la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Cuatro mujeres en el tren Barcelona-Milán, por Claudia Fernández, Turín, abril 2011

 


©Internet


El trayecto era Barcelona-Milán, vagón cucheta, un tren español, muy lindo, por ahí como tendría que ser siempre, sobre todo cuando uno paga un pasaje, un boleto de tren merece un buen servicio, completo. Pero se vive en condiciones tan precarias que cuando uno tiene un buen servicio, te parece una maravilla y no dejas de sorprenderte. Y en estos momentos tomas conciencia de todo lo que no funciona en este caso en el país donde vivo , que es Italia.

 

La cama del camarote del tren era una delicia, suave, con todas las sábanas blancas y perfumadas. Tenías toallas a disposición y una bolsa de plástico chiquita cerrada que contenía: un cepillo de dientes, un dentífrico, un jabón y tapones para las orejas por si una de las compañeras de viaje durante la noche roncara y no se pudiera dormir. Con los tapones, parece que los ruidos son más lejanos.

 

Para colocarlos en las orejas es necesario tenerlos apretados en tanto te los pones, una vez colocados hay que soltarlos despacito dejando que vuelvan a tomar su forma normal, estando dentro de las orejas. Pequeños tapones de goma colorada.

 

Cuando llegué al compartimiento la primer persona que encontré fue Rocío, una muchacha española, que tendrá unos cuarenta años, pequeña de estatura, muy simpática. Es la hija más chica de dos hermanas, soltera, asistente social, destinada hasta hace unos meses a quedarse con sus padres, ancianos, para atenderlos, ser por ahí, el bastón de la vejez de sus padres.

Como habría pensado su hermana Teresa: “Como tú estás sola y no tienes hijos, te viene bien estar con ellos...”.

 

Y habría seguido soliloquiando Teresa “...Yo tengo que atender mi marido Arturo, y los niños, tú tienes una cierta responsabilidad con nuestros padres, querida Rocío, que por suerte es una bendición que tú no te hayas casado y bueno, así tú te quedas con ellos y todo está resuelto!!...” y de este modo Teresa se sentía tranquila y sin culpas. Dando por hecho que la vida habría de este modo continuado su recorrido final.

 

La vida es como el recorrido que hace el tren, llena de imprevistos y movimiento. Chispita, como llaman todos a Rocío y como ella llama a todos los miembros de su familia, porque son todos muy pequeñitos, como decía, Chispita para la sorpresa de todos se había enamorado de un muchacho francés que trabaja en la frontera con Francia y allí estaba con su maleta, su voz serena y viva, encaminada hacia su nueva casa en Saboya, en medio a las montañas... dejando atrás la bella Barcelona y haciéndole pito catalán a toda su familia, porque en un abrir y cerrar de ojos, el amor la había hecho elegir otra vida y se había decidido a partir y vivir en un pequeño pueblo de Francia.

 

Yo me encuentro dejando una Barcelona viva, llena de personas y situaciones simples, una Barcelona de caras lavadas, llena de “se puede” a pesar de la crisis, se puede no renunciar a los sueños... y mi pensamiento se queda quieto en tratar de descubrir a través de los laberintos de la mente la fórmula para trasladar al lugar en el cual vivo un modo de vivir, pensar y sentir que sea vivo, que permita vivir y no sobrevivir.

 

Yo soy psicoanalista, tengo casi 53 años, estoy casada, tengo una hija de 16 años y este viaje de tres días a Barcelona fue como un impasse para poner en acto esta frase “yo soy la puerta abierta a la vida que ningún hombre puede cerrar”. Observo estas mujeres con las cuales comparto una noche de tren.

 

Chispita está enfrente de mí, nos miramos y nos decimos...esperemos que no venga nadie más... de ese modo estaremos muy cómodas!!!.

 

No terminamos de decir esto que aparece una tercera pasajera que tiene el asiento número 23, Chispita tiene el número 22 y yo el 21.

 

Ninna, una señora de unos 57 años, italiana, la típica mamá, acompañada de su esposo que la deja en la puerta del compartimiento y se va con cara de perro castigado y destinado a la soledad y al abandono de su esposa, que por una noche se ve obligada a dormir en compartimientos separados. Los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres, como había aclarado el guardia tren.

 

Ninna parece una niña. Tiene una voz muy baja y finita. Es una persona de una gran disponibilidad para comunicar y hablar, es curiosa y quiere conocer a  sus compañeras de viaje. Está peinada de peluquería, toda vestida de negro, muy abrigada porque tiene frío. Apenas empieza a hablar se ve el sufrimiento en su rostro, su hija Patrizia de 28 años está viviendo en Barcelona con su compañero. Ninna vive en Lago de Como, tiene otra hija más grande de 30 años que trabaja en Milán, por suerte vive cerca, sino esta madre estaría destruida.

 

Durante el trayecto del tren repitió muchas veces que no veía la hora de que la pequeña regresara a casa.

 

Ninna es muy delicada y sumisa. Se sienta y empieza a hablarme, con Chispita estábamos contándonos  nuestras vidas en castellano. En el momento que Ninna empieza a preguntarme cosas comienzo a hacer traducción simultánea del italiano al castellano y viceversa, creándose un momento internacional.

 

Era muy lindo ver los rostros y las expresiones y el sonido de las distintas lenguas con el hamacarse del tren.

 

Empecé a sentir hambre. Saludo a mis compañeras y me dirijo al bar del tren a comprar un sandwich. Al regresar al compartimiento con mi apetitoso sandwich de tortilla de papas, veo con sorpresa que se había agregado a nuestro grupo internacional de mujeres viajeras, un cuarto elemento. Mary, de Romanía , profesora de piano, 63 años, muy deportiva. Pelo rubio muy corto, ojos verdes, muy buen físico, habla un poco de castellano, italiano y alemán.

 

Mary enseguida nos cuenta su vida, tiene una hija que tuvo una beba hace un mes, nos cuenta como tomaba sol en la terraza de la casa de su hija cuando cuidaba a Katerina, su nieta, dice de haberle regalado un libro de música, con el auspicio de que le guste la música, es una flamante abuela que con melancolía vuelve a su casa de la montaña.

 

Esta mujer es serena, acepta su realidad con una alegría extraña, Mary es una persona muy emotiva que se esconde en una forma fuerte y deportiva.

 

Las cuatro decidimos  ir a dormir. Chispita se tiene que despertar a las 5:30 porque baja en la frontera francesa. Empezamos los preparativos. Ninna duerme en la cucheta que está arriba mío, tiene una pollera un poco angosta y pone la escalera para subir.

 

Cuando intenta subir un pie sobre el escalón, la escalera resbala y le aprieta los pulgares, haciéndose un pequeño machucón, se pone tan pálida del terror que parece se fuera a desmayar y me pregunta con su voz de niña si lo tiene que desinfectar. Está tan asustada que me da una ternura infinita, las tres le decimos que no es necesario desinfectar porque no está lastimado.

 

Inmediatamente me viene en mente cuando mi hija se golpeaba: Hielo!!!! Hielo urgente!!! Vai al bar e chiedi ghiaccio!! Andá al bar y pedí hielo!!!  Al rato vuelve con un enorme pedazo de hielo envuelto en una servilleta.

 

La ayudamos a subir dejando la escalera de su lado.

 

Mary se trepa haciendo acrobacia y poniendo un pie sobre la pileta del camarote abriendo las piernas, con Chispita nos miramos como diciendo: Esperemos que no se nos caiga encima!!!

El resto de la noche se transforma en un compartir un momento de corazones que se abren. Todas apagamos la luz menos Ninna, a la que le digo que no  tenga miedo que tiene un equipo internacional que la cuida: una psicoanalista, una asistente social y una pianista!!!

 

Mary le pide a Chispita si puede  escribirle en castellano a su hija un mensaje en el celular diciéndole  que está muy feliz compartiendo un hermoso momento con tres mujeres!!  Chispita le toma el pelo y le dice: Escribo tres hombres!!!!

 

Se crea un momento de serenidad y risa, de emociones compartidas, donde  nuestros cuatro destinos distintos se comparten y se entrelazan en una energía mágica. Nueva.

 

Después silencio. Ninna tiene todavía la luz prendida y ronca que es un placer. Chispita me mira y me dice: Se quedó frita!

 

Nina se despierta, apaga la luz y las cuatro nos dormimos acunadas por el rumor del tren que va veloz conduciendo la vida a distintas estaciones y lugares.

 

 

 

©Claudia Fernández

Turín, abril 2011

 






Escritora, fotógrafa, artista multimedia, psicóloga, psicoanalista argentina-italiana.

Ha trabajado en contextos de inmigración. Esto le ha permitido de profundizar temas importantes como: el trauma, el stress,la perdida y el luto.

Después de muchos años de trabajo en la clínica psicoanalítica, con niños, adolescentes y adultos, realiza una búsqueda con el yoga y la psicología. Experimentó la creación de laboratorios de títeres (como objeto expresivo y terapéutico trabajando con personas con discapacidad).

Vive en Turín, Italia, desde los años 90. Y sigue trabajando con el psicoanálisis.