la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Joan Baez free concert in Paris (6-13-2018) / Joan Baez gratis, en vivo, en el Olympia de París: 13 de junio de 2018














Haz click abajo para ver gratis el concierto en el Facebook Arte Concert:












Fotos: Arte Concert




JOAN BAEZ RECHAZADA EN DISCOTECA DE PARÍS...PORQUE NO GUSTARON SUS ZAPATOS


Joan Baez y los zapatos rechazados

"Guess what? I was with a friend after my 8th Olympia concert in Paris. We wanted to go dancing at the posh Pachamama club  in Bastille but were refused entrance because of my shoes. For once I was wearing shoes! #paris #faretheewelltour2018#Pachamama"  ("¿Adivina qué? Estuve con un amigo después de mi octavo concierto en el  Olympia de París.  Queríamos ir a bailar al elegante club Pachamama en Bastille, pero se me negó la entrada debido a mis zapatos.  ¡Por una vez que estaba usando zapatos!" )    escribió Joan Baez el pasado 14 de junio, con su humor característico, en su Facebook. La discoteca inmediatamente se disculpó.

Y Joan Baez está incansable a sus 77 años.  Unos días antes, el 6 de junio,  bailó (descalza)   y cantó en el concierto de Ringo Starr, en el Olympia de París.    Haz click para ver el video (Twitter): Joan Baez y Ringo Starr





Joan Baez y Ringo Starr, después del concierto, París 2018.
Fuente: Joan Baez



Joan Baez y Juana de Arco. Fuente: Joan Baez





La escritora francesa Fred Vargas ganó el Princesa de Asturias: Una escritora de "novelas de enigmas" /Por Silvina Friera, Página 12, 24 de mayo de 2018





Por Silvina FrieraPágina 12, 24 de  mayo de 2018


 La escritora francesa esquiva –que concede pocas entrevistas por una mezcla de timidez y espanto a la exposición- es una ciudadana insumisa, votante del líder de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon y defensora a ultranza del italiano Cesare Battisti, militante del grupo Proletarios Armados por el Comunismo (PAC), que ahora vive en Brasil y quien ella visitó varias veces y lo ayudó a convertirse en escritor. Fred Vargas, seudónimo literario de Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 1957), es la séptima mujer en 37 años en ganar el Premio Princesa de Asturias de las Letras. La creadora de la serie de novelas negras protagonizadas por el comisario Jean-Baptiste Adamsberg, “combina la intriga, la acción y la reflexión con un ritmo que recuerda la  musicalidad característica de la buena prosa en francés”, planteó el presidente del jurado, el director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva. A juicio del jurado, que estuvo integrado por escritores como el mexicano Juan Villoro y el cubano Leonardo Padura, Vargas entiende la sociedad “como un misterioso y complejo ecosistema” y su obra narrativa se destaca por la originalidad de sus tramas, la ironía con la que describe a sus personajes, la profunda carga cultural y la desbordante imaginación, “que abre al lector horizontes literarios inéditos”.
   “El vaivén del tiempo, la revelación del Mal se conjugan en una sólida arquitectura literaria, con un fondo inquietante que, para goce del lector, siempre se resuelve como un desafío a la lógica”, agregó Villanueva sobre la obra de la premiada, una arqueozoóloga y medievalista –una de las grandes expertas mundiales en la peste negra en la Edad Media-, que se hizo famosa gracias a las historias del comisario Adamsberg, un personaje que podría inscribirse en los grandes policías-detectives de la tradición parisina: de Maigret de Georges Simenon al Nestor Burma de Léo Malet. La saga Adamsberg comenzó con El hombre de los círculos azules (1996) y continuó con El hombre del revés (1999), Huye rápido, vete lejos (2001), Fluye el Sena (2002), Bajo los vientos de Neptuno (2004), La tercera virgen(2006), Un lugar incierto (2008), El ejército furioso (2011), Tiempos de hielo (2015) y Cuando sale la reclusa (2017). Su obra es publicada por Siruela en cuidadas versiones de la traductora Anne-Hélène Suárez Girard. La otra serie de Vargas, “Los tres Evangelistas”, protagonizada por tres historiadores treintañeros, Marc, Mathias y Lucien, incluye títulos como Que se levanten los muertos (1995), Más allá a la derecha (1996) y Sin hogar ni lugar (1997).
   Vargas, hija del escritor surrealista Philippe Audoin (1924-1985), amigo de André Bretón, estudió Arqueozoología e Historia. En 1988 comenzó a trabajar en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de París como arqueozoóloga. “La arqueozoología es un oficio científico muy austero”, declaró la escritora en una entrevista publicada por Le Figaro Magazine, el año pasado. “En una excavación, examinamos decenas de miles de restos de huesos, los observamos para descubrir si se trata de restos de rana o de rata, una tibia o un fémur. Luego hay que establecer estadísticas, trazar cuadros comparativos. Vamos, que no nos divertimos todos los días. Durante mucho tiempo pensé que mis novelas negras no tenían nada que ver con mi profesión, escribir era como hacer novillos. Pero acabé por darme cuenta de que en la arqueología abrimos la tierra, donde toda la historia está escrita, pero está muda: hay que sacarla, traducirla, estudiarla, en otras palabras, resolverla. Y una novela policial también esconde una historia que debemos desentrañar. El historiador y el inspector buscan pistas y los dos arrancan una investigación con indicios inicialmente incomprensibles”.
   Cuando Vargas intentó publicar sus primeros libros, varios fueron rechazados. “Las editoriales no los querían, me decían que no encajaban en el molde de lo que se ha dado en llamar novela negra. ¡Y es que yo no escribo novela negra sino novela de enigmas!”, aclaraba la escritora francesa, admiradora de Agatha Christie. “El arte es un medicamento. Nos ayuda a vivir. Entre todos los animales, el hombre es el único que se ha inventado la creación artística. La necesitamos para escapar de la realidad y poder volver a ella y mirarla a los ojos”, explicó la ganadora del Princesa de Asturias de las Letras, que decidió firmar sus obras como Fred Vargas imitando a su hermana gemela Joëlle, una pintora conocida como Jo Vargas. Los dos seudónimos hacen referencia al personaje de María Vargas, interpretado por Ava Gardner en la película La condesa descalza. La escritora que dice que tiene un ego del tamaño de una lenteja alzó su voz para defender a Cesare Battisti, militante del PAC condenado a cadena perpetua en Italia. Junto con otros intelectuales franceses como Bernard-Henri Lévy, considera que no hay pruebas contra Battisti –acusado del asesinato de cuatro personas- y que todo el caso es un montaje. Battisti logró escapar de la cárcel italiana en 1981 y se refugió en la Francia del socialista François Mitterrand, quien no permitió que lo extraditaran, y donde se convirtió en un escritor de éxito de novela negra. En 2004, cuando el entonces presidente Jacques Chirac estaba dispuesto a entregarlo a Italia, Battisti escapó a Brasil, donde actualmente vive. “Todo el juicio descansa en el testimonio de un arrepentido, un personaje que, a base de denunciar a otros, ha obtenido la libertad”, recordó Vargas, quien ha escrito un libro sobre el caso en francés, que todavía no ha sido traducido al español: La vérité sur Cesare Battisti (2004).
    Aunque es una escritora con fuertes convicciones políticas, en sus novelas no hay referencias explícitas a la política. “Si los seres humanos hacemos arte no es para repetir la vida, para hacer un doble de la vida. Y eso ya era así cuando vivíamos en cavernas. Creamos a partir de lo real pero lo desfiguramos, lo exageramos, lo miniaturizamos o le damos un carácter grotesco. Eso nos permite ver la realidad bajo otro prisma y comprender mejor y aceptar. Pero para que la creación artística funcione, para que tenga las virtudes terapéuticas que yo le atribuyo, hace falta que no esté demasiado alejada de lo real –advierte la escritora francesa-. Si es una abstracción, si no hay permeabilidad entre arte y vida, entonces el trasplante no funciona, se produce un rechazo”. 

Fuente: Página 12


Fred Vargas sigue siendo inigualable

El nuevo libro de la autora francesa muestra una vez más que es un caso poco frecuente en el género negro


Por Juan Carlos Galindo, El Paìs,  2 de abril de 2018


En un mundo literario en el que cada día salen novelas más “trepidantes” y “sorprendentes” y en la que cada mes nos encontramos con un nuevo valor que va a cambiar el panorama negrocriminal, volver a Fred Vargas es un lujo. En Cuando sale la reclusa(Siruela, traducción de Anne- Hélène Suárez) me encuentro con todo lo que me gusta del género: un argumento llevado con solidez y sin artificios, un personaje central poderoso y original, grandes secundarios, inteligencia y respeto por el lector y diálogos brillantes.
La llega de Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 1957), alias Fred Vargas, a la literatura desde la arqueozoología fue una suerte para todos, aunque contado por ella parece casi un accidente. En una entrevista, y no da muchas, en 2005aseguraba a este diario: "No sé por qué empecé a leer de pequeña novelas policiacas, cuando nadie las leía en casa. No he dejado de leerlas desde entonces. En cuanto a decidir escribirlas, es bastante sencillo: era arqueóloga, tenía 28 años y conocía mi oficio. Pero, a pesar del mito, es una ocupación bastante científica, bastante austera. De vez en cuando sentía la necesidad de ir a jugar a otra parte. Entonces, una noche, después de trabajar en una excavación, decidí escribir una novela policiaca. Para divertirme. Al día siguiente compré un cuaderno y un bolígrafo, y así empezó".
Al inicio de la novela tenemos al bueno de Jean- Baptiste Adamsberg a su aire en Islandia con un hijo que ha descubierto hace poco y con el móvil hundido en un montón de mierda de oveja. De allí  le saca una llamada para volver a París a un asunto que necesita de su inteligencia. Se trata de un homicidio solucionado rápidamente y solo sirve como puesta en escena de un caso mucho más imbricado que Vargas lleva de maravilla y del que va enseñando poco a poco el andamiaje mientras nos lleva por las vicisitudes nada banales y a veces muy divertidas de Adamsberg y su brigada.
Al principio es verdad que no se sabe muy bien de qué va eso de la reclusa y las arañas pero el lector entra en materia a la vez que el comisario y en la página 200, con todo el lío puesto encima de la mesa, puedes sonreír y celebrar que quedan otras 200 páginas.
Hay momentos de humor de nivel, de ironía delicada, escenas de gran ternura, que no de sensiblería, como esa en la que Adamsberg moviliza a toda la brigada para socorrer y salvar a cinco crías de mirlo que han nacido en el patio de la comisaría. Me encanta el grupo humano del que Vargas rodea a su héroe, pero siento especial debilidad por él. Me gusta que su pensamiento funcione mejor cuando tiene alguien enfrente, que sea un despistado con dos relojes que no funcionan, que use su inteligencia tanto como su intuición, que sea tan buen tipo. “Lo juzgaban a menudo, soñador y utópico obstinado (...) sin entender, sencillamente, que el comisario veía entre brumas”, dice el narrador.
Además, Vargas juega con los prejuicios del lector, con su pensamiento y sus inquietudes. A medida que van apareciendo distintos sospechosos y conocemos la catadura moral del infame grupo de víctimas, uno tiene que luchar contra la tentación de justificar al asesino y pensar que, sea quien sea finalmente, nos está haciendo un favor al quitar de en medio a estos tipos.
El final está, como todo en las novelas de Vargas, muy bien llevado pero en el fondo es lo de menos porque todo lo bueno nos lo hemos disfrutado ya. Dice Gullermo Altares en su crítica para Babelia que "Cuando sale la reclusa, que podría ser calificada sin exagerar como obra maestra de la literatura negra (la versión de su traductora habitual, Anne-Hélène Suárez, es además impecable)". Y asegura Fernando Savater que tiene a Fred Vargas como “una de las mejores novelistas francesas del momento en cualquier categoría y género". Amén. Vive le noir.


Fuente: El Paìs


Donde comprar sus libros: Ediciones Siruela

La dictadura argentina quiso quitarle la nacionalidad a Julio Cortázar: "Fichado y prohibido: el legajo de Cortázar en la DIPPBA" / Comisión Provincial por la Memoria, La Plata, Argentina, 26/08/2015












El 20 de mayo de 1980 los servicios de inteligencia argentinos pidieron 
quitarle la nacionalidad a Julio Cortázar





El gran escritor argentino Julio Cortázar fue un gran defensor de los derechos humanos, denunciando en foros internacionales los genocidios cometidos por las dictaduras latinoamericanas en los años 70 y 80 del siglo pasado. 

Consecuente entre lo que decía y hacía, donó parte de sus derechos de autor a las víctimas de las dictaduras y su casa en París siempre fue un refugio para las personas que llegaban exiliadas de América Latina, la mayoría personas a quienes Cortázar no conocía pero a quienes el autor de Rayuela recibía como si fueran viejas amistades.  

Su lucha le valió ser amenazado de muerte, perseguido y prohibido por la dictadura argentina, y por las dictaduras latinoamericanas.


A pesar de que Cortázar no vivía en Argentina desde 1951,  eso no fue impedimento para que los servicios de inteligencia argentinos lo investigaran,  lo prohibieran y pidieran  que se le quitara la nacionalidad, según se puede leer en el informe elaborado por el organismo de derechos humanos argentino Comisión Provincial  por la Memoriapresidido por el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, en agosto de 2015, basado en los archivos de la dictadura.  


Julio Cortázar regresó a Argentina en diciembre de 1983, cuando volvió la democracia. No fue invitado a la asunción presidencial del Dr. Raúl Alfonsín (quien se disculparía años más tarde).

Julio Cortázar murió dos meses más tarde en París sin que su gran aporte a los derechos humanos y al regreso de la democracia argentina fuera reconocido, ni agradecido. 


“Moliere nada a tu gloria faltaría,
si entre los defectos que tan bien descubriste,




4 de mayo de  2108









La Plata, Argentina, 26 de Agosto 2015




Julio Cortázar decidió marchar hacia el autoexilio en 1951 y sólo volvió a Argentina ocasionalmente y por poco tiempo; sin embargo, los servicios de inteligencia recogieron información sobre su participación internacional en la denuncia de los crímenes perpetrados por el terrorismo de Estado en América Latina. En el 101 aniversario de su nacimiento, la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) difunde los documentos que la DIPPBA elaboró sobre el escritor.












El 29 de agosto de 1975, la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires registró el legajo N° 3178; la ficha tiene sólo seis datos: apellido, nombre, nación, localidad, profesión y antecedentes sociales. "Cortázar. Julio Florencio (el segundo nombre escrito a mano alzada). Arg. Francia. Escritor. Entidad “Habeas”.


Para ese entonces, Cortázar llevaba 24 años lejos del país –primero por decisión propia, luego por mandato militar–, era ya un escritor consagrado y, en el último tiempo, se había acercado a los movimientos de liberación en América Latina. Ese posicionamiento político había transformado también su literatura. En el poema Ándale (1976) escribe:



Habrá que reunirse 
con los que llegan fugitivos 
de Uruguay y Argentina.




Habeas fue creada por Gabriel García Márquez como una organización destinada a defender a prisioneros políticos. El escritor colombiano había donado cien mil dólares de su regalía para constituir la institución. En los años siguientes, y a medida que el terror militar avanzaba sobre los pueblos latinoamericanos, sumaría nuevas adhesiones, entre ellas la de Julio Cortázar.


Un memorando del 21 de mayo de 1979, con origen en el Batallón de Inteligencia 601 y remitido al Director General de Inteligencia, advierte que el mensuario OPCIÓN (órgano de difusión del Partido Socialista de los Trabajadores) transcribe una carta fechada “México Dic./78”, firmada entre otros por Julio Cortázar. El documento de inteligencia recupera algunos pasajes de esa carta en los que se expone la finalidad de la organización: “poderosa campaña de solidaridad con los pueblos latinoamericanos que padecen la tiranía, la barbarie y la negación de sus esenciales derechos humanos […] Más que poner en evidencia a los verdugos, se procurará, hasta donde sea posible, clarificar la suerte de los desaparecidos y allanar a los exiliados los caminos de regreso a su tierra”.



La rémora del diario 
con las noticias de Santiago mar de sangre, 
con la muerte de Paco en la Argentina, 
con la muerte de Orlando, con la muerte 
y la necesidad de denunciar la muerte 
cuando es la sucia negación, cuando se llama 
Pinochet y López Rega y Henry Kissinger.



Históricamente se ha reconocido la activa participación del exilio latinoamericano en la denuncia de las violaciones a los derechos humanos –especialmente en el caso argentino. La actividad política de los desterrados permitió visibilizar las atrocidades cometidas por los regímenes militares y los servicios de inteligencia se infiltraron, espiaron y recogieron información sobre esa militancia en el exterior.


En un documento del 20 de enero de 1976, sellado con carácter de “RESERVADO URGENTE”, la SIDE envía un parte a la SIN, SIA, Batallón 601, SID, SIPNA, DIG, DIPBA sobre la celebración del Tribunal Russell y la participación de Cortázar. Este informe da cuenta de otro rasgo esencial de los servicios de inteligencia a partir de 1975: los vínculos entre las agencias de inteligencia (la denominada comunidad informativa) para la persecución política e ideológica.


Durante la investigación, los agentes de la DIPPBA amplían la información y bajo la categoría de actividad subversiva sostienen que la celebración de la sesión del Tribunal Russel “forma parte integrante de la campaña internacional de desprestigio”, que “el escritor JULIO CORTÁZAR, que actuó en calidad de jurado, fue aplaudido por la concurrencia al pedir deponer como testigo, oportunidad en que leyó una carta referida al combate de Monte Chingolo sostenido por el E.R.P. con fuerzas de seguridad durante el mes de diciembre del año ppdo.”, que “al término de las deliberaciones, el Tribunal sentenció con el “GRADO MÁXIMO DE CRIMEN CONTRA LA HUMANIDAD” al gobierno de nuestro país.


“Yo hace 28 años que vivo fuera de la Argentina, pero nunca me consideré un exiliado hasta el golpe de Videla. Nunca me consideré un exiliado, porque para mí el exilio es una cosa compulsiva, y yo vivía en Francia porque me daba la gana. Porque es un país que me gusta, donde me siento bien y donde iba escribiendo mi obra sin dificultades ni problemas. Y de repente, a partir del golpe militar, supe que me había convertido en un verdadero exiliado”, declara en una entrevista con Viviana Marcela Iriart. Por esa misma época, Cortázar mencionará en cada intercambio epistolar que las obligaciones políticas no le dejan tiempo para dedicarse a la literatura.



(Escribiremos otro día el poema, 
vayamos ahora la reunión, juntemos unos pesos,
llegaron compañeros con noticias,
tenés que estar sin falta, viejo)



La última información sobre Cortázar en el archivo de la DIPPBA corresponde a un parte del 20 de mayo de 1980: el estudio en cuestión, a cargo de representantes de las tres Fuerzas Armadas a nivel de secretarios generales, consideraba que “ante la puesta en vigencia de la nueva Ley de Radiodifusión (pronta a salir), debe existir cierta elasticidad en las prohibiciones que emanan de la fórmula en cuestión”.


Aun así, Cortázar fue calificado con un F.4. En ese momento, la calificación F.4 era el máximo grado de prohibición: “registra antecedentes ideológicos marxistas que hacen aconsejable su no ingreso y/o permanencia en la administración pública, no se le proporcione colaboración, sea auspiciado por el Estado, etc”. La calificación significaba, de hecho, la prohibición de presentarse públicamente o difundir su obra. En el anexo 2 del Acta Nº 11, bajo el título: “Actualización lista periodistas – escritores y artistas plásticos (F.4)” aparece el nombre de “CORTÁZAR, Julio Florencio”, con la siguiente referencia: “Por ser ciudadano argentino por opción, nacido en Bélgica, se sugiere retirarle la citada ciudadanía”.




Vendrán y te dirán (ya mismo, en esta página) 
sucio individualista, 
tu obligación es darte sin protestas, 
escribir para el hoy para el mañana 
sin nostalgias de Chaucer o Rig Veda, 
sin darle tiempo a Raymond Chandler o Duke Ellington, 
basta de babosadas de pequeñoburgués 
hay que luchar contra la alienación ya mismo, 
déjate de pavadas, 
elegí entre el trabajo partidario 
o cantarle a Gardel.




Nunca se cumplió con la sugerencia: el gobierno militar no le quitó su ciudadanía; la prohibición que pesaba sobre Cortázar sólo era una prohibición meramente de forma, no fue necesaria su aplicación porque el escritor nunca volvió, ni reclamaría “colaboración” o “auspicio” de un gobierno genocida al que denunció permanentemente en la prensa internacional.









Nota 1 :  La foto de  Julio Cortázar es original de Sara FacioEstá intervenida, no sabemos por quién.

Nota 2: Los links y las negritas son un agregado de este blog.









Dos entrevistas a la gran escritora Laura Alcoba por su nueva novela "La danza de la Araña": "Mi memoria es como una caja de legos: elijo y hago una construcción", entrevista de Natalia Blanc, La Nación, Buenos Aires 2/05/2018 y "Animales de Poder", entrevista de Paula Jiménez España, Página 12, 27/04/2018










Radicada en París desde los 70, es autora de una trilogía de contenido autobiográfico; hoy hablará sobre cómo es escribir en francés de la historia argentina Crédito: Patricio Pidal/AFV




Natalia Blanc 





Con La danza de la araña (Edhasa), Laura Alcoba cierra una trilogía de novelas inspiradas en su historia real como hija de militantes montoneros que incluye infancia en la clandestinidad, exilio en Francia junto con su madre y cartas a la distancia con su padre, detenido en una cárcel de La Plata.



La casa de los conejos, el primero de los títulos, se publicó hace diez años en español y fue reeditado recientemente. En coincidencia con el aniversario, este año llegará a los cines, dirigida por Valeria Selinger y protagonizada por Darío Grandinetti y Miguel Ángel Solá. La joven actriz Mora Iramain García interpreta a la narradora de la historia, que vive encerrada en una casa donde se crían conejos y crece rodeada de secretos. La autora no quiso participar del guion ni del proceso del film: prefirió dejar que crearan su propia obra a partir de la novela. Leyó los guiones hasta el definitivo, pero no vio ni una escena aún; lo hará, asegura, al mismo tiempo que los espectadores.

Radicada en París desde los 70, Alcoba vino al país a presentar su última novela y a participar del Diálogo de Escritores Argentinos en la Feria del Libro, hoy, a las 20.30 (Sala Sarmiento). Hablará de cómo es escribir en francés sobre la historia argentina. "Trabajo mucho la intensidad de los textos en general, hago lectura en voz alta en francés de mis textos y los considero terminados cuando suenan exactamente como quiero que suenen. Para la reedición de La casa de los conejos hice pequeños ajustes a la traducción original de Leopoldo Brizuela. Necesito que alguien me traduzca porque escribo en francés. Volver al texto diez años después fue para mí tan importante como la publicación de La danza de la araña".



Después de los conejos del primer libro y de las abejas del segundo (El azul de las abejas), ¿qué representa la araña y su danza en esta historia?


-En cierto momento tuve la impresión de que había dejado algo inconcluso. Esa idea se volvió una especie de obsesión. En especial, el hecho de haber dejado al padre de la narradora en la cárcel, al final del segundo título. Entonces, la razón de ser del tercero es sacar al padre de la cárcel. Retomé la lectura de las cartas que mi padre me enviaba desde la prisión en La Plata, que conservo y son la matriz de esta serie, y di con el cuento de la danza de la araña, que vive en reducción lo que va a vivir el padre al final de la historia. La araña baila en espera de la puerta que se abre. Hay una serie de motivos que representan la expectativa de la libertad. Es la liberación en diferentes sentidos; también del grito, del llanto. Para llegar a ese estallido era necesario pasar por El azul de las abejas, que es la integración de otro idioma, salir del silencio y adaptarse a otra cultura.

-La insistencia de la protagonista en tener una araña pollito de mascota hace pensar en un pedido imposible, un deseo fuerte que sabe que no podrá alcanzar: estar con su padre.


-Sí, hay también algo de eso. La mascota imposible y tan deseada va a tener un efecto mágico al final. Es como si hubiese cierta magia alrededor de la araña que conduce a una múltiple apertura final.


-La correspondencia con tu padre es el alimento de buena parte de la trilogía. ¿Cuánto tomaste de lo real y cuánto te permitiste reinventar para tu obra literaria?

-Siempre hay desplazamientos de lo real en la ficción. Es como si mi memoria fuera una caja de legos: voy eligiendo algunos elementos y hago una construcción. Trabajé del mismo modo los tres libros. Con una serie de hilos que son auténticos, sabiendo siempre que hay subjetividad y deformación de la memoria, trato de construir algo donde resuene una serie de ecos poéticos, que nunca subrayo. Son hilos que cuido minuciosamente. Algunos elementos de lo real construyen la trama que funciona como una ficción.


-En el libro incluiste cuentos que los adultos le cuentan a la nena. ¿Por qué?

-En esos cuentos se cristalizan hechos que tienen que ver con la trilogía y con mis obsesiones: en especial, el tema de la supervivencia. Son historias reales que trabajo en la ficción y que están conectadas con el origen de toda mi escritura: ¿quiénes murieron, quiénes no y por qué? Conozco de cerca lo que se llama "síndrome del sobreviviente": la culpa que suele llevar a la locura.


Buenos Aires, 2 de mayo de 2018
Fuente: La Nación








Imagen: Constanza Niscovolos



ENTREVISTA: Laura Alcoba escribe en francés pero piensa en castellano, y en su memoria habita buena parte de nuestra historia no tan reciente pero más dolorosa: la de la dictadura. De ella despliega su mundo de infancia y ahora vino a nuestro –su– país a presentar el último libro de la trilogía que comenzó hace diez años con La casa de los conejos, de la que además acaba de terminar de rodarse un film de próximo estreno.

Animales de poder



Por Paula Jiménez España

Se acaba de publicar el último libro de la trilogía de Laura Alcoba que comenzó hace diez años con La casa de los conejos. Aunque la impresión que se tiene al leerlos es que se trata de una autobiografía en partes, la autora los define como una ficción que arraiga, inicialmente, en estos hechos: en los años 70, ella y su madre –montonera al igual que su padre encarcelado– se mudan a una casa de La Plata que simula ser un criadero de conejos, pero que en verdad oculta una imprenta. Conviven, entre otras personas, con Daniel Mariani, hijo de Chicha, y Diana Teruggi, poco tiempo antes de que diera a luz a la aún desaparecida nieta Clara Anahí. Cuando Laura, tres años después de la masacre que termina con la vida de todxs salvo las de ellas dos, logra reunirse con su madre en París, corre 1979 y tiene diez años. 

Los libros que continúan a este son El azul de las abejas, donde la protagonista mantiene con su padre una relación epistolar en castellano a lo largo de esos años nodales para la incorporación del idioma francés; y La danza de la araña, que oficia como cierre de la infancia y proceso de liberación del padre. Traducida al español por Leopoldo Brizuela, Mirta Rosenberg y Gastón Navarro, Laura retorna con esta trilogía a una lengua de origen impregnada del dolor de aquellos años: 

“Cuando se publicó La casa de los conejos me hicieron muchas preguntas: ¿cómo había escrito en francés una novela en la que yo trabajé a partir de recuerdos grabados en mi mente en castellano? Lo extraño de esto, me llamó la atención acá. Cuando descubrí que habían publicado La casa... en la colección de Edhasa de literatura hispanoamericana, les dije: pero esta es una novela en traducción. Y me respondieron: esta es una novela argentina. Mi lengua de escritura es el francés, mi lengua materna es el castellano. Muchas personas que vinieron a verme me dijeron: viví algo muy cercano y todavía me cuesta hablar. Después pensé que el francés a mí me había ayudado para poder hacerlo. Se sale del silencio en La casa gracias a otro idioma”, dice Laura. 


–Digamos que el francés te permitió distanciarte para contar esa historia…

Una distancia para volver al dolor. Mi recuerdo de chica del castellano es del idioma bajo control, eso tiene que ver con mi vivencia como hija de militante montonero: ¡ojo con lo que decís! Cuando vivís algo así, salir del autocontrol y de la idea de la palabra de más, que puede matar, es difícil. 

–Vos hablás en La casa… de la importancia de saber callar…

Sí. Y de la movida de pata lingüística que puede matar. Algo que yo tenía muy integrado de chica, y creo que es muy difícil salir de ese pacto de silencio. Eso lo hablé con lectores que vivieron historias cercanas y me expresaron las dificultades que tienen todavía. El idioma francés me ayuda a volver a esa historia argentina. Algo que puede parecer paradójico. No dudé en el idioma en que lo iba a escribir y traté de hurgar en la memoria gracias al francés. 

–En El azul de las abejas la protagonista quiere esconder el acento argentino…

El acento es algo particular, revela inmediatamente, basta con abrir la boca. Borrarlo es fundirse en el contexto de los otros y no llevar siempre a cuestas de donde venís y la historia que viene detrás. No tener acento te protege, después contás o no. No tener acento te neutraliza. Vas desnuda con el acento y perderlo es ponerse algo encima que protege.

–Podría pensarse que escribir es para vos una forma de reafirmar tu vínculo con tu padre, con quien te carteabas a distancia. O incluso con Diana Teruggi, que también escribía. ¿La escritura funciona como una herramienta para hacer algo con lo ausente?

Existe la relación por escrito y en el espacio que abren los libros. Sobre todo en El azul de las abejas. En La casa de los conejos, los conejos son reales. Y en los otros dos no, son animales que no están, de los que se habla. En esos animales se encuentran la nena y el padre. Todo el espacio que abre la dimensión epistolar crea el encuentro en la imaginación, las historias que se cuentan. La escritura es el espacio del encuentro. 

–La imprenta de La casa de los conejos es la primera marca literaria que aparece en tu historia, ¿verdad?

Sí. Y todo el resto está para cubrir eso. Para ocultar la razón de ser de esa casa, que está en el “embute” (un cuarto hecho detrás de paredes falsas). Una palabra de la jerga de los ‘70, que fue la primera que se me vino a la cabeza: tenía que sacar todo eso del embute de mi memoria. 

–El personaje del ingeniero, que es quien los delata, ¿es real que te trataba mal?

Sí, pero también hay mucha ambigüedad en ese personaje que es probable que se haya quebrado bajo la tortura. 

–¿Por qué, una vez en el exilio, a la nena no le cae bien Amalia, la amiga de la madre que vive con ellas? ¿Celos? 

Sí. Es un encuentro con la madre que no se termina de hacer porque hay una persona más. Pero en La danza de la araña, Amalia tiene otro papel. Se enferma y lleva en su cuerpo una serie de historias, el quiebre. En ese mismo momento el personaje de la nena vive de manera personal sus cambios corporales, y de manera violenta hacia el afuera con la aparición de un exhibicionista. Violencia de salir de la infancia y lo que viene con esto. Esa escena es para mí una violación visual. 

–De la que se libera gritando…

Hay un momento en el que sale el grito, pero hay un momento anterior en que no. Una escena suspendida, helada. Cuando grita, lo hace por toda su historia y ve ese pene como una muñeca calva que llora. Hay algo que vuelve desde La casa de los conejos en La danza…: el grito que no se da en ese primer libro aparece en este último con esta escena. 

–Se acaba de filmar La casa de los conejos. ¿Qué pensás que sea justo en esta época?

La directora, Valeria Selinger, la terminó de rodar en diciembre y creo que tuvo dificultades para filmarla. Contó con el apoyo del INCAA en el gobierno anterior. Fue bastante caótico, pero lo logró. Sé que la está montando en París. Entran en la producción Argentina, España, Alemania y Francia. 


Por Paula Jiménez España
Buenos Aires, 27 de abril de 2018
Página 12
Fuente: Página 12















La danza de la araña

  • Autora: Laura Alcoba
  • Editor: Edhasa
  • Colección: Edhasa Literaria
  • $ 250.00
    Código de ISBN:
    Tipo de tapa:
    Rústica c/solapas
    Cantidad de páginas:
    160 páginas
     
    Dimensiones:
    140 x 225 mm


En su primera novela, La casa de los conejos, Laura Alcoba narraba la historia de una niña, ella misma, en los comienzos de la dictadura argentina. Viviendo en una casa de La Plata donde se imprimía el periódico Evita Montonera, y con su padre en la cárcel. Unos años después publicó El azul de las abejas, donde esa misma niña reencuentra a su madre en Francia, y comienza una nueva vida, en una nueva lengua. La danza de la araña es el eslabón final de la trilogía. La niña ya mira de cerca la adolescencia y quizás más que nunca está entre dos mundos: el que está construyendo junto a su madre en otro país, con las incertidumbres, los súbitos deseos y los temores de la edad; el de su primera infancia, presente en recuerdos cada vez más lejanos, en los relatos que circulan en su departamento en las afueras de París y en las cartas que cruza con su padre, todavía encarcelado en la Argentina.
En el centro de la narración hay una tarántula que baila en su jaula cuando el dueño de casa regresa. Y el dueño la deja salir, para que brevemente aproveche la libertad. La danza de la araña está pautada por esa música y ese contrapunto: la del encierro y la apertura, la de la cárcel y las cartas, la de una Buenos Aires de muerte y París y el francés que prometen un extraño renacimiento. Con una escritura primorosa, con emotividad arrebatada, Laura Alcoba teje la red de una memoria marcada por el dolor y la pérdida que se espeja en un presente palpitante, el que anticipa el vértigo de la juventud y el definitivo fin de la infancia.





Laura Alcoba
Vivió hasta los diez años en Argentina antes de radicarse en París. Se licenció en letras en l’Ecole Normale Supérieure, es profesora universitaria, editora y traductora en Francia. Ha escrito las novelas La casa de los conejos (Edhasa, 2008), Jardín blanco (Edhasa, 2010), Los pasajeros del Anna C. (Edhasa, 2012) y El azul de las abejas (2015), las cuatro fueron publicadas originalmente en francés por Gallimard, al igual que La danza de la araña, novela por la que recibió el Premio Marcel Pagnol 2017. Su obra se tradujo al alemán, el inglés, el serbio, el italiano y el catalán.

Donde comprar sus libros: Edhasa
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