperatura ni las mismas sombras, ni tampoco el mismo gesto; porque el amante, cuando está encendido por un verdadero amor, puede recorrer la interminable historia de tantos siglos de cuentos de amor. Una enorme gama, enormes cambios de época, variaciones de madurez e inocencia, perversidad y arte, animales graciosos y naturales.
Nos hemos sentado para charlar durante horas preguntándonos qué aspecto debe tener usted. Si usted ha cerrado sus sentidos a la seda, la luz, el color, el olor, el carácter, el temperamento; usted debe estar ahora completamente apergaminado. Hay muchísimos sentidos secundarios que fluyen como afluentes de la corriente principal del sexo, alimentándola. Sólo la unión de los latidos del sexo y del corazón puede crear el éxtasis". 

La Universidad Nacional Autónoma de México publicó una parte de esta historia, fue tomada del diario y a su vez, fue usada (junto con un texto denominado Postscriptum) como prólogo al libro de cuentos de Anaïs Nin, Delta de Venus, publicado en Julio de 1977. En este volumen se reúnen las opiniones de varios escritores a propósito del trabajo literario; el editor compilador fue Lauro Zavala.
Para ampliar el comentario a la carta al coleccionista, sólo un par de citas: 

"Hay cosas que el realismo no puede captar, que sólo son captadas por la poesía. Es una cuestión de lenguaje", 

"...para ti el acto sexual lo es todo. Pero a veces los sentidos pueden sacar un enorme partido de un simple contacto de manos." 

La relación de Anaïs Nin con el psicoanálisis nació a raíz de su deseo de conciliar todos los matices de su personalidad, de su vida: el sueño y la realidad, el sentimiento y el intelecto, el compromiso y la reserva, la acción y la contemplación, el ser real y el ser simbólico. Su primer psicoanalista fue el Dr. René Allendy (quien también analizara a Hugo Guiler), pero su tratamiento fue relativamente corto, pues Allendy quiso hacerla entrar en el molde de la normalidad, le pidió que viviera el amor como algo agradable y ligero, dijo que debía despojarlo de su aspecto trágico, no comprendió que para el artista sólo un amor avasallador es posible, la vio como ella no era, así que su relación fue más personal que profesional; fue ella quien descubrió en él a un hombre sin imaginación, que sólo trataba de juzgarla y tomaba como simples datos los hechos poéticos de su vida. Posteriormente, tras conocerlo a través de su obra, acudió al Dr. Otto Rank (discípulo de Freud de 1905 a 1926, con quien colaboró estrechamente e incluso llegó a ser presidente de la Sociedad Psicoanalista Vienesa), quien dirigiera sus energías como especialista al estudio del hecho artístico, del artista. La neurosis, escribió una vez, es la manifestación de una imaginación y unas energías desencaminadas; una neurosis es una obra de arte fallida y el neurótico un artista fallido. Más aún, en su artículo "Art and Artist" señala: 

"El neurótico, tanto si puede producir como si no puede, padece fundamentalmente porque no puede o no quiere aceptarse a sí mismo, aceptar su propia individualidad, su propia personalidad. Por un lado se autocritica excesivamente, por otro se idealiza en exceso, lo que significa que exige demasiado de sí mismo, de su perfección y que el fracaso le impulsa a criticarse todavía más. Si tomamos este tipo frustrado, como para nuestros fines presentes y lo comparamos con el artista, vemos claramente que el artista es, en cierto sentido, la antítesis del tipo de neurótico autocrítico. No es que el artista no se autocritique, sino que parte de la aceptación de su propia personalidad y que por ello no sólo alcanza lo que el neurótico persigue en vano, sino que va incluso más allá. La condición previa indispensable para la personalidad creadora es, por tanto, no sólo la aceptación, sino incluso la glorificación de sí mismo." 

Creo que estas opiniones explican claramente la razón que llevó a Anaïs Nin a desear psicoanalizarse con el Dr. Rank. En el desarrollo de su tratamiento surgió entre ellos un fuerte sentimiento de amor; en esa época, me atrevo a asegurar, ella fue una mujer feliz, en los meses de junio a octubre de 1934. En el Diario no expurgado leemos sus anotaciones y nos es fácil entender que ha encontrado en el Dr. Rank a un hombre brillante que no niega sus sentimientos, al contrario, comprende su valor profundo; ha logrado con su amor y su sabiduría ayudar a Anaïs a superar las enormes contradicciones de su existencia agotadora, pues siempre ha procurado crear un mundo hermoso para los demás y dando lo mejor de sí misma a cada una de las personas con las que ha compartido su espacio y su tiempo. Sus palabras lo explican: 

"Yo palio los sufrimientos de los demás. Sí, siempre me encuentro suavizando golpes, disolviendo ácidos, neutralizando venenos a cada momento del día. Trato de satisfacer los deseos ajenos, de hacer milagros. Me esfuerzo por hacer milagros (Henry escribirá su libro, Henry no se morirá de hambre, June se curará, etc.)". 

Pero no sólo el Dr. Otto Rank le ha devuelto la certeza de que sus contradicciones son legítimas, en tanto que rasgos humanos, sino que le hizo perder el miedo de "estar en poder de otro", gracias a que ha sido para ella no sólo el hombre de ciencia que comprende, cada una de sus aspiraciones como artista y como mujer en búsqueda constante de la plenitud total, sino el compañero capaz de intensidades equivalentes a la suya, tanto en lo físico como en lo emocional. Fue él quien en noviembre de 1934 la invita a Nueva York para trabajar juntos y de esta manera Anaïs Nin inicia su práctica del psicoanálisis y aunque más tarde abandona esta actividad, se ha enriquecido profundamente de ella.

¿Qué sentido tiene referirse a estos aspectos de la vida de Anaïs Nin? El primero y más importante es comprender que los Diarios nos han permitido ver en lo profundo de esta alma enamorada de la belleza y del arte; después tiene sentido porque nos recuerda que valorar una existencia humana como digna materia prima del gran arte de la literatura no es un error. Cito las palabras de la escritora norteamericana Erica Jong, con quien coincido: 

"Anaïs Nin ha logrado expresar todo lo que los libros de mujeres han dejado de lado durante siglos [...] No sólo rompió el tabú, sino que tuvo la audacia de escribirlo [...] Lo que Nin ha creado es nada menos que un espejo de la vida. Las fluctuaciones de estados de ánimo, del odio al amor, que marcan nuestra frágil humanidad son vistas en proceso, como nunca antes. Hacía lo que Proust, Joyce y Miller estaban haciendo, pero desde una conciencia femenina [...] La dimensión de su aporte quedará para otros tiempos. Dará confianza a las mujeres escritoras que necesiten valorar sus propios temas. Sea adorada o detestada, lo importante es que sea leída." 

Uno de los personajes del mundo del arte más interesantes con quien Anaïs Nin tuvo contacto, fue Antonin Artaud, de quien hizo un retrato donde se le puede ver de cuerpo entero: 

"...Artaud sube al estrado y empieza a hablar: 'El Teatro y la Peste'. Me pidió que me sentara en primera fila. Me parece que no pide más que intensidad, una manera más alta de sentir y de vivir. ¿Trata de recordarnos que fue durante la Peste cuando llegaron a producirse tantas obras maravillosas de arte y de teatro, porque el hombre, fustigado por el miedo a la muerte, persigue la inmortalidad, la evasión, superarse a sí mismo? Pero luego, casi imperceptiblemente, abandonó el hilo que seguíamos y empezó a actuar como alguien que se estuviera muriendo de la peste. Nadie se enteró cuándo empezó exactamente aquello. Para ilustrar su conferencia, Artaud representaba una agonía. "La Peste", en francés, es una expresión mucho más terrible que "The Plague" en inglés. Pero no hay palabras capaces de describir lo que representaba Artaud en el estrado de la Sorbona. Se olvidó de su conferencia, del teatro, de sus ideas, del doctor Allendy sentado junto a él, del público, de los estudiantes, de su esposa, los profesores y los directores.
Su rostro estaba contorsionado de angustia; sus cabellos empapados de sudor. Los ojos se le dilataban, se le tensaban los músculos y sus dedos pugnaban por conservar su flexibilidad. Nos hacía sentir que tenía la garganta reseca y ardiente, el sufrimiento, la fiebre, la quemazón de sus entrañas. Estaba torturado, gritaba, deliraba; representaba su propia muerte, su propia crucifixión.
Al principio la gente contuvo la respiración. Después se puso a reír. ¡Todo el mundo reía! Silbaban. Luego, de uno en uno, empezaron a irse ruidosamente, protestando, hablando. Al salir, daban un portazo... más protestas, más abucheos, pero Artaud continuó hasta el último aliento. Y quedó tendido en el suelo. Después, cuando la sala estuvo vacía y sólo quedaba allí un pequeño grupo de amigos se levantó, vino directamente hacia mí, y me besó la mano. Me pidió que le acompañara a un café... Artaud y yo paseamos bajo una fina llovizna. Anduvimos y anduvimos por calles oscuras. Él se sentía herido, duramente afectado y desconcertado por los abucheos. Y escupió su ira:
-"Siempre quieren oír hablar de; quieren escuchar una conferencia objetiva sobre 'El Teatro y la Peste', y yo lo que quiero es darles la experiencia misma de ello, la peste misma, para que se aterroricen y despierten. Quiero despertarlos. No se dan cuenta de que están muertos. Su muerte es completa, como una sordera, una ceguera. Lo que yo les mostré es la agonía. La mía, sí, y la de todos los que viven".
La lluvia caía sobre su cara, él se apartaba el cabello de la frente. Parecía tenso y obsesionado, pero hablaba ya sosegadamente:
"...Nunca he encontrado a nadie que sintiera lo que mismo que yo. Hace quince años que me drogo con opio. Me lo dieron por primera vez cuando era muy joven, para calmar los terribles dolores de cabeza que sufría. A veces creo que, en vez de escribir, lo que hago es describir la pugna por escribir, la pugna por nacer".
Para él, morir víctima de la peste no es peor que ser víctima de la mediocridad, el espíritu comercial y la corrupción que nos rodea. Quiere que la gente tenga conciencia de que se está muriendo. Forzarla a entrar en un estado poético: "Su hostilidad demostró, únicamente, que usted les había inquietado -le dije."

Un retrato más, en octubre de 1940 nos da su recuerdo del célebre jefe de los surrealistas: 

"Vino André Breton. Hablamos de la hipnosis y de todos los escritores que nos parecen clarividentes o proféticos. Todavía pienso a veces que es un científico más que un poeta del inconsciente, que es más capaz de analizar que de sentir; pero es cierto que es penetrante, lúcido y creativo en cada palabra que pronuncia. Desde luego, cuando escribe es un poeta, y además un poeta de gran fuerza. Es posible que al verse obligado a teorizar, a enseñar y a definir un grupo y unas obras, se haya hecho más dogmático. Para mí, el surrealismo tiene un significado más amplio, abarca más cosas que para él.
No podría encontrarse nada más surrealista que el propio André Bretón, con toda esa dignidad y ese ingenuo porte regio que tiene, con su largo cabello cepillado para mostrar su rostro de león, sus ojos grandes y sus rasgos osados, inclinándose a besar mi mano..." 

Anaïs Nin ha significado, para quienes nos hemos acercado a su obra, muy variados valores a través de los años. Recuerdo a un amigo y compañero de trabajo a quien le hicimos un regalo de cumpleaños con dinero del dueño del negocio. Yo fui la encargada de ir a comprarlo: le llevé dos tomos de los diarios de Anaïs Nin. Es claro que me atreví a ello porque él también escribía. Una cierta tarde, años después, recordando la anécdota, él tenía memoria de aquellos libros como la crónica de una mujer preocupada por sus amigos ¿Y la artista, la mujer de letras, la psicoanalista, la buscadora de una vida en la que sólo debía haber momentos elevados y la mujer plena?

Una noche fui a encontrarme con una amiga en una librería de la ciudad. Hablamos de nuestros problemas. Yo recordé entonces que al principio del tomo I del Diario, Anaïs describe el portón de su casa en Louveciennes (ese bucólico lugar muy cerca de París), lo describe y dice que uno siempre piensa que una puerta cerrada o una persona o una situación suponen obstáculos; sin embargo, los obstáculos verdaderos siempre están dentro de uno mismo.

Anaïs Nin ha sido para mí el recuerdo constante de que las emociones embellecen la vida, de que si se emprende la búsqueda del significado de cada acto de nuestra vida, esta búsqueda, al devenir del tiempo, ha de enriquecernos; y siempre que pienso que todo es banal, recuerdo la magia que Anaïs supo siempre crear a su alrededor, reconociendo el talento de quienes le rodeaban, brindándose amorosamente, principalmente a la vida.

Sé que faltarán en estas líneas importantísimos detalles que contar sobre la aventura que Anaïs llevó a cabo al escribir sus Diarios; no obstante, quiero dejar constancia de algunos hechos:

En 1944 pasan cosas muy importantes en la vida de Anaïs Nin, tras la publicación del volumen de cuentos Under a Glass Bell. Con críticas positivas en los diarios más importantes de Nueva York, adquiere al fin reconocimiento como escritora y logra así separarse de la imagen de madre de escritores desprotegidos, se disfruta entonces como artista y creadora. No es arriesgado afirmar que siente respeto por sí misma y se ama por ello, ha encontrado para ella lo que ayuda a los demás a obtener; además, ha iniciado un nuevo tratamiento psicoanalítico con la doctora Martha Jaeger, quien le hace ver que ha querido cuidar de todos de una manera infinita, pero con un cuerpo finito, pues se encuentra en un estado de agotamiento extremo. Empieza entonces lo que bien podría llamarse una depuración de sí misma; si bien antes Otto Rank, como profesional, le había pedido que fuera a vivir sola para dejar de "representar papeles", ahora Martha Jaeger le pide que viva para sí misma desacelerando su actividad dirigida siempre a satisfacer las necesidades de los otros; Anaïs entonces comprende y se permite despojarse de la culpa de no ser la madre todopoderosa y disfruta por la noche escuchando música y escribiendo en su diario, olvidada de las prisas y la última factura por pagar; deja finalmente su concepción del amor como sacrificio; en síntesis, encuentra la paz de vivir para sí misma sin que ello signifique una culpa. En ese año escribe: 

"...contar historias es el único bálsamo, la única droga, la única isla permanente, indestructible, constante y habitable en todo momento... Esto ya no es un intermedio para una sed y una curiosidad interminables, sino una posesión del presente y de lo cercano que no he despreciado nunca, y ahora por vez primera aprecio el refugio, el reposo, la ventana y la puerta suavemente cerradas que dicen: Todo está aquí, en el presente, en la tierra."

Publicado  en la revista ARGOS 19, Universidad de Guadalajara, Mexico
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Guadalupe Ángeles
Nació en diciembre de 1962 en Pachuca, Hidalgo. Actualmente reside en Guadalajara, Jalisco.
Participó en el Taller de Narrativa coordinado por Humberto Guzmán en la Casa del Lago de la UNAM en Chapultepec, D.F., en el Taller de Poesía de Ricardo Yáñez en 1983 en Guadalajara, Jalisco y fue miembro del taller de novela "El círculo de la casa tinta" coordinado por Víctor Manuel Pazarín.
Ha publicado en los diarios jaliscienses: El Occidental, El Financiero, en el suplemento dominical de El Informador y en Ágora, suplemento cultural del Diario de Colima.
En 1993 la Editorial Mala Estrella publicó su libro de relatos Souvenirs; Sobre objetos de madera (cuentos), fue publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro en 1994; Suite de la duda (también de relatos) apareció en 1995 en la colección Los cuadernos del jabalí, de la Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco; un cuento suyo fue incluido en la antología Cuentistas de Tierra Adentro III, publicada en abril de 1997; algunos de sus trabajos fueron recopilados en la Muestra de literatura contemporánea de Jalisco, editada por la Universidad de Guadalajara en septiembre de 1997, asimismo en noviembre de 1998 Extremos, Cuento último de Guadalajara, antología preparada por la Editorial Arlequín incluyó una narración suya.
Su novela Devastación, obtuvo Mención Honorífica en el Concurso Juan Rulfo para Primera Novela, convocado por el gobierno de Tlaxcala en 1998 y en 1999 ganó el Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, convocado por el gobierno de Chiapas.
Participó activamente en los nueve números que vieron la luz de la revista de literatura Soberbia.